Cuando más desesperado estaba, cuando más desorientado estaba, sin embargo, la sabiduría de la vida me indicó la salida.
Me obligó a tomar un año sabático, lejos del periodismo, dedicado a la docencia: me vinculé como instructor de bolos en una escuela de formación deportiva.
Esta era una disciplina que había aprendido gracias a los vínculos que establecí fruto de mi trabajo.
Y fue allí, en las pistas, enseñando a niños y adultos, donde descubrí que dentro de mí había un potencial que no había aprovechado.