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Son las pequeñas acciones las que generan las grandes transformaciones. Y, también, las que brindan los mejores resultados. Una premisa que a la mayoría de los seres humanos nos cuesta aprender o, quizás, por la que pagamos el alto precio de los errores repetidos. Y, como reza una popular frase, “la vida es tan buena maestra que, si no aprendes, te repite la lección”.
El problema, porque siempre hay un problema, es que solemos ser indisciplinados, inconstantes, distraídos. Somos picaflores de la vida y pasamos de flor en flor con rapidez, casi sin darnos permiso de valorar y disfrutar el momento. Es un hábito que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida, en especial en las relaciones personales y en el trabajo.
Aunque no soy sicólogo, vaya si he repetido las lecciones de la vida por la incapacidad para aprender. Que, en realidad, no es la incapacidad, porque la capacidad la tenemos todos, siempre está ahí, sino la disposición. ¿Por qué? Porque allá en el fondo del corazón sabemos que el aprendizaje incorpora cambios y, por lo general, nos exige salir de la zona de confort.
Y somos reacios al cambio, claro. Y amamos la zona de confort, a pesar de que entendemos que es una jaula en la que jamás podemos abrir las alas y volar. Entonces, nos resignamos a vivir la vida dedicados a resistirnos a lo que ella nos exige a cambio de bendiciones mayores. Se nos van los años, se nos va la vida, batallando con el viento en contra que nos impide avanzar.
Una resistencia que, la mayoría de las veces, está sustentada en una variedad de miedos. ¿Cuáles? El miedo a no encajar, el miedo a ser vistos como distintos, el miedo a no cumplir las expectativas de los demás, el miedo a ser rechazados, el miedo a fracasar en el intento por transitar un camino diferente al del resto, el miedo a despertar la envida de los demás.
Y hay otros, claro. Que están muy arraigados en nuestras creencias, cultivados en el día a día y convertidos en hábitos poderosos que nos limitan, que provocan que nos conformemos con menos de lo que merecemos. Y no solo eso: también hacen que menospreciemos o desperdiciemos los dones y talentos valiosos que nos ha dado la vida, el conocimiento y las experiencias atesoradas.
Porque, sí, son un tesoro. Invaluable, por cierto. En especial, si te das permiso de romper algunas reglas, de derribar algunos paradigmas, de ir un poco contra la corriente. Igual, te lo aseguro, seguir el libreto convencional, escrito por otros, no te llevará a donde quieres ir, no te brindará la posibilidad de disfrutar la vida. ¿Por qué? Porque, quizás, esa NO es TU vida.
Te propongo un ejercicio: por unos segundos, solo por unos segundos, imagina cómo sería tu vida si hubieras seguido tus instintos, si les hubieras hecho caso a tus pálpitos, si te hubieras atrevido a romper algunas reglas. ¿Dónde estarías? ¿Crees que serías más feliz? ¿Piensas en esto con frecuencia? ¿Te atormenta? ¿No te agrada, pero te conformas y sigues ahí?
La vida que vivimos es producto de las decisiones que tomamos y de las acciones que realizamos. ¡Sin excepción! Es decir, esta premisa no es ajena a nadie, nadie puede escaparse de ella. Cada ser humano es el arquitecto de su vida, el gestor de los recursos que se le brindaron y, lo más importante, el producto del camino que eligió transitar.
¿A qué obedece esta reflexión? ¿De qué manera se conecta con la creación de contenidos, que es mi especialidad, mi campo de acción? Aunque te parezca raro, ¡hay una gran conexión! Te explico: todo parte de tu capacidad, de tu atrevimiento para romper las reglas, de tu creatividad para construir una vida hecha a tu medida. No será gratis, seguro, pero puede ser increíblemente satisfactorio.
Vivimos la era de la comunicación, un momento de la historia en el que, como nunca, la vida que vivimos y los resultados que obtenemos, la capacidad para hacer realidad nuestros sueños, está determinada por el mensaje que comunicamos. O, si lo prefieres, por el valor que transmitimos a otros, el valor que compartimos con otros a través de tu conocimiento.
¿Sabes cuál es la principal característica de los líderes más influyentes del planeta? ¿De los políticos, economistas, autores, científicos, de los ingenieros que están tras bambalinas de las maravillosas transformaciones tecnológicas, de los deportistas y de los artistas, de los ciudadanos del común? En realidad, no es una característica, sino dos que se fusionan.
¿Sabes cuáles son? Por un lado, el conocimiento adquirido, el valor de las experiencias vividas y, en especial, del aprendizaje surgido de sus errores, de su capacidad para superar las dificultades, para levantarse tras haber caído. Por otro, su habilidad para transmitir ese mensaje, para compartir con otros las enseñanzas incorporadas y brindarles ayuda.
Escoge los nombres que más te resuenen, los más reconocidos, los disruptivos, los más populares, los que más seguidores acumulen. Si los miras con detenimiento, si ves lo que hay tras bambalinas de su éxito, es el poder de su mensaje. Que no necesariamente son voces, o textos, o videos, sino acciones de impacto que inspiran a otros, que construyen un legado.
¿Sabes cuál es la fórmula del éxito hoy? La combinación de las maravillosas herramientas tecnológicas que nos permiten compartir contenido de valor de manera sencilla y económica (cuando no gratuita), por un lado, y de tu vida (la sumatoria de tu conocimiento, experiencias, aprendizajes, valores, principios, sueños y propósito), por el otro.
Eso sí, debes tener en cuenta estas 10 condiciones indispensables:
1.- Sé auténtico. Eres único, irrepetible, y eso te hace especial. No te compares con otros, con nadie y, más bien, concéntrate en la tarea del autoconocimiento. Cuanto más sepas de ti mismo, mayor provecho podrás sacar de tus fortalezas. No olvides que la autenticidad es la cualidad que nos permite establecer conexiones más sólidas y duraderas con otros.
2.- Hazte visible. Hoy, cualquiera está en capacidad de publicar contenido en internet. Bastan un teléfono móvil y una conexión. Y, además, como tú, personas que hacen lo mismo que tú, hay cientos, miles. Hazte visible, diseña la estrategia que te permita atraer la atención del mercado y despierta la curiosidad de esos clientes potenciales. Si no te ven, eres invisible.
3.- Define tu marca. En la vida, y especialmente en el marketing, las percepciones son las que mandan. La gente se hará una idea de ti en función de la forma en que te perciba. Por eso, una de las tareas urgentes es definir tu marca y tu mensaje, establecer cómo quieres que el mercado te perciba. Cuanto más sencillo y claro sea ese mensaje, mayor será su impacto.
4.- Aporta valor. Si eliges ser ‘más de lo mismo’ o, peor, una creación impostada, tarde o temprano se te caerá la máscara y el mercado descubrirá en realidad quién eres. Y no solo eso: te castigará. Aporta tanto valor como puedas a partir de tu conocimiento y del genuino interés por ayudar a las personas sufren un problema que tú puedes solucionar.
5.- Sé generoso. Si bien no somos una ONG o una entidad de caridad, no recibirás nada del mercado si antes no estás dispuesto a compartir algo de valor, de real valor, y gratuito. La premisa es sencilla: todo aquello que quieras recibir en tu vida, en tu negocio, primero debe salir de ti. Primero siembras, luego cosechas. Sé el punto de origen de un círculo virtuoso.
6.- Interactúa. La conexión con otras personas, que redunda en un intercambio de beneficios, es un privilegio del ser humano. ¡Aprovéchalo, disfrútalo! Escucha a quienes te piden consejo y permítete inspirar a otros. La vida te recompensará de mil y una formas diferentes que, claro, van más allá del dinero. La interacción, además, es fuente de valioso aprendizaje.
7.- Sé tolerante. Porque te criticarán sin piedad, sentirán envidia de ti, en especial si logras lo que a muchos les resulta esquivo: destacarse, ser exitosos, ser admirados. Haz caso omiso de esas voces malintencionadas, que pueden provocar que pierdas el foco de lo importante. No eres perfecto, porque nadie lo es, así que no temas que tus defectos sean visibles.
8.- Sé autocrítico. Como consecuencia del anterior, conviértete en tu primer crítico sin llegar a ser implacable, obsesivo. Escucha, analiza, mide y, sobre todo, nunca dejes de aprender. Desarrolla más habilidades, potencia tus fortalezas y preocúpate de forjar vínculos basados en la confianza y la credibilidad. Agradece, valora y aprovecha la crítica constructiva.
9.- Sé valiente. Entendiendo la valentía como la reunión de virtudes como disciplina, pasión, compromiso, responsabilidad, perseverancia y humildad. Este es un kit de herramientas que vas a necesitar a lo largo del camino, no solo cuando se presenten las dificultades. Ten en cuenta que la cobardía, una manifestación del miedo, es el primer paso hacia el fracaso.
10.- Incomoda sin pena. Dado que no eres perfecto, habrá personas a las que, en definitiva, no les gustarás. Y está bien, es parte de la vida. No te molestes por eso. Más bien, enfócate en aquellos con los que hay empatía, simpatía, con los que quieren recibir lo que estás en capacidad de ofrecer. Repeler a quienes no agradas te ahorrará muchos problemas.
Vivimos la era de la comunicación, un momento de la historia en el que, como nunca, tenemos a disposición maravillosas herramientas que nos ayudan a transmitir nuestro mensaje. Por supuesto, no olvides que estas son solo un medio, que lo realmente valioso es lo que está en ti, aquello que, si lo sabes aprovechar, te permitirá dejar un legado (tu tesoro).