Las 8 preguntas que te ayudarán a darle estructura a tu texto

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Hay que reconocer que se trata de un impulso casi incontrolable, fuera del alcance del nivel de consciencia promedio de un ser humano. Sin embargo, cuando quieres hacer algo bien, cuando deseas sobresalir, cuando lo que está en juego es la posibilidad de cumplir un sueño, no puedes permitir que algo así te eche a perder la posibilidad. Tienes que tomar el control.

A los seres humanos nos encanta posar de expertos. En la política, nos creemos el presidente de la República; en el deporte, dizque todos somos un técnico en potencia; en la religión, tenemos más autoridad moral que el sumo pontífice; en el amor, todos somos casanovas graduados. Y así, en cada actividad que analicemos, aunque sepamos poco o nada, todos somos unos expertos.

Y este, aunque no lo creas, es un problema que se manifiesta como un obstáculo cuando quieres escribir. ¿Lo sabías? Sí, eso de fungir como experto no va bien cuando te sientas a expresar lo que piensas y lo que se supone que sabes en una hoja en blanco. En ese momento, nos sucede como a Superman cuando está en proximidad de la kryptonita: perdemos los superpoderes.

Esa es una de las grandes diferencias entre el lenguaje hablado y el escrito: en el primer caso, con una buena carreta, con una prosa que enrede a los que no conocen el tema en cuestión, y con un tono firme y algo de convicción, puedes posar de experto. Es algo que sucede a diario, en esas conversaciones informales entre amigos o en una reunión de trabajo: siempre hay un experto.

El problema es que a la hora de escribir, a la hora de plasmar en esa página en blanco aquello que se supone que sabemos, nos bloqueamos. Como por arte de magia, desaparecen los argumentos, si es que en verdad existían. Como en este escenario de nada sirve alzar la voz, ni gritar, ni golpear la mesa, al cabo de unos cuantos párrafos nos frenamos en seco. Y no es posible volver a arrancar.

En el lenguaje verbal, es fácil dar vueltas alrededor de una idea, que generosamente podemos llamar argumento. En el hoja en blanco, en cambio, los argumentos tienen que ser de verdad, tiene que haber más de una idea, tiene que haber un concepto claro. Y, como lo mencioné en esta nota publicada hace unos días, necesitas un plan definido, una estructura, para poder escribir.

Tengo que confesar que esta es una trampa en la que es muy fácil caer. De hecho, yo mismo lo hice durante mucho tiempo, hasta que me hastié de ese estilo petulante y soberbio del experto. Me di cuenta de que era algo que incomodaba a mis interlocutores, que no gustaba a mis lectores, pero tardé un tiempo en saber cuál era la solución. Y, como suele ocurrir, la hallé por casualidad.

Cuando preparaba el primero de los tres libros que publiqué (Colombia Mundial, de Uruguay-1930 a Brasil-2014), con historias acerca de los campeonatos mundiales de fútbol, me impuse el reto de escribir no para los fanáticos, para los hinchas, sino para aquellos que tradicionalmente había estado a un lado, como es el caso de las mujeres, y de los que nunca habían visto a Colombia en un Mundial.

Además, la gerente comercial de la editorial que lo publicó me rogó, literalmente, que fuera un texto que ella pudiera entender sin problema, porque eso le ayudaría a promocionar el libro con las librerías. Fue, entonces, cuando recordé algo que los entrenadores deportivos suelen decirles a sus discípulos: “Si se bloquea, si no puede avanzar, vuelva a lo básico, a los fundamentos”.

¿Qué era lo básico?, ¿cuáles eran los fundamentos? Los del periodismo, aquellos que nos enseñaron en las primeras clases de redacción en la universidad. La vieja y siempre efectiva fórmula de la pirámide invertida. Por si no lo sabes, es un modelo de estructura de textos en el que lo más importante se escribe primero y, a medida que avanzas, incluyes contenido secundario.

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En otras palabras, vas de mayor a menor, como un embudo. Es una fórmula muy útil para ordenar las ideas y desarrollarlas en una secuencia lógica en tu escrito. Es tan efectiva esta estrategia, que fue adoptada en el ámbito del marketing y las ventas y se convirtió en una herramienta muy poderosa del copy. Parecía condenada a desaparecer, pero resurgió con las redes sociales.

Según nos enseñaron en la universidad, en el lead o primer párrafo había que responder las seis preguntas clave, conocidas como las 6W, por su denominación en inglés: what (qué), who (quién), how (cómo), when (cuándo), where (dónde) y why (por qué), a las que se debería agregar una séptima, which (cuál), y una octava, how much (cuánto). La intención es atrapar la atención del lector.

En la práctica, sin embargo, es todo un acertijo responder esas seis preguntas en el primer párrafo, pues sería muy largo y confuso. Además, no es necesario hacerlo. Y esa, precisamente, es la clave. Cuando vas a escribir, en el primer párrafo debes responder una y solo una de estas preguntas, la más relevante, la que concentre el asunto central de tu idea, del mensaje que quieres transmitir.

Las demás, mientras, deben ordenarse según su importancia dentro del texto, de mayor a menor. Pero, también es posible que en tu escrito (si se trata de un artículo individual, no de una obra) solo respondas a una pregunta, o quizás a dos o a tres. Y en una siguiente entrega respondes las demás. O, igualmente, puede darse el caso que no necesites responder todas las preguntas.

Lo que me interesa, sin embargo, es que entiendas que una fórmula para evitar el tal bloqueo mental, del que ya te dije es una mentira, debes enfocarte en las preguntas, no en las respuestas al estilo del experto. De hecho, formularte estas ocho preguntas son muy útiles para crear la jerarquía de la información y diseñar la estructura de tu escrito. Si aprendes, será hasta divertido.

Por ejemplo, en el caso de que seas un sicólogo y te dedique a las terapias de pareja puedes diseñar tu estrategia de contenidos de la siguiente manera:

1.- ¿Quién soy y por qué puedo ayudarte?

2.- ¿Qué me hace la elección adecuada para ti y tu pareja? ¿Por qué debes elegirme a mí?

3.- ¿Cuáles serán los resultados que obtendrás luego de una terapia conmigo?

4.- ¿Por qué el método que te propongo es más efectivo que los de otros especialistas?

5.- ¿Qué resultados he obtenido con este método con otras parejas?

6.- ¿Cuál es la metodología que te propongo para solucionar sus problemas?

7.- ¿Cómo se desarrollan las sesiones y cuánto dura el programa de asesoría?

8.- ¿Qué clase de acompañamiento brindo a las parejas?

9.- ¿Cómo se miden los resultados obtenidos y cómo se sabe si fueron positivos?

10.- ¿Qué ocurre si mi pareja se niega a ser parte del proceso?

Te presento diez opciones, pero bien podrían haber sido otras más, casi sin límite. Depende de tu conocimiento y dominio del tema. Como ves, de cada una de estas preguntas, si eres un sicólogo y acreditas experiencia en terapia de pareja, podrás escribir un buen artículo. Quizás no un tratado, quizás no un libro, pero sí un buen artículo para un blog o una revista especializada, sin duda.

Y también verás que, si intentas responder todas las preguntas en una sola nota o en el primer párrafo, te vuelves loco (y tienes que ir a terapia). Lo ideal es antes de sentarte frente al computador a escribir hayas formulado estas preguntas, tantas como sea posible. Ya sabrás si escribes un artículo de cada una, si combinas dos o tres, en fin. Eso depende de tus objetivos.

Lo importante, el mensaje que quiero transmitirte en esta nota, es que no existe una excusa válida, ni una sola, para que te frenes a la hora de escribir. El único motivo es que abordes un tema del que no sabes, pero no puedes hablar de bloqueo mental, sino de falta de conocimiento. Y ese, créeme, es un problema que se soluciones con facilidad: basta que le preguntas a Mr. Google.

Para escribir y plasmar tus ideas y tu conocimiento en una hoja, lo más conveniente es que le hagas el quite a la tentación de fungir de experto y, más bien, asumas el rol del ignorante o, cuando menos, el del curioso. Te aseguro que de esta manera será mucho más fácil estructurar tu escrito y, algo muy importante, transmitir tu mensaje. ¡Anímate!, haz una prueba y me cuentas el resultado.

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