¿Ya sabes cuál es tu personalidad como escritor? 5 opciones

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Una de las primeras tareas que cualquier persona debe cumplir en la primera etapa del proceso de escritura es aquella de determinar qué clase de escritor es. Porque, por si no lo sabías, no hay una sola clase. De hecho, a mí me gusta más hablar de personalidad, porque en últimas lo que eres como escritor es directamente proporcional a lo que eres como persona, como ser humano.

Esa es una de las razones por las cuales a algunas personas se nos da más fácil escribir que a otras. Es lo mismo, por ejemplo, que ocurría en la juventud cuando ibas a una fiesta. A pesar de que me encanta la música, me costaba mucho lanzarme a la pista. ¿Timidez? Seguramente. Sin embargo, con el paso de los años perdí ese temor y, a pesar de que no es lo mío, intento disfrutarlo.

Más que timidez o miedo, pienso que era que no me gustaba hacer el ridículo. Cuando eres joven, te importa mucho el qué dirán, qué piensan los otros de ti. Entonces, exponerte en una pista de baile y descubrir una de tus debilidades no es algo a lo que estés dispuesto. Por eso, quizás, más bien me entretenía conversando, que es una habilidad que se me da muy bien naturalmente.

A escribir nos enseñan a todos en el colegio, en la primaria. Y es una habilidad que ponemos en práctica todos y cada uno de los días de nuestra vida, así sea solo para responder correos electrónicos o enviar mensajes por WhatsApp. Escribimos todos los días. Sin embargo, cuando llega el momento de escribir un informe o un ensayo o un artículo para un blog nos frenamos.

¿Por qué? Porque nos han metido en la cabeza la idea de que escribir es un don, de que es un privilegio que la naturaleza reservó para unos pocos o, simplemente, nos dicen ponen mil y un obstáculos en el camino. Que tienes que leer mucho (¿cuánto es mucho?) y también la idea de que tienes que asumir esta afición como si fueras un profesional, como si fueras a vivir de ello.

No me canso de repetirlo: soy probablemente el peor lector del mundo y, a pesar de ello, soy un excelente escritor (perdón por el autoelogio). Por otro lado, entiendo que no necesitas ser Roger Federer o Novak Djokovic para disfrutar una partida de tenis con tus amigos el fin de semana o tampoco debes ser un catador profesional para degustar un vino en una noche romántica.

La verdad es que puedes ser un buen escritor aficionado. Uno de aquellos que no tiene pretensiones de publicar una gran obra, convertirse en millonario y ser famoso. Puedes escribir un buen libro y autopublicarlo para que esté al alcance de tus familiares y amigos, de tus compañeros de trabajo. Créeme que esa es una experiencia increíble que muchos se niegan por las mentiras que escuchan.

Para escribir, tanto a nivel profesional como aficionado, requieres tres condiciones:

Primero, el conocimiento del tema. Este es el principal obstáculo para la mayoría porque eligen un tema del que creen saber, pero en últimas no saben tanto como creían. Por eso, entonces, se frenan. Pero, y esto es muy importante, con un conocimiento profundo del tema no basta: debe ser algo que, ojalá, te apasione porque la motivación será indispensable durante el proceso.

Segundo, haber desarrollado la habilidad. Como mencioné, todos sabemos escribir, pero para poder escribir mejor, para adquirir la capacidad de transmitir un mensaje de impacto, necesitas mucha práctica. Escribir mal primero, para escribir bien después. Necesitas lo que los pilotos llaman horas de vuelo: muchos borradores fallidos, muchos artículos insulsos, antes de alzar vuelo.

Tercero, requieres saber qué tipo de escritor eres porque, como lo mencioné, no todos somos iguales. De hecho, no todos servimos para los mismos temas: hay novelistas, cuentistas, escritores de relatos cortos, guionistas, en fin. ¿Cuál es tu especialidad? ¿Cuál es tu personalidad como escritor? ¿Cuál es esa área que te apasiona y del que anhelas escribir y transmitir tu mensaje?

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A continuación, te ofrezco cinco personalidades típicas de los escritores que seguramente te ayudarán descubrir cuál es la tuya:

1.- El perfeccionista. Es la mayoría, tristemente. Son, principalmente, lectores voraces que no se permiten ser inferiores a esos grandes autores que leen. Sin embargo, es imposible compararse con ellos, porque quizás careces de la formación, porque no le dedicas el tiempo adecuado, porque has descubierto cuál es tu fortaleza. Pero, por encima de todo, porque quieres ser perfecto.

Y, la verdad, la perfección no existe, ni en la escritura, ni en otra faceta de la vida. A estos escritores nada de lo que hacen los deja satisfechos y cada vez que releen su texto encuentran más errores y quieren mejorar el texto. Y en esa se la pasan, tratando de encontrar un texto perfecto que no van a lograr. Son escritores que viven frustrados y son muy duros consigo mismos.

2.- El sabelotodo. Son aquellos que le perdieron el miedo a escribir y que, aunque carecen de la formación y de la información requerida, producen textos en variedad y cantidad. Sin embargo, son textos sin calidad, sin profundidad, textos efímeros que no consiguen llamar la atención de los lectores y que simplemente reflejan el pensamiento del autor. Su contenido de valor es mínimo.

La forma más fácil de descubrir a este tipo de escritores es que siempre se expresan en primera persona porque están convencidos de que lo importante es lo que ellos piensas, su opinión. Son textos que, además, por lo general tienen una estructura deficiente y, en consecuencia, no logran transmitir un mensaje específico. Por último, son de los que abusan de los adjetivos y la exageración.

3.- El indeciso. Es muy parecido al perfeccionista. Nunca está listo para publicar porque nunca está convencido de la calidad de su escrito. Se demoran una eternidad en comenzar a escribir y más de una eternidad en terminar. O, peor aún, nunca termina, porque después se involucran en un penoso proceso de autocorrección, de revisión indefinida. También terminan frustrados.

El trasfondo de esta personalidad es que los escritores de esta categoría no solo tienen una baja autoestima, sino que además dudan de su capacidad porque carecen de la formación adecuada. Cambian palabras mil y una veces, borran párrafos y los vuelven a escribir, en un proceso que es muy parecido a la carrera de la rata. Su problema es que no tienen estructura, ni metodología.

4.- El experto. Una especie que hoy abunda, en especial en internet especialmente en temas como el deporte y la política. Son exageradamente apasionados y sus textos desvelan graves sesgos que les restan credibilidad e interés. Están adobados, además, por sentencias contundentes, por conclusiones fáciles, por verdades hechas (que muchas veces, en realidad, esconden mentiras).

El escritor experto es muy sensible a las críticas porque piensa que todo lo hace bien y, peor aún, que su opinión es muy importante para todo el mundo y que siempre tiene la razón. Sin embargo, sus argumentos son livianos y por lo general están inspirados en las ideas de otros, en el discurso de otros, no en su propio pensamiento o sus sentimientos y, por eso, es confuso y vacío.

5.- El humilde. Este, te lo aseguro, es el único que puede convertirse en un buen escritor. El que entiende que escribir es un privilegio y también, un proceso. El que entiende que debe formarse, que requiere paciencia y práctica, que necesita autocrítica y autoconocimiento para progresar. El escritor con esta personalidad avanzará lentamente al comienzo y luego se soltará.

Es receptivo, tiene mentalidad abierta y, en especial, es disciplinado tanto en su rutina como en su trabajo. Está en constante aprendizaje, produce constantemente y ha conseguido desarrollar tanto un método como una estructura propias. Aunque tiene dudas (siempre las habrá), no deja de escribir y se preocupa por aprender de otros, por participar en foros y comunidades afines.

Cuando una persona dice que no nació para escribir, una de las excusas más comunes, lo que en realidad nos dice es que desconoce cuál es su personalidad como escritor. Todos, absolutamente todos, tenemos una y solo necesitamos identificarla. Una pista: está ligada a tus creencias, valores y principios, a tus miedos y sesgos, a tus sueños y frustraciones, pero es ¡tu personalidad!, así que disfrútala.

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