Para cualquier actividad que realices en la vida, bien sea de manera recreativa o profesional, no basta con una habilidad. Aunque domines la básica, necesitas más de una, seguramente varias, para sobresalir del promedio, para alcanzar tus objetivos si estos son ambiciosos. Pero, por favor, no te confundas: eso no significa que tengas que ser experto o muy bueno en muchas áreas.
Un abogado, especialmente uno litigante, no solo debe ser bueno en su especialidad y dominar las normas (que cambian con frecuencia), sino que también necesita ser un buen orador, para cuando tenga que actuar en un juicio oral, y un buen redactor, para escribir sus demandas con acierto. Y requiere, así mismo, paciencia y tacto para tratar con sus clientes, que no son siempre gentiles.
Un médico cirujano, por ejemplo, no solo debe ser bueno en su especialidad, sino que tiene que actualizarse permanentemente, conocer las nuevas técnicas y herramientas que la tecnología le ofrece para realizar su trabajo. Además, necesita dominar una comunicación asertiva para poder establecer relaciones armoniosas con sus pacientes, en especial si sufren enfermedades graves.
Un chef, mientras, no solo debe ser un especialista de un tipo de comida específico, sino que su profesión le exige aprender de los alimentos básicos de sus recetas, conocer su origen y sus características para poder realizar combinaciones innovadoras y atractivas para el paladar de sus comensales. Y requiere, también, empatía para escuchar a sus clientes, para soportar sus críticas.
En otras palabras, sin importar cuál sea la actividad a la que te dediques, debes entender que el éxito radica en la sumatoria de habilidades que desarrollas. Las básicas son indispensables, pero hay otras, las complementarias, que no solo te permiten obtener mejores resultados, y en un plazo más corto, sino que también te dan la posibilidad de descollar, de ser sobresaliente.
Si lo que deseas es escribir, la premisa se mantiene. Es decir, no basta con leer mucho, como pregonan por ahí, porque eso no es suficiente. Hay millones de voraces lectores que son incapaces de escribir dos párrafos seguidos. De la misma manera que, por ejemplo, hay apasionados por el deporte que se inscriben al gimnasio y abandonan luego de tan solo un par de sesiones.
Escribir se antoja difícil porque requieres una variedad de habilidades o cualidades para conseguir los objetivos que te propones. No es cuestión de talento, porque todos lo poseemos, pero no todos escribimos; no es cuestión de ser expertos en un tema, porque para comunicar un mensaje hace falta más que conocimiento. Sin embargo, cualquier persona puede escribir bien.
Y no es una contradicción, sino un reto. La buena noticia es que los ingredientes de la receta para ser un buen escritor, o al menos para comenzar a escribir, a desarrollar esta habilidad, son parte de la configuración básica de cualquier ser humano. Es decir, todos podemos desarrollarlas, todos estamos en capacidad de escribir bien, siempre y cuando estemos dispuestos a pagar el precio.
¿Cuál precio? El de desarrollar estas habilidades (cualidades) complementarias y necesarias:
1.- Imaginación. Puede sonarte raro, pero la creatividad también es una habilidad que se puede potenciar, mejorar. Cuanto más ejercites tu cerebro, cuanto más lo retes, mejores resultados te ofrecerá. No basta con leer o estar bien informado: hay que dejar que la mente vuele, hay que soñar despiertos, hay que darse la oportunidad de recrear libremente lo que vives y experimentas.
2.- Disciplina. Solo quien es disciplinado puede mejorar de forma constante y consistente. Dado que escribir es un arte que nunca se termina de aprender, solo la disciplina te permitirá aprender cada día. No requieres estar horas frente al computador: comienza con 10 minutos y, como en una rutina de ejercicio físico, aumentas paulatinamente. No demorarás en ver resultados increíbles.
3.- Paciencia. Sé que no es una cualidad que abunde, de ahí que es muy valiosa. Escribir bien es el resultado de un proceso que no se da de la noche a la mañana, así que requieres paciencia. Y, así mismo, la necesitas para entender que no todos los días estás lúcido o con chispa, que no todos tus escritos serán brillantes. Paciencia y disciplina van de la mano: si alguna falta, no tendrás éxito.
4.- Tolerancia. Una de las razones por las cuales a la mayoría de las personas les cuesta trabajo escribir es porque quieren hacerlo perfecto desde el comienzo. Y la verdad es que nunca se logra esa perfección. Más bien, hay que aceptar que en ocasiones se escribirá decididamente mal y que esa es una parte importante del proceso de aprendizaje. Sin tolerancia, abandonarás muy pronto.
5.- Organización. ¿Recuerdas al gran Gabo? “Escribir es un 99 por ciento de transpiración y un 1 por ciento de inspiración”. El tal bloqueo mental (que ya sabemos que es una mentira) se da cuando no tienes un plan, cuando te quedas esperando la inspiración. El método es el gran secreto de un buen escritor: necesitas diseñar un paso a paso que te permita ser productivo a largo plazo.
6.- Persistencia. Mantener el enfoque en los objetivos trazados no es fácil cuando comienzan las dificultades, cuando no obtienes los resultados que esperas o te fijas expectativas muy altas. A la cima solo llegan aquellos que persisten, que no se dejan vencer, que entienden que se requiere fortaleza interna para triunfar. Ser persistente no solo te ayudará a ser escritor, sino que te hará mejor escritor.
7.- Curiosidad. Las ansias de saber qué hay más allá, qué más puedes aprender, cómo puedes ser mejor, qué otras técnicas contribuirán a hacer de ti un buen escritor son fundamentales. Ser conformista riñe con tu deseo de ser un buen escritor: si te impones límites, si crees que lo sabes todo, si te dejas guiar por el ego, te estancarás. La curiosidad es el combustible de la imaginación.
8.- Sensibilidad. Que se manifiesta a través de la honestidad de lo que escribes, de que esté en concordancia con tus principios y valores, pero también a través del respeto por tu lector, por su situación, por su dolor, por su espacio. Un buen escritor requiere sensibilidad para apreciar en la realidad lo que para otros es imperceptible, para generar un vínculo de empatía con su audiencia.
9.- Humildad. Nunca llegarás a ser un buen escritor si no conoces y aceptas tus límites, si te guías por el ego y te indigestas con los elogios, si no te exiges más cada día. La humildad del escritor consiste en ser un eterno aprendiz, en trabajar cada día con la misma ilusión del primero, en ser consciente de que tu trabajo no les gustará a todos y de que recibirás críticas injustas y duras.
10.- Actitud. Lo que escribas, y la forma en que el público lo recibirá, está condicionado por tus pensamientos, por tu actitud frente a la vida y a tu realidad. Si no crees en ti, nadie lo hará; si no te gusta lo que escribes, a nadie le gustará; si solo ves lo negativo de la realidad, tu mensaje será negativo… Una buena actitud y una adecuada disposición son aliadas de un buen escritor.
En este punto, es pertinente una aclaración: no esperes a desarrollar estas diez habilidades para, ahí sí, sentarte a escribir. Quizás ya desarrollaste algunas, pero no eres consciente. Por eso, el autoconocimiento es un paso imprescindible para ser un buen escritor, porque solo así sabrás con certeza cuáles son tus fortalezas, para potenciarlas, y cuáles son tus debilidades, para suplirlas.
Entiende que todas son necesarias si quieres ser un escritor profesional, si quieres vivir de escribir, pero si tan solo deseas escribir como un pasatiempo o una terapia puedes comenzar con algunos vacíos. Eso sí, tarde o temprano requerirás desarrollarlas todas o, de lo contrario, nunca alcanzarás los resultados que esperas. Identifica cuáles son los casos urgentes y enfócate en solucionarlos.
Cuando comencé mi carrera profesional, es decir, cuando comencé a escribir, no acreditaba más que imaginación, paciencia, actitud y sensibilidad. Entonces, no solo tuve que trabajar en fortalecerlas, sino que debí esforzarme en desarrollar las demás. Y, ¿sabes qué? Aún no termino el proceso: sigo aprendiendo y subo el listón a sabiendas de que puedo mejor un poco más.
Pensándolo bien, quizás esa sea la razón por la cual me gusta tanto escribir: no hay un límite. Cada artículo, cada proyecto que me propone un nuevo cliente, significa un reto, un aprendizaje. Y, por supuesto, la posibilidad de avanzar en ese proceso de desarrollar estas habilidades. Esa es la única forma de garantizar que tengo absoluto control sobre la calidad de mi trabajo como escritor.