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¡7 tipos de descanso que anularán el bloqueo mental!

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No sé a ti, pero para mí una de las situaciones más incómodas es cuando intento estornudar y no me sale. La respiración se detiene por unos segundos y no hay forma de provocar esa explosión que produce un alivio. A veces, simplemente el impulso desaparece y otras, luego de unos segundos de angustia, ¡puedo estornudar! Es una sensación que se agradece.

Hay ocasiones en las que la situación es al revés. Me explico: eres presa de un ataque de tos y no puedes contenerlo. Intentas respirar profundo, pero el acceso impulsivo no se detiene. Sientes que te falta el aire, piensas que te vas a ahogar y, de un momento a otro, se termina. Aún agobiado, respiras tranquilo y tomas algo de líquido para refrescar la garganta.

Todos los días, sin excepción, los seres humanos, todos, estamos expuestos a estos pequeños impases. Incontrolables, sorpresivos, incómodos. Como un estornudo, un repentino ataque de tos, una rasquiña o, quizás, el famoso bloqueo mental, que para muchos se convierte en un obstáculo insalvable. Lo insólito es que la solución está ahí mismo.

¿A qué me refiero? Si sigues con atención los contenidos que publico, sabrás cuál es mi teoría al respecto: el tal bloqueo mental es una cómoda mentira, la excusa perfecta para justificar la inacción. Un bulo, similar al de la tal inspiración, que nos vendieron creativos famosos (pintores, escritores, músicos) y que el imaginario popular validó. ¡Es un mito!

¿Por qué? Porque es una circunstancia pasajera como el estornudo, como el ataque de tos, como la rasquiña. Por lo general, se diluye por sí mismo y luego de unos pocos minutos. Sin embargo, no hay que pasar por alto una diferencia, una gran diferencia. ¿Sabes cuál es? Que el estornudo, la tos y la rasquiña son reacciones involuntarias sobre las que no tienes control.

En cambio, cuando aparece el tal bloqueo mental la solución está ahí, al alcance tu mano. Y es tan sencilla, tan simple, y tan efectiva, que parece irreal. Por supuesto, no cuenta con la difusión mediática del bulo del bloqueo mental porque en la medida en que más personas conozcan y utilicen esta opción se esfumaría el humo. ¡Ya no podrían engañar a nadie más!

Antes de revelarte cuál es esa solución (que no es una poción secreta, que no es magia), veamos qué significa bloqueo. El diccionario nos ofrece estas alternativas: “Interceptar, obstruir, cerrar el paso”, “Impedir el funcionamiento normal de algo”, “Dificultar, entorpecer la realización de un proceso” o “Entorpecer, paralizar las funciones mentales de alguien”.

Algunos sinónimos son “Obstrucción, atasco, aislamiento e incomunicación”. Como ves, nada que sea definitivo, nada para lo cual no exista una solución. Es una circunstancia temporal, incómoda, pero solucionable. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que esa anhelada solución está dentro de ti. ¡No tienes que salir a buscarla, ya está en ti!

Eso, por supuesto, no te lo van a decir los vendehúmo porque se les daña el negocio. No te lo van a decir los que pregonan la tal inspiración porque se les daña el negocio. Tampoco te lo van a decir los que hoy te impulsan (en tono de exigencia) a que hipoteques tu talento y tu creatividad a las herramientas de inteligencia artificial generativa porque se les daña el negocio.

La realidad es que el bloqueo mental es algo natural. No es una enfermedad, no es una condición especial, no es un problema sin solución… El error al enfrentarlo es asumir que sus causas son externas y, como una reacción automática, buscar una solución (o salida) fuera de ti. Es cuando caes en manos de los vendehúmo, en las garras de los depredadores.

¿Cómo evitarlo? Entender que ese bloqueo mental es simplemente la manifestación de que tu cuerpo y tu mente están al límite. ¡Agotados! Que pagan el elevado costo de la angustia, el estrés, la histeria colectiva, los miedos, los pensamientos tóxicos, el exceso de trabajo, la rutina… Tus hábitos, tu comportamiento, te llevaron al límite y se prendieron las alarmas.

Porque eso es, justamente, el bloqueo mental: una alarma. La alerta de que algo no funciona bien, de que algo no va bien. Una señal de que necesitas tomar medidas correctivas, de que vas por el camino equivocado, de que lo peor está por venir si haces caso omiso. En otras palabras, tu cuerpo y tu mente te dicen que necesitan un respiro, ¡un descanso!

El problema, porque siempre hay un problema, es que no sabemos descansar. O, quizás, que creemos que la única forma de descansar es dormir. Entonces, vamos a la cama, dormimos unas horas y al despertar… ¡estamos igual o peor! Como nos sentimos cansados, volvemos a la cama, dormimos más y… Un círculo vicioso de nunca acabar que no resuelve nada.

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La verdad es que existen siete tipos de descanso y todos son necesarios. Dormir satisface solo una de esas necesidades, pero el resto se mantiene. No olvides algo que ya mencioné: son actividades sencillas que están al alcance de tu mano, no se requiere que tomes un curso, que pagues una membresía, que te dejes llevar por el nuevo objeto brillante del mercado.

Veamos, entonces, cuáles son esos siete tipos de descanso:

1.- Descanso físico.
El básico, pero no el único. El estrés, la ansiedad, las preocupaciones y los malos hábitos se reflejan en el cuerpo, que se resiente de múltiples formas. Lo ideal es dormir un mínimo de 8 horas en un ambiente propicio. Ten la precaución de no dejar tu celular prendido cerca de ti, para que no interrumpa tu descanso. ¿Otras opciones? Masajes, yoga, siestas…

2.- Descanso mental.
Cada día más importante, en virtud de la variedad y cantidad de presiones que soportamos en la rutina. Su principal manifestación es que tu cerebro sigue activo durante la noche, con pensamientos reiterados (casi nunca positivos o constructivos). Necesitas silenciarlo y él necesita bajar las revoluciones para hacer sus tareas nocturnas. Ponlo en botón de pausa.

3.- Descanso sensorial.
Indispensable en estos tiempos de hiperconexión, de estar expuestos casi todo el día a pantallas y dispositivos, televisores y más herramientas. Aunque solemos pasarlo por alto, el cansancio sensorial tiene consecuencias tanto en lo físico como en lo mental. Desconéctate al menos una hora antes de ir a la cama y toma pausas activas durante el día.

4.- Descanso creativo.
Se presenta cuando te das cuenta de que tus ideas se fueron de vacaciones. O se les olvidó el camino, o están distraídas. ¿La solución? Reconecta con lo básico, con el silencio, la paz, la tranquilidad, la naturaleza. O, quizás, con la lectura, la música, la pintura, la cocina o cualquier otra actividad que vuelva a prender la llama de la inspiración (está dentro de ti).

5.- Descanso emocional.
El gran déficit en la actualidad, sin duda. La clave es bajar las revoluciones, poner límites y romper con lo tóxico que altere tu tranquilidad: personas, relaciones, ambientes, recuerdos. Deja fluir tus emociones, ¡exprésalas sin miedo! Permítete ser auténtico, equivócate y aprende y podrás conectar con las personas, oportunidades y situaciones adecuadas.

6.- Descanso social.
En medio de la frenética rutina, las personas y las circunstancias drenan nuestra energía, nos agotan. Mental y físicamente. Es necesario tomarte un tiempo para estar contigo, solo, para reconectar con tu esencia, con lo que te hace feliz y te da paz y tranquilidad. Rodéate de personas vitamina que te recarguen y, sin temores, haz una limpieza social de tu entorno.

7.- Descanso espiritual.
Todos creemos en algo superior, no importa qué sea o cómo lo llames. Mantener viva la conexión es imprescindible para sentir paz. Medita, ora, haz obras de caridad, enseña a los que no recibieron tantas bendiciones como tú, encuentra tu propósito y vívelo intensamente. Tu alma pide reposo: no dudes en hacer todo lo que sea necesario para brindárselo.

Una de las lecciones más valiosas que nos dejó ese doloroso período que fue la pandemia del COVID-19 fue el riesgo de no cuidar de nosotros, de la salud física y mental. En especial, de esta última. Muchas personas entendieron el mensaje y cambiaron sus hábitos, dejaron atrás prácticas que les provocaban daño y comenzaron a vivir una vida más simple.

Muchas de ellas, sin embargo, con el paso de los días volvieron a lo mismo de antes: angustia, estrés, preocupaciones, ritmo frenético, histeria colectiva. Volvieron a consumir contenidos chatarra que les intoxican la mente y el alma. Hoy, de nuevo, están expuestas a constantes bloqueos mentales que les impiden ver la realidad, que les impiden disfrutar de la vida.

Soy creativo de tiempo completo. Todo mi trabajo requiere que mi mente y mi cuerpo estén alineados para evitar que aparezca ese enemigo silencioso que es el bloqueo mental. Por fortuna, aprendí a hacer todo lo necesario, ¡TODO!, para evitar que haga sus travesuras. Entendí que está en mis manos mantener encendida la llama creativa, y me protejo.

La próxima vez que te ataque este enemigo silencioso, no lo ignores, no lo menosprecies. El bloqueo mental no es un mal exclusivo de los creativos, de los famosos. Se trata de un problema que nos afecta a todos los seres humanos, en especial a aquellos que no toman los recaudos necesarios. Y no solo eso: puede provocar estragos si no tomas los correctivos.

Para terminar, te dejo algunas pequeñas acciones que podrían ayudarte si sientes que te ataca el temido bloqueo mental:

1.- Escucha música (canta, baila, ¡súbele el volumen!)

2.- Lee un capítulo del libro que estás leyendo (con uno basta)

3.- Si el clima lo permite, sal y camina 10-15 minutos, ojalá por un espacio en el que haya naturaleza

4.- Si tienes mascotas, dedícales 10-15 minutos. Ellas y tu bienestar lo agradecerán

5.- Toma una ducha de agua caliente; disfruta el agua corriendo por tu cuerpo

6.- Muévete: un poco de ejercicio siempre te hará bien. No necesitas ir al gimnasio: hay rutinas muy sencillas que puedes realizar en tu casa

7.- Cocina: preparar un platillo sencillo permitirá que te desconectes de la rutina

8.- Si tienes hijos, ayúdalos con las tareas, conversa, ve al centro comercial, pasa tiempo de calidad con ellos (o con tu pareja)

9.- Juega: practica tu deporte favorito (no importa que sea solo). Diviértete, se trata de conectar contigo mismo

10.- Contacta con una persona vitamina: una conversación de 10 minutos puede hacer milagros, ¡créeme!

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¿Conoces a tu audiencia? ¡Cuidado!, no te quedes en lo superficial

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“Se conoce a la pareja en el divorcio, a los hermanos en la herencia, a los hijos en la vejez y a los amigos en las dificultades”. Esta es una de tantas frases de autor anónimo que revolotean por los canales digitales y que encierra una gran sabiduría popular. Y que, por si aún no lo notaste, incorpora un mensaje clave que muchos omiten a la hora de crear y compartir contenidos.

¿Sabes a qué me refiero? Por naturaleza, el ser humano confía en sus semejantes. En especial, en aquellos a los que tenemos cerca, en su entorno más cercano: familia, estudio, amigos, trabajo, aficiones… Es decir, las personas con las que más tiempo compartimos, con las que nos unen lazos emocionales y con las que por lo general forjamos relaciones a largo plazo.

Un vínculo que se profundiza, se fortalece, en la medida en que interactuamos con esa otra persona. Cuanto más conozcamos de ella, más confianza nos brinda. No solo sentimos una gran empatía, sino que también descubrimos y disfrutamos las similitudes, aquellas creencias, pensamientos o comportamientos que nos identifican. Como si fuéramos el uno para el otro.

Sin embargo, y seguro lo has experimentado, la vida no es un paraíso. De hecho, a veces, muchas veces, se transforma en un infierno. Y lo más doloroso es que el antagonista, el malo de la película, es aquella persona en la que confiábamos ciegamente, en la que creíamos con los ojos cerrados, por la que estábamos dispuestos a meter las manos en el fuego…

La pareja, un hermano, un hijo, un amigo… O un compañero de trabajo o el que durante varios años te acompañó en esas apasionantes travesías en bicicleta los fines de semana… Algún malentendido, una discusión que se subió de tono, una actitud o una acción que riñó con los valores que forjaron la relación, una traición… Se terminó la armonía y… ¡comenzó la batalla!

Todos, absolutamente todos los seres humanos, lo hemos vivido alguna vez. Al menos una vez. Suficiente para dejarnos una cicatriz, un mal recuerdo y, quizás, una de esas experiencias que preferiríamos no haber vivido. ¿Por qué? Porque nos mostraron la otra cara de la moneda, descubrimos un otro yo de esa persona a la que creíamos conocer perfectamente.

El problema, porque siempre hay un problema, es que a las personas no las vemos como son, sino como las queremos ver. Y a esas personas que nos generan confianza por lo general las vemos sin defectos, las idealizamos. Por eso, no nos damos cuenta de las manifestaciones que nos indican que las cosas no van bien, que hay que prestar atención… Y no las atendemos.

Lo malo es cuando esa situación se nos convierte en un hábito que se replica como epidemia en todos los ámbitos de la vida. Creemos que conocemos a los demás, a los más cercanos, y la realidad se empeña en demostrarnos que, en verdad, son poco menos que unos desconocidos. Lo desagradable es la forma en que lo comprobamos: descubrimos su lado más oscuro.

Si has pasado por un divorcio tormentoso, si te enredaste con tus familiares por una herencia, si eres un adulto mayor al que sus familiares hicieron a un lado como si fuera un estorbo o si algún amigo de los de para toda la vida te dio una puñalada por la espalda, sabes a qué me refiero. A mi juicio, lo más doloroso es la sensación de sentirnos defraudados y engañados.

Una sensación que, tristemente, se repite con frecuencia cuando eres una marca (empresa o persona), un negocio o un profesional independiente e intentas vender algo al mercado. Cuando, después de haber hecho la tarea previa a la publicación de contenido, piensas que conoces a tu audiencia. Y no solo lo piensas: ¡estás completamente convencido de que sí!

Sin embargo, el resultado te demuestra que no es así. Compartes tu mensaje, lanzas tu oferta y la respuesta que recibes es un silencio sepulcral o un rechazo. Te sientes como Robinson Crusoe en una isla desierta, como si estuvieras perdido en la inmensidad del Himalaya y lo único que escuchas es el eco de tu grito desesperado. Ese al que llamas tu cliente ideal te ignora.

Una de las razones es que confundimos los términos. O, dicho de otra manera, asumimos que palabras como conocer, comprender y entender significan lo mismo. En el lenguaje coloquial, en el que utilizamos en nuestras conversaciones frecuentes, en nuestros mensajes, no hay diferencias, pero la verdad es que existen y, aunque sean sutiles, también son fundamentales.

Conocer es tener una idea clara de algo, mientras que comprender es hacer propio ese conocimiento y aplicarlo en la vida. Por ejemplo, puedes conocer (saber) que ser sedentario y tener malos hábitos de alimentación es malo para tu salud, pero solo lo habrás comprendido cuando practiques ejercicio con frecuencia y, además, te alimentes sano. ¿Ves la diferencia?

Conocer es un acto de percepción, que se concentra únicamente en lo exterior y que, además, incorpora una alta dosis de subjetividad. ¿Por qué? Lo que percibimos está determinado en función, principalmente, de nuestras creencias y pensamientos, de los miedos, así como de las costumbres. Significa que hay un componente social que nos invita a recibir la aprobación de otros.

Además, ese conocer se relaciona con un conocimiento teórico, que suele ser superficial. Comprender, mientras, es un proceso interno que implica tomar conciencia de algo. Es más profundo porque se relaciona con experiencias de vida, con las emociones. En otras palabras, es hacer propio lo que se entiende y actuar en consecuencia, con una clara intención.

Distinto, ¿cierto? Es como el iceberg. Conocer es lo que está sobre la superficie, a la vista de todos, de cualquiera. Comprender, en cambio, es más profundo, nos exige tomar una acción para descubrir esa gran porción que está bajo el agua. El conocer se queda en la simple percepción, algo pasajero, mientras que la comprensión nos brinda un aprendizaje a largo plazo.

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Retomemos: creemos que conocemos a nuestra audiencia, a nuestro cliente ideal, pero la verdad es que solo vemos lo externo, lo superficial. Lo que está a la vista de cualquiera, de todos. Asumimos que poseemos la información suficiente para comunicarnos con esas personas, para conseguir una conexión emocional. Sin embargo, la realidad es distinta.

Entonces, mi propuesta es que de hoy en adelante borres de tu mente ese concepto de “conocer a tu audiencia” y lo cambies por “entender a tu audiencia” o “comprender a tu cliente potencial”. No es solo un cambio de palabras, sino un nuevo camino. Uno a través del cual puedas conectar emocionalmente con esas personas, interactuar, intercambiar beneficios.

Ahora, la pregunta del millón: ¿cómo saber si en realidad entiendo a mi audiencia, si comprendo a mi cliente potencial, y no me quedé en solo conocerlo?

Lo sabes cuando entiendes, cuando comprendes: 

Sus dudas
Sus dolores
Sus problemas
Sus creencias y miedos
Las herramientas que necesita
En qué se equivoca
Casos de estudio que le sirven
Métodos que tiene que aplicar
Consejos que le serán útiles

La compra, quizás lo sabes, es la respuesta a una emoción. O, si lo prefieres, es la respuesta emocional a un impulso que activa esa parte de tu cerebro que te implora que lo compres. Y esa emoción que actúa como un disparador está estrechamente ligada a las dudas, a los dolores, a los problemas, a las creencias y miedos del ser humano, a lo que le urge saber.

Crees que conoces a tu pareja hasta que un buen día te llega la demanda de divorcio y te das cuenta de que “duermes con el enemigo”. Crees que eres parte de una familia modelo hasta que tus hermanos impugnan el testamento de tu padre y tratan de impedir que recibas tu herencia. Crees que tus hijos te aman, hasta que te recluyen en un hogar para ancianos…

Los seres humanos, todos, sin excepción, reaccionamos de maneras extrañas cuando las circunstancias son extremas. Como decían las abuelas de antes, “se nos sale el diablo que llevamos dentro”. Es decir, salen a relucir las emociones, motivaciones, resentimientos, nuestros bajos instintos. Sí, aquella parte del iceberg que está oculta bajo la superficie.

Para conocer a una persona basta observarla un rato y formularle algunas preguntas. Sin embargo, si quieres entenderla, comprender en realidad quién es, debes verla en un momento de ira, darte cuenta de cómo trata a los animales y a las personas humildes, ver qué hace cuando está borracha o comprobar hasta dónde está dispuesta a ayudar a otros a cambio de nada.

Los seres humanos, todos, sin excepción, somos imperfectos. Estamos llenos de defectos y a veces, ante situaciones que nos llevan al límite, reaccionamos de una forma en la que quienes dicen conocernos se sorprenden (nos desconocen). Es con ese otro yo, el que no se percibe a simple vista, con el que debes conectar emocionalmente, profundamente, con tu mensaje.

Moraleja: no te quedes en lo externo, en lo superficial, porque corres el riesgo de que te rechacen tan pronto realices una oferta. Utiliza todas las herramientas y recursos que estén a tu alcance para investigar el mercado, para entender a tu cliente potencial, para comprender si en verdad puedes ayudarlo y cómo hacerlo. Si no lo haces, te llevarás una sorpresa al conocer su otro yo

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10 opciones de contenido exprés que deleitarán a tu audiencia

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Dentro de nuestra infinita genialidad, los seres humanos tenemos la asombrosa capacidad de complicar lo que es sencillo. Como dirían las abuelas de antes, “no vemos lo que tenemos frente a las narices”, lo obvio, y por eso muchas veces, la mayoría de las veces, elegimos mal. Y no solo mal, en el sentido que es la opción equivocada, sino que también nos hace daño.

Sabemos que ingerir bebidas alcohólicas en exceso provoca daños en nuestra salud, pero no resistimos la tentación cuando, por ejemplo, juega la Selección de tu país en un torneo importante. O el licor es el primer artículo en la lista de imprescindibles a la hora de festejar el aniversario de nuestros padres, el grado de un hijo, el Día de la Madre o la Navidad…

Sabemos que el sedentarismo es el caldo de cultivo de múltiples males, de muchas de las enfermedades que cada día cobran vidas, pero siempre encontramos la ‘excusa perfecta’ para no movernos. O, quizás, somos incapaces de cambiar los hábitos y consumir una alimentación sana simplemente porque “no se me da eso de cocinar” o “siempre he comido lo mismo”

Aunque no lo hayas notado, es exactamente lo mismo que sucede cuando piensas en crear y compartir contenidos con tu audiencia, con tus clientes. Cada vez que te sientas frente a la cámara o al computador, aparecen esos diablillos traviesos que te invitan a procrastinar, que te distraen. En últimas, no son más que ‘excusas perfectas’para justificar tu inacción.

Los seres humanos, todos, sin excepción, contamos con una ILIMITADA fuente de creatividad, de buenas ideas. Lo increíble es que están ahí, pero no las vemos, no las percibimos o, quizás, no les prestamos al atención que requieren. Son fruto de nuestros aprendizajes, de nuestras vivencias y, por supuesto, de lo que creemos, de lo que pensamos y de lo que sentimos.

Es algo que nadie, absolutamente nadie, te puede arrebatar. Y está en ti. Es como si un día, sin estarla buscando, en el fondo de un cajón de tu clóset encuentras una caja con recuerdos. La habías olvidado, pero te emociona descubrirla ahí porque guarda testimonio de algunos de tus momentos más felices. De aquellos que marcaron tu vida para bien y revivirlos te hace feliz.

O vas de vacaciones a la playa y un día decides ir a caminar para disfrutar del contacto con la naturaleza. Sin esperarlo, encuentras un cofre que guarda… ¡un tesoro! ¿Te parece irreal, algo de ciencia ficción? Echa memoria y descubrirás que a lo largo de tu vida has descubierto, por pura casualidad, valiosos tesoros. Personas, oportunidades, aprendizajes, experiencias…

A lo que me refiero, el mensaje que me interesa transmitirte en este contenido, es que no necesitas encomendarte a la esquiva y traicionera inspiración. Tampoco tienes que hipotecar tu creatividad rindiéndote a alguna de las poderosas herramientas de inteligencia artificial. Tan solo debes echar mano de ese maravilloso cofre que hay en ti y aprovechar el tesoro.

A continuación, te propongo diez opciones, sencillas y todas a tu alcance, para producir contenido de valor. No importa el formato que elijas o el canal a través del cual vayas a compartirlo. Lo mejor es que son temas que se adaptan perfectamente a lo que quieres y que te permitirán utilizarlos más de una vez. Te sorprenderá no haberlos percibido con antelación:

1.- Errores comunes.
Todos nos equivocamos, sin excepción. Sin embargo, no todos aprendemos de los errores que cometemos. Compartir los tuyos, los más habituales, los que comete cualquiera, no te hará vulnerable y, más bien, te permitirá establecer un poderoso vínculo de empatía. Habla de aquellos que se puedan eliminar de una vez y por todas para mejorar los resultados.

2.- Tus mejores consejos.
La otra cara de la moneda. Si desarrollaste una habilidad y hay algo que haces mejor que la mayoría, o con mejores resultados (más fácil, más rápido, más económico), seguro habrá quienes agradecerán que les enseñes cómo hacerlo. No tienen que ser muchos, 3 o 5. Y puedes compartirlos uno a uno, de modo que tu audiencia se mantenga a tu lado.

3.- Antes y después.
Es lo que en el storytelling se denomina punto bisagra. Es un mensaje persuasivo poderoso que, bien utilizado, prende la motivación a la acción. ¿Por qué? Incorpora ese primer paso que tanto miedo nos da y que, por lo general, nos paraliza. Y le dice a tu audiencia que es posible, que tiene la capacidad de superar las dificultades, que hay algo mejor si no se rinde.

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4.- Un mito (o mentira).
En esta era de la infoxicación, los bulos están a la orden del día. Y ahora, gracias al poder de la inteligencia artificial, es cada vez más difícil identificarlos. Sin importar a qué te dediques, en esa actividad hay mentiras que han hecho carrera: ¡derrúmbalas! Este es el tipo de contenido que el mercado agradece porque evita una de las sensaciones más incómodas: ser engañados.

5.- Tutorial.
A todos nos encanta que nos enseñen cómo hacer algo de manera fácil, rápida y, sobre todo, efectiva. Eso significa que… ¡adoramos los tutoriales! De hecho, son los contenidos que más se consultan en YouTube y los que les han permitido a muchos profesionales convertirse en celebridades en los canales digitales. Y sí, tú sabes hacer muy bien algo que otros no pueden…

6.- Un día en tu vida.
¿Te parece extraño? ¿Piensas que a nadie le interesa? Si eso es lo que crees, estás equivocado. En especial si eres alguien que está unos pasos adelante del resto, de la mayoría, siempre habrá quiénes agradezcan que les digas qué haces y cómo lo haces. La clave del éxito, en la vida o en los negocios, parte de una buena rutina: tu audiencia adorará que compartas la tuya.

7.- Tu yo productivo.
En conexión con el anterior, cuéntale a tu audiencia esos consejos que te permiten ser más productivo. Este, quizás lo sabes, es uno de los temas álgidos para empresarios, dueños de negocios, emprendedores y profesionales independientes. Con un solo consejo que sea útil, tu ayuda será muy valiosa. Es un contenido que siempre se valora, que siempre se agradece.

8.- La historia de tu marca.
En especial si tú eres la marca, si tú eres el producto, este contenido es imprescindible. Es el que te permitirá establecer un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado y, lo mejor, diferenciarte de la competencia. No temas contar tu historia, lo más valioso que posees. ¿Por qué? Porque le dirá al mercado que pasaste por lo mismo y lo superaste. ¡Te dará autoridad!

9.- Un testimonio.
Si aún no tienes casos de éxito que te den uno, puedes compartir la historia de alguien, una empresa o una persona, que te haya inspirado. De alguien que pasó por situaciones similares a las tuyas y las dejó atrás, alcanzó el éxito. La historia de alguien que refuerce tu mensaje, que lo humanice, que logre conectar con tu audiencia a través del poder de las emociones.

10.- Tu mayor acierto.
La diferencia entre el bien y el mal, el éxito o el fracaso, la felicidad o la tristeza, es tan solo una decisión. Una decisión capaz de cambiar el rumbo de la historia, que significa ese plus gracias al cual lograste lo que deseabas. ¿Cuál fue? ¿Por qué lo decidiste? ¿Fue un impulso emocional? Es algo así como tu secreto más preciado, un contenido que tu audiencia valorará mucho.

Ahora, ¿cómo te pareció? ¿Difícil? Estoy seguro de que no tienes que sentarte a pensar en una respuesta. Y, también, de que justo en este momento en tu cabeza las ideas, las buenas ideas, vuelan silvestres a la espera de que las utilices. Como ves, no hay que tomar un curso, no hay que pagar una mentoría, no hay que utilizar tecnología alguna: lo que requieres está en ti.

Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que cuanto más uso hagas de este valioso tesoro mayor será el impacto que puedas provocar en la vida de otros, en sus negocios. Olvídate de hacer lo mismo que la mayoría, compartir conocimiento teórico que casi nadie pone en práctica, y más bien enfócate en servir, en ayudar. La forma más efectiva de hacerlo es compartir aprendizajes y experiencias.

Recuerda, así mismo, que hoy las personas no quieren relacionarse con marcas, no quieren quedar a merced de herramientas tecnológicas. Lo que las personas buscan es otras personas, de carne y hueso, que hayan pasado por lo mismo que ellas sufren, que hayan enfrentado los mismos problemas, y que hoy están donde ellas quieren estar. Es una relación, no una simple transacción.

Dentro de nuestra infinita genialidad, los seres humanos tenemos la asombrosa capacidad de complicar lo que es sencillo. Y viceversa. Basta que no te dejes llevar por las tendencias, que seas consciente de cuán valiosa puede ser tu ayuda para otros, de que posees un tesoro que carece de sentido si no lo compartes. Aprovecha tu ilimitada fuente de creatividad…