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Sin estas habilidades comunicativas, tus relaciones serán tormentosas

¿Recuerdas cuando eras niño y soñabas con ser abogado? ¿O doctor? ¿O futbolista? ¿O piloto de avión? ¿O, inocentemente, ser como tu papá? Sueños que con los años se diluyeron o, quizás, se transformaron porque en la juventud soñabas con ser chef gourmet, una estrella del rock, un actor de telenovelas o un emprendedor. Lo curioso, lo irónico, fue que la vida te llevó por otros caminos.

Sí, y quizás hoy eres un sicólogo, un comunicador, un coach. Y tu deporte favorito es el golf (el que antes decías “eso es para los viejos”) y lejos quedaron las parrandas de los viernes porque ahora prefieres estar en la paz de tu casa con tus hijos. Y, prepárate, porque es muy probable que la idea que tengas de la vejez ni siquiera se acerque a la realidad que vas a vivir. Quizás será mucho mejor.

Si te das cuenta, así es la vida. A veces, muchas veces, no nos da lo que anhelamos, lo que creemos merecer, y nos entrega algo distinto. Y, si lo piensas, casi siempre fue algo mejor, algo que te convenía más. Solemos decir “la vida me quita y la vida me da”, aunque la verdad es que la vida simplemente nos proporciona las opciones, los caminos, y cada uno elige el que más le gusta.

Que, a la larga, cuando volvemos la vista atrás y vemos la vida en perspectiva, se nos antoja mejor o peor, mejor en algunos aspectos, peor en otros. Sin embargo, eso no es lo que importa en verdad porque lo que en realidad debemos valorar es el aprendizaje. Que, seguramente lo sabes, es lo único que nos queda, lo más valioso que atesoramos y lo que nos permite construir un legado.

Un camino en el que, además, nos hemos convertido en una persona distinta. Sí, distinta de la que nuestro entorno nos decía que íbamos a ser; distinta de la que nos imaginamos en la niñez; distinta de la que éramos hace 10 o 5 años. Piensa, por ejemplo, que todos los seres humanos somos hoy distintos de como éramos antes de la pandemia, un evento que nos cambió, nos obligó a cambiar.

Para bien y para mal, por supuesto. Para la mayoría, cambiaron las prioridades y muchos se dieron cuenta de que su ocupada vida carecía de un propósito. Algunos más reflexionaron acerca de la forma en que vivían su vida y, después de lo padecido, decidieron cambiar el rumbo. Y, algo que no podemos olvidar, nos obligó a todos a cambiar algunos hábitos, a desarrollar nuevas habilidades.

Fue, sin duda, un aprendizaje doloroso, un proceso de adaptación que bien hubiéramos podido realizar sin necesidad de un evento extraordinario como ese. Sin embargo, no hay que olvidar que los seres humanos somos reacios al cambio, nos resistimos a él hasta que los hechos nos fuerzan a hacerlos. Y después nos damos cuenta de que fue positivo, reconocemos que los necesitábamos.

Una premisa que se aplica a prácticamente todo en la vida, especialmente a esas actividades en las que nos relacionamos con otros. La dinámica del cambio, que avanza cada vez más rápido, nos exige desarrollar habilidades para poder responder a los nuevos retos, sobre todo en el ámbito laboral. Lo que ayer nos permitía sobresalir hoy es insuficiente y se requiere algo más, un plus.

En los años 80, principalmente, nos dijeron que teníamos que desarrollar las habilidades duras. ¿Las recuerdas? Aquellas adquiridas a través del estudio y la experiencia, que nos sirven para obtener resultados satisfactorios a la hora de realizar un trabajo o desempeñar un oficio. Se les conoce también como hard skills y demandaban habilidades técnicas indispensables para el éxito.

En aquel momento, se concibieron estas habilidades duras (después aparecieron más):

1.- Habilidades analíticas (comprensión e interpretación de datos)

2.- Habilidades en tecnologías de la información (investigación, programación)

3.- Conocimientos básicos de computación (email, gestión de redes sociales)

4.- Habilidades de servicio al cliente (respuesta oportuna y resolución de problemas)

5.- Habilidades de presentación (comunicación visual, diseño gráfico)

6.- Gestión de equipos (negociación, finanzas, contratación)

7.- Gestión de proyectos (presupuesto, seguimiento, presentación de propuestas)

8.- Marketing (gestión de embudos, captación de clientes, SEO, SEM)

9.- Escritura (desde lo básico hasta lo especializado como storytelling)

10.- Diseño (producción de piezas gráficas sencillas y especializadas)

Para optar por un buen cargo o un ascenso, debíamos acreditar la mayor cantidad posible de estas habilidades. Al menos, en el nivel básico. Lo curioso es que si hoy vemos el mercado laboral, más de tres décadas después, comprobamos que la mayoría de los empleados NO cumple con estas habilidades duras. Aunque ya no importa tanto, porque pasaron a un segundo plano.

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¿El motivo? En la década de los 2000 nos vendieron la idea de las habilidades blandas, las nuevas joyas de la corona. Son aquellas competencias personales y sociales que facilitan las relaciones humanas y nos permiten desenvolvernos con éxito en cualquier ámbito de la vida, incluido el laboral. A diferencia de las duras, no son un conocimiento teórico, sino, más bien, cualidades.

¿Cuáles son esas habilidades blandas? (hay más, pero estas son las principales):

1.- Gestión del tiempo (capacidad para ser más productivos en menor tiempo)

2.- Pensamiento crítico (analizar, discernir y decidir)

3.- Gestión del estrés (saber poner límites y priorizar la salud)

4.- Habilidades de comunicación (a la escrita, se unen la verbal y la no verbal)

5.- Gestión del cambio (actitud positiva para adaptarse a los nuevos escenarios)

6.- Liderazgo (capacidad para comandar equipos y llevarlos al éxito)

7.- Resiliencia (saber enfrentar las dificultades y salir fortalecidos de ellas)

8.- Creatividad (capacidad para generar ideas innovadoras)

9.- Persuasión (construcción de mensajes que inspiren acciones por parte de otros)

10.- Inteligencia emocional (gestión adecuada de las emociones)

Después de que nos embarcamos en la tarea de acumular créditos académicos que nos permitieran demostrar que poseíamos las habilidades duras, nos cambiaron el libreto. Y, entonces, las habilidades blandas pasaron a ser prioridad para las empresas. ¿El problema? Que, dado que no están delimitadas teóricamente, cada quién las interpreta como quiere, las acomoda a lo que quiere.

Sin embargo, tal y como lo cantaba la gran Mercedes Sosa, “cambia, todo cambia”. Las habilidades blandas se han transformado, han evolucionado, y ahora la prioridad son las power skills o habilidades de poder. Son una combinación de las duras y de las blandas y son las que en realidad forman la base del talento personal y profesional. ¿La clave? Son las que hacen único al trabajador.

¿Cuáles son esas power skills más demandadas por el mercado laboral hoy?

1.- Resiliencia

2.- Gestión del tiempo

3.- Liderazgo y gestión de equipos

4.- Comunicación

5.- Adaptación al cambio

6.- Resolución de conflictos

Es probable que hayas notado que las habilidades comunicativas están incluidas en las tres fases de la evolución: duras, blandas y de poder. No debería extrañarnos, porque finalmente la capacidad para comunicarnos conscientemente es lo que nos hace únicos a los seres humanos. Lo irónico es que, quizás porque sabemos que están ahí, no las valoramos o, peor, las despreciamos.

Si algo deberíamos haber aprendido de la pandemia fue que necesitamos de los demás. Haber salido airosos de ese episodio solo fue posible gracias a la acción conjunta, al simple acto de cuidarnos nosotros primero y cuidar de los otros. Y la distancia, el encierro y las emociones nos recordaron el poder de la comunicación, pilar fundamental de las relaciones entre los humanos.

Lo irónico es que hoy, en la era de la comunicación, de la tecnología que nos permite establecer relaciones con otras personas salvando las distancias, la diferencia horaria, el idioma, la cultura y hasta las creencias, comunicarnos es cada vez más difícil. Estamos conectados 24/7, disponemos de aplicaciones maravillosas (y gratuitas) y canales poderosos, pero nos cuesta comunicarnos.

Esa, sin duda, es una de las principales razones por las cuales las relaciones actuales son conflictivas, tóxicas, agresivas, histéricas. Aunque la tecnología nos ha brindado las herramientas más poderosas de la historia de la humanidad, los seres humanos no sabemos usarlas, las usamos mal o, lo peor, renegamos de aquello que nos hace únicos: la capacidad para comunicarnos.

La capacidad que, no sobra recalcarlo, es la mayor cualidad de los líderes más influyentes, de las personas que dejan huella en la vida de otras a través de su trabajo y tanto de las empresas (marcas) y de los profesionales independientes que monetizan su conocimiento. No son buenos vendedores, sino excelentes comunicadores que han desarrollado y potenciado las power skills.

Las principales power skills comunicativas que requieres para sobresalir son las siguientes:

1.- Escucha activa. No es oír, sino escuchar con atención, con actitud curiosa, sin interrumpir, sin cuestionar. Que la otra persona se sienta valorada, apreciada, respetada, algo que agradecerá. Algo importante: la escucha activa no solo a las palabras, sino también a emociones o sentimientos.

2.- Comunicación empática. El siguiente paso tras la anterior. Primero escuchas y luego respondes o das tu opinión bajo las mismas premisas. ¿La clave? Brindar información de valor a través de la cual la otra persona se siente atendida, comprendida y, sobre todo, valorada y respetada.

3.- Pensamiento crítico. Surge de la capacidad para controlar las emociones y evitar las reacciones instintivas. Incorpora la capacidad de analizar la información recibida y ofrecer respuestas efectivas. Es un paso adelante de lo que conocemos como “pensar antes de hablar”.

4.- Retroalimentación efectiva. No somos perfectos y a veces carecemos del conocimiento requerido para realizar ciertas tareas, así que un feedback constructivo nos brinda aprendizaje. Incorpora la habilidad de utilizar las técnicas del mensaje persuasivo y del storytelling.

5.- Hablar en público. Estamos en un mundo hiperconectado en el que las reuniones, virtuales o presenciales, son pan de cada día y en el que, a través de internet, tienes contacto con audiencias masivas que esperan lo mejor de ti. Además, si no quieres ser invisible, necesitas comunicarte.

6.- Aptitudes de negociación. Aunque el objetivo primordial es el intercambio de beneficios, no siempre es fácil lograr acuerdos. Hay que aprender a ceder, a buscar puntos de coincidencia, a construir sinergias que redunden en avances para ambas partes. ¿La clave? Una actitud positiva.

Sin importar cuál es tu profesión, a qué te dedicas o qué labor que desempeñas; si eres una empresa, un negocio, un emprendedor o un profesional independiente, las habilidades comunicativas te permitirán establecer sólidas relaciones a largo plazo, basadas en la confianza y la credibilidad, para lograr lo que deseas. La tecnología brinda las herramientas, pero la magia la pones tú.

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La historia de marca, primera piedra de tu relación con el mercado

¿Qué tienen en común marcas como Apple, Amazon, IBM, Coca-Cola, Microsoft, Disney, Samsung, Verizon, Starbucks o Nike? Lo primero, que son marcas universales, es decir, que son fácilmente reconocibles y recordables en cualquier país del mundo. Segundo, que son algunas de las marcas más valiosas del planeta, de acuerdo con distintos escalafones especializados.

Tercero, todas son parte importante de la vida de los ciudadanos, sin importar el nivel de educación, económico o algún otro factor demográfico como la edad, lugar de residencia o sexo. Cuarto (podrían ser más, pero vamos a limitar las opciones), que son marcas que, a pesar de la condición de líderes del mercado, se enfocan en nutrir y fortalecer la relación con el mercado.

Bien sea porque quieren cultivar la relación con los clientes actuales, con el fin de estimular la recurrencia (la clave del éxito de un negocio, de cualquier negocio), bien porque saben que la estrategia más efectiva para atraer nuevos buenos clientes es conversar con el mercado. Una conversación basada en los cuatro pilares del marketing de contenidos: informar, educar, nutrir e inspirar (fidelizar).

Lo curioso es que, de hecho, y por lo menos durante algún tiempo, quizás unos años, estas empresas podrían sobrevivir sin problemas (es decir, en condiciones normales del mercado) sin nuevos clientes. Les bastan los actuales, que les aportan un margen de rentabilidad por demás envidiable. Sin embargo, esa no es una idea que pase por la cabeza de sus directivos.

¿Por qué? Porque entienden, saben con 1.000 % de seguridad, que esa conversación continua con el mercado es la clave para sostener relaciones a largo plazo. Y no cualquier tipo de relación, sino de aquellas que redundan en un intercambio de beneficios. ¿El secreto para conseguirlo? Saben que no son transacciones, sino relaciones con seres humanos.

Y a los seres humanos, quizás lo sabes, nos gusta que nos consientan, nos apapachen, nos den gusto, nos premien, nos incentiven, nos inspiren. Más que eso: lo necesitamos. Más en estos tiempos frenéticos, en los que la histeria colectiva es un terrible tsunami capaz de arrasar con todo lo que encuentre en su camino. Necesitamos estar en contacto cercano con los demás.

Eso, precisamente, es lo que nos hace humanos y, además, únicos en este planeta y distintos del resto de las especies. Y eso lo saben empresas como las mencionadas al comienzo. Saben que hoy, cuando la competencia es feroz, cuando son muchos los que están dispuestos a competir por precio (bajo, claro) y cuando hay abundancia de ofertas, la relación es la clave.

Por eso, resulta curioso, contradictorio y triste (sí, todo esto a la vez) que haya tanta gente que se niegue a entablar relaciones con el mercado y se dedique a intentar vender, es decir, a realizar transacciones. Como en el pasado, como en el siglo pasado. Y cuando digo “tanta gente” no solo me refiero a personas, sino también a empresas de todo tipo y a negocios.

Entiendo, porque yo también estoy en el mercado, que no es fácil vender. No solo porque hay más competencia, alguna de ella de calidad, sino también porque los hábitos del consumidor han cambiado. De hecho, pienso que cada vez es más difícil hablar de ‘hábitos’, porque el mercado se mueve a partir de lo gratis, de ‘tendencias’, ‘contenidos virales’ y pornobasura.

Sin embargo, aunque el panorama se antoja desolador, para algunos, apocalíptico, creo que la batalla no está perdida. Mejor aún: es posible ganarla. ¡Sí, ganarla! El problema, porque siempre hay un problema, es que los malos son más. Es decir, el mercado está inundado por las especies tóxicas, depredadores, vendehúmo y expertos que jamás han tenido éxito en nada.

Dominan el mercado porque los buenos miramos para otro lado, hacemos caso omiso y, más bien, nos resguardamos en el facilista papel de víctima. Y no nos damos cuenta de que en realidad somos cómplices. Porque mientras no actuemos, no asumamos el rol protagónico que se espera de nosotros, mientras no alcemos la voz, los malos seguirán haciendo fechorías.

Volvamos al comienzo: si marcas como Apple, Amazon, Microsoft, Coca-Cola, Disney o Nike no compartieran contenidos de valor, historias inspiradoras, con su silencio serían cómplices de las especies tóxicas que llenarían el vacío que ellas dejaron. ¿Entiendes cómo es el juego? Para decirlo en palabras sencilla, “el que calla, otorga”. Entonces, llegó la hora de hacernos oír.

La clave para establecer relaciones con otras personas, con el mercado, es conversar con ellas. Como cuando entras a trabajar a una empresa y comienzas a conversar con tus compañeros para saber quiénes son, qué hacen, para que te cuenten historias y te ayuden. Y, por supuesto, para que sepan quién eres, a qué te dedicas, qué piensas. Es un intercambio de beneficios.

Además de obtener información fidedigna de primera mano, el objetivo primordial de estas conversaciones es blindar la relación con dos valores fundamentales. ¿Sabes cuáles son? La confianza y la credibilidad. Porque, seguro lo has experimentado, lo has sufrido, una relación sin confianza, sin credibilidad, es más frágil que una hoja de papel húmeda: se rompe fácil.

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Esa es la razón por la cual hoy, en el siglo XXI, la venta no es el objetivo primordial de tus estrategias de marketing, sino la consecuencia de ellas. ¿Sabes a qué me refiero? A que solo vendes si lo que haces y cómo lo haces es satisfactorio para el mercado, para tus clientes potenciales. Si lo que les entregas antes de intentar venderles les aporta algún valor.

Y ese es el punto del proceso en el que salta al ruedo mi buen amigo el marketing de contenidos. Una estrategia que es transversal, que está presente en todos y cada uno de los pasos, desde el primero hasta el último. ¿Su objetivo? Informar, educar, entretener e inspirar. O, dicho de otra forma, a partir de esas acciones, crear el vínculo de confianza y credibilidad.

Regresemos al ejemplo del comienzo: mientras venden, millones de productos y millones de dólares, empresas como Coca-Cola, Apple, Amazon, Microsoft o Disney despliegan agresivas campañas de marketing de contenidos. ¿Para qué? Para informar, educar, entretener e inspirar a sus clientes actuales y, simultáneamente, para atraer a otros buenos nuevos clientes.

Ahora, otro aspecto que muchos pasan por alto: el marketing, como casi todo en la vida, es una cuestión de percepción. Por eso, para muchos Apple es “lo mejor” y para otros, “nada especial”. ¿Y sabes cuál es el problema con las percepciones? Que si tú no las limitas, si no las orientas, abres la puerta para que las personas piensen lo que quieran, lo que se les ocurra.

Ese, si te fijas, es el fenómeno de los contenidos virales en internet: se emite un mensaje que llama la atención (vulgar, pornográfico, escandaloso, tendencioso, mentiroso o todas las anteriores) y, dado que al afectado casi nunca se le brinda la oportunidad de defenderse, de dar su versión, la percepción se asume como verdadera y, entonces, surge el caos tóxico.

Y el problema, ¿sabes cuál es el problema? Que muchas personas (y empresas y negocios), la mayoría, asume que el mercado las percibe como buena opción, percibe los beneficios de su producto o servicio, percibe el poder transformación de lo que se le ofrece, percibe que son dignas de confianza y credibilidad…, en fin. Al final, se llevan una desagradable sorpresa.

Eso significa que una de tus tareas primordiales, sin importar si eres una empresa, un negocio, un emprendedor o un profesional que vender sus servicios (conocimiento), es crear contenido de valor con tres objetivos. Primero, conseguir visibilidad; segundo, brindar confianza y credibilidad para entablar una relación a largo plazo; tercero, gestionar tu reputación (percepciones).

De nuevo, y perdona la reiteración, justo lo que hacen gigantes del mercado como Apple, Amazon, Microsoft, Disney, Coca-Cola y más. Lo que quizás no sabes es que la lealtad del mercado, de todos y cada uno de tus clientes, está determinada por tu reputación, es decir, por lo que esas personas crean de ti. Tienes que llenarlos de argumentos, de motivos.

Puedes cumplir ese objetivo de la forma tradicional, la que utiliza la mayoría. ¿Sabes cuál es? El odioso “Yo soy”, “Yo hago”, “Yo soy el mejor”, “Yo vendo XYZ”, “Yo tengo XYZ seguidores” y más Yo, Yo, Yo… O, también, puedes elegir el camino que marcado por los líderes del mercado, por las empresas inolvidables, por aquellas que son universales. Sí, las mencionadas antes.

¿Y cómo lo hacen? Cuentan historia poderosas, historia que inspiran, que contagian. Historias con las que sus seguidores y consumidores se identifican, relato a partir de los que es posible generar confianza y credibilidad para establecer una relación a largo plazo. Es a través de las historias que los consumidores descubren afinidades con las marcas, con sus principios y valores.

Que, valga recalcarlo, es la razón, el argumento que inclina la balanza en los tiempos actuales. Ya no el precio, ya no las características y cada vez menos los beneficios (muy similares en prácticamente todas las ofertas). Entonces, eso significa que antes de hablar de tu producto o servicio, tu mensaje debe enfocarse en comunicar tus principios, tus valores y tu propósito.

¿Ya estableciste la historia de tu marca? ¿Ya elegiste ese mensaje que vas a comunicar? ¿Ya sabes cuál va a ser el tono de ese mensaje? ¿Ya determinaste cuáles son los formatos y canales a través de los cuales lo vas a difundir? Si no tienes una respuesta a estos interrogantes o, peor, si ni siquiera te los formulaste, ya sabes por qué, entonces, el mercado no te elige.

Recuerda: el marketing hoy, en el siglo XXI, consiste en una relación de intercambio de beneficios basada en la confianza y la credibilidad establecidas entre seres humanos. Porque, por favor, no cometas el error de creer que Apple o esas otras marcas son un intangible: detrás de la marca hay seres humanos como tú y como yo, con principios, valores y con un propósito.

Comunicar una historia de marca es el camino más seguro (no el más corto) y de mayor impacto para establecer una relación con el mercado. Es la primera piedra, el punto de partida de un largo camino que te exigirá contar más y nuevas historias, crear contenidos que aporten valor (informen, eduquen, entretengan e inspiren). Es lo que hacen las grandes marcas…

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¿Ideas geniales? No las busques: más bien, cultívalas e incentívalas

¿Estás obsesionado porque te llegue una idea genial? ¿Para crear un negocio, para presentar una propuesta, para escribir un libro que sea bestseller, para convencer a tus clientes y que te compren más? Esta de la idea genial (o mágica o perfecta) es una obsesión del ser humano, pero no solo ahora en los tiempos de la inmediatez, sino que lo ha sido desde siempre.

Y es algo natural que surge de la curiosidad, de las ansias de conocimiento, de que buscamos una explicación (una razón, un motivo) en lo que nos sucede. Además, también porque nos han metido en la cabeza la idea de ser únicos, ricos, exitosos, felices y otras más. Que, a mi modo de ver, se resumen en la idea de ser los mejores, como si la vida fuera una competencia.

No sé qué pienses tú, pero para mí no lo es. De ninguna forma. ¿Sabes por qué? Porque hace años, producto de los golpes que recibí de la vida, aprendí que soy único. Lo soy como todos los seres humanos, únicos, irrepetibles, modelo exclusivo. Aun si tienes un hermano gemelo, sabes que son distintos de muchas formas: nadie, absolutamente nadie, es igual a otro.

Y eso, precisamente, es lo que nos hace valiosos. La clave, ¿sabes cuál es la clave? Entender que ya todas las maravillas posibles en el mundo, absolutamente todas, fueron creadas. Eventualmente, algunas de ellas son desconocidas por nosotros y nos sorprenderán cuando las hallemos. Sin embargo, repito, ya todo lo maravilloso del mundo está ahí, en algún lugar.

Como las ideas geniales, por ejemplo. Todo, absolutamente lo que podemos imaginar, ¡ya existe! ¿Lo sabías?Créeme, a mí también me costó entenderlo. En su famoso libro Piense y hágase rico, Napoleon Hill escribió: “Todo aquello que el hombre crea empieza con un impulso del pensamiento. El hombre no puede crear nada que primero no haya concebido en su pensamiento”.

Es decir, todo lo que hay en el mundo, en tu vida, pasó antes por tu pensamiento, surgió de ahí. En especial, las ideas geniales. En términos sencillos, cuando observas algo, percibe un olor o escuchas una canción, las neuronas asocian esas percepciones con alguna circunstancia previa y conforma una idea. Así es como funcionan la memoria, la imaginación y la creatividad.

¿Entiendes? La información ya está dentro de tu cerebro porque la viste, la escuchaste, la oliste, la tocaste o la experimentaste antes. Aunque fuera de forma lejana, imperceptible para los sentidos. Tu cerebro asocia esa información a una circunstancia, a un lugar, a una persona con la que te encuentres, y la recupera cada vez que el estímulo se repite. Una y otra vez.

Hay personas más sensibles a esos estímulos externos porque han educado su cerebro para eso, porque observan más (no solo ven), escuchan más (no solo oyen). Además, son personas que han cultivado positivos hábitos para estimular la creación: gustan del silencio, tienen más contacto con la naturaleza, practican ejercicio, se alimentan y descansan bien, aprenden más.

En otras palabras, tienen una mayor cantidad de información en su cerebro que otras, que la mayoría. Y no solo eso: es también información de mejor calidad. Además, su actitud frente a la vida, a lo que les sucede, es positiva, constructiva, propositiva. No son de las que lloran sobre la leche derramada, sino que buscan soluciones, aprender de sus errores y continúan.

Lo que la ciencia ha podido establecer es que una mente tranquila es más propensa a generar ideas geniales. No solo porque es más receptiva, sino también porque tiene la capacidad para enfocarse en lo que verdaderamente importa. Por eso, es importante el ambiente, la gente con la que te rodeas, los hábitos de tu día a día y, sobre todo, cómo te hablas a ti mismo.

Según Rowan Gibson, considerado uno de los mayores expertos en innovación y gestión empresarial, orador y escritor de varios libros, las ideas se configuran a partir de pensamientos organizados. ¿Eso qué significa? Que antes de las ideas están los pensamientos y, no hay que olvidarse de ellas, las experiencias vividas, que proporcionan la información que necesitamos.

Entonces, no sería errado pensar que las ideas geniales son fruto de un proceso de estimulación del pensamiento. Es ahí donde está la diferencia: hay personas que creamos el hábito de estimular el pensamiento de múltiples formas (lectura, pintura, canto, baile, cocina, deporte y más) y otras que, por su lado, son reactivas y esperan que las ideas les lleguen.

Es lo que comúnmente llamamos inspiración, que es una mentira muy vendedora, pero no por eso deja de ser mentira. El famoso estudio de animación DreamWorks Animation, en EE. UU., por ejemplo, promueve el acceso de sus empleados a clases de yoga o arte durante la jornada laboral, con el fin de estimular su creatividad. Y ya sabemos que Google está en la misma línea.

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Lo he mencionado en otros artículo, pero es menester repetirlo: la tal inspiración no llega a ti, nunca llegará, porque la verdadera inspiración, ese chispazo brillante, esa idea genial, surge de ti. Es la genial tarea que cumple tu cerebro cuando lo has alimentado con información de calidad y cuando lo entrenas permanentemente, cuando lo retas, cuando lo exiges al máximo.

Porque, no podría ser de otra manera, un cerebro perezoso solo te brinda ideas comunes y corrientes. Esa es la realidad. No sé cómo lo veas tú, pero a mí esto se me antoja maravilloso. ¿Sabes por qué? Porque significa que cualquier ser humano, tú o yo, está en capacidad de crear ideas geniales. O, de otra forma, ya eres un genio, solo debes agitar la botella y dejarlo salir.

El filósofo escocés David Hume dijo algo que puede ayudarte a entenderlo. Según él, son tres las cualidades que asocian la generación de ideas: la semejanza, la contigüidad y la causa y el efecto. No sobra decir que son cualidades incorporadas en cualquier ser humano, como para que te desprendas de la creencia de que las ideas geniales son un don concedidos a pocos.

Por la ley de semejanza, la mente tiene a reproducir ciertas ideas cuando el impulso que las originó es semejante a alguna circunstancia o experiencia previa. Por ejemplo, ves la fotografía de uno de tus hijos y te dan una ganas terribles de hablar con él, de verlo pronto, de darle un gran abrazo. O, quizás, tomas un libro y de inmediato recuerdas a la persona que te lo regaló.

Por la ley de contigüidad, la mente trae a colación ideas que son afines o que se han dado de manera simultánea con la idea presente. ¿Por ejemplo? O, si escuchas una canción, la mente te transporta a vivencias atadas a cuando la aprendiste, te hace recordar a las personas con las que las cantabas y los lugares que frecuentaban. O, quizás, una película o una serie de tv.

Por la ley de la causa y el efecto, mientras, la mente trae un pensamiento complementario asociado a uno preliminar. ¿Por ejemplo? Escuchas las sirenas de una ambulancia y piensas que hubo un accidente o a la distancia ves una columna de humo y asumes que hay un incendio. O, quizás, tu pareja saluda a una mujer con la que se cruzó y asumes que es infiel.

Lo que realmente me importa que comprendas, la idea que me motivó a escribir este artículo, es que no necesitas ser un genio para crear o producir ideas geniales, no requieres un don especial para ser creativo y tampoco te servirán las plantillas, fórmulas o libretos de otros. Lo único que debes hacer es entrenar a tu cerebro, enseñarle a producir esas ideas geniales.

Por supuesto, debes ayudarle. ¿Cómo? Para comenzar, vive la vida bajo tus propias reglas, es decir, no sigas el camino establecido por otros. Hazles caso a tu intuición, a tus sueños, a tu corazón. No reprimas tus emociones (que son fuente inagotable de ideas geniales si sabes canalizarlas) e incluye en tu rutina actividades que promuevan la creatividad y la imaginación.

Por ejemplo, la lectura, la escritura, escuchar música, jugar con tus hijos, pasear a tu mascota, practicar algún ejercicio, alimentarte bien, descansar, dedicarte tiempo para ti en soledad, en fin. Ve al cine con tu pareja, sal a comer con tus amigos, asiste a teatro o al concierto de tu cantante preferido, cocina y atiende a tu familia y amigos en casa, ayuda a otras personas…

Algo que debes saber es que la mente, tu cerebro, no está preparada para ir contra la corriente. ¿Eso qué significa? Que si quieres que te brinde ideas geniales, debes facilitarle la tarea, proporcionarle el ambiente adecuado. Y no solo eso: también debes alimentarla y ejercitarla constantemente a través del aprendizaje y del desarrollo de nuevas habilidades.

¿Alguna vez escuchaste o leíste aquello de “cosecharás lo que hayas sembrado”? Bueno, este es uno de esos casos, específicamente. Hoy, por ejemplo, los padres y los maestros se quejan de la falta de creatividad de niños y jóvenes y lo asocian con la obsesión de estar conectados a internet, jugando y viendo videos insulsos. No es el único factor, pero su influencia es innegable.

Las ideas son como las mariposas: vuelan silvestres hasta que las atrapas. Tu tarea, entonces, consiste en darles forma, en ponerles tu toque personal, tu estilo, y asignarles un rumbo, un propósito. Esto (tu toque, tu estilo, tu intención) lo que las hace geniales, distintas, únicas. Recuerda lo que mencioné al comienzo: todo, absolutamente todo, ya fue inventado.

Un ejemplo: el amor. Está ahí, omnipresente. Sin embargo, para cada persona significa algo distinto, todos lo manifestamos de formas diferentes. Se han escrito millones de canciones inspiradas en el amor y, aunque muchas son parecidas, creadas con el mismo molde, cada una es única. Inclusive, un bolero cantado en ritmo de ranchera o de balada es una idea única.

No te olvides de la frase de Napoleon Hill: “Todo aquello que el hombre crea empieza con un impulso del pensamiento. El hombre no puede crear nada que primero no haya concebido en su pensamiento”. Todo lo que necesitas ya está dentro de ti. Lo que quizás haga falta es aprender cómo estimularlas; una vez lo hagas, el resto de la tarea será la realizará tu maravilloso cerebro

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