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Según Einstein, te sirve más la imaginación que el conocimiento

“La imaginación es más importante que el conocimiento”. Esta frase me resulta impactante por sí misma, pero es increíblemente disruptiva cuando sabes que fue Albert Einstein el que la pronunció. Porque este físico alemán es considerado el científico más famoso e influyente del siglo XX, en especial por haber desarrollado la Teoría de la relatividad y la fórmula E=mc2.

Aunque nunca fue un estudiante brillante, desde la niñez mostró inclinación por la música y la ciencia. Fue su tío Jacob el que le incentivó esta vocación a través de los libros y despertó la curiosidad a la que se atribuye la genialidad que le valió recibir el Premio Nobel de Física en 1921 y convertirse en uno de los seres humanos más admirados y reconocidos de la historia.

Einstein aseguraba que una imaginación activa es la clave para resolver cualquier problema. Y, seguramente lo sabes, si algún ser humano fue experto en la resolución de problemas ese fue el connotado científico alemán. No sé a ti, pero a mí esta afirmación me resulta una excelente noticia. ¿Por qué? Pues, porque todos los seres humanos somos creativos por naturaleza.

Eso significa, en otras palabras, que estamos en capacidad de resolver cualquier problema. Genial, ¿cierto? Y, también, que las personas que hemos desarrollado la capacidad de la creatividad tenemos una ventaja competitiva sobre aquellas que todavía no se concedieron ese privilegio que nos ofrece la vida, sobre las que se enfocan en acumular conocimiento.

¿Sabes por qué? Porque el conocimiento es limitado, porque nuestra capacidad para adquirir conocimiento es limitada también. En cambio, la imaginación no tiene límites y está disponible en el momento en que la necesites: solo tienes que activarla y aprovecharla. Además, y esto es algo muy poderoso, la imaginación es útil para cualquier actividad que realicemos en la vida.

El cerebro, el órgano más increíble que poseemos, es la fuente de la imaginación. Allí se almacenan la información, las sensaciones, las vivencias, las experiencias y las emociones que se generan producto de la interacción con todo aquello que nos rodea, otras personas o la naturaleza, por ejemplo. Cada contacto deja una información que el cerebro guarda.

Y luego nos permite utilizarla cuando la necesitamos. Información que, además, no es un simple archivo, una recopilación, sino algo dinámico: a partir de ellas estamos en capacidad de crear, de mejorar lo que tenemos, de imaginar otros mundos. Es gracias a la imaginación que vislumbramos un mejor mañana, una vida feliz, y que cristalizamos los sueños, también.

Esta, sin duda, es una de las más grandes diferencias entre el conocimiento y la imaginación: aquel solo nos sirve en los límites de la realidad constatable, palpable, mientras que esta nos da la posibilidad de crear mundos alternos, paralelos a esa realidad. Mundos que, de hecho, pueden ser opuestos a la realidad: quizás tu vida es un caos, pero imaginas que eres feliz.

El poder ilimitado de la mente, aquella fantástica cajita de Pandora de la que surge la imaginación, es de tal dimensión que vivimos tristes, a pesar de que lo tenemos todo: vida, salud, comodidades, personas que nos cuidan y nos aman, trabajo, privilegios…, en fin. Y, por supuesto, lo contrario: puedes carecer de todo lo material y aún así ser muy feliz.

La clave está en qué uso le das a esa imaginación, qué eres capaz de crear. Y, por supuesto, de que no le pongas límites a esa creatividad, que la cultives cada día, que la retes, que la exijas. ¿Cómo? Explorando nuevos escenarios, otros mundos. La música, la lectura, el contacto con la naturaleza y la interrelación con personas que poseen mayor conocimiento te ayudarán.

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El problema, parte del problema, es que nos enfocamos en solo un área de conocimiento, nos comemos el cuento de la especialización y nos cerramos la posibilidad de aprender más sobre más temas. Por ejemplo, ser un médico cardiólogo, pero puedes también conocer sobre cocina, música (interpretar un instrumento), deporte o, inclusive, sicología o marketing.

Esa es una ventaja del conocimiento: no es excluyente, de ninguna manera. Más bien, es complementario. Y lo mejor es que cuanto más abierta sea tu mentalidad, cuanto más variado sea el espectro de tu conocimiento, mayor será también tu imaginación. ¿Por qué? Pues, porque tendrás más de dónde elegir, podrás hablar sobre más temas, con más personas.

Esa, créeme, es una de las características de los buenos escritores. Si prestas atención, si investigas un poco acerca de la vida persona de tus escritores favoritos, encontrarás que hay un hilo conductor: todos son o fueron excelentes conversadores, todos tenían un grupo de allegados con los que sostenían enriquecedoras tertulias. ¡Y de ahí surgían sus textos!

El conocimiento te sirve para comenzar a escribir sobre un tema específico. Sin embargo, es la imaginaciónla que te da la posibilidad de ser un buen escritor, uno que esté por encima del promedio, uno que consiga llamar la atención de los lectores ávidos de contenido de calidad. Por eso, y no solo para escribir, sino para transmitir un mensaje, la imaginación es clave.

Por eso, así mismo, es necesario saber cómo puedes desarrollar y cultivar tu imaginación. No olvides que siempre está ahí, dentro de ti, pero es necesario desarrollarla. ¿Cómo hacerlo? La respuesta nos la ofrece el mismo Einstein: “Lo importante es no dejar de hacerse preguntas, no perder nunca la sagrada curiosidad”. Esto, en la práctica, significa ganas de aprender más.

La curiosidad nos lleva al descubrimiento, que es el punto del partida del conocimiento. Fue la curiosidad, precisamente, la que le permitió a Einstein avanzar en sus investigaciones y hallar las respuestas que buscaba para crear sus teorías, sus fórmulas. De no haber sido curioso, de no haberse planteado interrogantes que para otros eran triviales, no habría encontrado las respuestas.

La curiosidad, esa insaciable ansia de adquirir mayor conocimiento sobre más temas, es lo que nos permite llegar a donde otros no habían llegado. Esa, precisamente esa, es la genialidad de personas como Albert Einstein. Y quizás nunca ganes un Premio Nobel o algún galardón como escritor, pero sí puedes llevar tu mensaje a otras personas, puedes transmitirles tu conocimiento.

“Todo el mundo es un genio. Pero, si se juzga a un pez por su habilidad para trepar a un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”. Si todavía no escribes, si todavía piensas que no eres creativo o que no tienes imaginación, quizás sea porque has enfocado tu atención y tus esfuerzos en actividades que no te exigen estas habilidades más allá del nivel básico.

Quizás no te conozca, quizás nunca te haya escuchado, quizás jamás leí algo que escribiste, pero estoy completamente seguro de que dentro de ti hay un buen escritor. En el peor de los casos, dentro de ti hay un poderoso mensaje, unas valiosas experiencias y un aprendizaje que les sirve a otros. Y tu responsabilidad, tu privilegio, es compartirlo para multiplicarlo.

Nunca dejes de aprender, porque el conocimiento es muy importante. Sin embargo, no te quedes ahí, da el paso de la teoría a la acción, ábrele la puerta a la imaginación y déjala volar libremente. Te llevará a universos maravillosos, a mundos increíbles, te demostrará que posees un gran poder y, lo mejor, podrás ayudar a otros a transformar su vida, dejarás una huella.

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La premisa (no fórmula) de Albert Einstein que te ayudará a escribir

¿Cuántas veces te dijeron que no podías, que no eras capaz, que eso no era para ti, pero al final lo hiciste? ¿Una, diez, cien, mil, miles? Cada día, todos los días, personas de tu entorno más cercano (familiares, pareja, amigos, compañeros de trabajo) y ese duendecillo travieso que hay dentro de cada uno de nosotros nos dicen, nos gritan, “¡No puedes hacerlo!”.

Es una de las más comunes manifestaciones del nefasto modelo educativo con el que nos criaron a nosotros y a las generaciones anteriores. Lo peor es que, como si no hubiera una alternativa, nos encargamos de replicarlo, de perpetuarlo: educamos así a nuestros niños. No solo les cortamos las alas, sino que limitamos su libertad, su independencia, su crecimiento.

Durante mucho tiempo, escuché que “los hombres en la cocina huelen a popó de gallina”. No estaba bien visto que un hombre ingresar a este templo femenino. De hecho, fruto de una concesión muy especial, solo los chefs titulados podían entrar a la cocina. Hoy, por fortuna, se trata de un espacio de libre circulación para cualquiera que quiera poner a prueba su sazón.

Durante mucho tiempo, escuché que “el periodismo deportivo es para los hombres”. Otra premisa peyorativa, discriminatoria, que hizo carrera durante décadas. Cuando comencé mi carrera en los medios, las mujeres se contaban con los dedos de una mano (y sobraban dedos). Hoy, muchas mujeres pueden cumplir su sueño y dar rienda a su pasión en este oficio.

El mundo ha cambiado, a veces para bien, a veces para mal, y gústele a quien le gusta ya son cada vez menos las costumbres o espacios exclusivamente masculinos o femeninos. La ropa es un claro ejemplo de ello: los colores, las texturas, los modelos, ahora son unisex. Un gran avance, una transformación increíble que derribó paradigmas, que nos liberó de pesadas cargas.

Hay, sin embargo, mucho trabajo por hacer en este sentido. Todavía hay muchas creencias limitantes que se transmiten de generación en generación, muchos miedos, muchos “¡No puedes hacerlo!”, muchos “¡Eso no es para ti!”. Hay demasiadas personas interesadas en que el mundo no cambie para poder sacar provecho de esos miedos, de esas creencias limitantes.

Uno de los ámbitos en los que esto es claro es el de la escritura. Algo insólito, como lo he mencionado en publicaciones anteriores, porque todos, absolutamente todos, aprendemos a escribir en la escuela primaria. Y escribimos todos los días como parte de nuestro trabajo y de la vida privada. Sin embargo, abundan los gurús que prometen “enseñarte a escribir”.

Por supuesto, hay que hacer una puntualización que no es menor: si quieres ser un escritor profesional, si quieres vivir de escribir, tienes que estudiar. Si no deseas ser uno más, otro del montón, tienes que estudiar. Puedes comenzar por tu cuenta, pero en algún momento te vas a dar cuenta de que no hay opción: debes especializarte, como lo hace cualquier profesional.

Sin embargo, supongo que eso no es lo que te interesa, no quieres ser un escritor profesional. Tan solo deseas pulir tu habilidad, adquirir algunos conocimientos y estrategias que te permitan hacerlo mejor que el promedio de las personas. Quizás sueñas con escribir un libro o abrir un blog, o aprender algunos truquitos para tus presentaciones y reportes laborarles.

Si ese es tu caso, si esa es tu aspiración, tengo buenas noticias para ti. ¿Por qué? Porque ya tiene prácticamente todo lo que se necesita para escribir bien o tan solo para escribir. Lo primero, ya se mencionó, el conocimiento que adquiriste en la escuela primaria; lo segundo, la habilidad que, bien o mal, has desarrollado a lo largo de tu vida. Pero, hay mucho más.

¿Sabes qué? Lo que sabes, lo que sientes, aquello en lo que crees, lo que has vivido, eso con lo que sueñas. Cada experiencia de tu vida es la idea que da origen a una buena historia o, mejor aún, una buena historia por sí misma. Y algo más: tienes tu inteligencia, tu creatividad, tu imaginación, que son las herramientas más poderosas que existen. ¡Están dentro de ti!

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La imaginación y la creatividad no son, a diferencia de lo que cree mucha gente, un don o un privilegio de unos pocos. Tampoco son una suerte de magia. Se trata de habilidades que vienen incorporadas en la configuración original de cualquier ser humano. El Diccionario de la Lengua Española las define como “facultad de crear” y “facilidad de formar nuevas ideas”.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que, sin darte cuenta, de manera inconsciente, las has desarrollado a lo largo de tu vida. Todos y cada uno de los días de tu vida has utilizado la imaginación y la creatividad para todas las actividades posibles. Desde cepillarte los dientes hasta estudiar matemáticas; desde jugar algún deporte hasta conquistar a tu pareja.

Como ves, no es un don, ni un superpoder; de hecho, y esto es muy importante, tampoco es algo que te puedan enseñar. La vida misma, en el día a día, te pone a prueba, te reta, te ayuda a ser creativo, a usar la imaginación. Una canción, un juego, un plato de comida, una serie de la tele, un libro o el paseo con tu mascota ejercitan tu imaginación, desarrollan tu creatividad.

Según Albert Einstein, “La creatividad está al alcance de todos. El impulso creativo comienza con la visión, la emoción, la intuición. En definitiva, existe el arte de ser creativos en cualquier momento de la vida”. Ciento por ciento verdadero. La cuestión, entonces, es saber cómo activar la creatividad, cómo poner a volar la imaginación cuando estás frente al computador para escribir.

Un método para potenciar la imaginación y la creatividad consiste en observar y tomar notas, observar y escuchar, observar y sentir (dejar que las emociones fluyan). Lo mejor es que estés solo (o que tu compañía esté en el mismo plan) y que no te aceleres, es decir, que no te sientes frente al computador antes de estar seguro de que ya tienes la historia en la cabeza.

En otras palabras, usa tu imaginación y tu creatividad, inventa, interpreta. Toma lápiz y papel y ve creando tu historia paso a paso: define la idea básica, los personajes (principalmente, a tu protagonista y al antagonista), el conflicto, el contexto, el héroe, el punto bisagra y el final, con la moraleja (la lección, el aprendizaje que nos deja) incluida. No importa cuánto te demores.

Pueden ser uno o dos días, quizás una semana. No importa. Si es pertinente, lee acerca del tema que versará tu historia, lee textos similares al que deseas escribir, mira películas o escucha canciones que cuenten historias parecidas. Cocina, ordena tu cuarto, sal al centro comercial a pasear, haz mercado; mientras, tu cerebro irá creando e imaginando la historia.

Lo que importa es que cuando estés frente al computador en tu cabeza la historia esté terminada para que solo sea cuestión de transferirla al papel. Algo crucial: una vez comiences a escribir, no significa que el proceso creativo haya terminado, que no requieras más de la imaginación. Son indispensables de principio a fin, aun si eres un experto con experiencia.

¿Difícil? Quizás al comienzo sí lo sea, mientras adquieres el hábito, mientras desarrollas el método. La clave está en la práctica: recuerda que se trata de una habilidad y que, por lo tanto, cuanto más practiques, mejor lo harás cada vez. Por supuesto, requieres paciencia porque como menciono con frecuencia no es magia y solo tú sabes cuándo estás listo.

La imaginación y la creatividad son como un músculo: si las ejercitas adecuadamente, si llevas a cabo la rutina adecuada, se potenciarán, rendirán más, te brindarán mayores posibilidades, serán más recursivas. ¿Qué hacer para ser más creativo, para tener más imaginación? No hay una respuesta correcta: solo tú, a partir del autoconocimiento, puedes determinarlo.

Un secreto final: la imaginación y la creatividad son el antídoto contra el vaivén de las emociones, que son duendecillos traviesos que nos enredan. Lo fundamental es que aprendas a tener el control, que utilices los recursos que la vida te proporciona, que seas consciente de las acciones que realizas. El resto lo harán la constancia y la disciplina, la bendita práctica.

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