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Desarrolla esta cualidad (hábito) y escribir será como un juego para ti

“Ten cuidado con lo que preguntas, no vaya a ser que no te guste la respuesta”. Esta fue una premisa que aprendí, hace muchos años, cuando comenzaba mi trayectoria como periodista y debía entrevistar a diversos personajes. En aquella época, del siempre complicado mundo del espectáculo y la farándula, algunas estrellas ya consagradas y otras, en pleno ascenso.

Cuando uno es joven e inexperto, cuando desconoce cuáles son las normas bajo las que se rigen ciertas actividades, está expuesto a pasar límites establecidos. De ahí la advertencia, que no solo fue pertinente en ese momento, sino que se convirtió también en una máxima de vida para todas las actividades de la vida. Sabiduría popular de esa que siempre te sirve.

Suelo acudir a ella cuando algún cliente o un alumno de mis cursos me pregunta qué necesita hacer para empezar a escribir. Es una pregunta simple, hasta tonta, que no deja de causarme sorpresa. ¿Por qué? Porque los seres humanos, prácticamente todos, escribimos todos los días en el estudio, en el trabajo o en actividades recreativas como gestionar las redes sociales.

Lo que sucede es que hay una larga distancia entre lo que hacemos y lo que queremos hacer. Una distancia que surge del modelo que nos impone el mercado, que nos exige ser los mejores o hacerlo como profesionales, cuando no es necesario. No, mientras tu intención sea distinta de vivir de escribir, mientras escribir para ti solo sea un pasatiempo o solo quieras mejorar tu estilo.

En otras palabras, pensamos que, si no escribimos como un escritor profesional, no sirve. Y no es así, de ninguna manera. Puedes jugar al tenis y disfrutarlo si necesidad de ser Roger Federer o Rafael Nadal. Puedes salir a pasear en bicicleta sin pensar en competir con Egan Bernal o Richard Carapaz. Puedes cantar en un karaoke sin ilusionarte con ser Shakira o Raphael.

¿Entiendes? Ahora, otra consideración: que no juegues al tenis como Federer, que no seas un escalador infumable como Bernal o que no cantes como Shakira no quiere decir que seas malo o mediocre. Ellos son profesionales, están dedicados 24/7 a esa tarea. Lo tuyo con la escritura es más nivel amateur, que igual vale la pena. No ser un profesional no debe ser un obstáculo.

Y hay algo que quizás sabes, o necesitas saber: la escritura es una habilidad que cualquier puede desarrollar y que, una vez aprendida, puede ser mejorada, perfeccionada. O, dicho de otra forma: nunca se termina de aprender. Ni siquiera los escritores consagrados, los que viven del oficio, dejan de aprender; siempre están en evolución, siempre con opción de crecer.

Entonces, la edad tampoco es un obstáculo; apenas, en algunos casos, una excusa. Así mismo, no es requisito que hayas leído todas las obras cumbre de la literatura, todos los clásicos, a todos los maestros de la literatura, para escribir. De hecho, no todos te servirán porque no conectas con ellos, porque no son del género que te atrae, porque son demasiado complejos.

Dado que se trata de una habilidad, como cocinar, como montar en bicicleta, como patinar o bailar, escribir requiere práctica. Cuando más practiques, más rápido encontrarás un estilo propio (que es fundamental) y más rápido, también, evolucionarás. Que significa cambiar, desaprender y volver a aprender y, sobre todo, arriesgarte a entrar a universos desconocidos.

Y no tienes que comenzar el proceso de escribir como autor de una novela. Arranca por el principio, por lo sencillo, lo que puedas controlar sin que te abrume. ¿Un diario? ¿Un blog? ¿Artículos de análisis sobre distintos temas de la realidad? Elige el que quieras, aquel en el que te sientas más cómodo, en el que puedas avanzar tranquilamente sin quedarte bloqueado.

Escribe lo que se te ocurra, escribe cuando pases por distintos estados de ánimo, escribe sobre lo que ves en la calle, escribe sobre tus sentimientos (miedos o sueños), escribe sobre tus hijos o tu pareja, en fin. ESCRIBE. Fíjate una rutina, elabora un plan de contenidos y lánzate a la aventura, sin miedo. Solo progresarás en la medida en que haya un método, un proceso.

Y, claro, la cualidad más importante, la imprescindible. ¿Sabes cuál es? No es el talento, que todos lo poseemos de manera ilimitada. No es la inspiración, que es un bulo que nos vendieron y la gente se lo creyó. No es un don con el que la naturaleza dotó a unos pocos o un privilegio de unos elegidos. No es esa sarta de mentiras que uno encuentra en internet, ¡puro humo!

Entonces, ¿cuál es? La DISCIPLINA. Sí, la DIS-CI-PLI-NA. En mayúsculas, unida o separa por sílabas, como lo prefieras. Es la ficha que le hace falta al rompecabezas de la mayoría. Es un recurso transversal, que necesitas desde el comienzo hasta el final. Una cualidad que debes utilizar en todos y cada uno de los pasos del proceso, la única que te garantiza el éxito.

El obstáculo principal de la mayoría de las personas que quieren escribir es que no saben cómo hacerlo o, de otra forma, de qué escribir. Se enfrentan al síndrome del impostor, por el que no se sienten capaces de escribir sobre ningún tema. Y también sienten pánico (que se esmeran en ocultar) por lo que puedan decir otros, por las críticas, porque quizás no las aprueben.

Excusas, solo excusas. Igual que cuando quieres practicar algún deporte y, por falta de disciplina recurres a ellas. Igual que cuando no eres capaz de seguir un régimen alimenticio sano y recurres a ellas. Igual que cuando no puedes soltar el vicio de fumar y siempre tienes un motivo para hacerlo (una excusa). Igual que cuando quieres leer un libro, pero nunca empiezas…

El hilo conductor de esos empleos, lo que hay detrás de esos fracasos no es más que falta de disciplina. Hacer lo que hay que hacer, aun cuando no tengas ganas, o estés cansado, o tienes una reunión con tus amigos, en fin… La DISCIPLINA, quizás lo sabes, es un hábito, es decir, una conducta que se puede aprender. ¿Lo mejor? Una vez la aprendes, ¡jamás se te olvidará!

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Ahora, cómo puede ayudarte la DISCIPLINA en el proceso de escribir:

1.- En la fase de recopilar información.
Cuando por fin deciden dar el paso y comenzar a escribir, muchas personas tropiezan con un obstáculo: ¿y ahora de qué escribo? Para que esto no te ocurra, adquiere el hábito de recopilar información de tantas fuentes como sea posible: anota ideas que se te ocurren, guarda textos y artículos impresos que te llamen la atención, videos o fotografías, conferencias o audios.

Las buenas ideas vuelas por ahí, silvestres, solo hay que tener una red para atraparlas. Esa red es la DISCIPLINA. Estadísticas, enlaces de webs o textos que hayas producido antes también son útiles. Guárdalos con orden, ojalá clasificados, para que la consulta sea fácil y rápida. Y no olvides la música: tus canciones preferidas son fuente inagotable de buenas ideas para escribir.

2.- Para establecer un método.
Sin un método, el proceso de escribir será tedioso y complicado. Esa es, justamente, la razón por la cual tantas personas tiran la toalla. Debes diseñar tu propio paso a paso, un sistema que puedas replicar una y otra vez y que te dé buenos resultados. Que, además, sea divertido, que no sea una excusa para procrastinar. El método es el as bajo la manga de los buenos escritores.

Puedes investigar cómo lo hacen los escritores que admiras, establecer cuál es su rutina. Luego, la modelas a tu personalidad, le das tu toque y la sigues con DISCIPLINA. Entiende, eso sí, que el mejor método del mundo es inútil si no lo aplicas con juicio, si decides tomar el atajo de la improvisación o, peor aún, eliges sentarte a esperar que la tal inspiración llegue a ti.

3.- Para establecer una estructura.
Una estructura, si bien es similar a una receta de cocina, no es una camisa de fuerza. Cuanto más flexible sea, mucho mejor, porque así te convertirás en un escritor versátil, no en uno aburrido que produce textos idénticos. No hay fórmulas secretas y, como en el punto anterior, puedes investigar cuál es la estructura que utilizan aquellos escritores que te inspiran.

Prueba distintos modelos, mira con cuál te sientes más identificado, más cómodo. Y no dejes de darle tu toque personal, que es finalmente lo que te hace distinto y único. Cuando tengas una estructura definida, trabájala, practícala cuanto más puedas. Solo así la incorporarás, la convertirás en algo automático. Método + Estructura son las cualidades de los mejores.

4.- Para aprender más.
Lo que sabes, lo que has vivido y lo que piensas/sientes te ayudará a comenzar, pero si lo que deseas es ser un escritor productivo, será insuficiente. Una vez elijas el tema (s) del que vas a escribir, una línea editorial, investiga, lee a los referentes, mira los videos que puedas hallar en la red y mantente con la mente abierta para aprender más, para profundizar tu conocimiento.

A veces, muchas veces, buenos escritores se estancan porque, después de recibir las críticas favorables de sus lectores, creen que ya lo saben todo. Y dejan de aprender. Esa es la razón del estancamiento. No olvides, así mismo, que hoy las audiencias son universales, que tus escritos pueden ser leídos por cualquiera en cualquier lugar. Preocúpate porque te elijan una y otra vez.

5.- Para escribir.
Lógico, ¿cierto? Lo ideal es que antes de sentarte frente al computador hayas completado el proceso previo. ¿Cuál? Determinar el tema, investigar (recopilar la información) y establecer la estructura (idea central, contexto, desarrollo y moraleja o conclusiones). Si algo hace falta, no me canso de repetirlo, el proceso de escribir se frenará en algún punto (y tirarás la toalla).

Parte de la DISCIPLINA del buen escritor consiste en contar con los equipos y el ambiente adecuados para escribir. Luz y ventilación adecuadas, una silla cómoda y, en fin, un espacio diseñado especialmente para esta labor. También, conviene fijar un horario o, cuando menos, una rutina (una hora, dos horas…) y ajustarse a él. La DISCIPLINA es socia de la IMAGINACIÓN.

No es porque no sepas cómo hacerlo, porque de hecho lo haces todos los días. No es porque no tengas el conocimiento, porque estoy seguro de que posees mucho acerca de un tema. No es porque no puedas hacerlo, porque es una habilidad que cualquiera está en capacidad de desarrollar. No es porque te falte talento, porque el ser humano es una fuente inagotable.

Si no escribes, si tienes la inquietud desde hace tiempo, pero no comienzas, la única razón es porque te falta DISCIPLINA. Lo demás, todo lo demás, son excusas. Piensa en todo aquello que en algún momento de tu vida creíste que era imposible; piensa en cómo con DISCIPLINA fuiste superando uno tras otro todos los obstáculos; ahora, aplica esto mismo para escribir. ¡Voila!

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La premisa (no fórmula) de Albert Einstein que te ayudará a escribir

¿Cuántas veces te dijeron que no podías, que no eras capaz, que eso no era para ti, pero al final lo hiciste? ¿Una, diez, cien, mil, miles? Cada día, todos los días, personas de tu entorno más cercano (familiares, pareja, amigos, compañeros de trabajo) y ese duendecillo travieso que hay dentro de cada uno de nosotros nos dicen, nos gritan, “¡No puedes hacerlo!”.

Es una de las más comunes manifestaciones del nefasto modelo educativo con el que nos criaron a nosotros y a las generaciones anteriores. Lo peor es que, como si no hubiera una alternativa, nos encargamos de replicarlo, de perpetuarlo: educamos así a nuestros niños. No solo les cortamos las alas, sino que limitamos su libertad, su independencia, su crecimiento.

Durante mucho tiempo, escuché que “los hombres en la cocina huelen a popó de gallina”. No estaba bien visto que un hombre ingresar a este templo femenino. De hecho, fruto de una concesión muy especial, solo los chefs titulados podían entrar a la cocina. Hoy, por fortuna, se trata de un espacio de libre circulación para cualquiera que quiera poner a prueba su sazón.

Durante mucho tiempo, escuché que “el periodismo deportivo es para los hombres”. Otra premisa peyorativa, discriminatoria, que hizo carrera durante décadas. Cuando comencé mi carrera en los medios, las mujeres se contaban con los dedos de una mano (y sobraban dedos). Hoy, muchas mujeres pueden cumplir su sueño y dar rienda a su pasión en este oficio.

El mundo ha cambiado, a veces para bien, a veces para mal, y gústele a quien le gusta ya son cada vez menos las costumbres o espacios exclusivamente masculinos o femeninos. La ropa es un claro ejemplo de ello: los colores, las texturas, los modelos, ahora son unisex. Un gran avance, una transformación increíble que derribó paradigmas, que nos liberó de pesadas cargas.

Hay, sin embargo, mucho trabajo por hacer en este sentido. Todavía hay muchas creencias limitantes que se transmiten de generación en generación, muchos miedos, muchos “¡No puedes hacerlo!”, muchos “¡Eso no es para ti!”. Hay demasiadas personas interesadas en que el mundo no cambie para poder sacar provecho de esos miedos, de esas creencias limitantes.

Uno de los ámbitos en los que esto es claro es el de la escritura. Algo insólito, como lo he mencionado en publicaciones anteriores, porque todos, absolutamente todos, aprendemos a escribir en la escuela primaria. Y escribimos todos los días como parte de nuestro trabajo y de la vida privada. Sin embargo, abundan los gurús que prometen “enseñarte a escribir”.

Por supuesto, hay que hacer una puntualización que no es menor: si quieres ser un escritor profesional, si quieres vivir de escribir, tienes que estudiar. Si no deseas ser uno más, otro del montón, tienes que estudiar. Puedes comenzar por tu cuenta, pero en algún momento te vas a dar cuenta de que no hay opción: debes especializarte, como lo hace cualquier profesional.

Sin embargo, supongo que eso no es lo que te interesa, no quieres ser un escritor profesional. Tan solo deseas pulir tu habilidad, adquirir algunos conocimientos y estrategias que te permitan hacerlo mejor que el promedio de las personas. Quizás sueñas con escribir un libro o abrir un blog, o aprender algunos truquitos para tus presentaciones y reportes laborarles.

Si ese es tu caso, si esa es tu aspiración, tengo buenas noticias para ti. ¿Por qué? Porque ya tiene prácticamente todo lo que se necesita para escribir bien o tan solo para escribir. Lo primero, ya se mencionó, el conocimiento que adquiriste en la escuela primaria; lo segundo, la habilidad que, bien o mal, has desarrollado a lo largo de tu vida. Pero, hay mucho más.

¿Sabes qué? Lo que sabes, lo que sientes, aquello en lo que crees, lo que has vivido, eso con lo que sueñas. Cada experiencia de tu vida es la idea que da origen a una buena historia o, mejor aún, una buena historia por sí misma. Y algo más: tienes tu inteligencia, tu creatividad, tu imaginación, que son las herramientas más poderosas que existen. ¡Están dentro de ti!

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La imaginación y la creatividad no son, a diferencia de lo que cree mucha gente, un don o un privilegio de unos pocos. Tampoco son una suerte de magia. Se trata de habilidades que vienen incorporadas en la configuración original de cualquier ser humano. El Diccionario de la Lengua Española las define como “facultad de crear” y “facilidad de formar nuevas ideas”.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que, sin darte cuenta, de manera inconsciente, las has desarrollado a lo largo de tu vida. Todos y cada uno de los días de tu vida has utilizado la imaginación y la creatividad para todas las actividades posibles. Desde cepillarte los dientes hasta estudiar matemáticas; desde jugar algún deporte hasta conquistar a tu pareja.

Como ves, no es un don, ni un superpoder; de hecho, y esto es muy importante, tampoco es algo que te puedan enseñar. La vida misma, en el día a día, te pone a prueba, te reta, te ayuda a ser creativo, a usar la imaginación. Una canción, un juego, un plato de comida, una serie de la tele, un libro o el paseo con tu mascota ejercitan tu imaginación, desarrollan tu creatividad.

Según Albert Einstein, “La creatividad está al alcance de todos. El impulso creativo comienza con la visión, la emoción, la intuición. En definitiva, existe el arte de ser creativos en cualquier momento de la vida”. Ciento por ciento verdadero. La cuestión, entonces, es saber cómo activar la creatividad, cómo poner a volar la imaginación cuando estás frente al computador para escribir.

Un método para potenciar la imaginación y la creatividad consiste en observar y tomar notas, observar y escuchar, observar y sentir (dejar que las emociones fluyan). Lo mejor es que estés solo (o que tu compañía esté en el mismo plan) y que no te aceleres, es decir, que no te sientes frente al computador antes de estar seguro de que ya tienes la historia en la cabeza.

En otras palabras, usa tu imaginación y tu creatividad, inventa, interpreta. Toma lápiz y papel y ve creando tu historia paso a paso: define la idea básica, los personajes (principalmente, a tu protagonista y al antagonista), el conflicto, el contexto, el héroe, el punto bisagra y el final, con la moraleja (la lección, el aprendizaje que nos deja) incluida. No importa cuánto te demores.

Pueden ser uno o dos días, quizás una semana. No importa. Si es pertinente, lee acerca del tema que versará tu historia, lee textos similares al que deseas escribir, mira películas o escucha canciones que cuenten historias parecidas. Cocina, ordena tu cuarto, sal al centro comercial a pasear, haz mercado; mientras, tu cerebro irá creando e imaginando la historia.

Lo que importa es que cuando estés frente al computador en tu cabeza la historia esté terminada para que solo sea cuestión de transferirla al papel. Algo crucial: una vez comiences a escribir, no significa que el proceso creativo haya terminado, que no requieras más de la imaginación. Son indispensables de principio a fin, aun si eres un experto con experiencia.

¿Difícil? Quizás al comienzo sí lo sea, mientras adquieres el hábito, mientras desarrollas el método. La clave está en la práctica: recuerda que se trata de una habilidad y que, por lo tanto, cuanto más practiques, mejor lo harás cada vez. Por supuesto, requieres paciencia porque como menciono con frecuencia no es magia y solo tú sabes cuándo estás listo.

La imaginación y la creatividad son como un músculo: si las ejercitas adecuadamente, si llevas a cabo la rutina adecuada, se potenciarán, rendirán más, te brindarán mayores posibilidades, serán más recursivas. ¿Qué hacer para ser más creativo, para tener más imaginación? No hay una respuesta correcta: solo tú, a partir del autoconocimiento, puedes determinarlo.

Un secreto final: la imaginación y la creatividad son el antídoto contra el vaivén de las emociones, que son duendecillos traviesos que nos enredan. Lo fundamental es que aprendas a tener el control, que utilices los recursos que la vida te proporciona, que seas consciente de las acciones que realizas. El resto lo harán la constancia y la disciplina, la bendita práctica.

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Cuando quieres escribir como ‘profesional’, pero eres un ‘amateur’

Desde la niñez, a todos los seres humanos nos programan para que seamos los mejores en todo lo que hagamos: el estudio, el trabajo, las relaciones, los negocios o, inclusive, en los pasatiempos. No basta con disfrutarlo, no basta con sacar algún provecho: tenemos que ser los mejores. El resultado es que esta creencia se convierte en el principal obstáculo, uno a veces insalvable.

Una de las experiencias más tóxicas a las que el ser humano se somete es aquella de asumir la vida como una competencia. Sí, esa mentalidad de “tienes que ser el mejor, el número uno”. Por supuesto, casi nunca logramos ese objetivo. Quizás en alguna actividad, sí, pero no en las demás. Entonces, el resultado es que nos frustramos, nos autoflagelamos, nos llenamos de resentimiento.

Lo peor, sin embargo, es que nos convencemos de que somos unos perdedores. Dejamos que el miedo nos invada, permitimos que la mente se llene de pensamientos tóxicos y negativos que, a su vez, condicionan nuestras acciones y decisiones y entramos en una especie de espiral sin fin y la vida se nos convierte en algo insufrible. Entonces, nos rendimos ante la patética sentencia: “¡No puedo!”.

Es algo que vemos con frecuencia en los niños que practican deporte o que realizan alguna actividad artística, como tocar un instrumento musical. Están tan condicionados por aquella idea de ser los mejores, que la mayoría de las veces sucumben a la presión. No porque no sean buenos, porque carezcan de talento o porque no puedan hacerlo mejor, sino porque no están preparados.

Exactamente lo mismo ocurre con las personas que quieren escribir. Comunicarse es una habilidad incorporada en todos los seres humanos. Todos, absolutamente todos, estamos en capacidad de comunicarnos a través del lenguaje verbal (hablar, cantar), del no verbal y del escrito (escribir, pintar). La diferencia, lo sabemos, es que solo algunos desarrollamos esas habilidades.

En otras palabras, algunos desarrollamos unas habilidades y otros, unas diferentes, cuando en realidad deberíamos aprovecharlas todas. Por lo general, desarrollamos aquellas que son necesarias en el ámbito en el que nos desenvolvemos o, de otra forma, solo las desarrollamos cuando son indispensables. La verdad es que siempre son necesarias, siempre son indispensables.

Pero, claro, somos muy hábiles para hacerles el quite, para pasar de agache. Por supuesto, lo más fácil es hablar, entonces desarrollamos parcialmente esa habilidad del lenguaje verbal. Y digo parcialmente porque cuando tenemos que hablar en público, así sean unas pocas personas, o cuando debemos hacer una presentación formal o ir a una entrevista, descubrimos la verdad.

¿Cuál verdad? Que no sabemos comunicarnos bajo presión, en aquellos ambientes o situaciones en las que nos sentimos a la defensiva. Eso, en pocas palabras, significa que aún no desarrollamos esa habilidad, no al máximo. Y si nos referimos al lenguaje escrito, peor. Acaso aprendemos a tomar notas, pero que no nos digan que escribamos una carta, un ensayo o un artículo.

De nuevo, nos enfrentamos a una realidad decepcionante: el dominio que tenemos de esa habilidad es precario. Y, claro, nos vamos por el atajo, por el camino fácil: “¡No puedo!”. Y sí, todos podemos, absolutamente todos. La cuestión, no me canso de repetirlo, es que no sabemos cómo hacerlo, es que no tenemos un método establecido o, peor, tenemos una idea equivocada.

¿Cuál idea? Que debemos escribir perfecto. Y perfecto, lo repito a cada rato, no escribe nadie. Y mucho menos alguien que escribe de manera esporádica, que no tiene un estilo propio, que no ha diseñado un método de trabajo, que no ha determinado una estructura. El problema es que casi todos somos escritores aficionados, pero queremos escribir mejor que un escritor profesional.

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Y, no, así no funciona. Ni para escribir, ni para cualquier otra actividad en la vida. Profesional no es solo aquel al que le pagan por lo que hace, sino especialmente alguien que hace eso todo el tiempo, que todo lo que hace está relacionado con esa actividad específica. Por ejemplo, un deportista: no solo practica su especialidad, sino que va al gimnasio, se alimenta bien, descansa, en fin.

Por mucho que te guste el tenis, por más que practiques una o dos horas tres o cuatro veces a la semana y compitas con tus amigos el fin de semana o en alguna liga o club, jamás llegarás al nivel de Roger Federer o Rafael Nadal. Y no porque carezcas del talento, que seguro lo tienes, sino porque tienes rutina de amateur y ellos son profesionales. Viven para el tenis las 24 horas del día.

Escribir es una habilidad que todos podemos desarrollar, es cierto. Sin embargo, para ser un buen escritor no solo hay que desarrollar la habilidad y practicar constantemente, sino que además debes pagar un precio. ¿Cuál? El de cumplir el proceso. ¿Cuál proceso? El de escribir mal al comienzo y requerir preparación, disciplina, perseverancia y ayuda para aprender a hacerlo bien.

La gran diferencia entre un amateur y un profesional, en cualquier actividad en la vida, radica en que el profesional hace lo que sea necesario para conseguir el objetivo que se propone. Lo que sea necesario. Aunque implique sacrificio y mucho esfuerzo. Aunque signifique renunciar a otras cosas para enfocarse en eso que desea conseguir. Aunque le cueste sudor y lágrimas, muchas lágrimas.

Si en verdad quieres escribir, pero no quieres llegar a ser un profesional, no te exijas como si lo fueras. ¡Olvídate de las benditas expectativas!, a las que me refiero en esta nota. Ser un escritor aficionado no significa, de ninguna manera, estar condenado a ser un mal escritor. Sácate esa creencia limitante de la cabeza, porque es una gran mentira, simplemente una excusa.

Recuerda: hay un buen escritor dentro de ti y solo tienes que hallarlo, activarlo y disfrutarlo. Y tampoco olvides que el talento viene incorporado, pero que además de la habilidad de escribir debes desarrollar estas otras 10, que son complementarias. Lo que sucede es que es más fácil excusarse con el patético “¡No puedo!” que salir de la zona de confort y hacer lo necesario.

Detrás de esa excusa lo que hay es una gran comodidad. Prefieres jugar con el celular, ver una serie en la televisión, dormir una siesta o irte a charlas con los amigos en vez de hacer lo necesario para descubrir, activar y disfrutar el buen escritor que hay en ti. Y, por supuesto, está bien, nadie puede juzgarte por eso, es tu elección y es respetable. Pero, si quieres escribir, debes cambiar tu mentalidad.

Escribir, créeme, es un inmenso privilegio exclusivo de los seres humanos. Ninguna otra especie de la naturaleza puede hacerlo. Además de ser un placer hacerlo bien, escribir es una terapia que nos cura de la mayoría de los males modernos de la humanidad: estrés, depresión, angustia, soledad o miedo. Y, no lo olvides, es una apasionante aventura de creación y de autoconocimiento.

Desde la niñez, a todos los seres humanos nos programan para que seamos los mejores en todo lo que hagamos. A la hora de escribir, sin embargo, ese calificativo de ser mejores no existe, no se aplica. Puedes escribir para ti, sin compartirlo con nadie, sin publicarlo en ninguna parte, solo por el gusto de crear, porque te diviertes, porque es un reto, porque te ayuda a ser tu mejor versión.

Si no desarrollaste la habilidad, si no tienes un método, si no encontraste tu estilo, si no practicas, jamás escribirás como un profesional. Entonces, no te lapides, no te autocensures: acepta el reto, vive la aventura sin prevenciones y comienza a escribir. Es un proceso que exige paciencia y una alta dosis de disciplina, pero las recompensas son maravillosas. ¡No te las niegues, disfrútalas!