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El contexto es la respuesta correcta a la pregunta del millón

Es la pregunta del millón, pero también puede ser la última de un millón de preguntas que las personas se hacen antes de comenzar a escribir un texto: “¿Qué es lo más importante?”. Como podrás imaginarlo, para la pregunta del millón hay un millón de respuestas posibles, en virtud de que nadie, absolutamente nadie, tiene la verdad completa acerca del arte de escribir.

De hecho, no hay una respuesta única, lo cual no significa que sea un tema complejo. Se trata de establecer prioridades, de tomar decisiones, como en cualquier actividad de la vida. Aunque, en este caso hay que considerar algo que con frecuencia se pasa por alto y que, en verdad, es el factor que marca la enorme diferencia entre un contenido de valor y el resto, puro bla, bla, bla.

¿A qué me refiero? Al contexto. Hace años, por allá en las décadas de los 80 y 90, en la época en la que cursé mis estudios universitarios y comencé mi carrera profesional, los profesores y los jefes, además de los compañeros de experiencia, que por lo general eran empíricos, eran enfáticos a la hora de pedirnos contexto en las notas que escribíamos. Nota sin contexto no sirve, era la norma.

Por supuesto, la primera tarea es entender qué es contexto. El portal Definición.de nos dice que “es un término que deriva del vocablo latino ‘contextus’ y que se refiere a todo aquello que rodea, ya sea física o simbólicamente, a un acontecimiento. A partir del contexto, por lo tanto, se puede interpretar o entender un hecho. La clave: información que nos ayuda a entender el hecho.

Wikipedia, mientras, afirma que es el conjunto de circunstancias (materiales o abstractas) que se producen alrededor de un hecho, situación o evento dado, que están fiablemente comprobadas;​ en los testimonios de personas de reputación comprobada por medio de la voz humana, mensaje hablado, escrito, cartas, documentos, libros, periódicos, internet, tv, radio o medios audiovisuales”.

Cuando tú vas a cocinar una paella, por ejemplo, el arroz es solo el comienzo. Es el ingrediente más importante, pero no llegará a ser paella sin el resto de los componentes: pollo, tomate, judías verdes, pimiento, caracoles, aceite, azafrán, romero, sal y agua. Todos estos son el contexto, los que le dan sabor a la paella, los que enriquecen la preparación y la convierten en un plato único.

¿Entiendes? En aquella vieja época, cuando todavía no había llegado la histeria mediática para apoderarse de los medios de comunicación, la calidad del trabajo no era algo que se discutiera: era la premisa fundamental. Y, como mencioné antes, esa calidad estaba determinada por el contexto, por la información adicional que cada periodista, cada medio, estaba en capacidad de aportar.

De hecho, el contexto era el factor diferencial, el que marcaba el estilo del medio y del periodista y el que provocaba que el lector (o televidente, o radioyente) te eligiera a ti y no a la competencia. Sin embargo, la meteórica irrupción de las herramientas tecnológicas y la transformación de los medios en esclavos de la inmediatez acabó con el contexto: dicen que no hay tiempo para eso.

Esta es la razón por la cual hoy, tristemente, la herramienta más poderosa del periodismo es el copy+paste. Cada vez que se produce una noticia importante, todos los medios, absolutamente todos, publican el comunicado oficial sin siquiera cambiarle el título. No agregan nada, no aportan nada, no cambian nada. Se limitan a ser simples cajitas de resonancia, dóciles borregos.

Esta es la razón por la cual, también, el ciudadano común y corriente está tan desinformado: los mensajes que recibe son distorsionados, amañados, tendenciosos. Dado que carecen de contexto, no permiten la interpretación adecuada, la comprensión real y total del hecho en cuestión. Por eso, así mismo, son mensajes de corto vuelo: a las pocas horas expira su vigencia.

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Si tú deseas escribir, bien sea un diario, un blog personal, un reporte de tu trabajo o cualquier otro texto, no solo debes elegir un tema que sea de interés de tu audiencia. También debes establecer una estructura que te permita componer un mensaje poderoso, impactante y, sobre todo, atractivo. El estilo también es importante, así como el tono que eliges para conectar con tu receptor.

Todo esto, sin embargo, no te servirá si te falta el contexto. Ahora, entonces, lo que debes saber es cómo aportar un buen contexto a tu escrito: la clave es más sencilla de lo que crees, pero es muy poderosa. Se trata de responder las siete preguntas básicas (qué, quién, cómo, cuál, dónde, por qué y cuándo), además del ingrediente secreto que le da el toque especial: la moraleja.

Como mencioné en alguna nota anterior, sentarse a escribir es el último paso de proceso. A este punto debes llegar con todo lo necesario, con todas las asignaturas previas aprobadas. Una idea clara del mensajes que quieres transmitir, una estructura coherente y lógica y un final establecido. Pero, también, la información requerida para facilitar la interpretación del hecho, el contexto.

Cualquier noticia, cualquier historia, cualquier relato, tiene un qué, un quién, un cómo, un cuál, un dónde, un por qué y un cuándo. Tu trabajo como escritor consiste en discernir cuáles de estas preguntas son necesarias en el texto que vas a escribir. Es posible que todas, es posible que solo algunas. Eso lo determinas tú, de acuerdo con el mensaje que desees transmitir a tu audiencia.

De la misma manera, tienes que establecer una escala de valor: la jerarquía de esas preguntas, desde la más importante (la imprescindible) hasta la de menor relevancia o la que es suprimible. La clave del contexto se puede resumir en una pregunta: ¿qué provocó que se produjera ese hecho en particular? Una vez tengas la respuesta correcta, puedes sentarte a escribir. No antes.

Para entender la importancia del contexto basta este ejemplo: tú, como persona, eres producto de las acciones y de las decisiones que tomaste en el pasado. En tu niñez, en la adolescencia, hace 5 años y en la mañana de hoy. Así mismo, el contexto de tu vida está determinado por tus creencias, por tus principios y valores, por tus aficiones, por lo que lees, por las personas de las que te rodeas.

Es imposible entenderte o valorarte sin ese contexto, sin esos hechos y circunstancias que te han marcado, que han dejado huella en ti, que te han brindado aprendizajes valiosos. Los negativos y los positivos, los que significaron éxitos y también los fracasos, los que tú elegiste o los que estaban fuera de tu control, no importa. Todos, sin embargo, componen el contexto de tu vida.

Ah, antes de que me olvide: la moraleja, la carta secreta. Así como el contexto es el que ubica tu historia o tu texto (mensaje) en un espacio, en un tiempo, en unas circunstancias determinadas, es la moraleja la que nos permite dar la conclusión, la lección que quieres transmitir. Es el recurso que le pone la frutilla al pastel. Es la otra cara del otro sello de calidad de tu escrito, de tu estilo.

Esta la pregunta del millón, pero también puede ser la última de un millón de preguntas que las personas se hacen antes de comenzar a escribir un texto: “¿Qué es lo más importante?”. Al escribir un texto, sin importar el formato o el medio a través del cual lo vas a transmitir, me la juego una y mil veces por el contexto: es la diferencia entre un contenido de valor y el resto, puro bla, bla, bla.

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