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5 acciones efectivas para enseñarle a tu cerebro a inspirarse

El ser humano, desde siempre, utilizó la imaginación para justificar, para racionalizar, aquello que le resulta incomprensible. O de lo que, en ese determinado momento, no encuentra una explicación. Ese es el punto de partida de los miedos que lo acosan, de los mitos que se transmiten de generación en generación y de las fantasías que alivianan sus cargas.

Así, por ejemplo, muchas personas están convencidas de que su destino ya está determinado y de que su tarea en este mundo es cumplirlo sin excusa. Es decir, seguir al pie de la letra el libreto que alguien (no sabe qué o quién es, o dónde está) escribió para ellas. Son creencias que se alimentan con el acervo cultural y con las enseñanzas de las distintas religiones.

Versiones, verdades a medias que se transforman en certezas por la fuerza de la repetición. Las decimos tantas veces, que el cerebro termina por creerlas, por darles crédito. Y, entonces, las utiliza con frecuencia para darnos una salida cuando la vida nos lleva por un callejón sin salida o cuando vemos la luz al final del túnel, pero seguimos atrapados en su interior.

Uno de los ejemplos clásicos de esta situación es la tal inspiración. Que si bien en los últimos tiempos de nuevo se puso de moda, anda por ahí con sus travesuras desde el siglo VIII a. C. Los que hablaron de ella fueron los griegos clásicos, maestros de la creatividad, de la imaginación, de la fantasía. A través de sus relatos, la inmortalizaron y hoy es todo un mito viviente.

Entre otras razones, porque múltiples creativos famosos, de la pintura, de la música y de las letras, principalmente, se refirieron a ella. Algunos de ellos, inclusive, le pusieron nombre. Así, por ejemplo, Salvador Dalí dijo que su esposa Gala lo inspiraba, mientras que el poeta Dante Alighieri señaló a Beatriz, una joven de la que se enamoró cuando solo contaba 9 años.

De hecho, cuenta la historia, cuentan las historias, en muchas ocasiones esas musas no eran exclusivas. ¿Eso qué significa? Que la misma musa inspiraba a varios artistas. Es el caso de la modelo francesa Fernande Olivier, una de las musas del pintor español Pablo Picasso, que también trabajó con otros artistas. Algunas, inclusive, luego se convirtieron ellas en artistas.

Las musas son figuras clave en la mitología griega y desempeñaron un papel fundamental en la inspiración de los artistas y poetas de la época. Son nueve divinidades a las que se consideraba las protectoras de las artes y las ciencias, y se creía que eran las fuentes de la creatividad y el conocimiento. Según la leyenda, cada una se asociaba con un arte o una ciencia en particular:

1.- Calíope, la musa de la poesía épica.
Era la más importante, la líder del grupo. Era la que inspiraba a los poetas, los que narraban las batallas, las grandes gestas y las hazañas de los héroes. Se creía que otorgaba el don de la elocuencia y, además, que proporcionaba la habilidad de contar historias magistrales.

2.- Clio, la musa de la historia.
Era la inspiradora de historiadores y cronistas. Se le atribuye la creación de la historia como disciplina. Se dice que la buscaban para que los iluminara en la tarea de contar los sucesos y preservar la memoria. Otorgaba el don de la objetividad y la capacidad de investigar.

3.- Erato, la musa de la poesía lírica y amorosa.
Su nombre significa ‘la amante’ y era muy demandada a la hora de escribir poemas para transmitir sentimientos manifiestos o pasiones ocultas. Se la consideraba la musa del amor y su influencia era fundamental para crear poemas y desencadenar el éxtasis emocional.

4.- Euterpe, la musa de la música.
Su nombre significa ‘la que deleita’ y era representada por una flauta o una lira. Por supuesto, era la inspiración de músicos, compositores y cantantes, y fuente de creatividad. Reza la tradición que ayudaba a los autores a encontrar la armonía y el ritmo en sus composiciones.

5.- Melpómene, la musa de la tragedia.
Relacionada con el arte dramático, un pilar de la cultura griega. Su nombre significa ‘celebrar el canto’ y era representada por una máscara trágica, una corona de hiedra o un báculo. Era la fuente de creación de obras llenas de emociones y conflictos en las artes escénicas y el teatro.

6.- Polimnia, la musa de la poesía sagrada y la retórica.
Se representaba con un velo en la cabeza y sostenía un libro o un rollo de papiro. Su nombre significa ‘la de muchos cantos’. Además de la poesía y la retórica, extendía su influencia a la meditación y la contemplación, al inspirar la reflexión profunda y la búsqueda de la verdad.

7.- Talía, la musa de la comedia.
En la cultura griega, la comedia era una forma de entretenimiento muy valorada. Se la representaba con una máscara cómica en su mano y se la relacionaba con la alegría y el humor. Otorgaba el don de la risa y brindaba ideas ingeniosas. Era la preferida del pueblo.

8.- Terpsícore, la musa de la danza y la poesía coral.
Es una de las musas más conocidas y veneradas de la cultura griega, dado que la danza era un pilar de la sociedad. Estaba presente en ceremonias religiosas, festivales y eventos sociales. Se creía que su presencia inspiraba la gracia y la belleza en cada movimiento y palabra.

9.- Urania, la musa de la astronomía y la astrología.
Se la representaba con un globo terráqueo y una vara celestial, simbolizando su dominio sobre los cielos y las estrellas. En la cultura griega, la astronomía y la astrología eran disciplinas muy valoradas. Se creía que los astros ejercían clara influencia en el destino de los seres humanos.

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Cuenta la historia que los artistas y poetas rezaban a las musas antes de comenzar su trabajo, a la espera de recibir su guía y apoyo en la búsqueda de la perfección artística. Una creencia que, sin duda, se mantiene hoy. Además, se consideraba que la relación entre musas y artistas era una conexión directa con lo divino y que el artista inspirado trascendía lo mundano.

Los artistas griegos asumían las musas como personales, como fuente de inspiración individual y única. Las buscaban constantemente, en procura del don de la creatividad. Cada artista tenía su propia musa a la que adoraba y buscaba en su proceso creativo. Eran guías y mentoras en el arte que ayudaban a los artistas a alcanzar nuevas alturas en su trabajo, un nivel de excelencia.

Lo cierto es que de la Antigua Grecia hasta la modernidad, en plena era de la tecnología, de la comunicación y del conocimiento, en la era de la inteligencia artificial, las musas se dieron mañas para perdurar. El simbolismo de estas diosas griegas ha sido retomado en diversas expresiones artísticas y culturales en el siglo XXI, inclusive en actividades cotidianas.

Es decir, las musas ya no son un privilegio de los artistas, sino que, dice la leyenda, son invocadas por cualquiera. Hoy, la búsqueda de inspiración y creatividad se asocia con la presencia de una musa que guía al autor en su proceso creativo. Además, la figura del mentor o la de cualquier otra entidad superior se conecta con la inspiración, como padres o ídolos.

Si sigues con atención mis publicaciones en canales digitales, sabrás que no creo en la tal inspiración. Es decir, no tengo musas. Sí, efectivamente, como en el caso de cualquier ser humano común y corriente, hay algunos disparadores que me motivan, que prenden la chispa creativa, que activan la imaginación. Sin embargo, para nada se parecen a las musas griegas.

¿Entonces? Según el diccionario, la inspiración es un “estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia”. Una definición que, por supuesto, se queda corta porque no se limita a los ámbitos del arte o de la ciencia, sino que está presente en todas y cada una de las actividades de la vida cotidiana. En el deporte, en la cocina, en el estudio y hasta en las relaciones.

Nunca está de más una pizca de inspiración, que no es más que un chispazo que se origina en tu cerebro y te proporciona una salida genial al problema, situación o dilema que enfrentas. Lo que es importante entender es que la inspiración está en ti, sale de ti. Es opuesto a lo que pensaban en la Antigua Grecia, en el sentido que creían que la inspiración llegaba del exterior.

El mito de las musas griegas, además, nos dice que estas se presentaban solo ante algunos elegidos, pero hoy sabemos que los seres humanos, absolutamente todos, nos inspiramos. Lo que nos diferencia a unos de otros es que solo unos pocos sabemos activar ese chispazo, ese rayo de luz que ilumina el proceso creativo. Los demás, la mayoría, siguen a la espera de las musas.

Estas son algunas de las acciones sencillas que he descubierto potencian mi inspiración:

1.- El descanso. Cuando tu cerebro está acelerado, cuando está agotado, es como un bulto de anzuelos. Se le dificulta encontrar la respuesta adecuada, se confunde, no tiene claridad. Un buen descanso (que no solo significa dormir) le ayudará a recuperar su potencial máximo

2.- El aprendizaje continuo. Lo maravilloso del cerebro es que jamás se llena, jamás se cansa de aprender. Es más: disfruta del aprendizaje, le encanta adquirirlo. Cuanto más aprendas, cuantas más habilidades desarrolles, más opciones de respuesta le darás a tu cerebro

3.- La lectura y la música. Las dos están estrechamente ligadas tanto al aprendizaje como a la memoria, son fuente ilimitada de recuerdos. Y es a estos, a los recuerdos, a las historias que encierran los libros y las canciones, que recurre tu cerebro cuando requieres inspiración

4.- La paz mental. Parecida a la primera, pero distinta. ¿Por qué? Porque no se refiere al órgano como tal, sino al estado de ánimo, a las emociones que experimentas en ese momento en especial. Cuanto más tranquila y clara esté tu mente, mejores serán las ideas que crees

5.- La naturaleza. Que, supongo lo sabes, es mágica. Siempre nos sorprende y nos maravilla con sus creaciones. El canto de los pájaros, la majestuosidad del paisaje, la flora o los atardeceres son fuente inagotable de inspiración. Naturaleza y soledad, una fórmula infalible

La gran enemiga de la inspiración es la rutina. Hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos. Hay que romper el círculo, hay que quebrar las leyes de lo establecido y darse permiso de hacer algo diferente. En el proceso, tu cerebro aprende a inspirarse. No lo olvides: la inspiración está en ti, sale de ti; allá tú si prefieres seguir en la Antigua Grecia…

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¿Qué sí y qué no es un ‘copywriter’? Claves para ser uno bueno

Para algunos, se trata de una moda, de algo que llegó recientemente al mercado. Ahora, abres tu navegador y encuentras una multitud de avisos que te invita a convertirte en copywriter. De hecho, la gran mayoría de esas propuestas te promete fórmulas sencillas y efectivas para ganar “miles de dólares desde tu casa”. Una carnada atractiva que, tristemente, muchos muerden.

Ser copywriter es un oficio interesante y hasta divertido si sabes a ciencia cierta en qué te metes. Porque, si te dejas llevar por lo que dice el mercado, si no marcas un límite, si no defines los productos o servicios que vas a ofrecer, te vas a meter en un gran lío. ¡Te lo garantizo! Porque en el mercado existe la concepción de que el copywriter es algo más que una fina navaja suiza.

Hay una de ellas que, por ejemplo, tiene 40 herramientas y más de 50 servicios. Sirve prácticamente para todo lo que necesites en casa. Y eso, justamente eso, es lo que esperan algunos clientes de ti cuando eres copywriter: que lo hagas todo (aquí, el prácticamente sobra). Que escribas, seas experto editar y producir videos, actúes como community manager y más.

También quieren que escribas su emails, hagas su hoja de vida y, “si te queda un tiempo”, que les corrijas el informe que tiene que presentar en su trabajo. Ah, y algo muy importante: que cobres bien barato, porque “te estoy haciendo el favor de contratarte a ti y no a otro”, argumentan. Y ni se te ocurra apagar el celular, inclusive el fin de semana o en la noche, “por si te necesito para algo”.

En el pasado, hace no muchos años, un copywriter estaba condenado a trabajar en una agencia de publicidad. En ningún otro lugar había cabida para él. Los que eran buenos de verdad en el oficio, entonces, tenían una buena remuneración y se hacían de un prestigio. Hoy, sin embargo, en esta era digital que lo cambió todo y que nos obliga a transformarnos, a adaptarnos al nuevo entorno.

Que nos exige aprender más, desarrollar nuevas habilidades y saber un poco de todo, aunque sea tan solo lo básico. Hoy, para las empresas, para los negocios, la prioridad es ser visibles en internet, conseguir un buen posicionamiento en los buscadores y estar en capacidad de interactuar con su audiencia o, cuando menos, de responder los comentarios en redes sociales.

El problema, porque siempre hay un problema, es que se concibe que el trabajo del copywriter se circunscribe a estas labores, además consideradas menores, pero se espera que su trabajo se traduzca en ventas. Sí, que las publicaciones en Facebook, Instagram, Tik-tok o Twitter no solo atraigan clientes potenciales, sino que muevan la caja registradora. ¡Es lo único que importa!

Es este, entonces, cuando conviene aclarar algunos puntos que están confusos: ¿qué no es un copywriter?

1.- No es el genio de la botella.
Es decir, no es que frotas una botella, aparece un genio con poderes extraordinarios y te concede algunos deseos. El valor de un buen copywriter está no solo en su experiencia, sino en su especialización. Es decir, no puede ser un todero, no debe ser un todero, no puedes esperar de él que haga todo lo que se requiere en el ecosistema digital. Él es un especialista, tenlo en cuenta.

2.- No es un vendedor más.
Los textos persuasivos, por muy bien escritos que estén, por más que estén enfocados en las necesidades de tu cliente potencial, no venden por sí mismos. Este contenido está diseñado para llamar la atención de tu audiencia y generar su curiosidad, pero lo que realmente vende, lo único que vende, es la calidad del marketing que tú puedas hacer, las estrategias que desarrollas.

3.- No es un community manager.
La gestión de las redes sociales es una de tantas especialidades requeridas hoy en el entorno digital, pero no necesitas un copywriter para esta labor. Sería comprar un lujoso Maserati para transitar a 30 km/h en medio de los atascos del tráfico de nuestras ciudades. Es decir, un total desperdicio. Aprovecha su talento en algo que valga la pena, tanto para él como para ti.

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4.- No es un diseñador gráfico.
Quizás, en especial si es un nativo digital, tu copywriter sepa grabar, producir y publicar videos o, también, maneje Canvas y pueda crear algunos post para tus redes sociales. Sin embargo, no asumas que es un diseñador gráfico, no exijas que cree piezas publicitarias más elaboradas, porque ese no es su trabajo. Como dicen en la calle, “cada loco con su tema”.

5.- No es una secretaria.
Que conste que no tengo nada en contra de las personas que desempeñan ese noble oficio. Sin embargo, ser copywriter es algo distinto. Un copywriter te puede corregir un texto, eventualmente te orienta en la redacción de un informe, pero su trabajo no es ese. Su tarea consiste en generar contenido para nutrir y educar a tu audiencia, en generar confianza y credibilidad; no lo olvides.

Ahora, veamos la otra cara de la moneda: ¿qué sí es un copywriter?

1.- Es un escritor profesional.
Como tal, su trabajo merece respeto y, además, tiene derecho a cobrar lo que le parezca, lo que cree que valen sus servicios. Otro tema es si tú decides pagar por eso, pagar esa tarifa. Un copywriter es alguien que siente pasión por la comunicación y el lenguaje, un oficio que demanda dedicación, esfuerzo y, algo muy importante, continuo aprendizaje.

2.- Es un creativo.
Es decir, no es una máquina, tampoco es un robot. Tiene buenos días y otros malos, momentos de lucidez y otros, de dificultad. Necesita un buen ambiente para desarrollar su creatividad, para producir bien. Además, y esto es algo que muchos omiten, necesita tiempo. Está capacitado para trabajar bajo presión, siempre y cuando esa presión no se convierta en un obstáculo creativo.

3.- Es un compañero de equipo.
Eso significa que necesita ayuda, tu ayuda, para realizar un buen trabajo. Instrucciones claras y precisas, material de referencia y de apoyo, una retroalimentación positiva y constructiva. Si quieres que el trabajo un copywriter dé los resultados que necesitas y esperas, tu acompañamiento, asesoría y guía son imprescindibles. Consiéntelo, no te arrepentirás.

4.- Es tu puente con el mercado.
Hoy, la clave del éxito de tu negocio o empresa radica en tu capacidad para comunicarte con el mercado, para conectar con tus clientes y atender sus deseos. Para ello, necesitas conocer cómo son, qué quieren, cuál es su dolor, con qué sueña. Hay muchas formas de conseguir esa información, pero ninguna mejor que un buen contenido de interacción.

5.- Es tu mejor aliado.
Por si no lo sabías, todos, absolutamente todos los referentes del mercado, en cualquier industria que investigues, tienen detrás un buen copywriter. ¿Por qué? Porque saben que su posicionamiento y visibilidad, la confianza y credibilidad que les brinda el mercado, surge del contenido de calidad que este produce. Detrás se cada caso de éxito hay un copywriter.

Ser copywriter está de moda, pero no es una moda. Es uno de los oficios más antiguos del mundo, uno que siempre ha estado presente en el marketing, uno que muchas veces representa la cara oculta del éxito de una empresa, empresario o emprendedor. Si logras entender cuál es la naturaleza de su trabajo, lo apoyas y lo arropas adecuadamente, él te ayudará mucho.

Un último apunte: si eres periodista o comunicador, si te apasiona escribir y comunicar mensajes, si sueñas con ser copywriter, solo puedo decirte que nunca hubo un mejor momento que este para comenzar, para darte a conocer en el mercado. La clave, en todo caso, es no ser uno más de tantos que ya hay, sino uno bueno de verdad que pueda aportar valor al mercado, a sus clientes.

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