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5 verdades del SEO que los expertos nunca te contarán (no les conviene)

Mi relación con el SEO (Search Engine Optimization) es poco menos que tormentosa. Podría decir que es hasta tóxica y también que hay una notoria incompatibilidad de caracteres. No estamos hechos el uno para el otro, sin duda. De hecho, siempre tuve mis reservas acerca de esta estrategia y cada día la brecha se aumenta porque sus mentiras quedan al descubierto.

En honor a la verdad, las mentiras que nos dicen los consultores SEO, una de tantas especies que coexisten en el ecosistema digital. Que aunque son de aparición reciente, tienen ínfulas de haber sido los creadores de esta maravilla que es internet, tratan de convencernos de que solo hay una forma de lograr los objetivos en la red. Sin embargo, sabemos que no es así.

Comencé a publicar en internet por allá en 1997, cuando internet no era lo que es hoy, cuando todavía no existía Google y, por supuesto, no se habían inventado este esperpento del SEO. En esencia, se trata del conjunto de acciones destinadas a conseguir un mejor posicionamiento en la lista de resultados de los buscadores, especialmente en Google y Bing, padres de la criatura.

El buscador de Google surgió en 1998 y fue a mediados de los años 2000 cuando los buscadores decidieron establecer una serie de normas destinada a ranquear las publicaciones. Era tal el volumen de contenido que se subía a la red, en muchas ocasiones con contenido mediocre, que era muy difícil filtrar el que realmente era bueno, interesante para el usuario.

Un problema que se incrementó con la aparición de las redes sociales (de 2004 en adelante) y la proliferación de blogs (en ese entonces, la mayoría, gratuitos por cuenta de Google). La búsqueda en la web se transformó en una carnicería, una canibalización feroz. La solución fue la irrupción de las famosas arañas web, que en teoría seleccionan los mejores contenidos.

Como muchas otras herramientas, recursos y estrategias de internet, el SEO comenzó pegando duro, pero poco a poco se ha desdibujado, al punto de entrar en contradicción con su esencia. ¿Por qué? Porque la promesa del SEO era favorecer el posicionamiento orgánico, aquel en el que no se contempla el pago de publicidad: es el tráfico que llega a tu web de buena voluntad.

El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que con el tiempo el concepto se degeneró, el SEO poco a poco ha perdido su esencia y, lo peor, hay varios cortocircuitos. ¿El principal? Que la realidad, la cruda y dura verdad, es que para aparecer en los primeros lugares de las listas de los buscadores hay que PAGAR publicidad. ¿Lo sabías? Sí, hay que PAGAR.

El SEO, en palabras simples (para no caer en la trampa de los expertos) nos pide dos acciones. Una, la que contempla la optimización de la url, las benditas palabras clave, los enlaces internos y externos, la optimización de las imágenes y estrategias que definen la estructura. ¿Cuáles? El título, los subtítulos y recursos útiles, pero prostituidos, como las viñetas.

El problema es que si bien todo esto sirve para posicionarse, va en contra de uno de los objetivos claves de la publicación de contenido en internet: la diferenciación. ¿Por qué? Porque lo que el caprichoso algoritmo de Google exige es que todos los contenidos se uniformicen, estén cortados por la misma tijera. Entonces, chau diferenciación.

Además, y supongo que concuerdas conmigo, nada más aburrido que leer textos que tengan exactamente la misma estructura, que tengan las mismas palabras clave, los mismos recursos. Y nadie, absolutamente nadie (salvo, quizás, un fanático experto en SEO), de modo consciente lee un texto analizando palabras clave y comprobando si se cumplió con lo establecido.

¿O sí? Cuando hay un tema que te interesa y lo lees, ¿reparas cuáles son las palabras clave? ¿Te fijas en si tiene viñetas? ¿Te preocupa si no tiene títulos H3? No, claro que no. Lo que a todos (a excepción de los expertos en SEO y a Google) nos interesa es la calidad del contenido, la valiosa información que el autor nos comparte y si eso nos sirve de alguna manera.

Por eso, justamente por eso, en mis escritos privilegio el otro componente del SEO, del que los expertos no te hablan porque no pueden ponerlo en práctica: la LEGIBILIDAD. ¿Sabes qué es? Es la estructura de la escritura que facilita la comprensión y proporciona agrado al leer un texto. Es decir, que cualquier persona lo entienda, lo disfrute, que quiera leer más contenido.

La legibilidad es la característica que distingue a los buenos escritores del resto (por eso, los expertos en SEO la menosprecian). Todos los seres humanos estamos en capacidad de escribir, inclusive de escribir bien, pero solo unos pocos podemos encantar a nuestros lectores. Y no es un don especial, ni magia o algo por el estilo: es trabajo, trabajo y más trabajo. ¡Solo eso!

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Por supuesto, también es observar, aprender y practicar mucho. Conocer a tu público objetivo y tener la capacidad de adaptarte a nuevos públicos (lectores) y a diferentes temas y formas de narración. La legibilidad, y esto es lo mejor, es una habilidad. Eso significa que cualquiera la puede aprender. Y, como ya lo mencioné, es la que te permite conectar con tus lectores.

Ahora que ya está claro qué es esto del SEO, veamos cuáles son las cinco verdades (o mentiras, como lo prefieras) que nunca te contarán los expertos (porque no les conviene):

1.- El SEO es una estrategia a largo plazo.
¿¡Plop!? Es algo que pocos saben. Google privilegia la consistencia, es decir, aquello que estás en capacidad de repetir sostenidamente a largo plazo. Y si te creíste la mentira de que el SEO te ayudará a vender, no puedes esperar. Sin embargo, hay algo que vale la pena decir: no solo el SEO: todas las estrategias en marketing requieren tiempo, lo que implica también paciencia.

¿Cuánto tiempo? Nadie puede determinarlo. Depende de cuánto contenido publicas cada semana, de la calidad de ese contenido y, por supuesto, de la consistencia de tu estrategia. Si en cada artículo pruebas algo distinto, si no hay una estructura clara, te demorarás más. Tampoco se trata de publicar todos los días: recuerda que Google todo lo ve.

2.- A la corta o a la larga, tendrás que pagar.
Esta es una de las mentiras de los expertos (consultores) SEO: ¡ellos pagan publicidad para aparecer en los primeros lugares de las búsquedas! Lo hacen, precisamente, porque necesitan resultados rápidos, porque no tienen tiempo para esperar que la estrategia orgánica funcione. Y tú tampoco puedes hacerlo: si tienes un negocio, necesitas comenzar a vender pronto.

La realidad, simple y llana, es que cualquier negocio que desee prosperar no puede limitarse al tráfico orgánico (gratuito). Google y las redes sociales crearon los odiosos algoritmos para que nos veamos en la necesidad de pagar publicidad para conectar con las personas correctas, las que requieren lo que ofrecemos, las que están dispuestas a pagar por eso. Esa es la verdad.

3.- Visibilidad no es igual a más ventas.
“Si eres más visible, tendrás más prospectos; si tienes más prospectos, venderás más” es una de las frases de batalla de los expertos en SEO. ¿Y sabes qué? Es una MENTIRA. Entiende que muchas de las personas que hacen clic en un enlace en la web no van a comprar porque solo están en plan de curiosos, de averiguar acerca de un producto o un servicio, de una empresa.

Además, entre el punto A (que el prospecto te encuentre en internet) y el punto B (que te compre) hay un largo camino lleno de dificultades. Si logras llamar su atención y llevarlo a tus propiedades digitales (blog, landing page o carta de ventas) tendrás que cumplir con la etapa de nutrición, de generar confianza y credibilidad, de exhibir una propuesta de valor única.

4.- Los robots nunca te van a comprar.
¿Conoces alguna empresa, negocio, emprendedor o consultor SEO al que le haya comprado un robot? ¿Al que le haya comprado el algoritmo de Google o Facebook? Nadie, absolutamente nadie le ha vendido a un robot. Y nunca lo hará, claramente. Entonces, ¿qué sentido tiene que trabajes tus estrategias con el fin de satisfacer a un algoritmo? Recuerda: no te va a comprar.

Sin embargo, y como dice mi buen amigo y mentor Álvaro Mendoza, “hay que darles carnecita a los buscadores”. ¿Eso qué significa? Que sin hacer estrictamente lo que los expertos SEO predican, hay que saber qué parte de la estrategia te conviene y, sobre todo, te sirve (es decir, te da resultados) para posicionarte. Es resto, simplemente, deséchala. Es lo que yo hago.

5.- El SEO apunta a lo racional; la venta, a lo emocional.
Estrechamente relacionado con el punto 3. La decisión de compra es la respuesta a un impulso emocional (o a una emoción) que luego justificamos de manera racional (es decir, con lógica). Sin embargo, si tus estrategias de venta, si tus contenidos, apuntan a lo racional, lo más probable es que NO vendas. La razón siempre encontrará obstáculos, tendrá sus motivos.

Una de las razones por las que el contenido NO vende es porque su tarea consiste en persuadir, en atacar las emociones de tu cliente potencial y llevarlo a que ejecute la acción que tú requieres de él. Que, no sobra recordarlo, no siempre es que compre. El SEO no se traducirá en ventas porque apunta a la lógica, a la razón, a esa parte de ti que genera resistencia.

Un último apunte: otra de las mentiras que nos dicen los consultores SEO es que la gente no lee (lo que en realidad significa que ellos NO saben escribir) y, por eso, abogan por los textos cortos. La verdad es que Google privilegia los contenidos de más de 1.500-2.000 palabras que, por supuesto, tengan calidad (sean LEGIBLES) y cuyo contenido aporte valor al lector.

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¿SEO o no SEO? He ahí el dilema: cómo sobrevivir sin caer en la trampa

¿Cuándo fue la última vez que un robot te compró un producto/servicio? ¿En el último año, qué porcentaje de tus ventas correspondió a compras realizadas por un robot o un algoritmo? ¿Qué peso tienen en tus ingresos las compras que Google te hace? Estas preguntas, que a alguno le podrán parecer locas o fuera de contexto, surgen de uno de los mitos más grandes del marketing.

¿Cuál? Que venderás más si apareces en los primeros puestos de las búsquedas de Google. Es una de tantas mentiras que se vistieron de verdad de tanto repetirlas. Sin embargo, no deja de ser una mentira. Porque, y asumo el riesgo de equivocarme y verme en la obligación de rectificar, ninguno de los emprendedores que conozco le ha vendido a un robot o a un algoritmo. ¡Ninguno!

El tema del SEO (Search Engine Optimization, en inglés) se ha convertido en una discusión bizantina y en uno de los debates más inoficiosos del marketing. Y, también, en una camisa de fuerza y una creencia limitante cuando hablamos de copywriting, de generación de contenido. De hecho, hay fieles seguidores/defensores del SEO y, en el otro extremo, furibundos detractores.

En esencia, el SEO es el conjunto de acciones destinadas a mejorar el posicionamiento de una web en la lista de resultados que ofrecen los distintos buscadores y motores de búsqueda, en especial, Google. La premisa básica es que cuanto más visible seas, cuanto más arriba aparezcas, mayor será el impacto que obtengas y mayores serán las posibilidades de que generar tráfico orgánico.

Comencé a producir contenido escrito para internet en 1997, antes de que Google surgiera (apareció el 4 de septiembre de 1998). La irrupción del concepto de SEO no es fácil de establecer, pero sí es claro que no ocurrió antes de 2004 y se demoró unos años en posicionarse. Es decir, por varios años, fue posible publicar en internet sin necesidad de atender los caprichos del algoritmo.

Desde el punto de vista positivo, el SEO llegó para ayudar a los usuarios a encontrar más rápido el contenido confiable y de calidad. Hasta ahí, muy bien. Sin embargo, como suele suceder, no pasó mucho tiempo antes de que esa idea original se distorsionara y el SEO se convirtiera en lo que es hoy: una odiosa y caprichosa dictadura. Que, valga decirlo, cada día recibe menos atención.

El problema, porque siempre hay un problema, es que muchas personas y empresas se dieron a la tarea de seguir al pie de la letra el libreto del SEO para aparecer en los primeros lugares de las búsquedas. Artículos cortos, frases cortas, enlaces externos, palabras clave, intertítulos, títulos llamativos, viñetas, optimización de las URL e inclusión de metadatos, entre otras acciones.

Todo, bajo la premisa, bajo la promesa, de que aparecer en los primeros lugares de las búsquedas no solo garantizaba un alto tráfico orgánico cualificado, sino que a corto plazo de traducía en ventas. Y no fue así. Aun hoy, si realizas una búsqueda sencilla, una noticia o la biografía de algún personaje, verás que casi nunca el buen contenido aparece en los primeros puestos de la lista.

Primero, porque aparecieron los links pagos, es decir, empresas que pagan por aparecer en esos lugares de privilegio. Segundo, porque el robot de Google, su odioso y caprichoso algoritmo, no es tan inteligente para discernir lo que en realidad está bien escrito de aquello que simplemente sigue las pautas establecidas. ¿Entiendes? Tristemente, Google pesca mucho contenido basura.

Tercero, porque al contrario de lo que se pretendía, la dictadura del SEO uniformó la presentación de los contenidos, los cortó a todos con la misma tijera, en vez de diferenciarlos, de seleccionar a los verdaderamente buenos. Esto, además, disparó el patético copy+paste: puedes hallar 2, 3 o 5 artículos exactamente iguales, sin poder determinar cuál es el original. ¡Auchhh!

Confieso, con un poco de rubor, que aún no termino de entender el SEO y, la verdad, no quiero entenderlo. La calidad de mi contenido no está determinada por las palabras clave, por los intertítulos (casi nunca lo uso), por los enlaces externos o por los metadatos. Mi SEO, que es muy efectivo y genera un impacto positivo, se basa en un concepto que ningún robot puede ofrecer.

CGCopywriter

¿Sabes a qué me refiero? A la empatía, a despertar emociones y activar la imaginación. Lo aseguro por la experiencia de tantos años publicando en internet sobre temas tan variados como deportes (fútbol, golf, tenis, patinaje, bolos), marketing, marketing inmobiliario, espectáculos o desarrollo personal, entre otros. Este SEO, mi SEO emocional, funciona muy bien en todos estos campos.

Por supuesto, utilizo algunas palabras clave, con frecuencia incluyo enlaces externos y sigo unas pocas más recomendaciones del SEO. Como dice mi buen amigo y mentor Álvaro Mendoza, el director de MercadeoGlobal.com, “hay que darles carnada a los buscadores”. Sin embargo, el contenido que producimos para su blog y para el mío está soportado en el SEO emocional.

Y mal no nos va. Jamás, un cliente o un lector se quejó por la falta de metadatos, porque no pudo identificar las palabras clave, porque la extensión era mayor de la recomendada o porque no se utilizaran intertítulos. En cambio, afortunadamente, sí recibimos una retroalimentación positiva, y muy valiosa, por la calidad del contenido, por la utilidad del contenido, por el tono humano del contenido.

Porque de eso se trata, al fin y al cabo, ¿cierto? De que el marketing consiste en establecer una relación a largo plazo que redunde en un intercambio de beneficios entre dos seres humanos. Que en el medio haya máquinas, robots, algoritmos u otras maravillas de la tecnología está bien. Sin embargo, la clave del éxito, el poder del impacto que podemos provocar radica en la empatía.

La tecnología es increíble, necesaria, pero jamás, no hoy, ni en el futuro, podrá emular o superar el impacto de las emociones, de la identificación, de los sentimientos. Esto, amigo mío, es privilegio exclusivo del ser humano. De hecho, mi amigo Blas Giffuni, consultor senior de SEO publicó hace poco un artículo en el que nos “invita a modificar la estrategia de SEO para que esté basada en el usuario”.

Hasta ahora, fiel a mis vieja costumbre de llevar la contraria, me negué a someterme a la dictadura de Mr. Google. Más de 30 años de trayectoria profesional y miles de artículos escritos en diversos medios y plataformas, para públicos distintos, me avalan. En cambio, hay otro factor clave que, a mi juicio, es mucho más valioso y poderoso que el SEO, y a este sí le presto atención: la legibilidad.

¿Sabes en qué consiste? Es la cualidad de un texto que facilita su lectura y, sobre todo, su comprensión. Que no tengas que leer una frase más de una vez para entenderla, que el texto tenga ritmo, es decir, conjugue frases cortas, con otras de mediana y larga extensión. Que haya gatillos emocionales y giros gramaticales que mantengan atrapada la atención de quien lee.

La legibilidad está estrechamente vinculada con la calidad de tu texto: en lo gramatical, en lo ortográfico, en la construcción de tus frases (extensión, variedad), en la longitud de los párrafos o en la utilización de palabras de transición. Esta métrica está incorporada en el Yoast SEO, el plugin más utilizado para adaptarse a las características del SEO para posicionarse en los buscadores.

No es una herramienta perfecta (es un robot, no lo olvides), pero a mi juicio es mucho más útil y confiable que el SEO. Por la forma en que está programada, adora las viñetas (cuyo uso abusivo es un error común que empobrece tu contenido) y se obsesiona con los intertítulos. Es tacaña para darte la aprobación (verde), pero con el color naranja (aceptable) es suficiente. Y no te aterres si te pone rojo.

Mi recomendación es que no caigas en la trampa del SEO, en la tentación de ver tus artículos en los primeros lugares de las listas de los motores de búsqueda. Tus clientes, tus lectores, son seres humanos, no robots. Conectar con ellos a través de las emociones y la empatía es la experiencia de usuario más maravillosa que puede existir, algo la tecnología jamás podrá igualar.

En la medida en que tus clientes o tus lectores conecten con tus textos, aprecien la calidad de tu contenido (que está relacionada también con el contexto, con la profundidad de la información y, de manera especial, con tu creatividad y tu estilo), poco o nada importará en qué lugar apareces en las búsquedas. Ya estarás bien posicionado en donde realmente vale la pena: en el corazón de otro ser humano.

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