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¿Por qué es tu deber compartir lo que la vida te ha regalado?

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¿Por qué dejar para mañana, cuando te mueras, el legado que puedes compartir y disfrutar desde hoy? Es probable que la pregunta te cause sorpresa, y no me extraña. Cuando me la formulé por primera vez, te lo confieso, no supe qué responder. Durante unos minutos, mi mente divagó silvestre antes de encontrar la primera aproximación a una respuesta.

Que, no sobra decirlo, ya no es la misma. Es decir, en aquel momento, hace un par de años, la situación de mi vida personal y laboral era muy distinta de la actual. No mejor, no peor, solo distinta. La respuesta, entonces, daba cuenta de esa situación específica, pero hoy es distinta porque las circunstancias han cambiado. Unas para bien y otras, para no tan bien.

En el momento en el que escribo este contenido, estoy a poco más de dos semanas de cambiar de bando. ¿Sabes a qué me refiero? Dejo el bando de los asalariados, el de los trabajadores independientes, y paso al de los felizmente jubilados. Eso, sin embargo, no significa de manera alguna que vaya a dejar de trabajar, solo que lo haré de otra manera.

O, como bien lo dice Raphael, a mi manera. Comencé mi carrera profesional a finales de agosto de 1987, hace más de 38 años. No puedo dar crédito a todo lo que viví durante ese tiempo, a las maravillosas experiencias que la vida me dio la oportunidad de disfrutar. Solo puedo decirte que hasta ahora recibí más, mucho más, de lo que pude haber brindado.

El oficio de periodista no es fácil, pero ninguno otro lo es. Cada uno tiene sus afanes, sus dolores, sus problemas. Y cada uno, también, ofrece sus recompensas. Cuando arranqué esta aventura, honestamente, no tenía una obsesión o un camino que me apasionara más que otros. Mi sueño, desde niño, había sido el de ser periodista, así sin más, y lo era.

Sin imaginarlo, comencé como redactor de entretenimiento. Era un proyecto novedoso que para mí significó un aprendizaje inmenso, hermoso. Aficionado a la música desde niño, por cuenta de la radio, tuve la oportunidad de conocer y/o entrevistar a varios de mis ídolos. Por ejemplo, Raphael, Rocío Dúrcal, Franco De Vita o Yordano. Y forjé otros, como Facundo Cabral.

Y también me adentré en las profundidades humanas de seres maravillosos como Raquel Ércole, María Eugenia Dávila, Yamid Amat, Hernán Peláez Restrepo o Jota Mario Valencia. Todos ellos dejaron una huella indeleble en la historia de la radio y la televisión en Colombia, fueron referentes y también modelo para varias generaciones de actores y periodistas.

Tuve, después, un breve paso por una sección que se llamaba Suplementos Especiales. Se redactaban temas empresariales, económicos y de ocasiones especiales. Me enseñó que tenía la capacidad de escribir sobre cualquier temática y me sirvió para desarrollar habilidades, justo en un momento en que necesitaba aprender más, forjar un estilo.

La siguiente escala marcó mi carrera: me convertí en periodista deportivo. Si bien desde que me conozco fue fanático de los deportes, nunca pasó por mi mente la idea de especializarme en ese campo. No lo busqué, fue la vida, en su caprichosa sabiduría, la que me puso allí. Y se lo agradezco, por supuesto, porque descubrí la felicidad de trabajar en lo que te apasiona.

Viajé, conocí a otros ídolos, forjé nuevos y desarrollé un estilo que me permitió sobresalir en un ámbito en el que ser auténtico no solo te hace distinto, sino, a veces, incómodo. Escribí de ciclismo, pero era la época de las vacas flacas y nunca fui a un Tour de Francia o una Vuelta a España. Y, como redactor de fútbol, ser parte de un Mundial tampoco se dio.

Con la mano en el corazón, sin embargo, te confieso que no siento frustración alguna. Son avatares de la profesión. Si bien estoy seguro de que vivir una experiencia de esas me habría servido en lo profesional y en lo personal, lo que recibí de otras oportunidades lo compensó con creces. Nada que reprocharle a la vida o a la profesión, que me llevaron por otros caminos.

Escribí de muchos deportes, asistí a torneos importantes como Juegos Panamericanos, a finales de Copa Libertadores, a Mundiales de Ciclismo o patinaje. Lo mejor, ¿sabes qué fue lo mejor? Hice muchos amigos, grandes amigos. Colegas, deportistas, dirigentes, familiares de los deportistas o fanáticos del deporte que conectaron con mis relatos, con mis crónicas.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (posa el 'mouse' para continuar)
Lo que la vida te dio, maravillosas bendiciones, carece de sentido si no lo compartes con otros. Ese es tu legado y transmitirlo es tu responsabilidad.

Mucho más allá del ego, una asignatura que no es fácil dejar atrás, mi profesión me brindó el privilegio y el placer de conectar emociones, de tocar vidas. Generar impacto a través de tus escritos es muy distinto de como la gente se lo imagina, porque estableces un fuerte vínculo con personas que, a veces, nunca conoces. Más que admiradores, son almas gemelas.

Un privilegio y un placer que, por supuesto, van de la mano con una gran responsabilidad. No defraudarlos, no engañarlos, no traicionarlos, ser fiel a tu esencia, ser auténtico, ser tú mismo. Hacer tu trabajo tan bien como puedas, dar lo mejor de ti, ser un aprendiz constante. No se trata de ser perfecto, sino de ser humano: aceptarte íntegro, con lo bueno y lo malo.

Después, la vida me dirigió hacia el camino de la independencia, que es tan solo otra forma de decir desempleado. De las ligas mayores a la guerra del centavo. De la figuración mediática al ostracismo. Una ruta en la que, además, estás obligado a ser autosuficiente. Te conviertes en un pulpo multitarea para dar abasto con el estándar que pide el mercado.

En ese tránsito, a mi vida llegó el golf. Curiosamente, aunque había escrito de una variedad de deportes, mis caminos no se habían cruzado con los del golf. Nada sabía y mucho he aprendido. No es fácil, no es cómodo porque hay demasiada gente tóxica, pero me dio muchas satisfacciones. Hoy, es la disciplina que me mantiene activo como periodista.

También di un paso que me generaba una gran expectativa: escribí tres libros. Sin duda, una experiencia maravillosa que me enseñó mucho y que me mostró otras caras de la relación con el mercado, con los lectores. Es una de las actividades a las que dedicaré tiempo en esta nueva vida y un formato con el que me identifico plenamente en esta era de lo digital.

¿Por qué te comparto esta historia personal? Porque, quizás, tú te identificas con algunas de las situaciones de mi vida, quizás viviste algo parecido. Pero, sobre todo, porque quiero que entiendas que tienes la responsabilidad de compartir con otros lo que la vida te dio. Si no lo haces, si lo guardas solo para ti, se extinguirá, se marchitará y todo carecerá de sentido.

“Ahora que me pensiono voy a descansar”, es lo que escucho con frecuencia. Es una de las opciones y, por supuesto, es respetable. No es lo que he elegido para mí en esta etapa. Mi propósito es compartir conocimiento, experiencias y aprendizajes a través de las múltiples formas en que me lo permite mi profesión. Es una misión que me tracé hace años.

¿Sabes por qué? Porque la vida ha sido excesivamente generosa conmigo. Tanto en lo profesional como en lo personal. No hay de qué quejarse, no puedo quejarme. Por el contrario, le agradezco a la vida tantas maravillosas bendiciones y me concentro en devolver algo de lo que recibí. Cuanto más pueda compartir, cuanto más personas impacte, ¡mejor!

Compartir lo que eres, lo que sabes, lo que tienes, es regalar una parte de ti. De manera desinteresada, sin esperar nada a cambio, solo porque sientes que es tu propósito. O, quizás, porque entiendes que estás en capacidad de ayudar a otros. Es el mayor acto de generosidad y desprendimiento y el comienzo de una cadena de intercambio de beneficios.

“Cuando deje de trabajar voy a…” es una frase que casi todos decimos alguna vez en la vida. Tristemente, sin embargo, la mayoría nunca cumple, se va de este mundo con la asignatura pendiente. Y esta maravillosa etapa se convierte, entonces, en una pesada carga. Y la vida se transforma en un lacónico día a día, en un tránsito cansino hacia el final inevitable.

Estoy completamente seguro de que tú, que lees estas líneas, también tienes mucho para compartir. Y, además, algo que es valioso. No importa en qué etapa de la vida estás, porque el mejor momento siempre es hoy. Transmitir a otros lo que sabes, lo que eres, es la forma de retribuir las bendiciones recibidas o de cumplir con la tarea suprema de “dejar un legado”.

¿Crear un canal de YouTube? ¿Escribir un blog? ¿Un pódcast? ¿Plasmar tu esencia en las páginas de un libro? ¿Dar charlas presenciales o virtuales para transferir tu conocimiento y experiencias? ¿Crear cursos en internet? Estas son solo algunas de las opciones: elige tú la que más te guste, con la que pienses que puedes generar mayor impacto positivo.

La vida es hoy y no sabemos si habrá un mañana para nosotros. Y nada de lo que se te ha otorgado es para ti, ¿lo sabías? Solo somos intermediarios, mensajeros del universo a los que se nos encomienda la tarea de ayudar a otros, de servir a otros. Todo aquello que te fue concedido tendrá sentido solo si, después de enriquecerlo, lo compartes con los demás.

¿Por qué dejar para mañana, cuando te mueras, el legado que puedes compartir y disfrutar desde hoy? Quizás hoy no tengas una respuesta, pero cuanto más pronto la definas, mejor. Recuerda: todo lo relacionado con la vida terrenal se queda aquí y la única razón por la que alguien te recordará será por lo que compartiste con otros, lo que les regalaste a otros…

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¿Piensas que no eres creativo? Todo lo que necesitas está en ti

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Hay quienes me dicen que tengo “mucha imaginación”. No sé qué tan cierto sea, porque prefiero creer que poseo “mucha información, buena información”. Al fin y al cabo, como cualquier periodista, más allá de que mi trabajo se ha transformado, sé que el insumo básico, el indispensable, es la información. A partir de ella, estoy seguro, surge “mucha imaginación”.

La mayoría de las personas piensan que la imaginación y la creatividad son un don. O, también, un privilegio concedido a unos pocos. Sin embargo, no es así. De hecho, todos los seres humanos, absolutamente todos, poseemos imaginación y somos creativos. Es decir, todos disponemos del potencial necesario para sacar provecho de estas características.

La imaginación es la capacidad a través de la cual el cerebro puede formar imágenes, ideas o sensaciones que no están presentes en la realidad. Así, entonces, imaginamos que vamos a ganarnos la lotería y hacemos planes. O imaginamos que nuestra pareja nos traiciona porque le sonrió a un compañero de trabajo y, celosos, armamos la de Troya.

La creatividad, mientras, es la habilidad que nos permite transformar esas imágenes, esas ideas, esas sensaciones, en algo tangible y útil. Imaginamos un bodegón y lo dibujamos, lo creamos sobre el lienzo. Imaginamosuna historia de ficción y luego creamos un libro. Nos imaginamos en la playa durante las vacaciones y luego creamosuna galería de fotos allí.

¿Está clara la diferencia? Ojalá. En especial, si eres de aquellas personas que aseguran eso de “no tengo imaginación”, “a mí no se me ocurre ninguna idea buena” o “yo no nací para eso”. Son meras excusas para justificar lo que en últimas quizás no sea más que pereza. Porque, además, la vida nos ofrece cada día millones de estímulos para la imaginación.

¿Por ejemplo? Un libro, una canción, el canto y el vuelo de los pájaros en tu jardín, las ocurrencias de tu mascota, el aroma de la comida que se cocina, el mensaje que te envió tu hijo por WhatsApp, el azul del cielo sin nubes… Son ilimitados esos estímulos y, además, provienen de distintas fuentes y, lo mejor, los percibimos a través de los diferentes sentidos.

Porque, seguro coincidirás conmigo, no es lo mismo escuchar una canción que leer un libro. Son diferentes las zonas del cerebro que se activan de acuerdo con el estímulo recibido. Lo mismo sucede con las conversaciones que sostienes con tus padres: la experiencia es bien distinta a través del teléfono o en vivo y en directo, mientras compartes la comida con ellos.

Honestamente, me resulta insólito escuchar a las personas que se autoproclaman “negadas” para eso de la imaginacióny de la creatividad. Son características que vienen incluidas en la configuración original, de fábrica, de cualquier ser humano. La diferencia radica en lo que cada uno hace con esas características: las usan, las desechan, las potencian, las menosprecian…

¿Ahora entiendes por qué no estoy convencido de eso de que tengo “mucha imaginación”? Lo que sucede es que soy más perceptivo, más receptivo, que la mayoría. Soy más abierto a atender esos estímulos y lo más importante es que los aprovecho de manera consciente. ¿Cómo? Son fuente de primaria de la imaginación que luego se transforma gracias a la creatividad.

Otra consideración necesaria es que los seres humanos somos diversos tanto en lo que imaginamos como en la forma en que utilizamos las creatividad. Es la razón por la cual hay talentos superlativos para la música; otros, para un deporte determinado; unos más, para el cuidado de los demás (médicos, enfermeras) y otros, para el arte de escribir.

En tanto la capacidad de la imaginación está incorporada en todos y la creatividad es una habilidad y, por ende, cualquiera la puede desarrollar, ¡se acabaron las excusas! No hay una justificación válida para esgrimir esa patética disculpa. Que no es más que una práctica evasiva, un subterfugio para salir del paso y eludir la responsabilidad, para no tomar acción.

Te comparto una historia personal: durante ocho años fui parte de la redacción deportiva del periódico El Tiempo, por aquellos años 90 el medio de comunicación más importante e influyente de Colombia. Me destaqué, entre otras razones, porque les presté atención a disciplinas que eran transparentes, es decir, de las que poco o nada se publicaba.

¿Por ejemplo? Bicicrós, bolos, triatlón, patinaje y esquí náutico, hípica. Durante ese tiempo, escribí sobre prácticamente todos los deportes, pero nunca sobre golf. ¿Por qué? No se dio la oportunidad. Había un colaborador externo que proporcionaba la información y para los jefes eso era suficiente. Tras salir de esa empresa, sin embargo, se me abrió la puerta del golf.

En 1999, la Federación Colombiana de Golf buscaba un “periodista con experiencia” para que se encargara de la jefatura de prensa de la entidad. Un amigo de El Tiempo, al que le solicitaron ayuda, me postuló. “¿Le interesa?”, me preguntó. “Sí, pero debe quedarles claro que puedo aportar la experiencia periodística, aunque no sé absolutamente nada de golf”.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (toca para dar vuelta).
Todo, absolutamente todo lo que necesitas para ayudar a otros, para producir un impacto positivo en su vida, ya lo tienes. ¡Está dentro de ti! Compártelo y disfrútalo.

La historia corta: me contrataron y hoy soy considerado el especialista número uno de golf en el país. Desde hace ocho años hago los comentarios en transmisiones de torneos del PGA Tour en un canal privado de TV. ¿Cómo lo logré? Desarrollé la habilidad, pregunté (una y mil veces) estudié, leí, consulté cientos de páginas web y me nutro de información valiosa cada día.

Así como yo lo hice, cualquier persona puede hacerlo. En el tema del golf o de lo que sea. Más en estos tiempos en los que hay abundante conocimiento e información a la mano, a solo unos clics de distancia. Hay miles de cursos gratuitos de lo que quieras aprender. Y no solo eso: hay una gran cantidad de personas con la capacidad y el deseo de enseñarte.

El mensaje que quiere transmitirte con esta reflexión es que no existe ninguna razón válida para decir que “no se me ocurre nada”, “no tengo buenas ideas” o “no soy creativo”. Son simples excusas a partir de las cuales, tristemente, te niegas el privilegio de compartir lo que eres, lo que la vida te ha brindado y, sobre todo, el de producir un impacto positivo en la vida de otros.

Por la experiencia de los últimos 9 años dedicados a trabajar en el ámbito del marketing, como creador y consultor de contenidos, sé cuáles son los frenos que impiden avanzar (o al menos comenzar). El miedo a ser desaprobado, que a nadie le interese, que te critiquen, que destines mucho tiempo a producir y publicar contenidos que luego no producen impacto…

Hay más opciones, claro, pero estas son las principales, las más comunes. Y, como en el caso de la imaginación y de la creatividad, son excelentes excusas. También, obstáculos autoimpuestos, barreras que están más en la mente que en la realidad (fíjate el poder de la imaginación). Porque en la realidad la vida te ha dado todo lo que necesitas. ¿Lo sabías?

Me refiero a que en la tarea de crear contenido trabajo bajo una premisa sencilla: lo que no se comparte, no se disfruta. La vida me dio el privilegio de vivir experiencias increíbles, de conocer lugares y personas maravillosas, de ser testigo de momentos inolvidables… Además, de aprender cosas que me han nutrido en lo intelectual y en lo espiritual.

Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que aquello que compartes es una semilla que luego puedes cosechar. El fruto es la recompensa que la vida te brinda por haberte permitido ayudar a otros a través de tu conocimiento y experiencias, de tus dones y talentos. Para eso te fue concedido y tu deber, tu responsabilidad, es proporcionárselo a otros que lo necesiten.

Mi invitación, entonces, es que por una vez, aunque sea solo por una vez, te des la oportunidad de compartir con otros ese tesoro que guardas dentro de ti. Todo lo que la vida te dio, lo bueno y lo malo, lo positivo y lo negativo, lo alegre y lo doloroso. Eres la sumatoria de estos factores, sin excepción, y pensar que a nadie le importa es otra buena excusa.

Todos, absolutamente todos, necesitamos de los otros, del conocimiento y las experiencias de otros. Y no solo eso: también, de los principios y valores de otros, de sus dones y talentos, porque a través de ellos nos identificamos, nos conectamos, y establecemos relaciones. Si no sabes qué tipo de contenidos puedes comenzar a compartir, te dejo unas propuestas:

1.- Cuenta tu porqué. Para conectar contigo, para entablar una relación, la gente necesita saber qué te moviliza, cuál es esa poderosa razón por la que cada mañana te levantas. Sé auténtico y compártela, di cómo la descubriste y eso cómo cambió tu vida. Esta información generará confianza y credibilidad, al tiempo que te conectará con las emociones de otros

2.- Derriba mitos y falsedades. Eres sobresaliente en algo, en un tema específico. No importa cuál sea, solo aporta valor a quienes saben menos que tú. Demuestra con ejemplos cuáles creencias populares no son ciertas o son dañinas. Relata cómo las identificaste y, lo más importante, cómo las solucionaste. No olvides incluir tus miedos y tus aprendizajes

3.- Haz referencia a los problemas de tu audiencia. Para que tu mensaje tenga el impacto que esperas, requieres que esas personas se identifiquen contigo. Quieren saber cómo les hiciste frente a esos problemas, cómo los superaste, cómo cambió tu vida para mejor. El objetivo es que quien reciba tu mensaje sepa que hay solución y que tú se la puedes proporcionar

4.- Refiere casos de éxito. Si con lo que sabes, con lo que haces, ayudaste a otros, cuéntalo. Explica qué hiciste, el método, los elementos y, claro, el resultado. Todos, sin excepción, estamos en la búsqueda de una transformación positiva en nuestra vida. Que no siempre es ganar más dinero o ser famoso: el componente espiritual es muy poderoso. ¡Aprovéchalo!

5.- Di cuál es tu solución. Es decir, cómo ayudas a otros con tu conocimiento y experiencias. Lo ideal es que ya tengas un producto o un servicio probado y validado, que le haya dado resultado a alguien. No te distraigas en las características y enfócate en los beneficios, en la transformación que esa solución proporciona. Ah, no prometas algo que no puedes cumplir.

Todo, absolutamente todo lo que necesitas para ayudar a otros, para producir un impacto positivo en su vida, ya lo tienes. ¡Está dentro de ti! Compártelo y disfrútalo. Una vez conectes con tu esencia, la imaginación volará silvestre y las buenas ideas abundarán. Será, entonces, cuando descubrirás que tu modo creativo es una maravillosa faceta para explorar y explotar.