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6 tipos de contenido para comunicarte y conectar con el mercado

“Cada cual vive el mundo que es capaz de imaginar”. Esta frase la dijo el escritor francés Julio Verne, un adelantado para su época, una mente libre capaz de imaginar lo que para otros era inimaginable o, cuando menos, una locura. Curiosidad, descubrimiento y conocimiento eran tres pilares de la obra de Verne, uno de los autores más reconocidos del pasado siglo XX.

La exploración del mundo y el progreso tecnológico fueron las obsesiones de Verne, que nació en 1828 en Nantes. Lector obsesivo de revistas de ciencia y geografía, tenía la cualidad de dejar volar su imaginación. Que se anticipó a creaciones que fueron disruptivas, como el submarino, los viajes espaciales, las máquinas voladoras y más. ¡Todo un revolucionario!

Curiosamente, irónicamente, el creador de los viajes increíbles fue una persona que poco viajó. Acaso salió de Francia y entre los países que visitó están Escocia, Inglaterra y los que componen la región de Escandinavia (Dinamarca, Noruega y Suecia). Su periplo más largo fue a Nueva York (EE. UU.) y la visita a las cataratas del Niágara produjo un gran impacto en él.

Cinco semanas en globo, publicado en 1863, fue el primer éxito, el libro que lo dio a conocer. Acumulaba una serie de fracasos que, sin embargo, no fueron óbice para que, fiel a su espíritu aventurero, insistiera. Un año más tarde llegó Viaje al centro de la Tierra, que maravilló a los críticos y lo posicionó como un referente del incipiente género literario de ciencia ficción.

De la Tierra a la Luna (1865), Las aventuras del capitán Hatteras (1866) y Los hijos del capitán Grant (1868) precedieron a Veinte mil leguas de viaje submarino (1870), un superéxito editorial que, seguro lo sabes, después llegó al cine y la televisión con gran suceso. Con La isla misteriosa (1974) marcó otro hito, una novela que atrapó a los lectores y los puso a soñar.

Con una menor carga de fantasía y ciencia ficción, en 1873 publicó La vuelta al mundo en ochenta días, un clásico de la literatura. Una historia maravillosa de las peripecias de un aventurero aristócrata británico y su criado. En sus últimos años escribió otras obras, menos reconocidas, y ya en el siglo XX, tras su muerte, se publicaron El eterno Adán (1910) y La extraordinaria aventura de la misión Barsac (1920).

¿Por qué te hago esta referencia a la obra de Julio Verne? Para que te des cuenta de que la imaginación y la creatividad son un privilegio del ser humano. Y cada uno hace con ellas lo que quiere, lo que puede. Verne aprovechó lo que observó, vivió y aprendió en sus viajes, lo combinó con lo que había leído y luego le dio rienda suelta a su mente para que creara.

Y lo que creó fue maravilloso. De hecho, hoy, casi 120 años después de su muerte, no solo sus obras siguen siendo clásicos de referencia, sino que su osadía de pensar fuera de la caja, darse el lujo de ser disruptivo en una época en la que casi nadie pasaba la raya de lo socialmente aprobado, lo convirtieron en un personaje inmortal. Y en un modelo digno de imitar, también.

¿En qué sentido? En el de romper ese mito (de hecho, una gran mentira, y más en estos tiempos modernos de poderosas herramientas de generación de contenido) de bloqueo mental a la hora de crear contenido para tu audiencia, para tus clientes potenciales o actuales. Que suele ser un obstáculo insalvable para muchos o, de otra manera, un gran dolor de cabeza.

Sin importar qué cuál es tu profesión o área de experiencia, a qué te dedicas o qué vendes (un producto o un servicio), la generación de contenido de valor es una estrategia transversal de tu trabajo. Y, además, fundamental. Para llamar la atención, darte a conocer, generar curiosidad, posicionarte en la mente y, lo importante, establecer un vínculo de confianza y credibilidad.

No es una misión imposible, pero para muchos es un obstáculo insalvable. ¿Por qué? Porque se frenan, se estancan, a la hora de producir contenido. De hecho, antes: cuando deben diseñar su estrategia de contenidos, diseñar su plan de publicación, además de generar y sostener una conversación con el mercado. Las razones por las cuales sucede esto son múltiples.

Una, piensan que no es necesario crear contenido porque el producto o servicio que ofrecen “es una maravilla”, “es lo que necesita el mercado”, “es perfecto” y otras suposiciones más. Son aquellos que se lanzan a vender sin haber establecido una conexión con el mercado y, a la postre, se llevan una gran frustración. Esa venta en frío hoy es cada vez más difícil de realizar.

Dos, no saben cómo generar contenido y, entonces, eligen el atajo, el camino fácil: no publicar nada. O sí, pero solo contenido relacionado con las características del producto, con el precio o con el dolor del mercado. El efecto de esta decisión es que no consiguen siquiera llamar la atención del mercado, nadie escucha su mensaje y, por lo tanto, venden poco o nada.

Tres, se dejan llevar por las traicioneras tendencias del mercado, que no son más que las conversaciones que les interesan a los grandes del mercado, a los poderosos, para que nadie se salga de la horma, innove, sea distinto y, por ahí, les quite una porción del mercado. Y cuando todos dicen lo mismo, el mensaje se vuelve una cantaleta retórica que nadie atiende.

Cuarto, y esto es muy común en especial en aquellos que no conocen el mercado (incluida su competencia) y tampoco a su cliente potencial (le apuestan todas las fichas al producto): lo que publican responde a corazonadas, a contenidos que ellos quieren ver, a lo que ellos creen que le gustaría al mercado, lo que el amigo del amigo les dijo que sería interesante consumir.

La pregunta, entonces, es ¿qué tipo de contenido debes compartir con el mercado? La respuesta es todo aquel que contribuya a informar, educar, nutrir y entretener a tu audiencia, antes de la venta, y a fidelizarla, después de esta. Por supuesto, ese contenido debe ajustarse a la temperatura de cada cliente o segmento de tu audiencia, los famosos niveles de consciencia.

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Los seis tipos de contenidos que deberías compartir son los siguientes:

1.- Inspiracional.
Recuerda que ya no se trata de vender un producto o un servicio, sino de establecer una relación a largo plazo con el mercado. Una relación que parte de un vínculo de confianza y credibilidad, de que de tu historia de transformación inspire a otros para que te pidan que los ayudes. Cuanto más genuino y humilde seas para contar su historia, mayor será el impacto.

2.- Motivacional.
Wayne Dyer, reconocido autor de temas de desarrollo personal, decía que “La motivación es cuando te enganchas a una idea y la llevas adelante hasta su conclusión. La inspiración es cuando una idea te engancha a ti y te lleva hacia tu destino. El fin del contenido motivacional es invitar a la reflexión, calentar los motores para entrar en acción cuando se dé el momento.

3.- Educativo.
Es muy importante porque el 99,99 por ciento de tus clientes potenciales no saben que sufren un problema o, si ya tienen alguna sospecha, no saben cuál es el problema. Un contenido que, entonces, debe informarle de las manifestaciones de ese dolor, de cómo afectan su vida. Así mismo, que entienda que hay solución, que no merece una vida que no disfrute a plenitud.

4.- Prueba social.
Lo que puedan decir de ti y de tu producto o servicio aquellos que ya lo usaron y les brindó el resultado esperado es muy persuasivo. Los testimonios de tus clientes actuales serán de gran utilidad para derribar las objeciones de esos prospectos y llevarlos a tomar acción. Si aún no tienes esos testimonio, cuenta cómo fue tu transformación, ese proceso para superar el problema.

5.- Entretenido.
Que, a diferencia de lo que vemos con frecuencia en internet no significa ser payaso o hacer maromas para que la audiencia se ría. Es un contenido más light, más ligero, menos formal o académico. Es el momento de echar mano de las historias, de las parábolas, de los relatos que incorporen elementos ya mencionados: información, educación, inspiración, motivación…

6.- Fuera de la caja.
Si te limitas a decir lo mismo que los demás, el mercado elegirá por precio o por lo conocido. Y, seguro, tú serás el perdedor. Atrévete a decir lo que piensas (y susténtalo), expresa porqué piensas distinto, ofrece ángulos distintos a los convencionales, desmonta los mitos y los bulos que los vendehúmo emiten. Si estás convencido, si eres honesto, ¡hazlo sin miedo!

Ahora, si el contenido que quieres publicar se enfoca en clientes actuales (ya te compraron), los anteriores seis tipos te servirán. ¿Qué cambia? La profundidad de los contenidos, dado que son personas que ya solucionaron ese primer problema por el que contactaron contigo y ahora puedes ayudarlas con otro dolor (relacionado o diferente, pero de tu área de experiencia).

Como ves, las opciones son múltiples, variadas. ¿Qué tanto? Dependerá de tu conocimiento y experiencia, por un lado, y de cuánto conozcas el problema que sufre el mercado, por otro. Por supuesto, se parte de la base de que aquello que ofreces es en realidad la solución que esas personas necesitan y anhela conseguir, porque de lo contrario el contenido carecerá de sentido.

Por último, una de las premisas brillantes de mi amigo y mentor Álvaro Mendoza: “el genio del marketing no eres tú, ¡es el mercado!”. ¿Eso qué quiere decir? Que la respuesta a todas tus preguntas, a todas tus inquietudes, a todas tus sospechas, la tienen aquellas personas que sufren el problema, que padecen el dolor. Pregúntales, en vez de asumir o, peor, de suponer.

Una buena estrategia para saber qué piensa el mercado, hacia dónde se mueve, es participar en eventos de su área organizados por colegas, aliados y, sobre todo, por tu competencia. En ellos se congregan no solo tus clientes potenciales, sino también expertos que con una visión distinta de la tuya, con estrategias y conocimientos diferentes. Escúchalos, seguro aprenderás.

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5 tipos de contenido para conectar con tu audiencia y comenzar a vender

Vender, vender, vender… El 95 por ciento (¿o más?) de los contenidos que vemos en internet tienen un único objetivo: ¡VENDER! Y, lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que la gran mayoría de ellos están cortados con la misma tijera, utilizan el mismo copy (sí, el famoso y odioso copy + paste), las mismas plantillas. Y, claro, obtienen los mismos resultados, mediocres resultados.

Una de las características del mercado del marketing en los últimos años es aquella de que la mayoría elige el atajo, el camino que se antoja más corto, para llegar a la meta. ¿Y cuál es la meta? Vender. Y casi siempre ese atajo es copiar la fórmula perfecta que pregona alguno que dice que vendió miles de dólares, que tiene cientos de miles de clientes, que es un referente…

Quizás sea cierto (quizás), pero lo que sí puedo asegurarte es que no existe la fórmula perfecta. ¿Eso qué quiere decir? Que tú puedes aplicar las estrategias que le permitieron a Elon Musk llegar a ser el hombre más rico del mundo, pero no necesariamente vas a obtener los mismos resultados. Si esa fuera una premisa, ¿por qué nadie ha logrado alcanzar la meta?

Es lo que mi buen amigo y mentor Álvaro Mendoza, de MercadeoGlobal.com, llama “marketing incestuoso”. ¿Eso qué significa? Que, dado que todos hacen lo mismo, que todos utilizan las mismas estrategias, que todos les apuntan a los mismos clientes, nadie va a obtener los resultados esperados. Lo más seguro es que van a saturar el mercado.

Que es realmente lo que sucede hoy. La pandemia provocada por el COVID-19 generó un fenómeno llamativo: personas que solo utilizaban internet para gestionar sus correos o para publicar en redes sociales, encontraron allí una oportunidad laboral. O, por lo menos, se volcaron a buscarla, en vista de que las posibilidades en el ámbito físico se redujeron.

El problema, porque siempre hay un problema, es que muchas de esas personas cayeron en las manos de los depredadores, de los vendehúmo que solo querían apoderarse de su dinero. Y cuando lo consiguieron se esfumaron, desaparecieron como si fuese un acto de prestidigitación. Otros, mientras, lo intentaron, pero se desilusionaron porque querían resultados inmediatos.

Es decir, pensaban que hacer negocios en internet era como ir al casino a apostar, a probar suerte. Y nada más alejado de la realidad. Hoy, gracias a internet, cualquier profesional (médico, abogado, comunicador, contador, odontólogo o coach) puede vender en internet a partir de sus conocimientos, de sus talentos. Cualquier puede, pero pocos lo hacen.

¿Por qué? Porque se enfocan en vender, solo en vender. Y esa no es la forma en que funciona. ¿Por qué? A los seres humanos, a todos sin excepción, nos encanta comprar, es uno de nuestros pasatiempos favoritos, y nos encanta la sensación de felicidad cuando tenemos en las manos aquello que deseábamos. Sin embargo, todos los seres humanos odiamos que nos vendan.

Al menos, de la manera agresiva, directa y, casi siempre, descarada en que lo hacen a través de internet o canales digitales como tu teléfono. Tampoco en esa instancia que llamamos a puerta fría, es decir, antes de que se establezca un vínculo de confianza y credibilidad entre tú y la persona que intenta venderte, antes de que entiendas que tienes esa necesidad puntual.

Que intenten venderte en frío es una de esas incómodas situaciones a las que nos enfrentamos todos los días. Y no solo a través de internet, sino también en el mundo físico. Tan pronto cruzas la puerta de un almacén, sin falta, un dependiente se te lanza a… ¡venderte! Es porque creemos que ese es el modelo de servicio ideal, cuando en realidad nos molesta y ahuyentan.

Así mismo, es menester comprender que la venta es un resultado, una consecuencia, del proceso. Pero, y este es el origen del error, no del proceso de venta, sino de ese proceso de intercambio de información y de experiencias; del proceso de identificación y empatía a través del cual dos seres humanos, inclusive a través de canales virtuales, desarrollan una relación.

Lo primero, lo FUNDAMENTAL, entonces, es la relación. Sin ella, la venta es muy difícil. Sin ella, la venta es incómoda y solo contribuye a levantar más objeciones. Sin ella, la venta se queda en una mera transacción y después tendrás que volver a comenzar de cero para intentar venderle otra vez a esa misma persona. La venta es una consecuencia de la relación.

Ahora, si entras a internet y realizas una simple consulta, hallarás mil y una respuestas, que en esencia son mil y una fórmulas perfectas, que te dicen qué hacer, cómo y cuándo hacerlo. Ah, y con quién hacerlo. Allá tú. Porque fórmulas perfectas no hay, porque solo hay estrategias que a otros les han dado buen resultado y que tú puedes modelar en tu negocio, en tu trabajo.

Una de esas estrategias, transversal en todos los personajes, empresas y negocios que son exitosos, que lideran el mercado y que están en capacidad de influir positivamente en el mercado, es la generación de contenido. Todos, absolutamente todos, crean y comparten contenido de valor. No ese que infla el ego o del que te presenta como un superhéroe; no.

Que es, básicamente, el que recibimos y vemos todos los días en internet y en los medios de comunicación tradicionales. Es aquel subordinado al clic fácil, a los titulares escandalosos y/o morbosos, al intento de convertir en noticia la vida privada de los demás, en fin. Contenido que, al final, no es más que pornobasura, de esa que produce hastío a kilómetros de distancia.

Para entablar, fortalecer y disfrutar una relación, mientras, se requiere contenido de valor. Que no abunda por ahí, dentro o fuera de internet. Que no se enfoca exclusivamente en la venta, sino en nutrir, en educar, en informar, en entretener. Porque, quizás lo sabes, estos son los objetivos que persigue una persona común y corriente cuando entra a internet.

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Crear contenido de calidad es más fácil de lo que crees, siempre y cuando tomes el camino correcto. ¡Nada de vender!, por supuesto. No se trata de producir mucho, CANTIDAD, sino bueno, CALIDAD. Y variedad, que es muy importante para no aburrir a tu audiencia, para mantener el interés, para llamar su atención con cada una de las propuestas que le ofreces.

Entonces, ¿qué tipos de contenidos debe incluir tu estrategia de comunicación con el mercado, con tu audiencia? Veamos:

1.- Reflexivo.
Quizás te llame la atención que sea la primera opción. Sin embargo, especialmente en los últimos tiempos de incertidumbre y zozobra, ha cobrado fuerza. Porque nos brinda paz, nos ofrece compañía en medio de la soledad, nos permite bajar los decibeles del ruido de la histeria colectiva mundana. Invita a reflexionar a tu audiencia con buen contenido.

2.- Inspirador.
Un poco en la misma línea del anterior. Que tras la reflexión (que es una conversación abierta y honesta contigo mismo) venga la acción, el hacer. El contenido que da cuenta de las duras experiencias de otros, de cómo sortearon las dificultades, de cómo se rediseñaron, nos ayuda a entender que es posible, que nosotros también podemos lograrlo, que lo merecemos.

3.- Educativo.
Internet es, quizás lo has comprobado, la fuente de conocimiento más amplia y democrática que jamás haya existido. Sin embargo, hay de todo como en botica y, tristemente, mucho de eso no es bueno, es pornobasura. Produce contenido educativo de calidad, relacionado con aquello en lo que eres experto, y tu audiencia valorará y agradecerá que lo compartas.

4.- Entretenido.
A diferencia de lo que nos dicen, los seres humanos no nos conectamos a internet para comprar o para trabajar; el objetivo primordial es distraernos, buscar distracciones que nos permitan lidiar con la histeria de la vida diaria. Si tu contenido logra superar el tristemente célebre límite de lo ridículo, que abunda en internet, y además aporta valor, ¡fantástico!

5.- Empático.
Parece obvio, pero no lo es. ¿Por qué? Porque la gran mayoría del contenido que vemos por ahí, dentro y fuera de internet, es de corte ególatra, personas que hablan de sí mismas como un disco rayado. Procura que tu contenido se centre en los intereses, deseos y necesidades de tu audiencia, lo cual no quiere decir que no puedas compartir tu opinión o experiencias.

Muchas personas no crean contenido propio porque no entienden los beneficios y, entonces, se enfocan en vender. Luego, no venden y no saben qué hacer. Y siempre están expuestos al dilema de ¿cómo crear contenido de valor? Olvídate de tu producto o servicio, de una oferta, de vender, y enfócate en aportar valor mezclando los cinco ingredientes que te mencioné.

Ahora, es importante señalar algo: la más poderosa estrategia de contenido requiere tiempo. O, en otras palabras, una estrategia de contenidos, cualquiera, requiere tiempo. No obtendrás resultados de un día para otro, de una semana a la otra. Con consistencia, con disciplina, con temas que estén conectados con tu audiencia, necesitarás al menos seis meses.

¿Demasiado tiempo? A mi juicio, no. Para mí, demasiado tiempo es el que se pierde intentando vender en frío, publicando contenido que no le interesa a nadie, que no conecta con tu audiencia, al que nadie le saca provecho. Eso es perder tiempo, dinero, recursos, y desperdiciar tus talentos, tu conocimiento. ¿Qué tal si pruebas los cinco tipos de contenidos que te propongo?

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