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5 tipos de contenido para conectar con tu audiencia y comenzar a vender

Vender, vender, vender… El 95 por ciento (¿o más?) de los contenidos que vemos en internet tienen un único objetivo: ¡VENDER! Y, lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que la gran mayoría de ellos están cortados con la misma tijera, utilizan el mismo copy (sí, el famoso y odioso copy + paste), las mismas plantillas. Y, claro, obtienen los mismos resultados, mediocres resultados.

Una de las características del mercado del marketing en los últimos años es aquella de que la mayoría elige el atajo, el camino que se antoja más corto, para llegar a la meta. ¿Y cuál es la meta? Vender. Y casi siempre ese atajo es copiar la fórmula perfecta que pregona alguno que dice que vendió miles de dólares, que tiene cientos de miles de clientes, que es un referente…

Quizás sea cierto (quizás), pero lo que sí puedo asegurarte es que no existe la fórmula perfecta. ¿Eso qué quiere decir? Que tú puedes aplicar las estrategias que le permitieron a Elon Musk llegar a ser el hombre más rico del mundo, pero no necesariamente vas a obtener los mismos resultados. Si esa fuera una premisa, ¿por qué nadie ha logrado alcanzar la meta?

Es lo que mi buen amigo y mentor Álvaro Mendoza, de MercadeoGlobal.com, llama “marketing incestuoso”. ¿Eso qué significa? Que, dado que todos hacen lo mismo, que todos utilizan las mismas estrategias, que todos les apuntan a los mismos clientes, nadie va a obtener los resultados esperados. Lo más seguro es que van a saturar el mercado.

Que es realmente lo que sucede hoy. La pandemia provocada por el COVID-19 generó un fenómeno llamativo: personas que solo utilizaban internet para gestionar sus correos o para publicar en redes sociales, encontraron allí una oportunidad laboral. O, por lo menos, se volcaron a buscarla, en vista de que las posibilidades en el ámbito físico se redujeron.

El problema, porque siempre hay un problema, es que muchas de esas personas cayeron en las manos de los depredadores, de los vendehúmo que solo querían apoderarse de su dinero. Y cuando lo consiguieron se esfumaron, desaparecieron como si fuese un acto de prestidigitación. Otros, mientras, lo intentaron, pero se desilusionaron porque querían resultados inmediatos.

Es decir, pensaban que hacer negocios en internet era como ir al casino a apostar, a probar suerte. Y nada más alejado de la realidad. Hoy, gracias a internet, cualquier profesional (médico, abogado, comunicador, contador, odontólogo o coach) puede vender en internet a partir de sus conocimientos, de sus talentos. Cualquier puede, pero pocos lo hacen.

¿Por qué? Porque se enfocan en vender, solo en vender. Y esa no es la forma en que funciona. ¿Por qué? A los seres humanos, a todos sin excepción, nos encanta comprar, es uno de nuestros pasatiempos favoritos, y nos encanta la sensación de felicidad cuando tenemos en las manos aquello que deseábamos. Sin embargo, todos los seres humanos odiamos que nos vendan.

Al menos, de la manera agresiva, directa y, casi siempre, descarada en que lo hacen a través de internet o canales digitales como tu teléfono. Tampoco en esa instancia que llamamos a puerta fría, es decir, antes de que se establezca un vínculo de confianza y credibilidad entre tú y la persona que intenta venderte, antes de que entiendas que tienes esa necesidad puntual.

Que intenten venderte en frío es una de esas incómodas situaciones a las que nos enfrentamos todos los días. Y no solo a través de internet, sino también en el mundo físico. Tan pronto cruzas la puerta de un almacén, sin falta, un dependiente se te lanza a… ¡venderte! Es porque creemos que ese es el modelo de servicio ideal, cuando en realidad nos molesta y ahuyentan.

Así mismo, es menester comprender que la venta es un resultado, una consecuencia, del proceso. Pero, y este es el origen del error, no del proceso de venta, sino de ese proceso de intercambio de información y de experiencias; del proceso de identificación y empatía a través del cual dos seres humanos, inclusive a través de canales virtuales, desarrollan una relación.

Lo primero, lo FUNDAMENTAL, entonces, es la relación. Sin ella, la venta es muy difícil. Sin ella, la venta es incómoda y solo contribuye a levantar más objeciones. Sin ella, la venta se queda en una mera transacción y después tendrás que volver a comenzar de cero para intentar venderle otra vez a esa misma persona. La venta es una consecuencia de la relación.

Ahora, si entras a internet y realizas una simple consulta, hallarás mil y una respuestas, que en esencia son mil y una fórmulas perfectas, que te dicen qué hacer, cómo y cuándo hacerlo. Ah, y con quién hacerlo. Allá tú. Porque fórmulas perfectas no hay, porque solo hay estrategias que a otros les han dado buen resultado y que tú puedes modelar en tu negocio, en tu trabajo.

Una de esas estrategias, transversal en todos los personajes, empresas y negocios que son exitosos, que lideran el mercado y que están en capacidad de influir positivamente en el mercado, es la generación de contenido. Todos, absolutamente todos, crean y comparten contenido de valor. No ese que infla el ego o del que te presenta como un superhéroe; no.

Que es, básicamente, el que recibimos y vemos todos los días en internet y en los medios de comunicación tradicionales. Es aquel subordinado al clic fácil, a los titulares escandalosos y/o morbosos, al intento de convertir en noticia la vida privada de los demás, en fin. Contenido que, al final, no es más que pornobasura, de esa que produce hastío a kilómetros de distancia.

Para entablar, fortalecer y disfrutar una relación, mientras, se requiere contenido de valor. Que no abunda por ahí, dentro o fuera de internet. Que no se enfoca exclusivamente en la venta, sino en nutrir, en educar, en informar, en entretener. Porque, quizás lo sabes, estos son los objetivos que persigue una persona común y corriente cuando entra a internet.

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Crear contenido de calidad es más fácil de lo que crees, siempre y cuando tomes el camino correcto. ¡Nada de vender!, por supuesto. No se trata de producir mucho, CANTIDAD, sino bueno, CALIDAD. Y variedad, que es muy importante para no aburrir a tu audiencia, para mantener el interés, para llamar su atención con cada una de las propuestas que le ofreces.

Entonces, ¿qué tipos de contenidos debe incluir tu estrategia de comunicación con el mercado, con tu audiencia? Veamos:

1.- Reflexivo.
Quizás te llame la atención que sea la primera opción. Sin embargo, especialmente en los últimos tiempos de incertidumbre y zozobra, ha cobrado fuerza. Porque nos brinda paz, nos ofrece compañía en medio de la soledad, nos permite bajar los decibeles del ruido de la histeria colectiva mundana. Invita a reflexionar a tu audiencia con buen contenido.

2.- Inspirador.
Un poco en la misma línea del anterior. Que tras la reflexión (que es una conversación abierta y honesta contigo mismo) venga la acción, el hacer. El contenido que da cuenta de las duras experiencias de otros, de cómo sortearon las dificultades, de cómo se rediseñaron, nos ayuda a entender que es posible, que nosotros también podemos lograrlo, que lo merecemos.

3.- Educativo.
Internet es, quizás lo has comprobado, la fuente de conocimiento más amplia y democrática que jamás haya existido. Sin embargo, hay de todo como en botica y, tristemente, mucho de eso no es bueno, es pornobasura. Produce contenido educativo de calidad, relacionado con aquello en lo que eres experto, y tu audiencia valorará y agradecerá que lo compartas.

4.- Entretenido.
A diferencia de lo que nos dicen, los seres humanos no nos conectamos a internet para comprar o para trabajar; el objetivo primordial es distraernos, buscar distracciones que nos permitan lidiar con la histeria de la vida diaria. Si tu contenido logra superar el tristemente célebre límite de lo ridículo, que abunda en internet, y además aporta valor, ¡fantástico!

5.- Empático.
Parece obvio, pero no lo es. ¿Por qué? Porque la gran mayoría del contenido que vemos por ahí, dentro y fuera de internet, es de corte ególatra, personas que hablan de sí mismas como un disco rayado. Procura que tu contenido se centre en los intereses, deseos y necesidades de tu audiencia, lo cual no quiere decir que no puedas compartir tu opinión o experiencias.

Muchas personas no crean contenido propio porque no entienden los beneficios y, entonces, se enfocan en vender. Luego, no venden y no saben qué hacer. Y siempre están expuestos al dilema de ¿cómo crear contenido de valor? Olvídate de tu producto o servicio, de una oferta, de vender, y enfócate en aportar valor mezclando los cinco ingredientes que te mencioné.

Ahora, es importante señalar algo: la más poderosa estrategia de contenido requiere tiempo. O, en otras palabras, una estrategia de contenidos, cualquiera, requiere tiempo. No obtendrás resultados de un día para otro, de una semana a la otra. Con consistencia, con disciplina, con temas que estén conectados con tu audiencia, necesitarás al menos seis meses.

¿Demasiado tiempo? A mi juicio, no. Para mí, demasiado tiempo es el que se pierde intentando vender en frío, publicando contenido que no le interesa a nadie, que no conecta con tu audiencia, al que nadie le saca provecho. Eso es perder tiempo, dinero, recursos, y desperdiciar tus talentos, tu conocimiento. ¿Qué tal si pruebas los cinco tipos de contenidos que te propongo?

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¿Cómo lograr el mismo impacto de Jeff Bezos con tu mensaje?

Vivimos un momento crucial para la humanidad. Uno que, quizás, signifique la última oportunidad para dar marcha atrás, para dejar atrás los malos hábitos y adquirir unos positivos y constructivos. Uno que, más allá de las poderosas herramientas y de los canales que nos brinda la tecnología, nos permita entender que llegamos a este mundo para ayudarnos los unos a los otros, sin distingo.

Nunca a lo largo de más de veinte siglos el ser humano había disfrutado de tantas, de tantas oportunidades. Atrás, en el baúl de los recuerdos, quedaron aquellos tiempos en los que los beneficios de la tecnología eran para unos pocos. Hoy, por fortuna, prácticamente cualquier persona puede acceder a internet, aunque también es cierto que hay mucho por mejorar.

Quizás coincides conmigo en que, en algunos aspectos, la realidad superó la ficción. Con solo un pequeño aparato como un teléfono celular podemos hablar (esa, que no se nos olvide, es la función básica), tomar fotografías de alta calidad, grabar videos, transmitir en vivo, intercambiar mensajes instantáneos a través de varias aplicaciones y disponemos de internet a un clic de distancia.

Hubo una época, que nos parece de la prehistoria, pero que la vivimos hace no más de 25 años, en la que para comunicarte con una persona que estaba en otro país, o en otra ciudad de tu país, debías comunicarte con la operadora. Esa persona tomaba los datos (teléfono del receptor, tu teléfono y algo muy importante: quién se hacía cargo del costo de la llamada) y te comunicaba.

A veces, muchas veces, era imposible la conexión. “Las líneas están saturadas”, recuerdo que decía. Y no había más remedio que intentarlo más tarde u otro día. Si lograbas la comunicación, de antemano sabías que no debías demorarte mucho, porque el costo de la llamada a larga distancia era elevado. Sin embargo, bien valía la pena escuchar la voz de la otra persona al otro extremo.

Era una experiencia fascinante aquella de saber que esa otra persona estaba a cientos o miles de kilómetros y podías escuchar su voz. Hoy, no solo la escuchas: también la puedes ver, en vivo y en directo, y gratis. Sin límite de tiempo y puedes grabar esa charla y volver a verla o a escucharla las veces que desees. Y también puede haber más personas conectadas desde distintos lugares.

Es maravillosa la tecnología y, lo mejor, cada día es más sencilla, más intuitiva. Hasta los abuelos, que casi siempre son reacios a este tipo de avances, intercambian mensajes con sus familiares a través de WhatsApp o hay quienes se animan a grabar videos y crear stories. Lo que hace unos años nos parecía irreal, propio de las películas de ciencia ficción, hoy es una increíble realidad.

Sin embargo, ese no es el fondo del tema, no es lo más importante. Es cierto que la tecnología, sus herramientas y recursos nos han facilitado la vida, nos brindan nuevas posibilidades en el trabajo y nos permiten disfrutar de inolvidables momentos en la vida personal. Eso, en todo caso, es tan solo la punta del iceberg: lo verdaderamente valioso, lo que vale la pena, es lo que está oculto.

¿A qué me refiero? Jeff Bezos es el fundador de Amazon y uno de los hombres más ricos del planeta, pero lo que en realidad le permite dejar huella es su pensamiento disruptivo. Es un genio para llevar la contraria, para salirse con la suya en terrenos que para otros fueron estériles y, en especial, para invitarnos a la reflexión con las premisas que soportan en éxito de sus empresas.

Quizás sabías que desde 2004 en Amazon están prohibidas las presentaciones en PowerPoint, que todos usamos recurrentemente. Según el instructivo de Bezos, en las reuniones de su empresas se utilizan memos o documentos que son elaborados por varias personas. Por lo general, son al menos seis páginas y su contenido, de la menos media hora, es leído durante la reunión.

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Las presentaciones tipo PowerPoint nos dan permiso, de alguna manera, para tratar las ideas superficialmente, aplanar cualquier sentido de importancia relativa e ignorar la interconexión interna de las ideas, argumenta Bezos. “Buscamos un texto bien estructurado y narrativo, y no solo un texto. Si alguien crea una lista de viñetas en Word, eso sería igual de malo que un PowerPoint”, agrega.

Sin embargo, hay más: “La razón por la cual escribir un memo de cuatro páginas es más difícil que ‘escribir’ un PowerPoint de 20 páginas es porque la estructura narrativa de un buen memo obliga a pensar mejor y a comprender mejor qué cosa es más importante que otra y cómo se relacionan las cosas. Pensar, comprender y relacionar, los tres conceptos básicos de un escrito de calidad.

En relación con este tema, alguna vez le preguntaron si se requería ser un escritor profesional para redactar lo que él llama “un memo de primera clase”. Su respuesta fue “desde mi punto de vista, no tanto. El entrenador de fútbol americano no necesita ser capaz de lanzar, y un cineasta no necesita saber actuar. Pero ambos deben reconocer el alto nivel en esas actividades”, explica.

Según el fundador de Amazon, la capacidad para producir un texto de calidad no se relaciona estrictamente con el talento, sino con la habilidad que se desarrolla y la posibilidad de entender cuándo ese escrito es bueno. “Los escritores medios no reconocen lo que diferencia su trabajo del de los mejores escritores en su campo. No pueden mejorar porque no comprenden cómo es algo mejor”.

Uno podrá estar de acuerdo o no con la teoría de Bezos, pero la realidad es que le ha dado buenos resultados, tal y como lo expresan empleados y antiguos colaboradores. Uno de ellos, Brad Porter, que fue vicepresidente de robótica de Amazon hasta 2015, dice que “desde nuestro punto de vista, obtenemos muy poca información, obtenemos unas viñetas. Es más sencillo para el presentador, pero difícil para el público”.

Dado que en los últimos años nos hemos acostumbrado a este tipo de formatos y estructuras mediáticas, nos resulta más difícil escribir un texto bien estructurado, coherente y, sobre todo, con impacto. Lo increíble de esta situación es que el ser humano, cualquier ser humano, está en capacidad de crear un texto de calidad, siempre y cuando desarrolle la habilidad y practique.

Cuando le envías un mensaje escrito o hablado a tu hijo o a tu pareja lo que menos importa es a través de qué plataforma o aplicación lo haces. Cuando publicas un artículo en redes sociales o en tu blog lo que en verdad genera un impacto es tu mensaje, el conocimiento y las experiencias que eres capaz de transmitir en esas líneas, la información de valor que compartes, como el memo de Jeff Bezos.

Es tu imaginación, es tu creatividad, es tu conocimiento, es tu rigor para tratar la información, es tu mensaje lo que realmente importa. Al comienzo, seguro, será difícil, como fue difícil para los empleados de Amazon adaptarse a los memos y dejar las presentaciones de PowerPoint. Sin embargo, con la práctica mejorarás la habilidad y podrás convertirte en un muy buen escritor.

Si logras escribir una página, tan solo una, con una buena estructura, apegado a las normas de la gramática y de la ortografía y, además, le imprimes tu toque personal, el sello de tu conocimiento y de tus emociones, es muy probable que tu escrito sea digno de leer. Y que, lo más valioso, que el mensaje que transmites logre conectar con tus lectores y promover un intercambio, una relación.

Vivimos un momento crucial para la humanidad. Uno que más allá de las poderosas herramientas y de los canales que nos brinda la tecnología, debemos aprovechar para cambiar el rumbo errático de esta vida desordenada y atrapada en la histeria mediática y superficial. La solución está, como lo dice Jeff Bezos, “en reconocer el alto nivel”: el de tu imaginación, tu conocimiento y tus vivencias.

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