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¿Cómo crear una buena historia en 5 sencillos pasos?

Los seres humanos tenemos la capacidad de hacer difícil lo fácil. A pesar de que disponemos de la inteligencia, que nos otorga una increíble ventaja sobre el resto de especies del planeta, nos empeñamos en tropezar con la misma piedra. Así sucede en todas las actividades de la vida, desde las cotidianas hasta las que realizamos esporádicamente. Y lo padecemos, claro.

Una de ellas, por ejemplo, es el proceso de escribir. Aunque prácticamente todos aprendemos en la escuela primaria, muchos viven con la idea de que no lo saben hacer. Lo irónico es que una persona común y corriente escribe todos los días, más en estos tiempos en los que estamos hiperconectados y nos comunicamos permanentemente a través de la tecnología.

En realidad, ese “no sé escribir” que argumenta tanta gente es más bien un “me gustaría escribir como un profesional y no sé cómo hacerlo”. Una de las razones es que nos preocupa el qué dirán los demás, recibir su aprobación, o que nos digan que no les gustó, que está mal. En la práctica, no siempre se escribe bien, ni siquiera el escritor consagrado lo hace perfecto.

El oficio de escribir es como la vida misma: cada día es distinto, a veces el balance es positivo y otras, negativo. No siempre estás con la disposición adecuada porque tu mente está distraída u ocupada con preocupaciones, con el estrés acumulado. O, lo que más se da, que no hay claridad acerca de lo que se quiere transmitir y, entonces, aparece el síndrome de la página en blanco.

Que es una bonita excusa, por cierto. El origen de este problema es un error de metodología o, peor, falta de una metodología. Es que nos han metido en la cabeza la idea que escribir es una cuestión de talento o, bendito Dios, de inspiración. Y no es así. Porque talento poseemos todos los seres humanos, así que este no tiene por qué ser el factor diferenciador en este caso.

En cuanto a la tal inspiración, si sigues con atención los contenidos que comparto, sabrás cuál es mi posición: ¡no existe! Más bien, a los seres humanos nos otorgaron el privilegio de la imaginación, una capacidad inagotable que siempre está al alcance de la mano. Lo que sucede es que somos perezosos y nuestro cerebro es cómodo: si no lo exiges, él tampoco se rebela.

Escribir es producto del trabajo, esa es la verdad. Todo lo demás que se diga es una excusa o, simplemente, una mentira. Que nos sirve para justificarnos, para procrastinar, para esconder la falta de compromiso. Se requiere planificación, investigación, imaginación y paciencia porque, por más talento que poseas, forjar un estilo propio no se da de la noche a la mañana.

Además, no es algo que te puedan enseñar. ¿Por qué? Porque el estilo del escritor es reflejo de su personalidad, de su visión del mundo, de su conocimiento, de sus experiencias, de sus creencias, de sus vivencias, de sus miedos, de entorno y, claro, de su disciplina. Disciplina para escribir con frecuencia, para leer, para escuchar, para observar y, por supuesto, para trabajar.

Ah, y que no se olvide: evitar elegir el camino difícil, el complicado. Especialmente en el comienzo del camino, cuando necesitas adquirir ritmo, mantener la motivación y no dejarte llevar por la incertidumbre, por tus miedos. Ahora, no es que haya un camino fácil, porque eso dependerá tanto de tu metodología como de tu disciplina, de tu persistencia y de tu paciencia.

La mayoría de las personas que anhela escribir usualmente piensa al revés. ¿A qué me refiero? Quiere comenzar por el final, no por el principio. Me explico: “Quiero escribir una novela” o “Quiero publicar un libro sobre los viajes que he realizado”. ¿Entiendes? Si vas a correr una maratón, primero debes gatear, luego caminar, después trotar y, por último, correr.

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Ese es el proceso ineludible de la vida. En la escritura, a mi juicio el primer paso, el que más te servirá en la tarea de descubrir y forjar tu estilo y, en especial, de adquirir confianza y soltarte es contar historias. ¿Por qué? Porque los seres humanos por naturaleza somos contadores de historias, lo hacemos todo el tiempo, la mayoría de las veces de modo verbal.

Lo mejor es que estamos rodeados de historias: el amanecer, el aroma del café en el desayuno, el sol de la mañana, el atardecer, la lluvia, la luna en la noche, el ladrido de tu mascota, el abrazo de tu pareja, la sonrisa de tus padres, el relato de tu hijo luego de regresar del colegio, en fin. Hay historias, buenas historias, por doquier. Solo hay que escribirlas.

En internet abundan las plantillas que promete convertirte en un escritor consagrado, pero la verdad es que no sirven. Para algunas personas serán una buena guía, pero no te ayudarán si no aportar lo tuyo. ¿Y qué es lo tuyo? Imaginación, disciplina. Y atrevimiento, porque escribir siempre es una aventura que nos permite entrar a fascinantes mundos imaginarios.

Escribir, también, es algo similar a armar un rompecabezas. La salvedad es que las piezas siempre son distintas y las puedes armar a tu antojo, caprichosamente. Lo importante es que al final, cuando termines, haya valido la pena el esfuerzo y sea una historia digna de leer. A continuación, te relaciono los cinco elementos indispensables (la fichas de tu rompecabezas):

1.- El porqué.
¿De qué se trata tu historia? ¿Por qué vale la pena contarla? Esta idea debe estar clara en tu mente, muy precisa, porque de lo contrario le abrirás la puerta a la improvisación (que es la enemiga de la imaginación) y puedes echarla a perder. No tiene que ser un gran motivo, sino un aprendizaje, una pequeña lección, una experiencia que resultó agradable, en fin.

2.- El contexto.
Fundamental. Es el escenario en el que se desarrolla tu historia, el que le brinda color y calor a tu relato, el que lo hace único. Incluye tanto el entorno como la problemática, el conflicto sobre el que gira tu historia, que no tiene que ser la Tercera Guerra Mundial. Una duda, un sentimiento encontrado, una discusión, un descubrimiento… Sencillo, pero preciso.

3.- El protagonista.
El quien va a resolver ese conflicto. No tiene que ser un superhéroe ni un superdotado. Cuanto más humano sea, mejor, porque así podrá conectar con más personas. Lo deben acompañar otros personajes secundarios para darle color y calor al relato, para hacerlo creíble. Un buen protagonista sufre, se equivoca, cae y se levanta, pero encuentra la manera de salir airoso.

4.- El antagonista.
Una historia sin antagonista carece de picante, no sabe a nada. Ten en cuenta, eso sí, que no necesariamente es otra persona: puede ser una situación, una creencia, un miedo. La clave radica en no exagerar su rol en la historia, porque le puede restar credibilidad. Y, bien sea una persona y otra manifestación del mal, su poder es inferior al del protagonista y siempre pierde.

5.- La moraleja.
¿Qué está en juego en tu historia? ¿Cuál es el riesgo que corre el protagonista? ¿Qué puede perder? ¿Qué puede ganar? ¿Qué lección aprenderá? Tan importante como un final feliz es la moraleja, el mensaje que vas a transmitir. Lo debes tener claro y definido antes de escribir la primera palabra. Una reflexión, una sentencia, un aprendizaje, algo que inspire a tu lector.

¡Importante!: la clave para llamar la atención del lector, para atraparlo, radica en tu capacidad para jugar con estos cinco elementos mencionados. Es decir, de tu imaginación. Déjala volar con libertad, crea, inventa sin límites. El resto es probar una y otra vez, escribir y escribir. No hay otro camino, créeme. Lo único que te convertirá en buen escritor es escribir y escribir…

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Creatividad y comunicación, habilidades claves para sobrevivir en la era digital

Vivimos una época de grandes desafíos en todos los ámbitos de la vida. El mundo cambia no solo de manera constante, sino también lo hace a gran velocidad y a veces no nos da tiempo ni para acomodarnos, para adaptarnos. Grandes desafíos que, además, nos genera una incertidumbre inmensa que viene acompañada de miedo, de mucho miedo por lo que nos depare el futuro.

Uno de ellos, uno de los más fuertes, de aquellos capaces de quitarnos el sueño y arrebatarnos la tranquilidad, es el de ser reemplazados por las máquinas en el ámbito laboral. Es un temor acuñado desde hace décadas, por cuenta de la ciencia ficción, y que poco a poco se ha hecho realidad en algunos sectores o industrias. La pregunta es: ¿nos subyugarán las máquinas?

Por supuesto, nadie tiene una respuesta contundente para este interrogante. Sin embargo, pienso que eso nunca va a suceder. Muchas de las máquinas que forman parte de nuestra vida diaria son verdaderamente increíbles y poderosas, además de útiles. Nos facilitan algunas tareas y nos permiten lujos como el de estar conectados a internet todo el tiempo desde cualquier lugar.

Una gran variedad de beneficios que también incorporan algunas dificultades. Y no porque estas se deriven directamente de la tecnología, de las herramientas, sino por el uso que les damos a estos recursos. Los seres humanos somos muy cómodos y nos aferramos a todo aquello que nos haga la vida fácil, a veces sin darnos cuenta de que nos causamos un perjuicio a nosotros mismos.

Lo cierto, porque no se trata de una tendencia pasajera, sino de una realidad incontestable, es que el futuro laboral nos exige ser híbridos o “centauros, mitad hombre, mitad máquina”, tal y como lo definió Albert Cañigueral, Conector de la red Ouishare para España y América Latina. Una realidad que, valga recalcarlo, vivimos en el presente: en otras palabras, el futuro es hoy, en el presente.

El trabajador del nuevo ámbito laboral combinará la fuerza o la capacidad de cálculo de los ordenadores con el poder de la improvisación de los seres humanos, en una versión más renacentista del mundo laboral”, agrega Cañigueral. Por supuesto, ese 50/50 es relativo, en la medida en que ese ser humano no se prepare convenientemente, ni aproveche sus fortalezas.

Mientras, Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute, asegura que el futuro del trabajo será mucho menos ortodoxo de lo que es ahora, tanto en tiempo como en lugares. Cambiará la forma de organización, no solo con los intereses de la producción, que exigen modificaciones, pero también habrá que adaptarse a las demandas de las personas” en un entorno cambiante.

Sin embargo, y este es el punto crucial de este mensaje que te quiero transmitir, si bien será un entorno más digital y con procesos que se automatizarán, la creatividad será capital, precisamente para diferenciar el impacto del trabajo humano frente al de las máquinas”. No sé a ti, pero a mí me resulta una excelente noticia, y no precisamente porque tema ser sustituido por una máquina.

Los seres humanos, todos, absolutamente todos, poseemos algo que las máquinas jamás tendrán: inteligencia. Además, no hay que perder de vista que, en últimas, las máquinas son una creación del hombre. Pero, eso no es lo importante. Lo importante, lo valioso, es que aún en las situaciones más complicadas, en las circunstancias más adversas, estamos en capacidad de salir airosos.

Lo ocurrido en el último año, por cuenta de la pandemia, es muestra de ello. Más allá del invaluable costo de vidas humanas, del inmenso dolor, hemos aprendido a adaptarnos. No ha sido fácil, porque este proceso nos obligó a desaprender y volver a aprender en poco tiempo y sin anestesia. No ha sido fácil porque la incertidumbre crece y el panorama luce sombrío.

Lo que queda claro hasta el momento, en todo caso, es que solo los más resistentes superarán la prueba. Y esa resistencia implica, fundamentalmente, ser inteligentes para enfrentar la coyuntura, para adaptarnos al nuevo escenario y, en especial, para responder a las exigencias de esta realidad cambiante e incierta. Que, por más que nos esforcemos, no sabemos en verdad cómo será.

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Unas de las pocas certezas son, sin embargo, la del teletrabajo y la de una cantidad cada vez más creciente de personas que migrarán al universo digital en busca de oportunidades, de ingresos que con sus trabajos convencionales no pueden obtener. Aunque ambas opciones estaban con nosotros desde hace tiempo, las circunstancias provocaron que su práctica se masificara con rapidez.

La pandemia aumentó el valor de ciertas profesiones, en especial aquellas que tienen un elevado componente intelectual, creativo. En otras palabras, los trabajos que están en riesgo a corto plazo son aquellos operativos, labores repetitivas que no requieren alto conocimiento o preparación académica. Esos, tristemente, son los que podrían llegar a ser sustituidos por las máquinas.

Al respecto, Blasco el baja decibeles al ruido mediático y afirma que “no desaparecerán trabajos, sino tareas” y que permanecerán aquellas en la que los profesionales estén avalados por un adecuado nivel de educación. “El que tenga formación tendrá hasta 5 veces más oportunidades para encontrar trabajo”, aunque aclara que el conocimiento servirá solo si se cambia el chip mental.

Según Javier Creus, fundador de Ideas for Change, el éxito será la recompensa para las personas “orientadas a aprender haciendo y a emprender en equipo. La era de los lobos solitarios quedó atrás y entramos en la de las tribus, las comunidades que potencian las fortalezas de los individuos. Un escenario en el que las habilidades blandas no solo serán requeridas, sino muy bien valoradas.

Algunas de esas habilidades blandas son la creatividad, el pensamiento crítico, el liderazgo y la inteligencia emocional. Tras bambalinas de estas cualidades, por si aún no lo percibiste, esta la habilidad de la comunicación, la capacidad para crear mensajes poderosos, asertivos, positivos y constructivos. Mensajes que sirvan para empoderar a otros y ayudarlos a transformar su vida.

“La creatividad no solo será una de las habilidades más valoradas, sino la que más, porque detrás de ella está la capacidad de improvisar. Y es justamente ese es el valor diferencial del hombre en un entorno cada vez más robotizado o automatizado, asegura Blasco. “Será un valor en todos los sectores, porque cualquier profesión se puede beneficiar de esa creatividad”, aporta Cañigueral.

A veces me da por pensar que todo esto tan doloroso que nos ha tocado vivir en los últimos meses, y que significó un costo elevadísimo en términos de vidas humanas, no era más que un mensaje de la vida para entender que íbamos por el camino equivocado. Y, también, para que de una vez por todas nos demos cuenta de cuán poderosos somos gracias a la inteligencia y el saber.

Una de las labores que más creció en este período, por si no lo sabías, fue la de la generación de contenido, de contenido de calidad. Hay muchas personas que poseen valioso conocimiento, pero son incapaces de transmitirlo, aunque quieran. Otros, en cambio, tenemos la habilidad y la pasión por compartir lo que hemos aprendido, lo que hemos vivido, y eso nos pone un par de escalones arriba en este nuevo escenario.

Esta reflexión, en últimas, no es más que una invitación a que valores el potencial que tienes, que representas. Con tu conocimiento, tus experiencias, tu pasión, tus valores y principios, encarnas un mensaje poderoso que, si lo compartes, puede ayudar a transformar vidas, a mejorar este alicaído mundo. Para mí, ese es un reto que asumo con gran responsabilidad y mucho entusiasmo.

Moraleja: hoy, como quizás jamás había ocurrido, el mundo requiere contenidos de calidad que, además de ser un oasis en medio de la caótica realidad, nos ayuden a ser mejores personas, a construir una mejor versión de nosotros mismos. Créeme que eres un arsenal de poderosas e inspiradoras historias capaces de provocar un pequeño gran cambio en el mundo. ¡Cuéntalas!

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