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Las habilidades comunicativas, una cuestión de supervivencia

La irrupción de la inteligencia artificial supone un dilema para la humanidad. Su influencia se manifiesta en todas y cada una de las actividades de la vida, sin excepción, y son múltiples los oficios y profesiones que, dicen, están en peligro de desaparición. Sin embargo, sabemos que si algo caracteriza a la especie humana es, precisamente, su resiliencia, su capacidad para sobrevivir.

No olvides que los dinosaurios, una especie fuerte, depredadores, desaparecieron y muchas otras especies menores permanecieron en el planeta. El ser humano, además, ha sobrevivido a pandemias, pestes, catástrofes naturales como terribles huracanes, devastadores terremotos, pavorosas inundaciones y a eventos demoledores como la guerra. Parece que fuera indestructible.

Hace 25 años, quizás lo recuerdes, cuando internet irrumpió en nuestra realidad y la cambió por completo, nos dijeron que la vida no sería igual, jamás sería la misma. También dijeron que millones de empleos se perderían y que muchas empresas desaparecerían. Así fue, pero el ser humano volvió a exponer su asombrosa capacidad de adaptación y logró sobrevivir.

Con el paso del tiempo, nos dimos cuenta de que era un cambio beneficioso, aprendimos que la tecnología no llegaba para sustituirnos o, peor, para destruirnos, sino para ayudarnos. Que en la práctica significa complementarnos, potenciar nuestras habilidades, sacarnos de la zona de confort y, lo mejor, para brindarnos nuevas y maravillosas posibilidades de crecimiento.

No sé qué opinas, pero soy un agradecido de la tecnología. Cuando comencé mi carrera profesional, hace más de 37 años, los periodistas aún trabajábamos en máquina de escribir y los computadores eran un sueño. Es decir, he vivido en carne propia lo bueno y lo malo de esta revolución tecnológica que significó la transformación del oficio y de la mentalidad.

Fui de los primeros periodistas que utilizó internet en Colombia, en 1997. Para que te hagas una idea del contexto: ninguna empresa o medio de comunicación tenía una página web, los bancos apenas implementaban los cajeros electrónicos y lo que los expertos nos decían era que internet era “algo pasajero”, “una nueva moda que desaparecerá pronto”.

Por supuesto, y por fortuna, no fue así. Desaparecieron los que se quedaron en lo mismo de antes, los que fueron incapaces de evolucionar, los que no cumplieron con la premisa de saber adaptarse. Los demás, mientras, nos fortalecimos, adquirimos habilidades y nos convertimos en mejores personas, en profesionales más capacitados, gracias a la tecnología.

Hoy, el nuevo dinosaurio, la amenaza mediática, es la inteligencia artificial generativa. Sí, la que muchas personas llaman ChatGPT, pero esta herramienta es tan solo una de tantas de las que ya disponemos. Y vendrán otras más, sin duda, un tsunami tecnológico. Algunas de esas especies serán efímeras, no cumplirán con su propósito y desaparecerán. No hay remedio.

Otras, las más valiosas, las más poderosas, en cambio, permanecerán. Y se convertirán en una parte importante de nuestra vida, como ocurrió con internet hace más de 25 años. Por eso, más que una obligación es una decisión acertada aprender a utilizar esta maravilla. No al punto, quizás, de ser un experto, pero sí bajo la premisa de aprovechar su poder ilimitado.

Lo que, en todo caso, no se puede perder de vista, es que la diferencia, para bien o para mal, no la marca la tecnología: este es un privilegio del ser humano, del uso que haga de ella. No olvides que muchas personas, millones en el mundo, desconocían y/o desaprovechaban el poder de internet antes de la pandemia. Fue durante el encierro cuando lo descubrieron.

Después de ese punto bisagra, hoy estamos familiarizados con las reuniones virtuales y con otra serie de opciones que antes pocos usaban. Para muchas familias, por ejemplo, pasar la pandemia con un buen balance fue fruto, entre otras cosas, de las reuniones virtuales con familiares y amigos. En medio del encierro, pudieron salvaguardar su salud mental.

Repito: la tecnología es asombrosa, maravillosa, increíble. Ponle el calificativo que quieras y seguro te quedarás corto. Sin embargo, la magia está en el ser humano, en su inteligencia natural, en su capacidad para aprender, en su creatividad, en el uso que le brinda. Así, por ejemplo, la dinamita no fue creada para matar, para destruir, el uso más común que se le da.

Lo que la inteligencia artificial generativa hará por ti, si se lo permites, es potenciar tus habilidades, sacar el máximo provecho de tu conocimiento y producir un mayor impacto en la vida de quienes te rodean, de aquellos sobre los que ejerces influencia. Esta tecnología llegó para ayudarnos, para facilitarnos la vida, para permitirnos ser más productivos y rentables.

Lo esencial, lo fundamental, lo que marca la diferencia, repito, está en ti. ¡ERES TÚ! De hecho, un reciente estudio de la prestigiosa consultora Kantar Media, llamado Las competencias que definirán el ecosistema mediático del mañana, nos ofrece unas lecciones valiosas. Se hicieron 1.110 encuestas en 53 países a personas relacionadas con investigación, datos e insights.

Estas fueron algunas de las conclusiones más destacadas:

1.- Se reconoce la necesidad de adaptarse a los cambios que llegaron y a los que vendrán

2.- Se entiende que tecnología y talento van de la mano, son complementarios, no opuestos

3.- Los expertos en estas nuevas tecnologías son la nueva joya de la corona laboral

¿Cómo te parece? A mi juicio, nada sorprendente, nada que no fuera previsible. Lo que me llamó la atención de los resultados de la encuesta, el motivo por el cual escribí esta nota, fue el escalafón de las 10 competencias más importantes hoy. Ten en cuenta que los consultados son personas relacionadas con los medios de comunicación, agencias de marketing y afines:

1.- Habilidades de comunicación y storytelling79 %

2.- Análisis e interpretación de datos – 73 %

3.- Capacidad para explicar técnicas y metodologías complejas – 65 %

4.- Posibilidad de conectar fuentes de datos – 60 %

5.- Visualización de datos – 59 %

6.- Experiencia diversa y nuevas perspectivas – 57 %

7.- Experiencia en investigación – 46 %

8.- Conocimientos de data science39 %

9.- Manejo de big data – 36 %

10.- Experiencia en el uso de la IA – 27 %

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¿Qué opinas? Honestamente, a mí me sorprendió ver en el número uno las habilidades de comunicación y el storytelling, que en teoría son las principales víctimas de la inteligencia artificial generativa. No porque desconozca su importancia, sino porque la percepción del mercado era distinta. Es decir, veía que lo prioritario era la tecnología, las herramientas, no la habilidad.

Por supuesto, es algo que me alegra, me entusiasma. Entre otras razones, porque respalda mi lucha de los últimos años: crear conciencia de que el factor diferencial, lo que realmente provoca impacto, no es el canal, no es el formato, no es el recurso, no es la herramienta: es la capacidad del ser humano para sentir, compartir y transmitir emociones y experiencias.

Un ejemplo: cuando desarrolló su carrera periodística, primero, y la de escritor, después, el gran Gabriel García Márquez, Gabo, escribió en cuartillas. Es decir, en máquina de escribir. Solo al final, cuando ya era famoso y consagrado, cuando ya había ganado el Premio Nobel, usó la computadora. El talento estaba en él, la imaginación estaba en él, no en la herramienta.

Uno más: cuando ganó sus 18 campeonatos mayores, entre 1962 y 1986, el estadounidense Jack Nicklaus utilizó palos que hoy no solo son reliquias, sino arcaicos. Por aquel entonces, el desarrollo de la industria del golf iba a lomo de mula, a diferencia de lo que sucede hoy, cuando los cambios, los avances tecnológicos, se dan a la velocidad de un rayo.

A lo largo de su sensacional trayectoria, Nicklaus acumuló 73 triunfos en el PGA Tour, para ubicarse como el tercero de la historia. Solo lo superan Sam Snead y Tiger Woods, con 82. El Oso Dorado es considerado por muchos el mejor jugador de todos los tiempos, tanto por su capacidad técnica como, en especial, por su férrea mentalidad ganadora y su determinación.

Hoy, sin embargo, muchas personas creen que lo importante es la herramienta, el canal o el formato y menosprecian lo realmente valioso: el contenido. Menosprecian lo que pueden entregarle al mercado y se limitan a seguir la tendencia, la moda. Algunas logran hacer ruido, pero su efecto es a corto plazo y pronto surge un nuevo objeto brillante que las desplaza.

Las habilidades comunicativas son las que nos permiten comunicarnos de manera efectiva con otros, bien sea a través del habla, de la escritura, de la gestualidad (movimiento), de la pintura, del canto o, inclusive, de las señas. Son fruto de un proceso consciente cuyo fin es transmitir un mensaje, establecer un vínculo o realizar un intercambio de conocimiento y experiencias.

La escucha activa, la comunicación verbal, la no verbal, la empatía, la asertividad y la inteligencia emocional son, entre otras, las principales habilidades comunicativas. Todos los seres humanos disponemos de ellas, pero cada uno las desarrolla en distinta medida o, de otra forma, cada uno privilegia algunas que le resultan más cómodas o que son más fáciles.

En la película Náufrago, lo que le permitió sobrevivir a Chuck Noland (interpretado por Tom Hanks) no fue la tecnología. De hecho, no tenía herramientas porque perdió el transmisor de emergencia de la balsa en la que llegó a una isla desierta. Sobrevivió gracias a sus habilidades y a su ingenio para arreglárselas en un medio de un ambiente inhóspito.

Volvamos al comienzo: amenazado por los depredadores, con pocos recursos y un precario conocimiento del entorno, el ser humano sobrevivió en la prehistoria. Y a lo largo del tiempo ha hecho lo mismo una y otra vez tras tragedias naturales, guerras o pandemias. Lo ha hecho gracias a su inteligencia, a su intuición, a su resiliencia y a su capacidad de adaptación.

En una sola palabra, gracias a sus habilidades. Entre ellas, las comunicativas, que le han servido para transmitirles a otros, de generación en generación, el conocimiento adquirido y el aprendizaje fruto de sus experiencias. Haber enseñado a otros cómo sobrevivir a pesar de las dificultades es lo que le ha permitido al hombre ser la especie que no se extingue.

Como dice la canción, “yo no sé mañana”, no sé qué pasará mañana, dentro de unos años. No sé cuál será el resultado de una encuesta similar de Kantar Media en 5 o 10 años. De lo que sí estoy seguro es de que las habilidades comunicativas se darán mañas para entreverarse entre las más importantes, las indispensables, las más valoradas. Es cuestión de supervivencia…

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¿Trabajas para la IA generativa o haces que ella lo haga para ti?

A comienzos de marzo de 2020, un misterioso virus proveniente de China, del que muchos en Occidente decían era una invención, un bulo, llegó y nos alteró la vida. Y no solo eso: se llevó, también, cientos de miles de vidas. El COVID-19 (o coronavirus) nos obligó a encerrarnos en las casas por un largo período y, sobre todo, nos llenó de miedo y causó gran incertidumbre.

A pesar de las advertencias provenientes de algunos sectores científicos, casi nadie creía en el tal coronavirus. Por eso, a su letal impacto se sumó algo que podríamos llamar el factor sorpresa: no estábamos preparados para enfrentarlo, dado que lo habíamos ignorado, lo habíamos menospreciado. Hoy sabemos que ese fue uno de los graves errores cometidos.

Una de las mayores dificultades que enfrentamos en ese momento fue desconocerlo todo, o casi todo, del COVID-19. Y las informaciones no eran certeras; más bien, abundaban las contradicciones, los desmentidos y, por supuesto, pulularon las fake news, las mentiras. Que, no sobra recordarlo, provocaron más pánico, más incertidumbre, más desolación.

En diciembre de 2022, una vez más el mundo fue sorprendido por una noticia, aunque esta era bien distinta. ¿Sabes a qué me refiero? A la irrupción de ChatGPT, la versión generativa de la inteligencia artificial. Una maravillosa tecnología sobre la que también se posan los bulos, las fake news, las mentiras y las versiones apocalípticas. Igual a lo que se dio con el COVID-19.

Como seguramente lo sabes, se trata de una suerte de inteligencia artificial que puede ser entrenada para sostener conversaciones. En esencia, es un chat basado en un modelo de lenguaje creado por la empresa OpenAI. ¿Su especialidad? Realizar tareas relacionadas con la generación de contenidos diversos a partir de las instrucciones que se le brindan.

Si bien surgió con notorias limitaciones y los expertos nos dicen que todavía es mucho lo que se puede desarrollar, la clave de los resultados obtenidos a partir de ChatGPT radican en los prompts (la instrucción que alimentas al chat para que genere el contenido). En palabras muy sencillas, si lo alimentas con basura, te arrojará basura. Por favor, no olvides esta premisa.

A pesar de que ChatGPT irrumpió con fuerza y tuvo un gran eco mediático, la verdad es que la inteligencia artificial está en nuestra vida desde hace décadas. Para ser más exactos, desde mediados del siglo pasado, cuando se crearon las primeras máquinas capaces de emular la inteligencia del ser humano y realizar, de manera efectiva y rápida, una variedad de tareas.

Unas de las versiones más conocidas fue el AOL Instant Messenger, que cautivó a unos 30 millones de usuarios, o la enciclopedia virtual Encarta, de Microsoft. Una famosa fue Deep Blue. ¿La recuerdas? El ordenador creado por IBM y programado con millones de partidas de ajedrez que, en 1997, venció al campeón mundial de aquel entonces, el ruso Gary Kaspárov.

Sin hacer ruido, pero de manera consistente, la IA fue incorporada en múltiples dispositivos que tenemos en casa. Alexa, el asistente virtual de Google, o Siri, la versión de Apple, son un ejemplo. Hoy, su aplicación es prácticamente ilimitada y ha permitido grandes avances en campos como la medicina, los juegos electrónicos, el cine o la creación de contenido.

El problema, ¿sabes cuál fue el problema? Que, como sucedió con el coronavirus, para el común de los seres humanos la inteligencia artificial seguía siendo “algo del futuro”. Y quizás por eso no le prestamos la atención que merecía y hoy, de nuevo, somos presas del pánico, de la incertidumbre, y víctimas de la infoxicación, de la manipulación. ¡Otro apocalipsis!

Sí, nos dicen que llegó para “exterminar la especie”, la versión más radical, o para “acabar con millones de trabajos”. Estoy seguro de que desde hace tiempo utilizas alguna de las formas en que la inteligencia artificial está presente en nuestra vida y, eventualmente, le diste una mirada a ChatGPT, Gemini, Copilot, Dall-E, Midlourney, Jasper o CopyAi, entre otras.

A pesar de que ChatGPT surgió hace solo año y medio, son pocas las personas que en verdad le han podido sacar provecho. Y no porque sea difícil de utilizar, sino porque tienen un gran recelo que provoca que vean la inteligencia artificial como un enemigo. Y no lo es, de ninguna manera, por supuesto. Es, simplemente, producto de la desinformación, de la infoxicación.

Una de las amenazas es aquella de que la IA generativa acabará con todas las formas de creación de contenido (escrito, hablado, visual). Otra, que acabará con los empleos de todos los que, en distintas modalidades, nos dedicamos a la creación de contenido. Hasta ahora, por lo menos, nada de esto sucedió. Ni lo uno ni lo otro. Más bien, se ha dado lo contrario.

A qué me refiero: a que los creadores de contenido que no nos dejamos llevar por el pánico y que entendemos el poder de la capacidad creativa que poseemos hemos hecho de ChatGPT y otras aplicaciones de inteligencia artificial generativa los aliados de nuestro trabajo. No los enemigos, no las amenazas, sino los socios que nos ayudan a potenciar la productividad.

Lo insólito hoy es escuchar decir que la inteligencia artificial “no sirve para nada”. Ya no es que “va a provocar la extinción de la especie” (como en la saga de Terminator) o “te va a quitar el trabajo”, sino que “no sirve para nada”. A mi juicio, solo hay dos opciones: no has utilizado la inteligencia artificial o, peor aún, eres uno de tantos que no saben utilizar.

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Estos son los cinco errores más frecuentes al utilizar la IA generativa:

1.- Crees que la IA es autosuficiente.
Y no, no es así. Por definición, esta tecnología es parte del fenómeno conocido como machine learning. ¿Sabes en qué consiste? Máquinas que están en capacidad de aprender. ¡Sí, aprenden! Como cuando, por ejemplo, le dices a Siri que llame a tu pareja o que prenda la luz de tu celular. Lo que a algunos atemoriza es que su capacidad de aprendizaje es ilimitada.

En el caso específico de ChatGPT, repito la premisa fundamental: si alimentas el chat con basura, te arrojará basura. Es decir, esta tecnología hará todo lo que tú le enseñes, aquello para que la programes y lo hará en los términos que le proporciones. Tú eres el que brinda las instrucciones, así que el resultado lo determinas tú, no la IA. ¿Ya sabes cómo crear prompts?

2.- No verificar sus resultados.
Este sigue siendo el talón de Aquiles de ChatGPT y otras versiones de IA generativa. En principio, porque no estaba conectada a internet y, entonces, usaba su imaginación para darte respuestas. Hoy, porque, a pesar de que echa mano de los contenidos de la web, todos sabemos que este maravilloso universo está lleno de mentiras, falseades y otras especies.

Todas tóxicas, por supuesto. Mi consejo: utiliza esta tecnología solo para generar contenido relacionado con temáticas en las que seas un experto y estés en capacidad de detectar los errores que a otros les resultarían invisibles. Sin embargo, eso no es suficiente: tienes que hacer una verificación exhaustiva, en especial si no eres un experto en crear prompts.

3.- Cuidado con los derechos de autor (copywright).
En medio de su inocencia y de su afán por ayudarte, la IA generativa toma prestado cualquier contenido que encuentre en la red. Por eso, a veces, muchas veces, usa contenidos llenos de mentiras, o con verdades manipuladas o, quizás, que son propiedad ajena. No es su culpa, por supuesto, porque la tecnología cumple con el objetivo de ayudarte, de darte respuestas.

Haz de cuenta que le pides a tu secretaria que elabore el informe que vas a presentar en la asamblea de accionistas. ¿Es ella la indicada? Seguramente, no. Es tú responsabilidad, como en el caso de la IA generativa. Es un tema álgido especialmente en lo relacionado con las imágenes, no solo con los textos. Cuidado, porque si te confías puedes caer en la trampa.

4.- Eres ‘más de lo mismo’.
Este es un error frecuente para los amantes del copy + paste. Insólito en el uso de la IA generativa que llegó para ayudarnos a potenciar nuestras habilidades y fortalezas, pero en la práctica se ha convertido en una variante del abominable “yo te copio, tú me copias, él nos copia, nosotros nos copiamos (unos a otros)”, tan popular hoy. Es la feria de la mediocridad.

Si utilizas los prompts creados por otros, no esperes resultados satisfactorios. Recuerda que el poder del mensaje está en tu capacidad para controlar los aspectos fundamentales. ¿Los recuerdas? A quién te diriges, qué le vas a comunicar, cuál es el objetivo que persigues, qué formato eliges, es decir, lo que en el marketing se conoce como las 3M: mensaje, mercado y medio.

5.- Asumir que la IA sustituye al ser humano.
Por ahora, no es así (y no creo que se dé en algún momento). Repito: creo que esta tecnología llegó para facilitarnos la vida (las actividades que realizamos de manera rutinaria). Sin embargo, lo que obtengamos de ella está en función del uso que cada uno le dé, porque en esencia la IA no es buena o mala: esa valoración la proporcionamos los seres humanos.

La IA generativa no sustituirá a nadie que, apoyado en ella, haga mejor su trabajo, obtenga mejores resultados de manera más eficiente. Los que perderán su trabajo serán aquellos que no sean capaces de utilizarla, que se nieguen a usarla y no puedan brindar unos resultados satisfactorios en su labor. Recuerda: no es un enemigo, sino un aliado.

Hubo una época, hace tan solo 25 años, en la que nos dijeron que esa disruptiva tecnología llamada internet iba a arrasar con todo: empleos o empresas. La realidad nos demostró, sin embargo, que esos anuncios apocalípticos eran mentira. Hoy, dado que la humanidad no aprendió la lección, la historia se repite: nos dicen que la IA es la peor de las amenazas.

Moraleja: pienso que, como todo en la vida, cada uno elige el camino que crea conveniente. En mi caso, ni dependo de la IA generativa ni me he convertido en un subalterno de ella para que realice mi trabajo. Creo y confío en mis capacidades, intento aprender cada día y también desarrollar nuevas habilidades. Una de ellas, poner a trabajar a la IA para mí.

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