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La desinformación es la nueva pandemia: ¿existe una solución?

¿Sabías que, de nuevo, estamos en pandemia? No la provocada por el COVID-19, por cierto, que tanto daño causó, que tanto dolor nos infligió. No habrá confinamientos, aunque el uso de los tapabocas no caería mal. ¿Sabes cuál es? La desinformación, un mal que inclusive ha llamado la atención de la Unesco, la organización de la ONU para la educación, la ciencia y la cultura.

“La liberación de la palabra a través de la tecnología digital ha representado un inmenso progreso. Pero las redes sociales también han acelerado y amplificado la difusión de información falsa y la incitación al odio, lo que plantea graves riesgos para la sociedad, la paz y la estabilidad”, alertó la francesa Audrey Azoulay, directora general de la Unesco desde 2017. ¿Te suena familiar?

“Para proteger el acceso a la información, debemos regular sin demora estas plataformas, protegiendo al mismo tiempo la libertad de expresión y los derechos humanos, agregó. Un tema que, seguro lo sabes, no es nuevo: desde hace casi dos décadas comenzó el debate y, de manera triste, se quedó en discusiones bizantinas que poco o nada aportaron (menos, una solución).

En 2015, en declaraciones al diario italiano La Stampa, el catedrático Umberto Eco puso el dedo en la llaga: Las redes sociales le dan el derecho de hablar a legiones de idiotas que primero hablaban solo en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Ellos eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel. Es la invasión de los idiotas”.

Su queja no terminó ahí: “La televisión ha promovido al tonto del pueblo, con respecto al cual el espectador se siente superior. El drama de internet es que ha promocionado al tonto del pueblo al nivel de portador de la verdad”, dijo Eco, Premio Príncipe de Asturias de Comunicación y Humanidades 2000. “En el viejo periodismo, por muy asqueroso que fuese un periódico, había un control”.

El fenómeno de la desinformación, según Eco, es una degradación del periodismo. “Hace un tiempo se conocía la fuente de las noticias: agencia Reuters, Tas. Con internet no sabes quién habla, no puedes diferenciar la fuente acreditada de la disparatada. Cualquier web que hable de complots o que se inventen historias absurdas tiene un increíble seguimiento, se quejó.

Recientemente, la Unesco publicó los resultados de una encuesta realizada en 16 países en los que se realizarán procesos electorales en 2024. Esos escenarios, se sabe, se han convertido en un campo de batalla en el que la desinformación reina y la incertidumbre, el miedo y las mentiras vuelan silvestremente. La conclusión es alarmante: el 85 % de los consultados sufre por la desinformación.

El diccionario define este término como “Dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines”. También, “Dar información insuficiente u omitirla”. ¿Se te antoja familiar? Por supuesto, es lo que sufrimos todos los días, pero no solo en las redes sociales, sino a través, también, de los medios de comunicación, que son grandes promotores de la desinformación.

Es justo decir que la desinformación ha existido desde siempre, solo que con las redes sociales y los canales digitales llegó a niveles jamás imaginados. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? El daño que produce, manifiesta tanto a través de la desconfianza como de la falta de credibilidad en las fuentes. Además, y esto es más perverso, que muchas personas se creen las versiones falsas.

“La desinformación está de plena actualidad. Ha entrado de lleno y con fuerza en la vida política, económica y social, en nuestra esfera privada y en nuestro lenguaje habitual. Es un término cuyo concepto aparece asociado a otros, como posverdad, ciberseguridad o injerencias, también de actualidad”, de acuerdo con el Real Instituto Elcano, de España, que pregona valores como la independencia y la transparencia.

Recalca, para que se entienda la complejidad y el alcance del problema, que “el diccionario Oxford declaró ‘post-truth’ palabra del año 2016 y que en 2017 volvió a hacer lo mismo con ‘fake news’”. Señala, así mismo, que “Hoy la revolución digital lo ha cambiado todo y se producen más noticias que nunca y se difunden a mayor escala, mundial o local”. Sin embargo, ese no es el enemigo.

¿A qué me refiero? No es internet, o las redes sociales, o cualquier canal digital, el culpable de la desinformación. Todos ellos son, por decirlo de alguna manera, los “idiotas útiles” que sirven a los intereses perversos y manipuladores de quienes, en realidad, están detrás de la desinformación. Mal haríamos en satanizar la tecnología, cuando el responsable es quien la usa y cómo la usa.

Las redes sociales son la principal fuente de información en casi todos los países, según el estudio de la Unesco. Solo el 50 % de la gente confía en las noticias con las que se topa de bruces en las redes sociales, un porcentaje que escala hasta el 66 % en el caso de la televisión, hasta el 63 % en el caso de la radio y hasta el 57 % en las webs y las apps de noticias. La desconfianza es real.

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Un dato muy interesante y relevante es que a los ciudadanos les preocupa, y mucho la desinformación, pero también el discurso de odio, que se reproduce como por arte de magia. El 67 % de los ciudadanos consultados admiten haber sido confrontados con mensajes de odio en las redes sociales (una proporción que se dispara hasta el 75 % entre los menores de 35 años).

Con este oscuro panorama, hay que darles la razón a quienes afirman que las internet, y en especial las redes sociales, son una cloaca o, cuando menos, un jungla infestada de depredadores. Un mal que llega a niveles de alerta roja en época de elecciones, de tragedias, de hechos con poca o ninguna trascendencia que, sin embargo, se convierte en virales y son el caldo de cultivo.

Lo insólito es que el remedio para este mal, el antídoto para la desinformación, está en internet, en las redes sociales, ¿lo sabías? Me explico: el problema es que hoy circulan en la web más noticias falsas, distorsionadas y manipuladas que noticias reales. Y cuando digo “noticias” me refiero no solo a las originadas por los medios de comunicación, sino a publicaciones de cualquier persona.

¿Cuál es la solución? Hoy, la balanza está inclinada para el lado de la desinformación, es decir, hay más contenidos basados en mentiras, en verdades distorsionados o manipuladas, que en hechos ciertos, en certezas, en datos sustentados. ¿La proporción? Imposible de determinar, pero creo que un 40-60 (información real-desinformación) es bastante optimista, quizás irreal.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que, como se dice popularmente, los buenos somos más, pero los malos son más astutos. O, en otras palabras, los malos saben cómo hacer la tarea que les conviene y los buenos nos quedamos petrificados padeciéndola. O, a lo sumo, maldecimos las redes sociales, aseguramos que internet es una olla podrida y nos resignamos en silencio.

Internet (incluidas las redes sociales, por supuesto) necesita más creadores de contenidos reales, ciertos, veraces y, sobre todo, de valor. ¡De cualquier tema! Desde asuntos tan sencillos como “Así se prepara una lasaña de pollo y champiñones” hasta “Estrategias efectivas para vender más en tu negocio”. Contenido creado por personas honestas, con principios y valores.

No más vendehúmos, no más expertos sabelotodo que solo quieren tu dinero, no más falsos gurús que te engañan y desaparecen. ¡No más! Hay que quitarles el privilegio de ser los reyes de la red, hay que quitarles el espacio que se han ganado con sus bulos, hay que castigarlos con el látigo de la indiferencia hasta que no encuentren eco en sus publicaciones. ¡Esta es una cruzada heroica!

Que nos corresponde librarla a todos los buenos, ¡a todos, sin excepción! Es decir, a todos los que a partir del conocimiento acumulado, de las experiencias vividas, de los aprendizajes surgidos de los errores, de nuestros principios y valores, dones y talentos, estamos en capacidad de transformar el mundo. No es ciencia ficción o una idea loca: es una propuesta, un reto, una gentil invitación.

Te sorprendería saber cuántas personas valiosas, aptas para llevar a cabo esta cruzada, no se dan cuenta del poder que poseen, no se dan por enteradas, no se sienten involucradas. Esa es la razón por la cual los malos, los promotores de la desinformación, actúan con impunidad, llevan a cabo sus fechorías una tras otra. Necesitamos que la balanza se incline hacia el lado de los buenos.

A lo largo de más de 36 años como periodista y creador de contenidos, he tenido el privilegio de impactar de manera positiva en la vida de otros. Quizás no generando grandes transformaciones o cambios, pero sí brindándoles un oasis de alegría, de paz, de tranquilidad, de reflexión, o quizás inspirándolos con esos contenidos. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Tú también puedes hacerlo.

Repito: los buenos somos más, pero los malos se notan más. Como decía el gran Facundo Cabral, Los buenos somos mayoría, pero no se nota, porque las cosas buenas son humildes y silenciosas. Una bomba hace más ruido que una caricia, pero por cada bomba, hay millones de caricias que construyen la vida. Necesitamos hacer ruido, mucho ruido, para acabar con la desinformación.

¿Te animas? Créeme: tu conocimiento, tus vivencias, tus aprendizajes, tus dones y talentos, son lo que muchas personas buscan, anhelan tener para mejorar su vida. No solo es tu responsabilidad compartirlos, sino que, mientras no lo hagas, te perderás el privilegio de ser agente de transformación positiva, uno de los arquitectos de ese mundo que todos deseamos con ahínco.

La desinformación se combate con información verdadera, con contenido de calidad y, sobre todo, de valor. No esperes que sea tu amigo, o tu vecino, o una empresa, el que empiece. Sé tú el primer eslabón de la cadena, el líder, la inspiración que mueve a otros, a muchos. Se tú el gestor de ese ruido que necesitamos escuchar para callar a los promotores de la desinformación. ¿Te animas?

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