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Porqué conocer las emociones básicas le dará poder a tu mensaje

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Están presentes en todos los seres humanos, sin excepción. Nos acompañan desde que nacemos hasta el último instante de la vida. Son incontenibles y contagiosas. Independientemente de la raza, la cultura, el nivel de educación o el lugar de nacimiento, son comunes en todas las personas. Así mismo, cualquiera puede aprenderlas y son indispensables para relacionarnos unos con otros.

¿Sabes a qué me refiero? A las coquetas, traviesas, caprichosas y traicioneras emociones. Sí, esas señoritas que nos acompañan a lo largo de la vida y son las responsables de nuestras dichas y desdichas. De ellas se habla mucho, se tienen creencias sin fundamento (mitos apoyados en el imaginario popular) y se les ha estudiado por décadas sin conseguir unificar conceptos.

Son rebeldes, almas libres que nadie puede atrapar, que nadie puede controlar. En el mejor de los casos, se puede aprender a gestionarlas, que en la práctica significa reducir el impacto que están en capacidad de producir en cada ser humano. Una tarea que no es fácil, por supuesto, dado que no hay un acuerdo acerca de cuántas y cuáles son en realidad. Las definiciones son ilimitadas…

Una definición básica de las emociones es que se trata de la respuesta automática que emite el cerebro a un estímulo recibido, interior o exterior. Por ejemplo, el dolor cuando nos golpeamos con un mueble o la risa que se desata al escuchar o ver algo que nos resulta gracioso. O el llanto que surge cuando experimentamos una inmensa alegría o, también, profunda tristeza o dolor.

En esencia, las emociones son señales de alerta que el cerebro utiliza para informarnos acerca de algo que lo inquieta. Dado que una de sus tareas primordiales es protegerte, hace uso de estas herramientas para prevenirte de peligros o provocar acciones inmediatas. ¿Por ejemplo? Corres cuando escuchas un estallido, gritas cuando algo te asusta, abrazas a alguien para compartir una alegría.

Robert Plutchik, un afamado sicólogo estadounidense, creó la que se considera la herramienta fundamental para identificar las emociones básicas. Se trata de la rueda de las emociones. ¿Sabes qué es? Establece 8 emocionesbásicas: alegría, confianza, miedo, sorpresa, tristeza, aversión, ira y anticipación. De cada una se desprenden parejas que están estrechamente relacionadas.

Hay tres niveles de parejas:

1.- Nivel primario:
Alegría más confianza redunda en amor
Alegría más anticipación, en optimismo
Confianza más miedo, en sumisión
Miedo más sorpresa, en alarma
Sorpresa más tristeza, en decepción
Tristeza más asco, en remordimiento
Asco más ira, en desprecio
Ira más anticipación, en agresión

2.- Nivel secundario:
Alegría más miedo redunda en culpa
Alegría más ira, en orgullo
Confianza más sorpresa, en curiosidad
Confianza más anticipación, en fatalismo
Miedo más tristeza, en desesperación
Sorpresa más asco, en incredulidad
Tristeza más ira, en envidia
Asco más anticipación, en cinismo
Ira más tristeza, en envidia

3.- Nivel terciario:
Alegría más sorpresa redunda en deleite
Alegría más asco, en morbosidad
Confianza más tristeza, en sentimentalismo
Confianza más ira, en dominación
Miedo más asco, en vergüenza
Miedo más anticipación, en ansiedad
Sorpresa más ira, en indignación
Tristeza más anticipación, en pesimismo

Según el experto, las emociones nos ayudan tanto a conocernos a nosotros mismos como a conocer a otros. Y no solo eso: algo muy importante es que la identificación de las emociones nos permite entendernos. Además, establecer y fortalecer lazos a través de los cuales interactuamos y nos relacionamos. Del mismo modo, son útiles para adaptarnos a las circunstancias del momento.

Paul Ekman, otro sicólogo estadounidense, nos ofrece otra visión: profundizó en el estudio de las emociones y su expresión facial. Como resultado de sus investigaciones, estableció seis emociones básicas, las mismas de las que habló Plutchik. Identificó otras, a las que llamó secundarias, que a menudo surgen de la combinación de dos o más primarias y son más complejas, más elaboradas.

¿Por qué? Porque sus manifestaciones están influenciadas por factores cognitivos, culturales y personales, y pueden variar de forma significativa entre individuos y culturas. Es la razón por la que un comportamiento determinado en un país es considerado normal, hasta jocoso, mientras que en otro resulta ofensivo y es rechazado. O que a ti algo te produzca miedo y a tu hermano, ira.

Otros especialistas han hablado de emociones positivas y emociones negativas. Sin embargo, hay que tener cuidado en su interpretación: no es que haya emociones buenas o malas, sino que sus manifestaciones nos resultan agradables (positivas) o desagradables (negativas). Por supuesto, no hay normas establecidas y cada persona las expresa distinto, en función de las circunstancias.

emociones-basicas

Ahora, otro aspecto importante: la diferencia entre emociones y sentimientos. En el lenguaje común, especialmente el verbal, suele asimilarse, asumirse, que son iguales, y no es así. La diferencia radica en que los sentimientos son interpretaciones subjetivas y conscientes de las emociones. Son más duraderos e intensos y están influenciados por creencias, experiencias y pensamientos.

La razón por la cual a veces, muchas veces, no entendemos nuestros sentimientos, o ignoramos el origen de esa manifestación, es porque creemos que es una emoción. En realidad, desconocemos o no hemos identificado cuál es la emoción real que está detrás de ese sentimiento específico. Una confusión que, por supuesto, abre la puerta para que las emociones hagan sus travesuras.

La conclusión es que los seres humanos somos complejos y, sobre todo, impredecibles. Sin embargo, una vez conocemos estos fundamentos de las distintas teorías de las emociones es posible desvelar algunos de nuestros secretos. En otras palabras, nos permite comprendernos mejor, aceptarnos y tolerarnos, y de la misma manera relacionarnos con otras personas.

Este tema de las emociones, por si no lo sabías, es responsable del éxito o fracaso de tus estrategias de contenidos. También, de que tus contenidos y mensajes compartidos con el mercado produzcan el impacto que tú deseas. Ojo: no es una de esas fórmulas mágicas que pregonan los vendehúmo, sino las herramientas más poderosas de las que dispones en tu intención de ser más persuasivo.

Muchas marcas (empresas y personas) hacen caso omiso de esto y se van por otro camino. ¿Sabes cuál es? El de apuntar sus contenidos, sus mensajes, a nuestro otro yo: el racional. Además, se apalancan en el miedo, en el dolor de sus clientes potenciales, para tratar de conseguir que tomen una decisión de compra en el menor tiempo posible. Sin embargo, obtienen un resultado distinto.

¿Cuál? El rechazo. Que se da porque la compra, siempre, es la respuesta a un impulso emocional. La razón solo entra en juego después de que la compra está consumada con el objetivo de justificar esa decisión, de evitar el sentimiento de culpa, de sentirnos bien. Ir por el camino racional se traducirá en enfrentar objeciones, la resistencia de tu cliente y malgastar tus energías.

Una de las premisas básicas del marketing nos dice que debes conocer a tu cliente potencial de manera profunda, “mejor que a ti mismo”. Sin embargo, muchos, la mayoría, omiten esta tarea o se limitan a llenar el tradicional mapa de empatía, que en el pasado fue muy útil, pero hoy es una herramienta limitada. ¿El resultado? Se dan cuenta de que intentan conectar con un desconocido.

Para conectar con esas personas a las que puedes ofrecerles una solución debes aprender a identificar sus emociones básicas. Saber qué lo hace sentirse alegre, qué le produce miedo, por qué se enfada, qué lo entristece, qué lo sorprende, a qué le tiene aversión y qué eventos provocan la anticipación. Cuanto más precisa sea la información que poseas, mejores resultados obtendrás.

Cada ser humano experimenta y expresas sus emociones de manera particular, única, en función de su historia de vida. Esto significa de su conocimiento, de sus experiencias, del aprendizaje de sus errores, de sus logros, de sus sueños. Y todos, sin excepción, manifestamos las emociones todo el tiempo, le decimos al mundo cómo nos sentimos, casi siempre de manera inconsciente.

La mejor herramienta para hacer esta tarea de identificar las emociones de tus clientes potenciales y conectar con ellas es el contenido. ¿Cómo hacerlo? Comparte tus historias de vida, en especial aquellas de esos momentos positivos o negativos en los que las emociones afloraron de manera abundante. A través de la identificación, las personas correctas te dirán que vivieron lo mismo.

Por ejemplo, relata el día en que nació tu primer hijo de manera tan detallada como sea posible. O revela cómo fue el proceso que experimentaste hasta pedirle matrimonio a tu pareja. O comparte cuál es el logro de tu vida del que más orgulloso te sientes. O, si te atreves, habla de qué hiciste para superar un duelo. O, quizás, cuenta cuál fue el peor día de tu vida y cómo te marcó.

Sí, ya sé que son historias muy personales, casi íntimas, pero debes saber que son precisamente las que mayor identificación generarán. También, las que te permitirán establecer conexiones más sólidas, más cercanas con esas personas. Ten en cuenta que, al fin y al cabo, a pesar de que las circunstancias sean distintas, ellas pasaron por lo mismo o, en el peor de los casos, por algo parecido.

Los seres humanos, todos, sin excepción, somos un universo infinito de emociones. Nuestra vida transcurre al vaivén de ellas, a pesar de ellas. Nos guste o no, son el ingrediente que le da sabor a la aventura de la vida, el motivo por el cual aquello que vivimos lo recordamos con gratitud o con dolor. El valor que damos a cada experiencia está determinado por la emoción que nos produjo.

Conocer y gestionar las emociones, entonces, es una habilidad que debemos desarrollar. Cuando gestionemos las emociones, cuando impidamos que ellas nos dominen, la perspectiva de la vida cambiará radicalmente. Y la vida misma, por supuesto, así como las relaciones con los demás. Será el momento en el que dejaremos de huir de ellas y comencemos a disfrutarlas…

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Porqué la recordación debe ser la meta de tu estrategia de contenidos

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¿Has pensado alguna vez cuántas personas conociste en el último año y hoy no las recuerdas? ¿Y las que conociste durante toda tu vida? Miles de miles, sin duda. Son tantas, que te sorprenderías de cómo tu cerebro juega con tus recuerdos. Es lo que se conoce como memoria selectiva, que los especialistas definen como la manifestación de un sesgo cognitivo.

¿Sabes en qué consiste? Es la capacidad del cerebro para procesar y almacenar información de manera selectiva, dando prioridad a lo que encaja con nuestras expectativas y creencias. Es un proceso complejo que está ligado a las emociones. En otras palabras, tu cerebro almacena la información que cree que es relevante para ti y olvida el resto. Caprichos de la naturaleza…

Dado que es un proceso que se da de manera inconsciente, no tenemos control sobre él. El cerebro, en su infinita sabiduría, elige los recuerdos que guarda y los que elimina. ¿Cómo lo hace? En función de las emociones que están ligadas a cada recuerdo, a cada experiencia. Prioriza las positivas, porque ya sabes que una de sus tareas es proporcionarte más placer.

O, de otra manera, darte más de lo que sabe que te gusta. Esa es la razón por la cual cuando ves una torta de chocolate, que te encanta, se activan las alarmas. Aunque no tengas hambre, te dan una ganas incontenibles de darle un mordisco, aunque sea uno. Y te la comes, ¡toda, por supuesto! Tu cerebro sabe que te gusta y te informa: el resto lo haces tú…

Es, también, la explicación a por qué reaccionamos de manera airada, muchas veces con furia, cuando escuchamos a alguien o leemos en redes sociales un contenido que va en contravía de nuestras creencias y valores. Esto es particularmente manifiesto en temas como política, deporte y religión. Tu cerebro activa las alarmas porque considera que estás en riesgo.

La conclusión es que solo recordamos lo que de alguna manera es significativo para nosotros. Una persona que nos resultó simpática o alguna que nos atrajo físicamente. Una experiencia que nos brindó satisfacción o nos proporcionó un valioso aprendizaje. Un momento de la vida que, aunque en teoría era irrelevante, representó una alegría que nos gustaría repetir.

Esto, que puede ser banal para la mayoría de las personas, es importante para ti si te dedicas a tratar de transmitir un mensaje. Si eres un empresario, el dueño de un negocio, un emprendedor o un profesional independiente que vende productos o servicios, debería interesarte este tema. ¿Por qué? Está relacionado con un problema que nos aqueja a todos.

¿Sabes a cuál me refiero? Al de atraer y, sobre todo, captar la atención de las audiencias. Esa es la titánica batalla que todos, sin excepción, libramos cada día en el trabajo. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que la mayoría pierde. Es decir, la mayoría no consigue despertar la atención de esas personas para las cuales preparó sus contenidos, sus estrategias, sus productos.

Las razones son múltiples y particulares de cada caso. Por lo general, responde a que esos contenidos están creados “para todo el mundo”, que es lo mismo que hablarle a una pared. También, a que son mensajes que, aunque hacen un gran esfuerzo por ocultar su objetivo, se enfocan en venderles a audiencias con las que no tienes relación o no están en modo compra.

Una tercera opción, cada vez más frecuente, es que son contenidos creados con inteligencia artificial básica. La copia de la copia de la copia del prompt mágico que, por supuesto, no funciona. Frases manidas que han perdido poder por cuenta de la reiteración. Cuarto, son mensajes que llegan a personas que no están interesadas en eso que tú les ofreces.

Eso, sin olvidarse de la infoxicación. Estamos saturados por el exceso de información y, en especial, por la información falsa. Sin contexto, con sesgos (políticos, religiosos, económicos), sin sustento, con manipulación. Y no es solo internet o las redes sociales: escucha la radio o ve la televisión, los noticieros o programas de opinión, y verás cómo se trata de otra pandemia.

El problema, porque siempre hay un problema, es que las audiencias han levantado barreras. Cada vez más altas, cada vez más gruesas. ¡Impenetrables! Tan pronto sospechan de algún contenido, aunque no sea falso, sus alarmas se prenden. ¡Y salen despavoridas! La premisa es evitar, a toda costa, caer en las garras de quienes están detrás de las trampas digitales.

Por eso, justo por eso, es tan difícil la tarea de atraer la atención de las audiencias. Un mal del que no son ajenos los medios de comunicación, que por cierto han sido promotores y grandes protagonistas de esta pandemia de infoxicación. Y las marcas, en especial aquellas que, como se dice en la calle, juegan a tres bandas: dicen una cosa, piensan otra y hacen una distinta.

Es la razón, así mismo, de que olvidemos rápidamente los contenidos que consumimos. No solo porque no les prestamos la atención requerida, sino porque no son dignos de recordación. Y mientras no haya recordación, será imposible que haya confianza; y sin confianza, no habrá una relación; y sin relación, no habrá negocio o intercambio de beneficios. ¡No venderás!

recordacion

Para que tus contenidos no sean invisibles, para que tus palabras no se las lleve el viento, necesitas ser recordado. No solo que atraigas la atención del mercado y que despiertes la curiosidad de esas personas. De lo que se trata es de que producto de ese primer contacto no se olviden de ti o, mejor, que cuando sientan una necesidad piensen primero (siempre) en ti.

La recordación es el factor por el cual tus prospectos se convierten en clientes, primero, y luego en clientes recurrentes (te compran más de una vez, suben en la escala de valor). La recordación es la base de la fidelidad y de la recurrencia, la característica de los negocios (emprendimientos o emprendedores) de éxito. Si no te recuerdan, te volverás invisible.

Ahora, para que no queden dudas, veamos qué es recordación: es aquel mensaje que se ha posicionado en la mente de tus prospectos y clientes y que facilita el reconocimiento inmediato y la asociación positiva. Es decir, no solo son personas que te ven como la solución adecuada de su problema, sino que además te consideran como la mejor opción disponible.

En ese contexto, ¿qué características deben reunir tus contenidos, tus mensajes, para conseguir la ansiada recordación?

1.- La frecuencia.
Cuidado: no significa convertirte en spam, en una molestia para tu audiencia. ¿Cuántas veces debes publicar a la semana? Depende de la relación que hayas establecido con quienes levantaron la mano y manifestaron su interés en tu contenido. Prueba, mide y valida. Y no te dejes llevar por las tenebrosas tendencias del mercado. Tu mensaje es único, no copies a nadie.

Concéntrate en los canales en los que, previa investigación, hayas determinado que están tus clientes potenciales. Y prioriza los formatos preferidos de ellos. No seas caprichoso y no trates de abarcar más de lo que en realidad puedes hacer. Algo más: tu contenido debe enfocarse en informar, educar y nutrir a esas personas. Olvídate de tus hazañas y, en especial, de vender.

2.- El formato.
La premisa es simple: todos los formatos son útiles. Y algo más: los seres humanos, todos, somos multiformato. Es decir, consumimos contenidos en texto, video, audio o imágenes. Es probable que nos guste alguno más que los demás, pero consumimos todos los formatos. Entonces, no te dejes engañar por los vendehúmo que pregonan la estrategia unicanal.

Por tu parte, mientras, no te compliques: comienza publicando en el formato con el que más cómodo te sientas y luego incorporas los demás. ¿Debes ofrecerlos todos? Es lo ideal, pero no es indispensable. Es mejor que seas bueno de verdad en uno solo y no mediocre en todos. Ten en cuenta que un mismo contenido se puede presentar en una gran variedad de formatos.

3.- La audiencia.
Si eres de los que creen que puede llegarle “a todo el mundo”, estás equivocado. Lo único que vas a conseguir es malgastar tu tiempo, tus recursos, tus esfuerzos. Una de las premisas del éxito en el marketing, hoy, es la adecuada segmentación de las audiencias. Tanto por la calidad de la relación que tienes con esas personas como por el momento en que ellas se encuentran.

Algunos solo tienen curiosidad. Otros buscan información. Unos más se interesaron en lo que les compartiste. En la etapa inicial, sin embargo, ninguno está en modo compra. Ten en cuenta la realidad de cada segmento, sus necesidades y deseos, y descubre si puedes satisfacerlos. Ah, y no olvides que la estrategia de contenido es una ultramaratón, no un esprint. ¡Ten paciencia!

4.- La coherencia.
Este es uno de los pilares del éxito y de los motivos del fracaso de las estrategias de contenido. ¿Cuál es la clave? El mensaje (no el formato) debe ser coherente en todos los canales en los que publicas. Si tienes varias redes sociales, página web y blog, debes publicar en todos (con el formato adecuado para cada uno). Así será más fácil conseguir que haya recordación.

La falta de coherencia es la razón por la cual, con frecuencia, las marcas (empresas y personas) no logran el impacto deseado con sus mensajes. Son contradictorios, confusos. Entonces, las audiencias los asumen como un engaño, o al menos como un riesgo. Y se alejan. Recuerda que en un mercado en el que abundan la arbitrariedad y los caprichos, la coherencia es la reina.

En el caso de los contenidos, no se trata de publicar más, de publicar en más canales, de hacer mucho ruido. Lo importante es saber conectar con las personas con las que, en verdad, puedes establecer una relación de intercambio de beneficios. Y, claro, que después de esos primeros contactos logres el objetivo de la recordación. Esa será una primera gran victoria…