Categorías
General

DANA de Valencia-2024: la peor de las tragedias fue la desinformación

Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo completo

Nunca somos más vulnerables los seres humanos que cuando nos enfrentamos a una situación inesperada y trágica. Lo ocurrido durante la pandemia provocada por el COVID-19 es clara muestra de esto. Sin embargo, es un fenómeno que se repite sin cesar cuando sufrimos por un huracán, un terremoto, un incendio, una inundación o algún otro desastre natural. Es el curso de la vida.

La razón es muy simple: nadie puede frenar un terremoto, nadie puede contener la erupción de un volcán, nadie puede sentirse inmune al efecto de un virus como el COVID-19. Son situaciones que se salen de nuestro control y que, además, exponen nuestras carencias o debilidades. Son de esos escenarios en los que se nos mueve el suelo y quedamos a merced de las circunstancias.

Y no solo eso. Son momentos en los que, casi como norma establecida, nos desbordan las emociones. Afloran el pánico, la impotencia, la ira, la ansiedad, la desesperación, la impaciencia, la intolerancia, la frustración y la vergüenza, entre otras. Nos recuerdan que somos finitos y estamos expuestos a esa eventualidad de que “la vida cambia en un segundo…”.

Como les ocurrió a los habitantes de la provincia de Valencia, en España, en la mañana del martes 29 de octubre de 2024. ¿Recuerdas qué sucedió? La trágica DANA, que produjo al menos 224 muertes (según datos oficiales) y daños estimados en no menos de 4.500 millones de euros. Lo peor, ¿sabes qué fue lo peor? Que, como muchas otras, fue una tragedia que se pudo evitar.

Un poco de contexto: entre los meses de septiembre y octubre, las fuertes precipitaciones son habituales en España. Esa vez, sin embargo, se batieron todos los registros: cayeron 500 litros de agua por metro cuadrado, una exageración. Además, hubo lugares en los que en unas pocas horas llovió más de lo que llueve durante un año completo. El riesgo, en suma, era inevitable.

Según los expertos, la tragedia ocurrió, entre otras razones, porque las precipitaciones saturaron rápidamente los suelos. Entonces, se generaron crecidas súbitas en torrentes, cauces y ramblas que se desencadenaron en pocas horas, lo que limitó el tiempo de respuesta”. Desde temprano, ciudadanos mostraron en redes sociales una lengua de barro y agua que avanzaba sin control.

Y aquí es cuando comienza a enredarse la pita. Que “yo avisé”, que “no hicieron caso”, que “no hubo notificación”, en fin. Mil y una versiones contradictorias, mil y una excusas que no logran ocultar la innegable negligencia de la autoridades. Algo ilógico e inaceptable para estos tiempos modernos de hiperconexión, en los que un aviso a tiempo puede salvar vidas.

En noviembre de 1985, exactamente en la noche del miércoles 13, una avalancha que se originó por la erupción del volcán Nevado del Ruiz, arrasó con Armero. Esa población, que tenía unos 29.000 habitantes, fue literalmente borrada del mapa por los cuatro lahares (flujos de lodo, tierra y escombros) que se desprendieron de la montaña. Chinchiná y Villamaría también se afectaron.

A pesar de que el gobierno colombiano había recibido alertas de una actividad inusual del volcán, que llevaba 69 años dormido, no se tomaron las precauciones. Por supuesto, eran otras épocas y la capacidad de reacción era muy limitada. Además, pocos les dieron crédito a las alertas y, por eso, la fatídica avalancha los tomó a todos por sorpresa. Hubo más de 25.000 muertos.

En Valencia, la Agencia Estatal de Meteorología emitió una alerta en la mañana de ese día. Ya llovía y estaba claro que más de lo normal, más de lo esperado. La comunicación daba cuenta de “un nivel de riesgo muy alto para la población”, pero nadie la tomó en serio. Las autoridades locales, de hecho, se pronunciaron al final de la tarde, cuando la riada ya había causados grandes estragos.

Lo increíble del caso es que la población, en su mayoría, también hizo caso omiso de las alarmas. Todo el mundo continuó con sus labores cotidianas como si nada pasara, de ahí que había demasiada gente expuesta. Nadie evacuó, prácticamente nadie se protegió. Por eso, cuando Protección Civil envió mensajes de texto a los teléfonos de los ciudadanos, ya era muy tarde.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (posa el 'mouse' para seguir)
Sin confianza, las relaciones entre seres humanos, que son la esencia de la vida, carecen de sentido. Esta, por supuesto, es la mayor de las tragedias...

Las preguntas lógicas, que hoy todavía nadie pudo responder, es ¿cómo en estos tiempos de inmediatez algo así pudo suceder? ¿Por qué nadie hizo eco de las alertas? ¿Por qué la gente se expuso al riesgo? Más allá del debate de responsabilidades (gobierno autonómico o central), hoy la tecnología de comunicación y sus poderosas herramientas pueden ayudar a salvar vidas.

Casi un año después de la tragedia, un estudio realizado por la Universidad Politécnica de Valencia (UPV) y Universidad Internacional de Valencia (VIU), nos ofrece algunas luces tenues. Es decir, nos proporcionan elementos de juicio para comprender e interpretar la situación. Y, más que aportar tranquilidad, las conclusiones del estudio revelan un fenómeno perverso tras bambalinas.

Se estableció que tres de cada cuatro noticias emitidas (el 75 %) eran contenidos falsos. Y no solo eso: estaban destinados, de manera consciente, a engañar y provocar caos. Estas noticias se difundieron en redes sociales como X o Instagram y canales de WhatsApp. La mayoría tendía a generar indignación o, peor, miedo o rechazo de la gente hacia las instituciones.

En otras palabras, literalmente, ese 29 de octubre de 2024 en Valencia hubo dos avalanchas: la producida por la naturaleza y la provocada por el ser humano, la de la desinformación. Según el estudio, ese ambiente enrarecido, distorsionado, no solo condicionó la percepción de los hechos, sino que también dificultó la respuesta de las autoridades. La infoxicación alimentó la tragedia.

Germán Llorca-Abad, profesor del departamento de Comunicación Audiovisual, Documentación e Historia del Arte de la UPV, y Alberto E. López Carrión, VIU, analizaron 185 noticias publicadas entre el 28 de octubre (un día antes de los hechos) y el 17 de noviembre. Se concentraron en los diarios nacionales y locales con mayor audiencia, e identificaron 192 bulos de alto impacto.

La mayoría de los contenidos tenían una fuerte carga emocional”, destacó Llorca. En algunos casos, estas falsedades procedieron incluso de periodistas o colaboraciones en programas de televisión. De hecho, el 28 % de esos bulos surgieron de entornos periodísticos, lo que para los autores plantea “serias dudas sobre los filtros editoriales en contextos de crisis”.

Hubo, sin embargo, un descubrimiento insólito. Fue la aplicación, juiciosa, metódica, consciente y efectiva, de un principio de la comunicación estratégica denominado diagonalismo. ¿Sabes en qué consiste? Combina discursos de extrema derecha con mensajes tradicionalmente vinculados a la izquierda, como la crítica al poder institucional o a las élites. En otras palabras, pescar en río revuelto.

¿El objetivo? Conectar con el malestar ciudadano desde múltiples ángulos ideológicos y aprovechar la incertidumbre para reforzar narrativas de desconfianza. Es decir, alimentar la incertidumbre y la zozobra, e impedir que las versiones reales y ciertas tengan eco. Esta estrategia se tradujo en ataques al Gobierno, a organismos científicos y a ONG como Cáritas o Cruz Roja.

Para colmo, los que estaban detrás de esta malévola estrategia contaron con una inesperada y efectiva ayuda : los algoritmos de las redes sociales. ¿Por qué? Porque priorizan los contenidos más virales, no necesariamente los más veraces, amplifican mensajes y favorecen su rápida expansión sin constatar su veracidad, sin establecer si la fuente de origen es confiable.

“Las emociones extremas, como la indignación o el miedo, son las que más interacción generan. Y los bulos apelan precisamente a esas emociones”, expresaron los autores del estudio. Quedó claro, asimismo, que los usuarios son exageradamente ingenuos, por un lado, o convencidos, por el otro, si lo que encuentran en los mensajes coincide con sus creencias, principios y valores.

“Es urgente reforzar la alfabetización mediática de la ciudadanía, al tiempo de mejorar los mecanismos institucionales de respuesta informativa. Y es imprescindible exigir mayor transparencia y responsabilidad a las plataformas digitales”, afirmaron. “Si no se actúa con decisión, la próxima emergencia no solo será climática, sino también, informativa”, concluyeron

Ahora, ¿qué podemos aprender de esta experiencia?

1.- El poder de los mensajes. Para bien o para mal, cuando no hay un filtro adecuado es posible distorsionar la realidad con un mensaje específico. Implica una gran responsabilidad tanto por quien emite como por quien recibe, que debe verificar la autenticidad de las fuentes

2.- La jungla salvaje. Los canales digitales, no solo las redes sociales, carecen de medidas efectivas para combatir los bulos y muchas veces son cómplices silenciosos. No se puede creer todo lo que se publica en internet, así que es necesario cuidarse a la hora de replicar contenidos

3.- El valor fundamental. La confianza fue la gran perdedora de esta experiencia. Fue socavada de lado y lado, presa de fuego cruzado. Quedó claro que los ciudadanos ya no creen en nada ni en nadie y que esa circunstancia es el caldo de cultivo para los vendehúmo y los estafadores

4.- El riesgo mediático. En medio del frenesí y de la histeria colectiva, todos queremos respuestas inmediatas. Así, solo incentivamos la aparición de versiones parcializadas, no confirmadas o, lo peor, mentirosas. La falta de rigor para publicar y consumir contenidos es la nueva pandemia

5.- Nadie está exento. Un fenómeno de desinformación como este no es selectivo, no elige a sus víctimas. De hecho, todos, sin excepción, estamos expuestos a caer en la trampa. Y hay que ser conscientes de que tras bambalinas se da un perverso juego de intereses políticos y económicos

Un huracán, un terremoto, un incendio, una inundación o algún otro desastre natural son, sin duda, algo lamentable. Sin embargo, ser víctimas de la desinformación, de la infoxicación y, en especial, de la falta de confianza es peor. Sin confianza, las relaciones entre seres humanos, que son la esencia de la vida, carecen de sentido. Esta, por supuesto, es la mayor de las tragedias…

Categorías
General

¿Eliges disciplina o arrepentimiento? Eso determinará tu recompensa

Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo completo

No sé a ti, pero a mí la tarea de elegir se me antoja como una de las más difíciles de la vida. Más allá de que practicamos seguido, de que todos los días tomamos cientos o miles de decisiones, es un reto complejo. Aunque ya hayamos estado en una situación similar, esas experiencias no siempre nos ayudan a elegir lo que más nos conviene. Cada vez es como la primera vez.

Lo que resulta insólito es que no por haber tomado muchas decisiones aprendemos a tomar las decisiones adecuadas. Porque, por si no lo sabías, no existen las buenas decisiones o las malas decisiones. Esa es una valoración emocional, subjetiva, que hacemos en función del resultado, de cómo nos afecta esa decisión, de las consecuencias que debemos asumir. Para bien y para mal.

En otras palabras, hay decisiones y hay consecuencias. Y es precisamente el miedo a errar lo que nos lleva a tomar las decisiones que más tarde nos pesan. ¿Por qué? Porque casi siempre son la respuesta al miedo, a cargar con la culpa de una equivocación. Es, entonces, cuando entramos en los sinuosos terrenos de creer que si no elegimos, si no decidimos, nada va a suceder.

Y, sí, a veces ese es el resultado: nada sucede. Sin embargo, y quizás coincidas conmigo, a la larga nos damos cuenta de que hubiera sido mejor elegir. Nos arrepentimos y, lo peor, almacenamos un recuerdo negativo que en la próxima ocasión, o en la siguiente, nos pondrá en aprietos. Además, el camino del nada sucede es ir en contravía de la dinámica de la vida: el movimiento, la evolución.

Desde niño, aprendí a tomar mis propias decisiones y a asumir las consecuencias. Fue una de las enseñanzas más valiosas de mis padres, que casi siempre me concedieron el privilegio de elegir. Más adelante, mi mejor maestro fue el ejercicio del periodismo: un periodista que no sepa tomar decisiones, que no pueda elegir, no es un buen periodista. Saber hacer, en cambio, es un plus.

La valoración de los hechos, constatar los testimonios, reunir las evidencias, analizar e interpretar los datos recolectados y armar el rompecabezas exige tomar decisiones de diversa magnitud. No es una tarea fácil porque implica tomar distancia de los sucesos, bloquear emociones, creencias y circunstancias para estar en capacidad de ofrecer una versión lo más veraz posible

¿Y tú qué crees? Que son muchas las veces en que elegimos mal. Por A o por B. Cada vez que te encomiendan el cubrimiento de un evento, la elaboración de una noticia, te enfrentas a este dilema. Y dado que somos seres humanos, que somos vulnerables, es imposible acertar siempre. Por eso, hay que minimizar la cantidad de errores, reducir el margen de error, y acertar más.

¿Cómo lograrlo? No hay reglas establecidas, ni fórmulas perfectas. Sin embargo, la premisa de Jim Rohn, es una excelente guía. Por si no lo sabes, fue un empresario, autor y orador motivacional estadounidense. Se le atribuye haber impulsado las carreras de personajes como Tony Robbins, Mark R. Hughes y Brian Tracy, entre otros. Escribió 34 libros y casi todos fueron grandes éxitos.

¿Cuál era su premisa? Todo el mundo debe elegir uno de dos dolores: el dolor de la disciplina y el dolor del arrepentimiento. La diferencia es que la disciplina pesa onzas, mientras que el arrepentimiento pesa toneladas”. No en vano, hay estudios que certifican que, en la proximidad de la muerte, la mayoría de las personas lamenta lo que pudo haber hecho y no hizo.

Rohn, sin embargo, no se quedó ahí y profundizó su reflexión: “La disciplina nos enseña que mantener un esfuerzo constante nos prepara y fortalece para desarrollar las destrezas necesarias para ser una mejor versión de nosotros mismos. El arrepentimiento, mientras, siempre será una carga que perdura mucho más allá del presente, lleno de preguntas sobre lo que pudo haber sido”.

Y son de esa clase de preguntas que te arrebatan la tranquilidad, que te atormentan en la noche y no te dejan dormir. De las que, si lo permites, se convierten en una incesante vocecita en tu mente. Y te echan a perder el momento, la ocasión, el día, la semana, el año, la vida… Por eso, los seres humanos necesitamos aprender a elegir y asumir el reto de tomar decisiones propias.

“La próxima vez que te enfrentes a una decisión difícil, recuerda que tenemos la capacidad de diseñar cada uno de nuestros pasos enfocándonos en nuestro crecimiento personal. La clave está en enfrentar la dificultad correcta”, dijo Rohn. Fíjate que no se refirió a “la decisión correcta”, sino a “la dificultad correcta”. ¿Cuál dificultad? Las ya mencionadas: la disciplina o el arrepentimiento.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (posa el 'mouse' para seguir)
La vida nos exige tomar decisiones todo el tiempo. Lo insólito es que, aunque practicamos mucho, a la hora de la verdad nos equivocamos mucho. Por eso, es importante saber que el dolor que elijas, disciplina o arrepentimiento, determinará tu recompensa...

Por si no te has dado cuenta, ese es un dilema al que te enfrentas cada día, en diferentes ámbitos de la vida. Un dilema que, tristemente, se convierte en un obstáculo insalvable a la hora de compartir lo increíble que la vida te ha regalado, tantas y tan maravillosas bendiciones. Que, no lo olvides, te fueron otorgadas para que las transfieras a otros aprovechando tus dones y talentos.

Esa es la razón por la cual me cuesta entender que a la mayoría de las personas les da pánico a la hora de compartir lo que son. Se sienten vulnerables y las paraliza el temor a ser desaprobadas o rechazadas. Quizás no se dan cuenta, o no son conscientes, de que en sus manos está ayudar a otros, la noble tarea de aliviar la pesada carga que ha convertido su vida en un infierno.

En estos tiempos convulsos, cargados de incertidumbre y de motivos para estar preocupados, todos necesitamos de los otros. Lo vivido durante la pandemia provocada por el COVID-19 es una clara muestra de ello. Y el duro impacto provocado por esa dolorosa experiencia nos exige, o cuando menos nos invita, a estar presentes para los demás cuando lo pidan o lo necesiten.

El problema, porque siempre hay un problema, es que creemos, nos han metido en la cabeza, que no podemos ayudar a otros. Que no estamos capacitados o que, simplemente, lo que sabemos y lo que hemos vivido “a nadie le importa”. Y también nos dicen que “debes ser un experto” en el manejo de la cámara, de las herramientas, de los programas de edición, en fin, de la tecnología.

La realidad es que nada de eso es cierto. Lo único importante es el contenido que transmites, el valor que aportas. Esas experiencias que viviste, la forma como resolviste los problemas a los que te enfrentaste, y que son luz en el camino de otros. Así como el mensaje de alguien, muchas veces de un desconocido, iluminó tu vida, así mismo tú puedes sacar de la oscuridad a otra persona.

Los canales digitales, en especial las redes sociales, se inundaron de vendehúmos, estafadores, patéticos influenciadores y más especies tóxicas porque encontraron tierra fértil. ¿Eso qué quiere decir? Que, aunque no aportan valor, encontraron una audiencia ávida de algo distinto, de algo diferente a lo ofrecido por los medios de comunicación tradicionales. Encontraron un mercado.

La infoxicación, las fake-news, los bulos y los memes, entre otras manifestaciones tóxicas, ganaron terreno con rapidez entre otras razones porque no tenían competencia. ¿Y por qué no la tenían? Porque las personas en capacidad de aportar valor real, de compartir contenidos que informen, que eduquen, que inspiren, no se atreven a hacerlo. Quizás tú eres una de ellas.

No se atreven a hacerlo por varias razones: temor a ser rechazadas, a hacer el ridículo, a no llamar la atención de nadie, a ser criticadas. También, algo que ya mencioné: están convencidas de que lo que les sucede a nadie le interesa. Pero, en especial, porque creen que van a tener que pasar horas y horas frente a la cámara o al computador creando contenidos. ¡Nada más alejado de la realidad!

La única herramienta que requieres ya está en tus manos. ¿Sabes cuál es? El celular. Allí tienes una buena cámara, micrófono, aplicaciones de grabación y edición, otras de inteligencia artificial y conexión a internet para compartir contenido en vivo o publicarlo en distintos canales digitales. Lo importante, repito, lo que puede ayudar a otros, es lo que sale de ti, el valor que aportas.

Se trata de comenzar, probar, ajustar, corregir y seguir adelante. Cualquiera puede hacerlo, o si no los tales influenciadores no lo harían. Si ellos haciendo el ridículo llaman la atención de miles, imagina lo que tú puedes hacer si compartes valor real. En últimas, tal y como lo dijo Jim Rohn, se trata de elegir entre el dolor de la disciplina, de la constancia, y el dolor del arrepentimiento.

Nos han enseñado que la disciplina es difícil, aburrida o que es una cualidad concedida a unos pocos. En realidad, es una habilidad y como tal cualquiera que lo desee la puede desarrollar, la puede cultivar. Piensa en todos aquellos logros de los que te enorgulleces: tras ellos hay una gran dosis de disciplina, que a veces no fue agradable, pero que a la postre marcó la diferencia.

Y eso, precisamente, es lo que tú puedes hacer si eliges aceptar mi invitación a compartir quién eres y qué haces. Sí, puedes marcar la diferencia en la vida de otros. O también puede cargar con el arrepentimiento de no haberlo hecho, de ni siquiera haberlo intentado, y permitir que eso que la vida te concedió en forma de múltiples bendiciones se marchite porque no lo compartiste.

“Lo que no se comparte, no se disfruta”, le aprendí a un amigo. Y, créeme, nada de lo que posees, de lo que has vivido, de lo que has aprendido, es casual. Sin embargo, carece de sentido si lo guardas solo para ti, porque la única razón por la cual te fue concedido es para que lo transmitas, lo multipliques. El dolor que elijas, disciplina o arrepentimiento, determinará tu recompensa…

Categorías
General

Wikipedia desvela el ‘vicio’ de la IA generativa: la trampa del cliché

Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo completo

No me sorprendió el contenido, que lo esperaba hace rato y sospechaba que llegaría en cualquier momento. En cambio, me llamó la atención la fuente: Wikipedia. Sí, la enciclopedia colaborativa en línea, creada y mantenida por voluntarios de todo el mundo. Me gusta que este análisis no provenga de fuente contaminadas, involucradas en el frenesí de la creación de contenidos.

El caso es que Wikipedia publicó un documento, denominado Signos de escritura generada por IA, en el que pone el dedo en la llaga. ¿Por qué? La conclusión más importante es que, a diferencia de lo que se espera, de lo que pregonan los promotores de la inteligencia artificial, esta tecnología nos conduce a un destino equivocado y preocupante. ¿Cuál? La homogeneización del lenguaje.

¿Eso qué significa? Que los contenidos generados por herramientas como ChatGPT, Claude o Gemini, entre otras, replican sin cesar modelos narrativos. Es decir, repiten frases, recursos, encabezados y conectores en todos los formatos. En consecuencia, los posts de redes sociales, artículos de blogs, emails, e-books y demás contenidos están cortados con la misma tijera.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que la mayoría de los usuarios utiliza esta tecnología sobre el supuesto de que le garantiza creatividad y diferenciación. Sin embargo, hay un largo trecho entre la teoría y la realidad. A pesar de esto, hay quienes defienden los resultados basados en una premisa cuando menos cuestionable: “Yo sería incapaz de hacer algo así, jamás lo haría.

No soy enemigo de la tecnología, no intento tapar el sol con un dedo y sí uso algunas de las herramientas de inteligencia artificial. Pero no para escribir textos o contenidos que claramente yo hago mucho mucho mejor. Las utilizo para creación masiva y generar diversos contenidos a partir de una fuente única. Por ejemplo, transcripciones, resumen, preguntas frecuentes, un pódcast…

Me gusta que haya sido Wikipedia la que puso el dedo en la llaga porque este portal ha sido una de las principales víctimas de los contenidos falsos generados con IA. Es lo que podríamos llamar un doliente. Muchos de los contenidos publicados en su web han sido contaminados con informaciones que no son reales, que incluyen errores o, lo peor, que son tendenciosas.

La Guía de campo de Wikipedia es producto del trabajo que a diario realizan sus editores a la caza de contenidos generados con IA. Ofrece ejemplos extraídos de artículos en línea y borradores en los que han descubierto que fueron escritos por los denominados grandes modelos lingüísticos (LLM, por sus siglas en inglés) impulsados por chatbots de IA y no por seres humanos.

El problema es que este fenómeno es transparente para la mayoría de las personas. Es decir, no están en capacidad de distinguir entre contenidos artificiales y reales. O, peor, identifican el origen, pero hacen caso omiso. Por mi práctica y experiencia de más de 38 años creando textos casi todos los días, detecto esos contenidos a leguas. Tienen un aroma que es inconfundible.

Hay que reconocer, asimismo, que las capacidades de estos modelos de lenguaje han mejorado sustancialmente en comparación con los contenidos que nos ofrecían hace dos años. Sí, han mejorado, pero están lejos de ser impecables y, mucho menos, perfectos. La legibilidad, que es la característica que distingue a los textos de calidad, es precaria y su sintaxis aún es deficiente.

Lo que me llama la atención es la falacia detrás del bum. ¿Sabes a qué me refiero? Todas estas herramientas generativas son hijas de lo que se conoce como machine learning. Por si no lo sabes, es una rama de la inteligencia artificial que les permite a las máquinas o sistemas informáticos aprender a partir de datos. Igualmente, pueden mejorar su rendimiento de forma automática.

A diferencia de otros modelos tecnológicos, en el machine learning las máquinas aprenden en función de la información con la que se las alimenta. Que, básicamente, son ejemplos. Una vez obtienen los datos, los analizan, los procesan e identifican tendencias y patrones. Luego, cuando se le encomienda una tarea, los utilizan para brindar los resultados esperados.

Y ese es el trasfondo del problema que desvela Wikipedia: la uniformidad de los contenidos. Un ejemplo: le pides a ChatGPT que escriba un correo electrónico para un cliente. Le das las instrucciones, el contexto del mensaje y el objetivo que persigues. Inclusive, le pides que use un lenguaje profesional, serio, pero amable, y le pides que resalte un llamado a la acción específico.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero grabes en tu mente (posa el 'mouse' para verlo al respaldo)
Si decides utilizar alguna de las herramientas de IA generativa para crear textos o contenidos, te sugiero ponerlos a consideración de un profesional de la escritura natural antes de publicarlos.

En teoría, el prompt perfecto. Entonces, la herramienta acude a su base de datos, a esas informaciones que ha almacenado, y te brinda una respuesta. Que, por supuesto, es fruto de los patrones que ChatGPT conoce, lo que en la práctica se traduce en más de lo mismo. Cumple con la tarea, pero el texto que recibes está lejos de ser auténtico, único y diferente. ¡Es más de lo mismo!

Algo lógico, por cierto. Para que ChatGPT o cualquier otra de las herramientas de la IA generativa te proporcionen algo que rompa el molde de las tendencias y de los patrones aprendidos, primero debes educarla. ¿Sabes qué significa? Que no basta con instrucciones, por muy precisas que sean, sino que debes alimentarla con contenidos que reflejen las características y el estilo que deseas.

Por ejemplo, si le alimentas las obras de Gabriel García Márquez, cuando le asignes una tarea te entregará textos con frases, ejemplos y citas propias del famoso escritor colombiano. Un proceso que se replicará con cualquier otra fuente que elijas. En resumen, estas herramientas no pueden darte algo que no les has enseñado, no tienen (todavía) la capacidad de crear algo propio.

Cuando le pido a ChatGPT que me cree 100 o 500 frases para postear en redes sociales no solo le doy las instrucciones (estilo, extensión, cantidad de palabras, tono). También lo alimento con los contenidos (básicamente, artículos de mi blog) de los que debe extraer la información. Con todo y eso, nunca sale perfecto: hay que revisar con cuidado, para no ser víctima de sus alucinaciones.

Ahora, volvamos a la guía de Wikipedia. Estos fueron los problemas identificados:

1.- Narrativa inflada, simbolismo excesivo.
Los modelos LLM (Large Languaje Models) abusan del simbolismo, lo enfatizan y le dan una importancia que, en realidad, no tiene. Hay exceso de grandilocuencia: la naturaleza es “impresionante”, las ciudades son “vibrantes”, los animales son “majestuosos”, y así sucesivamente. En el fondo, sin embargo, es un recurso que no oculta el argumento vacío

2.- Abuso de resúmenes, exceso de conectores.
La mayoría de los párrafos escritos por la IA comienzan con “Además”, “Por otro lado”, “En resumen” y otras alternativas. Lo peor, sin embargo, es que presume conclusiones contundentes que son más bien forzadas, algunas veces hasta traídas de los cabellos. Abusa también del recurso de dar sentencias al final de cada párrafo, que no es propio de la escritura humana

3.- Argumentos superficiales con buena gramática.
Este, sin duda, es el principal problema, el gran defecto de los LLM. Con frases hechas, con una prosa fluida, camufla explicaciones superficiales. Muchas de sus aseveraciones son en realidad atribuciones vagas, sin sustento, sin una fuente creíble, pero están bien escritas y en apariencia son ciertas. En ocasiones, asimismo, sus argumentos suelen ser contradictorios

4.- El riesgo de la ‘regla de 3’.
Otro de los vicios frecuentes. ¿En qué consiste? Reúne tres adjetivos o frases cortas para dar la impresión de que ha realizado un profundo análisis, pero no es cierto. De hecho, el resultado es lo contrario: superficialidad (de nuevo). Este uso contraría, también, la recomendación de emplear menos adjetivos, que son considerados como un recurso que reduce la calidad de los textos

5.- Graves (y elementales) fallas de estilo.
La calidad de un texto no solo está determinado por la prosa. Hay otros aspectos que son más importantes: la legibilidad y el estilo. Que son únicos, irrepetibles, auténticos de cada escritor. Hay penosos errores de puntuación, en las citas coloca el punto seguido dentro de las comillas, el uso del punto seguido suele ser incorrecto. También abusa de las frases largas

6.- Simplicidad de los formatos.
Otra de las características de la riqueza de un texto surge de la estructura. Es uno de los temas clave más difíciles de incorporar no solo porque exige conocimiento, sino práctica. Todas estas herramientas carecen de una estructura consolidada y deambulan de las frases largas a los párrafos de una frase. Esto reduce la legibilidad, daña el estilo y resta calidad al texto

7.- Formatos repetidos, creatividad limitada.
Algo a lo que la mayoría de los usuarios que delegan sus textos a la inteligencia artificial no le presta la atención requerida. Una vez el LLM identifica un formato que te agrada, lo adopta como modelo preferido y lo utiliza para todos los contenidos que le solicitas. Esta actitud riñe con la presunción de creatividad que envuelve a estas herramientas. ¿Un ejemplo? Las incontables listas (bullets)

Por supuesto, y más allá de que tú mismo le alimentes la información básica sobre la que debe trabajar, estas herramientas no dejan de alucinar, de inventar. Y cada vez lo hacen mejor, cada vez es más difícil de detectar. La verdad es que la inteligencia artificial, muy al estilo de los humanos, sabe cómo maquillar sus debilidades, cómo disfrazar sus vicios, y resaltar sus habilidades.

Lo anterior no significa que no debas utilizar ChatGPT o alguna otra IA generativa. Hay usos muy confiables, tareas que hacen muy bien. La creación de textos, en especial si eres una empresa, un emprendedor o un profesional independiente, por ahora no deberías delegarla en las herramientas porque te expones a los riesgos relacionados. Por ahora, la inteligencia natural gana la batalla

Mi recomendación es que, a pesar de que uses la IA generativa todos los días, de que la hayas alimentado con datos de calidad, de que hayas pulido tu sistema de creación, antes de publicar acudas a un profesional de la escritura natural. Recibirás una retroalimentación que hoy la IA no está en capacidad de brindarte y la calidad de tus textos superará con creces el promedio del mercado.

Categorías
General

Las 5 claves para ser una marca personal de alto impacto

Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo completo

Cuando te miras al espejo, ¿a quién ves? Cuando escuchas a otros hablar de ti, ¿qué dicen? Cuando miras el espejo retrovisor de tu vida, ¿qué observas? Cuando haces un balance de la vida que has construido, ¿estás satisfecho? Estos interrogantes, que para algunos pueden ser incómodos, deberíamos responderlos con seguridad, recitarlos casi de memoria.

La realidad, sin embargo, nos muestra algo distinto: la mayoría de las personas rehúye la respuesta. O se aleja tan pronto escucha las preguntas. ¿Por qué? Por el consabido temor a ser rechazados, cuestionados o criticados, a recibir la desaprobación de otros. A mi juicio es una idea equivocada, porque son interrogantes para formularse y responder uno mismo.

Es decir, se trata de un ejercicio de introspección. Sí, esa apasionante aventura que muy pocos nos atrevemos a experimentar: el viaje a nuestro interior. A las insondables profundidades de nuestro ser, allí donde reposa nuestra esencia en su estado más puro. A ese baúl de recuerdos y experiencias en el que también reposan los miedos y los fracasos.

Una realidad patética de las redes sociales, de los canales digitales en general, es que en ellas todos intentamos posar de perfectos. En mayor o menor medida, en una u otra actividad. No solo exageramos lo que consideramos es bueno, sino que, en especial, nos esmeramos en tratar de ocultar lo malo. O lo que nos desagrada o nos produce vergüenza.

Dentro y fuera de las redes sociales, dentro y fuera de internet, en la vida real, la autenticidad es un bien escaso. Quizás porque lo asociamos con la vulnerabilidad y nos da temor que los demás se aprovechen. Entonces, erigimos muros para protegernos, nos ponemos una armadura, nos resguardamos en una trinchera para evitar un eventual daño.

El problema, porque siempre hay un problema, es que así no se puede vivir. Así no es la vida. Nadie, absolutamente nadie, es perfecto. De hecho, nadie, absolutamente nadie, está cerca de serlo. La vida consiste en aceptar lo que somos, cómo somos, y aprender a lidiar con esas características. Que, no sobra recordarlo, nos convierten en algo único y especial.

Además, seguro ya lo sabes, la vida nunca se da, nunca resulta como la esperamos. A veces, muchas veces, se da mejor, resulta mucho mejor. Sin embargo, nos enfocamos en lo que no se dio, en lo que no llegó, en lo que se fue, en lo que nunca sucederá, en lo que no se presentará. Es algo que aprendemos de otros, de nuestro entorno, y que replicamos con gran disciplina.

Dicho en otras palabras, nos pasamos la vida aparentando lo que no somos, intentando ser quienes no somos. Y así se nos va la vida, la desperdiciamos. Por suerte, siempre recibimos una segunda oportunidad. Una a través de la cual la vida nos brinda la posibilidad de mirarla de otra manera, de vivirla de otra manera. Y, sobre todo, de agradecerla, de disfrutarla.

De hecho, no es una oportunidad, sino cientos de ellas, miles de ellas. Cada nuevo día es una oportunidad. Algunas las aprovechamos, pero la mayoría la dejamos pasar en vano. Quizás porque estamos convencidos de que vendrán más, muchas más, cuando la verdad irrefutable de la vida, la realidad insoslayable, es que no sabemos cuánto tiempo nos queda.

Asumimos, porque así nos lo enseñan, que llegamos a este mundo en la búsqueda de respuestas. Sin embargo, es justo lo contrario. ¿Eso que significa? Que estamos acá para brindar respuestas a los interrogantes de otros, a los miedos de otros, a los sueños de otros. Esa es la razón por la cual cada día la vida riega maravillosas bendiciones en nuestra vida.

El conocimiento, las experiencias, el aprendizaje de tus errores; el contacto con otros, con la naturaleza, con otras especies. Todo, absolutamente todo lo que nos es concedido, solo tiene un fin: ayudarnos en la misión que nos ha sido encomendada, la de construir nuestra mejor versión, una marca inspiradora, y compartirla con los demás. De eso trata la vida.

Si bien el concepto de marca personal es relativamente nuevo, poco menos de tres décadas, se instaló con rapidez en todos los ámbitos. En especial, en el laboral. Por cierto, es un grave error pensar, como tantos, que la marca personal es exclusiva del trabajo y que todos los demás ámbitos se excluyen. En verdad, la marca personal es el ciento por ciento de tu vida.

O, si lo prefieres, tu vida es tu marca y tu marca es tu vida. Si has leído alguno de los artículos que he publicado sobre este tema (que seguro lo sabes me apasiona) sabrás que entiendo que la marca no se construye o se crea. ¿Entonces? Se vive. Desde el momento en que naces hasta el instante en el que agotas el último suspiro. Vivimos en modo marca personal.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero grabes en tu mente (posa el 'mouse' para verlo al reverso)
En un mundo en el que nada es como parece, una marca personal auténtica hará la diferencia. Por eso, preocúpate por el mensaje que transmiten tus acciones.

En algún momento, todos nos inquietamos por lo que nos sucede en la vida. “¿Por qué a mí?”, “¿Por qué esto?”, pensamos, en especial en eventos negativos o traumáticos. Estamos tan absortos en el frenesí, en la histeria colectiva, que perdemos la capacidad de mirar la vida en perspectiva, de alejarnos un poco de los hechos para aceptarlos y comprenderlos.

Es la razón por la cual a veces, muchas veces, no nos damos cuenta del porqué de las situaciones que vivimos. Que no se dan por casualidad, por supuesto. Que tienen un sentido, un propósito. Que incorporan una valiosa lección que en ocasiones no logramos descifrar porque la vida utiliza mensajes encriptados. Que son pepitas de oro que la vida nos regala.

Retomo: llegamos a este mundo porque nos ha sido encomendada la misión de proporcionar respuestas a las inquietudes de otros. De los que no han disfrutado de los mismos privilegios que nosotros, de los que no poseen los mismos dones y talentos que nosotros, de los que no han desarrollado las mismas habilidades que nosotros. Es un deber brindar buenas respuestas.

Para cumplir con ese objetivo, debemos ser conscientes del impacto que producimos como marca personal. ¿Eso qué quiere decir? Que todo lo que hacemos, cómo lo hacemos, así como lo que dejamos de hacer, lo que omitimos, transmite nuestra marca personal. Es decir, les da cuenta a los demás de quiénes somos. Forja la percepción que los demás tienen de nosotros.

Tu marca personal es la música que escuchas, la ropa que vistes y los libros que lees. Es la forma en que tratas a los demás, cómo reaccionas cuando te agreden verbalmente y cómo te comportas cuando tienes autoridad. Es también tu silencio ante las injusticias, tu complacencia a las burlas, tu actitud explosiva cuando la vida y el universo se ríen de ti.

Por eso, justamente por eso, la marca personal ni se crea ni se construye. ¡Se vive, se es! El problema es que la vivimos de manera inconsciente, sin darnos cuenta del impacto que producimos en la vida de otros. Y como casi nunca miramos hacia adentro, como evitamos vivir la aventura de viajar a nuestras profundidades interiores, vivimos y morimos engañados.

¿Cuáles son, entonces, las claves para vivir tu marca personal, para ser una marca personal?

1.- La autenticidad. Eres único e irrepetible y eres perfecto dentro de la imperfección de la naturaleza. Esa condición es la que te da valor, la que te hace útil para otros. Eres tanto tus fortalezas como tus debilidades. Tus aciertos como tus errores. Tu conocimiento como todo lo que ignoras. Nadie es igual que tú y, asúmelo, nunca serás del agrado de todos

2.- El diferencial. Si bien los seres humanos no somos un producto común y corriente, todos poseemos un diferencial por el que otros nos eligen. ¿Cuál es el tuyo? Descúbrelo, cultívalo y poténcialo. Ese diferencial suele ser la forma en que los demás se sienten cuando están contigo: ¿felices?, ¿atendidos?, ¿apreciados?, ¿valorados?, ¿ignorados?, ¿menospreciados?

3.- El enfoque. ¿En qué eres muy bueno, mejor que la mayoría? Es esa actividad por la que se te reconoce más allá del ámbito profesional. Esta habilidad está estrechamente relacionada con tus dones y talentos, tus pasiones, y limitada por tus defectos y tus errores. El enfoque permite que los otros te identifiquen con claridad, más allá de las percepciones

4.- La coherencia. Es el hilo conductor que une lo que piensas, lo que crees, lo que dices, lo que sientes y, en especial, lo que haces. Si la cadena se rompe en algún punto, la coherencia desaparece. La forma más auténtica de ser coherente es el ejemplo: tu comportamiento dice de ti mucho más que las palabras. Además, las acciones son una fuente de inspiración

5.- La credibilidad. Es el resultado del impacto que tus acciones producen en la vida de otros. Esta cualidad se construye a partir de la sumatoria de los cuatro factores anteriores. Si alguno falta, el castillo de naipes de derrumba. En un mundo en el que nada es como parece, la credibilidad es un valor apreciado. Es, también, el poderoso blindaje de tu marca personal

Cuando te miras al espejo, ¿a quién ves? Cuando escuchas a otros hablar de ti, ¿qué dicen? Cuando miras el espejo retrovisor de tu vida, ¿qué observas? Cuando haces un balance de la vida que has construido, ¿estás satisfecho?  La respuesta, ya lo sabes, es tu marca personal. Por fortuna, siempre es posible corregir, dar marcha atrás, buscar otros caminos.

La mayoría de los seres humanos nos preocupamos por el legado que dejaremos el día que ya no estemos aquí. Una preocupación sin sentido, porque ese legado ya está, siempre está: es la marca personal. Entonces, dependerá del impacto que estemos en capacidad de producir en la vida de otros a través de nuestras acciones. Preocúpate, más bien, por ellas.