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Si posees esta cualidad, puedes olvidarte del síndrome del impostor

El temido y odiado síndrome del impostor sí existe. ¿Lo sabías? Y no solo eso: está de moda, es una de esas tendencias que ahora gustan tanto. Según los expertos, tres de cada cuatro mujeres del primer mundo los padecen a lo largo de su trayectoria profesional. Sin embargo, por supuesto, ellas no son las únicas: cualquier persona puede sufrirlo en distintos ámbitos de la vida.

Y no solo eso: de acuerdo con distintos estudios, ocho de cada diez personas sufren la incómoda sensación de ser un fraude. Bien en algún momento de su vida, bien en algún campo de su vida. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que nadie, absolutamente nadie, está exento o ajeno a este mal. Afecta a jóvenes, a personas con altas capacidades, a profesionales, a hombres, a mujeres…

Es, así mismo, uno de los fenómenos sicológicos más estudiados de las últimas décadas. Por eso, por ejemplo, se pudo establecer que es más frecuente en las mujeres y que se potencia gracias a factores como la baja autoestima y la búsqueda de la perfección. Y se les atribuye a las sicólogas Pauline Clance y Suzanne Imes haberlo descrito en 1978, cuando ya provocaba estragos.

Algo que es necesario saber es que el síndrome del impostor nada tiene que ver con inteligencia, talento, cargos o reconocimientos: es un mal democrático que ataca a cualquiera. ¿Cuál es la razón? Su origen está en las emociones, que seguro lo sabes son traviesas, caprichosas y traicioneras. Por eso, lo padecen artistas, escritores, científicos, ingenieros o abogados

El odioso síndrome del impostor se manifiesta, principalmente, en la tendencia a minimizar los logros obtenidos, a restarnos méritos y, sobre todo, a creer que no somos suficiente (o, de otra forma, que siempre nos hace falta algo para dar la talla). Además, es camaleónico: es falta de confianza, creencias limitantes, miedos, inseguridad, ansiedad y, sobre todo, pensamientos negativos.

Ahora, en la práctica, el síndrome del impostor se ha convertido en una excelente excusa para no salir de la zona de confort. Es la justificación perfecta. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que nos sirve para cualquier ámbito en la vida, mucho más allá de lo profesional o laboral: para no ir al gimnasio (o hacer ejercicio), para no seguir una alimentación sana, para huir de las relaciones…

¿Por ejemplo? A la hora de comunicarnos o, especialmente en estos tiempos, crear contenido. Lo primero que puedo decirte, porque lo experimenté, es que está bien, se vale sentir el síndrome del impostor. Somos seres humanos, imperfectos y, sobre todo, sensibles. Por otro lado, esa sensación de incomodidad puede ayudarnos a salir de la zona de confort, a exigirnos, a dar un poco más.

Elegí estudiar Comunicación Social porque quería trabajar en la radio, un medio mágico que me acompañó desde la infancia. Sin embargo, mi carrera profesional se dio por otro camino: el de la prensa escrita. Llegué a la radio después de casi 30 años de trayectoria y, a pesar de eso, tenía un poco de miedo. Y necesité dos o tres programas (de dos horas) antes de asentarme, de estar cómodo.

Más adelante, la profesión me dio la oportunidad de hacer televisión en vivo: ¿tuve miedo? Claro, porque es natural. ¿Lo superé? Claro, porque siempre es posible. Hoy, comando en solitario y hago comentarios en transmisiones de torneos de golf, espacios que duran como mínimo dos horas. La primera vez que estuve solo en el estudio lo acusé, pero fue algo que se esfumó bastante rápido.

¿Moraleja? El ser humano, cualquiera, puede enfrentarse a situaciones incómodas, desconocidas o retadoras y superarlas sin problema. Se requiere conocimiento y algunas habilidades básicas, pero, en especial, valentía y ganas de salir adelante. ¿Lo más importante? Paciencia y tolerancia, porque te vas a equivocar, pero si no te dejas intimidad vas a aprender y en cada ocasión lo harás mejor.

¿Te suena familiar? La verdad es que nadie nació aprendido, en nada. O, de otra manera, todo, absolutamente todo, lo debemos (o podemos) aprender. Aprendemos a comer, a cepillarnos los dientes, a caminar, a escribir, a dibujar, a practicar ejercicio, a tender la cama…, en fin. La vida, todos y cada uno de los días de la vida, es un aprendizaje continuo. ¡Tú pones los límites!

Y, también, eriges las dificultades. Como el síndrome del impostor, por ejemplo. Que, no sobra decirlo, prácticamente en todos los casos son actitudes aprendidas en el seno de nuestro círculo de influencia más cercano (familia, amigos, trabajo, estudio) o a partir de los todos los mensajes que consumimos de medios de comunicación y redes sociales, principalmente, o de la sociedad.

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Obstáculos que, por lo general, se manifiestan así:

1.- El perfeccionista. Te obsesionas con la idea de que todo salga de maravilla o, lo que es lo mismo, de no cometer errores. Y no solo los vas a cometer, sino que es necesario que lo hagas: esos episodios, por lo doloroso que resulte, incorporan el aprendizaje más valioso

2.- El experto. Una manifestación que está muy de moda en estos días, dado que ‘ser experto’ es el oficio de moda, especialmente en internet. No tienes que saber “todo sobre todo”, porque además es imposible. La clave está en la especialización y entender que aprendes a medida que avanzas

3.- El superhéroe. Otra especie muy popular en estos momentos. Es una loca carrera por intentar demostrar que eres mejor que otros, cuando no es necesario. Te impones una metas muy altas y debes lidiar con expectativas difíciles de cumplir. Al final, solo malgastas tu tiempo y energías

4.- El genio frustrado. Una idea que, seguramente, te cultivaron en la niñez: “¡Tienes que ser el mejor!”. Esto te lleva a ser intolerante al error, a nunca estar conforme con lo que tienes y con lo que obtienes, a creer que debes aprender más y más. ¿Consecuencia? Te paralizarás, no avanzarás

5.- El solitario. Bien sea porque crees que nadie puede ayudarte o porque no inviertes en ti mismo, te quedas solo. Y solo no avanzarás o, peor, no llegarás a donde quieres ir. Recuerda: nadie escaló el Everest en solitario. “Solo irás más rápido, acompañado llegarás más lejos”. ¡Tú elijes!

El problema de fondo con el síndrome del impostor es que se traduce en un autoboicot. Cada vez que intentas hacer algo que significa salir de la zona de confort y, por ende, te enfrentas a tus miedos y creencias limitantes, tomas el atajo. ¿Cuál? Acudes a ese otro yo interno, como si fuera un superhéroe, para que te salve y justifique tu inacción o tu elección de no tomar ese camino.

Lo que hay detrás del síndrome del impostor es el miedo a que nos juzguen, nos descalifiquen, se burlen de nosotros o hagamos el ridículo. Es posible que todo eso sea realidad, pero entiende que es parte del proceso de aprendizaje. Con o sin síndrome, te juzgarán, te descalificarán, se burlarán de ti y eventualmente harás el ridículo. La diferencia es que, si lo vences y actúas, aprendes y avanzas.

Ahora, la razón por la cual me pareció pertinente escribir este artículo para ti: el síndrome del impostor sí existe y lo vivimos, lo padecemos, todos los días. ¿Sabes a qué me refiero? A esos impostores que vemos cada día en internet, especialmente en las redes sociales. Sí, personas que se venden como ‘la última Coca-Cola del desierto’, los de la vida perfecta o la familia ideal…

En la práctica, son personas que construyen, de manera consciente, una especie de otro yo, una identidad ficticia, para producir una percepción determinada. Son personas que dicen tener solo buenos pensamientos, positivos; que no envidian, que no sienten celos; que no critican y les desean el bien a sus enemigos o detractores; que no desean riqueza y no se obsesionan con lo material…

La verdad, y por supuesto esto es tan solo una opinión personal, esas personas no solo no existen, sino que no pueden existir. ¿Por qué? Porque el ser humano, la especie, es imperfecta. Es decir, somos falibles, tenemos defectos y carencias y lejos estamos de ese estado de perfección. Además, estamos condicionados por la sociedad, por los demás, y resulta imposible desligarse de eso.

Por si fuera poco, están las traviesas, caprichosas y traicioneras emociones que nos hacen pasar malos ratos. Mi madre, alma bendita, solía decir que “primero cae un mentiroso que un cojo”. Y es cierto: a estos impostores digitales, los de la vida perfecta, lo que poseen la fórmula del éxito y de la riqueza exprés, los que viven la vida ideal y perfecta, tarde o temprano se les cae la máscara.

Y no solo quedan al descubierto, sino, además, sometidos a las represalias de los demás. El impostor, en últimas, no es más que un gentil manipulador, un lobo vestido con piel de oveja. Su mensaje y su vida, toda, son una farsa, una mentira. Tras ese personaje que han construido lo que hay es un ego del tamaño de un iceberg y una variedad de conductas tóxicas que son temibles.

Así mismo, esta persona posee una característica que la hace muy peligrosa: se mimetiza, es decir, es camaleónica, capaz de transformarse en función de las circunstancias o de los objetivos. Es hábiles, sin duda, pero dado que se guía por el ego, que no conoce de límites, tarde o temprano se equivoca y le revela al mundo en realidad quién es. Y, por supuesto, lo paga caro.

El poder de tu mensaje, bien seas una empresa, un negocio o una marca personal (un profesional independiente que monetiza su conocimiento), radica en la autenticidad. Que, por supuesto, involucra tus defectos, tus carencias. Y no es esa perfección impostada lo que permitirá que tu mensaje sea persuasivo y provoque el impacto que deseas en la vida de otras personas.

Piénsalo: tus padres, a quienes seguro idolatras, no son perfectos. Quizás, de hecho, tienen más defectos de los que te gusta admitir, pero son tus padres y los amas con todas tus fuerzas. Lo mismo sucede con tu pareja, o tus hijos. O con ese amigo de toda la vida. O con tu mascota. Más allá de esa imperfección, sin embargo, los valoramos y apreciamos, agradecemos que sean parte de nuestra vida.

Vivimos en un mundo en el que la histeria, la cordial hipocresía, la falsedad y los impostores marcan la pauta. Son fuente y alimento de la infoxicación que nos contamina, que drena nuestras energías, que nos arrebata el derecho a ser felices. Por fortuna, para combatir estos males hay un antídoto efectivo: la autenticidad del mensaje. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que no tienes que hacer nada, solo ser tú mismo…

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La marca (el mensaje) eres tú: 5 claves para potenciarla

¿Sabías que todo lo que haces, y cómo lo haces, es un mensaje poderoso? ¿Y que aquello que no haces también comunica? Es lo que conocemos como personal branding o marca personal. Un concepto que, si le preguntas a Mr. Google, te informará que fue acuñado por Tom Peters, un escritor estadounidense, en el artículo titulado The Brand Called You (La marca llamada tú).

Se publicó en la revista Fast Company, el 31 de agosto de 1997. La idea básica del texto es que cualquier persona, toda persona, debe verse a sí misma como una marca que está en constante competencia con otras marcas (otras personas) en procura de atención. Según Peters, el conocimiento, las experiencias y las habilidades son la base de la marca personal.

Asegura, así mismo, que para influir en el mercado, en otras personas, es indispensable construir una marca personal poderosa, fuerte. Es, precisamente, lo que cada día vemos en personalidades como políticos, artistas (cantantes, escritores, actores) o deportistas, entre otras, que transmiten un mensaje que es consumido por sus seguidores y grandes audiencias.

“Tu marca es lo que dicen de ti cuando no estás presente”, es una frase que se le atribuye a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, y que resume a la perfección el sentido de la marca personal. Es, en otras palabras, el impacto (positivo o negativo) que generas en otras personas en cada una de tus interacciones con ellas, la huella que dejas en la vida de otros con tu mensaje.

Desde siempre, en el ámbito de los negocios se habló de marca, pero referida a las empresas, a los negocios, no a las personas. Fue solo después de la irrupción de internet, más el artículo de Peters, cuando se comenzó a hablar de las marcas persona. En un comienzo se concibió como algo exclusivo de los famosos, las figuras públicas reconocidas, pero ahora se generalizó.

¿Eso qué significa? Que todos, absolutamente todos, somos una marca personal. Lo irónico es que muchas personas no lo entienden o no lo perciben así y menosprecian el impacto que están en capacidad de generar. O, peor aún, se dedican a imitar a algún personaje público con la idea de que ellas también serán adoradas, de que el brillo de la estrella las cobijará.

Todos, absolutamente todos, nos convertimos en una marca personal el día en que nacemos y la construimos hasta el día en que morimos. Lo hacemos de manera consciente o inconsciente. Por supuesto, quienes entienden su importancia y trabajan para potenciarla son aquellos que mayores réditos obtienen. Es decir, mayor influencia ejercen sobre los que los rodean.

Hoy, gracias a las poderosas y recursivas herramientas que nos ofrece la tecnología, hay una gran cantidad de influenciadores. Una tendencia que ha ido en crecimiento impulsada por las astronómicas cifras que estos reciben por cuenta de la publicidad y, también, de la cantidad de seguidores que acumulan. La mayoría de ellos, sin embargo, son unos payasos ridículos.

Su virtud, seguramente la única, es saber sacar provecho de los bajos instintos de una audiencia en busca de mecanismos de escape a una realidad agobiante y traumática. Por lo mismo, también son estrellas fugaces que brillan un corto tiempo y luego desaparecen, se extinguen. Bien sea porque entraron en desgracia, bien porque el público se aburrió de ellas.

Hoy, igualmente, no importa a qué te dedicas, qué cargo ocupas o qué tan reconocido eres: todos, absolutamente todos, necesitamos ser una marca personal. Una consciente, una que sea coherente, una que aporte valor a su entorno, una capaz de dejar huella (o legado) en este mundo. Una que, sobre todo, tenga la capacidad de inspirar a otros a ser su mejor versión.

Con tu conocimiento, las experiencias que has vivido, el aprendizaje surgido de tus errores, más los dones y talentos que te regaló la naturaleza, ya eres una marca personal poderosa. ¿Lo sabías? ¿Eres consciente de ello? ¿Lo aprovechas? ¿Ya definiste el mensaje que quieres transmitir? ¿Ya sabes cuál es la marca personal que te identifica y cómo comunicarla?

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Veamos algunas claves que seguro te van a ayudar:

1.- Autenticidad.
¿Sabes por qué son efímeras las marcas personales hoy? Porque son burdas copias de otras marcas. Así de sencillo, así de triste. El mercado te adorará o te odiará, porque esa es la realidad, por ser tú, tú mismo, auténtico. Si te empeñas en ocultar tus defectos o debilidades o, de otro modo, por mostrarte perfecto, tu marca será rechazada por no ser auténtica.

Ya eres distinto, así naciste: un modelo único e irrepetible. No tienes que imitar a nadie, no puedes copiar a nadie. Además, lo que el mercado anhela es encontrar marcas personales poderosas y auténticas que lo puedan inspirar, que sean honestas y coherentes. Si no eres auténtico, no eres una marca personal: tan solo, quizás, puedas llegar a ser una buena copia.

2.- Mensaje.
No puedes salvar al mundo, así te empeñes. Nadie, en solitario, puede hacerlo. Sin embargo, y esto es maravilloso, todos podemos cambiar algo de nuestro mundo, de nuestro entorno, con pequeñas acciones que generar grandes y profundos cambios. Olvídate de las frases bonitas y sonoras, de los clichés que pululan en internet, de los libretos perfectos que tantos pregonan.

¿Cuál es tu mensaje? Una vez lo hayas definido y lo compartas con las personas correctas, es decir, con aquellas que se identifican con tu propósito de vida y están dispuestas a recorrer el camino contigo, se creará una poderosa cadena de intercambio de beneficios. El poder de tu marca personal es tu mensaje. Lo demás, todo lo demás, es accesorio, segundario o irrelevante.

3.- Tu historia.
No eres un superhéroe y no vas a salvar al mundo, eso está claro. Pero, eso no es un problema. ¿Por qué? Porque tu mayor valor, tu principal activo, es precisamente ser una persona común y corriente que consigue logros extraordinarios, que deja huellas positivas y profundas. Algunos se esfuerzan en mostrarse como víctimas de la vida y solo logran despertar lástima.

Más que saber de tus dificultades, que por supuesto son pertinentes, lo que el mercado quiere saber es cómo las superaste, a qué recurriste (y si funcionó) y quién te ayudó. Y no te olvides de lo más importante: cuál fue el resultado obtenido, es decir, cómo es tu vida hoy, después de sufrir esa transformación. Utiliza tu historia para inspirar a otros a que tomen acción.

4.- Los errores.
Aparecerán en el camino. Y tu tarea no consiste en tratar de evitarlos, porque no lo lograrás, sino en aprender de ellos. Un error no es más que una oportunidad de aprendizaje, una lección que la vida te ofrece para que te des cuenta de algo que no funciona o que haces mal. Es tan solo un llamado de atención, así que no te obsesiones con él y continúa con tu camino.

Las marcas personales poderosas no son perfectas, porque nadie lo es. Son, precisamente, las que han aprendido de sus errores y, lo mejor, han dejado atrás esos acontecimientos y no los cargan consigo. Eso sí: cuanto más rápido te equivoques, más rápido aprenderás y, además, es muy probable que el precio del error sea menor. Aunque te equivoques, cree en ti.

5.- Coherencia.
Con la autenticidad, son las características fundamentales de tu marca personal. Lo que piensas, lo que sientes, lo que dices y lo que haces (y cómo lo haces) debe estar conectado. No puede haber vacío o incoherencias (contradicciones) porque, de lo contrario, tu marca se irá abajo. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que ser coherentees más fácil de lo que se antoja.

¿Cómo lograrlo? Ser auténtico, tener claro tu mensaje y la forma de transmitirlo y, en especial, dedicarte a servir a otros. Esa es la clave: servir. Cuanto más sirvas, mayor será el impacto positivo que puedas provocar y, por ende, mayor la huella que dejarás. Coherencia + servicio desinteresado son los ingredientes de la fórmula del éxito en cualquier actividad en la vida.

Vivimos la era de las marcas, pero de las marcas personales. Hoy, especialmente si eres de quienes vivimos de nuestro talento y conocimiento, sabes que TÚ ERES LA MARCA. Todo el tiempo encarnamos un mensaje poderoso y todo el tiempo nos vendemos, nos ponemos a disposición de otros. Por eso, es imprescindible trabajar tu marca, desarrollarla y potenciarla.

Tu marca personal te acompañará hasta el último de tus días y, además, cuando tú te vayas de este mundo permanecerá acá, en la memoria de quienes te conocieron, de aquellos con los que tuviste contacto, en los que recibieron tu impacto positivo. No te definen un cargo, un salario, unos bienes o lo que acumulas en redes sociales: lo que te define es tu marca personal.

Moraleja: lo primero es ser consciente de que eres una marca personal y, después, darte a la tarea de trabajar en ella. Cada día. Con consistencia, con disciplina. Siguiendo un plan y unas estrategias específicas. Y, lo más importante: transmitiendo un mensaje poderoso que les aporte valor a otros, que deje huella en su vida, que garantices que serás inolvidable.

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Marca personal: cómo ser una ‘love Brand’ con un mensaje poderoso

“Yo confieso, ante Dios Padre todo poderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Esta frase, que los católicos pronunciamos cada vez que asistimos a la santa misa, esconde uno de los problemas más serios a los que nos enfrentamos cada día. ¿Sabes a cuál me refiero? Aquel de transmitir una imagen de perfección que no existe.

“Mostramos éxitos, no fracasos;
alegrías, no decepciones;
fortaleza, no debilidades;
ovaciones, no humillaciones;
aciertos, no errores.
Transmitimos una ilusión que no existe.
Olvidamos lo que aprendemos de ese lado oscuro
que nos empeñamos en ocultar.
No te olvides de ser humano”
.

Esta poderosa reflexión fue publicada en sus redes sociales por mi buen amigo Hyenuk Chu, el gurú de las finanzas y de las inversiones en la Bolsa de Nueva York. Si no lo conoces, si no sabes quién es, date una pasada por sus canales digitales (blog, Facebook, Twitter, Instagram, YouTube o Spotify). Encontrarás muchísimo contenido de alto valor y una revista digital.

Cuando la leí, te lo confieso, me impactó. Si bien procuro ser tan transparente como puedo, porque no tengo nada que esconder y no me avergüenzo de mis errores en virtud de tanto que me enseñaron, me sentí reflejado en esas palabras. Más que parte de la naturaleza humana (no creo que sea así), es la respuesta a hábitos adquiridos, a comportamientos modelados.

Nuestros padres (y sus padres, y los padres de ellos, y así sucesivamente), que en el proceso de educarnos hicieron lo mejor que podían con los recursos de los que disponían, con su ejemplo y con sus dichos nos enseñaron a mostrar lo bueno. Y no está mal, porque cada persona es un universo increíble con mil y una valiosas características que lo hacen único y especial.

Sin embargo, y asumo que coincides conmigo, esta es solo una cara de la moneda. Y todas las monedas, absolutamente todas, tienen dos caras. Y a veces, al menos en algunas de las etapas de la vida, vivimos más fracasos, más decepciones, más humillaciones y cometemos más errores que aciertos, ovaciones, fortaleza alegrías y éxitos. Esa es la dura realidad.

Y es precisamente en esas épocas, llamémoslas difíciles, en las que más tendemos a encerrarnos, a protegernos. Buscamos blindarnos porque, aunque no lo reconozcamos de manera consciente, nos sentimos vulnerables. Y la reacción natural (esta sí) es elevar cuantas barreras sean necesarias para evitar más daño. Barreras que son mecanismos de defensa.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que no sirven para nada. De hecho, y lo he experimentado, nos provocan más daño del que pretendemos evitar. ¿Por qué? Porque, como bien lo dijo el amigo Hyenuk, vendemos una imagen falsa, mostramos una cara que no tenemos. En otras palabras, construimos una mentira que tarde o temprano se caerá, y nos caerá encima.

Más en tiempos como los actuales, en los que la base de las relaciones sólidas consiste en ser auténticos, en ser honestos, en construir mensajes poderosos capaces de generar un impacto (ojalá positivo) en la vida de otros. La gente, la mayoría (y me cuento ahí), está cansada de la hipocresía, de los abrazos falsos, de palabras melosas que esconden la envidia y resentimiento.

Olvidamos, quizás, el poder que tiene nuestra marca personal, o dicho de otra manera el poder que tenemos como marca. Todo lo que hacemos, y lo que no hacemos, y la forma en la que lo hacemos transmite un mensaje poderoso. Para bien y para mal. Un mensaje que, si lo permitimos, puede convertirse en un búmeran que se vuelva contra nosotros y nos golpee.

El problema es que no nos damos cuenta, o no sabemos, que somos una marca. Que se construye, se rediseña, se reformula, se nutre, desde el día en que nacemos hasta el día en que morimos. Todo lo que hacemos (y lo que no hacemos) y la forma en que lo hacemos contribuye a crear esa marca personal, que es un mensaje que transmitimos todo el tiempo.

La marca personal es como otros te perciben, el mensaje que transmites, lo que eres y el valor que aportas, el impacto que produces en la vida de otros. La forma en que saludas, cómo te ríes, de qué manera reaccionas a una agresión, cómo tratas a los niños y adultos mayores o a los animales, son mensajes que hablan por ti, que dicen mucho de ti. Es el poder de la marca.

Que tiene beneficios invaluables:

Genera confianza
Genera empatía
Genera autoridad
Genera identificación
Conecta con las emociones de otros

Hoy, por si no lo sabías, lo que la gente compra no es un producto o un servicio. Compra el resultado de lo que tú ofreces, la transformación. En otras palabras, te compra a ti, que ya dejaste atrás las dificultades, que sorteaste los malos momentos y construiste una mejor versión. Te compra a ti, que eres el modelo que otros quieren imitar, que inspira a otros.

Si te conviertes en una marca apreciada por el mercado, tendrás el doble de posibilidades de que tus clientes te recomienden con otras personas de su entorno. Además, estarán dispuestas a pagar lo que les ofreces, aunque sea más costoso que la competencia. Y, si la relación es satisfactoria, si cumples lo que prometes, no dudarán en comprarte otra vez.

No importa si eres médico, abogado, periodista, coach o contador; no importa cuánto tiempo llevas en el mercado o si acabas de llegar. Lo que importa es la marca que construyes, el mensaje que transmites, el impacto que logras. Tu tarea, independientemente de aquello a lo que te dedicas, consiste en convertirte en una love Brand, una marca que enamora.

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Ahora, supongo, te preguntarás cómo ser una marca que enamora. La clave está en la respuesta que ofrezcas a estos interrogantes:

¿Qué te define?
¿Qué hace único?
¿Cuáles son tus valores?
¿Qué te hace valioso?
¿Cuáles son tus principales habilidades?

Si no sabes cómo hallar las respuestas (que no las hay correctas o incorrectas, porque, no lo olvides, tú eres único), este decálogo, sin duda, puede ayudarte. La clave, por supuesto, está en despojarte de los miedos, del ego y responder tan honestamente como sea posible. Al fin y al cabo, no es un examen, sino un ejercicio profesional con el fin de construir tu mejor versión:

1.- Autoconocimiento.
Todo parte de ti, entiéndelo. Lo que recibes es simplemente lo que la vida te retorna tras haberlo compartido con otros. Y para compartirlo necesitas saber quién eres, cómo eres. El autoconocimiento es una apasionante aventura a tus profundidades. ¡No te lo niegues!

2.- Autenticidad.
Nos venden, cada día, decenas de modelos que, nos dicen, debemos imitar si queremos ser felices y/o exitosos. La verdad es que el único camino para ser feliz y exitoso es ser tú mismo, con lo bueno y lo malo. Ser auténtico es lo que te hace único, lo que te hace especial.

3.- Honestidad.
Nadie es perfecto y quizás ese no sea el ideal que persigas. Más bien, sé fiel a tu esencia, a lo que eres, a lo que has logrado construir. Admírate, valórate y quiérete al punto de trabajar cada día en mejorar, en inclinar la balanza del lado de tus fortalezas, sin olvidar tus debilidades.

4.- Consistencia.
La marca, lo mencioné, es una construcción que comienza el día en que naces y termine aquel en el que mueres. No siempre somos conscientes de ello, pero tan pronto tomes el control vas a necesitar consistencia para trabajar, para alcanzar los resultados que te propones.

5.- Constancia.
Un complemento de la anterior. Entiende que la vida no es una carrera de velocidad, un esprint de 100 metros, sino una ultramaratón de resistencia. Un paso a la vez, un paso cada día, con constancia, y pronto verás que estás más cerca del objetivo que del punto de partida.

6.- Coherencia.
No es fácil, pero es posible. Procura que aquello que piensas, aquello que sientes, aquello que dices y aquello que haces esté alineado, que no haya contradicciones profundas. Esta es una característica que blinda tu mensaje, que le da un poder inmenso a tu marca personal.

7.- Propósito.
Debería ser el primero en la lista, pero el orden de los factores no altera el producto. ¿Cuál es tu razón de ser? ¿Por qué llegaste a este mundo? ¿Cuál fue la misión que te encomendaron? ¿Por qué y para quién haces lo que haces? El propósito es el eje transversal de la marca personal.

8.- Mentalidad abierta y de crecimiento.
Enfócate en lo positivo, en lo constructivo, y aléjate de lo tóxico, de lo negativo, de lo destructivo. Aprende que no te conviene estar en todos los lugares, que hay personas de las que debes apartarte. Sé tolerante, paciente y curioso, respetuoso de los otros y de ti mismo.

9.- Capacidad de cambio.
Si te resistes al cambio, no podrás avanzar. Y, lo peor, malgastarás tus energías, tus recursos. Pon en práctica la resiliencia y aprende a adaptarte a las nuevas circunstancias. Ser maleables es una característica que permite a algunos seres humanos sobresalir del montón.

10.- Constante aprendizaje.
Para construir una marca personal poderosa y tu mejor versión requieres aprender cada día, sin falta. Y desarrollar habilidades que fortalezcan y complemente tus talentos. Sé un eterno aprendiz, comparte lo que sabes y luego la vida te devolverá maravillosas recompensas.

Cuando el mercado, los demás, te perciba como una love Brand, una marca personal poderosa, obtendrás grandes beneficios. Primero, podrás vender tus productos o servicios a precios premium; segundo, tus clientes satisfechos te promocionarán y a través del voz a voz atraerán otros buenos clientes; tercero, tus clientes serán fieles y te comprarán una y otra vez.

Dedicado a la comunicación, a la creación de mensajes de impacto, aprendí de la vida que me fue encomendada la misión de transmitir mis conocimientos y experiencias para ayudar a otros. Un privilegio que procuro honrar cada día y por el que trabajo mi marca personal con el fin de ser una love Brand capaz de dejar una huella positiva, un legado, una historia positiva…

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¿Tienes algo valioso para compartir? Aprovéchalo y crea contenido

La mayor dificultad al comenzar a escribir, o generar contenido a través del formato que más te agrade y en el que te sientas más cómodo (también puede ser imagen o voz), es aquella de luchar contra las creencias limitantes. No es fácil, déjame decírtelo, porque aunque establezcas mil y un filtros, aunque bloquees a muchos tóxicos, irremediablemente estás expuesto a la infoxicación.

La estrategia del mercado, por si no lo sabías, es pescar en río revuelto. ¿Cómo? Crear confusión, mandar mensajes contradictorios, generar incertidumbre y, de ser posible, también pánico. Por si no te habías dado cuenta, es la misma estrategia de los gobiernos, de los partidos políticos, de los medios de comunicación que defienden sus intereses amarrados al poder y de los revoltosos.

Esa es la razón por la cual desde hace años internet, no solo las redes sociales, son terreno fértil para la fake-news, para las versiones distorsionadas, para la calumnia y la ofensa. Un terreno que, además, está abonado por la ingenuidad de la audiencia y, da tristeza decirlo, pero es real, por la ignorancia de la audiencia. En internet, es imposible ocultar la falta de educación y conocimiento.

Sin embargo, esta situación no es completamente negativa. ¿Por qué? Porque si eres bueno, si eres constructivo, si tienes un mensaje poderoso y de impacto, si tienes un conocimiento valioso y experiencias que sean útiles para otros, en internet hay una gran oportunidad para ti. Para ti y para cualquiera que sepa cómo transmitir su mensaje y que acepte y respete las reglas del juego.

Porque, sí, internet es una jungla infestada de fieras salvajes, de especies depredadoras, de peligros y riesgos súbitos, pero es posible sobrevivir allí si sabes cómo hacerlo. ¿Entonces, cómo hacerlo? Primero, aporta valor; segundo, sé auténtico; tercero, sé honesto; cuarto, enfócate en servir antes que en vender; quinto, no te creas el dueño de la verdad: sigue aprendiendo.

Ahora, comencemos por el principio. La mejor forma de aportar valor es compartir contenido gratuito. ¡Sí, gratuito! Esa, créeme, es una de las reglas establecidas en internet y tú no la vas a cambiar. Entonces, ¿qué es aportar valor a través de contenido? Todo aquello surgido de tu conocimiento y experiencia, de tus vivencias, pero también de tus valores y principios, que sea útil a otros.

Contenido de valor es el que brinda respuestas a los interrogantes e inquietudes de tu audiencia, de tu lector. El que le ofrece conocimiento y, en especial, contextualización relacionados con los hechos que suceden en su entorno y que, bien sea de manera directa o indirecta, lo afectan. El que lo entretiene y la da la posibilidad de salirse un poco de esa rutina abrumadora y aburrida.

Contenido de valor es el que le brinda herramientas y recursos, algunos gratuitos y otros de pago, para crecer y avanzar en su trabajo, en su negocio. El que le ofrece ángulos, opciones y miradas que él antes no había considerado y que le permiten salir de los atolladeros. El que provoca que se establezca un vínculo de confianza y credibilidad con el autor, el emisor del mensaje, a largo plazo.

Confianza y credibilidad que van de la mano con la autenticidad. Otra terrible epidemia en internet es la de los falsos gurús, los vendehúmo que se promocionan como la solución perfecta para todos los problemas, pero que son incapaces de cumplir sus promesas. O, de otro modo, los que intentan copiar a los que ya fueron exitosos, pero apenas consiguen ser una burda copia.

La autenticidad es requisito sine qua non para ser visible en internet, para posicionarte y llamar la atención del mercado. Un mercado que, no sobra decirlo, hoy urge que las nuevas propuestas no sean más de lo mismo, sino la respuesta a sus inquietudes, problemas y dolores. Autenticidad que, en esencia, significa que nadie espera que seas perfecto, sino transparente, genuino y honesto.

CGCopywriter

Ser auténtico es aprovechar tu condición de único y diferente, pero no tienes que reinventar la rueda, que ya existe desde hace siglos. Solo muestra tu esencia, deja que afloren tus principios y valores para generar identificación con las personas que piensan como tú, que tiene ideales similares, sueños parecidos. De la mano de la identificación vendrá, luego, la empatía.

En cuanto a la honestidad, el mercado la asume y la exige, así que no puedes fallar. Se da por sentado que eres honesto, pero tienes que demostrarlo con tus actos, con tus decisiones. No basta presumir honestidad, porque en internet no hay nada oculto: tarde o temprano el mercado conocerá en realidad quién eres y, puedes estar absolutamente seguro, te va a castigar.

No prometas algo que no estés en capacidad de cumplir, cumple tus promesas y, sobre todo, si te equivocas reconócelo y ofrece una solución efectiva (las disculpas no son suficientes). Ten en cuenta algo: en internet queda registrado y grabado cada clic que das, cada comentario, cada interacción, así que no creas que puedes salir ileso si traicionas la confianza del mercado.

En cuarto término, enfócate en servir antes que en vender. La venta, por si no lo sabías, es una consecuencia de tus acciones y decisiones, de tus estrategias. No creas en aquello de que en virtud del poder de las palabras vas a vender más y, entonces, te dedicas a escribir fases manidas que ves por ahí y que, te lo advierto, no sirven, no funcionan. El copy es una buena herramienta, pero no hace milagros.

Especialmente cuando no eres conocido en el mercado, cuando todavía no te posicionaste, cuando las personas a las que puedes ayudar no saben qué haces y todavía no respondiste su pregunta ¿Qué hay aquí para mí?, necesitas generar contenido de calidad. ¿Para qué? Para ser visible, para posicionarte, para generar identificación, para crear confianza y credibilidad.

Aquí, créeme, no vale aquel dilema de qué fue primero, ¿el huevo o la gallina? Sin contenido gratuito, vender será una tarea harto difícil y demorada. Sin contenido, no podrás establecer una relación con el mercado. Sin contenido, el mercado no sabrá si eres distinto o más de lo mismo. Sin contenido, tu propuesta de valor pasará inadvertida y el mercado elegirá a tu competencia.

Aprovecha el contenido, en el formato que más te agrade y acomode, para diferenciarte. Crear contenido de calidad es el sello que identifica a los grandes referentes, sin importar de qué industria. Aportar valor a través de contenido quizás no sea la estrategia más rápida, pero te aseguro que es la más efectiva para nutrir y educar, los pasos previos a vender.

Por último, no creas que eres la última Coca-Cola del desierto. No te creas el dueño de la verdad y, mucha menos, no creas que lo sabes todo. El mundo cambia muy rápido y lo que ayer era una premisa válida hoy no funciona, no sirve. Eso quiere decir que no puedes dejar de aprender, de actualizarte, de desarrollar habilidades; debes mantener una mentalidad abierta y flexible.

Si eres una persona con conocimiento y experiencias valiosas que puedan aportarles valor a otros no te lo guardes, no lo ocultes como si fuera un tesoro: tu responsabilidad es compartirlo. Y en internet encontrarás no solo las oportunidades para hacerlo, sino también unas poderosas herramientas, ayuda idónea (sí, la hay) y los canales necesarios para transmitir tu mensaje.

“Lo que no se comparte, no se disfruta”, es una genial frase que aprendí de un amigo. Es algo que confirmo cada día que pasa, cada contenido que publico. Compartir con otros mi conocimiento, mis experiencias y ayudarlos a conseguir sus metas es la aventura más apasionante en la que me involucré y el trabajo más rentable: la recompensa llega en forma de bendiciones y más oportunidades.

 

 

CGCopywriter