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El marketing de contenidos gritón e histérico… ¡ha muerto!

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A veces, las circunstancias nos llevan a ser pesimistas. El panorama se antoja desagradable y pensamos que no hay motivos para ver el futuro con ilusión. Uno de los principales motivos es que cada día somos víctimas del apocalíptico bombardeo mediático. Prendes el televisor, sintonizas la radio, consultas internet y te enfrentas a una avalancha de malas noticias.

Una avalancha que condiciona lo que ves, lo que piensas, lo que sientes y, también, la forma en que reaccionas y cómo te comportas. Esa, quizás, es una de las explicaciones del ambiente tóxico que nos rodea: el de los gritos imperativos, la histeria colectiva, el acecho de los vendehúmo, en fin. Es como si habitáramos en una espesa jungla.

Vivimos la maravillosa era de la comunicación y de la tecnología. Un período que significa un privilegio para quienes tenemos la oportunidad de disfrutarlo. Sin embargo, también vivimos la era de la histeria colectiva, de la infoxicación, de los contenidos pornobasura, de los cortocircuitos en la comunicación. Una epidemia de la que nadie puede librarse.

Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que está por doquier. Los medios de comunicación, tanto sus versiones análogas como en las digitales; las marcas (de todos los tamaños e industrias) y hasta las marcas personales están contaminadas. ¡Sin excepción! No solo por fake-news, sino también por el marketing de contenidos basado en un estilo gritón e histérico.

¿Sabes cuál es? El de vender con amenazas, urgencias forzadas o dolor (dolor y más dolor), un estilo que ya no impacta. Sí, fue útil en el pasado, pero caducó porque se volvió el único recurso utilizado por las marcas (empresas y personas) y porque su uso fue ‘prostituido’. ¿Eso qué significa? Que se abusó de él, como si fuera una fórmula perfecta.

Todos tenemos una prenda de vestir favorita: una camiseta, un bluyín, unos zapatos, que nos encantan, nos hace sentir cómodos. Y buscamos cualquier oportunidad para lucirla, es la que elegimos para toda ocasión (inclusive, las formales). ¿El resultado? Esa prenda se desgasta rápido y dura menos de lo que desearíamos. Abusamos de ella y lo pagamos.

Eso fue lo que sucedió con ese estilo gritón e histérico de marketing de contenidos. Y también lo que les ocurrió a las marcas: las que gritan, las histéricas, ya no convencen. Solo producen ruido y, en consecuencia, ahuyentan a sus audiencias. Se trata de marcas desesperadas, sin brújula, que desconocen su esencia y son incapaces de transmitirle valor al mercado.

Son marcas débiles, que no conocen sus fortalezas, que menosprecian su potencial, que carecen de identidad. Se dedican a copiar el estilo de los líderes de su mercado, son una especie de picaflores en procura de la nueva fórmula ideal. Al final, sin embargo, dado que no son auténticas, el mercado les da la espalda y se quedan con las manos vacías. ¡Es doloroso!

En la otra orilla están las marcas que captan la atención del mercado y generan conexiones (relaciones) son las que atraen de forma magnética. Es decir, en vez de salir a perseguir a los clientes potenciales, de acecharlos, de acosarlos, de manipularlos con mensajes engañosos, son elegidas por el mercado. Seducen, conquistan, enamoran, lideran, guían, inspiran

Estas marcas dominan el juego y, por consiguiente, no necesitan gritar. Tampoco saben lo que es la histeria y, gracias a que reconocen su valor, a que poseen una propuesta de valor poderosa y atractiva, transforman atención en devoción. Más que marcas comunes son símbolos que le hablan al corazón, al sentimiento y a la emoción, no al algoritmo.

¿Cómo lo hacen? Usan el poder del marketing de contenidos para transmitir sus mensajes. Del marketing de contenidos que se guía por los pilares del buen marketing, del que busca no solo satisfacer las necesidades y deseos del mercado, sino que promueve en bien común. El que brilla con luz propia y produce un impacto positivo y transformador en las audiencias.

Estos son 12 tipos de mensaje que puedes utilizar para conseguir esos resultados:

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente.
No tienes que copiar los 'prompts' de nadie, no tienes que hacer 'copy + paste' de los contenidos de nadie y tampoco debes declararte víctima del bloqueo mental. Con lo que hay en ti (conocimiento, experiencias, valores, principios, sueños) es suficiente.

1.- El mensaje que EMPODERA.
 Rompe el molde, no se limita a lo establecido, derrumba mitos, se comunica sin tabúes. No se fija en las pavorosas tendencias y tampoco se refugia en las herramientas de inteligencia artificial para crear sus contenidos. Se enfoca en inculcar en el receptor la convicción de que posee inmenso poder para cumplir sus sueños y lo invita a utilizarlo, a aprovecharlo.

2.- El mensaje que GUÍA.
Básicamente, las historias de héroes (mentores). Todos amamos los héroes, todos somos héroes de alguna forma. Este tipo de mensaje apunta a que el receptor sea consciente de que es símbolo de fuerza, de poder, de transformación positiva. Algo importante: son mensajes en los que el concepto del acompañamiento durante el proceso cobra gran relevancia.

3.- El mensaje que INSPIRA.
Me interesa que comprendas la inspiración en qué sentido: no como ese rayo de luz espontáneo, producto de una iluminación, que se traduce en una idea genial. Es, más bien, la inspiración que te afirma que puedes ser quien quieras, lo que quieras. La que, además, te invita a abrir tus alas y volar libre en procura de tus sueños. Los límites los pones tú.

4.- El mensaje que DIVIERTE.
La vida no tiene por qué ser aburrida, y menos cuando la realidad cotidiana suele ser estresante, angustiosa, sinónimo de histeria. Este tipo de mensaje es ligero, entretiene, comparte alegría, es travieso y disruptivo. Mientras no caiga en lo ramplón o la ofensa, es bienvenido. No te prives de la recompensa que recibirás si le arrancas una sonrisa a tu cliente.

5.- El mensaje que SEDUCE.
No la seducción romántica, por supuesto. Más bien, como el proceso que nos permite entender que el deseo de placer mueve al ser humano. Este tipo de mensaje, entonces, te brinda opciones para disfrutar la vida, te invita a hacer lo que te gusta. Que te olvides de las preocupaciones, aunque sea por un rato, y te dediques a vivir al 1.000 % esos momentos.

6.- El mensaje que TRANSMITE CONFIANZA.
Es uno de los imprescindibles de cualquier estrategia de marketing de contenidos. ¿Por qué? Porque, no lo olvides, el marketing del siglo XXI consiste en establecer relaciones que redunden en un intercambio de beneficios. Te da seguridad para que te sientas bien, te cuida, te hace sentir arropado y protegido. Te dice que hay alguien con quien puedes contar.

7.- El mensaje que LIDERA.
A todos los seres humanos, sin excepción, nos gusta ser primeros, ganadores. O, cuando menos, estar al lado de ellos, de los líderes, de los referentes. Si eres uno, este mensaje te da autoridad, estatus y poder. Se asocia con la excelencia y la exclusividad. Incorpora una idea que es crucial: lo que tú ofreces no es para todo el mundo, no es más de lo mismo.

8.- El mensaje que ENSEÑA.
Otro de los mensajes habituales. Sin embargo, no puede quedarse en lo mismo de siempre o en lo mismo que hacen todos. Transmite conocimiento y experiencias útiles, prácticas, de aplicación inmediata y resultados rápidos. Es muy valorado si cumple la promesa. Una de las dos razones por las que la gente entra a internet es que busca conocimiento de valor.

9.- El mensaje que CONTAGIA.
Aporta las respuestas a los interrogantes que inquietan al mercado. Conecta a través de compartir conocimiento. Fomenta la curiosidad y la creatividad y promueve que esos clientes potenciales se decidan a seguirte. La clave de este tipo de mensajes es la sencillez, se enfoca en acciones que cualquiera puede realizar con éxito y que le facilitan la vida o el trabajo.

10.- El mensaje que UNE.
Muy importante en estos momentos. Transmite valores, principios, creencias y es empático. Además, inspira confianza y contribuye a establecer relaciones fuertes con el mercado. No te olvides que una necesidad básica del ser humano es la de la pertenencia, la de ser parte de algo que le dé sentido a su vida. Te permite forjar relaciones a través de la identificación.

11.- El mensaje que COMPROMETE.
Estrechamente ligado con el de inspiración. ¿Cómo? Su objetivo es el mismo: incentivar la acción, promover que tu cliente dé los pasos que lo lleven a cumplir sus sueños, que le brinden los resultados que le prometes. Se apalanca en ideas como “Tú lo puedes hacer”, “No te conformes con menos de lo que mereces”, “Eres un elegido” y más por el estilo.

12.- El mensaje que TRANSFORMA.
El final del proceso, del viaje de tu cliente. Demuestra cómo convertir lo que es corriente en algo extraordinario. Dibuja el camino que se va a seguir y resalta qué se requiere, cuáles son las eventuales dificultades y, por supuesto, el final. Proporciona herramientas sencillas y efectivas. Da cuenta del escenario en el que tu cliente quiere estar tras recibir tu ayuda.

Como ves, son variadas las opciones para no caer en la trampa del marketing de contenidos gritón e histérico. No tienes que copiar los prompts de nadie, no tienes que hacer copy + paste de los contenidos de nadie y tampoco debes declararte víctima del bloqueo mental. Con lo que hay en ti (conocimiento, experiencias, valores, principios, sueños) es suficiente.

El resto será encontrar el tono adecuado para comunicar un mensaje poderoso y de impacto que te permita conectar con otros. Ah, y disfrutar el proceso. ¿El formato? ¿Los canales? Eso, créeme, es secundario. Lo realmente importante es lo que puedes compartir con otros para que su vida sea un poquito mejor. Es una aventura apasionante de la que, te lo aseguro, no te arrepentirás.

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¿Verdadero o falso? No creas todo lo que dicen acerca de escribir

Una de las razones por las cuales hay tantas personas que se abstienen de escribir, que se niegan el derecho a intentarlo, es por el terrorismo sicológico que abunda por doquier. Mentiras, medias verdades, creencias limitantes, mitos o simplemente ideas erradas que carecen de sustento. Es un terreno difícil, dado que el caldo de cultivo para estas especies tóxicas es la falta de conocimiento.

Sí, tristemente, la ignorancia es la razón de fondo por la cual hay tantas personas que no cumplen su sueño de escribir. Que, como lo he mencionado en otras ocasiones, de ninguna manera significa exclusivamente vivir de escribir, ser un profesional de la escritura. Escribir, no me canso de decirlo, es un privilegio exclusivo del ser humano y es una necedad negarnos la posibilidad de disfrutarlo.

Más, en tiempos como los actuales en los que la tecnología, bendita sea ella, nos ofrece la opción de transmitir nuestro mensaje por múltiples canales. Prácticamente, sin restricciones, porque la mayoría de ellos son gratuitos, es decir, están al alcance de la mano de cualquiera. Y hoy, por si no te habías dado cuenta, el éxito en el mundo es para quienes tienen un mensaje poderoso.

Mensaje poderoso que significa empoderador, inspirador, educador, persuasivo, divertido, reflexivo, positivo, constructivo. Lo demás, todo lo demás, la mayoría de lo que recibimos cada día a través de los medios de comunicación o internet, es ruido. No sirve, porque está viciado de origen por unos intereses particulares, condicionado generalmente por factores económicos.

Algo que me llama la atención cuando atiendo a un cliente en una consultoría o cuando nos reunimos para hablar acerca de algún proyecto de contenidos es que muchas veces, la mayoría de las veces, esa persona está convencida de que no tiene nada que decir. O, de otra forma, que su historia, sus experiencias, sus errores y aciertos, carecen de valor para los demás. Y no es así.

Definitivamente, no es así. Todos los seres humanos, absolutamente todos, tenemos algo valioso para compartir con los demás. De hecho, todos los seres humanos, absolutamente todos, estamos en búsqueda de respuestas a nuestras inquietudes, de soluciones a nuestros problemas. Y, creo que lo imaginas, esas respuestas y esas soluciones provienen justamente de otras personas.

Sí, de quienes ya pasaron por lo mismo y pudieron sortear los problemas, de quienes hallaron las respuestas y las soluciones. Sí, de quienes, además, están en disposición de compartir contigo el aprendizaje de aquellas experiencias, de guiarte por ese camino y revelarte cuáles son las principales dificultades a las que te enfrentarás, cuáles son los riesgos a los que te expones.

Por otro lado, y esto es algo que la mayoría de las personas no sabe, sin querer queriendo es mucho lo que puedes hacer por otros. No necesitas hacer una gran obra, porque las palabras están cargas de un poder inmenso y, así como puede destruir, también están en capacidad de construir, de edificar, de inspirar, de motivar. Con poco, es mucho lo que puedes conseguir.

Por eso, te propongo un juego sencillo que hasta puede resultar divertido. ¿Qué te parece un verdadero o falso para descubrir qué hay detrás de esas comunes especies tóxicas?

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1.- “Voy a leer un libro a la semana y así podré escribir mejor” – FALSO
Leer sí te sirve, por cultura general, porque te proporciona conocimiento que sirve de contexto a tus escritos. Sin embargo, lo que te hará mejor escritor no es leer, sino escribir. De hecho, y es algo que menciono con frecuencia, conozco a muchas personas que son lectoras voraces, pero no son capaces de escribir un texto sencillo. Leer = Escribir no es una premisa de causa-efecto.

2.- “Todos los días voy a buscar un rato libre para escribir” – FALSO
El éxito del ejercicio de la escritura es producto de tu disciplina, de la rutina que estés en capacidad de implementar. Aunque no seas un profesional, aunque solo lo asumas como un pasatiempo, necesitas establecer una rutina, fijar horarios. Y no solo para cuando te sientas frente al computador a escribir, sino también para el resto de las etapas del proceso de creación.

3.- “Cuando tenga una buena idea, me siento a escribir” – FALSO
Las ideas, amigo mío, no son buenas, ni malas, en sí mismas. Eso depende del uso que les das. Y, como lo escribí en este post, no necesitas la gran idea para comenzar a escribir: como una mediocre es posible crear una buena historia, una que valga la pena compartir y leer. Siéntate y escribe, y eso que llamas buenas ideas surgirán como consecuencia del proceso de creación.

4.- “No sé por dónde comenzar a escribir” – VERDADERO
Por hacer caso de tantas versiones amañadas, por creer tantas mentiras, las personas nunca se sientes capaces de comenzar. Sin embargo, ese es un problema fácil de resolver. ¿Qué debes hacer? Comienza, simplemente, comienza a escribir. Desarrolla la habilidad, crea los hábitos de una buena rutina y escribe. En la medida en que avances, lo harás más fácil y lo harás mejor.

5.- “No tengo talento para escribir” – FALSO
Todos, absolutamente todos los seres humanos, poseemos el talento. Está ahí, dentro de ti, a la espera de que lo aproveches, de que lo explotes. Por supuesto, eso requiere trabajo y, sobre todo, que implementes un método. Porque, lo he mencionado antes, escribir tiene más que ver con lo que haces (disciplina, constancia, investigación, observación) que con lo que con el talento.

6.- “Sé que puedo hacerlo bien, pero no sé cómo…” – VERDADERO
Escribir bien no es un privilegio de pocos, sino el privilegio de quienes hacemos lo necesario para conseguir el resultado que esperamos. Trabajo, trabajo y más trabajo. Creatividad, investigación, imaginación y algo que la mayoría olvida: asesoría profesional. Solo lo puedes lograr, pero mentiría si dijera que será fácil o rápido. Este es un camino que hasta los mejores recorren acompañados.

7.- “Quiero hacerlo, pero me da miedo” – VERDADERO
Como cualquier otra aventura incierta que emprendes en la vida, el miedo está incorporado. Y está bien, porque es una voz que te mantiene alerta, porque te ayuda a estar atento, porque evita que te confíes y creas que lo haces muy bien o que ya lo sabes todo. El miedo nunca desaparecerá, pero lograrás neutralizarlo a medida que escribes, que defines un estilo y un método de trabajo.

8.- “Me aterran las críticas destructivas” – VERDADERO
Todos los seres humanos, absolutamente todos, somos sensibles a las críticas. Es inevitable. Sin embargo, parte del aprendizaje del escritor es aprender a desoír las que no le aportan algo positivo o que carecen de sustento. También es menester aprender que tu trabajo, por muy bueno que sea, no será del gusto de todos, y no tiene porqué serlo. Siempre habrá críticas negativas.

9.- “Publicaré en Amazon.com y me haré rico” – FALSO
Si quieres escribir y publicar un libro con la idea de que te vas a hacer rico en virtud de las regalías de Amazon.com, estás perdidamente equivocado. Los autores que ganan buen dinero en esta tienda son pocos, muy pocos, y además de escribir bien y publicar buenos libros cumplen con otra condición: con antelación, ya crearon una comunidad, tienen cautiva una audiencia masiva.

10.- “Ahora no tengo tiempo: cuando me retire, me dedicaré a escribir” – FALSO
El mejor momento para comenzar a escribir es hoy; mañana quizás sea tarde (porque quizás no hay un mañana). Si crees que no tienes tiempo, créalo, invéntalo. Abandona actividades que nada te aporten, que solo consuman tu tiempo y energías, y dedícate a escribir, que no solo nutrirá tu intelecto, sino que también te permitirá entregar algo de valor a otras personas.

El terrorismo sicológico en relación con lo que implica escribir es una creación de quienes te la quieren poner difícil para después, cuando te dan dos o tres indicaciones y comienzas a escribir, poder fungir como salvadores, como gurús. No caigas en esa trampa: son mentiras, medias verdades, creencias limitantes, mitos o simplemente ideas erradas que carecen de sustento.

La única verdad es que tienes todo lo que se necesita para comenzar a escribir. Que lo hagas bien, que te conviertas en un buen escritor, que tus lectores reciban con agrado tus contenidos y que alcances algún reconocimiento dependerá de cuánto trabajes y, además, de que lo hagas bien. No hay misterios, no hay fórmulas mágicas. No les hagas más caso a las especies tóxicas surgidas de la ignorancia.

 

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No busques afuera lo que está dentro de ti (un buen escritor)

Los seres humanos somos una especie curiosa, contradictoria o, simplemente, rara. Una de las tantas manifestaciones de esta situación es que nos desvivimos por hallar afuera lo que ya está dentro de nosotros. ¿Por ejemplo? El amor, la paz, la abundancia, la confianza, la fuerza y, aunque no lo creas, la capacidad para hacer lo que quieres. Cualquier cosa. Al menos, para intentarlo.

¿Alguna vez pensaste que no podías hacer algo y cuando menos te diste cuenta ya lo hacías? Quizás, ¿cocinar?, ¿jugar al tenis?, ¿hablar inglés? Si lo piensas detenidamente durante unos segundos, recordarás muchos logros que en un principio se antojaban inalcanzables y después de un tiempo se habían transformado en logros de los cuales te sientes orgulloso y te hacen feliz.

El problema, porque siempre hay un problema, es que nos enseñan a enfocarnos en lo negativo, en aquello que de lo que carecemos o, peor aún, lo que tienen otros o lo que son otros. El efecto inmediato de ese modelo educativo es que no valoramos lo que somos, les restamos valor a las fortalezas que poseemos y menospreciamos nuestra capacidad, nuestras habilidades.

Además, producto de la cultura cortoplacista que exige resultados inmediatos y, sobre todo, con el menor esfuerzo, no entendemos de procesos y no queremos emprender ninguna tarea o actividad que nos demande tiempo, dedicación y/o disciplina. ¿Cuál es el resultado de esta mentalidad? Que nos perdemos mucho de lo bueno y constructivo que la vida tiene reservado para nosotros.

Especialmente en estos tiempos modernos, en los que padecemos el impacto de una frenética rutina, en los que solo hay tiempo para lo urgente y resignamos lo importante, en los que nos tratan como borregos dóciles, nos manipulan y nos dice qué hacer y cómo hacerlo. La triste realidad es que permitimos que nos programen, que nos traten como si fuéramos autómatas.

Por eso, nos cuesta tanto pensar. Nos cuesta ser creativos, nos cuesta activar la imaginación, nos cuesta revivir esos recuerdos que llevamos en el corazón, en especial los positivos. Por eso, justamente, nos cuesta desarrollar la habilidad de escribir: porque para hacerlo, para potenciarla, requerimos creatividad, imaginación y ese valioso tesoro de experiencias que hemos vivido.

Y las tenemos marginadas, celosamente guardadas en el baúl de los recuerdos, en uno de esos lugares que no solemos frecuentar. Entonces, cuando queremos escribir, cuando necesitamos esa valiosa información que la vida nos regaló, no la encontramos. Y, claro, tomamos el atajo, el camino fácil y corto: “No puedo”, “No sé hacerlo”, “No tengo tiempo”, “Eso es muy difícil”

Algo que la vida me enseñó, a fuerza de golpes, por supuesto, de caer una y otra vez, de errar una y otra vez, fue que la única incapacidad que padecemos es la de una mentalidad de escasez. Nos negamos a recibir aquello maravilloso que la vida nos ofrece, nos convencemos de que hay otras prioridades, nos imponemos límites, nos conformamos con menos de lo que merecemos.

Y, ¿sabes qué es lo más doloroso? Que aquello que nos negamos es lo que más deseamos, lo que más fácil nos resulta. Por ejemplo, desarrollar la habilidad de escribir, que es innata de todos los seres humanos. Que la aprendimos en el colegio, que la practicamos en la universidad y que la requerimos en el ámbito laboral, en cualquier actividad que realicemos. Paradójico, ¿cierto?

La buena noticia, y de ahí el título de este artículo, es que no tienes que buscar afuera lo que ya está dentro de ti. Primero, la habilidad, que como mencioné es parte de la configuración básica de todos los seres humanos. Segundo, la capacidad para desarrollarla, que está condicionada por nuestra disposición y por cualidades que también poseemos: disciplina, constancia y paciencia.

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Fíjate que todavía no hablé de talento, al que le adjudican más indulgencias con avemarías ajenos. ¿Por qué? Porque sí, es necesario, pero insuficiente. ¿O crees que, por ejemplo, que Gabriel García Márquez habría sido quien fue solo en virtud de su talento? ¿Sin disciplina? ¿Sin constancia? ¿Sin paciencia? ¿Sin un método? ¿Sin largas horas de dedicación para pulir su estilo y aprender más?

No, por supuesto que no. De la misma manera que, por ejemplo, un deportista entrena cientos de horas para un competencia dura 10 o menos segundos, como una prueba de 100 metros planos. La primera decisión crucial que debe tomar una persona que quiere escribir es si está dispuesta a hacer lo necesario para conseguir el resultado que espera, que es escribir bien y ser leída.

¿Es lo que deseas? ¿Es lo que siempre soñaste? Entonces, lo primero que debes hacer es firmar un compromiso contigo mismo: no renunciar, hacer lo que sea necesario para cumplir tu sueño. La recompensa, te lo aseguro, es maravillosa. Y el proceso, que a tantos los intimida, puede llegar a ser una aventura divertida, apasionante, increíblemente enriquecedora y hasta reveladora.

No sé cuál sea esa actividad para la cual eres una persona particularmente creativa. Lo que sí sé con absoluta certeza es que esa misma creatividad te sirve para escribir. Es decir, no necesitas otra, no tienes que salir a buscarla donde no está. Lo mismo ocurre en el caso de la imaginación, esa cualidad que ponemos en práctica cada día todo el tiempo, inclusive sin darnos cuenta.

Y, por supuesto, esta premisa se aplica también a esos tesoros que dejaste guardados en el baúl de los recuerdos: tus experiencias. “Ay, Carlos, es que eso que a mí me pasó no le interesa a nadie” suelen decirme mis alumnos y clientes. Y, por supuesto, están terriblemente equivocados. Porque, así no lo percibamos, así no seamos conscientes, todos somos un modelo digno de imitar.

¿En qué sentido? Si, por ejemplo, pasaste por la dolorosa experiencia de perder un hijo, pero lograste superar el dolor y convertir ese episodio en la energía necesaria para convertirte en un mejor ser humano, a cualquier persona que esté en la misma situación le interesará saber cómo lo lograste. Ningún terapeuta podrá hacerlo mejor que tú, salvo que haya vivido esa experiencia.

Así mismo, si fuiste víctima de violencia y maltrato en tu niñez o en alguna relación sentimental, pero con ayuda de un especialista dejaste atrás esos episodios, sanaste las heridas y te diste una nueva oportunidad para disfrutar la vida y ser feliz, nadie mejor que tú para guiar a alguien que transite o haya transitado ese camino. Tienes todo lo que se necesita: la experiencia y la solución.

De igual forma, cuando te atrae la idea de aprender a jugar tenis vas a una academia (de tenis) y te pones en manos de un profesor especializado. O si quieres aprender un nuevo idioma vas a una escuela en la que ya otras muchas personas hayan aprendido. ¿Por qué? Porque nadie mejor que ese profesor, que esos instructores bilingües para ayudarte a alcanzar el objetivo que te propones.

Créeme: tienes todo, absolutamente todo, lo que se requiere para ser un buen escritor. Lo único que quizás te hace falta es un método y una guía para armar el rompecabezas. Eso sí, antes de buscar ayuda especializada (por supuesto, estoy a tus órdenes), recuerda que debes tomar una decisión crucial: ¿estás dispuesto a hacer lo necesario para conseguir el resultado que esperas?

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La estructura del texto es una guía, ¡no una camisa de fuerza!

A todos los seres humanos nos gusta lo fácil, lo sencillo, lo que nos exige el mínimo esfuerzo. Esta es una premisa que se aplica a cualquier actividad de la vida, pero que no siempre nos ofrece los resultados que deseamos. De hecho, apegarnos a ella, seguir al pie de la letra, muchas veces nos lleva por el camino equivocado, justamente el que queremos evitar: sí, el de las dificultades.

Una de las razones por las cuales la mayoría de las personas no puede comenzar a escribir, o comienza, pero muy pronto se bloquea, es porque quiere seguir el modelo de otros. ¿A qué me refiero? Su prioridad es obtener un libreto ideal, una fórmula mágica, un paso a paso perfecto que puedan seguir y, por supuesto, replicar los resultados positivos de quien lo diseñó. Pero…

Pero, así no funciona. Ni siquiera en el caso de las recetas de cocina, que están pensadas para facilitar la vida de quienes tienen poca o ninguna experiencia. Tan pronto tomas una para preparar un plato y sorprender a toda la familia, empiezan los problemas. ¿Cuáles? No tienes algunos de los ingredientes o, más bien, alguno te produce intolerancia, o no eres hábil en el tema de las medidas.

Después de dos o tres intentos infructuosos, solo hay dos caminos: abandonar y pedir comida a domicilio o, más bien, olvidarte de la receta y seguir tu intuición. Cuando quieres escribir, el peor de los caminos es tratar de imitar lo que hacen otros. ¿Por qué? Porque escribir es algo único y personal, como tu ADN, como tu carácter. No puedes copiarlo de nadie, no puedes ser como nadie.

La escritura, en últimas, no es más que una manifestación externa de lo que tú eres interiormente, de tu forma de pensar, de tus creencias, de tus principios y valores, de tus miedos. Que, por supuesto, son distintos de los del resto del mundo, son únicos. Nadie es igual a ti, ni siquiera tus padres, o tus hermanos, o tus hijos: hay una esencia similar, el ADN, pero cada uno es único.

En mi curso A escribir se aprende escribiendo, por ejemplo, les enseño a mis alumnos varias de las estructuras de copywriting más utilizadas y también les comparto la que empleo, la que diseñé para adaptarme a las necesidades de mis clientes emprendedores y dueños de negocios. ¿Cómo es? Un híbrido de varias estructuras y, en especial, una rara mezcla de periodismo y storytelling.

Ninguna es un libreto ideal, ni una fórmula perfecta, pero todas siguen un paso a paso. Son, por ejemplo, la PAS, la AIDA, la Fórmula de las 4P o la Fórmula Pastor, entre otras. Todas son útiles, según el objetivo que te propongas, según el tipo de texto que necesites escribir. En todo caso, debes entender que la verdadera magia está en ti, en tu creatividad y en tu empatía.

Además, hay que considerar otro factor: la práctica hacer al maestro. ¿Eso qué quiere decir? Que, si bien en un comienzo seguir el paso a paso de cada estructura es necesario, después de unas cuantas veces que la utilices ya la incorporarás en tu disco duro y te olvidarás de ella, porque lo harás de forma automática. Será el momento en que también le darás tu toque personal.

¿Qué es eso del toque personal? Que jugarás con las estructuras, las combinarás caprichosamente, las utilizarás arbitrariamente. No será rápido, ni fácil, pero si escribes con disciplina, si desarrollas el hábito, si pruebas una y otra vez, mil y una veces, lo lograrás. Y cuando lo consigas podrás decir con autoridad y sin miedo al qué dirán que eres un escritor. Pero, ese es el final de la historia.

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El comienzo es cuando decides el tema del que vas a escribir. Así como cuando te dispones a cocinar primero reúnes los ingredientes necesarios y te aseguras de que nada falte, de la misma manera en el momento de sentarte frente al computador requieres que estén todos los elementos. Cuando te dispones a escribir, es a escribir: la etapa de investigación ya concluyó.

La habilidad de escribir, como cualquier otra, depende de un método, de las rutinas que sepas implementar. Rutinas que, no sobra decirlo, puedas cumplir una y otra vez sin inconveniente, es decir, que sean sencillas, que no te generen trabajo extra cada vez que quieres comenzar. Y una de las rutinas indispensables para escribir bien es reunir antes toda la información necesaria. ¡Toda!

Suele ocurrir, en todo caso, que mientras escribes te surja una duda, te formules una pregunta que no habías considerado y que te obliga a leer algo, a buscar la ayuda de Mr. Google. Es posible. Sin embargo, esa tiene que ser la excepción, no la norma. Porque si tu método de escritura es picar por allí y picar por allá, el proceso será tormentoso y el resultado, quizás no el que esperas.

¿Por qué? Porque así es imposible concentrarse, porque te distraes frecuentemente, porque no estás enfocado en lo importante, porque en tu cabeza todavía no está creada la historia completa. Entonces, en algún punto te vas a frenar, te vas a confundir, porque no tienes un plan establecido. Es cuando aparece el tal bloqueo mental, que no es más que la ausencia de un método.

Pero, volvamos al tema de la estructura, que es el motivo de esta nota. No hay una estructura perfecta, ninguna. Como en cualquier actividad de la vida, serás más afín con alguna y otra más quizás no te guste, no se acomode a tu estilo. No importa. Lo que sí importa es que cuando te sientes frente al computador tengas claramente definida cuál vas a usar, cuál será el paso a paso.

El otro aspecto que debes entender es que la estructura no es un libreto que tengas que seguir al pie de la letra, no es una fórmula exacta (como las matemáticas), ni tampoco es una camisa de fuerza. Es una guía, simplemente. Porque lo verdaderamente valioso no es cuál estructura utilizas, sino tu creatividad, tu imaginación para desarrollar el tema, tu conocimiento y, claro, tu mensaje.

Y, como supondrás, eso no te lo puedo enseñar yo, no te lo puede enseñar nadie. Si has leído algunos de los artículos que publiqué antes en este blog, seguramente ya te diste cuenta de que mi libreto es distinto al de la mayoría de la oferta de copywriters, que mi libreto es diferente, que mi fórmula es personal. Eso, precisamente, me convierte en una opción valiosa en el mercado.

La estructura, lo repito, es solo una guía. Y es la que tú quieras, la que más se acomode a tus necesidades y posibilidades. Debes comenzar con una sencilla, que te permita desarrollar el hábito, y luego avanzas a medida en que escribes más. Recuerda: la clave del éxito en este proceso es comenzar por lo sencillo, por lo que domines, por lo que puedas controlar sin mayor esfuerzo.

Por último, comprende que el arte de escribir, como el de pintar o el de cantar, implica horas y horas de práctica, de pruebas que nadie ve, que nunca salen a la luz pública, y que son las que, al final, te permiten lograr el objetivo. Un buen artículo es el resultado no de un chispazo, de eso que llamamos inspiración, sino de trabajo: decenas y cientos de borradores, de pruebas impublicables…

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