Categorías
General

El poder de lo positivo: mensajes que producen transformaciones

Si lo prefieres, puedes escuchar el artículo completo

Es mejor por las buenas, ¿cierto? La vida real es lo suficientemente caótica y difícil como para agregarle otro ingrediente, ¿cierto? Sin embargo, en el día a día, la rutina nos agobia y produce una ansiedad que nos atrapa y, por lo general, nos muestra la otra cara de la moneda. La que no es agradable, la que cuesta trabajo cargar, la que se entromete en tu vida de modo abusivo.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que es prácticamente imposible evitarla. ¿Por qué? Porque está por doquier, se presenta de múltiples formas invasivas. Y no solo eso: las marcas que consumimos habitualmente, los productos o servicios que son parte importante de nuestra vida, son agentes multiplicadores. Vemos sus mensajes en todas parte, todo el tiempo.

No sé a ti, pero a mí lo que más me incomoda es el tonito. ¿Sabes a qué me refiero? A que el efecto en nuestra vida es igual a aplicar sal sobre la herida, o algún picante. Duele, ¿cierto? Aunque sea una pequeña cortada en un dedo, una que ya habías olvidado y que no te molestaba, duele. Se siente como que la vida se ensaña contigo, te cobra viejas deudas.

Son mensajes cargados de dolor, de los que siembran incertidumbre, de los que atrapan tu mente y se transforman en pensamientos recurrentes. Y te acompañan todo el tiempo, te inquietan de día, te atormentan de noche y te impiden descansar tranquilo. Mensajes que apuntan directamente al punto débil de cualquier ser humano. ¿Cuál? Las emociones.

Desde hace décadas, exacerbar el dolor que sufre el cliente potencial se convirtió en el arma secreta de las marcas. El infaltable, el infalible. El problema, porque siempre hay un problema, es que los tiempos cambian, los consumidores cambian, las necesidades cambian. Entonces, también debería cambiar la narrativa, el tonito de los mensajes que se emiten al mercado.

Por fortuna, en su inmensa sabiduría la vida nos proporcionó un parteaguas, como se dice en México, o un punto bisagra, como se acostumbra referir en Argentina al momento crucial o decisivo. Es aquel momento de una historia o de un acontecimiento en el que se produce un hecho que cambia drásticamente el rumbo. Marca un antes y un después, un punto de no retorno.

En este caso, ¿sabes cuál fue? La pandemia provocada por el COVID-19. Un suceso que nos marcó la vida, la mayoría de las veces para mal. Padecimos dolor en formas que ni siquiera sabíamos que existían, que no las habíamos experimentado antes. Dolor que se sumó a otros desagradable componentes de la fórmula: miedo, ansiedad, incertidumbre, mentiras…

Un período en el que, por las circunstancias extremas, los consumidores nos dimos algunas oportunidades. ¿Por ejemplo? Bajar el ritmo, apreciar el silencio, descubrir la magia de la soledad y, algo muy importante, aprendimos a cuidar de nosotros y de los otros. Un período en el que, además, pudimos conectarnos con nosotros mismos, aun sin querer queriendo.

Nos descubrimos valientes, fuertes, resilientes, compasivos, empáticos. Tristemente, al final, cuando las restricciones se levantaron, cuando pudimos volver a eso que llamamos vida normal, mucho de eso, casi todo, se perdió, se quedó atrás, en el pasado. De lo poco que nos apropiamos fue de la certeza de no querer más dolor, de no tolerar más dolor en ninguna forma.

Sin embargo, muchas de las marcas (empresas o personas), la mayoría, se quedaron ancladas en ese pasado de antes de la pandemia. Y aun hoy continúan con sus mensajes tendientes a infundir miedo, a exacerbarlo, a cultivarlo, a explotarlo, a aprovecharlo. El dolor o su socio el miedo. Estos dos componentes son los pilares de todas sus dizque estrategias de marketing.

Parece que olvidan (¿o desconocen?) que nadie, absolutamente nadie, compra un dolor. Los seres humanos, todos, sin excepción, buscamos soluciones efectivas a los problemas o a las circunstancias que nos provocan dolor. Soluciones efectivas o, cuando menos, paliativos. Es decir, que el dolor y el miedo permanezcan en un nivel tolerable, uno que no nos paralice.

Lentamente, algunas marcas (empresas o personas) han entendido el nuevo escenario. Quizás porque, a través de las mediciones, se dieron cuenta de que sus mensajes no encontraban eco. Los consumidores hallamos la forma de bloquear a esas aves de mal agüero, comunicaciones que carecían de compasión, de empatía, de un poco de caridad cristiana con el prójimo.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (posa el 'mouse' para continuar)
El mensaje positivo, constructivo e inspirador es más, mucho más, que una estrategia de marketing. Es una poderosa herramienta que tenemos a disposición para generar grandes transformaciones.

Y, entonces, se abrió un nuevo camino. Que, irónicamente, siempre estuvo ahí, solo que casi nadie lo vio, o lo quiso ver. Que casi nadie lo tomó, la mayoría lo omitió. ¿Sabes cuál es? El del mensaje positivo, constructivo e inspirador, lo que los especialistas llaman marketing positivo. Eso sí, por favor, no caigas en la trampa de creer que es un tendencia o solo una estrategia.

Es la realidad, nueva para muchos. No para quienes vemos lo positivo de las situaciones, o lo constructivo de las situaciones que nos retan y nos sacan de la zona de confort. O, quizás, lo inspirador de saber que la vida nos proporciona tanto las herramientas como la oportunidad para ayudar y servir a otros. Nos brinda el escenario para ser una fuente de transformación.

No sé a ti, pero a mí eso me resulta absolutamente apasionante, fascinante. No solo porque como comunicador entiendo perfectamente el inmenso poder que tienen las palabras, los mensajes, sino también como un ser humano sensible que sabe que la vida es un ratico e intenta aprovecharla, disfrutarla. Por eso, filtro los contenidos que consumo a diario.

Como periodista, me resulta imposible apartarme de la realidad, de su caos. Sin embargo, tengo la capacidad para poner límites, para decir ‘esto sí’ y ‘esto no’. Para cerrar las puertas de mi vida a las empresas o personas que son aves de mal agüero, portadores de dolor y miedo. Me informo, profundizo, analizo y, cuando veo que cruzan la raya, me hago a un lado.

Lo que me resulta insólito es que haya todavía tantas marcas que se resisten a aceptar esta realidad, que siguen ancladas en el pasado. Marcas que no han entendido que el mensaje positivo, constructivo e inspirador es la gran diferencia entre ser más de lo mismo (o lo mismo de siempre) y dejar huella en la vida de otros. Y, además, convertirte en una referencia deseada.

A todos los seres humanos, por naturaleza, nos encantan las buenas noticias. El problema es que nos enseñan a vivir inmersos en las negativas, en las destructivas, en las tóxicas. En las que nos hacen daño en la salud mental, en las que consumen nuestra energía y, lo peor, nos impiden disfrutar las maravillosas bendiciones que el universo nos entrega cada día.

El mensaje positivo, constructivo e inspirador es más, mucho más, que una estrategia de marketing. Es una poderosa herramienta que tenemos a disposición, pero que no sabemos utilizar. Su principal fortaleza es que pone el bienestar de las personas como prioridad, nos invita a producir y multiplicar el bien a través de nuestras acciones, de nuestras decisiones.

La clave de este mensaje es la autenticidad. Es la razón por la cual tanto influenciador, tanto payaso digital, es flor de un día. Se trata de productos postizos, vulgares imitaciones, la copia de la copia. Algunos tienen la capacidad de atraer la atención, pero a largo plazo su impacto se diluye como los superpoderes de Superman cuando está cerca de la temida kryptonita.

El mensaje positivo, constructivo e inspirador no surge de la intención de venta, no es carnada de la manipulación, porque parte de bases sólidas. ¿Sabes cuáles son? Los principios y valores de las marcas (empresas o personas) que los emiten. Principios y valores que no se negocian, no se compran ni se venden y que además nos hacen auténticos y sobre todo únicos.

Imagina cómo sería de diferente tu vida si no hubiera malas noticias, ni problemas, ni dolor, ni miedo. O que, por lo menos, esas circunstancias se dieran en cantidades tolerables. Imagina, o recuerda, cómo es tu vida cuando tu hijo te dice que te ama, cuando tu jefe te felicita por el éxito del proyecto que dirigiste, cuando el final de un día difícil es un rato de paz con tu pareja.

De lo que a veces nos olvidamos, porque vivimos inmersos en el bombardeo mediático, en el caos, en la histeria, en la falsa urgencia, es de que a los seres humanos nos va mejor por las buenas. Por supuesto, más que un destino que ya está escrito, se trata de una decisión, de una convicción. Cada uno elige la que más le agrada, aquella con la que más se sintoniza.

Estos son algunos beneficios del mensaje positivo, constructivo e inspirador:

1.- Te diferencia del resto, de todos los que están dedicados a copiarse unos a otros, de los que usan los mismos prompts, de los que sienten pánico de salirse de la horma

2.- Da cuenta de tus principios y valores y, por ende, te permite conectar con las personas correctas, con aquellas que en realidad apreciarán el valor de tu mensaje

3.- Destaca tu marca personal. Evita que te vean como más de lo mismo y, al tiempo, resalta tu capacidad de ayudar a otros a transformar su vida. Blinda tu mensaje con superpoderes

4.- Una vez los prospectos se convierten en clientes, fomenta la fidelización. ¿Cómo? A través de la identificación, de saber que compartes con ellos un propósito, unos sueños

5.- Es inspirador. Todos, sin excepción, queremos ser mejores, tener una vida tranquila y feliz, ayudar a otros y dejar una huella positiva. El mensaje positivo es el punto de partida

Es mejor por las buenas, aunque la mayoría insiste en el camino por las malas. La realidad, sin embargo, nos enseña que los consumidores actuales están hartos de sentir miedo, de tantas mentiras, de tanto dolor. Por eso, prefieren conectar con las marcas que, de manera genuina, los motivan, los impulsan a cumplir sus sueños, les revelan el superpoder que poseen.

Los mensajes positivos, constructivos e inspiradores no son una moda o una tendencia, sino la más poderosa estrategia de comunicación (ya no solo de marketing). Es una apuesta por lo bueno, por eso que dejamos pasar inadvertido en la rutina diaria. Y, si te atreves a probarlos, comprobarás que cada día son más las personas dispuestas a unirse a esta comunidad.

Categorías
General

Marketing de contenidos es el rey: mata publicidad y tráfico orgánico

Es una realidad, una verdad irrefutable, aunque haya marcas que, de manera terca y necia, se empeñen en desconocerlo. ¿A qué me refiero? A que el común de los seres humanos odiamos la publicidad. No solo porque cada vez es más intrusiva, más abusiva, más inoportuna, sino también porque los mensajes que incorpora tristemente son mentiras, manipulaciones.

Desde siempre, la publicidad fue la mano derecha de las empresas, grandes, medianas y pequeñas, dentro y fuera de internet, para llegar a sus potenciales consumidores. De hecho, es el rubro al que destinan la mayor parte de sus presupuestos, en el entendimiento de que, más tarde o más temprano, obtendrán el retorno a esa inversión. Al menos, así funcionaba.

Porque el escenario, léase el mercado, cambió radicalmente con la aparición de internet. Que se dio, por si no lo recuerdas, hace más de 25 años, a finales del siglo pasado. Lo increíble, lo insólito, es que son muchas las marcas que se manejan de la misma manera que lo hacían entonces. Como si nada hubiera cambiado, como si los consumidores fueran iguales.

Y no lo son, por supuesto. Piensa en tu propio caso: ¿eres el mismo de hace 5 años? ¿De hace 10? No, claro que no. Y si hablamos de hace 25 años, peor todavía. Quizás eras un niño y este tema de la publicidad, de la relación con las marcas, era intrascendente para ti. Además, en esos tiempos, había muchas menos marcas y el mundo no estaba globalizado, ¿recuerdas?

Hoy, prendes el celular y te aparece un aluvión de avisos. Entras a Gmail o cualquiera que sea tu cuenta de correo electrónico y encuentras la bandeja de entrada invadida por mensajes de ventas, por publicidad. Navegas por placer o por necesidad, en busca de información, y te aparecen mil y un avisos. Y ni se te ocurra hacer clic en alguno, porque el efecto es terrible.

Sí, como decimos en Colombia, si haces clic en un aviso esa marca te aparecerá hasta en la sopa. Serás sometido a un bombardeo incesante, inclemente. No solo para que compres, sino después de que compras. Prácticamente no hay escapatoria, más allá de que la tecnología nos brinda la posibilidad de acudir a los bloqueadores (benditos sean), que nos dan un respiro.

El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que esto de la publicidad se convirtió en un búmeran para las marcas. ¿Entiendes? Aquel objeto que lanzas y en algún momento se devuelve contra ti, y te golpea. Abusaron tanto de este recurso que es la publicidad que hastiaron al mercado, que ahora rechaza abiertamente ¡la publicidad!

Ahora, no se trata de satanizar la publicidad. Es un jugador muy importante en el mundo de los negocios, dentro o fuera de internet. Un jugador indispensable, valga decirlo. ¿Por qué? Para atraer la atención de los clientes potenciales, un negocio, cualquier negocio o empresa, tiene dos opciones: la publicidad (paga), por un lado, y el tráfico orgánico (gratuito), por otro.

Ningún negocio es sostenible a largo plazo actualmente solo con tráfico orgánico. No solo porque a través de esa estrategia tu alcance es limitado, sino que además es lento. Sí es posible conseguir resultados, pero no inmediatos. Salvo que dispongas de suficientes recursos para sobrevivir a largo plazo, y de que seas paciente, el tráfico orgánico es insuficiente.

Entonces, te guste o no, tienes que echar mano de la otra alternativa. Sí, de la publicidad. Aunque no te guste, aunque tan solo escuchar esta palabra te provoque sobresalto. La verdad es que la publicidad, bien hecha (honesta, abierta, enfocada en las necesidades del cliente), es una poderosa herramienta. Porque, sí, hay publicidad bien hecha, publicidad que da resultado.

Sin embargo, tal y como el tráfico orgánico, es insuficiente. ¿Por qué? Porque cada día hay más competencia y, por ende, más publicidad. Y también porque los costos de la publicidad son más altos. Y el alcance (el impacto), cada vez menor. En otras palabras, aunque suene contradictorio, ni el tráfico orgánico (gratuito) ni la publicidad (paga) son suficientes.

contenidos-plan-c

¿Entonces? Si el plan A es insuficiente y el plan B, también, ¡hay que recurrir al plan C! ¿Sabes cuál es? El contenido de valor, las estrategias de marketing de contenidos. Que en la práctica, si se las utiliza bien, si no se abusa de ellas, de sus ventajas, son una mezcla de las virtudes del tráfico orgánico y de la publicidad. No es gratuita, pero tampoco es tan costosa como esta.

Lo irónico es que durante décadas las marcas, las empresas de todos los tamaños, dentro y fuera de internet, renegaron del contenido y le apostaron todos los recursos a la publicidad. O, en su defecto, al tráfico orgánico. Hasta que se dieron cuenta, ¡por fin!, de que estas dos herramientas son insuficientes y no les quedó más remedio que hacer uso del Plan C.

Ahora, entonces, vivimos un bum del contenido, de la generación de contenido. Hoy, las marcas impulsan la creación de contenido, aunque muchas veces este no sea más que publicidad disfrazada, oculta tras la cara bonita o el cuerpo atlético de un influenciador. Ese es el acabose de las aspiraciones de la marca, porque significa el derrumbe de su credibilidad.

El problema es que asumen, están convencidos, de que el contenido es una herramienta para vender, porque así lo dice el mercado, porque hay muchos que lo pregonan. Sin embargo, no es así. El contenido para vender es aquel estrictamente relacionado con la publicidad, con los avisos; el resto del contenido debe enfocarse en educar, entretener, informar y fidelizar.

En la práctica, lo que se ve en internet y en las publicaciones de las marcas, de las empresas y de las personas (emprendedores) es bien distinto: ¡venta, venta, venta! Agresiva, abusiva, intrusiva. ¿El efecto? El rechazo absoluto, el bloqueo total. En vez de ganar el que puede ser un cliente a largo plazo, pierden para toda la vida a quien era un potencial cliente.

¿Por qué? Porque comenten alguno de estos graves errores:

1.- “Mi cliente es igual que yo”.
No, definitivamente, no. Es cierto que todos, en algún momento del proceso, de la vida, fuimos el avatar (cliente potencial) que buscamos, pero ya no. Fue antes, no ahora. Sin embargo, son muchos los que asumen que su necesidad, su deseo, es la misma de su cliente potencial. Y se equivocan feo. Porque sus contenidos carecen de emoción, no generan identificación.

2.- Menosprecian el contenido.
Es decir, creen que cualquier contenido que hable de su marca o de sí mismos servirá para atraer la atención del mercado. Y no es así. De hecho, lo más probable es que la respuesta que reciban sea la opuesta a la que esperan: el rechazo. El contenido es una herramienta poderosa si la sabes utilizar, si la pones en manos de un experto, si te enfocas en tu cliente potencial.

3.- No hay una estrategia.
Publican por publicar, porque “hay que publicar”. Sin saber siquiera si sus clientes potenciales están en ese canal o red, sin medir los resultados. Se dedican a hablar de sí mismos, de sus productos, de sus hazañas, y eso a nadie le interesa. El ROI (retorno de la inversión) del contenido es posible solo cuando este responde a una estrategia coherente.

4.- Seguir las ‘tendencias’.
Que no son más que los intereses que persiguen los grandes, los que, por su poder económico, están en capacidad de manipular el mercado, de distorsionar las necesidades de los clientes. Además, cuando todos hablan de las mismas ‘tendencias’, el impacto se reduce al mínimo y el mercado se cansa rápidamente. Ser diferente y auténtico es cualidades muy bien valoradas.

5.- Vender, vender, vender…
Cuando contenido y publicidad se mezclan, aquel pierde su valor. Y, lo peor, provoca tanto rechazo como esta. No desaproveches la oportunidad que te brinda tu cliente potencial de educarlo, entretenerlo y cultivarlo a través del contenido. Si lo haces bien, es decir, si lo que publicas no es una venta disfrazada, y si tienes lo que él necesita, tarde o temprano comprará.

Es una realidad irrefutable, innegable: los seres humanos odiamos la publicidad. En todas sus formas y presentaciones. En especial, cuando es abusiva, intrusiva y agresiva, como aquella de la que hacen gala tantas empresas y emprendedores. Y ni si te ocurra apostarle todos tus duros al tráfico orgánico porque te llevarás una gran frustración, y lo pagarás caro.

Aunque sus resultados no se dan a corto plazo, aunque exige paciencia y consistencia, el marketing de contenidos es hoy (y casi siempre lo fue) el arma secreta de las empresas y emprendedores que lideran el mercado en cualquier industria. Lo es siempre y cuando se le utilice bien (no venta) y esté enfocado en las necesidades y deseos del cliente potencial.

contenidos-plan-c