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10 condiciones para crear un legado con el poder de tu mensaje

Son las pequeñas acciones las que generan las grandes transformaciones. Y, también, las que brindan los mejores resultados. Una premisa que a la mayoría de los seres humanos nos cuesta aprender o, quizás, por la que pagamos el alto precio de los errores repetidos. Y, como reza una popular frase, “la vida es tan buena maestra que, si no aprendes, te repite la lección”.

El problema, porque siempre hay un problema, es que solemos ser indisciplinados, inconstantes, distraídos. Somos picaflores de la vida y pasamos de flor en flor con rapidez, casi sin darnos permiso de valorar y disfrutar el momento. Es un hábito que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida, en especial en las relaciones personales y en el trabajo.

Aunque no soy sicólogo, vaya si he repetido las lecciones de la vida por la incapacidad para aprender. Que, en realidad, no es la incapacidad, porque la capacidad la tenemos todos, siempre está ahí, sino la disposición. ¿Por qué? Porque allá en el fondo del corazón sabemos que el aprendizaje incorpora cambios y, por lo general, nos exige salir de la zona de confort.

Y somos reacios al cambio, claro. Y amamos la zona de confort, a pesar de que entendemos que es una jaula en la que jamás podemos abrir las alas y volar. Entonces, nos resignamos a vivir la vida dedicados a resistirnos a lo que ella nos exige a cambio de bendiciones mayores. Se nos van los años, se nos va la vida, batallando con el viento en contra que nos impide avanzar.

Una resistencia que, la mayoría de las veces, está sustentada en una variedad de miedos. ¿Cuáles? El miedo a no encajar, el miedo a ser vistos como distintos, el miedo a no cumplir las expectativas de los demás, el miedo a ser rechazados, el miedo a fracasar en el intento por transitar un camino diferente al del resto, el miedo a despertar la envida de los demás.

Y hay otros, claro. Que están muy arraigados en nuestras creencias, cultivados en el día a día y convertidos en hábitos poderosos que nos limitan, que provocan que nos conformemos con menos de lo que merecemos. Y no solo eso: también hacen que menospreciemos o desperdiciemos los dones y talentos valiosos que nos ha dado la vida, el conocimiento y las experiencias atesoradas.

Porque, sí, son un tesoro. Invaluable, por cierto. En especial, si te das permiso de romper algunas reglas, de derribar algunos paradigmas, de ir un poco contra la corriente. Igual, te lo aseguro, seguir el libreto convencional, escrito por otros, no te llevará a donde quieres ir, no te brindará la posibilidad de disfrutar la vida. ¿Por qué? Porque, quizás, esa NO es TU vida.

Te propongo un ejercicio: por unos segundos, solo por unos segundos, imagina cómo sería tu vida si hubieras seguido tus instintos, si les hubieras hecho caso a tus pálpitos, si te hubieras atrevido a romper algunas reglas. ¿Dónde estarías? ¿Crees que serías más feliz? ¿Piensas en esto con frecuencia? ¿Te atormenta? ¿No te agrada, pero te conformas y sigues ahí?

La vida que vivimos es producto de las decisiones que tomamos y de las acciones que realizamos. ¡Sin excepción! Es decir, esta premisa no es ajena a nadie, nadie puede escaparse de ella. Cada ser humano es el arquitecto de su vida, el gestor de los recursos que se le brindaron y, lo más importante, el producto del camino que eligió transitar.

¿A qué obedece esta reflexión? ¿De qué manera se conecta con la creación de contenidos, que es mi especialidad, mi campo de acción? Aunque te parezca raro, ¡hay una gran conexión! Te explico: todo parte de tu capacidad, de tu atrevimiento para romper las reglas, de tu creatividad para construir una vida hecha a tu medida. No será gratis, seguro, pero puede ser increíblemente satisfactorio.

Vivimos la era de la comunicación, un momento de la historia en el que, como nunca, la vida que vivimos y los resultados que obtenemos, la capacidad para hacer realidad nuestros sueños, está determinada por el mensaje que comunicamos. O, si lo prefieres, por el valor que transmitimos a otros, el valor que compartimos con otros a través de tu conocimiento.

¿Sabes cuál es la principal característica de los líderes más influyentes del planeta? ¿De los políticos, economistas, autores, científicos, de los ingenieros que están tras bambalinas de las maravillosas transformaciones tecnológicas, de los deportistas y de los artistas, de los ciudadanos del común? En realidad, no es una característica, sino dos que se fusionan.

¿Sabes cuáles son? Por un lado, el conocimiento adquirido, el valor de las experiencias vividas y, en especial, del aprendizaje surgido de sus errores, de su capacidad para superar las dificultades, para levantarse tras haber caído. Por otro, su habilidad para transmitir ese mensaje, para compartir con otros las enseñanzas incorporadas y brindarles ayuda.

Escoge los nombres que más te resuenen, los más reconocidos, los disruptivos, los más populares, los que más seguidores acumulen. Si los miras con detenimiento, si ves lo que hay tras bambalinas de su éxito, es el poder de su mensaje. Que no necesariamente son voces, o textos, o videos, sino acciones de impacto que inspiran a otros, que construyen un legado.

¿Sabes cuál es la fórmula del éxito hoy? La combinación de las maravillosas herramientas tecnológicas que nos permiten compartir contenido de valor de manera sencilla y económica (cuando no gratuita), por un lado, y de tu vida (la sumatoria de tu conocimiento, experiencias, aprendizajes, valores, principios, sueños y propósito), por el otro.

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Eso sí, debes tener en cuenta estas 10 condiciones indispensables:

1.- Sé auténtico. Eres único, irrepetible, y eso te hace especial. No te compares con otros, con nadie y, más bien, concéntrate en la tarea del autoconocimiento. Cuanto más sepas de ti mismo, mayor provecho podrás sacar de tus fortalezas. No olvides que la autenticidad es la cualidad que nos permite establecer conexiones más sólidas y duraderas con otros.

2.- Hazte visible. Hoy, cualquiera está en capacidad de publicar contenido en internet. Bastan un teléfono móvil y una conexión. Y, además, como tú, personas que hacen lo mismo que tú, hay cientos, miles. Hazte visible, diseña la estrategia que te permita atraer la atención del mercado y despierta la curiosidad de esos clientes potenciales. Si no te ven, eres invisible.

3.- Define tu marca. En la vida, y especialmente en el marketing, las percepciones son las que mandan. La gente se hará una idea de ti en función de la forma en que te perciba. Por eso, una de las tareas urgentes es definir tu marca y tu mensaje, establecer cómo quieres que el mercado te perciba. Cuanto más sencillo y claro sea ese mensaje, mayor será su impacto.

4.- Aporta valor. Si eliges ser ‘más de lo mismo’ o, peor, una creación impostada, tarde o temprano se te caerá la máscara y el mercado descubrirá en realidad quién eres. Y no solo eso: te castigará. Aporta tanto valor como puedas a partir de tu conocimiento y del genuino interés por ayudar a las personas sufren un problema que tú puedes solucionar.

5.- Sé generoso. Si bien no somos una ONG o una entidad de caridad, no recibirás nada del mercado si antes no estás dispuesto a compartir algo de valor, de real valor, y gratuito. La premisa es sencilla: todo aquello que quieras recibir en tu vida, en tu negocio, primero debe salir de ti. Primero siembras, luego cosechas. Sé el punto de origen de un círculo virtuoso.

6.- Interactúa. La conexión con otras personas, que redunda en un intercambio de beneficios, es un privilegio del ser humano. ¡Aprovéchalo, disfrútalo! Escucha a quienes te piden consejo y permítete inspirar a otros. La vida te recompensará de mil y una formas diferentes que, claro, van más allá del dinero. La interacción, además, es fuente de valioso aprendizaje.

7.- Sé tolerante. Porque te criticarán sin piedad, sentirán envidia de ti, en especial si logras lo que a muchos les resulta esquivo: destacarse, ser exitosos, ser admirados. Haz caso omiso de esas voces malintencionadas, que pueden provocar que pierdas el foco de lo importante. No eres perfecto, porque nadie lo es, así que no temas que tus defectos sean visibles.

8.- Sé autocrítico. Como consecuencia del anterior, conviértete en tu primer crítico sin llegar a ser implacable, obsesivo. Escucha, analiza, mide y, sobre todo, nunca dejes de aprender. Desarrolla más habilidades, potencia tus fortalezas y preocúpate de forjar vínculos basados en la confianza y la credibilidad. Agradece, valora y aprovecha la crítica constructiva.

9.- Sé valiente. Entendiendo la valentía como la reunión de virtudes como disciplina, pasión, compromiso, responsabilidad, perseverancia y humildad. Este es un kit de herramientas que vas a necesitar a lo largo del camino, no solo cuando se presenten las dificultades. Ten en cuenta que la cobardía, una manifestación del miedo, es el primer paso hacia el fracaso.

10.- Incomoda sin pena. Dado que no eres perfecto, habrá personas a las que, en definitiva, no les gustarás. Y está bien, es parte de la vida. No te molestes por eso. Más bien, enfócate en aquellos con los que hay empatía, simpatía, con los que quieren recibir lo que estás en capacidad de ofrecer. Repeler a quienes no agradas te ahorrará muchos problemas.

Vivimos la era de la comunicación, un momento de la historia en el que, como nunca, tenemos a disposición maravillosas herramientas que nos ayudan a transmitir nuestro mensaje. Por supuesto, no olvides que estas son solo un medio, que lo realmente valioso es lo que está en ti, aquello que, si lo sabes aprovechar, te permitirá dejar un legado (tu tesoro).

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Este es el secreto para no depender de la volátil fuerza de voluntad

Los seres humanos, que por naturaleza disponemos de la capacidad para hacer lo que queramos, todo lo que queramos, solemos levantar obstáculos en el caminos que nos impiden alcanzar esos objetivos. Se trata de las manifestaciones de nuestros miedos, creencias limitantes y modelos de comportamiento, hábitos incluidos, adquiridos a partir del ejemplo de otras personas.

De la misma manera que podemos ser geniales para crear, para producir, para cristalizar nuestros sueños, también somos geniales para obstruirlos, para enterrarlos. Una de las razones, quizás, es que tememos al fracaso, que implica tanto el error (que lo queremos evitar a toda costa) como la aprobación de los demás. Nos aterra lo que otros piensan y dicen acerca de lo que hacemos.

De hecho, si te pones la mano en el corazón y lo piensas bien, son muchas las ocasiones en las que fuiste presa de esa zona de confort. Porque sí, eso es precisamente esa actitud, una placida zona de confort. El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que, por lo general, elegimos el camino equivocado y, cuando nos damos cuenta de que no lograremos el objetivo, nos rendimos.

¿Un ejemplo? Los tristemente famosos propósitos de año nuevo. “Voy a hacer más ejercicio”, “Este año sí voy a aprender inglés”, “Voy a dejar de rodearme de personas tóxicas”, “Cambiaré mis hábitos de alimentación” y otros más que se quedan en palabras vacías, sin sustento. Sí, porque las mejores intenciones del mundo se pierden en el aire si no cuenta con el respaldo de las acciones.

Y ese es, justamente, el origen de nuestros problemas: queremos algo, a veces lo deseamos con ahínco, pero a la hora de tomar acción flaqueamos o, quizás, no estamos dispuestos a pagar el precio que vale. ¿Practicar ejercicio 3-4 días a la semana? Nos conformamos con 1-2 sesiones por un tiempo y luego desistimos; igual con la alimentación, el inglés y muchos otros propósitos.

Por ejemplo, el de compartir tu conocimiento con otros. Mi amigo y mentor Álvaro Mendoza dice que “si posees conocimiento más allá del promedio en algún área específica, tu responsabilidad es compartirlo con otros”. Y hoy, lo sabes, internet nos ofrece todas las herramientas y los canales que podemos necesitar. De hecho, muchos más de las que en realidad vamos a utilizar.

No importa si eres una gran empresa (como Apple o Amazon), un negocio, un emprendedor o un profesional independiente que, dadas las circunstancias, busca un oasis laboral en internet. Sea cual sea tu caso, hay una premisa fundamental que debes cumplir: ser visible y posicionarte en la mente del mercado, de tus clientes potenciales, de las personas a las que puedes ayudar.

De acuerdo con estudios del mercado digital, el 95 % de los expertos (en cualquier área) tienen información valiosa que se desperdicia porque no la comparten. Además, según Forbes, la industria del e-learning está en auge y se espera que para 2025 alcance los 325 mil millones de dólares. Quizás lo intuías, pero ya hay una certeza: hay una oportunidad esperando por ti.

De lo que se trata es de compartir ese conocimiento que posees, esas valiosas experiencias y, en especial, el aprendizaje de tus errores. Lo que quizás no has percibido es que tú ya estás en ese lugar en el que otros quieren estar, tú ya cristalizaste tus sueños o estás en camino de lograrlo. Y hay otros que quieren saber cómo lo haces, quieren que les enseñes a hacer realidad los suyos.

Ahora, recuerda la premisa fundamental: ser visible y posicionarte en la mente del mercado, de tus clientes potenciales, de las personas a las que puedes ayudar. ¿Cómo hacerlo? Muy sencillo: debes compartir contenido de valor que no solo te haga visible, sino también diferente del resto de lo que ya existe en el mercado y, a través de tu propuesta de valor, posicionarte (que te elijan).

Esta, seguramente lo sabes, es la asignatura pendiente para la mayoría. Y cuando digo ‘mayoría’ me refiero a empresas (grandes, medianas y pequeñas), negocios, emprendedores o profesionales independientes. Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que en el camino por eludir esa responsabilidad toman un atajo que los lleva a una situación incómoda: se lanzan al agua e intentan vender en frío.

Es decir, sin ser visibles, sin haberse posicionado en la mente de sus prospectos. Ser visible significa que tienes la capacidad de conseguir que tu mensaje les llegue a las personas correctas, es decir, a aquellas a las que puedes ayudar con tu conocimiento y experiencias. Posicionarte significa que el prospecto elige tu propuesta de valor como la solución a su problema y quiere saber más de ti.

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Esto último es MUY IMPORTANTE (sí, en mayúscula). Repito: MUY IMPORTANTE. ¿Por qué? Porque cuando un prospecto abre el canal de comunicación no te dice que está listo para comprar. ¡No te equivoques! Te dice, simplemente, que atrajiste su atención, que despertaste su curiosidad y, entonces, quiere saber más de ti. Sí, comenzar una relación basada en confianza y credibilidad.

Es en este punto en el que la debes crear contenidos, en el formato que decidas, en el que más cómodo te sientas, y lo difundirlo a través de los canales en los que se concentran tus prospectos. Necesitas definir a ese prospecto ideal (el avatar en sus distintas facetas), tu mensaje (qué tienes, para quién es, para quién no es) y tu propuesta de valor (la transformación que puede producir).

Una tarea que no es imposible de cumplir, pero también un camino en el que debes evitar los atajos de las plantillas, las fórmulas perfectas o, peor aún, de la infoxicación. Una tarea que te va a exigir no solo creatividad (que ya está en ti y es aliada de tu conocimiento), sino también una alta dosis de disciplina, consistencia y enfoque. Estos tres factores garantizarán el éxito, tu impacto.

Y, seguro lo has experimentado, son los que primero se resquebrajan. ¿Sabes por qué? Porque apostamos todos nuestros recursos a la fuerza de voluntad. Es una manifestación de esa tendencia al pensamiento positivo, esa idea de creer que es suficiente para lograr todo lo que queremos, pero no es así. Es el punto de partida, sin duda, pero se requiere algo más para tener éxito.

¿Sabías que es posible aprender a mejorar los resultados a partir de la fuerza de voluntad? Es una capacidad que te da el poder de controlar lo que quieras en tu vida, en especial, tus emociones. Y tu atención, tus finanzas, tu salud, tus relaciones, el éxito en tu profesión o negocio. Entonces, se trata de que aprendas a utilizar esa fuerza y la pongas al servicio de tus objetivos, de tus sueños.

Para la mayoría de las personas, la tarea de sentarse a crear contenido, en cualquier formato, exige una fuerza de voluntad de la que carecen. Por eso, el resultado es que procrastinan una y otra vez o, peor aún, se convencen de que no pueden hacerlo. “Eso no es lo mío”, “No me inspiro”, “No nací para esto” y muchas otras ideas que grabamos en el cerebro, a las que recurrimos con frecuencia.

Esos pensamientos limitantes son producto de enseñanzas que recibimos, ejemplo de lo que vemos que hacen otras personas que influyen en nosotros (padres, amigos, compañeros). Sin embargo, está demostrado que esas barreras se pueden derrumbar con facilidad. ¿Cómo? A través del autocontrol, de pensamientos positivos como “puedo hacerlo”, “voy a hacerlo” o “está hecho”.

La diferencia entre pensarlo o soñarlo y realmente hacerlo no es la fuerza de voluntad, sino las acciones que efectivamente siguen a esos pensamientos. Como humanos, cada día tomamos una gran cantidad de decisiones que, asumimos, surgen de nuestra fuerza de voluntad. Es una forma de eludir la responsabilidad en caso de error, un camino para no sentirnos culpables después.

Si quieres crear contenido, pero de inmediato sientes que careces de la fuerza de voluntad necesaria para avanzar, ten en cuenta estos factores:

1.- No tienes claro qué quieres hacer y, por ende, tu cerebro no se da por enterado

2.- Eliges un tema en el que no eres experto y te da miedo cometer un error al abordarlo

3.- No has desarrollado las habilidades necesarias para sentirte confiado

4.- Tienes expectativas muy elevadas y temes por ser juzgado con dureza por otros

5.- Te aterra la idea de que otros desaprueben tu trabajo, de que no les guste

6.- Piensas que necesitas aprender más y más para “hacerlo bien”

7.- Te dejas llevar por la idea de la perfección, un obstáculo que no puedes salvar

8.- No confías en tus capacidades, en tu creatividad, y te niegas la oportunidad

9.- Desconoces, o no reconoces, tu potencial y no sabes de qué eres capaz en realidad

10.- No has desarrollado la autoestima y la tolerancia y no admites la posibilidad del error

10 (+).- Dejas todo en manos de la fuerza de voluntad

En cualquier actividad de la vida, crear y cultivar un hábito es el antídoto contra prácticamente todos los males que nos incomodan de alguna manera. No puedes depender de factores tan volátiles como la fuerza de voluntad porque perderás el control de la situación y, lo peor, quedarás expuesto a las emociones. Que, seguro lo sabes, son traviesas, caprichosas y traicioneras.

Ayudar a otros con tu conocimiento y experiencias es un privilegio que te concede la vida. No lo desestimes, no lo subestimes. Con lo que tienes hoy dispones de lo suficiente para comenzar a generar un impacto positivo en la vida de otros. En el camino aprenderás lo que haga falta y, créeme, desarrollarás las habilidades que te permitirán avanzar. Y cada vez lo harás mejor.

Claro, siempre y cuando forjes un hábito que te evite depender de la volátil fuerza de voluntad y establezcas un método, uno propio que se adapte a tus posibilidades y objetivos. En últimas, de lo que se trata es de crear un sistema efectivo que no solo te brinde los resultados que esperas, sino que puedas replicar una y otra vez, mil y una veces, siempre con éxito. Y, créeme, ¡puedes hacerlo!

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