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¿Cuánto contenido se consume antes de decidir una compra?

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¿Descubrieron el agua tibia? Parece que sí… Lo irónico es que la realidad está ahí, para que cualquiera la vea, pero la mayoría hace caso omiso de ella. Sucede en todos los ámbitos de la vida, pero con mayor incidencia en el trabajo, en el marketing. Y es una discusión que se da con frecuencia, en especial cuando las estrategias no brindan los resultados esperados.

¿A qué me refiero? Recientemente, en España se realizó una encuesta entre profesionales del sector del marketing y los datos recopilados marcan un nuevo norte. Nuevo no porque no existiera, sino porque había sido olvidado, menospreciado. El trasfondo es la efectividad de las campañas de marketing, que siempre están bajo la presión de superar resultados, de crecer, de ganar más…

Tanto las agencias de marketing como las empresas, de cualquier sector, de cualquier tamaño, están inmersas en el frenesí de la competencia. Feroz, canibalesca, despiadada, sin respiro. Es porque eligen caminar al vaivén de las pavorosas tendencias, que inducen al error, que conducen al desgaste. Una loca carrera que mina sus energías, sus recursos, que da al traste con su trabajo.

Un dato: el 81 % de los encuestados aseguró hacer caso omiso de los mensajes de marketing, en especial de los que catalogan como “irrelevantes”. ¿Cuáles son esos? Los que no aportan valor alguno, los que apuntan exclusivamente a la venta, inclusive de manera solapada. Algo que no deja de causar sorpresa, porque la tendencia es la de publicar mucho contenido a diario.

Es decir, ese no es el camino, claramente no es el camino. No se trata de cantidad, sino de calidad. Lo insólito es que haya empresas (marcas y personas) que aún no lo sepan o, peor, que no lo entiendan. Las que se limitan a publicar contenido acerca de su historia, de sus productos, de las características de estos, del precio o de dudosas innovaciones, no conectan con el mercado.

Son todas esas comunicaciones genéricas que apelan a las palabras clave, que se aferran a las estructuras de copywriting sin poder transmitir un mensaje poderoso. O, también, cada vez más, las que surgen de las entrañas de las aplicaciones de inteligencia artificial generativa con sus delirios y sus textos cliché. Más de lo mismo, una narrativa que se desgastó, que perdió efecto.

En cambio, el contenido de valor, el que es auténtico y tiene la capacidad de conectar con el mercado, es recibido con agrado. Sin reticencias, sin objeciones. Aquella premisa de que a las personas no les gusta leer, o no tienen tiempo, es mentira. Es una especie de mecanismo de defensa para evitar ser víctimas del incesante e inclemente bombardeo mediático.

Un claro ejemplo es el email marketing. Irónicamente, es la herramienta más antigua, pionera, y también la más atacada. Cada vez que hay una nueva revolución digital, se dice que va a desaparecer. Sin embargo, se mantiene firme y, lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Se fortalece gracias a su increíble capacidad de adaptación, que le permite ser el socio ideal de todos.

Una aclaración: para que el email marketing proporcione resultados positivos, debe cumplir con dos requisitos. ¿Sabes cuáles son? La segmentación precisa y el contenido de valor, relevante. Y la segmentación es mucho más que el nombre completo de la persona que recibe el mensaje, una estrategia que funcionó en el pasado, pero cuyo impacto caducó. Sin embargo, algunos la siguen usando.

El email bien utilizado es muy poderoso: los datos lo confirman. A pesar de que algunos se empeñan en desacreditarlo, es uno de los canales más rentables. Se estima un ROI (retorno de la inversión) de entre 36 y 42 dólares por cada dólar invertido. Y no sobra decir que es un canal muy barato. Además, ese retorno supera con creces el acreditado por los anuncios y el SEO.

Otro dato bien interesante de la encuesta se relaciona con la cantidad de contenido promedio que consumen los compradores antes de tomar la decisión de comprar. ¿Te imaginas cuánto? Según las respuestas de los profesionales de marketing, son 13 piezas en promedio. ¿Te sorprende? Si eres de los que piensan que los efectos del contenido son exprés, bien vale que reconsideres.

Esto, por supuesto, derriba el mito (¿o bulo?) de que cuanto más contenido publiques, de que cuanto más veces publiques al día, mejores serán los resultados. Con eso, créeme, lo único que conseguirás será incomodar a tu receptor, a tu audiencia, y generar un rechazo. La publicación debe responder a una estrategia, lo que implica un proceso que no se da de un día para otro.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que te grabes en tu mente (posa el 'mouse' para avanzar)
El resultado del contenido de valor son las interacciones de calidad, las conversaciones reales, humanas, llenas de emoción. Ya no se trata de clics, de simples 'likes'.

La revelación, sin embargo, no termina ahí. ¿Qué más hay? No se trata de publicar por publicar. ¿Entonces? Lo que el mercado privilegia es el contenido de valor y autoridad. ¿Por ejemplo? Reportes técnicos, white papers, videos especializados. Lo importante no es el formato, sino la calidad del contenido, el valor que aporte, la capacidad para educar a quien lo consume.

Aunque se antoje obvio, una verdad de Perogrullo, en la práctica es una de las razones por las cuales el contenido no produce el impacto esperado. ¿Por qué? Esos 13 contenidos en promedio son lo que se conoce como materiales de autoridad (te das a conocer, te posicionas). Son contenidos destinados a informar, educar y nutrir a tu prospecto en las fases de investigación y decisión.

Y, por favor no lo pases por alto, son contenidos indispensables en cualquier estrategia. ¿Por qué? Porque el consumidor actual, el del siglo XXI, ya no es un espectador pasivo. Uno de los de antes, que esperaba que las marcas le proveyeran lo que necesitaba. Este, el de hoy, es proactivo, busca lo que necesita o quiere y no espera a que se lo den. Investiga, compara y, sobre todo, se informa.

Si bien se concibe que la compra es la respuesta a un impulso emocional, pensar que no hay un componente racional es un error. De la misma manera que creer que la decisión puede ser racional al ciento por ciento. Se estima que el consumidor consulta al menos cinco fuentes distintas, mira cinco opciones diferentes, antes de decidir. Por eso, la personalización cobra gran importancia.

Pero, la personalización enfocada en la necesidad o deseo del cliente potencial. Su necesidad, su deseo, no la del mercado, no la de otras decenas de personas. Personalización que, no sobra decirlo, debe conducir a una solución efectiva porque, de lo contrario, no sirve. Es decir, ese contenido personalizado tiene que abordar la problemática específica que inquieta e ese prospecto.

Y es justo en este punto en el que aparece el camino que nos conduce al ROI del contenido . ¿Eso qué significa? El valor de un contenido se mide por su capacidad para informar, educar, entretener e inspirar a quien lo consume. También, porque le da validez a la estrategia y, por último, porque simplifica una decisión que suele ser difícil. Fíjate que todo está en función de tu prospecto.

Una de las virtudes del contenido de valor es que ayuda a todos. A ti, porque es la herramienta ideal para nutrir al prospecto y convertirlo en un cliente. A tu prospecto, porque le da argumentos de peso para facilitar su decisión, para saber si lo que ofreces es lo que necesita. Este beneficio, por si aún no lo notas, ¡vale oro! Justifica todo ese esfuerzo silencioso y disciplinado de crear contenidos.

Por supuesto, no es magia, ni una fórmula exacta: para conseguir este resultado, debes conocer muy bien la necesidad de tu prospecto. Y no solo eso: tu producto o servicio debe ser la solución real a ese problema. De lo contrario, no habrá match. Quizás un coqueteo, quizás también suba la temperatura, pero no habrá enamoramiento. La conexión será débil y se romperá más pronto que tarde.

Es lo que les sucede, precisamente, a quienes le apuestan todos sus duros a la inteligencia artificial en esa labor de identificar a su cliente potencial. Te brindará información, hasta algunos datos relevantes. Pero no olvides que ha hecho del cliché un hábito. Hay que ir hasta el fondo, a la oscuridad de las profundidades, no quedarse en lo obvio, en lo demográfico, en lo general.

La clave del éxito en esta tarea, en todo caso, radica en la visión humana, en la sensibilidad, en la empatía, en la condición humana. Si pierdes esto de vista, ¡lo pierdes todo! Conseguir esa anhelada profundidad no es producto de la casualidad. Requiere tiempo, disciplina, sapiencia, justo las tres condiciones de un buen seguimiento. Descubrir la intención de búsqueda marcará la diferencia.

Y en ese camino, créeme, el contenido de valor personalizado también te ayudará. En la medida en que  apunte al problema que aqueja a tu prospecto, a ese deseo que impulsa la transformación que quiere en su vida, este levantará la mano y manifestará su interés. Conocer cuáles son esos factores que impulsan la decisión será un as bajo la manga. La motivación es el disparador.

Moraleja: los equipos de marketing exitosos, no los más poderosos, se esfuerzan por producir contenidos de valor. Informes, webinars, guías, tutoriales y más. La condición es que estén en capacidad de resolver problemas específicos. ¿El resultado? Interacciones de calidad, conversaciones reales, humanas, llenas de emoción. Ya no se trata de clics, de simples likes.

Algo más (importante): la métrica del éxito del contenido de valor es la profundidad del vínculo, la calidad del engagement (compromiso). ¿Cómo se mide? Tiempo de consumo, descargas completadas y, claro está, la velocidad a la que el prospecto avanza en el proceso hasta convertirse en cliente. No olvides que la clave del éxito de tu estrategia radica en crear un vínculo de confianza y credibilidad.

Sin este lazo, tu contenido sonará a más de lo mismo, a cliché, y carecerá de autenticidad. Sin este lazo, tu narrativa se perderá a corto plazo y nadie les prestará atención a tus mensajes. Utiliza el lenguaje que resuena con tu audiencia, que se identifica no solo con sus problemas, sino también con sus desafíos. Ese contenido de alto componente humano es el motor de la diferenciación.

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Nostalgia: el poder de las emociones ligadas a los recuerdos

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Si bien no estoy convencido de que “todo tiempo pasado fue mejor”, sí estoy seguro por completo de que dar un viaje al pasado, de cuando en cuando, es apasionante. Está claro que no podemos devolver el tiempo, dar marcha atrás al reloj y, por ejemplo, ser niños otra vez. Eso no es posible, pero lo que sí podemos hacer es apelar a la memoria, a los recuerdos, para revivir ese pasado.

En especial, los episodios del pasado que recordamos con gratitud, momentos en los que fuimos felices y que, sin duda, nos gustaría que se repitieran. Esa es la razón por la que los reencuentros con los amigos del colegio, la universidad o los primeros años laborales nos encantan. Aunque es claro que no somos los mismos, que la vida nos ha llevado por caminos distintos, nos encantan.

Cuando me gradué del colegio, en mi grupo marcamos un hito. ¿Sabes cuál? Era la primera generación que había hecho el tránsito completo desde kínder hasta sexto de bachillerato (ahora grado 11), como se llamaba entonces. No todo el grupo, por supuesto, sino siete compañeros. La vida nos unió cuando teníamos 4-5 años y juntos recorrimos ese camino durante 13 años.

Con el cartón que nos acreditaba como bachilleres, hicimos una promesa: vernos con frecuencia. Más allá de que cada uno tomaba su camino en la vida, de que seguramente no iba a ser fácil reunirnos, quedaba el deseo y, además, el compromiso. Nos reuníamos con frecuencia y en los quinquenios (5, 10, 15 años) nos acompañaban más compañeros de nuestro grupo y de otros.

Cada ocasión era única y especial. No solo era el reencuentro, recordar vivencias y volver a ser niños por un rato. También, comprobar cómo la vida nos cambiaba. Algunos compañeros eran casi irreconocibles por los drásticos cambios físicos sufridos: engordaron, desarrollaron calvicie, se adelgazaron en extremo, les salieron canas, en fin. Es el paso de los años, el peso de los años.

Aunque las personas cambiamos con el tiempo, y no solo en el aspecto físico, sino también en la forma en que pensamos y nos comportamos, esas reuniones siempre fueron agradables. La experiencia de volver al pasado es algo que la mayoría de los seres humanos disfrutamos. Es el poder de la nostalgia, una especie de cordón umbilical que nos conecta con el pasado.

Lo curioso es que, por definición, la palabra nostalgia y sus sinónimos añoranza y melancolía, entre otros, tienen una connotación negativa. Es decir, son recuerdos atados a episodios dolorosos que nos causaron pena o a pérdidas que nos dejaron cicatrices. Sin embargo, en la realidad nos sirve para revivir esos años maravillosos de la vida, esos momentos que no queremos olvidar.

Y eso, por supuesto, lo sabe el marketing. Desde siempre. No en vano, recientemente han tomado fuerza las campañas nostálgicas, cuya principal virtud es que conectan fácil y rápidamente con las emociones. Marcas como Nike, Adidas, Nintendo, Apple o Volkswagen, entre muchas otras, han apelado a este recurso: lanzaron productos nuevos cargados de nostalgia, con el aroma del pasado.

No es casualidad, por ejemplo, que Stranger Things sea una de las series más exitosas de Netflix desde cuando se lanzó, en 2016. En un ambiente clásico de la década de los años 80, trata sobre la afanosa búsqueda de un niño desaparecido por parte de sus padres y amigos, y las autoridades. Todos se ven envueltos en raros y misteriosos episodios contra fuerzas sobrenaturales.

El trasfondo de la serie es lo más interesante: la evocación de los años 80, una década que marcó a varias generaciones, por distintas razones. En Stranger Things se hace referencia a música de esa época, a los juegos, a las películas, a la forma de vestir, en fin. Lo más poderoso es que si tienes 50 o más años, si viviste los 80, son una parte importante de tu historia de vida. ¡Nostalgia pura!

Este ejemplo nos revela algo que muchos olvidan, o simplemente desprecian, a la hora de crear una historia. ¿Sabes a qué me refiero? A que no basta con que la trama sea interesante, que haya buenos personajes, que se desborden las emociones. Uno de los componentes más relevantes de una historia de impacto, en cualquier formato, es el contexto. Y la nostalgia es parte del contexto.

Porque, de esa forma, no es una historia la que disfrutas (la creada por los guionistas), sino mil y una historias más. ¿Cuáles? Todos esos recuerdos con los que te conectas desde el momento en el que te identificas con ese contexto. Si tienes conciencia de los 80, vuelves a ser niño o adolescente, visitas los lugares en los que fuiste feliz, vuelves a disfrutar la vida con esos amigos…

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente.
No podemos regresar al pasado, pero sí revivir momentos en los que fuimos felices. Es el poder de la nostalgia, un recurso muy útil en el marketing de contenidos.

Cuanto más detallado y preciso sea ese contexto, cuantos más elementos conecten con las emociones y despierten esos recuerdos que están dormidos en tu cerebro, en tu corazón, mucho mejor. ¿Por qué? Porque se produce el impacto de la identificación, que por si no lo sabes es uno de los recursos más poderosos en el marketing y la creación de contenidos no relacionados con la venta.

¿En qué consiste? Son los elementos de tu mensaje a partir de los cuales una persona, cualquiera, que haya vivido o se enfrente a lo mismo o algo similar de inmediato se conecta. Sucede porque esa persona se ver reflejada, porque se despertó algún recuerdo, porque es justo lo que vive en ese momento específico de la vida. No es exacto, igual al ciento por ciento, sino muy similar.

Es por la identificación, por ejemplo, que alguien adopta características, rasgos o comportamientos de otro. Su ídolo en el deporte, su cantante favorita, un personaje de la historia, en fin. Se da fundamentalmente durante la niñez, cuando el ser humano está en la búsqueda de modelos, pero también entre los adultos. La identificación es una forma de crear una nueva realidad.

También es un componente fundamental de la nostalgia. Su rol consiste en acelerar ese proceso de evocación de sentimientos, pensamientos y recuerdos positivos y auténticos, con el fin de lograr el mayor impacto posible. A través de la identificación, así mismo, se puede alcanzar uno de los objetivos primarios y decisivos de cualquier estrategia de marketing y de contenidos.

¿Sabes a qué me refiero? A establecer un vínculo de confianza y credibilidad con todas y cada una de las personas que reciben tu mensaje. Cuanto más fuerte sea la identificación, cuanto mayor sea la dosis de nostalgia, tendrás más impacto y podrás llegar a más personas que vivieron (o viven) esa situación que tú describes. El fin es que active una acción, un comportamiento específico.

Diversos estudios de neuromarketing recientes demostraron que cuando se activan en el cerebro las regiones vinculadas con la recompensa y la memoria emocional (recuerdos), la nostalgia provoca que se libere dopamina. Por si no lo sabes, es un neurotransmisor (una sustancia química) asociado con el placer y la motivación, que ayuda a consolidar recuerdos y los conecta con las emociones.

Así, por ejemplo, tu cerebro libera dopamina cuando le das un abrazo a tu mamá, cuando tu hijo te da un beso, cuando marcas el gol de la victoria de tu equipo de fútbol, cuando tu jefe te informa que te eligieron para el ascenso prometido… La dopamina es, así mismo, un disparador en esa siempre incierta tarea de tomar decisiones: si tu cerebro sabe que habrá recompensa, te impulsa a decir ‘sí’.

Es la razón por la cual nos cuesta tanto negarnos al pastel, al helado, al chocolate, a pesar de que somos conscientes de que el consumo excesivo es perjudicial para la salud. Es, así mismo, el motivo por el que una persona con baja autoestima o depresión recurre a comer en exceso o se va al gimnasio a exigirse al máximo, o quizás decide emborracharse para “olvidar las penas”.

Una reciente publicación del Journal of Consumer Research demostró que las personas que consumen contenidos con altas dosis de nostalgia les dan una valoración más positiva a los productos. Y no solo eso: también están dispuestas a pagar un poco más por ellos. El estudio indica que el 60 % tiene mayor inclinación a comprar cuando el mensaje incorpora la nostalgia.

Si al entrar a tus redes sociales has encontrado contenidos de este tipo, no te extrañes. Las marcas han redescubierto el valor de la nostalgia y tratan de aprovecharlo. Esas campañas generan, en promedio, un 70 % más deengagement y comentarios, y son compartidas más veces. Lo mejor es que el poder de la nostalgia se adapta a cualquier formato, dentro o fuera de internet.

Hay algo más: algunos estudios permitieron establecer que los consumidores tienden a atribuir mayor valor percibido a los productos que les recuerdan momentos felices. Es la razón por la cual las marcas cada vez más utilizan la nostalgia en sus estrategias. O por la que otras reencauchan productos que en el pasado fueron exitosos: son experiencias revestidas de significado.

Moraleja: si quieres crear contenidos de impacto, si quieres contar una historia que te permita conectar con las emociones de tu audiencia, y no encuentras el camino, recurre a la nostalgia. Desempolva algún recuerdo de tu pasado, uno que te hizo feliz y con el que se identifiquen otras personas. Las situaciones cotidianas, las más sencillas, suelen ser también las más poderosas.

Por último: ese mensaje en el que utilizas la nostalgia debe estar alineado con tus principios y valores, con tu propósito. De lo contrario, no te percibirán como auténtico y te van a rechazar. Además, el mensaje no se puede quedar en una historia bonita, porque se olvida rápido, sino que es necesario que aporte valor real. No menosprecies el poder de las emociones ligadas a los recuerdos

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Vender es fácil, si sabes aprovechar el poder de tus contenidos

Vender es fácil, ¿lo sabías? Sí, es bastante fácil cuando vendes en el momento, le vendes a la persona adecuada, cuando esa persona tiene una necesidad/deseo que tú puedes satisfacer con tu producto o servicio y, por último, cuando has conseguido posicionarte como la mejor opción. Fácil, ¿cierto? Lo difícil es lo que hace, o intenta hacer, la mayoría: lo que llamamos la venta en frío.

Se habla de venta en frío cuando abordamos por primera vez a un cliente potencial, es decir, una persona que todavía no nos compró. Además, que quizás no sabe quiénes somos, qué hacemos, por qué decimos que podemos ayudarlo y, lo más importante, cómo vamos a ayudarlo. Muchas veces, ese primer contacto se hace a través de una llamada telefónica, pero no es el único canal.

¿Por qué te digo que vender es fácil? Porque, seguramente lo sabes, seguramente lo experimentas con frecuencia, a los seres humanos, a TODOS, nos encanta comprar. La realidad, simple y llana, es que ¡somos compradores compulsivos! Más en estos tiempos modernos en los que nos someten a un incesante e inclemente, y casi siempre abusivo, bombardeo mediático por medios digitales.

Solo se requiere que piques la carnada: que hagas clic en un aviso publicitario cualquiera. No importa si es en Facebook, Twitter, Instagram, YouTube, Tik-Tok, una página web de un medio de comunicación y, claro, un aviso. Lo que sigue es que ese producto, esa marca, te aparece por doquier, “hasta en la sopa”, diría Mafalda. Y no puedes evitarlo, a pesar de que es algo tóxico.

A todos, absolutamente a todos, nos ENCANTA comprar. De hecho, muchas veces compramos algo que no necesitamos, un producto del que ya teníamos existencia en casa o a lo que, algo muy frecuente, no le vamos a dar uso. Todos tenemos ropa, accesorios, zapatos, juguetes tecnológicos o hasta comida guardada desde hace meses, y ni siquiera lo recordamos. Y compramos más…

El problema, porque siempre hay un problema, es que ODIAMOS que nos vendan. Y peor si es aquella venta en frío. Que es incómoda, intrusiva y muchas veces agresiva. Sin embargo, ese es el estilo de venta que utiliza la mayoría, dentro y fuera de internet, quizás porque “siempre se hizo así”, aunque la realidad es que los tiempos, el mercado y, sobre todo, los consumidores, cambiaron.

En el pasado, en el siglo pasado, era muy común la venta en puerta. ¿La recuerdas? ¿Alguna vez atendiste a un vendedor de estos? Sí, aquellos que iban de puerta en puerta, de casa en casa, y ofrecían distintos productos. Electrodomésticos o utensilios para la casa, principalmente, aunque otros más vendían enciclopedias, libros y, en una época, música (discos de acetato).

Eran persistentes, tercos, obstinados y molestos cuando sus visitas eran frecuentes. No valía decirles que no, porque cuando creías que ya te los ibas a quitar de encima tomaban un segundo aire e insistían con mayor intensidad. Hoy son una especie en vías de extinción (¿o extinta?) que en algunos de nuestros países latinoamericanos fue reemplazada por los devotos de las mil y una iglesias que existen.

En el siglo XXI, sin embargo, la venta en frío cayó en desgracia. Primero, porque como ya mencioné, los tiempos, el mercado y los consumidores (sus hábitos) cambiaron. Y también las estrategias, en virtud de la tecnología, de ese maravilloso, ilimitado y aún desconocido universo que es internet. Pasamos de la tienda física al e-commerce a través de múltiples dispositivos y canales digitales.

Antes, seguro lo sabes, era difícil conseguir más de dos o tres opciones del mismo producto porque el mercado era dominado por unas pocas marcas. Hoy, en cambio, a la vuelta de unos pocos clics puedes comprar literalmente cualquier producto o servicio de cualquier marca. Aunque la tienda esté del otro lado del mundo, tu compra llegará a la puerta de tu casa en unos días o semanas.

Y compramos por internet el tiquete de avión, pagamos el hotel y adquirimos la entrada a las atracciones que vamos a disfrutar en las vacaciones. Transferimos dinero y hacemos pagos desde el celular (ya casi no hay que ir al banco) y hasta el mercado nos llega a domicilio. Y algo que cambió el mercado para siempre: los clientes para toda la vida son otra especie que se extingue.

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Hoy, irónicamente, es más fácil llegar a los clientes potenciales, pero es más difícil convertirlos. ¿La razón? Por un lado, que, aunque a todos nos ENCANTA comprar, todos ODIAMOS que nos vendan. Y, por otro, son muchos los que todavía usan las estrategias que funcionaron en el pasado, pero que hoy están revaluadas o, en algunos casos, caducas. La venta en frío es un claro ejemplo.

No es que no se pueda hacer venta en frío, solo que su impacto es menor. Mientras, la resistencia del consumidor a este tipo de impulsos es mayor. ¿Entiendes? El problema, ¿sabes cuál es el problema? La venta en frío es tan solo una transacción: un bien (producto o servicio) a cambio de un dinero (u otro producto o servicio), pero lo que hoy se impone es un relación a largo plazo.

¿Ves la diferencia? Transacción vs. Relación. La primera es efímera: se termina cuando se consuma la venta. La segunda, ya lo mencioné, es a largo plazo. Además, incorpora un elemento crucial: el intercambio de beneficios que, por supuesto, va más allá del producto o servicio que se vende. Y, a diferencia de la simple transacción, el verdadero negocio, la rentabilidad, está en la recurrencia.

Es decir, no basta con vender una vez, así sea por un alto valor: lo que se busca es que durante su relación contigo, con tu marca, esa persona te compre una y otra vez, ojalá por mayor valor. Y, por supuesto, que en ese período tú le puedas brindar más, le ayudes a solucionar otros problemas o necesidades y lo conviertas en un cliente fiel que, en gratitud, te refiere con otros buenos clientes.

La novedad que incorpora ese proceso de establecer una relación con todos y cada uno de tus clientes potenciales es el uso del marketing de contenidos. Que, no te equivoques, existe desde finales del siglo XIX, pero con usos distintos al actual. Antes, era un aliado de la venta, un refuerzo del mensaje de venta, mientras que ahora su enfoque está en informar, educar, nutrir y entretener.

¿Informar sobre qué? Sobre ti, tu negocio, lo que haces, lo que ofreces, la forma en que prometes ayudarlo. Ten en cuenta que hoy el mercado es una espesa jungla con múltiples especies, algunas de ellas depredadoras que saben cómo atrapar su presa. Hay, también, ofertas muy buenas, mejores que la tuya, y si quieres competir necesitas ser visible, que tu mensaje se escuche.

¿Educar sobre qué? Sobre el problema que padece su cliente, del que no es consciente, y que tú le puedes solucionar con aquello que ofreces. Con este contenido de corte educativo debes recurrir a las manifestaciones de ese problema, no al dolor, o lo perderás. ¿Sabes por qué? Porque nadie, absolutamente nadie, compra un dolor: lo que todos buscamos es la solución definitiva.

¿Nutrir sobre qué? Específicamente, sobre el problema que sufre, cómo afecta los diferentes ámbitos de su vida y cuáles son las consecuencias. Luego, sobre la solución que has preparado para él y cómo lo ayudará. Por último, sobre cómo será su vida una vez acabe con ese problema y pueda disfrutarla plenamente. Esta es la clave para que, en algún momento, tome la decisión de compra.

¿Entretener sobre qué? Sobre lo humano y lo divino, literalmente. Las dos principales razones por las que los seres humanos, todos, nos conectamos a internet son divertirnos e informarnos. En ese orden. No en vano se dice que los canales digitales son la primera fuente de procrastinación. Dado que la rutina es estresante, agobiante, histérica y traumática, se requiere una válvula de escape.

Desde el primer contacto de tu cliente con tu marca y a lo largo de la relación de intercambio de beneficios, el contenido es un valor transversal. Para informar, educar, nutrir y entretener en cada una de las etapas, en función de las distintas necesidades. Para llamar su atención, despertar su curiosidad y comenzar la relación, en los primeros pasos, para fidelizarlo a largo plazo.

Vender es fácil cuando vendes en el momento justo, le vendes a la persona adecuada, cuando esa persona tiene una necesidad/deseo que tú puedes satisfacer con tu producto o servicio y, por último, cuando has conseguido posicionarte como la mejor opción. Es fácil si el contenido que compartes con esa persona ha cumplido la tarea de informarlo, educarlo, nutrirlo y entretenerlo.

Recuerda: ya no es una simple transacción, un dinero a cambio de un producto o servicio. De lo que se trata es de establecer una relación de intercambio de beneficios y esto solo se consigue cuando hay confianza y credibilidad. Es, entonces, cuando el contenido se viste el traje de superhéroe y sale al rescate: te permite posicionar como una propuesta de valor irresistible…

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