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¿Tus textos carecen de profundidad? Esta es la razón (y la solución)

¿Sabes cuál es el error más común en la mayoría de los textos que llegan a tus manos? La falta de profundidad. Casi todos, prácticamente todos, pecan por esto: pretenden ser como una piscina olímpica de clavados, que puede llegar a tener una profundidad de 5,40 m, pero en realidad son como una pileta para bebés, que no debe superar los 1,20 m. Son textos vacíos, de vida efímera.

Y, para que no te vayas a sentir mal si sientes que formas parte de esa gran mayoría, te cuento algo: es un problema que se manifiesta hasta en los medios de comunicación. Escudados en la idea de que “hoy la gente no lee”, a pesar de que las estadísticas de lectura, en especial en el formato en papel, van en ascenso, sacan a relucir esta excusa. Que, en todo caso, no esconde el problema.

La inmediatez, la maldita obsesión por la chiva y el aprendizaje de prácticas poco profesionales son, entre otras, las razones de esa grave enfermedad de los textos. Se trata de contenidos que no nos dicen nada, absolutamente nada más de lo que está escrito. Es decir, no nos aportan una gota de conocimiento o, lo más importante, de elementos de juicio para un análisis o una reflexión.

A falta de profundidad, entonces, se recurre a recursos fáciles que, si bien al comienzo pueden atraer la atención, a la larga se convierten en un búmeran, en un carga explosiva que se devuelve y estalla en tu cara. ¿Cómo cuáles? Lugares comunes como Gratis, Contundente, Tomó una decisión, Impactante, Atención, Récord o Esto dijo y otras tantas especies nefastas que pululan por doquier.

Son palabras o juegos de palabras que muchas veces consiguen atraer tu atención o, inclusive, te llevan a hacer clic en esa publicación. Sin embargo, no demoras más que unos pocos segundos para darte cuenta de que caíste en la trampa: el contenido carece de profundidad, no hay datos, no hay información, no hay un contexto que contribuya a la comprensión e interpretación.

Otra de las variantes, cada vez más popular, lamentablemente, es tratar de esconder la carencia de profundidad hablando desde el odioso YO. Son, entonces, textos vacíos en los que el autor se autoproclama héroe, habla de sus hazañas, de sus títulos, de sus seguidores en redes sociales o del dinero que tiene en su cuenta bancaria. Sin embargo, no hay información, no se aporta valor.

Una de las manifestaciones positivas de lo que ha sucedido en el mundo en el último año, y que se reflejó en que más y más personas tomaran la decisión de lanzarse a la aventura de montar un negocio dentro o fuera de internet, es aquella de que el común de las personas buscó otras voces, nuevas alternativas de información. ¿Por qué? Intentan huir de la infoxicación, de las fake-news.

Acostumbrados a tragar entero lo que dicen los medios de comunicación tradicionales, los grandes, los que están al servicio de la élite que no quiere cambiar el discurso que los favorece desde hace décadas, algunos se hartaron y buscaron alternativas. Y encontraron algunas buenas, positivas, constructivas, entretenidas, enriquecedoras y, en especial, que les aportan valor.

Porque, en definitiva, de eso se trata. Si aquello que escribes no le aporta valor a la persona que lo lee, carece de sentido. Son de esas palabras que se lleva el viento con facilidad, mensajes vacíos y sin profundidad. Y hoy el mundo requiere, exige, justo lo contrario: mensajes cargados de datos verídicos, de información, de contexto, de una visión que se salga del camino tradicional.

Parece increíble, pero es cierto: una de las razones de peso por las que la mayoría de las personas no se anima a escribir es porque están convencidas de que su mensaje a nadie le interesa. Están en lo cierto si ese mensaje es más de lo mismo, si son textos sin profundidad, si se limitan a repetir lo que otros dicen o, peor, si son tan solo copy+paste de alguna publicación que hallaron por ahí.

Sin embargo, a lo mejor ese no es tu caso. A lo mejor, tú eres una persona intelectualmente inquieta que tiene el genuino deseo de ayudar a otros a través de su conocimiento y experiencias. Una persona a la que le vida le da la oportunidad de compartir lo que es y lo que sabe y que puede convertirse en la luz al final del túnel que tantos otros esperan o en el oasis que les dé calma.

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A lo mejor, en tu cabeza da vueltas y vueltas desde hace tiempo la idea de transmitir lo que la vida te dio el privilegio de aprender, a sabiendas de que es provechoso para otros. Y lo mejor es que no necesitas crear una empresa para difundir tu mensaje: hoy internet nos brinda a todos múltiples y poderosas herramientas y recursos, escenarios y formatos, para transmitir nuestro mensaje.

Si te desenvuelves bien frente a la cámara y conectas con tu audiencia, puedes crear videos y publicarlos en YouTube o Vimeo. Si aquello no se te da, pero te sientes en tu salsa hablando y hablando, puedes crear tu pódcast o, si lo prefieres, hacer una sala en Clubhouse y compartir tu conocimiento. O también puedes abrir un blog y escribir dos o tres artículos a la semana.

De hecho, y esa es la estrategia que utilizan aquellos que consiguen dejar huella en el mercado con su mensaje, puedes combinar estrategias: crear un contenido básico en el formato que más cómodo te sientas y luego adecuarlo a los otros escenarios. Lo importante, sin embargo, es que ese contenido que prepares aporte valor, dé información, es decir, que tenga profundidad.

La profundidad está determinada por la calidad de la documentación previa, de la investigación que realices antes de sentarte a escribir. Aunque seas experto en un tema, aunque lo conozcan y domines muy bien, siempre se requiere documentación. Un proceso que debe concluir con la respuesta a las preguntas clave: ¿qué?, ¿quién?, ¿cómo?, ¿dónde?, ¿por qué?, ¿para qué?

¿Qué mensaje quieres transmitir? ¿Quién es el destinatario de tu mensaje? ¿Dónde es más conveniente publicarlo para que produzca el impacto deseado? ¿Por qué es pertinente tu visión acerca de este tema específico? ¿Para qué pueden utilizar tus lectores el contenido que les brindas? ¿Qué diferente y valioso aporta tu contenido para que no sea más de lo mismo?

Una buena documentación, y esto es algo que la mayoría de las personas desconoce, te facilita la tarea: al responder las preguntas mencionadas, te indica qué camino debes seguir. ¿Entiendes? Es la documentación, sumada a tu conocimiento y experiencias, la que te permite establecer la estructura de tu texto. En otras palabras, la documentación es el GPS que guiará a tu lector.

La clave de una buena documentación está en los antecedentes del hecho al que te refieres, en su origen, en los puntos bisagra de su evolución, en el impacto que ha producido. ¿Por qué? Todo lo que hacemos y cómo lo hacemos, absolutamente todo, está determinado por nuestra educación, por nuestras creencias, por las vivencias de pasado, por las personas que influyeron en nosotros.

Supongo que ya lo inferiste, pero igual te lo resalto: aquel mito de la página en blanco o del tal bloqueo mental (que es una gran mentira) se origina en la falta de documentación. Se presenta porque, simplemente, ese texto que tienes en tu cabeza carece de profundidad, pero no lo sabes o no lo admites, y solo te darás cuenta cuando empieces a escribir y, de sopetón, te frenes en seco.

El problema con la documentación, con el contexto, es que requiere tiempo y disciplina y la mayoría de las personas elige la inmediatez, lo fácil. Y, claro, después paga el precio. Uno de los hábitos que debes incorporar en tu rutina si quieres convertirte en un buen escritor para sacar provecho de lo que sabes y has vivido es documentar tus contenidos, darles profundidad.

Reto: elige un tema que creas dominar ampliamente y escribe un artículo de, al menos, 800 palabras (poco más de una página en Word); luego, documéntate sobre ese tema, busca datos e información nueva, visiones distintas a la tuya, y vuelve a escribirlo (la misma extensión). Presenta las dos versiones a quien pueda darte una retroalimentación valiosa. Te sorprenderá el resultado y, apuesto, la mayoría se quedará con la segunda.

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¿Corto o largo? (A la hora de escribir) El tamaño SÍ importa

Hay dos decisiones fundamentales que un escritor debe tomar en cuanto a la medida de tus textos. La primera está relacionada con la estructura de sus escritos, con el estilo que les quiere dar para crear una marca que lo identifique. La segunda, mientras, tiene que ver con la extensión de los artículos que publica (especialmente si hablamos de internet), de los libros que escribe.

No son decisiones menores y hay que comprender que no es cuestión de decir “voy a hacerlo así” y listo. No es tan sencillo, entre otras razones porque hay muchos bulos y creencias limitantes en torno de estos temas. ¿Como cuáles? Una de ellas, la más perversa, que es una afirmación sin sustento, es que hoy la gente no lee o, dicho de otra forma, lee menos que en el pasado.

Ni lo uno, ni lo otro. La respuesta real es que lee distinto, en formatos distintos y a través de dispositivos distintos. Tuve la oportunidad de acudir a la Feria del Libro de Bogotá, uno de los eventos más importantes del ramo en la región, de manera repetida entre 2014 y 2018, como autor y como invitado, y lo que observé allí desmiente categóricamente esa afirmación.

“Nada que ver”, como decían los jóvenes hace unos años (y ya no son tan jóvenes). Todos los días, no solo los fines de semana, se registraba una masiva concurrencia de estudiantes escolares, adolescentes y jóvenes universitarios que, además, no iban en plan de familia Miranda, como decimos en Colombia (solo a mirar), sino que eran participantes activos y compradores.

Participantes de conversatorios, de lanzamientos y de otras actividades y compradores de ofertas y de las temáticas que les atraen. Que son distintas a las del pasado, valga recalcarlo. Historia, política, sagas juveniles, deporte y textos universitarios, principalmente, que son rubros a los que las editoriales poca atención les prestan porque solo se interesan en promocionar a sus estrellas.

¿Percibes el poder del mensaje oculto? Niños, adolescentes y jóvenes universitarios que acuden masivamente a la Feria y compran libros. Es decir, no son solo digitales, más allá de su afinidad con la tecnología. Y los adultos tampoco se quedan atrás, más allá de que no es fácil sacar tiempo para leer con tranquilidad, porque por lo general están envueltos en una frenética e histérica rutina.

Así mismo, hace unos años, no muchos, se decía que el libro impreso estaba condenado a desaparecer en virtud de la fuerza del libro digital. Sin embargo, fue más un bum que una realidad, en especial porque los dispositivos no son baratos y porque leer en estas pantallas digitales no es para todo el mundo. Y, como en ave Fénix, el viejo, vetusto y empolvado libro se reposicionó.

Puedo afirmar, con un mínimo margen de error, que vivimos el mejor momento de la producción de contenidos, dentro y fuera de internet. Y en diferentes formatos como video y audio, que no es que resucitó, como dicen por ahí, porque nunca estuvo muerto, sino que se revitalizó gracias a nuevas herramientas y mercados, públicos jóvenes que quieren aprender y tienen mucho que decir.

Por eso, más que nunca, desarrollar la habilidad de escribir para transmitir tu conocimiento, para transmitir un mensaje que no esté contaminado y, también, para cumplir tu sueño particular es una necesidad. Y, lo repito porque sé que es importante, sin pretensiones de gran estrella, de ser millonario y famoso. Puede ocurrir, sin duda, pero es el final de la historia, no el comienzo.

Una persona comienza a ser un buen escritor cuando establece una estructura. Que, no sobra recalcarlo, no es algo estático, sino que evoluciona a medida que pasa el tiempo, que hay más aprendizaje y más experiencia. Una estructura que le dé orden a tu escrito, que lo haga fácil de leer y, por supuesto, agradable de leer. Una estructura que, además, te facilite el proceso.

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Si te has visto con atención estos artículos que comparto contigo, habrás visto que todos los párrafos tienen cuatro líneas. La mayoría de ellos, además, contiene tres frases: una larga, una mediana y una corta. ¿Por qué? Porque escribir es algo muy parecido a bailar un vals o un bolero y para poder disfrutarlo al máximo se requiere un ritmo, una cadencia que ayuda a la legibilidad.

¿Por qué elegí esta estructura? Porque después de múltiples testeos que realicé en su momento, pude determinar que era la que mejores resultados ofrecía: más lectura, mejores comentarios, una experiencia más agradable para los lectores. Además, apta tanto para el formato impreso o para artículos de un blog, como para un libro y, algo importante, de buena lectura en dispositivos móviles.

¿Cómo puedes determinar tu estructura? Solo hay un camino: escribir y escribir. Un poco cada día, todos los días un poco. Y probar diferentes variantes sin caer en el extremo del perfeccionismo o de la autoexigencia. Escribe y compártelo con allegados, con amigos y hasta con desconocidos para que te den una retroalimentación. Corrige, prueba y valida. Y, por supuesto, evita los atajos.

¿Cuáles? Las famosas plantillas, que no te sirven y que, más bien, te causarán un mal. Y ten en cuenta algo crucial: olvídate de esos consejos según los cuales para que te lean en internet debes escribir frases cortas, párrafos cortos y llenar tus artículos de viñetas y emojis. Las viñetas son un recurso, un buen recurso, pero el uso abusivo se torna cansón e incómodo para el lector.

En cuanto a las frases y los párrafos cortos, ¡ten cuidado: son una trampa! El cerebro del ser humano no está programado para leer esas frases sueltas. ¿Por qué? Entre otras razones, porque cuando aprendemos a leer y a escribir en el colegio nos enseña la estructura del párrafo, que es una unidad de contenido con sentido completo. Y en esto último radica la clave: sentido completo.

Cuando rompes esa unidad, cuando partes el párrafo en frases sueltas, se pierde el sentido completo, se pierde la legibilidad. Este es el motivo por el cual hoy los jóvenes presentan tantos problemas de comprensión de lectura y dificultad para escribir. El cerebro no está diseñado, ni programado, para armar ese rompecabezas de frases sueltas y, por eso, no capta el mensaje.

Una estructura coherente, clara y fácil de leer, entonces, es la primera decisión que debe tomar un escritor. Por supuesto, mi consejo es que acudas a ayuda idónea, de personas que lo hacen bien y que demuestran que lo pueden transmitir. Pensarás que es algo demasiado complejo o difícil, pero en la medida en que escribas con frecuencia tu cerebro te guiará y lo hará fácil, porque lo disfruta.

Ahora, en el tema de la extensión de los artículos, en internet también hay mucho mito falso. Te dicen que debes escribir corto porque la gente no lee (que ya sabemos que es mentira), pero también te dicen que para que te lean debes aparecer en los primeros puestos de las búsquedas de Mr. Google. Y esa, amigo mío, es una gran contradicción, ¿lo sabías? Esta es la razón:

El algoritmo de Google no solo se fija en las palabras clave y en el SEO, sino que también entiende de contenido de calidad. Y para él, el contenido de calidad es sinónimo de contenido extenso. De hecho, los artículo que el buscador privilegio tienen alrededor de 2.000 palabras o más. ¿Lo ves? Pero, lo que te dicen en internet es que tus publicaciones no deben sobrepasar las 500 palabras.

Es una mentira. Estos artículos que publico en el blog tienen ente 1.200 y 1.500 palabras, es decir, menos de las que pide Mr. Google. Sin embargo, esa carencia se con un texto de buena calidad, tanto en lo gramatical y ortográfico como en el contenido. Entonces, no te dejes engañar: un artículo de 1.200 palabras en esencia ocupa dos páginas de Word, que no es algo difícil de escribir.

Además, y este es el argumento más importante, estamos en la era del conocimiento. El mercado, las personas, anda en busca de buen contenido, de conocimiento de calidad. En todos los ámbitos, en todos los temas. Y no solamente los autoproclamados expertos, sino personas anónimas que puedan compartir conocimiento y experiencias útiles, que sean empáticos, distintos y positivos.

Los últimos 33 años de mi vida los dediqué a escribir para otros: medios, empresas y personas. A mediados de noviembre de 2020 abrí este blog y la experiencia no puede ser más satisfactoria y enriquecedora. Es algo que tú también puedes hacer, que tú también puedes disfrutar. Recuerda: hoy, por el cambio de hábitos, la gente tiene más tiempo para leer y exige contenido de calidad.

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