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¿Eliges disciplina o arrepentimiento? Eso determinará tu recompensa

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No sé a ti, pero a mí la tarea de elegir se me antoja como una de las más difíciles de la vida. Más allá de que practicamos seguido, de que todos los días tomamos cientos o miles de decisiones, es un reto complejo. Aunque ya hayamos estado en una situación similar, esas experiencias no siempre nos ayudan a elegir lo que más nos conviene. Cada vez es como la primera vez.

Lo que resulta insólito es que no por haber tomado muchas decisiones aprendemos a tomar las decisiones adecuadas. Porque, por si no lo sabías, no existen las buenas decisiones o las malas decisiones. Esa es una valoración emocional, subjetiva, que hacemos en función del resultado, de cómo nos afecta esa decisión, de las consecuencias que debemos asumir. Para bien y para mal.

En otras palabras, hay decisiones y hay consecuencias. Y es precisamente el miedo a errar lo que nos lleva a tomar las decisiones que más tarde nos pesan. ¿Por qué? Porque casi siempre son la respuesta al miedo, a cargar con la culpa de una equivocación. Es, entonces, cuando entramos en los sinuosos terrenos de creer que si no elegimos, si no decidimos, nada va a suceder.

Y, sí, a veces ese es el resultado: nada sucede. Sin embargo, y quizás coincidas conmigo, a la larga nos damos cuenta de que hubiera sido mejor elegir. Nos arrepentimos y, lo peor, almacenamos un recuerdo negativo que en la próxima ocasión, o en la siguiente, nos pondrá en aprietos. Además, el camino del nada sucede es ir en contravía de la dinámica de la vida: el movimiento, la evolución.

Desde niño, aprendí a tomar mis propias decisiones y a asumir las consecuencias. Fue una de las enseñanzas más valiosas de mis padres, que casi siempre me concedieron el privilegio de elegir. Más adelante, mi mejor maestro fue el ejercicio del periodismo: un periodista que no sepa tomar decisiones, que no pueda elegir, no es un buen periodista. Saber hacer, en cambio, es un plus.

La valoración de los hechos, constatar los testimonios, reunir las evidencias, analizar e interpretar los datos recolectados y armar el rompecabezas exige tomar decisiones de diversa magnitud. No es una tarea fácil porque implica tomar distancia de los sucesos, bloquear emociones, creencias y circunstancias para estar en capacidad de ofrecer una versión lo más veraz posible

¿Y tú qué crees? Que son muchas las veces en que elegimos mal. Por A o por B. Cada vez que te encomiendan el cubrimiento de un evento, la elaboración de una noticia, te enfrentas a este dilema. Y dado que somos seres humanos, que somos vulnerables, es imposible acertar siempre. Por eso, hay que minimizar la cantidad de errores, reducir el margen de error, y acertar más.

¿Cómo lograrlo? No hay reglas establecidas, ni fórmulas perfectas. Sin embargo, la premisa de Jim Rohn, es una excelente guía. Por si no lo sabes, fue un empresario, autor y orador motivacional estadounidense. Se le atribuye haber impulsado las carreras de personajes como Tony Robbins, Mark R. Hughes y Brian Tracy, entre otros. Escribió 34 libros y casi todos fueron grandes éxitos.

¿Cuál era su premisa? Todo el mundo debe elegir uno de dos dolores: el dolor de la disciplina y el dolor del arrepentimiento. La diferencia es que la disciplina pesa onzas, mientras que el arrepentimiento pesa toneladas”. No en vano, hay estudios que certifican que, en la proximidad de la muerte, la mayoría de las personas lamenta lo que pudo haber hecho y no hizo.

Rohn, sin embargo, no se quedó ahí y profundizó su reflexión: “La disciplina nos enseña que mantener un esfuerzo constante nos prepara y fortalece para desarrollar las destrezas necesarias para ser una mejor versión de nosotros mismos. El arrepentimiento, mientras, siempre será una carga que perdura mucho más allá del presente, lleno de preguntas sobre lo que pudo haber sido”.

Y son de esa clase de preguntas que te arrebatan la tranquilidad, que te atormentan en la noche y no te dejan dormir. De las que, si lo permites, se convierten en una incesante vocecita en tu mente. Y te echan a perder el momento, la ocasión, el día, la semana, el año, la vida… Por eso, los seres humanos necesitamos aprender a elegir y asumir el reto de tomar decisiones propias.

“La próxima vez que te enfrentes a una decisión difícil, recuerda que tenemos la capacidad de diseñar cada uno de nuestros pasos enfocándonos en nuestro crecimiento personal. La clave está en enfrentar la dificultad correcta”, dijo Rohn. Fíjate que no se refirió a “la decisión correcta”, sino a “la dificultad correcta”. ¿Cuál dificultad? Las ya mencionadas: la disciplina o el arrepentimiento.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (posa el 'mouse' para seguir)
La vida nos exige tomar decisiones todo el tiempo. Lo insólito es que, aunque practicamos mucho, a la hora de la verdad nos equivocamos mucho. Por eso, es importante saber que el dolor que elijas, disciplina o arrepentimiento, determinará tu recompensa...

Por si no te has dado cuenta, ese es un dilema al que te enfrentas cada día, en diferentes ámbitos de la vida. Un dilema que, tristemente, se convierte en un obstáculo insalvable a la hora de compartir lo increíble que la vida te ha regalado, tantas y tan maravillosas bendiciones. Que, no lo olvides, te fueron otorgadas para que las transfieras a otros aprovechando tus dones y talentos.

Esa es la razón por la cual me cuesta entender que a la mayoría de las personas les da pánico a la hora de compartir lo que son. Se sienten vulnerables y las paraliza el temor a ser desaprobadas o rechazadas. Quizás no se dan cuenta, o no son conscientes, de que en sus manos está ayudar a otros, la noble tarea de aliviar la pesada carga que ha convertido su vida en un infierno.

En estos tiempos convulsos, cargados de incertidumbre y de motivos para estar preocupados, todos necesitamos de los otros. Lo vivido durante la pandemia provocada por el COVID-19 es una clara muestra de ello. Y el duro impacto provocado por esa dolorosa experiencia nos exige, o cuando menos nos invita, a estar presentes para los demás cuando lo pidan o lo necesiten.

El problema, porque siempre hay un problema, es que creemos, nos han metido en la cabeza, que no podemos ayudar a otros. Que no estamos capacitados o que, simplemente, lo que sabemos y lo que hemos vivido “a nadie le importa”. Y también nos dicen que “debes ser un experto” en el manejo de la cámara, de las herramientas, de los programas de edición, en fin, de la tecnología.

La realidad es que nada de eso es cierto. Lo único importante es el contenido que transmites, el valor que aportas. Esas experiencias que viviste, la forma como resolviste los problemas a los que te enfrentaste, y que son luz en el camino de otros. Así como el mensaje de alguien, muchas veces de un desconocido, iluminó tu vida, así mismo tú puedes sacar de la oscuridad a otra persona.

Los canales digitales, en especial las redes sociales, se inundaron de vendehúmos, estafadores, patéticos influenciadores y más especies tóxicas porque encontraron tierra fértil. ¿Eso qué quiere decir? Que, aunque no aportan valor, encontraron una audiencia ávida de algo distinto, de algo diferente a lo ofrecido por los medios de comunicación tradicionales. Encontraron un mercado.

La infoxicación, las fake-news, los bulos y los memes, entre otras manifestaciones tóxicas, ganaron terreno con rapidez entre otras razones porque no tenían competencia. ¿Y por qué no la tenían? Porque las personas en capacidad de aportar valor real, de compartir contenidos que informen, que eduquen, que inspiren, no se atreven a hacerlo. Quizás tú eres una de ellas.

No se atreven a hacerlo por varias razones: temor a ser rechazadas, a hacer el ridículo, a no llamar la atención de nadie, a ser criticadas. También, algo que ya mencioné: están convencidas de que lo que les sucede a nadie le interesa. Pero, en especial, porque creen que van a tener que pasar horas y horas frente a la cámara o al computador creando contenidos. ¡Nada más alejado de la realidad!

La única herramienta que requieres ya está en tus manos. ¿Sabes cuál es? El celular. Allí tienes una buena cámara, micrófono, aplicaciones de grabación y edición, otras de inteligencia artificial y conexión a internet para compartir contenido en vivo o publicarlo en distintos canales digitales. Lo importante, repito, lo que puede ayudar a otros, es lo que sale de ti, el valor que aportas.

Se trata de comenzar, probar, ajustar, corregir y seguir adelante. Cualquiera puede hacerlo, o si no los tales influenciadores no lo harían. Si ellos haciendo el ridículo llaman la atención de miles, imagina lo que tú puedes hacer si compartes valor real. En últimas, tal y como lo dijo Jim Rohn, se trata de elegir entre el dolor de la disciplina, de la constancia, y el dolor del arrepentimiento.

Nos han enseñado que la disciplina es difícil, aburrida o que es una cualidad concedida a unos pocos. En realidad, es una habilidad y como tal cualquiera que lo desee la puede desarrollar, la puede cultivar. Piensa en todos aquellos logros de los que te enorgulleces: tras ellos hay una gran dosis de disciplina, que a veces no fue agradable, pero que a la postre marcó la diferencia.

Y eso, precisamente, es lo que tú puedes hacer si eliges aceptar mi invitación a compartir quién eres y qué haces. Sí, puedes marcar la diferencia en la vida de otros. O también puede cargar con el arrepentimiento de no haberlo hecho, de ni siquiera haberlo intentado, y permitir que eso que la vida te concedió en forma de múltiples bendiciones se marchite porque no lo compartiste.

“Lo que no se comparte, no se disfruta”, le aprendí a un amigo. Y, créeme, nada de lo que posees, de lo que has vivido, de lo que has aprendido, es casual. Sin embargo, carece de sentido si lo guardas solo para ti, porque la única razón por la cual te fue concedido es para que lo transmitas, lo multipliques. El dolor que elijas, disciplina o arrepentimiento, determinará tu recompensa…

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La marca (el mensaje) eres tú: 5 claves para potenciarla

¿Sabías que todo lo que haces, y cómo lo haces, es un mensaje poderoso? ¿Y que aquello que no haces también comunica? Es lo que conocemos como personal branding o marca personal. Un concepto que, si le preguntas a Mr. Google, te informará que fue acuñado por Tom Peters, un escritor estadounidense, en el artículo titulado The Brand Called You (La marca llamada tú).

Se publicó en la revista Fast Company, el 31 de agosto de 1997. La idea básica del texto es que cualquier persona, toda persona, debe verse a sí misma como una marca que está en constante competencia con otras marcas (otras personas) en procura de atención. Según Peters, el conocimiento, las experiencias y las habilidades son la base de la marca personal.

Asegura, así mismo, que para influir en el mercado, en otras personas, es indispensable construir una marca personal poderosa, fuerte. Es, precisamente, lo que cada día vemos en personalidades como políticos, artistas (cantantes, escritores, actores) o deportistas, entre otras, que transmiten un mensaje que es consumido por sus seguidores y grandes audiencias.

“Tu marca es lo que dicen de ti cuando no estás presente”, es una frase que se le atribuye a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, y que resume a la perfección el sentido de la marca personal. Es, en otras palabras, el impacto (positivo o negativo) que generas en otras personas en cada una de tus interacciones con ellas, la huella que dejas en la vida de otros con tu mensaje.

Desde siempre, en el ámbito de los negocios se habló de marca, pero referida a las empresas, a los negocios, no a las personas. Fue solo después de la irrupción de internet, más el artículo de Peters, cuando se comenzó a hablar de las marcas persona. En un comienzo se concibió como algo exclusivo de los famosos, las figuras públicas reconocidas, pero ahora se generalizó.

¿Eso qué significa? Que todos, absolutamente todos, somos una marca personal. Lo irónico es que muchas personas no lo entienden o no lo perciben así y menosprecian el impacto que están en capacidad de generar. O, peor aún, se dedican a imitar a algún personaje público con la idea de que ellas también serán adoradas, de que el brillo de la estrella las cobijará.

Todos, absolutamente todos, nos convertimos en una marca personal el día en que nacemos y la construimos hasta el día en que morimos. Lo hacemos de manera consciente o inconsciente. Por supuesto, quienes entienden su importancia y trabajan para potenciarla son aquellos que mayores réditos obtienen. Es decir, mayor influencia ejercen sobre los que los rodean.

Hoy, gracias a las poderosas y recursivas herramientas que nos ofrece la tecnología, hay una gran cantidad de influenciadores. Una tendencia que ha ido en crecimiento impulsada por las astronómicas cifras que estos reciben por cuenta de la publicidad y, también, de la cantidad de seguidores que acumulan. La mayoría de ellos, sin embargo, son unos payasos ridículos.

Su virtud, seguramente la única, es saber sacar provecho de los bajos instintos de una audiencia en busca de mecanismos de escape a una realidad agobiante y traumática. Por lo mismo, también son estrellas fugaces que brillan un corto tiempo y luego desaparecen, se extinguen. Bien sea porque entraron en desgracia, bien porque el público se aburrió de ellas.

Hoy, igualmente, no importa a qué te dedicas, qué cargo ocupas o qué tan reconocido eres: todos, absolutamente todos, necesitamos ser una marca personal. Una consciente, una que sea coherente, una que aporte valor a su entorno, una capaz de dejar huella (o legado) en este mundo. Una que, sobre todo, tenga la capacidad de inspirar a otros a ser su mejor versión.

Con tu conocimiento, las experiencias que has vivido, el aprendizaje surgido de tus errores, más los dones y talentos que te regaló la naturaleza, ya eres una marca personal poderosa. ¿Lo sabías? ¿Eres consciente de ello? ¿Lo aprovechas? ¿Ya definiste el mensaje que quieres transmitir? ¿Ya sabes cuál es la marca personal que te identifica y cómo comunicarla?

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Veamos algunas claves que seguro te van a ayudar:

1.- Autenticidad.
¿Sabes por qué son efímeras las marcas personales hoy? Porque son burdas copias de otras marcas. Así de sencillo, así de triste. El mercado te adorará o te odiará, porque esa es la realidad, por ser tú, tú mismo, auténtico. Si te empeñas en ocultar tus defectos o debilidades o, de otro modo, por mostrarte perfecto, tu marca será rechazada por no ser auténtica.

Ya eres distinto, así naciste: un modelo único e irrepetible. No tienes que imitar a nadie, no puedes copiar a nadie. Además, lo que el mercado anhela es encontrar marcas personales poderosas y auténticas que lo puedan inspirar, que sean honestas y coherentes. Si no eres auténtico, no eres una marca personal: tan solo, quizás, puedas llegar a ser una buena copia.

2.- Mensaje.
No puedes salvar al mundo, así te empeñes. Nadie, en solitario, puede hacerlo. Sin embargo, y esto es maravilloso, todos podemos cambiar algo de nuestro mundo, de nuestro entorno, con pequeñas acciones que generar grandes y profundos cambios. Olvídate de las frases bonitas y sonoras, de los clichés que pululan en internet, de los libretos perfectos que tantos pregonan.

¿Cuál es tu mensaje? Una vez lo hayas definido y lo compartas con las personas correctas, es decir, con aquellas que se identifican con tu propósito de vida y están dispuestas a recorrer el camino contigo, se creará una poderosa cadena de intercambio de beneficios. El poder de tu marca personal es tu mensaje. Lo demás, todo lo demás, es accesorio, segundario o irrelevante.

3.- Tu historia.
No eres un superhéroe y no vas a salvar al mundo, eso está claro. Pero, eso no es un problema. ¿Por qué? Porque tu mayor valor, tu principal activo, es precisamente ser una persona común y corriente que consigue logros extraordinarios, que deja huellas positivas y profundas. Algunos se esfuerzan en mostrarse como víctimas de la vida y solo logran despertar lástima.

Más que saber de tus dificultades, que por supuesto son pertinentes, lo que el mercado quiere saber es cómo las superaste, a qué recurriste (y si funcionó) y quién te ayudó. Y no te olvides de lo más importante: cuál fue el resultado obtenido, es decir, cómo es tu vida hoy, después de sufrir esa transformación. Utiliza tu historia para inspirar a otros a que tomen acción.

4.- Los errores.
Aparecerán en el camino. Y tu tarea no consiste en tratar de evitarlos, porque no lo lograrás, sino en aprender de ellos. Un error no es más que una oportunidad de aprendizaje, una lección que la vida te ofrece para que te des cuenta de algo que no funciona o que haces mal. Es tan solo un llamado de atención, así que no te obsesiones con él y continúa con tu camino.

Las marcas personales poderosas no son perfectas, porque nadie lo es. Son, precisamente, las que han aprendido de sus errores y, lo mejor, han dejado atrás esos acontecimientos y no los cargan consigo. Eso sí: cuanto más rápido te equivoques, más rápido aprenderás y, además, es muy probable que el precio del error sea menor. Aunque te equivoques, cree en ti.

5.- Coherencia.
Con la autenticidad, son las características fundamentales de tu marca personal. Lo que piensas, lo que sientes, lo que dices y lo que haces (y cómo lo haces) debe estar conectado. No puede haber vacío o incoherencias (contradicciones) porque, de lo contrario, tu marca se irá abajo. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que ser coherentees más fácil de lo que se antoja.

¿Cómo lograrlo? Ser auténtico, tener claro tu mensaje y la forma de transmitirlo y, en especial, dedicarte a servir a otros. Esa es la clave: servir. Cuanto más sirvas, mayor será el impacto positivo que puedas provocar y, por ende, mayor la huella que dejarás. Coherencia + servicio desinteresado son los ingredientes de la fórmula del éxito en cualquier actividad en la vida.

Vivimos la era de las marcas, pero de las marcas personales. Hoy, especialmente si eres de quienes vivimos de nuestro talento y conocimiento, sabes que TÚ ERES LA MARCA. Todo el tiempo encarnamos un mensaje poderoso y todo el tiempo nos vendemos, nos ponemos a disposición de otros. Por eso, es imprescindible trabajar tu marca, desarrollarla y potenciarla.

Tu marca personal te acompañará hasta el último de tus días y, además, cuando tú te vayas de este mundo permanecerá acá, en la memoria de quienes te conocieron, de aquellos con los que tuviste contacto, en los que recibieron tu impacto positivo. No te definen un cargo, un salario, unos bienes o lo que acumulas en redes sociales: lo que te define es tu marca personal.

Moraleja: lo primero es ser consciente de que eres una marca personal y, después, darte a la tarea de trabajar en ella. Cada día. Con consistencia, con disciplina. Siguiendo un plan y unas estrategias específicas. Y, lo más importante: transmitiendo un mensaje poderoso que les aporte valor a otros, que deje huella en su vida, que garantices que serás inolvidable.

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