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Eres una marca personal poderosa: ¿cómo gestionarla? (consejos de una experta)

“Mi misión es impulsar tu posicionamiento! Soy asesora en marca personal, comunicación e imagen profesional estratégica. Trayectoria de 20 años”. Con estas palabras, Alejandra Flores, o Ale Flores Asesora, se presenta en su página web. Una definición que, sin duda, se queda corta, algo de lo que te das cuenta cuando la conoces o, como este caso, cuando la escuchas.

Brevemente, la historia: con Ale nos conocimos a través de Club House, la plataforma de audio que irrumpió con fuerza a comienzos de 2021 y luego se desinfló. En aquel momento, participé en varias ediciones de la sala a cargo de Susana Jacques y Alberto Pérez, compañeros en el Círculo Interno, la comunidad privada de mi amigo y mentor Álvaro Mendoza, ‘el Padrino’.

Compartía consejos de copywriting, estilo y storytelling para escribir y optimizar los perfiles en redes sociales, en especial, Instagram y Club House. En unas de esas sesiones estuvo Ale, con quien nos conectamos de inmediato a través de internet. Por mi parte, la empatía fue rápida por las afinidades profesionales, porque me encantó su autenticidad y por una de sus especialidades.

¿Cuál? La marca personal. Este concepto, que saltó a la escena apenas a finales de los años 90, es hoy uno de los valores transversales del desarrollo profesional. No importa a qué te dedicas, si eres parte de una empresa o trabajas por tu cuenta, si lo haces dentro o fuera de internet. Hoy, el mercado elige (privilegia) a aquellos que encarnan marcas personales poderosas.

Elon Musk, Roger Federer, Barack Obama, J.K. Rowling, Shakira o el papa Francisco. ¿Te suenan estos nombres? Sí, por supuesto que sí, porque todos son personajes internacionales muy reconocidos, referentes en sus actividades, en su oficio. Pero, además, en especial, porque son marcas personales poderosas, de esas que provocan un impacto positivo.

En alguna ocasión, Ale me invitó a uno de sus lives en Facebook, en el que hablé sobre una de mis especialidades y pasiones: el storytelling. Más adelante, tuvimos el honor de compartir con ella en una Charla con Álvaro Mendoza, un rato que fue divertido y muy enriquecedor en varias formas. Sn embargo, había una asignatura pendiente: que acudiera al Círculo Interno.

En esta comunidad, de la que hacemos parte más de 30 emprendedores y empresarios de EE. UU., España, México, Argentina, Chile, Colombia y Venezuela, nos reunimos todas las semanas el día viernes, a la 1 de la tarde hora de Miami. Con frecuencia, invitamos a expertos en temas que son de común interés y, por fin, llegó el momento de invitar a Ale. ¡Y fue un placer!

Hablar de marca personal con emprendedores y empresarios no es fácil. Muchos de ellos, la mayoría, están convencidos de que las estrategias y la tecnología, con sus poderosas herramientas, son todo lo que requieren para alcanzar sus objetivos. Lamentablemente, no es así, no en estos tiempos modernos, más allá de que la realidad parece contradecirnos.

¿Cuál es el error? El marketing, tal y como antes de la era digital, consiste en servir, en suplir las necesidades apremiantes del mercado. Lo que cambió fue el decorado, la escenografía, porque pasamos del ámbito estrictamente físico a lo digital, a lo virtual, de la mano de una gran variedad de increíbles herramientas. El objetivo, sin embargo, es el mismo de antes.

El marketing, además, consiste básicamente en establecer relaciones con otros. Personas que se relacionan con otras para realizar un intercambio de beneficios, ya no una mera transacción económica. Intercambio de servicios, de conocimiento, de productos, de contactos, no solo de una mercancía a cambio de dinero con el pasado. Aquí, la clave está en las personas.

Por eso, justamente por eso, la marca personal es tan importante. ¿Recuerdas tu niñez o tu juventud en el barrio? El zapatero eran don Pedro, el sastre era don José, el carnicero era don Aníbal y Rosita era la gentil señora que nos atendía con donaire en la cafetería. ¿Entiendes hacia dónde voy? Ellos, sin saberlo, sin pretenderlo, ya eran una marca personal poderosa.

Hoy, todos, absolutamente todos, somos una marca personal. O debemos serlo. ¿Por qué? Porque el mercado cambió, porque hoy el producto eres tú, el médico, el abogado, el mecánico, el periodista, el consultor de marketing, el coach, en fin. A diferencia del pasado, del siglo pasado, cada uno de nosotros es uno entre mil, entre millones, y no es fácil sobresalir.

La competencia es feroz, tanto por lo amplia como por lo buena, en algunos casos, y por lo despiadada, en otros. Hoy, cualquiera que tenga la capacidad de abrir un canal en YouTube o una cuenta en TikTok es una marca, un influencer. Marcas débiles, efímeras, superficiales, pero que logran atraer la atención de cientos, miles o millones de seguidores y ganan dinero.

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Que, por supuesto, no es el fin de la marca personal, sino una eventual consecuencia de ella. Es decir, la marca personal no es un libreto para vender más, figurar más, sino el reflejo de tu esencia. Si los ojos son el espejo del alma, la marca personal es el reflejo de lo que eres como ser humano y, de manera especial, del propósito de vida y la misión que te encomendaron.

“Si no comunicas, no eres visible”, fue una de las lecciones poderosas que nos dejó Ale. Hoy, tanto en el marketing, en el ámbito laboral como en la vida común el juego es la visibilidad. Necesitas que te vean para que te presten atención, para que escuchen tu mensaje y, si es el caso, para que compren lo que ofreces. Necesitas ser visible para poder generar impacto.

Míralo de la siguiente manera: si tienes un hijo pequeño o una mascota, lo entenderás. Tienen la capacidad de hacer caso omiso de las órdenes o instrucciones salvo que las impartas tú. Es tu figura de autoridad la que infunde respeto, la única que reconocen. Igual sucede en el trabajo, en los negocios, en las relaciones de pareja, en el deporte, en cualquier otro ámbito.

Si no comunicas, pierdes la oportunidad de generar un impacto en las audiencias”, asegura Ale. El marketing, las ventas, no se trata de vender, ya se dijo, sino de establecer relaciones. Y lo que sabes, lo que has aprendido, todo lo que te han enseñado las experiencias vividas y el aprendizaje surgido de tus errores y fracasos son un poderoso mensaje que debes compartir.

Porque, por si no lo sabías, esa es la razón por la cual llegaste a este mundo: para ayudar a otros. Pero, claro, necesitas que esos otros te vean, te atiendan, y para que eso se dé debes ser una marca personal fuerte. “Lo que mucha gente no entiende es que la marca personal se trabaja a partir de tus fortalezas, no de tus debilidades”, dijo Ale. ¿Así o más contundente?

“Tu marca es lo que dicen de ti cuando no estás presente”, afirma Jeff Bezos, fundador de Amazon, uno de los hombres más ricos, poderosos e influentes de la actualidad. Y, claro está, una marca personal fuerte, impactante. La marca es el reflejo de lo que tú eres, no lo olvides, y también es lo que proyectas, lo que comunicas, así que ten cuidado con tus mensajes.

La marca personal, a diferencia de lo que piensan muchos, no tiene que ver con la popularidad o la fama: se relaciona directamente con la influencia. Es decir, de lo que se trata es de qué haces con tus fortalezas, a cuántas personas puedes ayudar”, explicó Ale. Como ves, la marca personal es una poderosa herramienta y tristemente algunos la desprecian, no la aprovechan.

“Tus atributos personales, tus valores, son los factores diferenciadores, los que te hacen único”, afirma Ale. Es decir, la marca personal surge del autoconocimiento y de la autoestima. Debes cultivar uno y otra, porque de lo contrario no tendrás control sobre lo que comunicas y eso, quizás lo sabes, no es una buena idea. ¿Por qué? Porque quedas a merced de las percepciones.

Es decir, quedas sometido a lo que cada persona interpreta, que por lo general no corresponde a la realidad. Esa es la razón por la cual muchas personas, en ocasiones, se forman una imagen negativa de ti en un primer contacto: tu marca personal no transmite, no es poderosa, tu mensaje es débil. Y no puedes permitirte ese lujo porque serás invisible para los demás.

Tu marca personal debe estar conectada con tu propósito de vida, con la misión que te fue encomendada”, explica Ale. Recuerda: la marca personal es el espejo de tu esencia, transmite lo que eres como ser humano, como profesional, como amigo, como pareja, como ciudadano. ¿Sabes cuál es tu propósito? ¿Identificaste tu misión en mundo? ¿Sabes a qué viniste?

Una vez tengas la respuesta, comienzo el proceso interesante, apasionante: la gestión de la marca personal. Que, en últimas, fue el aprendizaje más poderoso que nos transmitió Ale en su presentación. La marca personal ya está, ERES TÚ, con tus fortalezas, defectos, pasiones, conocimiento, experiencias, creencias y, por supuesto, tus miedos y tus emociones.

La tarea es ¿qué hacer con esto? ¿Para qué sirve? ¿A quién le sirve? ¿Contribuye a que cumplas con el propósito de tu vida? Es un camino de ida y vuelta: todo aquello que tú eres como ser humano compone tu marca personal y, de vuelta, esa marca personal es un mensaje poderoso que le transmites al mundo, a todas las personas con las que interactúas.

La gestión de la marca personal es la asignatura pendiente para la mayoría de las personas. ¿Por qué? Desconocen cuál es su marca personal, por un lado, o no saben cómo o para qué utilizar, por otro. Cualquiera que sea la respuesta correcta, es una carencia manifiesta que tarde o temprano te generará problemas, te limitará, impedirá que la gente aprecie tu valor.

Y, quizás lo sabes, la vida es un privilegio que tiene fecha de expiración, nuestro paso por este mundo es muy corto y, por ende, la idea es aprovechar al máximo cada segundo, cada día. Y esto solo lo puedes hacer cuando a través de la interacción con otros, con tu entorno, dejas una huella positiva, cumples tu propósito de vida y aprovechas tu paso por este planeta.

No te quiebres la cabeza, no busque lo que ya es: TÚ eres una marca personal. Todo lo que se necesita está en ti, todo lo bueno que puedes ofrecerle al mundo está en ti, todo lo que las personas anhelan está en ti a partir de tu conocimiento, experiencias, valores, principios o creencias. La misión que te ha sido encomendada, si decides aceptarla, es gestionar tu marca personal.

Si te interesa conocer un poco más acerca de la marca personal o de Ale Flores, te dejo los enlaces a su perfiles en redes sociales:

https://www.linkedin.com/in/ale-flores-asesora/recent-activity/all/
https://www.facebook.com/alefloresasesoria/about

Así mismo, te invito a que participes en el evento ‘Proyecta y monetiza tu marca personal’, que ella, junto con su hermana Jenny, realizará de manera gratuita, los días 7, 8 y 9 de marzo a las 8 p. m. hora de Miami: https://marca.strategia506.com/evento

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La marca (el mensaje) eres tú: 5 claves para potenciarla

¿Sabías que todo lo que haces, y cómo lo haces, es un mensaje poderoso? ¿Y que aquello que no haces también comunica? Es lo que conocemos como personal branding o marca personal. Un concepto que, si le preguntas a Mr. Google, te informará que fue acuñado por Tom Peters, un escritor estadounidense, en el artículo titulado The Brand Called You (La marca llamada tú).

Se publicó en la revista Fast Company, el 31 de agosto de 1997. La idea básica del texto es que cualquier persona, toda persona, debe verse a sí misma como una marca que está en constante competencia con otras marcas (otras personas) en procura de atención. Según Peters, el conocimiento, las experiencias y las habilidades son la base de la marca personal.

Asegura, así mismo, que para influir en el mercado, en otras personas, es indispensable construir una marca personal poderosa, fuerte. Es, precisamente, lo que cada día vemos en personalidades como políticos, artistas (cantantes, escritores, actores) o deportistas, entre otras, que transmiten un mensaje que es consumido por sus seguidores y grandes audiencias.

“Tu marca es lo que dicen de ti cuando no estás presente”, es una frase que se le atribuye a Jeff Bezos, el fundador de Amazon, y que resume a la perfección el sentido de la marca personal. Es, en otras palabras, el impacto (positivo o negativo) que generas en otras personas en cada una de tus interacciones con ellas, la huella que dejas en la vida de otros con tu mensaje.

Desde siempre, en el ámbito de los negocios se habló de marca, pero referida a las empresas, a los negocios, no a las personas. Fue solo después de la irrupción de internet, más el artículo de Peters, cuando se comenzó a hablar de las marcas persona. En un comienzo se concibió como algo exclusivo de los famosos, las figuras públicas reconocidas, pero ahora se generalizó.

¿Eso qué significa? Que todos, absolutamente todos, somos una marca personal. Lo irónico es que muchas personas no lo entienden o no lo perciben así y menosprecian el impacto que están en capacidad de generar. O, peor aún, se dedican a imitar a algún personaje público con la idea de que ellas también serán adoradas, de que el brillo de la estrella las cobijará.

Todos, absolutamente todos, nos convertimos en una marca personal el día en que nacemos y la construimos hasta el día en que morimos. Lo hacemos de manera consciente o inconsciente. Por supuesto, quienes entienden su importancia y trabajan para potenciarla son aquellos que mayores réditos obtienen. Es decir, mayor influencia ejercen sobre los que los rodean.

Hoy, gracias a las poderosas y recursivas herramientas que nos ofrece la tecnología, hay una gran cantidad de influenciadores. Una tendencia que ha ido en crecimiento impulsada por las astronómicas cifras que estos reciben por cuenta de la publicidad y, también, de la cantidad de seguidores que acumulan. La mayoría de ellos, sin embargo, son unos payasos ridículos.

Su virtud, seguramente la única, es saber sacar provecho de los bajos instintos de una audiencia en busca de mecanismos de escape a una realidad agobiante y traumática. Por lo mismo, también son estrellas fugaces que brillan un corto tiempo y luego desaparecen, se extinguen. Bien sea porque entraron en desgracia, bien porque el público se aburrió de ellas.

Hoy, igualmente, no importa a qué te dedicas, qué cargo ocupas o qué tan reconocido eres: todos, absolutamente todos, necesitamos ser una marca personal. Una consciente, una que sea coherente, una que aporte valor a su entorno, una capaz de dejar huella (o legado) en este mundo. Una que, sobre todo, tenga la capacidad de inspirar a otros a ser su mejor versión.

Con tu conocimiento, las experiencias que has vivido, el aprendizaje surgido de tus errores, más los dones y talentos que te regaló la naturaleza, ya eres una marca personal poderosa. ¿Lo sabías? ¿Eres consciente de ello? ¿Lo aprovechas? ¿Ya definiste el mensaje que quieres transmitir? ¿Ya sabes cuál es la marca personal que te identifica y cómo comunicarla?

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Veamos algunas claves que seguro te van a ayudar:

1.- Autenticidad.
¿Sabes por qué son efímeras las marcas personales hoy? Porque son burdas copias de otras marcas. Así de sencillo, así de triste. El mercado te adorará o te odiará, porque esa es la realidad, por ser tú, tú mismo, auténtico. Si te empeñas en ocultar tus defectos o debilidades o, de otro modo, por mostrarte perfecto, tu marca será rechazada por no ser auténtica.

Ya eres distinto, así naciste: un modelo único e irrepetible. No tienes que imitar a nadie, no puedes copiar a nadie. Además, lo que el mercado anhela es encontrar marcas personales poderosas y auténticas que lo puedan inspirar, que sean honestas y coherentes. Si no eres auténtico, no eres una marca personal: tan solo, quizás, puedas llegar a ser una buena copia.

2.- Mensaje.
No puedes salvar al mundo, así te empeñes. Nadie, en solitario, puede hacerlo. Sin embargo, y esto es maravilloso, todos podemos cambiar algo de nuestro mundo, de nuestro entorno, con pequeñas acciones que generar grandes y profundos cambios. Olvídate de las frases bonitas y sonoras, de los clichés que pululan en internet, de los libretos perfectos que tantos pregonan.

¿Cuál es tu mensaje? Una vez lo hayas definido y lo compartas con las personas correctas, es decir, con aquellas que se identifican con tu propósito de vida y están dispuestas a recorrer el camino contigo, se creará una poderosa cadena de intercambio de beneficios. El poder de tu marca personal es tu mensaje. Lo demás, todo lo demás, es accesorio, segundario o irrelevante.

3.- Tu historia.
No eres un superhéroe y no vas a salvar al mundo, eso está claro. Pero, eso no es un problema. ¿Por qué? Porque tu mayor valor, tu principal activo, es precisamente ser una persona común y corriente que consigue logros extraordinarios, que deja huellas positivas y profundas. Algunos se esfuerzan en mostrarse como víctimas de la vida y solo logran despertar lástima.

Más que saber de tus dificultades, que por supuesto son pertinentes, lo que el mercado quiere saber es cómo las superaste, a qué recurriste (y si funcionó) y quién te ayudó. Y no te olvides de lo más importante: cuál fue el resultado obtenido, es decir, cómo es tu vida hoy, después de sufrir esa transformación. Utiliza tu historia para inspirar a otros a que tomen acción.

4.- Los errores.
Aparecerán en el camino. Y tu tarea no consiste en tratar de evitarlos, porque no lo lograrás, sino en aprender de ellos. Un error no es más que una oportunidad de aprendizaje, una lección que la vida te ofrece para que te des cuenta de algo que no funciona o que haces mal. Es tan solo un llamado de atención, así que no te obsesiones con él y continúa con tu camino.

Las marcas personales poderosas no son perfectas, porque nadie lo es. Son, precisamente, las que han aprendido de sus errores y, lo mejor, han dejado atrás esos acontecimientos y no los cargan consigo. Eso sí: cuanto más rápido te equivoques, más rápido aprenderás y, además, es muy probable que el precio del error sea menor. Aunque te equivoques, cree en ti.

5.- Coherencia.
Con la autenticidad, son las características fundamentales de tu marca personal. Lo que piensas, lo que sientes, lo que dices y lo que haces (y cómo lo haces) debe estar conectado. No puede haber vacío o incoherencias (contradicciones) porque, de lo contrario, tu marca se irá abajo. Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que ser coherentees más fácil de lo que se antoja.

¿Cómo lograrlo? Ser auténtico, tener claro tu mensaje y la forma de transmitirlo y, en especial, dedicarte a servir a otros. Esa es la clave: servir. Cuanto más sirvas, mayor será el impacto positivo que puedas provocar y, por ende, mayor la huella que dejarás. Coherencia + servicio desinteresado son los ingredientes de la fórmula del éxito en cualquier actividad en la vida.

Vivimos la era de las marcas, pero de las marcas personales. Hoy, especialmente si eres de quienes vivimos de nuestro talento y conocimiento, sabes que TÚ ERES LA MARCA. Todo el tiempo encarnamos un mensaje poderoso y todo el tiempo nos vendemos, nos ponemos a disposición de otros. Por eso, es imprescindible trabajar tu marca, desarrollarla y potenciarla.

Tu marca personal te acompañará hasta el último de tus días y, además, cuando tú te vayas de este mundo permanecerá acá, en la memoria de quienes te conocieron, de aquellos con los que tuviste contacto, en los que recibieron tu impacto positivo. No te definen un cargo, un salario, unos bienes o lo que acumulas en redes sociales: lo que te define es tu marca personal.

Moraleja: lo primero es ser consciente de que eres una marca personal y, después, darte a la tarea de trabajar en ella. Cada día. Con consistencia, con disciplina. Siguiendo un plan y unas estrategias específicas. Y, lo más importante: transmitiendo un mensaje poderoso que les aporte valor a otros, que deje huella en su vida, que garantices que serás inolvidable.

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Lees, ¿pero no escribes? Te estás privando de la mitad de la diversión

Quizás no lo aprecias como deberías porque es algo que nació en ti, que nació contigo, y entonces lo ves como algo natural. Sin embargo, créeme, es algo extraordinario. De hecho, es un privilegio del ser humano, la única especie del planeta que puede leer y escribir. Lo mejor es qué puedes hacer con ese privilegio, qué impacto recibes y provocas con lo que lees, con lo que escribes.

Si me conoces o has leído algunas de mis publicaciones, sabrás que me gusta llevar la contraria, ir en contravía de lo que hace la mayoría. Y no por capricho (no siempre), sino porque siempre fui así y no solo lo disfruto, sino que además obtengo los resultados que espero. Y mi oficio, por supuesto, es una clara manifestación de esta forma de ser.

¿A qué me refiero? Soy un pésimo lector (podría ser el peor del mundo) y, en cambio, soy un prolífico escritor (escribo casi todos los días). Lo común es que una persona sea buena lectora, pero que le cueste trabajo escribir. No debería ser así, puesto todos, absolutamente todos, aprendemos a leer y a escribir en la escuela primaria y lo hacemos el resto de la vida.

Sí, lo hacemos todo el tiempo. La mayoría de las veces, tristemente, por obligación, es decir, leemos o escribimos para cumplir con los deberes del estudio o del trabajo y muy poco, casi nada, para regocijo propio, por el placer de disfrutar de esas habilidades únicas que nos dio la naturaleza. Y está mal, porque nada de lo que se hace por obligación nos genera felicidad.

Porque felicidad, precisamente, es lo que damos y recibimos cuando escribimos, cuando leemos. Como escritor, es maravillosa la experiencia de saber que hay una persona, tan solo una, que disfruta tu producción. Y más maravillosa aún cuando son miles o millones las que aprecian y agradecen tu escrito. Irónicamente, es algo imposible de describir con palabras.

Como lector, es increíble la experiencia de conectarte con un autor al que no conoces, al que quizás nunca conocerás, pero que a través de sus textos sientes muy cercano. Y no solo eso: se establece una poderosa conexión emocional a través de la empatía, de la identificación, al punto que llegas a vivir sus tramas, a sentirte protagonista de tus historias, de sus relatos.

No sabes, no puedes entender (y no hay forma de explicarlo, tampoco), cómo alguien que no te conoce es capaz de escribir un texto, un libro, que parece hecho especialmente para ti. Como si te hubiera preguntado qué historia querrías leer o cuáles son las emociones que más te conmueven para agitarlas. No sabes por qué conoce a la perfección tus puntos débiles.

Cuando escribes, eres Dios (y perdóname que lo ponga en esos términos). Estás en capacidad de crear el mundo que quieres, los personajes que quieras, las historias que quieras. No hay un límite, porque tu imaginación y tu creatividad no tienen límites. Inclusive, puedes tomar una historia ya escrita y reformarla tantas veces como quieras, de tantas formas como quieras.

Cuando lees, te transportas a increíbles mundos imaginarios que no solo despiertan tu imaginación, sino que te producen emociones diversas. Puedes reír, puedes llorar, puedes enamorarte, puedes sufrir, puedes sentir lástima, puedes ser parte de una celebración. No hay límites, tampoco, en especial cuando puede establecer una conexión con el autor.

Nos dicen que solo puedes escribir si antes has leído mucho, pero no es cierto. Lamento si ataco una creencia tan arraigada. Mi caso particular es clara muestra de ello (y no soy la excepción que confirma la regla). La verdad es que para necesitas estar informado y la información no solo proviene de la lectura: también, de las experiencias, de la observación.

Es algo que me gusta repetir no solo porque es verdad, sino porque derriba uno de los grandes temores del común de las personas: todo lo que necesitas para comenzar a escribir está en ti, dentro de ti. Conocimiento, experiencias, miedos, ilusiones, pasión, imaginación, creatividad y, especialmente, dos habilidades poderosas: observar y escuchar (te recomiendo esta nota).

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Si no escribes, cualquiera que sea la razón que te detiene, no imaginas de cuántas experiencias maravillosas te privas, de cuánto impacto positivo estás en capacidad de provocar en la vida de otros. Cuando escribes y le brindas un poco de felicidad a alguien, tan solo un poco, la vida te recompensa de mil y una formas increíbles. Te lo digo con conocimiento de causa, lo he vivido.

Si no lees, sin necesidad de ser un devorador de libros o cualquier otro tipo de textos, te pierdes la posibilidad de acceder a conocimiento valioso; a experiencias que no has vivido y que te sirven, te permiten conocer algo del mundo y de la vida que no estaba a tu alcance. Te pierdes también la posibilidad de ingresar a universos imaginarios que hacen mejor tu vida.

Te comparto un dato que vi en una nota en internet: la venta de libros impresos, una especie a la que habían declarado en extinción, a la que le habían aplicado los santos óleos, solo cayó un 4 % durante 2020, en plena pandemia. Una sorpresa, en especial para las editoriales, que ya se veían condenadas a desaparecer. Sin embargo, el mercado se pronunció y dictó su sentencia.

¿Por qué te menciono esto? Para que disfrutes el paquete completo. ¿A qué me refiero? A que si te gusta leer, no te quedes solo con el 50 por ciento del privilegio que nos fue concedido a los seres humanos: aprovecha el otro 50 por ciento y escribe. Lo ocurrido en los últimos meses nos enseña lo que podemos recibir y lo que estamos en capacidad de dar a través de estas dos habilidades.

Leer y escribir son un acto de rebeldía, la máxima expresión de libertad del ser humano. Además, es una terapia, un hábito liberador. Durante la pandemia, en medio de la soledad y de la incertidumbre, agobiados por el miedo, acorralados por la muerte, leer y escribir nos permitieron sobrevivir, mantenernos a salvo. Sin leer y escribir, no lo habríamos logrado.

El ocio, en cualquiera de sus manifestaciones, y leer y escribir forman parte de ese universo, nos liberan del estrés, de la tensión y nos permiten soltar las cargas negativas. Así lo han comprobado diversos estudios. El escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que de todos los inventos creados por el hombre el libro era el más asombroso, el de mayor impacto en la vida.

Mientras, el sicólogo social estadounidense James Pennebaker determinó que hay efectos positivos en escribir, en especial si lo hacemos acerca de las experiencias traumáticas que hemos vivido. Desde las más insignificantes hasta las que nos provocaron grandes traumas, en especial sobre estas últimas. La escritura es una forma de combatir y vencer a tus miedos.

La argentina Silvia Adela Kohan, filóloga y autora del libro La escritura terapéutica (2013), afirma que “escribir un diario para luchar contra la cobardía, vaya si es un ejercicio saludable para mí. Soy mi propia interlocutora. Me atrevo a escucharme y tomo nota. Desato nudos. Deshago grumos. Me impulsa el deseo irrefrenable de dar un nuevo significado al mundo”.

Hoy, el mundo necesita más personas que se atrevan a aceptar el reto de escribir no solo para compartir su conocimiento y experiencias, sino para hacer más llevadera la vida de quienes no son tan afortunados, de quienes han sido duramente golpeados. Lo mejor de escribir, ¿sabes qué es lo mejor? Que nunca sabes qué impacto puedes generar, pero siempre provocas algo.

Si eres un buen lector, te felicito. Sin embargo, te invito a que termines la tarea, a que te des la oportunidad de escribir y transmitir a otros el poderoso mensaje que hay en ti. No necesitas convertirte en un escritor profesional o algo por el estilo, pues hoy disponemos de increíbles y varias herramientas y oportunidades para comunicarnos con otros, para dejar huella positiva.

La vida me enseñó que “aquello que no se comparte, no se disfruta” y lo compruebo cada día, con cada texto que publico. Me honra y me hace muy feliz saber que al menos hay una persona, tan solo una, que lo aprovecha, que lo valora, que lo agradece. Termina de cerrar el círculo, haz el otro 50 %: descubre y activa el buen escritor que hay en ti: ¡no te arrepentirás!

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