Categorías
General

¿Extensión, formato, canal? Mejor, privilegia la calidad de tu contenido

¿Largo o corto? La respuesta es mucho más sencilla de lo que te imaginas: tanto (corto o largo) como se necesite para transmitir tu mensaje. Olvídate de las pavorosas tendencias que dicen que “la gente ya no lee”, “la gente no tiene tiempo para leer” y otros bulos por el estilo. Porque, la verdad, son solo eso: bulos, mentiras que se levantan como espesas cortinas de humo.

¿Para qué? Para tratar de ocultar la incapacidad de producir un mensaje poderoso que genere un impacto (ojalá positivo) en la audiencia. Los que insisten en que hay que escribir corto, o que los videos deben ser cortos, no tienen mucho que decir o no saben cómo decirlo. Porque la realidad es bien distinta y los ejemplos, que sobran, no tienen discusión. ¿Quieres saber cuáles ejemplos?

Los niveles de lectura se incrementaron durante la pandemia. Era algo de suponer, ¿cierto? Con las personas confinadas en casa, estresadas en medio de un ambiente de incertidumbre y dolor, era inevitable buscar algún escape, un elíxir para la mente. Muchos optaron por la lectura. Lo mejor, ¿sabes que es lo mejor? Que inclusive después de la pandemia los niveles se han sostenido.

Uno más: el auge de las ferias del libro en Latinoamérica. Bogotá (Colombia), Lima (Perú), Buenos Aires (Argentina) y Guadalajara (México) realizan las más importantes y multitudinarias. En cada una de ellas hay más de medio millón de visitantes. Las de Alemania (Fráncfort), Francia (París), India (Nueva Deli) y Estados Unidos (Bookexpo America, en Nueva York) son otras de relevancia.

Son certámenes en los que se ofrecen miles de nuevos títulos y miles más de autores reconocidos. Muchos libros que tienen más de 300 páginas y que se venden, como se dice en Colombia, “como pan caliente”. Ciertamente, hay personas que compran libros que nunca leen, pero la mayoría no es así: de hecho, el público comprador de las ferias es cada vez más joven, nuevos lectores.

Y también hay nuevos escritores, algunos muy buenos. Que comienzan a abrirse paso en esa jungla que es el mercado editorial, que privilegia lo comercial sobre la calidad del contenido. Es decir, la dinámica del mercado se mantiene, la industria no se ha detenido ni está estancada, como aseguran algunos. Y, si tienes dudas, el libro impreso está más vigente que en décadas pasadas.

Otro ejemplo nos lo ofrecen el cine y las series de televisión o streaming. Son industrias que van en alza o que, en el peor de los casos, mantienen una audiencia fiel. Son actividades a las que las personas les dedican tiempo, y no solo durante el fin de semana. En los países latinoamericanos, además, están las telenovelas y los reality shows, que exhiben altas cifras de sintonía.

La verdad detrás de estos ejemplos es que la gente consume el contenido que le interesa en el formato que más le agrada. Lo consume bien sea por necesidad o por gusto. Y, repito, le dedica un tiempo considerable. Que no mide si el resultado de esa experiencia es gratificante, satisfactoria y le brinda un oasis de felicidad en medio de una cotidianidad colmada de dificultades y problemas.

Aquello de “hay que escribir corto, porque la gente no lee”, surgió hace un par de décadas, a raíz de la explosión de internet. Cuando las herramientas y los recursos estuvieron a disposición de cualquiera, no solo de las empresas o de los ricos, se abrieron mil y un portales web. La mayoría no tenía la capacidad de producir buen contenido y se limitaba a publicar decenas de “textos cortos”.

Por supuesto, son portales que ya desaparecieron o que, en el mejor de los casos, son clandestinos (casi nadie los lee). La muestra fehaciente de esta práctica son los medios de comunicación: en sus páginas web publican cientos de notas que ellos llaman noticias, pero que no son más que versiones cortas de rumores, chismes sin fundamento o, peor aún, informaciones distorsionadas.

Por eso, justamente por eso, están sumidos en una profunda crisis, que más que económica es de credibilidad, un valor que se perdió por completo porque las audiencias se cansaron de consumir la pornobasura que publican: no hay espíritu para salir a la calle y hacer reportería como en el pasado, no hay tiempo para la verificación, no hay tiempo para complementar las informaciones.

Sí, es cierto que hay una audiencia para esos contenidos de mala calidad, pero es inevitable: el mercado es diverso. Pero estoy seguro de que no eres tú uno de ellos (y por eso estás leyendo otro tipo de contenidos). A veces, sin embargo, hay medios que se equivocan, producen informes atractivos, serios y bien documentados. ¿Y sabes qué sucede? La gente los consume.

De nuevo, el tema no es la extensión (¿corto o largo?), sino la calidad del contenido. Una premisa que se aplica a cualquier tipo de contenido que produzcas y publiques. Es innegable que quienes producimos contenido competimos no solo contra otros productores de contenidos (algunos de ellos, muy buenos), sino contra la histeria colectiva que cunde en la cotidianidad de la vida.

calidad-contenido

La clave para determinar la extensión de tu contenido, en cualquier formato (video, audio o texto), es el estado de la relación con tu audiencia. Me explico: si las personas que van a consumir tu contenido no te conocen, no saben qué haces, no saben a qué te dedicas y tampoco saben que las puedes ayudar, requieres MÁS contenido (más cantidad, no necesariamente de mayor extensión).

Dado que hoy la competencia es muy grande, no puedes asumir que todo el mundo te conoce y sabe qué haces. Aunque tu empresa está muy posicionada en el mercado o seas el referente de tu industria como emprendedor. Recuerda que “los clientes para toda la vida” son una especie a punto de extinguirse y que, lo más importante, los consumidores cambian sus hábitos.

Si eres nuevo en el mercado o si ofreces un producto/servicio a un nuevo nicho tu estrategia de contenidos debe ser más robusta. MÁS contenido y, a veces, contenidos más extensos. ¿Por qué? Porque se trata de una audiencia fría, que requiere mayor información, que está en fase de exploración, que busca identificar la mejor opción. Además, tiene muchas objeciones.

En el mundo actual, no importa si eres médico, mecánico, escritor, coach, abogado o dueño de un negocio, y vendes algún producto o servicio, la clave del éxito radica en la confianza que estés en capacidad de desarrollar con el mercado, con todos y cada uno de tus clientes. Si confían en ti, te van a comprar, ahora o después; si no logras establecer ese vínculo, solo recibirán lo que des gratis.

¿A partir de qué surge esa confianza? De que el mercado sepa quién eres, qué haces, por qué lo haces (¿cuál es tu propósito?) y cuáles son tus resultados (¿a quién ayudaste antes?). Pero, sobre todo, de ¿cómo puedes ayudar a esas otras personas? ¿Qué les ofreces? ¿Estás capacitado para hacerlo? ¿Lo que ofreces es la verdadera solución al problema que aqueja a esas personas?

Olvídate del dinero (el precio de lo que vendes), que es absolutamente secundario. Si logras convencer al mercado de que eres su mejor opción y de que lo que ofreces es la solución real, el dinero aparecerá. Claro, siempre y cuando esas personas confíen en ti, disipen sus miedos y crean que las quieres ayudar de manera genuina, es decir, que su bienestar es lo que te mueve.

Ahora, ¿cómo crear ese vínculo de confianza? El camino más seguro (no el más corto y tampoco el más económico) es generar contenido de calidad. Corto y largo, en función del nivel de conocimiento que el mercado tenga de ti, como ya lo mencioné. Contenido en diferentes formatos y que, además, cumpla con el objetivo de educar a tu audiencia, entretenerla y nutrirla.

La comunicación con esas personas se basa en contar historias (sí, el famoso storytelling), compartir tus opiniones, demostrarles que tú pasaste por la misma situación en la que se hallan (y explicarles cómo la superaste) y que sabes cómo alcanzar el éxito (o que tienes la solución que están esperando). No es vender, de manera agresiva e invasiva, sino informar, educar y entretener.

Como lo hace un buen libro, o una buena película, o una buena serie, o un pódcast, ¿entiendes? El formato que elijas no es lo importante, más allá de que debes ser consciente de cuál es el que más agrada a tu audiencia, a tus clientes potenciales. Lo que en realidad es relevante es la calidad del contenido que produces, la pertinencia (oportunidad) y, en especial, el valor que transmites.

Una de las premisas, que no la puedes pasar por alto, no la puedes omitir, es aquella de responder las preguntas habituales del mercado, de tu audiencia, y derribar las objeciones frecuentes. Esa es una de las tareas fundamentales del contenido: informar, educar, responder. En la medida en que puedas absolver las inquietudes del mercado, ayudarlos a liberarse de sus miedos, confiarán en ti.

Ahora, ¿qué sucede cuando te lanzas a vender sin compartir contenido de valor? La venta en frío es uno de los mayores desafíos a los que nos enfrentamos quienes le ofrecemos algo al mercado. No te la recomiendo: es un proceso que te desgasta, que provoca que malgastes tus recursos y tus energías, en el que te equivocas fácilmente o, peor, corres el riesgo de elegir ir por un atajo.

Es muy probable que te rechacen de plano y, no solo eso: que también te etiqueten como una molestia, como más de lo mismo o, peor, como un tóxico vendehúmo. Ese será el principio y el fin de tu aventura. Un final abrupto y doloroso por el que te reprocharás el resto de tu vida. Y, además, te perderás el privilegio y la oportunidad de ayudar a otros con tu trabajo, tu contenido.

calidad-contenido
Categorías
General

Contenido: no hace milagros, pero sin él sufrirás grandes estragos

Detrás el marketing de contenidos hay muchas mentiras. Sin embargo, ninguna de ellas es por cuenta de esta poderosa estrategia. La peor de todas, en todo caso, es aquella de que el contenido publicado no sirvió porque no se tradujo en ventas. Creer esta especie es, como decimos en Colombia, confundir gimnasia con magnesia. Nada que ver, como decían los jóvenes de antes.

Lo primero que hay que decir es que, especialmente hoy, el objetivo del marketing no es vender. No exclusivamente. Eso era antes, en el pasado, en el siglo pasado. Ahora, en el siglo XXI, para una empresa o negocio, para un emprendedor, las ventas solo se darán después de que los potenciales compradores estén completamente convencidos de que aquello que ofreces es lo que necesitan.

Sin embargo, y este es el origen del problema con el marketing de contenidos, no es causa-efecto. Es decir, no es inmediato. De hecho, es un largo proceso de decantación: llamas la atención de muchos y al final solo unos pocos te compran. Esa es la realidad, nos guste o no. Y está bien, porque esta es una premisa que se aplica a todos y, por ende, ninguno tiene ventaja.

“Publica contenido de calidad y obtendrás mejores prospectos”. Si bien no es una mentira, en el sentido estricto de la palabra, también hay que decir que no es una verdad. Menos, en un mercado como el actual, que de repente, por cuenta de las condiciones extraordinarias a las que nos enfrentó la pandemia, provocó que muchas personas volcaran su mirada sobre internet.

La mayoría son personas que antes utilizaban internet exclusivamente para publicar en las redes sociales, para gestionar su cuenta de correo electrónico y/o para buscar entretenimiento. Muchas, inclusive, eran reacias a realizar compras o, inclusive, transacciones bancarias a través de la web por temor a que sus datos cayeran en manos malintencionadas. Había muchas prevenciones.

Entre otras razones, porque la mayoría de las empresas tenían presencia en línea, pero solo para exhibir sus productos, para hablar de aquello a lo que se dedicaban y, eventualmente, para vender uno que otro producto. Seguían concentradas en el punto de venta físico y miraban con recelo, casi con desprecio, el mercado online. Además, se enfocaban en la tarea de sumar seguidores.

Hasta que apareció la pandemia y les cambió las reglas del juego. Algunos, los que entendían que la transformación digital no daba espera, y que comprendían también la dinámica de los negocios en el escenario virtual, sacaron ventaja. No solo consiguieron sobrevivir (algo que para otros fue imposible), sino que incrementaron sus ventas y, lo más importante, ganaron nuevos clientes.

En la otra orilla, mientras, los que intentaron reaccionar sobre la marcha, en medio de la crisis y sin un norte previsto, se llevaron la desagradable sorpresa de sumar seguidores, no clientes. Los primeros son los que en Colombia llamamos “la familia Miranda”, los que salen a recorrer los centros comerciales, entran a todas las tiendas, miran mil y un productos, pero no compran nada.

En internet también abundan la familia Miranda. Se suscriben a tu lista de correo, descargan los recursos gratuitos, asisten a las actividades que programes (siempre y cuando no les cobres) y se mantienen allí un tiempo. Hasta que se hartan porque se dan cuenta de que no van a obtener algo más sin pagar o hasta que intentas venderles. Desaparecen como alma que se la lleva el diablo.

Son personas que eventualmente consumen el contenido que ofreces. Quizás lo comparten en sus redes, quizás lo agradecen, quizás dejan algún comentario. Sin embargo, no avanzan, no compran. En otras palabras: no son prospectos cualificados. Están allí porque se encuentran desorientados, porque están en plan de pesca milagrosa, pero a lo mejor no les interesa lo que les ofreces.

El buen contenido sirve para llamar la atención del prospecto y despertar su curiosidad, en esa etapa inicial. Luego, es útil para darte a conocer, para que esa persona sepa quién eres, qué haces y, en especial, cómo la puedes ayudar. Recuerda: solo está en fase de investigación, solo quiere satisfacer su curiosidad. Busca la respuesta al interrogante clave: ¿Qué hay aquí para mí?

CGCopywriter

Algo similar ocurre cuando ofreces un lead-magnet o invitas a un webinar gratuito. Aunque hagas una buena segmentación, es muy probable que una buena cantidad de esas personas que tomen acción (descarguen el recurso o se inscriban) nunca lleguen a comprarte. Es un público frío y, además, poco educado que busca una solución mágica o, peor, la esquiva riqueza exprés.

Entonces, tan pronto se dé cuenta de que no le garantizas ni lo uno, ni lo otro, se irá. Un porción de este público, sin embargo, se interesará en ti y se suscribirá a tu boletín electrónico. Leerá tus contenidos y comenzará ese proceso, siempre incierto, de convertirlo en cliente. En esa labor, el contenido será tu mejor aliado, sin duda, pero debes tener cuidado con las expectativas.

El poder de las palabras es infinito y también es cierto que hay imágenes poderosas que valen más que mil palabras. Sin embargo, el contenido, aún el mejor contenido, no hace milagros. El mejor contenido no está en capacidad de suplir un mal marketing (avatar no definido o equivocado, errada segmentación, estrategias fallidas, mensajes vacíos o afán por vender). Esa es la verdad.

Una vez atraes la atención de un prospecto y despiertas su curiosidad, un buen contenido (en el formato que prefieras, a través del canal adecuado) te servirá para nutrirlo y educarlo, así como para entretenerlo. Si en realidad esa persona necesita lo que tú ofreces, si eso que ofreces es lo que va a acabar su problema y si consigues posicionar como la mejor opción, tarde o temprano te comprará.

Y quizás sea más tarde que temprano. Es imposible determinar el tiempo, en especial cuando se trata de público frío. Así es como funciona, esas son las reglas que ha establecido el mercado. Recuerda: que alguien toque tu puerta, que quiera saber de ti, no lo convierte en cliente (en comprador). Pero, por favor, no cometas el error de creer, entonces, que el contenido no sirve.

Sin buen contenido, la tarea de generar un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado será titánica y, muy probablemente, jamás lo consigas. Sin un buen contenido, difícilmente podrás posicionarte en la mente de tus clientes potenciales. Sin un buen contenido, no tendrás la posibilidad de transmitir tu mensaje y de dar a conocer tu propuesta única de valor, tu diferencial.

Un buen contenido, una buena estrategia de marketing de contenidos, es indispensable a lo largo del proceso: desde que tu prospecto ve tu primera publicación (en el blog, una publicidad) y toca a tu puerta hasta que se convierte en un evangelizador de tu marca. Entre uno y otro extremos, sin embargo, hay un largo camino, con varias escalas. Y, entiéndelo: no podrás eludirlas.

Hoy, la clave del éxito del marketing radica en el poder de tu mensaje y en tu capacidad para generar confianza y credibilidad y crear una comunidad. Y, de nuevo, el marketing de contenidos es tu mejor aliado: no lo menosprecies, no lo subutilices, no lo desperdicies. Son múltiples, y muy valiosos, los beneficios que te ofrece. Está en tus manos aprovechar lo que puede brindarte.

Lo que diferencia a los líderes del resto del mercado, sean empresas o emprendedores, es la calidad de la relación que tienen con sus clientes. Una relación sustentada en el valor que les aportar a través de contenido gratuito, en la nutrición continua, en la educación continua. Los líderes conocen el poder del marketing de contenidos y lo usan para intercambiar beneficios.

Lo que diferencia al cliente actual del que conocimos en el pasado es que ahora está educado y, sobre todo, informado. A veces, de más; a veces, infoxicado. Sin embargo, no da un primer paso antes de reunir la información que requiere para confiar en ti, para creer en ti. No da un segundo paso si no lo nutres, si no lo educas, sino le aportas valor. ¿Cómo? Con un buen contenido…

CGCopywriter
Categorías
General

El NO avatar: ten mucho cuidado con aquello que atraes

¿Crees en la Ley de Atracción? Es aquella creencia basada en que la energía que emitimos es capaz de atraer una de características similares. Es decir, si emitimos odio, recibimos odio; si emitimos amor, recibimos amor, y así sucesivamente. Hay que decir, además, que no existe sustento científico alguno que valide esta teoría, que pertenece exclusivamente al ámbito de las creencias.

Y, por supuesto, hay quienes creen y quienes no lo hacen. En este caso, en el caso de la Ley de Atracción, soy un creyente. ¿Por qué? Porque lo he vivido en carne propia, para mal, durante mucho tiempo, y para bien cuando decidí cambiar mis actitudes y, en especial, mis pensamientos. Porque, y debo decir que en eso también creo fervientemente, el poder de la mente es infinito.

“Mantén tus pensamientos positivos, porque estos se convierten en tus palabras. Mantén tus palabras positivas, porque ellas se convierten en tus comportamientos. Mantén sus comportamientos positivos, ya que se transforman en tus hábitos. Mantén tus hábitos positivos, porque se vuelven tus valores. Mantén tus valores positivos, porque ellos son tu destino”.

Esta premisa, de Mahatma Gandhi, nos muestra cómo funciona la Ley de Atracción. Para bien y para mal, por supuesto. Como, por ejemplo, cuando te involucras una y otra vez en relaciones dañinas, con personas tóxicas que nada te aportan, pero las eliges una y otra vez. O cuando tienes problemas con la bebida, pero siempre te juntas con aquellos que te incitan a beber de más.

Es algo inconsciente, claro, pero es algo que surge de nuestro interior. No es que la vida, traviesa y caprichosa, pone en tu vida a esas personas que te lastiman, que no te valoran, que te estancan. No, así no funciona: no eres un títere y tampoco hay un titiritero arriba moviendo los hilos. Eres tú el que elige, eres tú el que se niega a romper los patrones, a desaprender y volver a aprender.

Esa son simples excusas, disculpas aprendidas de nuestro entorno y que son socialmente aceptadas. Creencias que, también hay que decirlo, surgen de la formación que recibimos en casa, de niños, por la religión y, tristemente en muchas ocasiones, por la falta de educación. Nos apegamos a ellas porque nos resulta cómodo, porque así eludimos la responsabilidad y la culpa.

Lo que necesitamos aprender es que, ojalá más temprano que tarde, debemos tomar las riendas de nuestra vida de manera consciente. Y hacer lo que sea menester para borrar esas creencias, para derribar esos obstáculos que se interponen en el camino, para cortar con esa cadena de sucesos que nos lastiman, nos perjudican y nos impiden conseguir lo que la vida nos ofrece.

Una buena parte del problema se origina en aquello que llamamos diálogo interno. Son esos mensajes que enviamos a nuestra mente y que la condicionan, que la programan. “No puedes”, “Eres un fracasado” y “No te lo mereces” o, del otro lado, “Tú puedes”, “Hazlo y alcanzar el éxito que premie tu esfuerzo” o “Nada puede detenerte”. En este caso, de nuevo, tú decides.

Si tú eres de los míos, de los que creemos en la Ley de Atracción, entonces, lo que sigue es muy importante para ti. ¿Por qué? Porque te sirve tanto para la vida como para los negocios. Para la vida, porque influye en la forma en que te comunicas con otros, en que te relacionas con los demás; para los negocios, porque te permite establecer con quién quieres trabajar y con quién no.

En la vida, estoy seguro de que lo has experimentado, la mayor fuente de problemas es la falta de comunicación o, en su defecto, la mala comunicación. Nos comunicamos mal porque no sabemos elegir las palabras adecuadas o porque les damos una carga innecesaria: prejuzgamos, dictamos sentencias, provocamos heridas. Nos falta empatía, nos falta sensibilidad, nos falta sentido humano.

Muchas veces, quizás demasiadas, nuestra comunicación surge del miedo, de las creencias limitantes o, peor aún, del deseo de agradar a los demás, de obtener su aprobación. Mientras, en los negocios, el afán por vender, la obsesión por conseguir más clientes, el miedo a ser superados por la competencia, nos lleva a cometer el error de abrirles las puestas a prospectos equivocados.

 

CGCopywriter

Lo primero que debes entender (y aceptar) es que no todas las personas pueden ser tus clientes. Bien porque no tienen el problema o no sienten el dolor que tú puedes solucionar o, simplemente, porque no están interesados en lo que les ofreces. Esto último, o porque ya eligieron una opción distinta (tu competencia) o porque ni siquiera son consciente de su situación, que es muy común.

¿Por qué? Porque asumimos que todas las personas que se acercan a nosotros están listas para comprar. Y no es así, por supuesto. De hecho, es justo lo contrario: la gran mayoría no sabe que tiene un problema, por ende, no lo ha hecho consciente y, entonces, no busca una solución. Por eso, cuando intentas venderle sale despavorido. Y más: te etiqueta como una molestia.

En sentido parecido, a tu puerta llegan personas que son una molestia. Los atiendes, les brindas tu tiempo y quizás tu conocimiento, pero después de semanas o de meses de darle contenido de valor, de intentar educarlo y nutrirlo, te das cuenta de que es como hablarle a una pared. No muestran el mejor interés, no toman acción alguna y, más bien, están quejándose todo el tiempo.

El mercado, entiéndelo, es un ecosistema diverso. Como tal, alberga especies de toda índole, en especial, tóxicas, dañinas o molestas, de esas que nada te aportan o que, simplemente, consumen tu energía, te hacen perder tu tiempo, tus recursos y tu dinero. Lo peor: te distraen y evitan que pongas tu atención en las personas que realmente te necesitan, en aquellas que sí te valoran.

Por eso, no puedes pasar por alto una tarea imprescindible: definir tu avatar no deseado, al que prefiero llamar el NO avatar. No solo tu avatar, el cliente modelo, el ideal, sino este otro también. Porque, créeme (quizás ya lo comprobaste), es una especie más común de lo que te imaginas y, seguro, te los vas a encontrar en el camino. Por eso, necesitas estar prepara para gestionarlos.

Dentro de esta especie, así mismo, hay categorías o subespecies. Porque no todas son malas, negativas o tóxicas, valga aclararlo. Algunos no son tus clientes porque, como ya lo mencioné, tienen un problema o padecen un dolor que tú no puedes solucionar. Entonces, no tiene sentido buscarlos y molestarlos. Recuerda: no todo el mundo es tu cliente y no le puedes vender a todo el mundo.

Hay otros que sí tienen el problema, que sí sufren el dolor, pero no son consciente de él y, por el momento (y hasta nuevo aviso) no están interesados en cambiar esa situación. ¿Por qué? Quizás porque tienen otras prioridades, porque no les genera malestar alguno. Otros, en cambio, no ven la solución en lo que tú les ofreces, probablemente porque no perciben los beneficios que incorpora.

Así mismo, hay personas que no son tus clientes porque ya eligieron una opción, porque ya le compraron a la competencia. En este caso, si estás interesados en ellas, debes implementar una estrategia a largo plazo para que te conozcan, sepan qué haces y cómo los puedes ayudar, período en el que tu tarea consiste en nutrirlos, en educarlos, en entretenernos. Gratuitamente, claro.

Están también las que en teoría son prospectos, pero es mejor que no se conviertan en clientes. Es decir, sí tienen el problema, sí sufren el dolor que tú puedes solucionar, pero son tóxicas, necias, negativas y/o carecen del dinero para comprar lo que ofreces. Esta es la especie que debes evitar al máximo, mantenerla tan alejada de tu negocio como sea posible. ¡Es por tu bienestar!

Moraleja: ten cuidado de qué clase de clientes atraes a tu negocio, de qué clase de personas atraes a tu vida. Recuerda que, como lo dijo Jim Rohn, “somos el resultado del promedio de las cinco personas con las que más tiempo compartes”. Elige bien, entonces. Pero, sobre todo, debes definir claramente tu NO avatar, esos clientes o personas que no quieres en tu vida para nada.

CGCopywriter