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Contenido: no hace milagros, pero sin él sufrirás grandes estragos

Detrás el marketing de contenidos hay muchas mentiras. Sin embargo, ninguna de ellas es por cuenta de esta poderosa estrategia. La peor de todas, en todo caso, es aquella de que el contenido publicado no sirvió porque no se tradujo en ventas. Creer esta especie es, como decimos en Colombia, confundir gimnasia con magnesia. Nada que ver, como decían los jóvenes de antes.

Lo primero que hay que decir es que, especialmente hoy, el objetivo del marketing no es vender. No exclusivamente. Eso era antes, en el pasado, en el siglo pasado. Ahora, en el siglo XXI, para una empresa o negocio, para un emprendedor, las ventas solo se darán después de que los potenciales compradores estén completamente convencidos de que aquello que ofreces es lo que necesitan.

Sin embargo, y este es el origen del problema con el marketing de contenidos, no es causa-efecto. Es decir, no es inmediato. De hecho, es un largo proceso de decantación: llamas la atención de muchos y al final solo unos pocos te compran. Esa es la realidad, nos guste o no. Y está bien, porque esta es una premisa que se aplica a todos y, por ende, ninguno tiene ventaja.

“Publica contenido de calidad y obtendrás mejores prospectos”. Si bien no es una mentira, en el sentido estricto de la palabra, también hay que decir que no es una verdad. Menos, en un mercado como el actual, que de repente, por cuenta de las condiciones extraordinarias a las que nos enfrentó la pandemia, provocó que muchas personas volcaran su mirada sobre internet.

La mayoría son personas que antes utilizaban internet exclusivamente para publicar en las redes sociales, para gestionar su cuenta de correo electrónico y/o para buscar entretenimiento. Muchas, inclusive, eran reacias a realizar compras o, inclusive, transacciones bancarias a través de la web por temor a que sus datos cayeran en manos malintencionadas. Había muchas prevenciones.

Entre otras razones, porque la mayoría de las empresas tenían presencia en línea, pero solo para exhibir sus productos, para hablar de aquello a lo que se dedicaban y, eventualmente, para vender uno que otro producto. Seguían concentradas en el punto de venta físico y miraban con recelo, casi con desprecio, el mercado online. Además, se enfocaban en la tarea de sumar seguidores.

Hasta que apareció la pandemia y les cambió las reglas del juego. Algunos, los que entendían que la transformación digital no daba espera, y que comprendían también la dinámica de los negocios en el escenario virtual, sacaron ventaja. No solo consiguieron sobrevivir (algo que para otros fue imposible), sino que incrementaron sus ventas y, lo más importante, ganaron nuevos clientes.

En la otra orilla, mientras, los que intentaron reaccionar sobre la marcha, en medio de la crisis y sin un norte previsto, se llevaron la desagradable sorpresa de sumar seguidores, no clientes. Los primeros son los que en Colombia llamamos “la familia Miranda”, los que salen a recorrer los centros comerciales, entran a todas las tiendas, miran mil y un productos, pero no compran nada.

En internet también abundan la familia Miranda. Se suscriben a tu lista de correo, descargan los recursos gratuitos, asisten a las actividades que programes (siempre y cuando no les cobres) y se mantienen allí un tiempo. Hasta que se hartan porque se dan cuenta de que no van a obtener algo más sin pagar o hasta que intentas venderles. Desaparecen como alma que se la lleva el diablo.

Son personas que eventualmente consumen el contenido que ofreces. Quizás lo comparten en sus redes, quizás lo agradecen, quizás dejan algún comentario. Sin embargo, no avanzan, no compran. En otras palabras: no son prospectos cualificados. Están allí porque se encuentran desorientados, porque están en plan de pesca milagrosa, pero a lo mejor no les interesa lo que les ofreces.

El buen contenido sirve para llamar la atención del prospecto y despertar su curiosidad, en esa etapa inicial. Luego, es útil para darte a conocer, para que esa persona sepa quién eres, qué haces y, en especial, cómo la puedes ayudar. Recuerda: solo está en fase de investigación, solo quiere satisfacer su curiosidad. Busca la respuesta al interrogante clave: ¿Qué hay aquí para mí?

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Algo similar ocurre cuando ofreces un lead-magnet o invitas a un webinar gratuito. Aunque hagas una buena segmentación, es muy probable que una buena cantidad de esas personas que tomen acción (descarguen el recurso o se inscriban) nunca lleguen a comprarte. Es un público frío y, además, poco educado que busca una solución mágica o, peor, la esquiva riqueza exprés.

Entonces, tan pronto se dé cuenta de que no le garantizas ni lo uno, ni lo otro, se irá. Un porción de este público, sin embargo, se interesará en ti y se suscribirá a tu boletín electrónico. Leerá tus contenidos y comenzará ese proceso, siempre incierto, de convertirlo en cliente. En esa labor, el contenido será tu mejor aliado, sin duda, pero debes tener cuidado con las expectativas.

El poder de las palabras es infinito y también es cierto que hay imágenes poderosas que valen más que mil palabras. Sin embargo, el contenido, aún el mejor contenido, no hace milagros. El mejor contenido no está en capacidad de suplir un mal marketing (avatar no definido o equivocado, errada segmentación, estrategias fallidas, mensajes vacíos o afán por vender). Esa es la verdad.

Una vez atraes la atención de un prospecto y despiertas su curiosidad, un buen contenido (en el formato que prefieras, a través del canal adecuado) te servirá para nutrirlo y educarlo, así como para entretenerlo. Si en realidad esa persona necesita lo que tú ofreces, si eso que ofreces es lo que va a acabar su problema y si consigues posicionar como la mejor opción, tarde o temprano te comprará.

Y quizás sea más tarde que temprano. Es imposible determinar el tiempo, en especial cuando se trata de público frío. Así es como funciona, esas son las reglas que ha establecido el mercado. Recuerda: que alguien toque tu puerta, que quiera saber de ti, no lo convierte en cliente (en comprador). Pero, por favor, no cometas el error de creer, entonces, que el contenido no sirve.

Sin buen contenido, la tarea de generar un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado será titánica y, muy probablemente, jamás lo consigas. Sin un buen contenido, difícilmente podrás posicionarte en la mente de tus clientes potenciales. Sin un buen contenido, no tendrás la posibilidad de transmitir tu mensaje y de dar a conocer tu propuesta única de valor, tu diferencial.

Un buen contenido, una buena estrategia de marketing de contenidos, es indispensable a lo largo del proceso: desde que tu prospecto ve tu primera publicación (en el blog, una publicidad) y toca a tu puerta hasta que se convierte en un evangelizador de tu marca. Entre uno y otro extremos, sin embargo, hay un largo camino, con varias escalas. Y, entiéndelo: no podrás eludirlas.

Hoy, la clave del éxito del marketing radica en el poder de tu mensaje y en tu capacidad para generar confianza y credibilidad y crear una comunidad. Y, de nuevo, el marketing de contenidos es tu mejor aliado: no lo menosprecies, no lo subutilices, no lo desperdicies. Son múltiples, y muy valiosos, los beneficios que te ofrece. Está en tus manos aprovechar lo que puede brindarte.

Lo que diferencia a los líderes del resto del mercado, sean empresas o emprendedores, es la calidad de la relación que tienen con sus clientes. Una relación sustentada en el valor que les aportar a través de contenido gratuito, en la nutrición continua, en la educación continua. Los líderes conocen el poder del marketing de contenidos y lo usan para intercambiar beneficios.

Lo que diferencia al cliente actual del que conocimos en el pasado es que ahora está educado y, sobre todo, informado. A veces, de más; a veces, infoxicado. Sin embargo, no da un primer paso antes de reunir la información que requiere para confiar en ti, para creer en ti. No da un segundo paso si no lo nutres, si no lo educas, sino le aportas valor. ¿Cómo? Con un buen contenido…

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¡Perdí mi virginidad!, y estoy feliz: te cuento por qué

Después de casi cinco años trabajando en el ámbito del marketing, haciendo mis primeros pinitos como emprendedor, realicé mi primer webinar (Mi Primer Avatar: ¿cómo identificarlo, cómo definirlo?). Que, para quienes estamos en esta a veces incomprendida labor de trabajar en aquello que amamos y, de paso, ofrecer a otros nuestro conocimiento y experiencias, no es poco, no es un logro simple.

La vida no me dio hijos, pero mi profesión sí me brindó algunos. Los libros que publiqué en años anteriores (Colombia Mundial – De Uruguay 1930 a Brasil 2014, Santa Fe, la octava maravilla y Copa América: 100 años, 100 historias) son lo más parecido. Además, es un parto conseguir que alguna editorial se interese en tu producto y, además, encajar en su sistema (esta es la cesárea).

Desde que comencé a trabajar en marketing, por allá en octubre de 2016, una fecha que hoy se antoja lejana, sabía que este momento iba a llegar. No sabía cuándo, pero entendía que iba a llegar, que tenía que llegar. ¿Por qué? Porque tomar la decisión de convertirte en emprendedor va de la mano con salir de tu zona de confort y, especialmente, con no encontrar una parecida.

Por supuesto, cuando comienzas no sabes cuándo va a llegar, ni sabes cómo será el proceso. Tomé un camino quizás más largo (aunque, no exento de dificultades), concentrado en adquirir no solo el conocimiento necesario, sino la experiencia. Y, además, de aprender de las experiencias de los demás, de sus errores, de sus aciertos. Hasta que las circunstancias me trajeron hasta este punto.

La lección más valiosa de este proceso fue, sin duda, aquella de entender que mi conocimiento, mis experiencias, mi propósito y mis dones y talentos de nada sirven si no los aprovecho para ayudar a otros. En otras palabras: solo tienen sentido cuando ayudo a otros, si los utilizo para que otros descubran su potencial y lo aprovechen para lograr sus objetivos, para cristalizar sus sueños.

Y, no sobra decirlo, uno de mis sueños era hacer un webinar y vender uno de mis productos. Cuando te das a la tarea de compartir tu conocimiento, no puedes vivir de los elogios y, mucho menos, de los likes en las redes sociales. Ni los unos, ni los otros, te pagan las cuentas. Además, como dice mi amigo y mentor Álvaro Mendoza, “un emprendimiento no es una ONG”.

No es fácil entender por qué en la primera etapa de tu camino como emprendedor, en la que por lo general el dinero no abunda, tienes que ofrecer algo gratis. Se antoja una contradicción, pero en realidad no lo es. La razón es que si compartes conocimiento y experiencias de valor a otros, si los ayudas, van a pensar “si esto tan poderoso me lo dio gratis, cómo será lo que me dará si le pago”.

Esa, por si no lo sabías, es una de las premisas que mueve al mercado. El problema, porque siempre hay un problema, es que muchos dan valor en un comienzo y luego, cuando venden, se niegan a hacerlo. Bien sea porque no cumplen lo prometido, porque no tienen más que aportar o, simple y tristemente, porque lo único que les interesaba era quedarse con tu dinero.

Por eso, una vez lo obtienen se esfuman, desaparecen como por arte de magia. Por supuesto, cada uno hace lo que considera correcto y cada uno, además, carga con las consecuencias de sus actos y de sus decisiones. De eso se trata la vida. Por eso, así mismo, me tomé un buen tiempo, casi cinco años, en prepararme antes de darme a la aventura de ofrecerte uno de mis productos.

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En este momento, justo en este momento, me siento preparado para aportar más valor a través de mi curso El Avatar: Del Amigo Imaginario Al Cliente Real. Ese, quizás lo sabes, quizás lo sientes, es uno de los mayores dolores del mercado, no solo porque es muy fuerte, sino porque afecta a muchas empresas (inclusive, las grandes), negocios y emprendimientos. ¡Es otra epidemia!

Hoy, en el siglo XXI, el marketing consiste en establecer una relación de intercambio de beneficios con el marcado, con todos y cada uno de tus clientes. Una relación basada en la confianza y la credibilidad, dos valores que surgen de tu genuino interés por ayudar a otros, por aprovechar lo que sabes y lo que has vivido para enseñarles a evitar los costosos errores que tú cometiste.

Hace unos años, como muchos otros, quizás como tú, mi vida entró en crisis. Colapsó poco a poco, tanto en lo personal como en la laboral, y caí en un profundo hoyo del que no fue fácil salir. Por fortuna, después de que había tocado mil y una puertas, por una se entreabrió. Un camino lleno de incertidumbre, en el que el miedo y el recuerdo de los fracasos pasados eran un lastre.

Sin embargo, por cuenta de esa maravillosa e indescifrable ley de equilibrio de la vida (que no es lo mismo que compensación), lo que tanta veces se negó en el pasado poco a poco fue surgiendo en el camino. Oportunidades de valioso aprendizaje, personas que te valoran y que agradecen lo que puedes hacer por ellas, otros emprendedores que te apoyan y, claro, clientes que te contratan.

Gracias a Dios, los que he tenido, los que tengo, son maravillosos. Su confianza y, sobre todo, lo que me han enseñado es invaluable. Durante este proceso, validaron mi conocimiento, mis experiencias, mis metodologías y mis productos; fueron ellos, justamente ellos, los que, aún sin percibirlo, me dieron el empujoncito para llegar a este feliz momento de perder la virginidad.

¿A dónde quiero llegar con esta reflexión que te comparto? A que, por si todavía no lo hiciste, te des cuenta de que el mejor día para comenzar a cumplir tus sueños es hoy. No importa cuál sea ese sueño que te quita la tranquilidad, que no te deja dormir tranquilo; no importa si antes lo intentaste y no funcionó, siempre hay una nueva oportunidad, siempre hay un buen día para comenzar.

Estoy completamente seguro de que tú, que lees estas líneas, posees valioso conocimiento y has vivido experiencias increíbles que ansías transmitirles a otros. Quizás no era tu momento, quizás no había llegado tu momento. A veces no es fácil de explicar, a veces no es fácil de entender. Sin embargo, siempre es posible comenzar. Un sueño solo se extingue cuando dejas de luchar por él.

Cuando empecé a trabajar en marketing, te confieso que no sabía nada, absolutamente nada. De hecho, los términos me asustaban, igual que la autoridad de aquellos a quienes escuchaba. Pero, eso, más que un obstáculo, fue un aliciente: me di a la tarea de aprender, de probar, de errar y volver a probar, hasta que me di cuenta de que había llegado el momento de dar el gran salto.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que tú también puedes hacerlo. En cualquier actividad de la vida. Tú puedes aprender a escribir como lo deseas, puedes desarrollar la habilidad y sobresalir del promedio, puedes construir mensajes poderosos que, en virtud de tu conocimiento y de tus experiencias, ayude a otros a transformar su vida. Tú también puedes perder la virginidad

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¿Debo tener una estrategia de contenidos? Sí, por estas 5 razones

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Varias generaciones nos criamos escuchando esta máxima cada vez que nuestras madres, especialmente, reclamaban el poder de su sexto sentido que nos prevenía de algo negativo. Una premisa que se aplica perfectamente a mi buen amigo el marketing de contenidos, al que en estos tiempos modernos de internet le faltan al respeto.

¿Cómo así? Estoy completamente seguro de que en la bandeja de entrada de tu cuenta de correo electrónico has recibido en los últimos meses al menos diez mensajes (y peco por lo bajo) en los que te alertan sobre “Las nuevas tendencias del marketing en tiempos de pandemia”. Y, como si fuera una novedad o algo reciente, nos dicen que “el marketing de contenidos llegó para quedarse”.

Sí, es cierto, llegó para quedarse. Lo que no nos dicen es que esto ocurrió hace casi 130 años. Y no fue por cuenta de una pandemia. Se considera que el primer ejemplo constatable de esta estrategia se dio por allá en 1891, en Alemania, cuando el empresario August Oetker comercializó una levadura en polvo para consumir en los hogares y utilizó el empaque del producto para publicar recetas.

El objetivo de Oetker era educar a los usuarios y ayudarles a incorporar la levadura en diversas recetas para aprovechar mejor el producto. Esta innovadora idea derivó en un libro de cocina del que se vendieron más de 19 millones de copias en todo el mundo, un gran éxito editorial. Luego, claro está, otras marcas siguieron el mismo camino y la estrategia se convirtió en algo normal.

Por la misma época, pero en Estados Unidos, la compañía John Deere, especializada en la venta de productos agrícolas, hizo algo parecido. Publicó la revista The Furrow, con consejos para que los granjeros fueran más productivos en sus labores en el campo, por supuesto enfocados para los que utilizaban maquinaria de su marca. La publicación aún existe y cuenta con 12 millones de lectores.

Como ves, no se trata, entonces, de ninguna novedad, no es un descubrimiento y el COVID-19 no tiene nada que ver con el marketing de contenidos. Lo que sí es cierto es que por cuenta de los cambios que se dieron en el mercado y, especialmente, en el comportamiento y los hábitos de los consumidores durante este 2020 esta estrategia fue la gran aliada de empresas y negocios.

¿Por qué? Primero, porque obligados a confinarnos en casa, los consumidores tuvimos que volcarnos a internet para satisfacer nuestras necesidades, incluidas las básicas. Así, por ejemplo, el teletrabajo o home work, las teleconsultas con los médicos, las reuniones virtuales con los amigos y los familiares y la educación virtual alzaron vuelo. Ya existían, pero tomaron un auge inusitado.

Y las empresas, mientras, tuvieron que echar mano de todos los recursos disponibles para llegar a los consumidores y, sobre todo, para ser las elegidas a la hora de la compra. ¿Y cuál estrategia fue la más efectiva? Sí, el marketing de contenidos. Porque, en medio del pánico y la incertidumbre, la venta directa era mal percibida: se antojaba como oportunismo, como una ventaja desleal.

Ahora, entonces, todas las empresas, absolutamente todas, incluidos los pequeños negocios y los emprendedores, requieren poner en marcha estrategias de marketing de contenidos. ¿Por qué? Porque el cliente las exige, porque el cliente quiere saber con quién trata en un mercado en el que reinan la incertidumbre y la desconfianza. Porque el marketing del siglo XXI consiste en conversar.

Lo insólito es que hoy, todavía, las empresas que utilizan este poderoso recurso son la minoría. Muy pocas. Y las razones son, como suele ocurrir, excusas fáciles: que es muy costoso, que me bastan las redes sociales, que a mis clientes no les gusta, que empleo otras estrategias que me brindan resultados, en fin. La feria de los argumentos falsos, de los mitos sin fundamento.

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Lo curioso es que cada día son más las empresas, especialmente las grandes marcas, que utilizan el marketing de contenidos para comunicarse con sus clientes. Y no porque les permita vender más, como dicen por ahí los vendehúmo del mercado, sino porque entendieron la necesidad de contar con un canal de comunicación directo con sus clientes para educarlos, nutrirlos y entretenerlos.

En otras palabras, para garantizar que permanezcan fieles a su marca, para que posen su atención en la competencia, para que no exista el riesgo de que las dejen por la competencia. A través de contenidos de calidad, estrechan el vínculo, fortalecen la confianza y fidelizan al consumidor. Y luego, claro, le venden más, pero la venta es consecuencia de los beneficios, no del contenido.

Si eres un pequeño empresario o un emprendedor, también requieres implementar, ¡ya!, una estrategia de marketing de contenidos. Especialmente si eres un pequeño empresario o un emprendedor, porque no cuentas con el generoso presupuesto de las grandes marcas, no estás en capacidad de hacer campañas de publicidad masivas para comunicarte con el mercado, con tus clientes.

Esta son 5 razones por las que sí o sí debes implementar una estrategia de contenidos:

1.- Visibilidad. Si no eres visible, no vendes. Esa es la gran verdad del marketing del siglo XXI. Y ser visible no solo es que te vean, sino que el mercado, tus clientes potenciales, sepan quién eres, qué haces, qué beneficios les ofreces, qué problema les puedes solucionar con tu producto/servicio. Ser visible consiste en destacar de la competencia, en que tu diferencial sea claro y notorio.

2.- Posicionamiento. Es el paso siguiente. Cuando ya el mercado sabe qué haces y cómo se puede beneficiar con ello, llega el momento de elegir la mejor opción. Porque, por supuesto, no eres el único del planeta que ofrece lo mismo: hay decenas, cientos. Y algunos muy buenos. Entonces, requieres que el mercado conozca tu propuesta de valor, que sepa que en verdad eres su mejor opción.

3.- Confianza y credibilidad. Una vez que el mercado te vio y que sabe qué haces y qué le ofreces, tu tarea consiste en establecer una relación que permita realizar un intercambio de beneficios. Eso solo lo consigues si esas personas confían en ti, si creen en tu propuesta, si te perciben como alguien que tiene el genuino propósito de ayudarlas. Sin confianza y credibilidad, ¡no vendes!

4.- Nutrir, educar, entretener. Una creencia equivocada que está muy arraigada en el mercado es aquella de que el consumidor se conecta a internet “para comprar”. No, no es cierto. La mayoría de las personas lo hacen para distraerse, primero, y para informarse, después. Por eso, entonces, debes producir contenido de calidad para convertirte en esa opción; luego podrás venderles.

5.- Fidelización. La clave del éxito de un negocio no radica en venderle algo a una persona, sino en que esa persona compre una y otra vez, con más frecuencia y productos o servicios de mayor valor. ¿Cómo hacerlo? Es posible cuando lo enamoras de tu marca, cuando le demuestras tu interés después de la venta, cuando no lo abandonas, cuando lo encantas a través de las historias.

La buena noticia, una excelente noticia, es que la tecnología hoy nos brinda numerosas y poderosas herramientas para generar contenido. Puedes crear una web, un blog, un pódcast, un canal de videos, utilizar las redes sociales o, lo mejor, una estrategia combinada. Y puedes elegir el formato que más te guste, en el que te sientas más cómodo. La clave es el valor del contenido.

“Más sabe el diablo por viejo que por diablo”. Con casi 130 años al servicio de los negocios y las marcas, el marketing de contenidos es tu aliado más poderoso. Si decides no utilizarlo, sea cual fuera el motivo, se reflejará en tus resultados, que serán pobres. Recuerda: el marketing del siglo XXI consiste en conversar y, por otro lado, la gente se conecta a internet para informarse y distraerse.

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¡Hola, mundo!, te presento mi página web (¡qué emoción!)

Decírtelo de otra forma sería mentirte: a escribir se aprende escribiendo. No hay fórmulas, no hay secretos, mucho menos hay magia. En el mercado escucharás versiones distintas, y contrarias, que las respeto, pero no las comparto. Y no significa, tampoco, que posea la verdad absoluta, que no existe: es solo el resultado de mi experiencia, de una trayectoria profesional de más de 33 años.

Una de las situaciones que más curiosidad me causa es que haya tantas personas que sueñan con aprender a escribir, con publicar un libro o, simplemente, con mejorar su redacción para escribir un correo electrónico, o un informe en su trabajo. Sin embargo, la gran mayoría de esas personas se queda en el sueño, nunca avanza, nunca escribe. Es probable, quizás, tú sea una de ellas.

Lo que más tristeza me da es que a medida que pasa el tiempo, que llegan a esa etapa en la que la vida les da la posibilidad de hacer lo que quieren, y que tienen tiempo para hacerlo, se niegan la oportunidad de escribir. Es, entre otras razones, por aquella creencia de que “loro viejo nunca aprende a hablar”. Pero, claro, ya sabemos que sí aprende y, además, tú no eres un loro.

Comunicarnos a través del lenguaje escrito o hablado no es, como creen tantos, un don o un privilegio que la vida nos regaló a unos pocos. En términos tecnológicos, se trata de programas que todos traemos configurados de oficio, como el navegador en tu computador, como la conexión a wifi de tu celular. La diferencia radica en que solo unos pocos le sacamos provecho.

Veámoslo del siguiente modo: si quieres aprender a jugar tenis, ¿qué haces? Acudes a una academia especializada y te pones a órdenes de un instructor. Y tomas clases y practicas por unos meses, hasta que cumples el objetivo. Y no estás pensando en ser el nuevo Roger Federer, ni un profesional: solo quieres practicar un deporte y este te parece agradable y lo disfrutas. ¡Perfecto!

Si quieres aprender a cocinar, ¿qué haces? Es posible que vayas a donde la abuela y le pidas que te transmita su sabiduría y su pasión por la buena comida y que durante un tiempo estés a su sombra aprendiendo. O quizás sea una amiga la que te pueda enseñar. O desde hace unos años se puso de moda tomar cursos en alguna escuela especializada o, inclusive, vía internet, a través de videos.

Podría darte muchos otros ejemplos similares, pero sé que estos dos son suficientes. Y también estoy seguro de que hallarás al menos tres coincidencias fundamentales. La primera, que son actividades que cualquier persona puede realizar: nadie requiere un don especial para ser un tenista amateur o para cocinar su propia comida o la de su familia. Todos podemos hacerlo.

La segunda, que surgen de sueños que muchos acuñamos. Quizás no sea jugar tenis, sino bolos o golf. Quizás no sea cocinar, sino aprender un segundo idioma o de fotografía. Son actividades que están conectadas con nuestras aficiones, con nuestras pasiones, actividades que nos brindan placer y nos ofrecen la posibilidad de aprovechar aquello que la vida no regaló: dones y talentos.

La tercera es que para que ese sueño sea realidad requieres dos condiciones: ponerte en manos de un experto idóneo, que además de conocimiento tenga la capacidad de enseñarte (no todos podemos hacerlo) y la vocación de servicio para hacerlo. Y, por otro lado, practicar. Aprender y practicar, aprender y practicar, una y mil veces. No hay fórmulas, no hay secretos, no hay magia.

Por eso, justamente por eso, me di a la tarea de crear CarlosGonzalezCopywriter.com. Quiero ser el maestro que te permita cumplir el sueño de aprender a escribir. Quiero que te des cuenta de que tienes todo, absolutamente todo lo necesario para escribir, que de ninguna manera significa ser un novelista, o vivir de ello, o publicar lo que escribes. Es, nada más, darte el placer de escribir.

Seguramente, uno de los motivos que te detiene para empezar a escribir es aquel mito (mentira) de “para escribir bien hay que leer mucho”. No voy a profundizar ahora en este tema, pero te puedo decir que es una falacia y soy prueba de ello: puedo ser el mejor escritor que menos libros ha leído en la historia de la humanidad. Soy pésimo lector, pero sin duda soy un excelente escritor.

Otro mito común es aquel de “Quiero escribir, pero no tengo tiempo”. La verdad, la única verdad, es que siempre hay tiempo. Como hay tiempo para dormir, para ver televisión o series de Netflix, para salir a tomar cerveza con los amigos o, simplemente, para ir a mirar vitrinas en el centro comercial. Si quieres, puedes; si de verdad quieres, encontrarás el tiempo. Si de verdad quieres…

La realidad, lo que el mercado me enseñó, es que las personas no se lanzan a escribir básicamente por dos razones: por las creencias limitantes y porque no encontraron al maestro idóneo para enseñarles y, sobre todo, para motivarlos. Si me lo permites, ese quiero ser yo. Porque, créeme, dentro de ti, dentro de todos los seres humanos, hay un buen escritor en potencia. ¡Sácalo!

Tengo que decirte, así mismo, que será tan fácil (o tan difícil) como tú quieras: a escribir se aprende escribiendo. Es decir, si no practicas cada día, aunque sea 5-10 minutos, nunca vas a desarrollar la habilidad, nunca crearás el hábito. Y escribir, mi querido amigo, es una habilidad, es un hábito. Porque, te lo repito, no hay fórmulas, no hay secretos, no hay magia. ¡Y tú puedes!

De otro lado, si eres el dueño de un negocio o un emprendedor y no te animas a producir contenido, tengo malas noticias para ti: estás condenado a desaparecer. Aunque tu producto o servicio sean buenos, aunque en verdad poseas conocimiento de calidad, aunque tengas el ferviente deseo de compartirlo con otros. Si no creas y publicas contenido, ¡no venderás!

Y negocio que no vende, desaparece. ¿Por qué? Porque la magia del éxito en los negocios hoy, dentro o fuera de internet, es ser visible. Si no eres visible, ¡no existes! Y más en circunstancias como las actuales, en las que tantas personas pierden su trabajo o su fuente de ingresos y ven en un negocio la posibilidad de generarlos. La competencia es feroz y hay muy buena competencia.

Por eso, entonces, tienes que diferenciarte, destacar en medio del tupido bosque, posicionarte como la mejor opción para aquellas personas que enfrentan el problema que tú puedes solucionar, que padecen el dolor que tú puedes calmar. Y no se trata de crear perfiles en las redes sociales y publicar videos, o hablar de ti y de tus hazañas, de seguir a los referentes del mercado.

¿Es posible para un negocio o emprendedor vender sin producir contenido? Sí, es posible. Pero, es más difícil, más lento y, sobre todo, más costoso. Seth Godin, el autor de La vaca púrpura y otros libros fantásticos, dice que “El único marketing que existe es el marketing de contenidos”. No sé si eso sea estrictamente cierto, pero sí puedo decirte que sin contenido tu marketing cojea.

Hoy, en el siglo XXI, hacer marketing, marketing del bueno, consiste en crear una audiencia (comunidad) y conversar con ella, interactuar con ella, compartir con ella, intercambiar beneficios con ella. Y eso solo lo puedes hacer a través de contenido: un blog, videos, pódcast, webinarios, transmisiones en vivo, eventos presenciales o virtuales, revistas digitales y otros formatos más.

Una estrategia de marketing de contenidos que se ajuste a tus necesidades, que te permita conectar con tus clientes y conversar con ellos es el complemento ideal, y necesario, de tus otras estrategias de marketing. Y tú puedes disponer de una efectiva, si me lo permites. Esa es la razón por la cual se creó CarlosGonzalezCopywrier.com, para satisfacer esa necesidad del mercado.

Me alegra mucho, y me entusiasma mucho, que hayas llegado hasta acá, que me hayas descubierto en medio de ese espeso bosque de copywriters del mercado. Mi promesa es que, si quieres hacerlo por ti mismo, yo te enseño a escribir y a transmitir tu mensaje; o si, por el contrario, buscas a alguien con el conocimiento y la experiencia, yo puedo hacerlo por ti.

Este es solo el comienzo y lo sé, porque la vida me lo enseñó, lo mejor está por venir. Además, y esta página web es clara muestra de ello, los sueños sí se cumplen si haces lo necesario. Mi invitación es que te des una oportunidad, que despiertes a ese buen escritor que hay en ti y empieces a compartir tu mensaje con el mundo. La recompensa, créeme, es maravillosa.

¡Bienvenido y gracias por estar acá!

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