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La trampa de la segmentación por edad al definir tu avatar

Hace 5 años, en agosto de 2019, llevábamos una vida que, lo creíamos, era feliz. Lejos estábamos de imaginar lo que el destino nos tenía preparado, una suerte de jugada macabra. Hoy, recordamos esos momentos con nostalgia, a sabiendas de las cicatrices que quedaron en el cuerpo y en el alma después de sufrir la pandemia provocada por el COVID-19.

Éramos completamente libres, o eso creíamos. Y pensábamos que teníamos el control de la vida, sin darnos cuenta de que, en últimas, somos las marionetas de esta incierta obra que es la vida. Y que, en consecuencia, estamos sujetos a lo que el caprichoso titiritero decida. Al mirar el espejo retrovisor, nos damos cuenta de que somos distintos, somos otras personas.

Esa es una realidad irrefutable de la vida. Sin embargo, sería un error creer que esos drásticos cambios se producen únicamente cuando nos enfrentamos a algo trágico, como la pandemia. En la dinámica de la vida, esos parteaguas se dan también, por ejemplo, cuando pasamos del colegio a la universidad, cuando nos casamos, cuando tenemos nuestro primer hijo…

Son momentos que marcan un antes y un después. Que nos obligan a cambiar hábitos, a asumir nuevas responsabilidades, a dejar atrás comportamientos que eran normales. Que nos enseñan que estamos en modo aprendizaje todo el tiempo y que la habilidad de vida más valiosa es, precisamente, la capacidad para aceptar los cambios y adaptarnos a ellos.

Hoy, producto de esa y otras tantas vivencias, somos otras personas. Extrañamos a los que se fueron, quizás somos más conscientes de la importancia de la salud mental o de la ayuda que requerimos o de la que podemos brindar a otros. Es probable que comamos más saludable y que nuestras prioridades sean otras, que nos preocupemos menos por lo material.

Lo que quiero que no pierdas de vista es que las personas cambiamos continuamente. Por múltiples razones. A veces, cambios imperceptibles; a veces, drásticos. De una forma sencilla, como que hoy ya no nos gusta aquello que hace un tiempo era, por ejemplo, nuestro alimento preferido. Y, en especial, cambian las prioridades, las necesidades, los deseos y los sueños.

Es algo que todos vivimos y ¿todos sabemos? Lo sabemos porque lo vivimos, pero no le damos la importancia que requiere y lo guardamos en el baúl de los recuerdos. Hasta que la vida, en su infinita sabiduría, nos lo recuerda: nos enfrenta a una situación similar (o a la misma) para que entendamos que cambia, todo cambia. Cada vez que se repite, la dificultad se incrementa.

Como estratega de marketing de contenidos que ayuda a empresarios, emprendedores y profesionales independientes a construir un mensaje de poder, esta es una situación a la que me enfrento con frecuencia. ¿Cómo? Cuando les pregunto acerca de su avatar, el perfil de su cliente ideal. La verdad es que, si tienen alguna definición, esta dista de ser la ideal.

¿Por qué? Básicamente, porque está hecha a partir de las plantillas que pululan en internet y que se enfocan en los datos demográficos. Una fórmula que funcionó en el pasado, en el siglo pasado, cuando el mercado era distinto (no olvides que cambia, todo cambia). Sin embargo, hoy, y no solo como consecuencia de la revolución tecnológica, ese modelo está caduco.

El principal error inducido por esas plantillas es la segmentación por edad. “Mi avatar es una mujer de entre 35 y 50 años”, escucho con frecuencia. ¿Percibes el grave problema? Para una mujer, para la mayoría de las mujeres, entre los 35 y los 50 años ¡hay una vida de diferencia! Es decir, son tantas las experiencias, los aprendizajes, que son una persona muy distinta.

El concepto de segmentación es muy sencillo de aprender, aunque en la práctica se convierte en un obstáculo. Segmentación es, por ejemplo, partir tu torta de cumpleaños y compartirla con tu familia. Una tajada, un trozo, un segmento para cada uno. O cuando determinas la rutina de tu día: un tiempo (segmento) para comer, hacer ejercicio, trabajar, descansar…

¿Cuál es, entonces, el problema con ese tipo de segmentación por edad? Regresemos al ejemplo de la mujer. A los 35 años, quizás, es madre de niños en edad escolar, trabaja de tiempo completo, es esposa y ama de casa. Su vida social se restringe a las reuniones con los compañeros de trabajo y a las celebraciones familiares. Su agenda diaria está copada.

A esa edad, esa persona posterga otros sueños, otros anhelos, como viajar, practicar algún deporte o estudiar o desarrollar nuevas habilidades. ¡El tiempo no da, no alcanza! Por ende, sus necesidades, sus prioridades, están estrechamente ligadas a lo básico, a lo requerido en el día a día y, también, en función de su entorno cercano, de su pareja y de sus hijos.

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A los 40 años, esa mujer tiene mayores responsabilidades en el trabajo, producto del ascenso que recibió por su gran desempeño. Su jornada laboral se extendió y ahora también debe ocuparse del trabajo aun durante los fines de semana. Sus hijos son adolescentes y una preocupación es el inminente ingreso a la universidad. ¿Vida social?“¿Eso qué es?”, pregunta.

A los 45 años, con los hijos en la universidad, le preocupa que ahora casi no los ve, no comparte con ellos, y siente que “los estoy perdiendo”. El trabajo se ha convertido en una pesada carga que, con el paso del tiempo, es menos agradable. Comienza a pensar que “ya es tarde para…” y, entonces, renuncia a algunos sueños y se conforma con lo que ya tiene.

A los 50 años, la idea del retiro da vueltas por su cabeza. Hace cuentas de qué hace falta para pensionarse y empieza a elaborar planes. El mayor de sus hijos acaba de convertirla en una abuela alcahueta y ahora su principal preocupación es encontrar tiempo libre para disfrutar de su nieta. También debe enfrentar algunos de los achaques propios de la edad madura.

¿Cómo te parece esa cronología? ¿Estás de acuerdo? Cada caso es único, pero mencioné las generalidades. Lo importante, sin embargo, es que entiendas que esa mujer, llamémosla María José, era una a los 35 años y es otra, distinta, a los 50. No mejor, no peor, solo distinta. Distintas prioridades, distintos hábitos, distintas motivaciones, distintas necesidades…

Entonces, a la hora de definir tu avatar, el perfil de tu cliente ideal, no puedes cometer ese común y grave error de realizar una segmentación por edad tan amplia. Si sabemos que 5 años “son toda una vida”, piensa en lo que significan 15 años, o 20. Y tu cliente ideal, no lo olvides, es alguien común y corriente que experimenta estos cambios, que se vuelve otra persona.

Caer en esta trampa de la mala segmentación por edad es muy fácil. Entre otras razones, porque es inducida por el mercado, que nos habla del marketing generacional. Lo que quizás se nos olvida es que entre una generación y otra hay, cuando menos, 10 años de distancia. Los baby boomers, por ejemplo, son personas que nacieron entre 1946 y 1964 (diferencia: 18 años).

Un baby boomer nacido en 1946 es distinto de otro que nació en 1964. O un milenial que nació en 1981 y otro que lo hizo en 1996 (es decir, 15 años de diferencia). Así, por ejemplo, el primer milenial ya estaba en la universidad en el año 2000, mientras que el segundo quizás acababa de ingresar al colegio. Son parte de la misma generación, pero son personas muy distintas.

Por supuesto, no hay fórmulas mágicas o perfectas. Además, porque los límites de la segmentación por edad varían en función del producto o del servicio que ofreces. O de la industria en la que trabajes. Y la segmentación por edad es más o menos importante, relevante, según tu especialidad: más, si eres médico o entrenador personal; menos si eres contador.

¿Entiendes? En mi caso, por ejemplo, utilizo la segmentación por edad para filtrar a mis clientes potenciales. ¿Cómo lo hago? Primero, no trabajo con menores de edad, mis cursos y asesorías no están diseñados para ellos. Segundo, en función del producto o servicio que esa persona en particular me solicite, verifico que posea los conocimientos mínimos requeridos.

Y el conocimiento, lo sabemos, requiere tiempo (más edad). No quiere decir, por ejemplo, que un niño o un adolescente no puede aprender sobre storytelling, pero probablemente lo que le voy a enseñar no se ajusta a sus necesidades o posibilidades. Tampoco trabajo con jóvenes cuya prioridad de vida sea ganar dinero de manera fácil, sin esfuerzo y, sobre todo, rápida.

¿Por qué? Porque la creación de contenidos, en especial por escrito, implica un proceso, un aprendizaje que toma tiempo y, sobre todo, práctica, mucha práctica. Entonces, quienes piden resultados inmediatos, fórmulas mágicas,libretos perfectos; quienes son impacientes y son dados a saltarse los pasos, un hábito principalmente de los jóvenes, no son mi cliente ideal.

Conclusión: no hay verdades sentadas, pero sí hay recomendaciones que vale la pena tener en cuenta para no caer en la trampa del error inducido. Mi sugerencia es que cuando utilices la segmentación por edad los lapsos no superen los 3-5 años, para que los comportamientos y los hábitos sean más parecidos, para que los datos sean más precisos. ¿La clave? Prueba y valida.

Algo más: no des nada por hecho. No asumas aquello de “todas las mujeres…”, de “todos los hombres…”, de “todos los jóvenes…”, porque no es así. Tampoco caigas en la trampa de creer que las demás personas son como tú, o que los jóvenes son como tus hijos, o que los nuevos clientes son como los que tuviste en el pasado. Recuerda: cambia, todo cambia…

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Las claves creativas del contenido de impacto para 2024, según Adobe

Parte del bombardeo mediático al que somos sometidos a diario, en especial en esta época de comienzo de año, es el de las tendencias. Los gurús que presumen de la bola de cristal nos dicen cómo, según ellos, va a ser la vida en prácticamente todos los ámbitos. Predicciones que lejos están de ser inocentes, que responden a intereses particulares y por lo general no se cumplen.

El diccionario nos dice que tendencia es “Propensión o inclinación en las personas y en las cosas hacia determinados fines”, por un lado, o “Idea religiosa, económica, política o artística que se orienta en determinada dirección”. Las famosas tendencias no son más que una herramienta de los estrategas de la manipulación para guiarnos hacia un objetivo o comportamiento específicos.

¿Recuerdas la minifalda? A mediados de los años 60, esta diminuta prenda, revolucionaria y contestataria para la época, causó un gran revuelo. Surgió en Inglaterra y por cuenta del cine y la televisión cruzó el Atlántico y en Estados Unidos causó furor. Allí se convirtió en tendencia y en una moda que, hoy todavía, se resiste a desaparecer. Y cada tanto regresa, claro, como una tendencia.

Las tendencias intentan fijarnos un camino: cuantas más personas decidan tomarlo, mejor para quienes crearon y están detrás de ella, de quienes reciben los mayores beneficios (en especial, los económicos). O, quizás, una idea a partir de la cual un político o un partido político establece un mensaje. En Colombia, por ejemplo, el “Nos vamos a volver Venezuela” causó grandes estragos.

Fue una tendencia enarbolada por líderes de opinión, medios de comunicación, catedráticos y ciudadanos del común afines con la ideas de la derecha extrema. Estigmatización, discriminación y polarización fueron algunos de los resultados de ese camino que muchos decidieron seguir. Uno que, con el paso del tiempo, desveló una mentira y dejó traslucir, más bien, intereses ocultos.

Eso, sin embargo, no significa que todas las tendencias sean manipuladoras o perversas, porque las hay positivas. O que tengamos que hacer caso omiso de ellas. Cuando no están revestidas del halo de la manipulación, las tendencias nos sirven para conocer comportamientos predecibles de las personas, del mercado. Que, valga recalcarlo, no son verdades sentadas en piedra, irrefutables.

Son menos subjetivas que la intuición, la simple sospecha o el olfato, que muchas veces son el soporte de las decisiones de personas o negocios. En el mundo actual, especialmente en el nivel de las grandes ligas, las marcas y empresas se toman muy en serio las tendencias. Sí, que son dictadas por ellas mismas en función de sus intereses, pero no están tan contaminadas por la manipulación.

Si bien me confieso contrario a las tendencias, y dudo de la veracidad de la mayoría, hay casos que, sin duda, vale la pena considerar. Por estos días, en internet me encontré una publicación en la que Adobe, el gigante de servicios digitales en la nube, padre de la suite de Photoshop y muchas más aplicaciones fantásticas, expuso las que, a su juicio, serán las “tendencias creativas de 2024”.

¿Qué nos propone Adobe? “Contenidos (básicamente, imágenes) relajantes, creativos, dinámicos y llenos de nostalgia”. ¿De qué se trata? Contenidos que combinan inteligencia artificial (¡claro, no podía ser de otra manera!) y 2D y 3D, entre otros elementos. Sin embargo, no es algo cosmético, estético, porque lo fundamental es el mensaje, el impacto que puedes transmitir con palabras e imágenes.

Veamos un poco de qué se trata cada una de las propuestas de Adobe:

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1.- Contenidos relajantes.
Hoy, más que nunca, después de episodios traumáticos que marcaron nuestra salud mental como la pandemia, sin dejar de lado la agobiante cotidianidad, el ser humano busca paz y tranquilidad. El equilibrio es una prioridad y, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, las personas estamos más abiertas a cambios y desapegos si lo que obtenemos a cambio es mayor bienestar general.

En términos de consumo de contenidos, son cada vez más las personas que se incomodan por tanta sangre, tanto dolor, tanta toxicidad. Somos más sensibles a ciertos estímulos negativos o agresivos a los que estábamos acostumbrados o a los que no les prestábamos atención. Hoy, en cambio, nos incomodan y queremos evitarlos, queremos sustituirlos por positivos y constructivos.

“Las marcas pueden aprovechar para incorporar elementos visuales fluidos y relajantes que calman los sentidos”, dice Adobe. A eso le agregaría mensajes que te inviten a reflexionar, a cuestionarte sin juzgarte, a explorar para conectar con tu poder interior y sacar a relucir tu mejor versión. Son contenidos inspiradores, propositivos, que sean fuente de paz y tranquilidad, y de felicidad.

2.- Asombro y alegría.
Hoy, producto de los duros golpes recibidos en los últimos años, y también de la incertidumbre reinante, las personas queremos vivir no solo experiencias nuevas, sino que además sean gratificantes, enriquecedoras y divertidas. Aquello de “la vida es un ratico” dejó de ser el coro de una conocida canción del colombiano Juanes y se convirtió en la premisa de vida de muchos.

Estamos aquí, en este mundo, para aprender y disfrutar, no para sufrir. Si bien lo que sucede a alrededor en la mayoría de las ocasiones es ajeno a nuestro control, también es cierto que la calidad de las experiencias que vivimos está determinada por las elecciones que hacemos, por las decisiones que tomamos. Y queremos consumir mensajes que nos hagan reír, que nos reconforten.

En ese contexto, no solo es crucial el contenido de tu mensaje, sino la forma en que lo emites, lo presentas. El uso de herramientas como la inteligencia artificial y otras más, los videos cortos y las imágenes atractivas te ayudarán a generar un mayor impacto. Por supuesto, lo crucial es el valor que puedas transmitir: sorprende a tu audiencia, rompe esquemas y, sobre todo, ¡sé auténtico!

3.- Dinamismo.
La dinámica de la vida es el cambio, ¿lo sabías? Más en estos tiempos modernos en los que los cambios se suceden con tanta rapidez que a veces no los percibimos, no los disfrutamos. Si bien el ser humano suele resistirse al cambio, a salir de la zona de confort, los últimos acontecimientos nos han enseñado que esa es una necedad: los cambios se darán, aunque nos guste o no.

Si bien es errado decir que los contenidos estáticos están en desuso, la verdad es que los que incorporan dinamismo, con efectos 2D y 3D, son los que mayor impacto generan hoy. Y, no lo olvides, deben ser divertidos, también. En medio de la estresante rutina, de la caótica realidad, el ser humano (¡todos!) busca pequeños oasis que le aporten algo de relax, le arranquen una sonrisa.

Ten cuidado de no sobrepasar el límite de lo agradable: exceso de efectos, más si no son útiles para darle fuerza al mensaje que transmites, es perjudicial. Estos elementos son convenientes si ayudan a que tu mensaje genere un mayor impacto y, además, sirvan para diferenciarte de la competencia. No temas en probar otros formatos, pero tampoco caigas en la trampa de las múltiples identidades.

4.- La nueva nostalgia.
Recordar es vivir, ¿cierto? Más si se trata de recuerdos gratos de la infancia y la juventud, en especial. Lo retro, quizás lo sabes, siempre está de moda, ¡siempre! Reconectar con ese pasado grato y feliz es una de las estrategias de persuasión más efectivas que utilizan las marcas y los líderes que influyen en el pensamiento y, por ende, en el comportamiento de las personas.

Cuando somos sometidos de manera repetida a estímulos negativos, dolorosos, los seres humanos nos aferramos a lo que nos brinda paz, tranquilidad y felicidad. Por eso, recurrimos al baúl de los recuerdos de la memoria, en especial, de los positivos e inspiradores. Esa conexión con el pasado es muy poderosa y, además, inevitable, una tendencia en la que Adobe es toda una experta.

Los contenidos que involucran experiencias a través de las cuales tu audiencia pueda sentirse identificada, y cuyas raíces estén en un pasado de grata recordación, son pertinentes. Lo que no puedes perder de vista es la importancia de la conexión emocional: es a través de ellas que puedes atraer la atención de otras personas. Esa es la gran oportunidad para transferirles valor.

Repito: no soy muy amigo de las tendencias, pero, esta en particular me llamó la atención. ¿Por qué? Porque más que una tendencia para 2024 es una necesidad del mercado en estos momentos en los que la salud mental está golpeada y el bienestar es prioridad. Hay demasiada pornobasura en internet, en los medios, en la vida real, y el único antídoto efectivo es el contenido de calidad.

Este fenómeno de infoxicación, de contenidos tóxicos que nos abruman, sucede en particular porque las personas, como tú, que están en capacidad de generar contenidos de valor, no lo hacen. Por miedo, por pensar que a nadie le interesará, por creer que la gente está muy ocupada y no le prestará atención, por lo que sea: ninguna de estas razones es cierta, es tan solo una excusa…

A este mundo le faltan personas que se despojen de sus miedos, de las prevenciones del qué dirán los demás, y se atrevan a compartir aquello tan valioso que atesoran: su historia, su conocimiento, sus experiencias, el aprendizaje de sus errores y, sobre todo, su mensaje. Más que una tendencia creativa, como las definió Adobe, se me antoja una oportunidad de darle al mundo tu legado. ¿Te animas?

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Marca personal: cómo ser una ‘love Brand’ con un mensaje poderoso

“Yo confieso, ante Dios Padre todo poderoso y ante ustedes hermanos, que he pecado mucho de pensamiento, palabra, obra y omisión”. Esta frase, que los católicos pronunciamos cada vez que asistimos a la santa misa, esconde uno de los problemas más serios a los que nos enfrentamos cada día. ¿Sabes a cuál me refiero? Aquel de transmitir una imagen de perfección que no existe.

“Mostramos éxitos, no fracasos;
alegrías, no decepciones;
fortaleza, no debilidades;
ovaciones, no humillaciones;
aciertos, no errores.
Transmitimos una ilusión que no existe.
Olvidamos lo que aprendemos de ese lado oscuro
que nos empeñamos en ocultar.
No te olvides de ser humano”
.

Esta poderosa reflexión fue publicada en sus redes sociales por mi buen amigo Hyenuk Chu, el gurú de las finanzas y de las inversiones en la Bolsa de Nueva York. Si no lo conoces, si no sabes quién es, date una pasada por sus canales digitales (blog, Facebook, Twitter, Instagram, YouTube o Spotify). Encontrarás muchísimo contenido de alto valor y una revista digital.

Cuando la leí, te lo confieso, me impactó. Si bien procuro ser tan transparente como puedo, porque no tengo nada que esconder y no me avergüenzo de mis errores en virtud de tanto que me enseñaron, me sentí reflejado en esas palabras. Más que parte de la naturaleza humana (no creo que sea así), es la respuesta a hábitos adquiridos, a comportamientos modelados.

Nuestros padres (y sus padres, y los padres de ellos, y así sucesivamente), que en el proceso de educarnos hicieron lo mejor que podían con los recursos de los que disponían, con su ejemplo y con sus dichos nos enseñaron a mostrar lo bueno. Y no está mal, porque cada persona es un universo increíble con mil y una valiosas características que lo hacen único y especial.

Sin embargo, y asumo que coincides conmigo, esta es solo una cara de la moneda. Y todas las monedas, absolutamente todas, tienen dos caras. Y a veces, al menos en algunas de las etapas de la vida, vivimos más fracasos, más decepciones, más humillaciones y cometemos más errores que aciertos, ovaciones, fortaleza alegrías y éxitos. Esa es la dura realidad.

Y es precisamente en esas épocas, llamémoslas difíciles, en las que más tendemos a encerrarnos, a protegernos. Buscamos blindarnos porque, aunque no lo reconozcamos de manera consciente, nos sentimos vulnerables. Y la reacción natural (esta sí) es elevar cuantas barreras sean necesarias para evitar más daño. Barreras que son mecanismos de defensa.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que no sirven para nada. De hecho, y lo he experimentado, nos provocan más daño del que pretendemos evitar. ¿Por qué? Porque, como bien lo dijo el amigo Hyenuk, vendemos una imagen falsa, mostramos una cara que no tenemos. En otras palabras, construimos una mentira que tarde o temprano se caerá, y nos caerá encima.

Más en tiempos como los actuales, en los que la base de las relaciones sólidas consiste en ser auténticos, en ser honestos, en construir mensajes poderosos capaces de generar un impacto (ojalá positivo) en la vida de otros. La gente, la mayoría (y me cuento ahí), está cansada de la hipocresía, de los abrazos falsos, de palabras melosas que esconden la envidia y resentimiento.

Olvidamos, quizás, el poder que tiene nuestra marca personal, o dicho de otra manera el poder que tenemos como marca. Todo lo que hacemos, y lo que no hacemos, y la forma en la que lo hacemos transmite un mensaje poderoso. Para bien y para mal. Un mensaje que, si lo permitimos, puede convertirse en un búmeran que se vuelva contra nosotros y nos golpee.

El problema es que no nos damos cuenta, o no sabemos, que somos una marca. Que se construye, se rediseña, se reformula, se nutre, desde el día en que nacemos hasta el día en que morimos. Todo lo que hacemos (y lo que no hacemos) y la forma en que lo hacemos contribuye a crear esa marca personal, que es un mensaje que transmitimos todo el tiempo.

La marca personal es como otros te perciben, el mensaje que transmites, lo que eres y el valor que aportas, el impacto que produces en la vida de otros. La forma en que saludas, cómo te ríes, de qué manera reaccionas a una agresión, cómo tratas a los niños y adultos mayores o a los animales, son mensajes que hablan por ti, que dicen mucho de ti. Es el poder de la marca.

Que tiene beneficios invaluables:

Genera confianza
Genera empatía
Genera autoridad
Genera identificación
Conecta con las emociones de otros

Hoy, por si no lo sabías, lo que la gente compra no es un producto o un servicio. Compra el resultado de lo que tú ofreces, la transformación. En otras palabras, te compra a ti, que ya dejaste atrás las dificultades, que sorteaste los malos momentos y construiste una mejor versión. Te compra a ti, que eres el modelo que otros quieren imitar, que inspira a otros.

Si te conviertes en una marca apreciada por el mercado, tendrás el doble de posibilidades de que tus clientes te recomienden con otras personas de su entorno. Además, estarán dispuestas a pagar lo que les ofreces, aunque sea más costoso que la competencia. Y, si la relación es satisfactoria, si cumples lo que prometes, no dudarán en comprarte otra vez.

No importa si eres médico, abogado, periodista, coach o contador; no importa cuánto tiempo llevas en el mercado o si acabas de llegar. Lo que importa es la marca que construyes, el mensaje que transmites, el impacto que logras. Tu tarea, independientemente de aquello a lo que te dedicas, consiste en convertirte en una love Brand, una marca que enamora.

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Ahora, supongo, te preguntarás cómo ser una marca que enamora. La clave está en la respuesta que ofrezcas a estos interrogantes:

¿Qué te define?
¿Qué hace único?
¿Cuáles son tus valores?
¿Qué te hace valioso?
¿Cuáles son tus principales habilidades?

Si no sabes cómo hallar las respuestas (que no las hay correctas o incorrectas, porque, no lo olvides, tú eres único), este decálogo, sin duda, puede ayudarte. La clave, por supuesto, está en despojarte de los miedos, del ego y responder tan honestamente como sea posible. Al fin y al cabo, no es un examen, sino un ejercicio profesional con el fin de construir tu mejor versión:

1.- Autoconocimiento.
Todo parte de ti, entiéndelo. Lo que recibes es simplemente lo que la vida te retorna tras haberlo compartido con otros. Y para compartirlo necesitas saber quién eres, cómo eres. El autoconocimiento es una apasionante aventura a tus profundidades. ¡No te lo niegues!

2.- Autenticidad.
Nos venden, cada día, decenas de modelos que, nos dicen, debemos imitar si queremos ser felices y/o exitosos. La verdad es que el único camino para ser feliz y exitoso es ser tú mismo, con lo bueno y lo malo. Ser auténtico es lo que te hace único, lo que te hace especial.

3.- Honestidad.
Nadie es perfecto y quizás ese no sea el ideal que persigas. Más bien, sé fiel a tu esencia, a lo que eres, a lo que has logrado construir. Admírate, valórate y quiérete al punto de trabajar cada día en mejorar, en inclinar la balanza del lado de tus fortalezas, sin olvidar tus debilidades.

4.- Consistencia.
La marca, lo mencioné, es una construcción que comienza el día en que naces y termine aquel en el que mueres. No siempre somos conscientes de ello, pero tan pronto tomes el control vas a necesitar consistencia para trabajar, para alcanzar los resultados que te propones.

5.- Constancia.
Un complemento de la anterior. Entiende que la vida no es una carrera de velocidad, un esprint de 100 metros, sino una ultramaratón de resistencia. Un paso a la vez, un paso cada día, con constancia, y pronto verás que estás más cerca del objetivo que del punto de partida.

6.- Coherencia.
No es fácil, pero es posible. Procura que aquello que piensas, aquello que sientes, aquello que dices y aquello que haces esté alineado, que no haya contradicciones profundas. Esta es una característica que blinda tu mensaje, que le da un poder inmenso a tu marca personal.

7.- Propósito.
Debería ser el primero en la lista, pero el orden de los factores no altera el producto. ¿Cuál es tu razón de ser? ¿Por qué llegaste a este mundo? ¿Cuál fue la misión que te encomendaron? ¿Por qué y para quién haces lo que haces? El propósito es el eje transversal de la marca personal.

8.- Mentalidad abierta y de crecimiento.
Enfócate en lo positivo, en lo constructivo, y aléjate de lo tóxico, de lo negativo, de lo destructivo. Aprende que no te conviene estar en todos los lugares, que hay personas de las que debes apartarte. Sé tolerante, paciente y curioso, respetuoso de los otros y de ti mismo.

9.- Capacidad de cambio.
Si te resistes al cambio, no podrás avanzar. Y, lo peor, malgastarás tus energías, tus recursos. Pon en práctica la resiliencia y aprende a adaptarte a las nuevas circunstancias. Ser maleables es una característica que permite a algunos seres humanos sobresalir del montón.

10.- Constante aprendizaje.
Para construir una marca personal poderosa y tu mejor versión requieres aprender cada día, sin falta. Y desarrollar habilidades que fortalezcan y complemente tus talentos. Sé un eterno aprendiz, comparte lo que sabes y luego la vida te devolverá maravillosas recompensas.

Cuando el mercado, los demás, te perciba como una love Brand, una marca personal poderosa, obtendrás grandes beneficios. Primero, podrás vender tus productos o servicios a precios premium; segundo, tus clientes satisfechos te promocionarán y a través del voz a voz atraerán otros buenos clientes; tercero, tus clientes serán fieles y te comprarán una y otra vez.

Dedicado a la comunicación, a la creación de mensajes de impacto, aprendí de la vida que me fue encomendada la misión de transmitir mis conocimientos y experiencias para ayudar a otros. Un privilegio que procuro honrar cada día y por el que trabajo mi marca personal con el fin de ser una love Brand capaz de dejar una huella positiva, un legado, una historia positiva…

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