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El poder de lo positivo: mensajes que producen transformaciones

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Es mejor por las buenas, ¿cierto? La vida real es lo suficientemente caótica y difícil como para agregarle otro ingrediente, ¿cierto? Sin embargo, en el día a día, la rutina nos agobia y produce una ansiedad que nos atrapa y, por lo general, nos muestra la otra cara de la moneda. La que no es agradable, la que cuesta trabajo cargar, la que se entromete en tu vida de modo abusivo.

Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que es prácticamente imposible evitarla. ¿Por qué? Porque está por doquier, se presenta de múltiples formas invasivas. Y no solo eso: las marcas que consumimos habitualmente, los productos o servicios que son parte importante de nuestra vida, son agentes multiplicadores. Vemos sus mensajes en todas parte, todo el tiempo.

No sé a ti, pero a mí lo que más me incomoda es el tonito. ¿Sabes a qué me refiero? A que el efecto en nuestra vida es igual a aplicar sal sobre la herida, o algún picante. Duele, ¿cierto? Aunque sea una pequeña cortada en un dedo, una que ya habías olvidado y que no te molestaba, duele. Se siente como que la vida se ensaña contigo, te cobra viejas deudas.

Son mensajes cargados de dolor, de los que siembran incertidumbre, de los que atrapan tu mente y se transforman en pensamientos recurrentes. Y te acompañan todo el tiempo, te inquietan de día, te atormentan de noche y te impiden descansar tranquilo. Mensajes que apuntan directamente al punto débil de cualquier ser humano. ¿Cuál? Las emociones.

Desde hace décadas, exacerbar el dolor que sufre el cliente potencial se convirtió en el arma secreta de las marcas. El infaltable, el infalible. El problema, porque siempre hay un problema, es que los tiempos cambian, los consumidores cambian, las necesidades cambian. Entonces, también debería cambiar la narrativa, el tonito de los mensajes que se emiten al mercado.

Por fortuna, en su inmensa sabiduría la vida nos proporcionó un parteaguas, como se dice en México, o un punto bisagra, como se acostumbra referir en Argentina al momento crucial o decisivo. Es aquel momento de una historia o de un acontecimiento en el que se produce un hecho que cambia drásticamente el rumbo. Marca un antes y un después, un punto de no retorno.

En este caso, ¿sabes cuál fue? La pandemia provocada por el COVID-19. Un suceso que nos marcó la vida, la mayoría de las veces para mal. Padecimos dolor en formas que ni siquiera sabíamos que existían, que no las habíamos experimentado antes. Dolor que se sumó a otros desagradable componentes de la fórmula: miedo, ansiedad, incertidumbre, mentiras…

Un período en el que, por las circunstancias extremas, los consumidores nos dimos algunas oportunidades. ¿Por ejemplo? Bajar el ritmo, apreciar el silencio, descubrir la magia de la soledad y, algo muy importante, aprendimos a cuidar de nosotros y de los otros. Un período en el que, además, pudimos conectarnos con nosotros mismos, aun sin querer queriendo.

Nos descubrimos valientes, fuertes, resilientes, compasivos, empáticos. Tristemente, al final, cuando las restricciones se levantaron, cuando pudimos volver a eso que llamamos vida normal, mucho de eso, casi todo, se perdió, se quedó atrás, en el pasado. De lo poco que nos apropiamos fue de la certeza de no querer más dolor, de no tolerar más dolor en ninguna forma.

Sin embargo, muchas de las marcas (empresas o personas), la mayoría, se quedaron ancladas en ese pasado de antes de la pandemia. Y aun hoy continúan con sus mensajes tendientes a infundir miedo, a exacerbarlo, a cultivarlo, a explotarlo, a aprovecharlo. El dolor o su socio el miedo. Estos dos componentes son los pilares de todas sus dizque estrategias de marketing.

Parece que olvidan (¿o desconocen?) que nadie, absolutamente nadie, compra un dolor. Los seres humanos, todos, sin excepción, buscamos soluciones efectivas a los problemas o a las circunstancias que nos provocan dolor. Soluciones efectivas o, cuando menos, paliativos. Es decir, que el dolor y el miedo permanezcan en un nivel tolerable, uno que no nos paralice.

Lentamente, algunas marcas (empresas o personas) han entendido el nuevo escenario. Quizás porque, a través de las mediciones, se dieron cuenta de que sus mensajes no encontraban eco. Los consumidores hallamos la forma de bloquear a esas aves de mal agüero, comunicaciones que carecían de compasión, de empatía, de un poco de caridad cristiana con el prójimo.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente (posa el 'mouse' para continuar)
El mensaje positivo, constructivo e inspirador es más, mucho más, que una estrategia de marketing. Es una poderosa herramienta que tenemos a disposición para generar grandes transformaciones.

Y, entonces, se abrió un nuevo camino. Que, irónicamente, siempre estuvo ahí, solo que casi nadie lo vio, o lo quiso ver. Que casi nadie lo tomó, la mayoría lo omitió. ¿Sabes cuál es? El del mensaje positivo, constructivo e inspirador, lo que los especialistas llaman marketing positivo. Eso sí, por favor, no caigas en la trampa de creer que es un tendencia o solo una estrategia.

Es la realidad, nueva para muchos. No para quienes vemos lo positivo de las situaciones, o lo constructivo de las situaciones que nos retan y nos sacan de la zona de confort. O, quizás, lo inspirador de saber que la vida nos proporciona tanto las herramientas como la oportunidad para ayudar y servir a otros. Nos brinda el escenario para ser una fuente de transformación.

No sé a ti, pero a mí eso me resulta absolutamente apasionante, fascinante. No solo porque como comunicador entiendo perfectamente el inmenso poder que tienen las palabras, los mensajes, sino también como un ser humano sensible que sabe que la vida es un ratico e intenta aprovecharla, disfrutarla. Por eso, filtro los contenidos que consumo a diario.

Como periodista, me resulta imposible apartarme de la realidad, de su caos. Sin embargo, tengo la capacidad para poner límites, para decir ‘esto sí’ y ‘esto no’. Para cerrar las puertas de mi vida a las empresas o personas que son aves de mal agüero, portadores de dolor y miedo. Me informo, profundizo, analizo y, cuando veo que cruzan la raya, me hago a un lado.

Lo que me resulta insólito es que haya todavía tantas marcas que se resisten a aceptar esta realidad, que siguen ancladas en el pasado. Marcas que no han entendido que el mensaje positivo, constructivo e inspirador es la gran diferencia entre ser más de lo mismo (o lo mismo de siempre) y dejar huella en la vida de otros. Y, además, convertirte en una referencia deseada.

A todos los seres humanos, por naturaleza, nos encantan las buenas noticias. El problema es que nos enseñan a vivir inmersos en las negativas, en las destructivas, en las tóxicas. En las que nos hacen daño en la salud mental, en las que consumen nuestra energía y, lo peor, nos impiden disfrutar las maravillosas bendiciones que el universo nos entrega cada día.

El mensaje positivo, constructivo e inspirador es más, mucho más, que una estrategia de marketing. Es una poderosa herramienta que tenemos a disposición, pero que no sabemos utilizar. Su principal fortaleza es que pone el bienestar de las personas como prioridad, nos invita a producir y multiplicar el bien a través de nuestras acciones, de nuestras decisiones.

La clave de este mensaje es la autenticidad. Es la razón por la cual tanto influenciador, tanto payaso digital, es flor de un día. Se trata de productos postizos, vulgares imitaciones, la copia de la copia. Algunos tienen la capacidad de atraer la atención, pero a largo plazo su impacto se diluye como los superpoderes de Superman cuando está cerca de la temida kryptonita.

El mensaje positivo, constructivo e inspirador no surge de la intención de venta, no es carnada de la manipulación, porque parte de bases sólidas. ¿Sabes cuáles son? Los principios y valores de las marcas (empresas o personas) que los emiten. Principios y valores que no se negocian, no se compran ni se venden y que además nos hacen auténticos y sobre todo únicos.

Imagina cómo sería de diferente tu vida si no hubiera malas noticias, ni problemas, ni dolor, ni miedo. O que, por lo menos, esas circunstancias se dieran en cantidades tolerables. Imagina, o recuerda, cómo es tu vida cuando tu hijo te dice que te ama, cuando tu jefe te felicita por el éxito del proyecto que dirigiste, cuando el final de un día difícil es un rato de paz con tu pareja.

De lo que a veces nos olvidamos, porque vivimos inmersos en el bombardeo mediático, en el caos, en la histeria, en la falsa urgencia, es de que a los seres humanos nos va mejor por las buenas. Por supuesto, más que un destino que ya está escrito, se trata de una decisión, de una convicción. Cada uno elige la que más le agrada, aquella con la que más se sintoniza.

Estos son algunos beneficios del mensaje positivo, constructivo e inspirador:

1.- Te diferencia del resto, de todos los que están dedicados a copiarse unos a otros, de los que usan los mismos prompts, de los que sienten pánico de salirse de la horma

2.- Da cuenta de tus principios y valores y, por ende, te permite conectar con las personas correctas, con aquellas que en realidad apreciarán el valor de tu mensaje

3.- Destaca tu marca personal. Evita que te vean como más de lo mismo y, al tiempo, resalta tu capacidad de ayudar a otros a transformar su vida. Blinda tu mensaje con superpoderes

4.- Una vez los prospectos se convierten en clientes, fomenta la fidelización. ¿Cómo? A través de la identificación, de saber que compartes con ellos un propósito, unos sueños

5.- Es inspirador. Todos, sin excepción, queremos ser mejores, tener una vida tranquila y feliz, ayudar a otros y dejar una huella positiva. El mensaje positivo es el punto de partida

Es mejor por las buenas, aunque la mayoría insiste en el camino por las malas. La realidad, sin embargo, nos enseña que los consumidores actuales están hartos de sentir miedo, de tantas mentiras, de tanto dolor. Por eso, prefieren conectar con las marcas que, de manera genuina, los motivan, los impulsan a cumplir sus sueños, les revelan el superpoder que poseen.

Los mensajes positivos, constructivos e inspiradores no son una moda o una tendencia, sino la más poderosa estrategia de comunicación (ya no solo de marketing). Es una apuesta por lo bueno, por eso que dejamos pasar inadvertido en la rutina diaria. Y, si te atreves a probarlos, comprobarás que cada día son más las personas dispuestas a unirse a esta comunidad.

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¿Cuál es la tecla que debes tocar para persuadir con tu mensaje?

Una de las maravillas de la naturaleza es que cada persona es única e irrepetible. Ni siquiera los gemelos, que surgen de un único óvulo fertilizado, son iguales. Muy parecidos, sí, pero no iguales. De hecho, quizás sea tu caso (o conozcas uno), hay hermanos que son tan distintos que parecen ser hijos de padres diferentes. Es la esencia del ser humanos: iguales, pero distintos, muy distintos.

Esa es una de las razones por las que a veces, muchas veces, a pesar de las grandes similitudes que nos unen, de que exista un vínculo de sangre, de que nos conozcamos desde hace años y hayamos convivido, nos resulta difícil comunicarnos unos con otros. Son esas ocasiones en las que aquellos pequeños detalles, que tantas veces ignoramos u omitimos, marcan las grandes diferencias.

Si eres empresario, dueño de un negocio, emprendedor o un profesional independiente que monetiza su conocimiento estoy seguro de que sabes de qué hablo. Seguro, además, lo has vivido, lo has experimentado en carne propia, lo has sufrido. Intentamos comunicarnos con el mercado, con los clientes potenciales a los que podemos ayudar, pero nuestro mensaje no tiene eco.

O, peor aún, la respuesta que recibimos es una negativa, un rechazo. ¡Auch, duele! El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que, en medio de la frustración, nos equivocamos en la interpretación de lo ocurrido. ¿A qué me refiero? A que creemos que nos rechazaron por el producto o servicio que ofrecemos, por el precio, y nos sumergimos en un espiral sin fin que nos da vueltas y vueltas.

Y lo más probable es que el problema no sea tu producto o servicio, tampoco el precio. La mayoría de las veces, el error está en el mensaje. Bien sea porque no es el adecuado, bien sea porque llegó a las personas incorrectas. Suele ocurrir que nos anticipamos, que antes de generar un vínculo de confianza y credibilidad nos lanzamos a vender en frío, una acción que el mercado castiga.

Puede ser, también, que el trabajo de segmentación que realizamos no fue el adecuado y, por ende, nuestro mensaje se dirigió a personas que no tienen el problema que estamos en capacidad de solucionar, por un lado, o simplemente no están interesadas, por otro. Pudo ser, así mismo, que intentaste abarcar demasiado y tu mensaje, en consecuencia, se volvió difuso, confuso.

Otra variante, otra interpretación errada, es que el formato no fue el adecuado o, quizás, el canal que utilizamos. Y sí, son factores que entran en juego, pero que, la verdad, casi nunca son los que determinan el éxito o el fracaso del mensaje. O aquella especie que escucho frecuentemente: “Es que el ‘copy’ no funcionó”, cuando en realidad lo que faltó fue una estrategia que lo respaldara.

Es una opción, sí, y a veces el mensaje que transmitimos no es el correcto. O, quizás, el mensaje es bueno, pero no es el momento adecuado. ¿Cómo así? Queremos vender antes de generar confianza y credibilidad. Lo que en Latinoamérica llamamos “ensillar la mula antes de haberla enlazado”. Es decir, queremos acelerar el proceso, saltarnos algunos pasos y llegar al final.

¿Cuál final? El momento de vender. Sin embargo, esta es una concepción errada. ¿Por qué? Porque la venta no es una resultado, sino una consecuencia. Me explico: por muchas acciones que lleves a cabo, si ese prospecto no es el adecuado, o no está listo, o no confía en ti, o todavía tiene algunas objeciones sin derribar, ¡no te comprará! El resultado será que se alejará (y quizás nunca vuelva).

En cambio, si te tomas la molestia de realizar el proceso paso a paso, sin forzarlo, sin acelerarlo, sin brincarte las etapas, la consecuencia lógica será la venta. De lo que se trata es de entender cómo, a pesar de ser tan parecidos, los seres humanos somos tan distintos. En especial, cuando estamos en modo compra: recuerda que esta es la respuesta a un estímulo emocional que hemos recibido.

Y este, precisamente, es el mensaje que quiero que te grabes hoy, con este contenido: solo cuando en realidad pudiste conectar con las emociones de tu cliente potencial, podrás lograr que avance hasta el final del proceso. Que, valga recalcarlo, no siempre es la compra, pues el llamado a la acción puede ser descargar un archivo, ver un video, suscribirse a tu lista o asistir a un evento.

Un ejemplo: desprevenidamente, para salir del aburrimiento, del letargo de la tarde, navegas por las redes sociales. No buscas nada especial, no estás en modo compra, solo quieres pasar el tiempo. Sin embargo, tus ojos observan una imagen que, de inmediato, capta su atención. Y le envían al cerebro una alerta, a la que responde con un ‘hagamos una pausa y miremos bien’.

Tecla-Persuasion

Es la imagen de un suéter de cachemira (eso lo dice el texto del contenido) que está en promoción: rebajado el 60 por ciento. “¡Wow, qué promoción!”, piensas. “¡No me la puedo perder!”, sigues. Estás enganchado. Miras la variedad de colores, hay varios que te encantaría lucir y, además, al revisar los comentarios de otros usuarios descubres que es un producto de calidad. “¡Lo quiero!”.

No fue el copy, no fue la plataforma, no fue el formato lo que llamó tu atención. Fue ese suéter que atrapó tu atención, te hizo detener la navegación y despertó tu curiosidad. Entonces, te diste a la tarea de buscar más información. Y, dado que por casualidad tenías tu tarjeta de crédito a la mano, y con un cupo disponible, no te pudiste resistir: ¡lo compraste! Historia con final feliz.

A los seres humanos no nos mueven los argumentos racionales, ni el miedo. Aquellos, más bien, fortalecen las objeciones y provocan que hagamos caso omiso. “¡Lo miro otro día!”, piensas. Este, mientras, nos inmoviliza, nos paraliza, y por lo general desemboca en la acción contraria a la esperada: abortamos, salimos corriendo. Piensa cómo reaccionas tú a estos dos estímulos.

No es el producto, no es el precio, no es el copy, no es la red social en la que publicas, no es el formato que eliges… Nada de eso hará que tu cliente potencial compre o, según sea el caso, lleve a cabo la acción persuasiva que tú le propones en tu contenido (se suscriba a tu lista de correo, vea un video, descargue un archivo, responda una encuesta, se inscriba en una masterclass, en fin).

Lo único que hará que tu cliente potencial tome acción, se movilice, es que logres conectar, de manera efectiva, con sus emociones. ¿Por qué? Recuerda que la compra es la respuesta a un estímulo emocional. Si sigues a los vendehúmo del mercado, a los gurús de las plantillas que no sirven para nada, te irás por el camino de lo racional y tu mensaje se perderá en el vacío.

Uno de los errores más comunes, y más graves, que comenten empresas (hasta las grandes, por supuesto), empresarios, dueños de negocios y profesionales independientes que monetizan sus conocimientos es aquel de intentar vender sin antes haber conectado con las emociones de sus clientes potenciales. Es peor que la venta en frío, que ya es un proceso difícil, complejo.

Una variante, que también encierra una crasa equivocación, es apelar exclusivamente al dolor del cliente potencial. El problema, ¿sabes cuál es el problema? Nadie, absolutamente nadie, compra un dolor. Los seres humanos compramos por dos razones: suplir una necesidad básica o satisfacer un deseo. No hay más opciones. Ni el precio, ni el copy, ni la plataforma, ni el formato que elijas…

Si le preguntas a Mr. Google, que lo sabe casi todo, cuáles son las emociones básicas del ser humano te dará una amplia variedad de opciones. No hay una fórmula exacta. Hay múltiples teorías y ninguna es excluyente. Encontrarás distintas opciones llamadas ‘rueda de las emociones’ (la más popular es la de Robert Plutchik) o ‘rueda de los sentimientos’, que no son lo mismo.

Y esa, sin duda, es una de las confusiones. La sicología nos dice que “la emoción es la respuesta automática del cerebro a un estímulo, externo o interno”. Cuando el cerebro percibe el estímulo, genera una reacción inconsciente que, además, no podemos controlar y que se repite cada vez que el estímulo reaparece. ¿Ejemplo? Gritas cuando te asustas o lloras al sentir un dolor profundo.

Las emociones son universales, lo que significa que llorar es lo mismo en Colombia que en los Estados Unidos o en Australia. O reír, o sentir pánico o asco. O tener miedo de las alturas. Eso es muy importante porque quiere decir que no importa dónde esté nuestro cliente, si tocamos la tecla adecuada, si activamos la emoción adecuada, obtendremos la respuesta esperada.

Un sentimiento, mientras, es un estado afectivo surgido de una interpretación que le damos a algo que sucede en nuestra cabeza. Esas representaciones mentales pueden ser reales o, como suele suceder, imaginarias, inventadas por nuestro cerebro. Se expresa de manera más consciente y está determinado, entre otros factores, por el acervo cultural. A veces, son más difíciles de identificar.

Una estrategia que a mí me da buenos resultados es limitar las emociones a dos nada más: el amor y el miedo. Las demás, todas las demás (alegría, felicidad, ira, vergüenza, confusión, decepción…) son manifestaciones de las dos emociones. Así, entonces, si quieres conectar con tu cliente potencial y persuadirlo, el camino comienza por un sentimiento que te lleva al fondo, donde están las emociones.

De nuevo, piensa cómo reacciones tú a esos estímulos. Piensa cuál es el sentimiento que genera la emoción y toca la tecla indicada para conseguir el resultado esperado. Así, se derrumba el mito de que “hay que apuntar al dolor de tu cliente, exacerbarlo”, que te conduce al precipicio. Recuerda que las emociones que derivan en acciones son las aquellas ligadas a lo positivo, constructivo y feliz.

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Las claves creativas del contenido de impacto para 2024, según Adobe

Parte del bombardeo mediático al que somos sometidos a diario, en especial en esta época de comienzo de año, es el de las tendencias. Los gurús que presumen de la bola de cristal nos dicen cómo, según ellos, va a ser la vida en prácticamente todos los ámbitos. Predicciones que lejos están de ser inocentes, que responden a intereses particulares y por lo general no se cumplen.

El diccionario nos dice que tendencia es “Propensión o inclinación en las personas y en las cosas hacia determinados fines”, por un lado, o “Idea religiosa, económica, política o artística que se orienta en determinada dirección”. Las famosas tendencias no son más que una herramienta de los estrategas de la manipulación para guiarnos hacia un objetivo o comportamiento específicos.

¿Recuerdas la minifalda? A mediados de los años 60, esta diminuta prenda, revolucionaria y contestataria para la época, causó un gran revuelo. Surgió en Inglaterra y por cuenta del cine y la televisión cruzó el Atlántico y en Estados Unidos causó furor. Allí se convirtió en tendencia y en una moda que, hoy todavía, se resiste a desaparecer. Y cada tanto regresa, claro, como una tendencia.

Las tendencias intentan fijarnos un camino: cuantas más personas decidan tomarlo, mejor para quienes crearon y están detrás de ella, de quienes reciben los mayores beneficios (en especial, los económicos). O, quizás, una idea a partir de la cual un político o un partido político establece un mensaje. En Colombia, por ejemplo, el “Nos vamos a volver Venezuela” causó grandes estragos.

Fue una tendencia enarbolada por líderes de opinión, medios de comunicación, catedráticos y ciudadanos del común afines con la ideas de la derecha extrema. Estigmatización, discriminación y polarización fueron algunos de los resultados de ese camino que muchos decidieron seguir. Uno que, con el paso del tiempo, desveló una mentira y dejó traslucir, más bien, intereses ocultos.

Eso, sin embargo, no significa que todas las tendencias sean manipuladoras o perversas, porque las hay positivas. O que tengamos que hacer caso omiso de ellas. Cuando no están revestidas del halo de la manipulación, las tendencias nos sirven para conocer comportamientos predecibles de las personas, del mercado. Que, valga recalcarlo, no son verdades sentadas en piedra, irrefutables.

Son menos subjetivas que la intuición, la simple sospecha o el olfato, que muchas veces son el soporte de las decisiones de personas o negocios. En el mundo actual, especialmente en el nivel de las grandes ligas, las marcas y empresas se toman muy en serio las tendencias. Sí, que son dictadas por ellas mismas en función de sus intereses, pero no están tan contaminadas por la manipulación.

Si bien me confieso contrario a las tendencias, y dudo de la veracidad de la mayoría, hay casos que, sin duda, vale la pena considerar. Por estos días, en internet me encontré una publicación en la que Adobe, el gigante de servicios digitales en la nube, padre de la suite de Photoshop y muchas más aplicaciones fantásticas, expuso las que, a su juicio, serán las “tendencias creativas de 2024”.

¿Qué nos propone Adobe? “Contenidos (básicamente, imágenes) relajantes, creativos, dinámicos y llenos de nostalgia”. ¿De qué se trata? Contenidos que combinan inteligencia artificial (¡claro, no podía ser de otra manera!) y 2D y 3D, entre otros elementos. Sin embargo, no es algo cosmético, estético, porque lo fundamental es el mensaje, el impacto que puedes transmitir con palabras e imágenes.

Veamos un poco de qué se trata cada una de las propuestas de Adobe:

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1.- Contenidos relajantes.
Hoy, más que nunca, después de episodios traumáticos que marcaron nuestra salud mental como la pandemia, sin dejar de lado la agobiante cotidianidad, el ser humano busca paz y tranquilidad. El equilibrio es una prioridad y, a diferencia de lo que sucedía en el pasado, las personas estamos más abiertas a cambios y desapegos si lo que obtenemos a cambio es mayor bienestar general.

En términos de consumo de contenidos, son cada vez más las personas que se incomodan por tanta sangre, tanto dolor, tanta toxicidad. Somos más sensibles a ciertos estímulos negativos o agresivos a los que estábamos acostumbrados o a los que no les prestábamos atención. Hoy, en cambio, nos incomodan y queremos evitarlos, queremos sustituirlos por positivos y constructivos.

“Las marcas pueden aprovechar para incorporar elementos visuales fluidos y relajantes que calman los sentidos”, dice Adobe. A eso le agregaría mensajes que te inviten a reflexionar, a cuestionarte sin juzgarte, a explorar para conectar con tu poder interior y sacar a relucir tu mejor versión. Son contenidos inspiradores, propositivos, que sean fuente de paz y tranquilidad, y de felicidad.

2.- Asombro y alegría.
Hoy, producto de los duros golpes recibidos en los últimos años, y también de la incertidumbre reinante, las personas queremos vivir no solo experiencias nuevas, sino que además sean gratificantes, enriquecedoras y divertidas. Aquello de “la vida es un ratico” dejó de ser el coro de una conocida canción del colombiano Juanes y se convirtió en la premisa de vida de muchos.

Estamos aquí, en este mundo, para aprender y disfrutar, no para sufrir. Si bien lo que sucede a alrededor en la mayoría de las ocasiones es ajeno a nuestro control, también es cierto que la calidad de las experiencias que vivimos está determinada por las elecciones que hacemos, por las decisiones que tomamos. Y queremos consumir mensajes que nos hagan reír, que nos reconforten.

En ese contexto, no solo es crucial el contenido de tu mensaje, sino la forma en que lo emites, lo presentas. El uso de herramientas como la inteligencia artificial y otras más, los videos cortos y las imágenes atractivas te ayudarán a generar un mayor impacto. Por supuesto, lo crucial es el valor que puedas transmitir: sorprende a tu audiencia, rompe esquemas y, sobre todo, ¡sé auténtico!

3.- Dinamismo.
La dinámica de la vida es el cambio, ¿lo sabías? Más en estos tiempos modernos en los que los cambios se suceden con tanta rapidez que a veces no los percibimos, no los disfrutamos. Si bien el ser humano suele resistirse al cambio, a salir de la zona de confort, los últimos acontecimientos nos han enseñado que esa es una necedad: los cambios se darán, aunque nos guste o no.

Si bien es errado decir que los contenidos estáticos están en desuso, la verdad es que los que incorporan dinamismo, con efectos 2D y 3D, son los que mayor impacto generan hoy. Y, no lo olvides, deben ser divertidos, también. En medio de la estresante rutina, de la caótica realidad, el ser humano (¡todos!) busca pequeños oasis que le aporten algo de relax, le arranquen una sonrisa.

Ten cuidado de no sobrepasar el límite de lo agradable: exceso de efectos, más si no son útiles para darle fuerza al mensaje que transmites, es perjudicial. Estos elementos son convenientes si ayudan a que tu mensaje genere un mayor impacto y, además, sirvan para diferenciarte de la competencia. No temas en probar otros formatos, pero tampoco caigas en la trampa de las múltiples identidades.

4.- La nueva nostalgia.
Recordar es vivir, ¿cierto? Más si se trata de recuerdos gratos de la infancia y la juventud, en especial. Lo retro, quizás lo sabes, siempre está de moda, ¡siempre! Reconectar con ese pasado grato y feliz es una de las estrategias de persuasión más efectivas que utilizan las marcas y los líderes que influyen en el pensamiento y, por ende, en el comportamiento de las personas.

Cuando somos sometidos de manera repetida a estímulos negativos, dolorosos, los seres humanos nos aferramos a lo que nos brinda paz, tranquilidad y felicidad. Por eso, recurrimos al baúl de los recuerdos de la memoria, en especial, de los positivos e inspiradores. Esa conexión con el pasado es muy poderosa y, además, inevitable, una tendencia en la que Adobe es toda una experta.

Los contenidos que involucran experiencias a través de las cuales tu audiencia pueda sentirse identificada, y cuyas raíces estén en un pasado de grata recordación, son pertinentes. Lo que no puedes perder de vista es la importancia de la conexión emocional: es a través de ellas que puedes atraer la atención de otras personas. Esa es la gran oportunidad para transferirles valor.

Repito: no soy muy amigo de las tendencias, pero, esta en particular me llamó la atención. ¿Por qué? Porque más que una tendencia para 2024 es una necesidad del mercado en estos momentos en los que la salud mental está golpeada y el bienestar es prioridad. Hay demasiada pornobasura en internet, en los medios, en la vida real, y el único antídoto efectivo es el contenido de calidad.

Este fenómeno de infoxicación, de contenidos tóxicos que nos abruman, sucede en particular porque las personas, como tú, que están en capacidad de generar contenidos de valor, no lo hacen. Por miedo, por pensar que a nadie le interesará, por creer que la gente está muy ocupada y no le prestará atención, por lo que sea: ninguna de estas razones es cierta, es tan solo una excusa…

A este mundo le faltan personas que se despojen de sus miedos, de las prevenciones del qué dirán los demás, y se atrevan a compartir aquello tan valioso que atesoran: su historia, su conocimiento, sus experiencias, el aprendizaje de sus errores y, sobre todo, su mensaje. Más que una tendencia creativa, como las definió Adobe, se me antoja una oportunidad de darle al mundo tu legado. ¿Te animas?

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