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Las manifestaciones, no el dolor, la clave para persuadir a tu cliente potencial

Una de las sensaciones más incómodas y desagradables para un ser humano es aquella de sentirse invisible. Es decir, que quienes están a su alrededor hagan de cuenta que no está, que no existe; que no escuchen lo que dice, que lo ignoren. El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que nos sucede con demasiada frecuencia, en especial en estos tiempos de infoxicación y bombardeo mediático.

Uno de los peores hábitos adquiridos por la humanidad es aquel de andar concentrado en la pantalla de su celular mientras ‘comparte’ con otras personas. En realidad, ese cuerpo está presente, pero su alma, su corazón y su mente, que son lo realmente importante, se transportaron a otra dimensión: la digital. Hace que sus eventuales acompañantes se sientan invisibles.

Esta desagradable e incómoda sensación, por desgracia, es muy común también en el ámbito de los negocios. En especial, cuando produces y publicas contenido ilusionado con establecer una comunicación con el mercado, con tu cliente potencial. A la postre, sin embargo, la única respuesta que recibes es el silencio. Te ignoran de plano, tajantemente, sin el menor asomo de compasión.

Las razones por las cuales sucede esto son múltiples: el mensaje emitido no era el adecuado o era el mensaje correcto, pero fue dirigido al público incorrecto. También, el mensaje, a pesar de ser el indicado, fue emitido en un mal momento (antes de que la persona sepa que tiene una necesidad o después, cuando ya la solucionó) o, quizás, su necesidad es distinta a la cual apunta el mensaje.

Y hay otra más, por supuesto. La experiencia del trabajo con mis clientes, así como la de ser parte de múltiples eventos virtuales y presenciales, me enseñó que la ‘causa madre’, el error grande, está más profundo. Es decir, aquellas razones que acabo de mencionar son tan solo la punta del iceberg y, como ya lo sabes, lo verdaderamente importante, lo más grandes, está bajo la superficie.

¿A qué me refiero? A que se concentran en el problema, en la necesidad, en el dolor de su cliente potencial y se olvidan de la solución. Imagino que es fruto de la presión del mercado, que por doquier nos insiste en que hay que “atacar el dolor de tu cliente”, “exacerba el dolor”, “aplícale picante y sal en la herida” y otras frases similares que, con seguridad, escuchas y lees por ahí.

Esta es una estrategia de vieja data, que fue muy efectiva en el pasado. De hecho, todos, absolutamente todos, fuimos víctima de ella, muchas veces sin darnos cuenta. Caímos redondos, como se dice popularmente: apelaron a nuestro dolor, nos invadió el miedo y solo atinamos a dar una respuesta automática: asentir, comprar lo que nos ofrecían (que quizás no lo necesitábamos).

Sin embargo, los tiempos cambian, los tiempos cambian, las necesidades cambian y, por supuesto, también deben cambiar las estrategias. Y, sobre todo, cambian los clientes: sus necesidades, sus hábitos, sus comportamientos a la hora de comprar, su receptividad a los mensajes de venta. Y están mejor informados, mejor educados, así que ya no se tragan los anzuelos del pasado.

Desde mi punto de vista, intentar persuadir o, peor, intentar vender desde el dolor del cliente potencial no solo es un contrasentido, sino una locura. ¿Por qué? Porque nadie, absolutamente nadie, compra un dolor. O un problema. Nadie va a la farmacia en busca de un terrible dolor de estómago, o de un malestar que lo tire a la cama o de una migraña que lo haga llorar. ¡Nadie!

Todos, absolutamente todos, buscamos justo lo contrario: una medicina que haga desaparecer el dolor o el malestar o que, cuando menos, lo calme, lo lleve a límites soportables. Ahora, entonces, si nadie compra un dolor, ¿por qué se insiste en vender un dolor, en vender a partir del dolor? Así, entonces, lo que se configura es un error mayúsculo: mensaje, público y necesidad equivocadas.

Por eso, muchas veces, cuando enviamos nuestro mensaje al mercado las únicas respuestas que recibimos son el silencio, la indiferencia o, peor, el rechazo. Si llegas a ese punto, ¿sabes cuál es el problema? Que quizás sea un punto de no retorno. Es decir, ese cliente potencial te bloqueará, te etiquetará como spam, como un intruso incómodo. En otras palabras, chao venta, chao negocio.

El dolor que aqueja a tu cliente potencial es un valioso y poderoso recurso, si lo sabes utilizar. ¿Cómo hacerlo? En el marketing actual, su función es llamar la atención de tu cliente potencial, tanto para que se fije en ti como para que acepte que le platiques acerca de su problema. Que, a lo mejor, no sabe que lo padece o, algo muy frecuente, no quiere admitirlo y lo ha invisibilizado.

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Un ejemplo: una persona es alcohólica, pero casi nunca lo aceptará. “Puedo controlarlo”, “Solo me tomé unos tragos”, “Eso no vuelve a suceder” y otras excusas más. Si tú le vas a ofrecer una solución para esa problema, no puede ir directo al dolor, es decir, al alcoholismo. Su reacción será justo lo contrario de la que tú esperas y lo único que conseguirás será incomodarla, ofenderla.

Otro ejemplo, menos crudo: la obesidad es el dolor generalizado. Según el portal Statista.com, en 2020 había más de 2.600 millones de personas con sobrepeso y se estima que, para 2035, esa cifra se incremente un 50 %. Es una verdadera epidemia, silenciosa, perversa y letal. El origen de este mal es la acumulación anormal o excesiva de grasa que puede ser perjudicial para la salud.

Si tú, por ejemplo, eres un médico nutricionista que diseñó un efectivo plan para bajar y controlar el peso, no puedes dirigirte a tus potenciales pacientes (clientes) a partir de su dolor, es decir, de la obesidad o el sobrepeso. ¿Por qué? Nueve de cada 10 veces se incomodarán y te rechazarán porque no son conscientes de su problema o, como ya lo mencioné, no quieren admitirlo.

Entonces, ¿qué hacer? Dirigirte a esa persona a través de las MANIFESTACIONES del dolor, no del propio dolor. En el caso de la obesidad, las manifestaciones pueden ser exceso de peso, dificultad para respirar (sobre todo, al dormir), inflamación y dolor en las articulaciones de rodillas y pies, hinchazón, cansancio crónico, sudoración excesiva, depresión o infecciones en los pliegues cutáneos, entre otras.

Otro tipo de manifestaciones son la ropa que ya no te queda, las burlas que te hacen en tu trabajo, tu familia o círculo de amigos; o, también, la baja autoestima. Como ves, son múltiples y variadas. Y son muy útiles para conseguir llamar la atención de tu cliente potencial y que escuche tu mensaje. ¿Por qué? Porque generan menos vergüenza y es más difícil ignorarlas o no ser conscientes de ellas.

La ventaja de enfocarte en las manifestaciones, y no en el dolor, cuando produces contenido, es que evitas el rechazo de tu cliente potencial (recuerda, ¡nadie compra un dolor!) y, por otro lado, consigues conectar con sus emociones por un camino más favorable. Es sencillo hacerlo, solo que se requiere un cambio de chip. Además, créeme, vas a obtener resultados más positivos.

Como se supone que conoces bien a tu cliente potencial y tu genuina intención es ayudarlo a dejar atrás el problema que le quita el sueño, el contenido es tu principal aliado para llamar su atención. De lo que se trata es de apuntar a las manifestaciones de su dolor, exponerlas sin morbo, sin abusar del mal que aqueja a esa persona, para que no le quede más remedio que buscar ayuda.

¿Cuál es su necesidad, el origen del dolor? Quizás, que el dinero que gana no es suficiente para llegar a fin de mes y siempre tiene que acudir a un extra. ¿Las manifestaciones? Gasta en cosas que no necesita, elige productos de marca que son costosos, se rinde a la presión de su círculo social para aparentar un nivel de vida que, por supuesto, no puede sostener. Es un círculo vicioso.

¿Cuáles son las objeciones que le impiden buscar una solución? Piensa que le tocó una vida muy difícil y que debe recompensarse tanto sufrimiento. Asegura, también, por su profesión y el cargo que desempeña necesita lucir bien para infundir respeto de sus clientes. Está convencido de que sus resultados en la empresa mejorarán pronto y podrá conseguir un aumento de salario.

¿Cuáles son sus creencias? Quizás es una persona de baja autoestima que siente pánico de quedarse sola o, peor, de no recibir la aprobación de quienes están a su alrededor. O, a lo mejor, no quiere que su pareja y sus hijos se den cuenta del problema que tiene. O fue educado bajo preceptos machistas y no admite que se note su vulnerabilidad. Siente vergüenza de su pasado.

Como ves, en las respuestas a sencillos interrogantes hay una variedad de ideas para crear contenidos a través de los cuales puedas llamar la atención de tu cliente potencial, despertar su curiosidad y comenzar una interacción. Contenido que le abra los ojos y lo obligue a aceptar que tiene un problema, investigue acerca de él y busque ayuda en procura de una solución.

Si insistes tercamente en apelar al dolor, directamente al dolor, porque todos en el mercado lo hacen, obtendrás los mismos resultados: te ignorarán, serás invisible para esas personas a las que puedes ayudar. Te verán como “más de lo mismo”, como esas opciones que probaron y no fueron lo que esperaban, lo que les habían prometido. Y no querrán saber nunca más de ti.

Antes de irte por el camino fácil, piensa en cómo te sientes cuando padeces un dolor. ¿Quieres que te hurguen la herida? ¿Te gustaría que le pusieran sal? ¿Deseas que te restrieguen en la cara los errores que cometiste y que te llevaron a esa situación límite? ¿Te agradaría que otros se aprovechen de tu mal, de tu vulnerabilidad, y quieran sacar partido de eso? Asumo que no.

Si posees conocimiento, experiencia y has aprendido de tus errores y puedes ayudar a otros a que no pasen lo mismo que tú, no muerdas el anzuelo de apelar al dolor, solo al dolor, para tratar de vender tu producto o servicio. Poder ayudar a otros no solo es un privilegio que te concede la vida, sino una responsabilidad. Además, ¿de qué te sirve todo eso si no es para ayudar a otros?

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¿Eres tú uno de tantos que sueñan con ‘Ser un escritor’?

“El trabajo soñado del mundo: Las profesiones más buscadas”. Este es el título de una información publicada por el portal Remitly.com, una empresa proveedora de servicios financieros para inmigrantes, que se hizo viral en los últimos días en internet. ¿El motivo? Revelaba las tendencias de búsqueda de los usuarios de Google en términos laborales.

Lo primero que hay que decir que no es un estudio formal, que no hay ninguna metodología científica que lo respalde. Se trata, simplemente, tal y como lo publicaron sus autores, de “el trabajo que cada país desea más, de acuerdo con los datos de búsqueda de Google”. Lo cierto es que esta publicación ha despertado una polvareda que no le resta valor al resultado.

En el pasado, esta misma empresa realizó un ejercicio similar, con un tema también de mucho interés: “Los países que más buscan los jóvenes para ir a estudiar”. Repito: son reflejo de las tendencias de búsqueda en Google, las mismas que, dicen algunos, son palabra de Dios a la hora de crear un negocio o un producto, o de publicar contenido en las redes sociales.

¿Por qué me llamó la atención? En primer lugar, por el trabajo ideal, el más buscado: ser piloto. Me recordó mi infancia, hace más de medio siglo, cuando ese era el sueño de muchos (no fue el mío, por cierto). Pero que hoy, en pleno siglo XXI, en tiempos en los que resulta relativamente fácil ser piloto comercial siga siendo en trabajo ideales toda una novedad.

En el período en el que se realizó el ejercicio, de octubre de 2021 al mismo mes en 2022, fueron 930.360 las personas que le preguntaron a Mr. Google “¿Cómo ser piloto?”. Esta búsqueda encabezó la lista de deseos laborales en 25 países, incluidos EE. UU., Inglaterra y Australia. Es posible que las ganas reprimidas durante la pandemia hayan sido el detonante.

Viajar, conocer distintos países, disfrutar de culturas (gastronomía, música, arte) diferentes y, por supuesto, obtener una buena remuneración son ideas que a todos nos rondan la cabeza. Y, claro está, el trabajo como piloto es un pasaporte directo a ese estilo de vida, más allá de que no es el paraíso perfecto que muchos imaginan. Su primer lugar, en todo caso, no deja de ser llamativo.

Como llamativo, muy llamativo, también, es el oficio que ocupó el segundo lugar: “Ser escritor”. Este fue el motivo por el cual me animé a escribir estas líneas, porque a mí sí me resulta muy curioso este resultado. En total, fueron 801.200 búsquedas, cifra suficiente para liderar el listado en 75 países como India, Nueva Zelanda, Suráfrica, Namibia, Zambia, Kenia o Uganda.

También, en otros como Islandia, Noruega, Suecia, Finlandia, Estonia, Letonia, Bélgica, Países Bajos, Hungría, Bulgaria, Rumania, Grecia o Dinamarca, para que no se cometa el error de pensar que es el sueño de ciudadanos del mal llamado tercer mundo. Llamativa, también, la distancia marcada con el tercer trabajo soñadodel escalafón, bailarín, que obtuvo 278.720 búsquedas.

El cuarto puesto fue para “Youtuber” (195.070), seguido por “Emprendedor” (178.380). La publicación, como mencioné, fue viral y la mayoría de los medios de comunicación la replicó. Para ellos, la “noticia” fue que en Latinoamérica el trabajo soñado es ser “influenciador” (Colombia, Ecuador, Venezuela, Argentina, Paraguay, Honduras, Costa Rica, Honduras y República Dominicana y España, único país europeo).

Y la segunda opción, “Youtuber” (México, El Salvador, Perú, Bolivia, Chile, Uruguay). No cabe duda de que la vida en estas latitudes está marcada, para mal, por las redes sociales y de que es inocultable, así mismo, el afán de ganar dinero, mucho, de manera fácil y rápida. Esa, sin embargo, es harina de otro costal, un tema al que no me referiré en esta publicación.

Porque el tema que me interesa es ese segundo lugar de “¿Cómo ser escritor?”. ¿La explicación? Ser escritor “es un trabajo que ofrece una gran flexibilidad ya que se puede realizar desde cualquier parte”, dicen los investigadores. Además, “hay grandes recompensas si llegas a la cima y, sin embargo, también promete ser una carrera agotadora para muchos llena de rechazo, dudas y preocupaciones financieras”.

En este oficio, vaya si lo sé, si lo he experimentado, no hay términos medios, tonos grises: es blanco o negro, bueno o malo, éxito o fracaso. Así es, sencillamente. Y no hay magia, tampoco. Es decir, no es que un día le levantas de la cama, tomas la decisión de ser escritor y a partir de ahí tu mente comienza a producir textos geniales. Eso que equivocadamente llamamos inspiración.

Y hay que trabajar, mucho y cada día, para desarrollar la habilidad. Que sí, está en ti, en cualquier persona, pero que hay que activarla, hay que desarrollar. Como la habilidad de montar en bicicleta, por ejemplo, o de bailar: están dentro de ti. Sin embargo, solo vas a disfrutar de un paso o de una visita a la discoteca cuando tengas la habilidad requerida.

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Ahora, es menester decir que no es necesario que vayas a la universidad y estudios la carrera de Literatura, o que tomes uno de tantos cursos disponibles en internet. Si lo quieres hacer, está bien, siempre y cuando esto contribuya a que alcances el objetivo propuesto. Que es lo primero de debes determinar: ¿quieres ser un escritor aficionado o anhelas vivir de ello?

Son procesos muy distintos, que exigen dinámicas diferentes. Luego, debes establecer el área (temático) y el tipo de escritos que quieres producir. ¿Novela? ¿Qué clase de novela: romántica, de ficción, de aventura? ¿Relatos breves? ¿Cuentos: infantiles o eróticos? Como ves, no es solo decir “voy a ser escritor”, sentarse frente al computador y esperar a la famosa inspiración.

¿El siguiente paso? Comenzar. Escribir, testear, corregir, volver a publicar, escuchar críticas, replantear, corregir, publicar. Y así sucesivamente, una y otra vez, una y mil veces. Lo que los gurús de la escritura en internet no te cuentan es que en este tema no hay atajos ni un camino corto: Como cualquier otra habilidad, se desarrolla y mejora en la medida de la práctica.

Pero, volvamos al comienzo, a la publicación de Remitly. Reitero que me resulta muy curioso que “Ser escritor” sea la segunda búsqueda más popular en Google. Me sorprende, y claro, me alegra, me entusiasma y me halaga. Significa que, con mi conocimiento y experiencia, con las bendiciones que la vida riega sobre mí, hay un terreno fértil para ayudar a otros a cumplir sus sueños.

Saber escribir es lo que podríamos llamar una habilidad transversal. ¿Eso qué significa? Que es necesaria para prácticamente todo lo que hacemos en la vida. No solo para trabajar, no solo para conseguir un sustento y vivir. También, por placer, por aprovechar lo que la vida nos da. Y te sirve, además, cualquiera sea el oficio o profesión a la que te dediques, sin distinción.

Ahora, si eres una empresa o un emprendedor, la requieres sí o sí. Si eres una empresa, porque el contenido es la estrategia más barata, segura y efectiva para establecer una relación a largo plazo con el mercado, con todos y cada uno de tus clientes. ¿Coca-Cola? ¿Apple? ¿Disney? ¿McDonald’s? ¿Te son familiares estos nombres? Bueno, son grandes productores de contenido.

Con un agravante: cada día son más las empresas, de cualquier tamaño o industria, que reconocen la necesidad de convertirse en medios de comunicación. ¿Eso qué quiere decir? Que no pueden esperar los resultados del free-press, o apostar todos sus duros a la publicidad. Se requiere una comunicación constante, una interacción permanente, con el mercado.

Y eso solo es posible cuando cuentas con los canales adecuados para, primero, escuchar al mercado, a tus clientes y, segundo, para nutrirlos, educarlos y entretenerlos en el proceso de entregarles la solución que requieren. Hoy, lo que se impone, y no es una moda o tendencia, es crear contenido propio que esté conectado con tu propósito y las necesidades del mercado.

Si eres un emprendedor, con mayor razón. ¿Por qué? Porque la premisa fundamental para tener éxito en un negocio, dentro o fuera de internet, es la visibilidad acompañada del posicionamiento. Es decir, que el mercado sepa quién eres, qué haces, cuál es tu propuesta de valor, cómo puedes ayudar a esas personas y cómo propones hacerlo. ¿Entiendes?

Y eso, créeme, no lo consigues, ni el 1 %, con publicaciones en las redes sociales. Ese es el grave y costoso error que muchos cometen y después lo lamentan. ¿Cómo lograrlo? Tienes que generar contenido propio, auténtico y diferente con un mensaje claro que les permita a tus clientes potenciales establecer si eres su mejor opción, si eres justo lo que necesitan.

Y cualquiera que sea el formato que elijas, un video, un pódcast, una infografía o contenido para un blog (página web), la base es, debería ser, el texto. Sí, un escrito. Que después, gracias a la magia de la duplicación de contenidos (o repropositación, como dicen en los ámbitos del marketing digital), te permita hacer llegar ese mensaje a más personas, a más audiencias.

Por último, quizás lo sabes porque lo expreso con frecuencia, la escritura es una técnica terapéutica formidable. Te ayuda a sanar las heridas de tu pasado, a reconciliarte con esos hechos del pasado que las provocaron. Te ayuda, también, a conocerte a ti mismo y, así, aprovechar tus dones y talentos, tu conocimiento y experiencias, tus pasiones y sueños.

Y, la razón por la que escribir, para mí, es tan solo un medio, una herramienta, no el fin, no el objetivo: porque gracias a esta habilidad que la vida me dio la posibilidad de desarrollar tengo el privilegio de ayudar a otras personas. Esa, créeme, es una de las mayores bendiciones que he recibido de la vida, una que procuro honrar cada día, una que me da muchas alegrías.

“Ser escritor”, según el informe de Remitly.com, es el segundo del listado que determina “El trabajo soñado del mundo: Las profesiones más buscadas”. No creo que sea una casualidad: nadie, absolutamente nadie, busca en internet o le pregunta a Mr. Google, sobre algo que no le interesa, algo que no aspira a ser o a tener. Descubre y activa el buen escritor que hay en ti…

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¡Perdí mi virginidad!, y estoy feliz: te cuento por qué

Después de casi cinco años trabajando en el ámbito del marketing, haciendo mis primeros pinitos como emprendedor, realicé mi primer webinar (Mi Primer Avatar: ¿cómo identificarlo, cómo definirlo?). Que, para quienes estamos en esta a veces incomprendida labor de trabajar en aquello que amamos y, de paso, ofrecer a otros nuestro conocimiento y experiencias, no es poco, no es un logro simple.

La vida no me dio hijos, pero mi profesión sí me brindó algunos. Los libros que publiqué en años anteriores (Colombia Mundial – De Uruguay 1930 a Brasil 2014, Santa Fe, la octava maravilla y Copa América: 100 años, 100 historias) son lo más parecido. Además, es un parto conseguir que alguna editorial se interese en tu producto y, además, encajar en su sistema (esta es la cesárea).

Desde que comencé a trabajar en marketing, por allá en octubre de 2016, una fecha que hoy se antoja lejana, sabía que este momento iba a llegar. No sabía cuándo, pero entendía que iba a llegar, que tenía que llegar. ¿Por qué? Porque tomar la decisión de convertirte en emprendedor va de la mano con salir de tu zona de confort y, especialmente, con no encontrar una parecida.

Por supuesto, cuando comienzas no sabes cuándo va a llegar, ni sabes cómo será el proceso. Tomé un camino quizás más largo (aunque, no exento de dificultades), concentrado en adquirir no solo el conocimiento necesario, sino la experiencia. Y, además, de aprender de las experiencias de los demás, de sus errores, de sus aciertos. Hasta que las circunstancias me trajeron hasta este punto.

La lección más valiosa de este proceso fue, sin duda, aquella de entender que mi conocimiento, mis experiencias, mi propósito y mis dones y talentos de nada sirven si no los aprovecho para ayudar a otros. En otras palabras: solo tienen sentido cuando ayudo a otros, si los utilizo para que otros descubran su potencial y lo aprovechen para lograr sus objetivos, para cristalizar sus sueños.

Y, no sobra decirlo, uno de mis sueños era hacer un webinar y vender uno de mis productos. Cuando te das a la tarea de compartir tu conocimiento, no puedes vivir de los elogios y, mucho menos, de los likes en las redes sociales. Ni los unos, ni los otros, te pagan las cuentas. Además, como dice mi amigo y mentor Álvaro Mendoza, “un emprendimiento no es una ONG”.

No es fácil entender por qué en la primera etapa de tu camino como emprendedor, en la que por lo general el dinero no abunda, tienes que ofrecer algo gratis. Se antoja una contradicción, pero en realidad no lo es. La razón es que si compartes conocimiento y experiencias de valor a otros, si los ayudas, van a pensar “si esto tan poderoso me lo dio gratis, cómo será lo que me dará si le pago”.

Esa, por si no lo sabías, es una de las premisas que mueve al mercado. El problema, porque siempre hay un problema, es que muchos dan valor en un comienzo y luego, cuando venden, se niegan a hacerlo. Bien sea porque no cumplen lo prometido, porque no tienen más que aportar o, simple y tristemente, porque lo único que les interesaba era quedarse con tu dinero.

Por eso, una vez lo obtienen se esfuman, desaparecen como por arte de magia. Por supuesto, cada uno hace lo que considera correcto y cada uno, además, carga con las consecuencias de sus actos y de sus decisiones. De eso se trata la vida. Por eso, así mismo, me tomé un buen tiempo, casi cinco años, en prepararme antes de darme a la aventura de ofrecerte uno de mis productos.

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En este momento, justo en este momento, me siento preparado para aportar más valor a través de mi curso El Avatar: Del Amigo Imaginario Al Cliente Real. Ese, quizás lo sabes, quizás lo sientes, es uno de los mayores dolores del mercado, no solo porque es muy fuerte, sino porque afecta a muchas empresas (inclusive, las grandes), negocios y emprendimientos. ¡Es otra epidemia!

Hoy, en el siglo XXI, el marketing consiste en establecer una relación de intercambio de beneficios con el marcado, con todos y cada uno de tus clientes. Una relación basada en la confianza y la credibilidad, dos valores que surgen de tu genuino interés por ayudar a otros, por aprovechar lo que sabes y lo que has vivido para enseñarles a evitar los costosos errores que tú cometiste.

Hace unos años, como muchos otros, quizás como tú, mi vida entró en crisis. Colapsó poco a poco, tanto en lo personal como en la laboral, y caí en un profundo hoyo del que no fue fácil salir. Por fortuna, después de que había tocado mil y una puertas, por una se entreabrió. Un camino lleno de incertidumbre, en el que el miedo y el recuerdo de los fracasos pasados eran un lastre.

Sin embargo, por cuenta de esa maravillosa e indescifrable ley de equilibrio de la vida (que no es lo mismo que compensación), lo que tanta veces se negó en el pasado poco a poco fue surgiendo en el camino. Oportunidades de valioso aprendizaje, personas que te valoran y que agradecen lo que puedes hacer por ellas, otros emprendedores que te apoyan y, claro, clientes que te contratan.

Gracias a Dios, los que he tenido, los que tengo, son maravillosos. Su confianza y, sobre todo, lo que me han enseñado es invaluable. Durante este proceso, validaron mi conocimiento, mis experiencias, mis metodologías y mis productos; fueron ellos, justamente ellos, los que, aún sin percibirlo, me dieron el empujoncito para llegar a este feliz momento de perder la virginidad.

¿A dónde quiero llegar con esta reflexión que te comparto? A que, por si todavía no lo hiciste, te des cuenta de que el mejor día para comenzar a cumplir tus sueños es hoy. No importa cuál sea ese sueño que te quita la tranquilidad, que no te deja dormir tranquilo; no importa si antes lo intentaste y no funcionó, siempre hay una nueva oportunidad, siempre hay un buen día para comenzar.

Estoy completamente seguro de que tú, que lees estas líneas, posees valioso conocimiento y has vivido experiencias increíbles que ansías transmitirles a otros. Quizás no era tu momento, quizás no había llegado tu momento. A veces no es fácil de explicar, a veces no es fácil de entender. Sin embargo, siempre es posible comenzar. Un sueño solo se extingue cuando dejas de luchar por él.

Cuando empecé a trabajar en marketing, te confieso que no sabía nada, absolutamente nada. De hecho, los términos me asustaban, igual que la autoridad de aquellos a quienes escuchaba. Pero, eso, más que un obstáculo, fue un aliciente: me di a la tarea de aprender, de probar, de errar y volver a probar, hasta que me di cuenta de que había llegado el momento de dar el gran salto.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que tú también puedes hacerlo. En cualquier actividad de la vida. Tú puedes aprender a escribir como lo deseas, puedes desarrollar la habilidad y sobresalir del promedio, puedes construir mensajes poderosos que, en virtud de tu conocimiento y de tus experiencias, ayude a otros a transformar su vida. Tú también puedes perder la virginidad

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