Categorías
General

Si alguien te da un consejo, te aconsejo ¡no tragar entero!

A mi juicio, una de las tareas más difíciles para un ser humano es aquella de dar un consejo. Por más que seas un experto en la materia, que seas exitoso, que hayas desarrollado una metodología o hayas implementado un sistema efectivo, dar un consejo es complicado. ¿La razón? Que quien lo recibe asume que el resultado que obtendrá será… ¡tu responsabilidad!

El diccionario nos dice que consejo es “Opinión que se expresa para orientar una actuación de una determinada manera”. Es decir, no es una orden, tampoco es una sentencia: tan solo, una opinión. Eso implica que, al final, la decisión, el camino que se tome, dependerá de la persona que recibe el consejo y, por supuesto, la responsabilidad del resultado será enteramente suya.

Lo que sucede en la práctica es que los seres humanos somos muy cómodos: le trasladamos la responsabilidad a otro para liberarnos de la culpa. Ah, eso sí, si el resultado es favorable fue porque tú lo hiciste bien, por tu talento, por tu capacidad, en fin. Ahora, lo segundo es entender que un consejo es simplemente una orientación, una opción que se te brinda.

Es decir, casi nunca (o nunca) es el único camino. Además, y esto sin duda es lo crucial, el mejor consejo del mundo no es perfecto o ideal para todos, para cualquiera. ¿Por qué? La explicación muy sencilla: el resultado está determinado por factores como conocimiento, experiencia, habilidades y práctica, que varían de persona en persona. No hay una verdad.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que estamos acostumbrados, según lo que nos enseñaron en la niñez, a seguir órdenes o instrucciones. ¡Todo el mundo te da órdenes!, y tu única opción es cumplirlas a rajatabla. ¡Ay de que no lo hagas!, porque la desobediencia se castiga. Entonces, crecemos con la idea de que tenemos que pedir consejo y… ¡seguirlo!

¿Por qué? Porque, primero, quien imparte el consejo se escuda en su sabiduría y asume que el receptor hará caso; segundo, porque quien recibe el consejo asume que el resultado será el que espera porque viene de alguien ‘que sabe’. Y, aunque es posible que las dos premisas sean ciertas, ya sabes que algo va de la teoría a la realidad, a la práctica, que incluye margen de error.

Esto de dar y recibir consejos se ha convertido en una epidemia, en el fuego que alimenta ese terrible fenómeno de la infoxicación. Entras a internet y te abruma la avalancha de consejos que llegan a la bandeja de entrada de tu correo electrónico y que pulula en las redes sociales. Dado que hoy todos y cualquiera son gurús que dice poseer la fórmula del éxito, la comparten.

Y, claro, lo hacen en forma de consejo. En tono imperativo, claro. Es decir, son consejos que se apartan de la definición que nos ofrece el diccionario. Recordémosla: “Opinión que se expresa para orientar una actuación de una determinada manera”. “Si no publicas en tal red social, nadie te verá”, “Si no usas estas palabras, no venderás”, “Si no posteas a esta hora, nadie te verá” y otras especies más.

Lo más curioso, y también lo patético, es que si te tomas la molestia de hacer unos cuantos clics e investigas quiénes son y qué hacen (o han logrado) estos gurús descubrirás que la mayoría son… ¡vendehúmo! En otras palabras: no han sido exitosos en eso que dicen ser o, lo peor, no pueden enseñarte a alcanzar el éxito (o los resultados) que ellos no han obtenido.

Sin embargo, son geniales para dar consejos. En especial, en el ámbito de la creación de contenidos y más ahora que contamos con la ayuda de una variedad de herramientas de la inteligencia artificial. Te sorprendería la cantidad de correos electrónicos y, sobre todo, avisos publicitarios que recibo y me encuentro en internet con sabios consejos para crear contenidos.

Sí, porque no son simples consejos: son sabios consejos (irrefutables, indiscutible). Que, te lo digo con la mano en el corazón, muy probablemente no te funcionarán. ¿Por qué? Porque la de escribir o crear contenidos es una actividad muy personal, que involucra tu esencia. No solo tu conocimiento o experiencia, tu pericia o habilidades, sino tu esencia como ser humano.

Porque, créeme, la clave para que tus contenidos, en el formato que elijas, consiga atraer la atención del mercado y produzca el impacto esperado está en tu esencia. Es decir, en lo que eres, en lo que piensas, en lo que sientes, en el valor que puedes transmitir, en lo que te hace único y valioso. El formato, la estructura que decidas, las palabras que escojas, todo esto es secundario.

Además, y esto seguramente lo has percibido, unos de esos sabios consejos se contradicen con los otros sabios consejos. Unos te dicen blanco, como si fuera la verdad absoluta, y los otros te pregonan el negro, porque aseguran esa es la verdad absoluta. Y así sucesivamente. Y, quizás lo sabes, lo has experimentado, no hay un solo camino, una fórmula única, un consejo perfecto.

Repito: pocas actividades en la vida de un ser humano tan personales, tan únicas, como la de producir contenidos (en el formato que elijas). Un ejemplo: cuando vas a conversar con tu hijo para enseñarle algo, se lo dirás con tus palabras, con tu estilo, con tu sensibilidad. Ahora, si esa tarea la cumple tu pareja, aunque el objetivo sea el mismo, el procedimiento será distinto.

No hay una fórmula única. Y eso, para mí, es maravilloso. ¡Qué aburrido sería estar sometido a seguir siempre el mismo camino, que además fue trazado por otro! Lo bonito de la vida es disfrutar de la potestad de hacerlo a tu modo, más allá de que te equivoques. Igual, si lo haces, será tu error, tu aprendizaje. De hecho, solo por ese camino (el tuyo) podrás aprender.

consejos

Esa es la razón por la cual son archienemigo de las plantillas, de los libretos establecidos y, por supuesto, del odioso y patético copy + paste. Creo, soy un convencido, de que cada ser humano está en capacidad de crear contenidos valiosos, siempre y cuando no reniegue de su esencia, no caiga en la trampa del “no puedo, no nací para esto” o, peor, “no me inspiré”.

Ahora, ¿quieres que te dé algunos consejos? Recuerda son solo opiniones que te ayudarán a decidir qué camino tomar y qué hacer. Veamos:

1.- Entiende que ya lo tienes todo para crear contenidos que generen un impacto positivo en tu audiencia. Si algo te hace falta, lo aprenderás en el proceso. Lo importante es que aceptes que con lo que tienes ya es suficiente para comenzar. Entonces, ¡manos a la obra!

2.- Determina qué camino quieres seguir. Es decir, cuál será el formato básico que utilizarás para crear tus contenidos. Ten en cuenta que sea uno que facilite tu tarea de reconvertir esos contenidos a otros formatos para ampliar el alcance de tu estrategia. Comienza con uno solo

3.- Entiende y acepta que la estrategia más segura (no más rápida) es aquella de prueba y error. Como dice mi buen amigo y mentor Álvaro Mendoza, “cuanto más rápido te equivoques y más grave sea el error, mayor será el aprendizaje”. Prueba, valida, corrige y vuelve a probar

4.- Establece tu propio estilo. Que, valga decirlo, no surgirá frotando la lámpara ni de la noche a la mañana. El estilo es fruto del trabajo, de producir y producir, probar e innovar, hasta que encuentres el tono y la voz que te identifiquen y, sobre todo, que resalten tu esencia única

5.- Preocúpate, así mismo, por algo muy importante sobre lo que nadie te da consejos: el hábito. No solo de producir contenidos con frecuencia para desarrollar la habilidad, sino para establecer tu propio sistema, uno que te permita replicar tu éxito una y otra vez, y otra vez

6.- Sigue a escritores o creadores de contenidos que te agraden, que te inspiren, de los cuales puedas aprender. Si ofrecen cursos o recursos, obtenlos (aunque tengas que pagar un poco). Mira sus contenidos y trata de identificar aquello que lo hace bueno, distinto; y modélalo

7.- La tarea de la creación de contenidos se asemeja a una ultramaratón: es una prueba de largo aliento. ¿Eso qué significa? Que no verás resultados consistentes a corto plazo, así que no te obsesiones, no te desesperes. Consistencia y persistencia son las claves del éxito

8.- Haz caso omiso de las críticas, que no faltarán y que, en algunos casos, serán despiadadas (y de ellas, muchas serán injustificadas). Tampoco caigas en la trampa del elogio barato que te lleve a creer que todo lo que haces está bien: utiliza las métricas que la tecnología te ofrece

9.- Olvídate de las plantillas, los libretos y los prompts para las aplicaciones de inteligencia artificial generativa. No solo son ‘más de lo mismo’ y te impedirán diferenciarte, sino que además no te servirá para cumplir con éxito la tarea de atraer la atención del mercado

10.- Valórate, agradece y aprovecha los dones y talentos que te fueron concedidos, así como el conocimiento que posees y las experiencias que has vivido, más el aprendizaje de tus errores. Son una mina que, si la sabes explotar, te permitirá conectar con otras personas, e impactarlas

Moraleja: no se trata de hacer caso omiso de los consejos, que pueden ser útiles y necesarios. Pero no puedes depender de ellos y, algo más importante, no todos son para ti, no todos te servirán. Eventualmente, pruébalos y, si ves que no marcan la diferencia, deséchalos. Los que en la práctica te brinden resultados y te permitan avanzar, impleméntalos y aprovéchalos.

Por último, hay un largo trecho entre escuchar un consejo y seguirlo. Antes de dar el primer paso, investiga, determina si esa persona que te lo brinda tiene autoridad, si en verdad hace el trabajo que dice hacer, si es bueno, si ya ayudó a otros con ese u otro consejo. Busca comentarios y testimonios de otros para evitar caer en una trampa. ¡No tragues entero!

consejos
Categorías
General

Que los retos comunes, traviesos duendecillos, no te impidan escribir

Una de las razones por las cuales me gusta escribir es que siempre representa un reto. Aunque hayas escrito mucho, aunque seas un escritor laureado y reconocido, aunque lleves muchos años en el oficio, siempre es un reto escribir. De hecho, estoy convencido de que, si no fuera así, hace mucho tiempo que me habría dedicado a algo diferente, porque el reto es el condimento.

La mayoría de las personas desiste de su intento de escribir con regularidad tan pronto se da cuenta de que requiere trabajo. Es ese momento en el que entienden que el tema de la tal inspiración es una mentira y, entonces, prefieren dejar a un lado su sueño de escribir porque no están preparados, ni académica, ni mentalmente, para asumir los retos. Una gran tristeza.

Lo primero que hay que entender es que, así seas un escritor profesional y vivas de ello, pases la mayor parte del tiempo dedicado a escribir, no puedes olvidar que eres un ser humano. ¿Eso qué quiere decir? Que estás sometido al vaivén (montaña rusa) de las emociones, estás expuesto a problemas cotidianos o a enfermedades, que hay días en lo que no quieres saber nada de escribir.

Esta, sin embargo, es una situación que para nada es exclusiva de los escritores. Les sucede también a los cantantes, a los pintores, a los escultores, en fin. Les sucede, principalmente, a todos aquellos que se dedican a un oficio en el que la creatividad y la imaginación son el insumo básico. Y, para que no te equivoques, también les sucede a médicos, abogados, arquitectos o sicólogos.

En suma, a cualquier ser humano. La clave del éxito en aquello que hagas, sea cual fuere la actividad a la que te dediques, radica en que tengas el control. ¿De qué? Del tema, es decir, del conocimiento; de tus emociones, que son traviesas y te juegan malas pasadas; de las circunstancias, que no siempre son las ideales o necesarias para cumplir con tu objetivo.

Cuanto más control tengas, mucho mejor, obtendrás mejores resultados. Ahora, en todo caso, es menester que entiendas que no puedes tener el control absoluto, el ciento por ciento, y menos a largo plazo. ¿Por qué? Porque la vida es dinámica, cambia constantemente, a cada instante. Tan pronto superas una prueba que pone en tu camino, te enfrenta a otra, más fuerte, más retadora.

Y así funciona con el oficio del escritor. Terminas un libro, que puede ser un gran éxito editorial y de ventas, y pronto hay un nuevo desafío. Que, y esto es muy importante comprenderlo, no significa que este proyecto tenga que ser mejor que el anterior, más exitoso. Para nada. Cada proyecto es único que realizas tiene vida propia y carece de sentido compararlo con otros.

Es como tus hijos (si los tienes): cada uno es único, especial, diferente de los demás. Aunque hay mil y un detalles que los unen, aunque todos sean sangre de tu sangre, cada uno tiene vida propia y carece de sentido compararlo con otros, con los demás. Lo fundamental es que entiendas que no se trata de una competencia, que no hay un ganador y unos perdedores. Así no es como funciona.

Lo que puedo decirte es que todos los retos, absolutamente todos, son posibles de superar. Debes descubrir cuáles son los tuyos, establecer un plan y una estrategia para enfrentarlos y vencerlos y, en el proceso, adquirir el conocimiento y la experiencia que te servirán para cuando lleguen otros desafíos. Y necesitas aceptar que tus retos son distintos de los de cualquier otro escritor.

¿Eso qué quiere decir? Que en este caso, tampoco en este caso, se vale el copy + paste. Los retos son como los demonios: cada uno tiene los suyos y la tarea consiste en aprender a lidiar con ellos, a combatir contra ellos. Además, es bueno que entiendas que los desafíos nunca terminan: una vez que superar uno, aparece otro, y así sucesivamente, porque escribir es como la vida.

CGCopywriter

Estos son algunos de los retos más comunes y cómo puedes superarlos:

1.- “No tengo tiempo para escribir”.
So le envías este mensaje a tu cerebro, lo que en realidad le dices es que “escribir no es prioridad para mí”. Igual que cuando no te alimentas bien, ni practicas algún ejercicio (“La salud no es prioridad para mí”), cuando dejas de aprender y te dejas absorber por la rutina (“Mi crecimiento personal no es prioridad para mí”) o cuando te rindes (“El éxito no es prioridad para mí”).

Cada día tiene las mismas 24 horas, 1.440 minutos y 86.400 segundos para todos los seres humanos, sin excepción. La diferencia está en cómo cada uno los utiliza, qué hace en ese tiempo. Priorización de tareas, organización, planificación y medición de resultados son habilidades que una persona, cualquier persona, necesita desarrollar para convertirse en un buen escritor.

2.- “Estoy bloqueado, no puedo escribir”.
Otra mentira muy comercial, pero no por eso deja de ser una mentira. Lo que ocurre es que no está socialmente aceptada, es un recurso del que resulta fácil echar mano para eludir las responsabilidades o las debilidades propias. El tal bloqueo mental surge bien por falta de ideas, de conocimiento del tema del que vas a escribir, como de miedo a abordar ese tema en profundidad.

Este reto se presenta, fundamentalmente, cuando te sientas frente a computador y todavía no sabes qué vas a escribir y, entonces, elijes un atajo: la improvisación o la tal inspiración. Sea cual sea el que escojas, el resultado será el mismo: no avanzarás. Recuerda: sentarte a escribir es el último paso del proceso y solo puedes llegar a él si antes cumpliste a cabalidad con los demás.

3.- “Hoy no tengo ganas de escribir”.
A veces te despiertas y piensas “Hoy no tengo ganas de trabajar”, pero te levantas, te arreglas y vas a trabajar. “Hoy no tengo ganas de ir al gimnasio”, pero cuando tu amigo te llama dejas atrás las disculpas y vas a hacer ejercicio. “Hoy no tengo ganas de tomar unas cervezas”, pero no te niegas cuando aparece tu novia o pareja y te dice que tiene ganas de salir y beber algo.

Es cuestión de compromiso, de responsabilidad. Si en verdad estás comprometido con tu sueño de ser un buen escritor, encontrarás el tiempo, te olvidarás del tal bloqueo mental y escribirás a pesar de que no tengas ganas. La disciplina es una cualidad del buen escritor. Una cualidad, que además, te ayudará a exigir a tu cerebro, que suele ser perezoso, y activará tu creatividad e imaginación.

4.- “Me cuesta aceptar las críticas negativas”
Este, créeme, no es un desafío de poca monta porque el ego es, muchas veces, demasiadas veces, el sello característico de los escritores. No solo están obsesionados con la perfección, que es otra cortina de humo, sino que tienen la idea de que nadie está preparado para criticar su trabajo o, de otra forma, que nadie comprende el valor de su trabajo. Este es un terrible círculo vicioso.

Algo que debes asumir, y cuanto más pronto lo hagas es mucho mejor, es que tu trabajo no le va a gustar a todo el mundo. Y está bien, porque cada persona es un mundo aparte, con deseos y aspiraciones distintas. Enfócate en lo positivo (que no es lo mismo que en escuchar solo elogios), sé autocrítico y no dejes de trabajar para que tu próxima producción sea de mejor calidad.

Escribir, no lo olvides, es un proceso que nunca termina, que nunca está completo. Eso, aunque no te parezca, es una buena noticia. ¿Por qué? Porque siempre hay oportunidad de aprendizaje, de crecer, de avanzar. Siempre, claro, que no permitas que los retos comunes, que son duendecillos traviesos, te hagan la vida imposible y te impidan compartir con otros tu conocimiento y experiencias.

CGCopywriter
Categorías
General

5 consejos para evitar los ‘inconvenientes de última hora’

Conversando con las personas que me dan el privilegio de ayudarlas a crear sus estrategias de contenidos o sus contenidos me encuentro con una piedra con la que tropieza la mayoría. ¿Sabes cuál es? El miedo a la hoja en blanco. Lo que comúnmente conocemos como el tal bloqueo mental, que ya sabemos que es una mentira, tan solo una excusa, porque el problema está en otro lado.

¿Dónde? En la falta de preparación. Y con esto no me refiero a que necesites estudiar una carrera o hacer un curso específico para escribir. No, mientras no desees convertirte en un profesional de la escritura, mientras no tengas la intención de vivir de escribir. Si tan solo quieres escribir sobre lo que piensas, sobre lo que conoces, sobre las experiencias que has vivido, el camino es más corto.

En ese caso, entonces, solo necesitas desarrollar y/o mejorar la habilidad. Porque, y esto no me canso de decirlo para evitar que caigas en manos de los vendehúmo del mercado, todos sabemos escribir. Aprendimos en la escuela primaria y lo hacemos a diario. Escribimos correos, mensajes o reportes, informes en el trabajo. Todos sabemos escribir, y también todos podemos escribir mejor.

La clave para escribir, y sobre todo para hacerlo mejor, radica en dos aspectos: por un lado, el conocimiento (dominio) del tema acerca del que vas a escribir; por el otro, el método que implementaste. Si alguno de estos dos factores no cumple con las condiciones mínimas, no te quedará más remedio que enfrentar la hoja en blanco (y luego echarle la culpa al tal bloqueo).

Si, por ejemplo, eres un aficionado a los deportes, en especial al fútbol, en cualquier momento, en cualquier circunstancia, en cualquier escenario, estarás en capacidad de brindar tu opinión. No importa si estás frente a personas que no conoces, si eres tímido: en virtud del conocimiento del tema, te sentirás capaz de discutir con cualquiera, no tendrás problema en exponer tus ideas.

Lo mismo ocurre si tu área de conocimiento y experiencia es la música, o la cocina, o el derecho, o la medicina o las terapias alternativas. Si posees un nivel de conocimiento superior al promedio del mercado y, además, acreditas experiencia de campo estarás empoderado y podrás hablar o escribir sin temor. El dominio del tema es, entonces, la primera piedra para poder construir un buen texto.

Esto, sin embargo, no es suficiente: también necesitas un método. Como lo he mencionado en post anteriores, sentarte frente al computador a escribir debe ser el último paso de tu proceso. El problema es que es lo primero que hace la mayoría de las personas y, entonces, vuelve el temita ese del tal bloqueo mental. La forma más efectiva para evitarlo es establecer tu propio método.

No puedes seguir el método de Gabriel García Márquez porque no eres Gabriel García Márquez. Ni el de Walt Whitman porque no eres Walt Whitman. Ni el de Isabel Allende porque no eres Isabel Allende. ¿Entiendes? Puedes tomar elementos de García Márquez, de Whitman o de Allende, o de cualquier otro escritor, pero necesitas crear tu propio método, uno que te dé los resultados que esperas.

Recuerda: sentarte a escribir es el último paso del proceso. ¿Eso qué significa? Que antes deberías haber completado todos los demás pasos: investigar, determinar el tema, establecer la estructura, definir contexto de tu escrito y el mensaje que quieres transmitir. No un poquito de cada uno, sino el ciento por ciento, de modo que no tengas que dar marcha atrás un vez empezaste a escribir.

Haz de cuenta que vas a preparar un ajiaco, un plato típico bogotano, porque invitaste a almorzar a tu casa a unos amigos que vienen de Cali o Medellín o de otro país. Según la receta tradicional, necesitas pollo, papa criolla, papa sabanera, papa pastusa, arracacha, cebolla larga, cilantro, guascas, trozos de mazorca, maíz tierno y, si eres ortodoxo, alcaparras y crema de leche.

CGCopywriter

Imagina que estás en la cocina y ya tienes algunos ingredientes en la olla, pero te das cuenta de que te faltan la papa pastusa y los trozos de mazorca. Sin estos, el ajiaco no es ajiaco. Será una sopa sabrosa, pero no será un ajiaco. Entonces, tienes que interrumpir y salir a la tienda o, en su defecto, pedir a domicilio y esperar a que te lleguen para continuar con el proceso. ¡Tremendo lío!

Lo mismo sucede cuando te sientas frente al computador con la idea de escribir tu texto: si la investigación fue superficial, si el tema no está bien definido, si tu estructura no es coherente o es incompleta, si careces del contexto necesario o si el mensaje que intentas transmitir es vago o, simplemente, no hay un mensaje, al cabo de unas líneas te enfrentarás al tal bloqueo mental.

Si quieres evitar estos inconvenientes de última hora, sigue estos cinco consejos:

1.- Elige un tema que conozcas y te apasione. No solo que lo conozcas, sino que te apasione, que te haga vibrar cuando hablas de ello, que te emocione. Es la única forma para generar la empatía que te permitirá conectar con tus lectores. Empieza a escribir de tu mascota, de tus hijos, del amor que tienes por tus padres, de las aventuras de un viaje inolvidable, de aquel primer beso…

2.- Escribe lo que piensas, sin miedos. Olvídate del qué dirán o de qué quieren escuchar o leer otras personas. Es tu creación, es tu escrito, es tu visión de ese problema o de esa situación. No te dejes condicionar por las tendencias del mercado o por lo que está de moda. Escribir es un acto de libertad y de rebeldía, no lo olvides. Sé auténtico, sé tú mismo y escribe de lo que te dé la gana.

3.- Escribe sin mayores pretensiones. No porque quieras ganar un premio o desees obtener el reconocimiento de tus lectores. Escribe porque lo disfrutas, porque quieres transmitir tu mensaje, porque necesitas comunicarle al mundo lo que piensas o, simplemente, porque quisiste hacerlo. Eso te librará de las temibles expectativas, que son traicioneras. Escribe lo que tú quisieras leer.

4.- No temas a las críticas. Olvídate de escribir el texto perfecto que le guste a todo el mundo. Ese, créeme, todavía no fue escrito y quizás nunca lo leamos. Hasta García Márquez tuvo detractores y los escritores más famosos y reconocidos han recibido críticas terribles. ¿Por qué? Porque no siempre es posible escribir tan bien como nos gustaría o porque nuestro mensaje no era atractivo.

5.- Escribe, escribe y sigue escribiendo. El título de mi curso ‘A escribir se aprende escribiendo’ no es solo un llamativo juego de palabras: también es una realidad comprobada. No todos los días se puede escribir bien, porque no todos los días tu cabeza está conectada. Hay problemas, hechos que te distraen o quizás estás cansado. Cuanto más escribas, tus textos irán de menos a más.

Estos son consejos que les brindo a mis alumnos y clientes, pero ellos me dicen que, a pesar de que los siguen, no es fácil escribir. Y sí, es cierto: en un comienzo, no es fácil. ¿Por qué? Mientras no se desarrolle el hábito, mientras no se establezca un método, mientras no haya una rutina consolidada, no será fácil. Pero, sobre todo, mientras no despiertes y actives el buen escritor que hay en ti.

La otra arista de ese problema es la soledad y la desorientación, pero puedes evitar estos molestos obstáculos si te dejas ayudar, si buscas la ayuda idónea de un profesional que te enseñe a desarrollar la habilidad. No uno que te venda plantillas que no sirven, sino uno que te enseñe a usar tu imaginación, a despertar tu creatividad, a dejar atrás tus miedos y te motive a escribir.

CGCopywriter
CGCopywriter
Haz clic en la imagen para conseguir tu entrada. ¡No te lo pierdas!
Categorías
General

Hay una luz al final del túnel y, créelo, puede ser tu mensaje

No te animas a escribir porque te da miedo la crítica, porque temen que la respuesta que recibas sea una descalificación de tu trabajo. No te animas a escribir porque estás convencido de que a nadie le interesa lo que piensas. No te animas a escribir porque no te organizas, tienes otras prioridades y, por ende, no dispones del tiempo para desarrollar la habilidad y cultivar el hábito.

Los seres humanos nos pasamos la vida soñando con hacer cosas, con alcanzar nuestras metas y con obtener logros que premien nuestros esfuerzos. Pasamos días, meses y hasta años pensando en cómo nos haría felices y le rogamos a la vida que nos conceda ese deseo que nos da vueltas en la cabeza. Sin embargo, cuando llega el momento de tomarlo, de aprovecharlo, nos da miedo.

Es cuando nos dejamos llevar por lo que nos dice esa saboteadora voz interior que nos refuerza los temores, las creencias limitantes y preferimos privarnos de aquello que anhelamos antes que enfrentarnos a nuestros fantasmas. Al comienzo nos sentimos bien, creemos que tomamos la decisión acertada, pero pronto descubrimos que no fue así y cargamos con esa frustración.

Que, por supuesto, nos atormenta. En especial, cuando vemos que otras personas cercanas, de nuestra familia o del círculo de amigos o del trabajo, sí cumplen sus sueños, sí obtienen sus logros, sí reciben aquello maravilloso que la vida les ha reservado. Es, entonces, cuando nos castigamos, no reprochamos, nos autoflagelamos porque nos abruma el peso de nuestras debilidades.

“No soy capaz de plasmar en la hoja lo que tengo en la cabeza”, “Tengo muy mala ortografía y me da pena escribir”, “No creo que lo que pienso les interese a otras personas” o “No soy bueno para eso, no nací para ser escritor” son algunas de las excusas más comunes. Que, por supuesto, solo son reflejo de las inseguridades provocadas por el temor al qué dirán, a la desaprobación.

El caso es que siempre tenemos mil y una excusas para no comenzar, para no escribir. Siempre tenemos una justificación válida para procrastinar, dejarlo para después, sin darnos cuenta de que, quizás, no haya un después. El arte de la felicidad en la vida consiste en apreciar, valora y, sobre todo, aprovechar el momento, lo que nos brinda cada momento. Si lo dejamos ir, no volverá.

Lo que hay detrás de tantas creencias limitantes, de tantas telarañas mentales, de tantas excusas es, simplemente, el miedo a hacer el ridículo, a ser descalificados, a ser criticados. Es, en otras palabras, el miedo provocado por lo que conocemos como el síndrome del no experto. ¿Sabes de qué se trata? De ese hábito de no valorarte, de despreciar lo que puedes aportarles a otros.

Una de las lecciones poderosas que la vida nos ha brindado en los últimos tiempos es aquella de entender que necesitamos los unos de los otros. Y no en el sentido material, no en el sentido de recibir dinero a cambio de lo que ofrecemos, sino más bien en el sentido de compañía, de contar con alguien que nos escuche sin juzgarnos, de alguien que nos dé una perspectiva distinta.

La triste realidad es que vivimos rodeados de muchas personas, pero estamos solos, nos sentimos solos. ¿Por qué? Porque cada uno está en lo suyo, porque, como dice el gran Joan Manuel Serrat, “cada loco con su tema”. Y en condiciones normales lo asumimos, lo aceptamos, pero en las actuales circunstancias la vida nos llevó a replantear, a priorizar, a reconocer la equivocación.

Y, lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que muchas personas han encontrado refugio, regocijo y un oasis de paz en el mensaje de otros. En vista de que los gobiernos y los medios de comunicación quedaron solo defienden sus propios intereses, de que se confabulan para sacar provecho de estas situaciones caóticas, muchas personas voltearon a mirar a quienes pueden ayudarlos con interés genuino.

CGCopywriter

¿A qué me refiero con esto? No se trata de que sea gratis, de que ofrezcas tus servicios o tus productos sin recibir nada a cambio, porque no somos una ONG. Se trata de que, más allá del dinero o los beneficios que vayas a recibir, lo que te motive sea el genuino interés de ayudar a otros, de compartir tu conocimiento y experiencias para que puedan solucionar sus problemas.

El consumo de contenidos digitales e impresos de calidad (que no abundan, valga decirlo) ha crecido de manera exponencial y sostenida en el último año. En medio de la infoxicación, de un inclemente bombardeo mediático, las personas han buscado alternativas y han encontrado que hay empresas, emprendedores y personas que las escuchan y están capacitadas para ayudarlas.

¿Y tú, de qué lado estás? ¿De los que esperan que pase la pandemia para ver qué hacer? ¿De los que se sentaron a esperar las ayudas del gobierno? ¿De los que tiraron la toalla? O, más bien, ¿del lado de los que vemos en esta situación una oportunidad? ¿De los que le agradecemos a la vida por darnos cada día la posibilidad de seguir avanzando? ¿De los que construimos la vida que anhelamos?

Estas son algunas de las manifestaciones del síndrome del no experto:

1.- Crees que no sabes lo suficiente y, por eso, prefieres mantenerte al margen

2.- Estás convencidos de otros (la mayoría) sabe más que tú y eso te intimida

3.- Piensas que tu conocimiento y experiencias no le aportan nada positivo a otros

4.- Tienes miedo de ofrecer tus servicios porque crees que a nadie le interesarán

5.- Prefieres mantenerte en tu zona de confort, con tal de evitar un eventual fracaso

Si eso es lo que piensas, si eso es lo que crees, si eso es lo que sientes, ¡qué lástima por ti! ¿Por qué? Porque te niegas la maravillosa oportunidad de hacer algo por otros (que es justamente a lo que llegaste a este mundo) y porque te niegas la posibilidad de recibir una retroalimentación que te enriquezca más allá de lo económico (espiritualmente, a nivel de conocimiento, de vivencias).

En medio de esta caos que vivimos, de una realidad frenética y agobiante, hay una luz al final del oscuro túnel. ¿Sabes cuál? El mensaje que puede empoderar a otros, el mensaje transformador que surge de tu conocimiento y de tus experiencias, de tus errores y de cómo enfrentaste y superaste las dificultades que aparecieron en tu camino. El impacto de un mensaje positivo.

Los seres humanos, de manera desinteresada, realizamos pequeñas acciones que, sin que lo percibamos, producen un poderoso impacto positivo en la vida de otros. Una llamada solo para preguntar “¿Cómo estás hoy?”, un mensaje de texto para desear una feliz semana en la que se cumplan tus sueños, un abrazo espontáneo o, sencillamente, un reparador silencio cómplice.

Los seres humanos, todos, estamos en capacidad de ayudar a otros aún sin proponérnoslo, aún sin darnos cuenta. Algo tan sencillo como “A mí me sucedió esto, lo enfrenté así y así fue como lo superé” puede ser justo lo que otros necesitan escuchar, necesitan leer, para salir del problema que los aqueja, para dejar atrás el dolor que los mortifica. La solución, quizás, eres tú y no lo sabes.

Cuando escribes, cuando transmites un mensaje surgido de tu conocimiento y experiencias, del aprendizaje que se desprende de tus errores y de tus aciertos, no sabes cuál será el impacto que este provocará en la vida de otros. De hecho, es posible que nunca sepas si hubo un impacto. No importa: créeme que siempre habrá al menos una persona que agradecerá lo que compartiste.

Recuerda: todos necesitamos de los otros, todos (si queremos) estamos en capacidad de ayudar a otros. Tu mensaje, si es honesto y genuino, desprovisto de intereses particulares, quizás sea la solución que otros esperan ansiosamente, que necesitan urgentemente. Despójate del síndrome del no experto y comienza a disfrutar de los réditos de convertirte en un agente de inspiración y transformación.

CGCopywriter
CGCopywriter
Regresa el Congreso SED-2021 - 14, 15 y 16 de mayo - Inscríbete acá (clic en la imagen)
Categorías
General

Cómo hallar y activar el ‘buen escritor’ que hay dentro de ti

En el 99,99 por ciento de los casos, la razón es la misma. La diferencia es que cada uno trata de disfrazarla de una manera que le provoque menos vergüenza. Sin embargo, basta con explorar un poquito en tu interior para descubrir que el obstáculo que te impide cumplir el sueño de escribir es que todavía no aprendiste a lidiar con las benditas expectativas y el temible qué dirán.

Las excusas públicas son “No sé cómo hacerlo”, “Eso no es para mí”, “Lo intenté, pero no soy capaz” o “Soy muy malo para eso”, entre otras. Por supuesto, todas son mentira porque sabemos que escribir no es un don, ni un privilegio de pocos, sino una habilidad que viene incorporada en cualquier ser humano. Todos, absolutamente todos, llevamos un buen escritor en nuestro interior.

La cuestión es cómo hallarlo y, sobre todo, cómo activarlo. Está ahí, créeme, más cerca de lo que piensas, solo que no lo quieres ver. ¿Por qué? Porque si lo encuentras, te quedas sin excusas. Y, además, si lo encuentras, tienes que enfrentar el reto de comenzar a escribir. Que es el momento, entonces, en el que aparecen las benditas (malditas) expectativas y el miedo al qué dirán.

Que no son más que creencias limitantes con las que programaron nuestra mente cuando éramos niños y que después, cuando ya tomamos la rienda de nuestra vida, cuando fuimos conscientes y tomamos nuestras propias decisiones, reforzamos y cultivamos. Para prácticamente todo, no solo para escribir, porque este es un obstáculo recurrente en el camino, y que aparece por doquier.

Por ejemplo, en las relaciones sentimentales. Muchas se echan a perder porque nos generamos una expectativas muy altas que no son satisfechas. O, también, porque esa persona que nos gusta quizás no es de nuestro círculo social o tiene un pasado que no encaja con las expectativas de los que nos rodean. Entonces, para salir del lío, cortamos el vínculo y somos socialmente correctos.

Sucede también en el trabajo, cuando a pesar de las incomodidades que nos provoca la actitud de un compañero o del jefe elegimos ser políticamente correctos para evitar ser señalados, para que no nos hagan a un lado. Entonces, el ambiente se torna tóxico, negativo, poco propicio para el aprendizaje, para desarrollar nuestras habilidades. Lo sabemos, pero aceptamos el sacrificio.

Cuando una persona se atreve a explorar en su interior y toca la puerta de aquel rinconcito donde descansa su yo escritor, se enfrenta a un reto que no todos estamos dispuestos a aceptar. Aquel de confrontar nuestro pasado, nuestros errores; aquel de revivir episodios que creíamos olvidados, pero que aún provocan dolor; aquel de exponernos al mundo, sin protección alguna.

Nos sentimos frágiles y vulnerables, nos sentimos a merced de otros y de su crítica despiadada. Tememos que nos digan que “está mal” o que “no gusta”, como si fueran sentencias irrevocables. Y no es así, por supuesto. De hecho, las críticas, las benditas expectativas y el qué dirán nunca te abandonarán, ni siquiera en caso de que te conviertas en un escritor profesional reconocido.

¿Por qué? Porque siempre habrá personas a las que no les gusta lo que haces, lo que escribes. Y no necesariamente porque esté mal, sino porque sus preferencias van por otro lado. O por ignorancia, o por envidia. Además, como sucede en cualquier actividad de la vida, debes aprender que lo que piensan o dicen otros de ti no te define, ni define tu trabajo. Son sus opiniones, nada más.

El problema, porque siempre hay un problema, es que para evitar esta críticas negativas, la mayoría de las personas consulta la opinión de personas de su círculo íntimo, a sabiendas de que aprobarán su escrito, de que le dirán que está “muy bien”. Y eso, claro, no sirve: es autoengaño. Porque tarde o temprano encontrarás a alguien que te dirá la verdad y eso te dolerá mucho.

CGCopywriter

Hay tres realidades con las que tendrás que lidiar cuando decidas escribir:

1.- Lo harás mal (quizás, demasiado mal). Es parte de proceso, porque nadie nace aprendido. Un tema es creer “Yo puedo hacerlo” y otro distinto, “hacerlo”. Si no has desarrollado la habilidad, si eliges un mal tema (del que no conoces lo suficiente), si no tienes un método o una estructura para tus escritos, lo harás mal. Y, por supuesto, no puedes esperar que todos te aprueben.

2.- Ten miedo de los halagos. En especial, si provienen de personas cercanas que no quieren herir tus sentimientos. Ellas te dirán lo que quieres escuchar, pero no lo que necesitas escuchar. Entre uno y otro hay un mundo de distancia. Lo primero no te ayudará a mejorar, lo segundo te hará sentir mal, pero si aprovechas el aprendizaje, si corriges, te enseñará a ser un buen escritor.

3.- No huyas de las críticas. Ese, sin duda, es un flaco favor que te haces. Más bien, elige correctamente las personas a las que les preguntas, aquellas a las que les pides opinión sobre tus escritos. Es importante, muy importante, que sean personas que SÍ escriben, que ya superaron esa etapa en la que tú estás y que, por lo tanto, no te van a engañar. Sin críticas, nunca vas a crecer.

Volvamos un poco atrás: vas a escribir mal, sin duda. El problema no es ese, sino que nunca logres avanzar, que nunca aprendas, que nunca mejores. ¿Cómo hacerlo? Puedes elegir la opción más común, que es leer y leer y luego sentarte a escribir. Eso sí, te advierto: ¡no funciona! En el 99 % de los casos, ¡no funciona! Si así fuera, cualquier lector voraz sería un buen escritor, y no es así.

Lo primero que necesitas es despojarte del miedo a las críticas, divorciarte del patético “¡No puedo!” (porque sí puedes) y aprender cómo hacerlo. ¿Eso qué significa? Comenzar por el principio, es decir, sin la expectativa de que aquello que escribes va a ser un best seller o de que te premien y reconozcan por ello; luego, acude a quienes en verdad pueden ayudarte a escribir.

Sí, escribir mucho, pero no cantidad, sino calidad. Mucho significa “muy seguido”, ojalá todos los días un poco. Quita de tu mente, además, las benditas expectativas y el qué dirán. Escribir mal es parte fundamental del proceso, así haya siempre alguien que lo elogie. Lo importante es que le des una oportunidad a ese buen escritor que hay en ti: encuéntralo, actívalo y ¡disfrútalo!

Estos son recursos publicados en mi blog que te ayudarán a dar el primer paso (el más difícil):

¿Conocías estos 10 beneficios de escribir un diario?

El tal ‘bloqueo mental’ es mentira: ¿cómo comenzar a escribir?

Cómo una idea, inclusive mediocre, puede ser un texto digno de leer

Qué lecturas que sirven para desarrollar la habilidad de escribir

Las otras 10 habilidades que necesitas para escribir bien

Hay un buen escritor dentro de ti, pero tienes que hallarlo y activarlo. Será una aventura increíble, apasionante, en la que tendrás que batallar con las benditas expectativas y el qué dirán. Una vez superes este escollo, tendrás el camino expedito para avanzar. Es, entonces, el momento en el que debes recurrir a la ayuda idónea que te brinde el conocimiento especializado que requerirás.

CGCopywriter