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Si reniegas de tu esencia (tu mensaje), serás más de lo mismo…

Uno de los peores errores que cometen las personas nuevas en el ecosistema digital y, sobre todo, uno de los peores engaños a los que los induce el mercado es aquel de “apostar por un producto popular”. Es decir, lanzarse a la aventura de vender lo que está de moda, lo que es tendencia, lo que en ese momento funciona, sin darse cuenta de que es una equivocación.

¿Por qué? Porque las tendencias vienen y van, como las olas. Porque los “productos exitosos” vienen y van, suben y bajan. Porque los gustos y las necesidades del consumidor varían en función de las circunstancias, de los aprendizajes, de las experiencias. Además, porque es tirarse de cabeza a un segmento del mercado que está muy competido.

Y si careces del conocimiento, de la experiencia, de los recursos y herramientas, el riesgo de fracasar, de sucumbir, es muy elevado. Te expones a ser víctima de aquella vieja premisa de “el pez grande se come al pez chico”. Por si esto fuera poco, no todos los negocios son para cualquiera, no a todo el mundo le va bien con productos que han sido exitosos para otros.

Algo más: cuando tomas la decisión de competir en un mercado saturado, liderado por otros que llevan años ahí, que conocen cada recoveco del camino, que son muy sólidos, el margen de error se incrementa. Te resultará más difícil diferenciarte, ser visible y posicionarte en la mente de tus clientes potenciales. Ese ambiente te exigirá quizás más de lo que puedes dar.

Es una peligrosa trampa en la que, tristemente, han caído muchos. Es producto de la presión mediática que nos induce al error, especialmente en Latinoamérica. ¿Cuál es la confusión? Aquella de creer que ser “sueño de un negocio” o “autoempleado” es lo mismo que ser un “emprendedor”. Son roles parecidos, con algunas coincidencias y grandes diferencias.

¿Las conoces? En nuestros países, se llama emprendedor al que pone un negocio de comida, al que vende cachivaches en las calles, al que tiene una papelería miscelánea, al propietario de una tienda de ropa y zapatillas deportivas. A algunos les va bien, ganan mucho dinero, pero ellos son empresarios, comerciantes, dueños de negocios, no emprendedores.

Su objetivo es ganar dinero a través de un negocio rentable. El cliente solo tiene valor para ellos en la medida en que consume, pero no hay una manifiesta intención de ayudarlo, de solucionar una necesidad. Son negocios, muchos de ellos rentables, que no implican una relación con el cliente: el intercambio de beneficios se reduce a una transacción.

La esencia del emprendimiento es distinta. Lo que hace de este oficio diferente de los demás, es que aquello que haces, a lo que te dedicas, está estrechamente ligado con tus dones y talentos, con tu conocimiento, con tus experiencias, con tu pasión. No es un negocio en el sentido estricto, sino un camino para cumplir con tu propósito de vida, con tus sueños.

Por supuesto, el componente económico, la ganancia, es importante: los emprendedores no somos instituciones de beneficencia o una ONG. También pagamos cuentas, cuando vamos al supermercado nos cobran como a cualquier cliente y necesitamos el dinero para cumplir nuestros sueños y brindarle a nuestra familia el bienestar que se merece.

El fin último del trabajo del emprendedor es aprovechar lo que la vida le ha concedido para ayudar a otros, para servirlos, para generar transformaciones positivas, para dejar un legado. El dinero no es el fin, sino una más de las herramientas que se utilizan durante el proceso y, sobre todo, es consecuencia de las acciones y de las decisiones que se adoptan.

Es decir, antes de dar el primer paso, debes establecer cuáles son esos dones y talentos que te regaló la vida. Cuáles son los principios y valores que guían tus acciones y tus decisiones. Cuál es el propósito de tu vida, esa razón por la cual acoges con entusiasmo la oportunidad que te brinda cada día. Y, claro, cuál es el área de conocimiento en la que eres más que bueno.

Sí, ‘más que bueno’, porque el mercado está saturado de expertos que jamás han aplicado la maravillosa fórmulaque pregonan. O, peor, la aplicaron y no les dio resultado. En cambio, si tú eres muy bueno en lo que haces y, además, acreditas resultados positivos, has ayudado a otros a través de esa habilidad, entonces tienes que pellizcarte: ¡el mercado urge de ti!

Una vez tengas las respuestas a esos interrogantes (¿qué me apasiona?, ¿qué haría gratis por el resto de mis días?, ¿qué me mueve?, ¿qué me permite ayudar y servir a otros?), entonces sí puedes pensar en cómo llevarlo a la práctica. ¿Ves la diferencia con el dueño de un negocio o con el autoempleado? ¿Ves cómo el camino es distinto y los resultados serán distintos?

Un ejemplo: quizás sabes que soy periodista de formación, con una trayectoria de más de 35 años en medios de comunicación y empresas. Ese conocimiento y esa experiencia son el punto de partida, pero no son suficientes, ya no. A pesar de que soy muy bueno en lo que hago, de que soy reconocido, ya no son suficientes. Ya no brindan los resultados deseados.

¿Por qué? Porque el mercado está saturado. Porque mi perfil profesional se antoja ‘sobrecalificado’ en un mercado caracterizado por la mediocridad. En ese ambiente, solo tengo dos opciones: dedicarme a algo distinto o competir bajo las normas del mercado. La verdad, con la mano en el corazón, ninguna de estas dos alternativas llama mi atención.

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Entonces, elegí otro camino, una tercera alternativa. ¿Sabes cuál fue? Potenciar mis habilidades, mi conocimiento; ampliar mis horizontes y obtener otras herramientas que me permitan realizar un mejor trabajo y ayudar a más personas de manera más efectiva. Sé que soy muy bueno en lo que hago, pero puedo ser mejor: esa es la tarea que me ocupa hoy.

Entonces, estudio inglés (una asignatura pendiente hace años), tomo cursos de herramientas de diseño como Canvas, la suite de Adobe (Photoshop, Illustrator, InDesign) y aprendo cómo aprovechar distintas opciones de inteligencia artificial generativa (audios, videos). Ah, y como debe haber un equilibrio en lo personal y lo laboral, me formo en el área del coaching.

El objetivo es ofrecer más y mejores servicios, que los resultados de mis acciones para ayudar y servir a otras personas sean más efectivos. Y, claro, que mi portafolio ofrezca tantas y tan poderosas alternativas que mi propuesta única de valor sea irresistible. Es un camino que transito hace varios meses y no sé cuánto tiempo más me tomará. Voy con paciencia.

Como ves, mi premisa es evitar caer en la tentación de ver qué es lo que más se vende, qué es tendencia, qué productos son los más vendidos en los últimos meses. Esas premisas no son más que objetos brillantes que tienen la capacidad de atraer a los legos y ambiciosos del mercado, que luego terminan frustrados porque se dan cuenta de que era una baratija.

Ahora, eso no significa que haga caso omiso de la forma en que se mueve el mercado, cómo evoluciona, cuáles son las oportunidades que están al alcance de mi mano. Hace poco, por ejemplo, llegó a mis manos un estudio realizado por la consultora Hotmart. Esta, por si no lo sabes, es una plataforma líder en la creación de contenido y la venta de productos digitales.

Fue creada en los Países Bajos, tiene raíces muy profundas en Brasil y en el mercado latino comenzó a expandirse con Colombia, España y México como pilares de la estrategia. Es, además, una plataforma que ofrece valioso contenido gratuito y organiza una serie de eventos, presenciales y virtuales, ideales para aprender y hacer networking.

¿Qué decía el estudio? Básicamente, nos informa de cuáles son los productos digitales de mayor demanda en el mercado, específicamente en 2023. Nos refiere los 15 nichos que en los últimos años han sido rentables y que representan buenas oportunidades. Eso sí, no olvides que aquello que hagas debe estar conectado con tu esencia, con lo que te hace feliz.

Estos son los 15 nichos:

1.- Vestuario
2.- Calzado
3.- Accesorios
4.- Productos fitness
5.- Cosméticos y perfumería
6.- Libros
7.- Cursos en línea
8.- Electrodomésticos
9.- Teléfonos celulares
10.- Informática
11.- Videojuegos y juguetes
12.- Muebles y decoración
13.- Artículos personalizados
14.- Clubes de suscripciones
15.- Alimentación

Por otro lado, en el caso específico de Hotmart, los cuatro nichos que más ventas registraron en el último año fueron los de gastronomía y culinaria, salud y deporte, moda y belleza y negocios y carrera. Como ves, hay amplias oportunidades para cualquiera que quiera aprovechar su conocimiento y experiencia en la urgente tarea de ayudar y servir a otros.

Lo importante, repito, es que la opción que elijas se enfoque en compartir con otros lo que sabes, ese valioso conocimiento adquirido, ese tesoro que son tus experiencias y, sobre todo, el aprendizaje de tus errores. ¿Y el dinero? El dinero llegará si lo haces bien, porque el dinero es una consecuencia de tus acciones y decisiones, del impacto positivo que puedas generar.

¿Qué problema real, específico y urgente del mercado puedo solucionar hoy (o a corto plazo) a través de mi conocimiento y de mis experiencias y que, además, esté conectado con mis dones y talentos, mi pasión y mi propósito de vida para disfrutarlo al máximo? Esa, mi querido amigo, es la pregunta que te invito a formularte antes de pensar en “ganar mucho dinero”.

Lo que te hará “ganar mucho dinero” es ser una solución real a los problemas de otros, tu capacidad para satisfacer los deseos de otros y, en especial, la de inspirarlos no solo para que tomen la acción que te interesa, sino para que trabajen en ser su mejor versión. Una vez logres ese impacto positivo en la vida de otros, el dinero llegará a ti casi sin mover un dedo.

En esa tarea, por supuesto, tu mensaje, la forma en la que comuniques lo que sabes, será fundamental. Recuerda que, en especial si eres un profesional independiente o una empresa pequeña, el producto eres tú, el mensaje eres tú. Lo que la gente en verdad quiere comprar es el modelo de éxito, de felicidad, de abundancia, que tú encarnas.  ¡Quiere ser como tú!

Allá tú si eliges ser ‘más de lo mismo’ y te lanzas a competir con esos ‘productos exitosos’ que no conectan con tu esencia. Estás en libertad de elegir “ganar mucho dinero” (sin la garantía de que lo consigas) o, más bien, aprovechas lo que tienes y lo que eres para, con un mensaje poderoso, provocar un impacto positivo en la vida de otros. Ese créeme, es el negocio más rentable

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4 poderosas lecciones que nos deja el mensaje de la Copa América

Vivimos tan distraídos, tan abstraídos por una realidad de la que queremos escapar, que no nos da el tiempo para ver lo que nos pasa por enfrente de las narices. La naturaleza del ser humano es tan compleja, a veces tan contradictoria, que lo obvio, lo que está ahí a la vista de todo el mundo, de cualquiera que lo quiera ver, es justamente lo que casi nunca vemos.

¿Un ejemplo? Los seres humanos, todos, sin excepción, estamos en la constante búsqueda de la felicidad, de aquello que nos haga felices. Sin importar la idea que tengas de ella, todos estamos en la misma búsqueda. Y, quizás lo sabes, quizás lo has experimentado, tenemos la sensación de que solo unos pocos, unos privilegiados, la consiguen. ¡Qué gran equivocación!

Sí, porque sabemos que tu felicidad es distinta de la del resto de habitantes del planeta. Para no ir muy lejos, es distinta de la de tu pareja, de la de tus hijos, de la de tus padres. Inclusive, es distinta de la que tú anhelabas en la juventud, o cuando tenías 35 años. Igual que la vida, la felicidad está sujeta a la dinámica del cambio constante y varía en cada etapa.

El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que nos dedicamos a buscar la felicidad. ¿Y? Que no tienes que buscarla, porque la felicidad ya está dentro de ti. No es un destino o un punto especifico de tu vida: se refleja en los momentos que disfrutas, en las pequeñas victorias, en los logros y, sobre todo, en lo que hay tras bambalinas de ellos.

Es decir, la felicidad no es un carro nuevo, un cargo específico, un salario, unas comodidades o una pareja o un grupo de amigos. Y, por supuesto, tampoco es el dinero. ¿Por qué no? Porque todos son ocasionales y además están fuera de tu control. Son bienes o personas que un día los puedes perder, porque así es la vida: las cosas y las personas vienen y van.

En cambio, la felicidad verdadera, la real, está dentro de ti. Radica en tu capacidad para disfrutar el momento, para no aferrarte a nada ni a nadie, para entender que tú eres el único responsable de tu felicidad. Lo demás, lo externo (incluidas las personas), es accesorio, mientras que lo interno es tu esencia, es lo que tú eres. Es decir, ¡tú eres tu felicidad!

O tu infelicidad, por cierto. Porque, en últimas, la felicidad es una decisión personal. La tomas o la dejas, la aprovechas o la ignoras, la compartes o la escondes. Así mismo, eres tú quien decide si esa felicidad que está a tu alrededor, en frente de tus narices, la tomas o la dejas, la aprovechas o la ignoras. Y algo importante: cada día es una fuente de felicidad.

Uno de los acontecimientos de mayor impacto mediático en los últimos días es clara muestra de ello. ¿Sabes a cuál me refiero? A la Copa América de fútbol que se desarrolló en estadios de los Estados Unidos y que coronó a Argentina, por segunda vez consecutiva y decimosexta en la historia, como rey continental. Venció por 1-0 a Colombia en la final.

Durante casi un mes, la atención de millones de aficionados a lo largo y ancho de América, así como de cualquier lugar del mundo donde hubiera un hincha, se concentró en el torneo. Que, como era de esperarse, como siempre, dejó una lista de vencedores y vencidos. Estos, los que no cumplieron las expectativas y se despidieron rápido de la ilusión, con pena y sin gloria.

Otros, en cambio, vivieron y disfrutaron la fiesta al máximo. Países poco acostumbrados a ser protagonistas, como Ecuador, Venezuela y Canadá, les robaron protagonismo a otros mucho más reconocidos, como México, Perú o Chile. Y en algunos lugares, como suele suceder en Latinoamérica, los triunfos se convirtieron en fiesta nacional, en orgullo patrio, en felicidad.

Además de los mencionados, Uruguay y, por supuesto, los finalistas Colombia y Argentina. Fue algo increíble, una de esas sensaciones que solo el deporte, en sus múltiples facetas y disciplinas, puede brindar. Un fenómeno social que, de paso, nunca terminará de ser explicado porque tiene la capacidad de transformar la realidad, de ser fuente de felicidad.

Inmersos en una realidad caótica, en la que abundan las dificultades de cualquier índole y escasean las oportunidades, hay razones de más para no ser felices. Y esa, tristemente, es la realidad que vivimos. Hasta que un equipo de fútbol, la selección nacional, nos brinda la felicidad que anhelamos. Nos permite descubrir que la felicidad está al alcance de la mano.

Enfrente de nuestras narices, solo que, por ser algo obvio, no la vemos, no la disfrutamos, no la aprovechamos. Una felicidad que, además, no solo nos cambia el estado de ánimo, sino también, el comportamiento. Se nos olvidan otras preocupaciones, como la del dinero, y no reparamos en cuánto nos cuesta esa felicidad o, quizás, cómo potenciar esa felicidad.

Mientras unos se embriagaban de triunfo y otros pasaban la resaca de la derrota, los medios del continente celebraban a su manera: a través del impacto económico de esa explosión de felicidad. Movidos por el fervor, impulsados por éxtasis del momento, sedientos de gloria y desbordados por las emociones, millones de aficionados se dieron a la tarea de disfrutar y… gastar.

En Colombia, por ejemplo, la incredulidad del comienzo se transformó en un fenómeno social al que hasta el presidente de la República adhirió. Y aunque el equipo dirigido por Néstor Lorenzo no pudo lograr el objetivo, hubo muchos ganadores: los bares, restaurantes, centros comerciales, supermercados y vendedores informales que aprovecharon la ocasión.

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Según estimativos de las autoridades, de entidades oficiales y privadas, las ventas durante el torneo se incrementaron en hasta un 60 %, aunque hubo sectores con mayores ganancias. En Barranquilla, por ejemplo, donde la selección juega los partidos de la eliminatoria mundialista, el impacto fue mayor. Y ni qué decir en las pequeñas poblaciones de origen de algunos de los jugadores.

A pesar de la frustración por la derrota, muchos agradecieron a través de las redes sociales la experiencia vivida a lo largo de esas tres semanas. Gratitud hacia los jugadores y el técnico por la felicidad proporcionada, una felicidadque les permitió salir de la rutina traumática que los medios de comunicación se empeñan en difundir, en replicar, en distorsionar y manipular.

Al final, fue más una gran alegría que felicidad. ¿Por qué? Porque, como mencioné antes, la verdadera felicidad, la única que podemos disfrutar los seres humanos, está determinada por nuestro interior, no por factores o hechos ajenos, externos, como un equipo de fútbol. Al final, sin embargo, esta circunstancia nos deja una poderosa lección que podemos aprovechar.

¿Sabes a cuál me refiero? Al mensaje que nos transmite esta situación. Me explico: aunque todos sabemos que al final solo uno gana y los demás lloran, todos le apostamos al éxito, a la victoria, con ilusión, con esperanza, con fe. Aunque después nos quede el sinsabor de la derrota y no haya más remedio que volver a la cotidianidad, por un rato fuimos felices.

Ahora, la pregunta que quizás te haces en este momento es ¿qué tiene que ver esta historia con mi especialidad, la creación de contenidos? Pues, ciertamente, mucho. Y es el mensaje que te quiero transmitir a través de este artículo. Porque, no lo dudes, tú también puedes aprovechar el aprendizaje de esta experiencia y ponerlo en práctica en tu negocio u oficio.

Primera lección: el mensaje.
Lo primero es entender qué mueve al ser humano, qué provoca que actúe y participe. Es lo positivo, lo que le brinda alegría y bienestar en alguna de sus manifestaciones. Aquello con lo que se identifica y, además, con lo que puede gritarle al mundo quién es. “El que gana es el que goza”, reza el popular dicho, y esta Copa América fue la confirmación de la premisa.

A través de sus goles, de sus victorias, de su esfuerzo y lucha, los equipos les transmitieron a sus hinchas un mensaje positivo, empoderador, inspirador. Fue maravilloso mientras duró. Por eso, insisto en que tu mensaje debe enfocarse en lo positivo, en lo que brinda bienestar a otros, en cómo puede mejorar su vida o darle alegría por un rato. Olvídate del dolor, del problema.

Segunda lección: la identificación.
Sin distingo de sexo, edad, nivel educativo o poder económico, los hinchas disfrutaron del torneo. Se olvidaron por unas semanas de los problemas, de las diferencias ideológicas, de los sesgos; se apartaron de la manipulación mediática y política y se dedicaron a disfrutar. Lo hicieron identificados por unos colores, por un país, por un sueño del que se sentían parte.

A veces, muchas veces, nuestro mensaje carece de poder porque apuntamos al objetivo equivocado: al dolor, a la necesidad. Y nuestro mensaje se pierde porque las personas que lo escuchan, que lo reciben, no se identifican con lo que les dicen, no sienten ser parte de ese problema y, por ende, no necesitan esa solución que les ofreces. La identificación es la clave.

Tercera lección: lo positivo moviliza.
Mientras, lo negativo, el dolor, el problema y el miedo paralizan. Nunca podrás generar un impacto en tu audiencia, en el mercado, si te dedicas a transmitir aquello de lo que las personas comunes y corrientes huimos. Cuando su equipo perdió y fue eliminado, los hinchas se silenciaron, se hicieron a un lado, volvieron a la rutina y se olvidaron de la Copa América.

Así es el fútbol, pero así también es la vida. Fíjate en el dato del incremento del consumo: la gente no reparó en gastos relacionados con actividades ligadas a aquello que, en ese momento, les daba felicidad. Y no solo eso: invirtieron también en cualquier actividad que les permitiera disfrutar más, compartir más. Si tu mensaje es positivo, movilizará a tu cliente.

Cuarta lección: si te inspira, ¡actúa!
La mayoría del mercado asume que va a vender a través de su mensaje, sin darse cuenta de que esa no es una tarea del contenido, no es uno de sus objetivos. ¿Entonces? El contenido está diseñado para informar, educar, entretener e inspirar, es decir, para movilizar a tu audiencia. Aunque la informes, la eduques y lo entretengas, si no la inspiras, no le vendes.

Lo mencioné antes: los hinchas de aquellos países que no pudieron ser protagonistas pasaron inadvertidos y pronto se desentendieron del torneo. Los otros, en cambio, se conectaron a través de las emociones, se sintieron inspirados por las victorias, por la labor de esos deportistas, y tomaron acción: acompañaron, alentaron, invirtieron tiempo y dinero.

Especialmente en momentos como los actuales, y después de pasar por eventos muy traumáticos, los seres humanos queremos algo distinto. No más dolor, no más sufrimiento, no más miedo. Deseamos, buscamos, paz, tranquilidad, alegría, bienestar en sus múltiples manifestaciones y felicidad, claro. Aunque sea por unos días, bien vale la pena.

Estoy seguro de que tú, que llegaste hasta acá, tienes mucho para aportarle al mundo. Y no solo eso: mucho para brindarles felicidad a otros. Con lo que haces, con tu trabajo, con tus experiencias, con tu conocimiento. Y, sobre todo, con tu mensaje, siempre y cuando elijas el camino de lo que el mercado anhela, de lo que las personas sueñan y quieren: lo positivo.

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¿Qué es una buena historia? Te revelo las 5 características

Los seres humanos, todos, sin excepción, tenemos la inútil capacidad de complicar lo que es simple. O, de otra forma, de elegir el camino más complicado, aquel en el que abundan las dificultades en vez del que se presenta expedito. Es un comportamiento adquirido, convertido en un hábito, que se manifiesta en todas las actividades de la vida diaria.

Una de las razones es que nos enfocamos en el resultado que esperamos o deseamos obtener en vez de hacerlo en el proceso. Que, finalmente, es lo importante: el resultado está determinado por el proceso. Cuanta más atención le prestes al proceso, a los elementos, al paso a paso, mayor control tendrás sobre lo que ocurre y, claro, sobre el resultado.

Veamos un ejemplo: un día te da el arrebato de salir a trotar en la mañana, con la excusa de conservar una buena forma física, y a las dos semanas tiras la toalla, exhausto. ¿Por qué? En muy corto tiempo pasaste de 1-3 kilómetros a 15-20, sin la preparación adecuada, sin haber cumplido con el proceso adecuado, requerido. Entonces, tu cuerpo se rebeló y dijo ‘no más’.

O, quizás, pagaste un curso para aprender inglés, en el entendido que es una herramienta que le aportaría valor a tu perfil profesional. Comenzaste bien, pero al cabo de 3-4 niveles asumiste que ya sabías “suficiente” y lo dejaste. El resultado de esa decisión se refleja pronto: el día del examen de validación para la entrevista de trabajo, no pudiste conversar con el reclutador.

No hay duda de que nos encantan los atajos, cortar camino. O, de otra forma, elegimos la ruta que se nos antoja más fácil. El problema, porque siempre hay un problema, es que no nos damos cuenta de que ese no es el camino correcto. Lo hacemos quizás cuando ya estamos atrapados, perdidos, cuando las evidencias nos demuestran que fue una mala decisión.

Esta es una dificultad que se manifiesta, en especial, a la hora de intentar crear contenido para compartirlo con tu audiencia, con tus clientes o prospectos. Nos ofrece dos caras: por un lado, la del facilismo, aquella de pararse frente a la cámara, bailar, hacer payasadas, decir bobadas y posar de buena onda. Al final, sin embargo, tu mensaje es vacío, carece de valor.

Por otro lado, cuando dejamos que nos domine el síndrome del impostor. Pensamos que nunca estamos listos, que ese contenido todavía “no está perfecto”, que hay cosas por mejorar, que es necesario revisarlo una vez más (la número 138). Entonces, nos quedamos en ese punto muerto, no avanzamos y, lo peor, perdemos la oportunidad de compartir nuestro conocimiento.

Con frecuencia, recibo solicitudes de personas que desean crear historias para comunicarse con el mercado, con su audiencia o, eventualmente, para crear una audiencia. Las atrae aquello de ‘la magia del storytelling’, que no es magia, por supuesto. Se trata de una técnica que cualquiera puede aprender, adaptar y utilizar en sus estrategias de contenidos.

Es decir, no requieres ser comunicador, o periodista, o cineasta, o libretista graduado. Todas las personas, sin excepción, sabemos contar historias. De hecho, lo hacemos todo el tiempo, solo que de manera inconsciente. Y esa es una de las dificultades: las buenas historias, las que dejan huella y provocan un impacto, las inolvidables, surgen en el plano consciente.

Contamos historias cuando tomamos café con un amigo o nuestra pareja en la tarde. O cuando vamos a casa de nuestros padres y los ponemos al tanto de cómo avanza nuestra vida. O cuando conversamos con un colega y compartimos detalles del proyecto que nos apasiona en ese momento. Y así sucesivamente, contamos historias todo el tiempo.

El problema es que la mayoría de esas historias son como las stories de las redes sociales. ¿Sabes a qué me refiero? A que tienen muy corta vigencia, desaparecen pronto. Fueron algo ocasional, casi siempre superficial, y no trascendieron. Como las historias de los patéticos influencers, que poco o nada de valor aportan, que se traducen en una pérdida de tiempo.

La pregunta que quizás te haces en este momento es ¿cómo crear una historia de impacto?, ¿cómo producir un impacto positivo con una historia sin caer en las trampas de la banalidad o del síndrome del impostor? Lo primero que puedo decir es que no hay una fórmula exacta, un libreto perfecto, pero sí una técnica que ha sido validada y que cualquiera puede aprender.

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¿Qué caracteriza a una buena historia? Veamos:

1.- Es un relato que está en capacidad de conectar con las emociones de otros o de conectar a través de las emociones. Que, valga decirlo, no es gritar, no es una actuación histriónica. Las historias de mayor impacto son las más sencillas, las que cualquier persona, más allá de su edad o nivel educativo, puede comprender y disfrutar. Lo bueno, si es simple, dos veces bueno.

Para conectar con las emociones o a través de ellas se requiere que ese relato se sustente en la realidad. Eso, sin embargo, no significa cortarle las alas a la imaginación, a la creatividad. La idea es que la historia cuente situaciones de la vida común que otros hayan vivido (aunque en circunstancias y escenarios distintos). El objetivo es conectar a través de la identificación.

2.- Una buena historia, sin duda, debe ser entretenida. Que no es provocar risas todo el tiempo, porque puedes caer en lo mismo de tantos: hacer el ridículo. Entretenido significa que tu historia no es lineal, plana, sino una montaña rusa de emociones, de situaciones, de circunstancias. Subidas y bajadas, curvas peligrosas y riesgos inminentes. Como la vida.

Muchas personas, al contar una historia, cometen el error de mostrar solo la cara positiva del hecho, de ocultar lo negativo, lo doloroso, lo que las avergüenza. Y es justamente en estos elementos donde se esconde el poder de la historia. Por supuesto, debe haber un punto de equilibrio: no todo bueno, no todo malo o trágico. Así no es la vida y se pierde credibilidad.

3.- Es fundamental, así mismo, que tu historia rompa esquemas, que sea imprevisible. Como cuando vas al cine y durante el desarrollo te imaginas mil y un finales posibles. Sin embargo, lo que sucede es distinto y, entonces, sorprendido, piensas “¡genial!”. Lo importante es que esos giros de tu historia sean creíbles, tengan un sustento o tu cerebro los desacreditará.

Todas las historias, sin excepción, son una mezcla de realidad y ficción. Eso es, justamente, lo que las hace apasionantes. Si solo se basaran en la realidad, en hechos, se correría el riesgo de aburrir por cuenta de la repetición. La imaginación, entonces, aporta esa dosis de sorpresa, lo inesperado. Pero, cuidado: hay una línea que no deberías sobrepasar jamás.

4.- Las buenas historias, las que perduran, las que provocan un impacto positivo, son aquellas que incorporan un aprendizaje o, de otro modo, las que significaron un momento único en la vida del personaje. ¿Quién, por ejemplo, olvida su primer beso? Nadie, claro. ¿Quién se olvida de la emoción de montarse en su primer carro? Son momentos inolvidables.

Que nos enseñan algo, como el fruto del esfuerzo del trabajo o la disciplina para ahorrar, en el caso del carro. O que los besos son muy distintos cuando estás verdaderamente enamorado. Si tu historia no aporta valor, no enseña algo, será efímera, se olvidará rápido. Por eso, nunca olvides compartir qué aprendiste de esa experiencia, cómo te sirvió para mejorar tu vida.

5.- Por último, tu historia debe servir para algo. Esa es la tarea de la moraleja, el ingrediente de la receta que muchos olvidan o, simplemente, omiten. Una historia sin moraleja carece de poder, se olvida rápido. La moraleja es un mensaje que va más allá de lo aprendido. Por ejemplo, “los buenos vencen a los malos”, “robar no es bueno”, “el amor siempre triunfa” y otros más.

Estos son trillados, pero efectivos. Por supuesto, tú eliges la moraleja que vas a transmitir en tu historia. Ese mensaje, corto y preciso, que quieres que tu audiencia grabe en su cerebro, tatúe en su piel para que no lo olvide. La moraleja es una enseñanza superior conectada con los valores, principios, propósito de vida y sueños que dieron origen a tu historia.

Después de leer los párrafos anteriores quizás pienses que es complejo, pero la realidad es distinta: ¡este es el camino fácil! Y más seguro, también, en tu intención de provocar impacto en tu audiencia. Se te antoja complicado, a lo mejor, porque no lo has utilizado. Practícalo una y otra vez y, como cuando aprendías a montar en bicicleta. Cada vez lo harás mejor y será más fácil.

Una recomendación final: ¡despójate del ego! ¿Eso qué significa? La mayoría de las personas se cuida de no mostrar su lado vulnerable, de no hablar de sus errores o defectos. Piensan que así la audiencia las percibirá mejor, pero el resultado es contrario: pierden credibilidad. Los seres humanos, todos, somos vulnerables, cometemos errores, tenemos defectos.

Y son estos, precisamente, los que a través de las emociones y el aprendizaje adquirido nos conectan con otros. Porque, en últimas, no lo olvides, los seres humanos somos parecidos, nuestra esencia es la misma. Si quieres conectar con otros, entonces, no basta con que cuentes ‘tu mejor versión’: la real, la vulnerable, le dará valor a tu mensaje, producirá un mayor impacto.

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10 beneficios imperdibles que recibirás (tú) si te lanzas a escribir

Comienzo con algo así como una confesión: no sé qué habría sido de mí sin la escritura. Que la descubrí en el ámbito laboral (antes de comenzar a trabajar poco o nada escribía) y con el paso del tiempo se convirtió no solo en mi gran compañera, sino también en mi salvadora. Hoy, no concibo pasar varios días sin escribir: me hace falta, no me veo en algo que no implique escribir.

Una frase que suelo decir con una dosis de sorna es que “todos tenemos alguna aberración”, en referencia a esos hábitos o mañas que nos hacen distintos de otros. En mi caso, sin duda, esa aberración es la escritura. Gracias a ella, a través de mi trabajo, no solo encontré el propósito de mi vida, sino también mi lugar en este mundo. Ella es mi alma gemela.

Algo que me gusta de escribir, inclusive en estos tiempos de copy + paste, de plantillas y de prompts de inteligencia artificial, es que cada vez que me siento frente al computador es un nuevo comienzo. No importa si voy a escribir de un tema recurrente, cada historia es nueva, una aventura distinta e independiente de las anteriores. Es decir, se trata de un desafío.

Un desafío para encontrar nuevos ángulos, para ofrecer ejemplos diferentes, para hacer énfasis en otras ideas que antes habían sido relegadas, para incorporar giros que le den al texto un mayor poder. Que no solo informe (la premisa fundamental del trabajo periodístico), sino que eduque, que entretenga y, sobre todo, que inspire a quien consume el contenido.

Otro aspecto apasionante es el aprendizaje constante. Durante varios años escribí sobre golf, el desarrollo de múltiples torneos. Que, en esencia, son un poco más de lo mismo. Sin embargo, cada torneo, cada ronda, era distinta, nueva. Asumir la aventura de escribir con la mentalidad de aprender expande la posibilidad de aprender, abre las alas de tu imaginación.

Un dato nuevo (o actualizado), el concepto de un experto que ofrece una opinión distinta, el análisis a partir de datos recientes comparados con los antiguos o, simplemente, una mirada diferente (positiva o negativa) de los hechos representa una oportunidad de aprendizaje. Que, no sobra decirlo, es valiosa y, quizás, única. Más hoy, cuando el conocimiento está a un clic de distancia.

Por otro lado, si bien no es algo exclusivo de los periodistas o de los escritores, está el gran privilegio que te concede la vida de generar un impacto en la vida de otros. Tú eliges si es positivo o negativo, constructivo o destructivo, inspirador o banal. Un privilegio que, claro, incorpora también una responsabilidad y un reto, porque es muy difícil dar marcha atrás.

¿A qué me refiero? El mensaje, seguro lo sabes, lo has vivido, lo has sufrido, es como una bola de nieve: una vez empezó a rodar cuesta abajo, es imposible detenerla. Y se llevará todo lo que esté por delante. Y sé que en este justo momento en tu mente aflora algún recuerdo de una de esas conversaciones que derivó en agresiones, en conflicto. Es el poder de las palabras.

A lo que voy, lo que me interesa que entiendas, es que a los seres humanos nos fue concedido el privilegio de comunicarnos de manera consciente. Y lo podemos hacer a través de distintos canales y en distintos formados, y no me refiero a los digitales: la voz, la escritura, la pintura, la fotografía, la actuación, en fin. Todas son formas de empaquetar el mensaje y comunicarlo.

Si bien no es una verdad comprobada, o una sentencia definitiva, para mí el punto de partida es el texto escrito. ¿Por qué? Porque es el más versátil. Es decir, un texto se transforma en audio, en video, en fotografía, en un post para redes sociales, en un carrusel, en infografía. De hecho, son cientos los libros que se convirtieron en películas o series, nunca a la inversa.

Hoy, gracias a la magia de las herramientas que nos brinda la tecnología, son caminos de doble vía. ¿Eso qué significa? Voz a texto, imagen a voz, imagen a infografía y más, en cuestión de unos pocos minutos. Para mí, sin embargo, el camino original sigue siendo el más conveniente y no solo porque me permite darle múltiples usos distintos a un texto. Eso es secundario.

Porque lo verdaderamente importante es el cúmulo de beneficios que recibo al escribir. Y, por favor, repara en que afirmo “recibo”, en vez de “aporto” o “comparto” con otros. Porque nos han enseñado que todo lo que somos, lo que tenemos, debemos transmitirlo a otros; y no solo eso: si no lo haces, se las ingenian para hacer sentir mal, para que te sientas culpable.

Y no hay tal. Si bien es algo que requiere desaprender, primero, y volver a aprender, después, la vida me enseñó que mi prioridad soy yo. No es egoísmo, es autoestima. La premisa es: lo que les das a otros, lo que compartes a otros, lo que transmites a otros, es lo que hay dentro de ti; entonces, cuida primero lo que hay en ti para que, cuando lo compartas, sea de valor.

¿Eso qué significa? Que el primer beneficiado con la escritura, con lo que escribes, eres tú. En la medida en que lo que escribes te dé conocimiento, te eduque, te entretenga, te inspire, más adelante, cuando lo compartas con otros, el impacto se multiplicará. El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría desconoce cuáles son los beneficios de escribir.

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Te menciono algunos que, quizás, te animen a dar el primer paso para comenzar:

1.- Potencia tu cerebro.
Este órgano, quizás lo sabes, es un músculo y, como tal, requiere ejercicio. En su caso, el ejercicio es el aprendizaje o, de otro lado, la potenciación de sus características a través de tareas que lo exigen, como la escritura. Escribir mejora la memoria, despierta la curiosidad y provoca que tu cerebro quiera saber más. Es decir, escribir mejora tu salud mental

2.- Optimiza tu capacidad comunicativa.
A medida que la escritura se convierte en un hábito, que practicas más, lo haces mejor. Y eso se refleja no solo en tus escritos, sino en las otras formas de comunicación que utiliza el ser humano en su relación con otros. ¿Por qué? Porque el cerebro aprende las estructuras de la escritura y las pone en práctica en el lenguaje oral, por ejemplo. El impacto será inocultable

3.- Organiza tus ideas.
Escribir es muy fácil cuando haces la tarea previa. ¿Sabes cuál es? Investigación, preparación, estructuración del contenido, de tu historia o texto. Establecer qué quieres comunicar y cómo lo vas a hacer. Esto implica analizar opciones, tomar decisiones y definir jerarquías. Con este trabajo, tu cerebro aprende el método y, como le gusta, lo pone en práctica a menudo

4.- Fortalece tu autodisciplina.
A diferencia de lo que cree la mayoría, escribir no es un don, sino una habilidad y, por lo tanto, cualquiera la puede desarrollar. La capacidad está ahí, dentro de ti, lista para que la utilices y la aproveches cuando quieras. Cuanto más escribas, lo harás mejor y no solo eso: también será más fácil y los resultados, de mayor impacto. La disciplina será la gran aliada de tu talento

5.- Es una terapia.
¿Lo sabías? Te confieso que en algunos de los momentos más difíciles de mi vida, en especial en lo personal, escribir me salvó. Me ayudó a pensar en algo distinto, positivo y constructivo, pero también me sirvió para desahogar las emociones. Una catarsis. Escribir, créeme, te ayuda a liberar tensiones, a lidiar con eventos traumáticos, a reconciliarte con lo bueno de la vida

6.- Te hace resiliente.
Desarrollar el hábito de escribir, o escribir bien, no es un logro que se consiga de la noche a la mañana. Exige disciplina, constancia, dedicación y, sobre todo, mucho de esa virtud tan escasa que es la paciencia. Y serán muchos lo momentos en que te sentirás tentado a tirar la toalla; si no lo haces, si persistes, la resiliencia te hará fuerte y podrás superar las dificultades

7.- Serás más creativo.
Si bien hay una corriente muy grande que nos invita a escribir a partir de plantillas, prompts preelaborados o a acudir al vulgar copy + paste, tu cerebro te recompensará cuando le das la posibilidad de crear, de imaginar. Es algo que le encanta, por cierto. Cuando escribes, tu cerebro se siente como un niño en el receso en un día de colegio: es juego, es adrenalina…

8.- Desarrolla la empatía.
Una de las maravillosas experiencias que puedes disfrutar a través de la escritura es aquella de vivir en cuerpo ajeno. Es decir, puedes ser otra persona, un superhéroe, un animal, lo que sea, lo que quieras. Eso te permite desarrollar empatía, te metes en la piel de otros y puedes vivir situaciones distintas a las de tu vida cotidiana y, lo más importante, ayudar a esas personas

9.- Te cambia el humor.
Dado que actúa como una válvula de escape, que nos brinda un desahogo, la escritura también nos ayuda cuando las cosas no van bien, cuando tu actitud es negativa o, simplemente, estás de malas pulgas. Liberar tus emociones apagará los fuegos internos, hará que te burles de ti mismo y no tardarás en cambiar tu sentido del humor. Es este caso, también es una terapia

10.- Te acompaña en la soledad.
Estar solos es una realidad para la cual nunca estamos (o estaremos) preparados. Sin embargo, es una situación cada vez más frecuente que es posible enfrentar si aprovechas los beneficios de la escritura. Como mencioné antes, así como la música, la escritura es una gran compañía que no te juzga, no te critica, no te abandona. De nuevo, es una gran amiga, mi alma gemela

Dado que cada persona es un universo único y distinto del resto, no puedo asegurarte que vayas a recibir estos 10 beneficios mencionados. Quizás algunos se cambian por otros, quizás recibes más. Solo podrás saberlo en la medida en que desarrolles el hábito y escribas. Lo que sí puedo decirte con certeza es que tu vida será mejor si incorporas en ella la escritura

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