Categorías
General

¿Cómo saber si ese contenido que voy a publicar le interesa a mi audiencia?

La pregunta del título, lo sé, atormenta a muchos. Algunos, inclusive, sufren pesadillas o, peor, no pueden conciliar el sueño. Un poco porque no poseen una estrategia de marketing de contenidos sólida, que sirva como respaldo para las estrategias de conversión, un poco también porque les da miedo hacer algo distinto a lo que ven en el mercado. Y caen en la tentación de las tendencias.

Que, no sobra decirlo, son una manipulación de los líderes del mercado, a los que solo les sirve que la audiencia y sus competidores se comporten como un rebaño: las ovejas siguen al pastor con sumisión. En la medida en que todos hablen de lo mismo (de la tendencia), nadie se diferenciará y, entonces, en ese escenario el que ya está posicionado tiene más posibilidades de ganar.

Quizás sabes que no tengo formación como copywriter, jamás trabajé en una agencia de publicidad y, lo confieso, durante muchos años creí en el divorcio entre contenido y venta. Entendía, porque eso me enseñaron, que el periodismo, lo mío, iba por un lado y la publicidad, la venta, iba por otro. Se les olvidó decirme que en algún punto del trayecto los caminos confluyen.

Es decir, se vuelven uno solo. Eso lo aprendí hace relativamente poco tiempo, hace casi siete años cuando le di un giro radical a mi trayectoria profesional y me adentré en las profundidades del marketing. Lo irónico, ¿sabes qué fue lo irónico? Que pronto me di cuenta de que lo que había hecho en mi carrera, durante más de 30 años, era vender, aunque, no había vendido nada.

Bueno, nada físico. Pero siempre había vendido mensajes, sensaciones, experiencias y, sobre todo, emociones. Y hubo muchos compradores, cientos, que se engancharon con mis contenidos y se transportaron al escenario de la noticia, del hecho que presencié, a través de mi relato. En vez del camino de la manipulación, el que siguen muchas marcas, había tomado el de la persuasión.

Y no solo fui consciente de esto: también, de que tenía el poder y, sobre todo, el privilegio de causar un impacto positivo en la vida de otros a través de mi mensaje, de mis contenidos. Ahora, entonces, me dedico a ayudar a otras personas, empresario y emprendedores, a construir sus estrategias de marketing de contenidos y sus contenidos para impactar la vida de sus clientes.

Un trabajo apasionante, una oportunidad de crecimiento increíble. Que no estaba en mi radar, valga decirlo. Sin embargo, sé que los caminos de la vida, caprichosa y traviesa, son insondables. Y hay que aceptarlos, más en el caso de caminos que te permiten crecer en lo personal y en lo profesional, que llevan a conocer personas extraordinarias y a vivir experiencias inolvidables.

Además, y de esto se trata este artículo, me abre la puerta para ayudar a quienes producen contenidos, pero no obtienen los resultados que esperan o, mejor, a los que, cualquiera que sea el motivo, no comienzan (o no pudieron hacerlo). Que son la mayoría, valga decirlo. ¿El motivo? No hay uno solo, pero básicamente son los miedos, las creencias limitantes y la falta de herramientas.

Y con esto último no me refiero a la tecnología, que por supuesto es un componente valioso. Aludo a las habilidades necesarias, al conocimiento que se requiere. Lo más importante, sin embargo, es que creas que puedes generar contenido, que confíes en tus dones y talentos y no te dejes llevar por los bulos que abundan en el mercado. Que, en el campo de los contenidos, son abundantes.

La primera, que, para conectar con el mercado, con tus clientes potenciales, necesitas publicar el “contenido perfecto” ¿Y sabes qué? Es mentira, porque el “contenido perfecto” NO EXISTE (sí, en mayúsculas). Porque la perfección no existe, por un lado, y porque lo que entendemos de ella es una percepción personal, es decir, cada uno tiene una idea distinta. ¿Percibes la mentira?

Los contenidos son útiles (o inútiles) y pertinentes (o inoportunos). No hay más categorías. Los que reúnen estas dos condiciones (utilidad y pertinencia) son los que aportan valor. Un contenido útil es aquel que le sirve a tu cliente potencial para conocer de su problema, entenderlo y saber que requiere una solución. Es pertinente si, además, le llega en el momento en que tiene la necesidad.

La segunda, que solo tendrás impacto si publicas en determinados canales y a ciertas horas. Y, no, no es así, también es una mentira. Tienes que publicar en aquellos canales donde están tus clientes potenciales y la hora dependerá del lugar donde ellos estén y donde tú te encuentres. Y no hay fórmulas mágicas, porque los seres humanos, seguro lo sabes, somos caprichosos y variables.

contenido-audiencia

De hecho, aunque tú acostumbres a tu audiencia a publicar a una determinada hora, siempre el mismo día de la semana, no garantiza que te van a ver en ese momento. Recuerda: las personas trabajamos, tenemos una vida personal, nos enfrentamos a problemas, somos distraídas… Si a veces el tiempo y las ocupaciones no nos dan para responderles a los familiares y amigos…

Tercero, el único que sabe con exactitud qué contenido requiere tu audiencia eres tú. Claro, si conoces bien a tu audiencia, si sabes cómo se comporta (para eso son las métricas reales, no las de vanidad) y, sobre todo, si definiste tus avatares, principalmente el prospecto frío (que representa el 90 por ciento del mercado). Si no conoces a tu prospecto, todo lo que publiques será inútil.

Ahora, entonces, regresemos a la pregunta del título: ¿cómo saber si ese contenido que voy a publicar le interesa a mi audiencia? Como mencioné antes, no hay fórmulas perfectas y la razón es muy sencilla: tu audiencia, tus prospectos o tus clientes, son únicos. Aunque les compren a otras personas, a otras empresas, la relación que tienen contigo es única, es decir, no es replicable.

Un ejemplo: tú te comportas de una manera con el banco donde guardas tu dinero; de otra, con el supermercado donde compras los víveres; de otra, con la empresa que te provee los servicios médicos, y así sucesivamente. ¿Por qué? Porque son empresas/personas distintas que te brindan servicios distintos, suplen necesidades distintas. Así somos los seres humanos, todos, sin excepción.

Estas son algunas consideraciones que te permitirán establecer si ese contenido que piensas publicar es el adecuado para tu audiencia:

1.- Es un problema común. Es decir, muchas personas de tu audiencia, muchos de tus prospectos o clientes, lo padecen. ¿Por ejemplo? Educación financiera (o la falta de ella). Otro: carecer de la mentalidad adecuada. Si tu conocimiento y tu experiencia están conectados con esa necesidad específica, si tú también lo sufriste, estás en capacidad de ofrecer contenido útil y pertinente.

2.- Es difícil de solucionar. Hay problemas sencillos y completos, dolores leves y severos. Hay unos con manifestaciones (o síntomas) fácilmente perceptibles y otros, que requieren la mirada de un experto. Si eres especialista en esa necesidad y el problema es complejo, lo que puedas hacer por esas personas que lo padecen será bien valorado. ¿La clave? Información y educación.

3.- Aportas valor. No olvides que la mayoría de las veces que los seres humanos consultamos internet es por una de dos razones: buscamos información o diversión. Es decir, no siempre es porque queremos comprar algo; quizás estamos en la fase de exploración, de investigación. Si tu contenido le ayuda en ese proceso, si lo orienta y le evita caer en manos de un vendehúmo, es de valor.

4.- Eres un experto. Pero, ¡cuidado! La profesión más común es internet es ‘experto’, de modo que ese rótulo ha perdido valor. Sin embargo, si el conocimiento que atesoras, lo que sabes, además de las habilidades que desarrollaste te ponen un escalón arriba del promedio del mercado, tienes el derecho a presumir esa condición. Y, claro, debes ratificarla compartiendo contenido de valor.

5.- Sabes comunicarte. Bueno, la verdad, todos los seres humanos lo hacemos. Sin embargo, a la hora de persuadir a otros para que tomen una acción específica, para convencerlos de que tienen un problema y de que tú les ofreces la solución, se necesita haber pulido la habilidad. No se trata de usar términos raros, sino lo contrario: que cualquiera que te escuche, te entienda y le agrades.

6.- Lo que ofreces sí funciona. Parece obvio, pero no lo es. No en este mercado del siglo XXI que es una jungla infestada de depredadores. Cuando eres honesto y lo que ofreces es en realidad la tan ansiada solución que otros buscan, es más fácil comunicar tu mensaje. Y no solo es más fácil, sino también más poderoso y convincente. El contenido de valor produce un mayor impacto.

Por último, si esto no te ayuda para crear contenido interesante y atractivo para tu audiencia, aún tienes otro camino: realiza una encuesta en redes sociales, WhatsApp o por email. Asiste a eventos presenciales o virtuales en los que se reúnan los referentes de tu mercado y escucha de qué hablan. Y no dejes de lado la opción de reutilizar contenido antiguo que tuvo buena acogida.

El mejor consejo que te puedo brindar, sin embargo, es que no asumas nada. Es decir, TÚ no eres el mercado, TÚ no eres tu cliente potencial. El verdadero genio del marketing es el mercado, no TÚ: ¡consúltalo, escúchalo! Una pista: el punto de partida para crear contenido de valor para tu audiencia es la humildad (y la generosidad) de entender que solo tiene sentido si sirve a otros.

contenido-audiencia
Categorías
General

¿Ya sabes cuál es tu personalidad como escritor? 5 opciones

Una de las primeras tareas que cualquier persona debe cumplir en la primera etapa del proceso de escritura es aquella de determinar qué clase de escritor es. Porque, por si no lo sabías, no hay una sola clase. De hecho, a mí me gusta más hablar de personalidad, porque en últimas lo que eres como escritor es directamente proporcional a lo que eres como persona, como ser humano.

Esa es una de las razones por las cuales a algunas personas se nos da más fácil escribir que a otras. Es lo mismo, por ejemplo, que ocurría en la juventud cuando ibas a una fiesta. A pesar de que me encanta la música, me costaba mucho lanzarme a la pista. ¿Timidez? Seguramente. Sin embargo, con el paso de los años perdí ese temor y, a pesar de que no es lo mío, intento disfrutarlo.

Más que timidez o miedo, pienso que era que no me gustaba hacer el ridículo. Cuando eres joven, te importa mucho el qué dirán, qué piensan los otros de ti. Entonces, exponerte en una pista de baile y descubrir una de tus debilidades no es algo a lo que estés dispuesto. Por eso, quizás, más bien me entretenía conversando, que es una habilidad que se me da muy bien naturalmente.

A escribir nos enseñan a todos en el colegio, en la primaria. Y es una habilidad que ponemos en práctica todos y cada uno de los días de nuestra vida, así sea solo para responder correos electrónicos o enviar mensajes por WhatsApp. Escribimos todos los días. Sin embargo, cuando llega el momento de escribir un informe o un ensayo o un artículo para un blog nos frenamos.

¿Por qué? Porque nos han metido en la cabeza la idea de que escribir es un don, de que es un privilegio que la naturaleza reservó para unos pocos o, simplemente, nos dicen ponen mil y un obstáculos en el camino. Que tienes que leer mucho (¿cuánto es mucho?) y también la idea de que tienes que asumir esta afición como si fueras un profesional, como si fueras a vivir de ello.

No me canso de repetirlo: soy probablemente el peor lector del mundo y, a pesar de ello, soy un excelente escritor (perdón por el autoelogio). Por otro lado, entiendo que no necesitas ser Roger Federer o Novak Djokovic para disfrutar una partida de tenis con tus amigos el fin de semana o tampoco debes ser un catador profesional para degustar un vino en una noche romántica.

La verdad es que puedes ser un buen escritor aficionado. Uno de aquellos que no tiene pretensiones de publicar una gran obra, convertirse en millonario y ser famoso. Puedes escribir un buen libro y autopublicarlo para que esté al alcance de tus familiares y amigos, de tus compañeros de trabajo. Créeme que esa es una experiencia increíble que muchos se niegan por las mentiras que escuchan.

Para escribir, tanto a nivel profesional como aficionado, requieres tres condiciones:

Primero, el conocimiento del tema. Este es el principal obstáculo para la mayoría porque eligen un tema del que creen saber, pero en últimas no saben tanto como creían. Por eso, entonces, se frenan. Pero, y esto es muy importante, con un conocimiento profundo del tema no basta: debe ser algo que, ojalá, te apasione porque la motivación será indispensable durante el proceso.

Segundo, haber desarrollado la habilidad. Como mencioné, todos sabemos escribir, pero para poder escribir mejor, para adquirir la capacidad de transmitir un mensaje de impacto, necesitas mucha práctica. Escribir mal primero, para escribir bien después. Necesitas lo que los pilotos llaman horas de vuelo: muchos borradores fallidos, muchos artículos insulsos, antes de alzar vuelo.

Tercero, requieres saber qué tipo de escritor eres porque, como lo mencioné, no todos somos iguales. De hecho, no todos servimos para los mismos temas: hay novelistas, cuentistas, escritores de relatos cortos, guionistas, en fin. ¿Cuál es tu especialidad? ¿Cuál es tu personalidad como escritor? ¿Cuál es esa área que te apasiona y del que anhelas escribir y transmitir tu mensaje?

CGCopywriter

A continuación, te ofrezco cinco personalidades típicas de los escritores que seguramente te ayudarán descubrir cuál es la tuya:

1.- El perfeccionista. Es la mayoría, tristemente. Son, principalmente, lectores voraces que no se permiten ser inferiores a esos grandes autores que leen. Sin embargo, es imposible compararse con ellos, porque quizás careces de la formación, porque no le dedicas el tiempo adecuado, porque has descubierto cuál es tu fortaleza. Pero, por encima de todo, porque quieres ser perfecto.

Y, la verdad, la perfección no existe, ni en la escritura, ni en otra faceta de la vida. A estos escritores nada de lo que hacen los deja satisfechos y cada vez que releen su texto encuentran más errores y quieren mejorar el texto. Y en esa se la pasan, tratando de encontrar un texto perfecto que no van a lograr. Son escritores que viven frustrados y son muy duros consigo mismos.

2.- El sabelotodo. Son aquellos que le perdieron el miedo a escribir y que, aunque carecen de la formación y de la información requerida, producen textos en variedad y cantidad. Sin embargo, son textos sin calidad, sin profundidad, textos efímeros que no consiguen llamar la atención de los lectores y que simplemente reflejan el pensamiento del autor. Su contenido de valor es mínimo.

La forma más fácil de descubrir a este tipo de escritores es que siempre se expresan en primera persona porque están convencidos de que lo importante es lo que ellos piensas, su opinión. Son textos que, además, por lo general tienen una estructura deficiente y, en consecuencia, no logran transmitir un mensaje específico. Por último, son de los que abusan de los adjetivos y la exageración.

3.- El indeciso. Es muy parecido al perfeccionista. Nunca está listo para publicar porque nunca está convencido de la calidad de su escrito. Se demoran una eternidad en comenzar a escribir y más de una eternidad en terminar. O, peor aún, nunca termina, porque después se involucran en un penoso proceso de autocorrección, de revisión indefinida. También terminan frustrados.

El trasfondo de esta personalidad es que los escritores de esta categoría no solo tienen una baja autoestima, sino que además dudan de su capacidad porque carecen de la formación adecuada. Cambian palabras mil y una veces, borran párrafos y los vuelven a escribir, en un proceso que es muy parecido a la carrera de la rata. Su problema es que no tienen estructura, ni metodología.

4.- El experto. Una especie que hoy abunda, en especial en internet especialmente en temas como el deporte y la política. Son exageradamente apasionados y sus textos desvelan graves sesgos que les restan credibilidad e interés. Están adobados, además, por sentencias contundentes, por conclusiones fáciles, por verdades hechas (que muchas veces, en realidad, esconden mentiras).

El escritor experto es muy sensible a las críticas porque piensa que todo lo hace bien y, peor aún, que su opinión es muy importante para todo el mundo y que siempre tiene la razón. Sin embargo, sus argumentos son livianos y por lo general están inspirados en las ideas de otros, en el discurso de otros, no en su propio pensamiento o sus sentimientos y, por eso, es confuso y vacío.

5.- El humilde. Este, te lo aseguro, es el único que puede convertirse en un buen escritor. El que entiende que escribir es un privilegio y también, un proceso. El que entiende que debe formarse, que requiere paciencia y práctica, que necesita autocrítica y autoconocimiento para progresar. El escritor con esta personalidad avanzará lentamente al comienzo y luego se soltará.

Es receptivo, tiene mentalidad abierta y, en especial, es disciplinado tanto en su rutina como en su trabajo. Está en constante aprendizaje, produce constantemente y ha conseguido desarrollar tanto un método como una estructura propias. Aunque tiene dudas (siempre las habrá), no deja de escribir y se preocupa por aprender de otros, por participar en foros y comunidades afines.

Cuando una persona dice que no nació para escribir, una de las excusas más comunes, lo que en realidad nos dice es que desconoce cuál es su personalidad como escritor. Todos, absolutamente todos, tenemos una y solo necesitamos identificarla. Una pista: está ligada a tus creencias, valores y principios, a tus miedos y sesgos, a tus sueños y frustraciones, pero es ¡tu personalidad!, así que disfrútala.

CGCopywriter