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Mitos (mentiras), verdades y claves acerca del calendario editorial

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Si la idea de crear y publicar contenido en canales digitales ya es un gran dolor de cabeza para la mayoría de los emprendedores y profesionales independientes, la de establecer un calendario editorial es una tragedia. De hecho, es tal el miedo que produce que se convirtió en la ‘excusa perfecta’ a partir de la manida frase “no sé qué publicar, no se me ocurre nada”.

Por supuesto, se trata de uno de los tantos bulos que ha alzado vuelo en el ecosistema digital, una de esas mentiras que se transformó en verdad en virtud de la repetición. Porque, claro, todos, absolutamente todos los expertos (en esto, en aquello, en lo uno, en lo otro) te juran que sin un calendario editorial estás condenado al fracaso. ¡Es una GRAN MENTIRA!

Que ni siquiera ellos se la creen. Sin embargo, les resulta útil para manipular al mercado, para engañar a las personas que no saben, para atraerlas a sus redes y luego sacarles su dinero. El calendario editorial es una ayuda, positiva si la sabes utilizar, inútil si careces de la estrategia adecuada. Porque, más que el calendario, lo que determinará tu resultado es la estrategia.

Hablemos claro: el calendario editorial NO es la panacea, NO te solucionará los problemas y NO te garantizará buenos resultados por sí mismo. De hecho, te lo confieso, NO uso esta herramienta. ¿Por qué? Porque, por formación, no soy dado a programar a largo plazo, sino que vivo al vaivén de los acontecimientos, de la noticia del momento. Recuerda: soy periodista.

Me encanta la adrenalina de la inmediatez, de producir el contenido inmediatamente después de que suceden los hechos. Y, también, la adrenalina del seguimiento, de la evolución de los sucesos, de la reflexión. Por supuesto, sé que soy la excepción a la regla y, por eso, no espero que las demás personas desprecien una herramienta que puede ser útil.

He empleado el calendario editorial con algunos clientes que prefieren disponer de esta guía, de esta ayuda. Además, porque están condicionados por el mercado, por aquella idea, expresada en tono perentorio, de “debes tener un calendario editorial”. No tengo problema en hacerlo, pero, repito, en mi día a día me rijo por la inmediatez, por el instinto, por el olfato.

Instinto y olfato que, valga la pena recalcarlo, no son caprichosos o arbitrarios. Responden a una juiciosa y permanente observación del mercado. ¿Eso qué significa? Que estoy en permanente actitud de exploración, de investigación, de encontrar nuevas temáticas y, en especial, de responder las preguntas habituales del mercado y de derrumbar mitos y bulos.

Soy parte de dos comunidades digitales de emprendedores y participo con frecuencia en charlas, eventos y cursos no solo de marketing, sino de áreas complementarias como la inteligencia artificial, diseño gráfico, storytelling, neuromarketing, coaching y persuasión. Es decir, estoy siempre en modo cacería, en la búsqueda de información de valor para nutrirme.

Una de las fuentes más valiosas está representada por los estudios que realizan empresas y consultoras de confianza y credibilidad. No tanto en el tema de las pavorosas tendencias, que no son más que interpretaciones caprichosas y muchas veces malintencionadas de los datos para favorecer un interés particular, sino de comportamientos, hechos comprobables.

Si veo que la información de esos estudios resulta interesante y pertinente para alguna de las audiencias a las que me dirijo, lo utilizo. También sigo en redes sociales a referentes de distintas áreas (las ya mencionadas), atento a sus publicaciones. Muchas de ellas son fuente de ideas (ángulos) a partir de las cuales elaboro contenidos enriquecidos, complementados.

Es decir, para que no haya equívocos, tomo alguna idea, la proceso, le doy mi toque, mi estilo, la adapto a los intereses de la audiencia con la que voy a compartir el contenido y procuro mejorar la versión original. Algunos dirán que es copy + paste, pero no es así: por si no lo sabías, todas las ideas que creas en tu mente surgen de lo que aprendes, de lo que ves.

Por ejemplo, no puedes imaginar el mar si no ves una foto, o un video; si no escuchas el golpe de las olas contra la costa, si no oyes el graznido de las gaviotas. A partir de esos estímulos, tu cerebro procesa la información y luego crea su propia versión. O ves una película, lees un libro, escuchas un pódcast o ves algo a tu alrededor que incentiva una idea y la desarrollas.

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Esto es importante entenderlo para no caer en la trampa del ‘contenido único’, del ‘contenido cero kilómetros’ o del objeto brillante de la ‘idea disruptiva’. ¿Por qué es una trampa? Por la sencilla razón de que TODO, absolutamente TODO lo que tu mente imagina, YA EXISTE. Tu cerebro toma esa idea, ese estímulo, lo adapta a lo que eres y lo pone a tu disposición.

Si caes en esa trampa, serás una más de tantas víctimas que, a pesar de poseer valioso conocimiento y experiencias que pueden ayudar a otros, eligen guardarlo. No se animan a crear contenido, se dejan dominar por el síndrome del impostor o, por último, toman el camino más sencillo: las excusas que se manifiestan a través de la procrastinación.

Ahora, volvamos al calendario editorial. ¿Sirve? Sí, pero NO es la panacea. ¿Es útil? Sí, pero dependerá de tu disciplina, de tu constancia y, sobre todo, de la coherencia de la estrategia de contenidos que establezcas. Porque carece de utilidad un calendario de contenidos si, a la hora de la verdad, vas a hacer una publicación al mes, o cada 15 días. No tiene sentido.

Veamos, entonces, algunos puntos clave que debes considerar:

1.- NO es una camisa de fuerza.
El principal error cuando se establece un calendario de contenidos es que las expectativas son muy altas. Como ven que la competencia publica todos los días, o varias veces al día, piensan que también deben hacerlo. Y no es así, no es camisa de fuerza. ¿Por qué? Porque son audiencias distintas, porque el nivel de confianza y credibilidad también es distinto.

Antes de crear un calendario de contenidos debes responder esta pregunta: ¿estoy en la capacidad y con la disposición necesaria para crear ese contenido? Es decir, ¿le vas a dedicar el tiempo requerido? (para investigación, elaboración y programación). Si la respuesta no es un SÍ categórico y surgido de la convicción, el calendario no te ayudará.

2.- Depende de tu relación con el mercado.
Si eres de aquellos (tantos) que solo se comunican con el mercado, con su audiencia, cuando le van a ofrecer (vender) algo, el calendario no te ayudará. El valor del calendario editorial es que te permite hacer el seguimiento de tu relación con el mercado a partir de tus publicaciones, de las interacciones, de la retroalimentación. La clave es la relación.

Entonces, a la hora de crear tu calendario editorial piensa primero en ¿qué puedes ofrecerle al mercado para informarlo, educarlo, entretenerlo o nutrirlo (inspirarlo)? O ¿cuáles son esas inquietudes de tus clientes potenciales que puedes resolver en la actualidad? Repito: esta herramienta te será útil en función de la calidad de la relación que tengas con el mercado.

3.- Es personal e intransferible.
¿A qué me refiero? Que no se vale copiar el calendario editorial del gurú de turno, el de la competencia o el de tu mentor. Cada caso es único y particular. Un calendario editorial te servirá en la medida en que responda no solo a las necesidades de tu mercado, de tu audiencia, sino, también, en que encaje en tus posibilidades de creación de contenidos.

¿Sugerencias? Estas son algunas que quizás te pueden ayudar:

1.- Comienza lento.
En especial si aún no tienes un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado, si esos clientes potenciales no te ven como una autoridad en el tema, ve paso a paso. No vas a ganar nada al publicar mucho contenido: la premisa es prioriza calidad por encima de cantidad. Prueba con una publicación a la semana y mide resultados, luego aumentas paulatinamente.

2.- En la variedad está el placer.
Porque si solo vas a vender, si solo vas a hablar de ti o de tu producto (o empresa), si no le vas a aportar valor al mercado, el calendario no te ayudará. Recuerda: la utilidad del calendario va de la mano de los cuatro objetivos del contenido de valor. ¿Cuáles? Informar, educar, entretener y nutrir (inspirar). Ten en cuenta, además, la temperatura de tu audiencia.

3.- Mide, retroaliméntate.
El ROI del contenido de calidad no es un esprint de 100 metros, sino una ultramaratón. Es decir, se mide a mediano y largo plazo. Pero, si no mides, si no recibes la retroalimentación del mercado, no sabrás cómo vas, qué puedes corregir o qué debes reforzar. Recuerda: lo que da valor al calendario es tanto la calidad de lo que produces como la estrategia que implementas.

Moraleja: el calendario editorial no hace magia, no te garantiza resultados y, si no lo sabes utilizar, más bien te dará problemas, muchos dolores de cabeza. La clave es la estrategia que diseñes, que debe estar en concordancia tanto con las necesidades e intereses de tu público como de tu real capacidad para generar contenido de calidad. No es publicar por publicar…

Como tampoco es vender y vender, nada más. El contenido que publiques, que compartas con el mercado, servirá en la medida en que ayude a esas personas de alguna manera. Y ese es un objetivo que puedes cumplir sin necesidad de un calendario editorial, si así lo decides. Por último, no olvides la premisa que marca la diferencia. ¿Cuál? ‘La magia la pones tú…’.

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5 acciones efectivas para enseñarle a tu cerebro a inspirarse

El ser humano, desde siempre, utilizó la imaginación para justificar, para racionalizar, aquello que le resulta incomprensible. O de lo que, en ese determinado momento, no encuentra una explicación. Ese es el punto de partida de los miedos que lo acosan, de los mitos que se transmiten de generación en generación y de las fantasías que alivianan sus cargas.

Así, por ejemplo, muchas personas están convencidas de que su destino ya está determinado y de que su tarea en este mundo es cumplirlo sin excusa. Es decir, seguir al pie de la letra el libreto que alguien (no sabe qué o quién es, o dónde está) escribió para ellas. Son creencias que se alimentan con el acervo cultural y con las enseñanzas de las distintas religiones.

Versiones, verdades a medias que se transforman en certezas por la fuerza de la repetición. Las decimos tantas veces, que el cerebro termina por creerlas, por darles crédito. Y, entonces, las utiliza con frecuencia para darnos una salida cuando la vida nos lleva por un callejón sin salida o cuando vemos la luz al final del túnel, pero seguimos atrapados en su interior.

Uno de los ejemplos clásicos de esta situación es la tal inspiración. Que si bien en los últimos tiempos de nuevo se puso de moda, anda por ahí con sus travesuras desde el siglo VIII a. C. Los que hablaron de ella fueron los griegos clásicos, maestros de la creatividad, de la imaginación, de la fantasía. A través de sus relatos, la inmortalizaron y hoy es todo un mito viviente.

Entre otras razones, porque múltiples creativos famosos, de la pintura, de la música y de las letras, principalmente, se refirieron a ella. Algunos de ellos, inclusive, le pusieron nombre. Así, por ejemplo, Salvador Dalí dijo que su esposa Gala lo inspiraba, mientras que el poeta Dante Alighieri señaló a Beatriz, una joven de la que se enamoró cuando solo contaba 9 años.

De hecho, cuenta la historia, cuentan las historias, en muchas ocasiones esas musas no eran exclusivas. ¿Eso qué significa? Que la misma musa inspiraba a varios artistas. Es el caso de la modelo francesa Fernande Olivier, una de las musas del pintor español Pablo Picasso, que también trabajó con otros artistas. Algunas, inclusive, luego se convirtieron ellas en artistas.

Las musas son figuras clave en la mitología griega y desempeñaron un papel fundamental en la inspiración de los artistas y poetas de la época. Son nueve divinidades a las que se consideraba las protectoras de las artes y las ciencias, y se creía que eran las fuentes de la creatividad y el conocimiento. Según la leyenda, cada una se asociaba con un arte o una ciencia en particular:

1.- Calíope, la musa de la poesía épica.
Era la más importante, la líder del grupo. Era la que inspiraba a los poetas, los que narraban las batallas, las grandes gestas y las hazañas de los héroes. Se creía que otorgaba el don de la elocuencia y, además, que proporcionaba la habilidad de contar historias magistrales.

2.- Clio, la musa de la historia.
Era la inspiradora de historiadores y cronistas. Se le atribuye la creación de la historia como disciplina. Se dice que la buscaban para que los iluminara en la tarea de contar los sucesos y preservar la memoria. Otorgaba el don de la objetividad y la capacidad de investigar.

3.- Erato, la musa de la poesía lírica y amorosa.
Su nombre significa ‘la amante’ y era muy demandada a la hora de escribir poemas para transmitir sentimientos manifiestos o pasiones ocultas. Se la consideraba la musa del amor y su influencia era fundamental para crear poemas y desencadenar el éxtasis emocional.

4.- Euterpe, la musa de la música.
Su nombre significa ‘la que deleita’ y era representada por una flauta o una lira. Por supuesto, era la inspiración de músicos, compositores y cantantes, y fuente de creatividad. Reza la tradición que ayudaba a los autores a encontrar la armonía y el ritmo en sus composiciones.

5.- Melpómene, la musa de la tragedia.
Relacionada con el arte dramático, un pilar de la cultura griega. Su nombre significa ‘celebrar el canto’ y era representada por una máscara trágica, una corona de hiedra o un báculo. Era la fuente de creación de obras llenas de emociones y conflictos en las artes escénicas y el teatro.

6.- Polimnia, la musa de la poesía sagrada y la retórica.
Se representaba con un velo en la cabeza y sostenía un libro o un rollo de papiro. Su nombre significa ‘la de muchos cantos’. Además de la poesía y la retórica, extendía su influencia a la meditación y la contemplación, al inspirar la reflexión profunda y la búsqueda de la verdad.

7.- Talía, la musa de la comedia.
En la cultura griega, la comedia era una forma de entretenimiento muy valorada. Se la representaba con una máscara cómica en su mano y se la relacionaba con la alegría y el humor. Otorgaba el don de la risa y brindaba ideas ingeniosas. Era la preferida del pueblo.

8.- Terpsícore, la musa de la danza y la poesía coral.
Es una de las musas más conocidas y veneradas de la cultura griega, dado que la danza era un pilar de la sociedad. Estaba presente en ceremonias religiosas, festivales y eventos sociales. Se creía que su presencia inspiraba la gracia y la belleza en cada movimiento y palabra.

9.- Urania, la musa de la astronomía y la astrología.
Se la representaba con un globo terráqueo y una vara celestial, simbolizando su dominio sobre los cielos y las estrellas. En la cultura griega, la astronomía y la astrología eran disciplinas muy valoradas. Se creía que los astros ejercían clara influencia en el destino de los seres humanos.

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Cuenta la historia que los artistas y poetas rezaban a las musas antes de comenzar su trabajo, a la espera de recibir su guía y apoyo en la búsqueda de la perfección artística. Una creencia que, sin duda, se mantiene hoy. Además, se consideraba que la relación entre musas y artistas era una conexión directa con lo divino y que el artista inspirado trascendía lo mundano.

Los artistas griegos asumían las musas como personales, como fuente de inspiración individual y única. Las buscaban constantemente, en procura del don de la creatividad. Cada artista tenía su propia musa a la que adoraba y buscaba en su proceso creativo. Eran guías y mentoras en el arte que ayudaban a los artistas a alcanzar nuevas alturas en su trabajo, un nivel de excelencia.

Lo cierto es que de la Antigua Grecia hasta la modernidad, en plena era de la tecnología, de la comunicación y del conocimiento, en la era de la inteligencia artificial, las musas se dieron mañas para perdurar. El simbolismo de estas diosas griegas ha sido retomado en diversas expresiones artísticas y culturales en el siglo XXI, inclusive en actividades cotidianas.

Es decir, las musas ya no son un privilegio de los artistas, sino que, dice la leyenda, son invocadas por cualquiera. Hoy, la búsqueda de inspiración y creatividad se asocia con la presencia de una musa que guía al autor en su proceso creativo. Además, la figura del mentor o la de cualquier otra entidad superior se conecta con la inspiración, como padres o ídolos.

Si sigues con atención mis publicaciones en canales digitales, sabrás que no creo en la tal inspiración. Es decir, no tengo musas. Sí, efectivamente, como en el caso de cualquier ser humano común y corriente, hay algunos disparadores que me motivan, que prenden la chispa creativa, que activan la imaginación. Sin embargo, para nada se parecen a las musas griegas.

¿Entonces? Según el diccionario, la inspiración es un “estímulo que anima la labor creadora en el arte o la ciencia”. Una definición que, por supuesto, se queda corta porque no se limita a los ámbitos del arte o de la ciencia, sino que está presente en todas y cada una de las actividades de la vida cotidiana. En el deporte, en la cocina, en el estudio y hasta en las relaciones.

Nunca está de más una pizca de inspiración, que no es más que un chispazo que se origina en tu cerebro y te proporciona una salida genial al problema, situación o dilema que enfrentas. Lo que es importante entender es que la inspiración está en ti, sale de ti. Es opuesto a lo que pensaban en la Antigua Grecia, en el sentido que creían que la inspiración llegaba del exterior.

El mito de las musas griegas, además, nos dice que estas se presentaban solo ante algunos elegidos, pero hoy sabemos que los seres humanos, absolutamente todos, nos inspiramos. Lo que nos diferencia a unos de otros es que solo unos pocos sabemos activar ese chispazo, ese rayo de luz que ilumina el proceso creativo. Los demás, la mayoría, siguen a la espera de las musas.

Estas son algunas de las acciones sencillas que he descubierto potencian mi inspiración:

1.- El descanso. Cuando tu cerebro está acelerado, cuando está agotado, es como un bulto de anzuelos. Se le dificulta encontrar la respuesta adecuada, se confunde, no tiene claridad. Un buen descanso (que no solo significa dormir) le ayudará a recuperar su potencial máximo

2.- El aprendizaje continuo. Lo maravilloso del cerebro es que jamás se llena, jamás se cansa de aprender. Es más: disfruta del aprendizaje, le encanta adquirirlo. Cuanto más aprendas, cuantas más habilidades desarrolles, más opciones de respuesta le darás a tu cerebro

3.- La lectura y la música. Las dos están estrechamente ligadas tanto al aprendizaje como a la memoria, son fuente ilimitada de recuerdos. Y es a estos, a los recuerdos, a las historias que encierran los libros y las canciones, que recurre tu cerebro cuando requieres inspiración

4.- La paz mental. Parecida a la primera, pero distinta. ¿Por qué? Porque no se refiere al órgano como tal, sino al estado de ánimo, a las emociones que experimentas en ese momento en especial. Cuanto más tranquila y clara esté tu mente, mejores serán las ideas que crees

5.- La naturaleza. Que, supongo lo sabes, es mágica. Siempre nos sorprende y nos maravilla con sus creaciones. El canto de los pájaros, la majestuosidad del paisaje, la flora o los atardeceres son fuente inagotable de inspiración. Naturaleza y soledad, una fórmula infalible

La gran enemiga de la inspiración es la rutina. Hacer siempre lo mismo y esperar resultados distintos. Hay que romper el círculo, hay que quebrar las leyes de lo establecido y darse permiso de hacer algo diferente. En el proceso, tu cerebro aprende a inspirarse. No lo olvides: la inspiración está en ti, sale de ti; allá tú si prefieres seguir en la Antigua Grecia…

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