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Mitos (mentiras), verdades y claves acerca del calendario editorial

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Si la idea de crear y publicar contenido en canales digitales ya es un gran dolor de cabeza para la mayoría de los emprendedores y profesionales independientes, la de establecer un calendario editorial es una tragedia. De hecho, es tal el miedo que produce que se convirtió en la ‘excusa perfecta’ a partir de la manida frase “no sé qué publicar, no se me ocurre nada”.

Por supuesto, se trata de uno de los tantos bulos que ha alzado vuelo en el ecosistema digital, una de esas mentiras que se transformó en verdad en virtud de la repetición. Porque, claro, todos, absolutamente todos los expertos (en esto, en aquello, en lo uno, en lo otro) te juran que sin un calendario editorial estás condenado al fracaso. ¡Es una GRAN MENTIRA!

Que ni siquiera ellos se la creen. Sin embargo, les resulta útil para manipular al mercado, para engañar a las personas que no saben, para atraerlas a sus redes y luego sacarles su dinero. El calendario editorial es una ayuda, positiva si la sabes utilizar, inútil si careces de la estrategia adecuada. Porque, más que el calendario, lo que determinará tu resultado es la estrategia.

Hablemos claro: el calendario editorial NO es la panacea, NO te solucionará los problemas y NO te garantizará buenos resultados por sí mismo. De hecho, te lo confieso, NO uso esta herramienta. ¿Por qué? Porque, por formación, no soy dado a programar a largo plazo, sino que vivo al vaivén de los acontecimientos, de la noticia del momento. Recuerda: soy periodista.

Me encanta la adrenalina de la inmediatez, de producir el contenido inmediatamente después de que suceden los hechos. Y, también, la adrenalina del seguimiento, de la evolución de los sucesos, de la reflexión. Por supuesto, sé que soy la excepción a la regla y, por eso, no espero que las demás personas desprecien una herramienta que puede ser útil.

He empleado el calendario editorial con algunos clientes que prefieren disponer de esta guía, de esta ayuda. Además, porque están condicionados por el mercado, por aquella idea, expresada en tono perentorio, de “debes tener un calendario editorial”. No tengo problema en hacerlo, pero, repito, en mi día a día me rijo por la inmediatez, por el instinto, por el olfato.

Instinto y olfato que, valga la pena recalcarlo, no son caprichosos o arbitrarios. Responden a una juiciosa y permanente observación del mercado. ¿Eso qué significa? Que estoy en permanente actitud de exploración, de investigación, de encontrar nuevas temáticas y, en especial, de responder las preguntas habituales del mercado y de derrumbar mitos y bulos.

Soy parte de dos comunidades digitales de emprendedores y participo con frecuencia en charlas, eventos y cursos no solo de marketing, sino de áreas complementarias como la inteligencia artificial, diseño gráfico, storytelling, neuromarketing, coaching y persuasión. Es decir, estoy siempre en modo cacería, en la búsqueda de información de valor para nutrirme.

Una de las fuentes más valiosas está representada por los estudios que realizan empresas y consultoras de confianza y credibilidad. No tanto en el tema de las pavorosas tendencias, que no son más que interpretaciones caprichosas y muchas veces malintencionadas de los datos para favorecer un interés particular, sino de comportamientos, hechos comprobables.

Si veo que la información de esos estudios resulta interesante y pertinente para alguna de las audiencias a las que me dirijo, lo utilizo. También sigo en redes sociales a referentes de distintas áreas (las ya mencionadas), atento a sus publicaciones. Muchas de ellas son fuente de ideas (ángulos) a partir de las cuales elaboro contenidos enriquecidos, complementados.

Es decir, para que no haya equívocos, tomo alguna idea, la proceso, le doy mi toque, mi estilo, la adapto a los intereses de la audiencia con la que voy a compartir el contenido y procuro mejorar la versión original. Algunos dirán que es copy + paste, pero no es así: por si no lo sabías, todas las ideas que creas en tu mente surgen de lo que aprendes, de lo que ves.

Por ejemplo, no puedes imaginar el mar si no ves una foto, o un video; si no escuchas el golpe de las olas contra la costa, si no oyes el graznido de las gaviotas. A partir de esos estímulos, tu cerebro procesa la información y luego crea su propia versión. O ves una película, lees un libro, escuchas un pódcast o ves algo a tu alrededor que incentiva una idea y la desarrollas.

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Esto es importante entenderlo para no caer en la trampa del ‘contenido único’, del ‘contenido cero kilómetros’ o del objeto brillante de la ‘idea disruptiva’. ¿Por qué es una trampa? Por la sencilla razón de que TODO, absolutamente TODO lo que tu mente imagina, YA EXISTE. Tu cerebro toma esa idea, ese estímulo, lo adapta a lo que eres y lo pone a tu disposición.

Si caes en esa trampa, serás una más de tantas víctimas que, a pesar de poseer valioso conocimiento y experiencias que pueden ayudar a otros, eligen guardarlo. No se animan a crear contenido, se dejan dominar por el síndrome del impostor o, por último, toman el camino más sencillo: las excusas que se manifiestan a través de la procrastinación.

Ahora, volvamos al calendario editorial. ¿Sirve? Sí, pero NO es la panacea. ¿Es útil? Sí, pero dependerá de tu disciplina, de tu constancia y, sobre todo, de la coherencia de la estrategia de contenidos que establezcas. Porque carece de utilidad un calendario de contenidos si, a la hora de la verdad, vas a hacer una publicación al mes, o cada 15 días. No tiene sentido.

Veamos, entonces, algunos puntos clave que debes considerar:

1.- NO es una camisa de fuerza.
El principal error cuando se establece un calendario de contenidos es que las expectativas son muy altas. Como ven que la competencia publica todos los días, o varias veces al día, piensan que también deben hacerlo. Y no es así, no es camisa de fuerza. ¿Por qué? Porque son audiencias distintas, porque el nivel de confianza y credibilidad también es distinto.

Antes de crear un calendario de contenidos debes responder esta pregunta: ¿estoy en la capacidad y con la disposición necesaria para crear ese contenido? Es decir, ¿le vas a dedicar el tiempo requerido? (para investigación, elaboración y programación). Si la respuesta no es un SÍ categórico y surgido de la convicción, el calendario no te ayudará.

2.- Depende de tu relación con el mercado.
Si eres de aquellos (tantos) que solo se comunican con el mercado, con su audiencia, cuando le van a ofrecer (vender) algo, el calendario no te ayudará. El valor del calendario editorial es que te permite hacer el seguimiento de tu relación con el mercado a partir de tus publicaciones, de las interacciones, de la retroalimentación. La clave es la relación.

Entonces, a la hora de crear tu calendario editorial piensa primero en ¿qué puedes ofrecerle al mercado para informarlo, educarlo, entretenerlo o nutrirlo (inspirarlo)? O ¿cuáles son esas inquietudes de tus clientes potenciales que puedes resolver en la actualidad? Repito: esta herramienta te será útil en función de la calidad de la relación que tengas con el mercado.

3.- Es personal e intransferible.
¿A qué me refiero? Que no se vale copiar el calendario editorial del gurú de turno, el de la competencia o el de tu mentor. Cada caso es único y particular. Un calendario editorial te servirá en la medida en que responda no solo a las necesidades de tu mercado, de tu audiencia, sino, también, en que encaje en tus posibilidades de creación de contenidos.

¿Sugerencias? Estas son algunas que quizás te pueden ayudar:

1.- Comienza lento.
En especial si aún no tienes un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado, si esos clientes potenciales no te ven como una autoridad en el tema, ve paso a paso. No vas a ganar nada al publicar mucho contenido: la premisa es prioriza calidad por encima de cantidad. Prueba con una publicación a la semana y mide resultados, luego aumentas paulatinamente.

2.- En la variedad está el placer.
Porque si solo vas a vender, si solo vas a hablar de ti o de tu producto (o empresa), si no le vas a aportar valor al mercado, el calendario no te ayudará. Recuerda: la utilidad del calendario va de la mano de los cuatro objetivos del contenido de valor. ¿Cuáles? Informar, educar, entretener y nutrir (inspirar). Ten en cuenta, además, la temperatura de tu audiencia.

3.- Mide, retroaliméntate.
El ROI del contenido de calidad no es un esprint de 100 metros, sino una ultramaratón. Es decir, se mide a mediano y largo plazo. Pero, si no mides, si no recibes la retroalimentación del mercado, no sabrás cómo vas, qué puedes corregir o qué debes reforzar. Recuerda: lo que da valor al calendario es tanto la calidad de lo que produces como la estrategia que implementas.

Moraleja: el calendario editorial no hace magia, no te garantiza resultados y, si no lo sabes utilizar, más bien te dará problemas, muchos dolores de cabeza. La clave es la estrategia que diseñes, que debe estar en concordancia tanto con las necesidades e intereses de tu público como de tu real capacidad para generar contenido de calidad. No es publicar por publicar…

Como tampoco es vender y vender, nada más. El contenido que publiques, que compartas con el mercado, servirá en la medida en que ayude a esas personas de alguna manera. Y ese es un objetivo que puedes cumplir sin necesidad de un calendario editorial, si así lo decides. Por último, no olvides la premisa que marca la diferencia. ¿Cuál? ‘La magia la pones tú…’.

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Aprovecha las pequeñas sociedades y marca un golazo con tu mensaje

Los técnicos de fútbol las definen como pequeñas sociedades. Son una obsesión para ellos, en el entendido de que son de esos factores que permiten marcar grandes diferencias. Por lo general, son dos o tres jugadores, pero hay casos especiales. ¿Por ejemplo? El Brasil de 1970, con Pelé, Rivelino, Tostao, Gerson y Jairzinho, cinco genios que jugaban de memoria.

En el libro Fútbol sin trampa, publicado por el técnico campeón mundial en 1978 César Luis Menotti, en 1986, después de desvincularse del FC Barcelona, las define como jugadores con un mismo concepto futbolístico, pero de características diferentes, aunque complementarias, que, si se juntan, pueden alcanzar un elevadísimo rendimiento. Todo, por supuesto, en beneficio del equipo”.

Y agrega: “Hay que descubrir sus posibilidades, avalarlas y acrecentarlas, mejorándolas en los entrenamientos. Incentivarlas, entre otras cosas, recordando la importancia que tuvieron las pequeñas sociedades en la historia del fútbol internacional. Nunca deterioran el sentido colectivo del equipo, a pesar de que parezca que se buscan entre los dos socios”.

Xavi-Iniesta, Pibe Valderrama-Freddy Rincón, Diego Maradona-Jorge Valdano-Jorge Luis Burruchaga o Michel Platini-Alain Girese son, entre muchas otras, algunas de las que trascendieron. El buen fútbol, la fantasía y, sobre todo, los buenos resultados pasaban por estas pequeñas sociedades, jugadores individualmente sobresalientes, colectivamente incomparables.

Cuando eres un empresario o emprendedor y necesitas transmitir tu mensaje al mercado, hacer que trascienda y les llegue a las personas correctas, requieres armar pequeñas sociedades. Una de ellas, la más importante, entre las estrategias de marketing y el marketing de contenidos. No es la única, sin duda, y vale la pena recalcar que tampoco son excluyentes.

De la misma forma en que todos los grandes equipos de la historia, los ganadores, gozaron de las pequeñas sociedades de sus más geniales individualidades, en tu negocio/empresa debes contar con estas. Las estrategias de marketing, solas, te ayudarán a alcanzar algunos objetivos, pero tarde o temprano te frenarás. ¿Por qué? Porque les hace falta su socio ideal.

Así mismo, puedes poner en marcha una magistral estrategia de marketing de contenidos, de la mano de los copywriters más reconocidos del mercado, pero por sí misma no será suficiente. ¿Por qué? Porque si bien los contenidos son indispensables para conectar e interactuar con el mercado, con tus clientes, lo que genera las ventas, los resultados, es el buen marketing.

Te lo voy a decir en otras palabras, para que no queden dudas: el buen marketing y el marketing de contenidosson la pareja perfecta, el matrimonio ideal. Nacieron el uno para el otro. Las pequeñas sociedades son la base de un gran equipo, de uno ganador. Si revisas la historia de los equipos campeones en la Copa Mundo, descubrirás varias pequeñas sociedades.

El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría de los empresarios y emprendedores reniega de la pequeña sociedad que conforman las estrategias de marketing y el marketing de contenidos. No entienden, no captan, el poder que tienen cuando están unidas. Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que mandan al banco de suplentes a una de ellas.

Que, claro está, es el marketing de contenidos. Porque les parece irrelevante, costoso; porque asumen que es muy difícil medir el retorno de la inversión (ROI) o porque no tienen paciencia para esperar que se den los resultados. También, porque están convencidos de que su producto o servicio es perfecto o el ideal y que el mercado lo comprará. Y están equivocados.

Los pilares del éxito de una estrategia exitosa, dentro o fuera de internet, son lo que se conoce como las 3M del marketing. ¿Sabes a qué me refiero? Mensaje, Mercado y Medio (en ese orden), las tres primeras de las 8 Reglas de los emprendedores exitosos, el best-seller escrito por mi amigo y mentor Álvaro Mendoza. Y lo dice con la autoridad que le confieren 25 años en el mercado.

Una autoridad, entre otras razones, basado en ser uno de los mayores productores de contenido gratuito. Uno de los primeros, también. A pesar de algunos altibajos, su blog es uno de los pioneros de internet y uno de a los que Google reconoce por su longevidad y, claro, por la calidad del contenido. Una estrategia de marketing de contenidos consistente y coherente.

Que, valga recalcarlo, NO se enfoca en vender, como lo hace la gran mayoría. ¿Entonces? Para él, el blog, la estrategia de marketing de contenidos, es una herramienta de prospección y de fidelización. En otras palabras, el imán que atrae nuevos clientes y el que garantiza que los actuales continúen a su lado mientras los educa, los nutre, les comparte su conocimiento.

Cuando eres Coca-Cola, Procter & Gamble, Mercedes-Benz, Apple, Microsoft o Amazon, ‘billetera mata marketing de contenidos’. Para estos gigantes del mercado, es más práctico y efectivo invertir en multimillonarias campañas, que dan resultados a corto plazo, que apostar por el marketing de contenidos. ¡OJO!: todos, sin embargo, implementan esta estrategia.

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Dado que enfrentan una competencia poderosa y feroz, no pueden darse el lujo de ceder terreno: ponen sus dólares al servicio de la publicidad y venden, venden mucho. Al tiempo, en todo caso, utilizan la estrategia de marketing de contenidos para reforzar el mensaje, para educar a su clientela y para llamar la atención de aquellos que todavía no son sus clientes.

Y no creas que se trata de una tendencia: es una norma. Más en estos tiempos en los que los clientes no son fieles, en los que los consumidores no se casan con las marcas, en los que el comportamiento del mercado cambia constantemente. De hecho, en los últimos años ha ido en crecimiento el monto que estas grandes empresas invierten en marketing de contenidos.

Ahora, si no perteneces a esa élite, si no tienes una billetera gorda y no puedes invertir millones de dólares en publicidad, entonces, te guste o no, tienes que acudir a las pequeñas sociedades: estrategias de marketing más marketing de contenidos. Cualquier otro camino que elijas será un atajo que, quizás lo sabes, implica un grave riesgo: caer por profundo barranco.

No importa a qué te dediques o cuál sea tu profesión, si quieres transmitir tu mensaje o si anhelas vivir de tu conocimiento, dentro o fuera de internet, necesitas ser visible, primero; debes posicionarte, después, y debes exhibir autoridad, por último. Si eres odontólogo, para que lleguen pacientes a tu consultorio; si eres coach, para que contraten tus servicios.

Y así sucesivamente. Cualquiera que sea tu profesión, el área en el que te desempeñes. Y dado que no tienes la billetera gorda de Coca-Cola, Apple o Amazon, necesitas la pequeña sociedad de las estrategias de marketing y el marketing de contenidos. Además, si lo haces partes con una ventaja que no es menor: la mayoría de tus competidores menosprecia esta poderosa alianza.

Los siguiente son algunos, solo algunos, de los beneficios de una estrategia de marketing de contenidos:

1.- Te da visibilidad.
Dado que son pocos los que implementan una estrategia de marketing de contenidos coherente, no será difícil diferenciarte y atraer la atención del mercado. Claro, siempre y cuando no te enfoques en vender como único objetivo y entiendas que primero debes darte a conocer, posicionarte y nutrir al mercado. Ahora, si no eres visible, tus ventas serán ¡cero!

2.- Te permite interactuar.
El objetivo primario (y fundamental) de una estrategia de marketing de contenidos no es vender. Sí, ya sé que en el mercado pregonan lo contrario, ¡pero, mienten! Descaradamente, mienten. La ventaja de una adecuada estrategia de marketing de contenidos es que despierta la curiosidad de tus clientes potenciales y abre un poderoso canal de comunicación de doble vía.

3.- Filtra a tus prospectos.
No necesitas más clientes (cantidad), sino clientes de calidad, cualificados. Es decir, personas que estén interesadas en lo que ofreces, personas a las que en realidad puedas ayudar, a las que les puedas solucionar el problema que las aqueja. El contenido que publicas te ayudará a repeler a los prospectos que no saben lo que quieren o que solo buscan lo fácil y gratuito.

4.- Te ayuda a definir tu avatar.
A través del contenido que publicas (no importa en qué medio, si es dentro o fuera de internet), no solo puedes interactuar con tus clientes potenciales. También, y esto es algo muy poderoso (y útil, claro), podrás perfilar a tu cliente ideal (avatar). ¿Cómo? Haciendo el seguimiento de sus acciones, identificando sus intereses, gustos, necesidades y aspiraciones.

5.- Fideliza a tus clientes.
En esta tarea, sin duda, mi amigo Álvaro Mendoza es un genio. Entiende que la primera venta es tan solo el comienzo, porque lo mejor llegará después, y mientras recorre ese camino se dedica a educar, a nutrir, a entretener a sus clientes. ¿Cómo lo hace? Con contenido gratis y, sobre todo, de calidad. Una estrategia que, valga decirlo, le ha dado resultados durante ¡25 años!

Los sucesos ocurridos en los últimos años, en especial la pandemia, nos mostraron que en internet hay una gran oportunidad para quienes poseemos conocimiento y experiencias valiosas que podemos compartir con otros. Si anhelas vivir de tus talentos, si sueñas con un negocio propio, con vivir de tus pasiones, internet es un universo ilimitado si lo aprovechas.

Por supuesto, no se trata solo de vender: es la posibilidad de transmitir tu mensaje, de ayudar a otros, de dejar un legado en este mundo y garantizar que tu paso por este planeta no sea en vano. Recuerda: las pequeñas sociedades son el secreto del éxito de los grandes equipos de la historia: aprovecha las estrategias de marketing y el marketing de contenidos y marca un golazo…

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5 errores comunes a la hora de contar la historia de tu vida

A los seres humanos, a todos, nos encanta hablar de nosotros mismos. Lo hacemos todo el tiempo con la familia, con los amigos, con los compañeros de trabajo e inclusive con personas a las que acabamos de conocer. Sin embargo, hay ámbitos o momentos de la vida en los que es necesario hablar de nosotros e, irónicamente, no somos capaces de hacerlo o lo hacemos mal.

Nos bloqueamos, no sabemos qué información revelar o, lo peor, intentamos crear una imagen de perfecciónque, por supuesto, no es creíble. Entonces, elegimos el camino más equivocado: ofrecer una imagen que no es real o que más adelante, en alguna de las curvas del camino, nos puede causar un perjuicio. Ese, créeme, es un lujo que no podemos permitirnos.

Hace años, en el siglo pasado, en el ámbito laboral las personas valíamos tanto como nuestro currículum. Lo que estaba consignado allí era lo que en realidad nos daba valor y era el principal (o único) factor para elegirnos. Desde niños, nos enseñaban a forjar una hoja de vida que fuera llamativa, una que tuviera muchas arandelas: cargos, distinciones, reconocimientos.

Cuantas más arandelas tuviera tu currículum, mucho mejor: ¡eras el candidato ideal! Sin embargo, esto cambió con el tiempo porque las empresas se dieron cuenta (tarde, pero lo hicieron), de que este era un esquema perverso. Lamentablemente, este mal no fue erradicado, sigue vigente de manera velada, por debajo de la mesa. Es la triste realidad.

En el mundo de los negocios, especialmente ahora que internet nos da facilidades a todos, que nos permite competir en el mercado sin necesidad de ser una gran marca o disponer de un presupuesto elevado, el “cuánto tienes, cuánto vales” se ha convertido en la mejor carta de presentación. El resultado es que el mercado se llenó de esos que llamamos los vendehúmo.

Que son los que se dedican a engañar, los que lanzan atractivas promesas que no cumplen, los que te venden, no te brindan acompañamiento y se olvidan de ti. Los que se promocionan como la última Coca-Cola del desierto, con miles de seguidores en redes sociales y gordas cuentas bancarias y presumen en redes sociales de lujos, de una vida de ensueño.

La verdad, cruda y dolorosa, es que no puedes creer todo lo que ves en internet, todo lo que dicen en internet. Por desgracia, un efecto colateral de la revolución tecnológica es que hay zonas vedadas, de altísimo riesgo, en la red. Zonas que son dominadas por los vendehúmo, por los artistas del engaño, por aquellos que son hábiles para quedarse con tu dinero.

El problema, porque siempre hay un problema, es que pagamos justos por pecadores. Aunque tú seas honesto, aunque cumplas tus promesas, aunque ayudes a otros, aunque tu vocación de servicio sea genuina, pagamos justos por pecadores. ¿Eso qué quiere decir? Que para muchas personas, todos los que estamos en internet somos lo mismo, estamos cortados por la misma tijera.

Como dicen las mujeres, “todos los hombres son iguales”. Y no es así, por supuesto. Sin embargo, todos tenemos que exhibir credenciales creíbles, debemos demostrar que, a pesar de que tenemos una trayectoria importante, no somos más de lo mismo, no somos otros de los detestables vendehúmo. ¿Cómo hacerlo? Hay que aprovechar el poder de la historia personal.

La mayoría de las personas cree que basta con hablar de su producto o servicio, de su negocio, de cuánto factura, del auto o la casa que poseen, de los viajes que disfruta o de lo ya dicho: los seguidores en redes sociales, que ya sabemos que son un cero a la izquierda. La realidad es que la gente ya aprendió, muchos ya no comen cuento y eso les entra por un oído y les sale por el otro.

Además, y esta es una razón muy poderosa que los vendehúmo omiten, lo que la gente quiere hoy es conectar con personas reales, con personas genuinas que honestamente les puedan dar una mano. Que más allá de un bonito discurso tienen la capacidad de generar un impacto positivo en su vida, las pueden guiar en ese camino de la transformación, del rediseño de su vida.

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Para que esa puerta se abra, sin embargo, es necesario que primero exista un vínculo de confianza y credibilidad. Hay que derribar los altos y gruesos muros de las objeciones del mercado, la desconfianza, el miedo a ser engañados, el temor a dar con un vendehúmo. Un vínculo que debe ser fuerte, resistente a las dudas, blindado contra las múltiples amenazas.

El camino más seguro, que no es el más corto, ni uno de esos riesgosos atajos, es contar u historia de vida. Cuando las personas saben lo que has vivido, las dificultades que superaste, los aprendizajes obtenidos de tus errores y tus logros, es posible establecer una conexión. Tu historia de vida es la que te permite humanizar la relación para inspirar a otras personas.

¿Qué hacer; entonces? ¿Cómo conseguirlo? A continuación, te expondré los cinco errores más comunes (y más graves) que se cometen a la hora de presentante ante el mercado. Sobre todo, cuando se trata de una audiencia fría, es decir, personas que no te conocen, que no saben qué haces, a qué te dedicas y que no entienden cómo o por qué quieres ayudarlas:

1.- El egocentrismo.
Asúmelo: a nadie, absolutamente a nadie, le interesas tú. Lo que el mercado quiere de ti es lo que tú puedes hacer por esas personas, cómo puedes ayudarlas con tu conocimiento y, en especial, los resultados que puedes ofrecerles. Hablar de ti, solo de ti, no te dará la posibilidad de conectar con esas personas; más bien, provocará el efecto contrario: las ahuyentarás.

2.- Títulos y cargos.
A nadie le interesan, tampoco. Que tú hayas sido jefe, dueño o CEO de tal o cual empresa o negocio no les garantiza a esas personas que tú las puedes ayudar. Si enfocas tu mensaje en los títulos y los cargos que ocupaste lo que haces es establecer barreras, alejarte de tu audiencia. Recuerda: esos argumentos quedaron anclados en el pasado, en el siglo pasado.

3.- Tu producto y el precio.
Lo que ofreces es importante, por supuesto, pero no es lo que el mercado busca. ¿Qué busca, entonces? Los resultados que produce aquello que ofreces, esa transformación con la que esas personas sueñan. Y el precio, ¡ni se te ocurra competir por precio! Sería el peor error de tu vida. Enfócate en los beneficios de lo que ofreces, en cómo estos les mejorarán su vida.

4.- Tus ‘proezas’.
Esas, déjalas para los relatos a tus nietos cuando disfrutes las mieles del retiro, en la vejez. Son un logro del que seguramente te enorgulleces (y está bien), pero para las personas a las que puedes ayudar no dicen nada. Son parte de tu pasado, un período ya no volverá no tiene sentido que intentes vivir de él. Tu prioridad son esas personas a las que puedes ayudar.

5.- La competencia.
A tu pareja actual, no le hables de tus exnovias. Esta es una premisa que se aplica al mundo de los negocios, especialmente en el caso de tu historia de vida. Si te dedicas a hablar de otros, de tu competencia, lo único que conseguirás será que tu audiencia pose tu atención en esos otros, en tu competencia, y tu mensaje perderá poder. La prioridad es tu cliente, recuérdalo.

La historia de tu vida es la herramienta más poderosa de que dispones para conectar con el mercado, con todas y cada una de las personas a las que puedes ayudar con tu conocimiento y tus experiencias. No la desaproveches, no la utilices mal, porque quizás tengas una y solo una oportunidad para abrir las puertas de la vida de aquellos que ansían lo que les vas a ofrecer.

Lo que sabes, lo que has experimentado y lo que tienes carece de valor si no lo pones al servicio de otros que puedan necesitarlo. Por eso, justamente por eso, tu historia de vida es, debería ser, la primera fuente de inspiración: que luego de escucharla, esas personas no puedan resistir el deseo de ser como tú, de abrir las puertas de su vida para que tú entres.

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Las 3M que te evitarán caer en una comunicación tóxica

No soy padre, pero, quizás por la magia de la empatía, siempre tuve buen feeling con los niños. Por eso, me causa algo de sorpresa y un poco de risa cuando mis amigos, que sí son padres (en especial, con niños de edades entre 6 y 16 años), se quejan de las dificultades que enfrentan a la hora de comunicarse con ellos. “Los chicos de hoy vienen de otro planeta”, suelen decir.

No cabe duda de que se trata de una gran contradicción, una penosa contradicción. ¿Por qué? Porque es justamente la capacidad para comunicarnos de diversas formas lo que nos hace a los seres humanos distintos del resto de las especies que habitamos este planeta. No nos damos cuenta de que, al renunciar a esa poderosa capacidad, renegamos de nuestra esencia.

Y quizás tampoco somos conscientes de que esa mala comunicación o, peor, esa imposibilidad de comunicarnos adecuadamente con otros es el origen de la mayoría de los problemas y de los conflictos que nos amargan la vida. No hay nada más tóxico que una mala comunicación, que una comunicación problemática, llena de ruido. Y eso, créeme, sí lo he experimentado.

No solo en carne propia, sino también, en cuerpo ajeno. ¿Cómo así? A través de mis clientes, de los emprendedores que me han dado el privilegio de compartir con ellos mi conocimiento y experiencia para ayudarlos a conectar con el mercado con sus clientes. Un problema que se manifiesta de comienzo a fin del proceso de marketing y que se traduce en que no venden.

Y este, por supuesto, es un resultado que nadie desea. Lo malo es que la mayoría de las veces, casi siempre, atribuyen el origen del problema al factor equivocado. Por lo general, culpan al vilipendiado embudo de marketing, que tan solo es el reflejo de tus acciones y decisiones. En otras palabras, ven el problema río abajo, cuando en realidad se encuentra en el origen.

En su libro 8 Reglas de los emprendedores exitosos (récord de descargas en internet, lo puedes descargar gratuito aquí), mi amigo y mentor Álvaro Mendoza nos dice que la clave del éxito de una estrategia de marketing está en las 3M. ¿Sabes cuáles son? Mensaje, Medio y Mercado. Lo demás, incluida una eventual venta, vendrá después, pero estará determinado por las 3M.

Si eliges el mensaje equivocado, no lograrás que les llegue a las personas adecuadas, aquellas que en verdad necesitan lo que tú puedes ofrecerles. Aunque tu mensaje sea el correcto, si eliges el medio que no corresponde, se perderá en el vacío. Por ejemplo, si publicas en Facebook, pero tus clientes potenciales están en TikTok o en YouTube. Nadie te atenderá.

Finalmente, aunque mensaje y medio sean los adecuados, los convenientes, si se transmite al mercado equivocado no pasará nada. ¿Quién es el mercado adecuado? Todas las personas a las que eso que ofreces, un producto o un servicio, un mensaje o una experiencia personal que te dejó grandes enseñanzas, les puede servir, les puede ayudar a solucionar un problema o dolor.

Los problemas que se presentan con las 3M del marketing tienen un origen común: la definición del avatar o, dicho de otra manera, el perfil de tu cliente ideal. ¿Por qué? Porque la concepción que tenemos del cliente ideal no es la real. ¿Lo sabías? Asumimos que todo aquel que toca la puerta de nuestra empresa, negocio o emprendimiento es un cliente ideal, pero no es así.

Deberíamos hablar, más bien, de cliente real. Porque el cliente ideal es aquel que ya sabe quiénes somos, qué hacemos y qué le ofrecemos. Aquel con el que ya establecimos un lazo de confianza y credibilidad y con el que ya sostenemos una interacción, una conversación a través de diferentes canales, dentro y fuera de internet. Y esa clase de clientes son la inmensa minoría.

Uno o máximo dos de cada diez que hay en el mercado. Y más en estos tiempos modernos en los que claramente la demanda supera la oferta. Los que abundan son clientes potenciales o prospectos fríos, es decir, personas que no saben quién eres, qué haces y qué les ofreces. Que, por ende, no han establecido un vínculo de confianza y credibilidad y que no te van a comprar.

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No en ese momento, al menos. De hecho, son personas que no quieren saber nada de una venta. Si tocan la puerta de tu empresa, negocio o emprendimiento es solo porque con tu mensaje atrajiste su atención y despertaste su curiosidad. Y quieren saciarla. Después, una vez termine esa etapa, si lo que recibieron fue satisfactorio, darán el segundo paso del proceso.

El problema es que, dado que asumimos que se trata de clientes ideales, intentamos venderles desde el comienzo. ¿Y qué recibimos? Un rechazo rotundo. Generamos malestar, provocamos desconfianza, cuando lo que intentábamos era justamente lo contrario. En vez de atraerlos, de despertar su curiosidad, lo que hacemos es alejarlos, establecemos una barrera que nos separa.

¿Se te antoja similar a lo que les ocurre a los padres con sus hijos entre 6 y 16 años, principalmente? No es solo que parezca que vienen de otro planeta, sino que no sabemos cómo comunicarnos con ellos. Elegimos mal el mensaje o el canal, o las dos opciones. Elegimos mal el mercado, es decir, intentamos comunicarnos con un adulto, no con un niño o un adolescente.

Entonces, claro, no nos entendemos, no nos escuchan, no hay interlocución. Más bien, hay ruido, hay distorsión de la comunicación. Entonces, cualquier comunicación que intentamos termina mal, los mensajes son malinterpretados y en vez de conseguir entendimiento y armonía lo que obtenemos es discordia, malestar. ¿Lo peor? Sucede todo el tiempo.

¿Sabes por qué? Porque permitimos que las emociones determinen nuestro mensaje, las que conduzcan nuestra comunicación. Y, seguramente ya lo aprendiste, seguramente ya lo sufriste, las emociones son traviesas, inquietas y, sobre todo, son malas consejeras. Entonces, debemos aprender a comunicarnos con las emociones, no a través de las emociones. Y no es un acertijo.

Las emociones también tienen su punto débil, son frágiles. A veces, inclusive, son ingenuas. Bien sea que quieras comunicarte con un hijo de la generación centenial o con un cliente frío, debes apelar a sus emociones, su punto débil. En este punto, sin embargo, es menester hacer una aclaración pertinente: en realidad, solo existen dos emociones, que son el amor y el dolor.

¿Lo sabías? Las demás, todas las demás que comúnmente llamamos emociones, son solo las manifestaciones de estas, manifestaciones de amor (o placer) y de dolor. Alegría y tristeza, risa y llanto, afecto y celos… Cada una tiene una cara opuesta. Si no entiendes la diferencia entre emociones y manifestaciones de las emociones, estás perdido, no podrás comunicarte.

O tendrás muchas dificultades para hacerlo. O tus mensajes te conducirán directo a conflictos y discusiones. Y cada vez que intentes comenzar una conversación, te enfrentarás a un muro muy alto, muy grueso, contra el que tus palabras se estrellarán. Y tus mensajes destruirán en vez de construir, derribarán puentes en vez de levantarlos. ¿Esta situación te es familiar?

La habilidad de la comunicación, en especial a través de la palabra, es una cualidad única del ser humano, una característica que lo distingue del resto de las especies que hay en el planeta. Una habilidad diseñada para establecer relaciones armónicas con los demás, inclusive con nosotros mismos. Si no la desarrollamos, si no la optimizamos, la vamos a pasar muy mal.

¿Cómo hacerlo? Acude a las manifestaciones de las emociones para activar las emociones básicas, el amor y el dolor. Las emociones son reacciones psicofisiológicas automáticas y espontáneas que no podemos controlar. Ese es su gran poder, de ahí que si aprendemos a utilizar ese poder vamos a estar en capacidad de construir mensajes impactantes.

Moraleja: las 3M de las que nos habla Álvaro Mendoza en 8 Reglas de los emprendedores exitosos no solo son la clave del éxito en el marketing. También son la clave del éxito en la comunicación. Lo mejor es que podemos aprender a utilizaras, a aprovecharlas, de manera muy sencilla. Ponlas en práctica y verás cómo, en corto tiempo, cambian los resultados.

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No son las palabras: los que venden son los beneficios (y algo más)

El poder de las palabras es infinito, en especial cuando llevan una carga negativa. La palabra justa en el momento indicado puede provocar una tragedia. Lo vivimos a diario, en nuestro entorno más cercano, el personal y/o el laboral, en especial cuando nos dejamos llevar por la emociones, que son traicioneras y traviesas. Y, si eres emprendedor o dueño de un negocio, con el mercado.

¿Sabes cuál es la razón por la cual tantos negocios y emprendedores no consiguen su objetivo de vender? Quizás tienen un buen producto o servicio que satisface una necesidad del mercado. Sin embargo, no venden. ¿Por qué? Porque fallan en el primera de las 3M del marketing que son la clave del éxito de tus estrategias. ¿Sabes a qué me refiero? Al mensaje que has construido.

Las 3M del marketing son las tres primeras de las 8 reglas de los emprendedores exitosos, el magistral libro de mi amigo y mentor Álvaro Mendoza (si no lo tienes, te lo superrecomiendo; lo puedes descargar gratis). ¿Sabes cuáles son las 3M? Mensaje, mercado y medio. Como él bien dice, se trata de un trípode, de una mesa de tres patas: si alguna falta, el trípode y la mesa se caen.

Vamos a comenzar por el final: el medio. Actualmente, muchas personas están convencidas de que el único medio que existe es internet y, peor aún, de que en internet los únicos canales válidos son las redes sociales. Ni lo uno, ni lo otro. Especialmente en nuestros países subdesarrollados y de regiones, los medios tradicionales (radio, tv, prensa escrita, volantes) siguen siendo efectivos.

No puedes asumir, así porque sí, que si publicas en las redes sociales tu mensaje llegará a tu público objetivo, a tus clientes potenciales. Menos, en estos tiempos de algoritmos caprichosos que cambian con frecuencia las reglas del juego y, sobre todo, que te obligan a pagar publicidad para recibir la visibilidad que requieres. Además, hay que ver si tus clientes están allí, en esas redes.

Por supuesto, el medio estará determinado por aquello que ofreces, un producto o un servicio, y también por el formato que eliges para presentarlo. Hoy, lo que se impone es el multiformato, es decir, diferentes opciones de consumo: texto (e-book, libro impreso, web), video (webinar, curso, transmisiones en tiempo real), audio (pódcast) o, inclusive, transmedia (combinación de todos).

Está también el mercado, que suele ser el gran quebradero de cabeza de la mayoría. ¿Por qué? Bien sea porque ni siquiera se toman la molestia de definir a sus clientes ideales (avatares), que dicho sea de paso no es uno solo, bien porque esa definición no es la correcta o es incompleta. La clave del éxito en este tema es la segmentación, lo específico, pero ellos eligen el camino de lo general.

Entonces, ¿qué sucede? Que cuando emiten su mensaje, que puede ser el correcto y lo hacen a través de los medios correctos, no reciben respuesta alguna. Es probable que nadie lo escuche, lo vea o lo lea, o simplemente que ni siquiera le preste atención. ¿Por qué? Porque no se identifican con ese mensaje, porque ese producto/servicio no es la solución al problema que las aqueja.

Definir el mercado al que le comunicarás tu mensaje, tu oferta, tiene más que ver con cirugía con precisión láser que con un juego de tiro al blanco. Sin embargo, tristemente, la mayoría de los dueños de negocio y emprendedores juegan al tiro al blanco y, además, con mala puntería. El resultado es que casi nunca, o nunca, impactan en la diana (el blanco) y terminan aburridos.

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El comienzo de todo, no obstante, es el mensaje. Qué quieres comunicar y a quién se lo vas a comunicar son los aspectos más importantes. Un qué y un quién que determinan el cómo, es decir, el estilo que debes utilizar. Que no puede ser producto de un capricho, o de lo que tú crees que debe ser o, peor aún, de lo que responde a la bendita tendencia de turno del mercado.

Antes de pensar en tu producto, antes de pensar en el nombre de tu negocio y/o producto, antes de fijar el precio de lo que ofreces, necesitas definir tu mensaje. ¿Cómo te vas a presentar al mercado? ¿Cómo quieres que te perciba el mercado? ¿Cuál será el tono de tus comunicaciones? ¿Qué te hace diferente del resto de opciones del mercado? ¿Cuál es tu propuesta de valor?

Cuando consigues crear un mensaje poderoso y de impacto, capaz de conectar con las emociones de tu mercado, de tus clientes potenciales, y generar identificación a través de la empatía, lo demás vendrá por añadidura. Incluida, la venta, por supuesto. Un mensaje poderoso y de impacto, además, es imprescindible para establecer un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado.

El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría de los dueños de negocios y emprendedores cae en la trampa fácil del copy mágico. Que, claro está, no existe, es una mentira. El copy no es magia, como tampoco hay un copy perfecto. Y, cuidado, por favor, no creas en que venderás millones de dólares si utilizas determinadas palabras o, peor aún, las benditas plantillas.

Increíble, Revolucionario, Exclusivo, Nuevo, Fácil, Gratis, Mejor y otras tantas más que vemos con frecuencia en titulares y textos. Las famosas palabras clave (keywords) que, nos dicen, obran milagros, pero no es verdad. La realidad es que son palabras que te ayudan a atraer la atención de tu cliente potencial, que despiertan tu curiosidad, pero que no sirven si más adelante no hay algo más.

¿Y qué es algo más? Aquello por lo que esa persona, ese cliente potencial, acude a ti: la solución al problema que la aqueja, la cura para el dolor que le quita el sueño y, sobre todo, la transformación que desea en su vida. En el mercado abundan quienes son hábiles para llamar la atención y despertar la curiosidad con un copy creativo, pero a la larga son víctimas de su propia mentira.

Un mensaje poderoso y de impacto, honesto y genuino, se enfocar en estos 4 aspectos:

1.- Beneficios. No las características de tu producto o servicio, sino los beneficios que le aportará a tu cliente. ¿Cómo mejorará su vida? ¿En cuánto tiempo? ¿Qué necesita para alcanzar el resultado que prometes? El beneficio, en últimas, es la razón por la cual ese cliente potencial te elegirá a ti y no a tu competencia. Ese factor está estrechamente relacionado con tu propuesta de valor.

2.- Emociones. A los seres humanos nos encanta comprar, pero odiamos que nos vendan. Salvo que, claro, el mensaje consiga conectar con las emociones, nuestro punto débil. ¿Por qué? Porque no las podemos controlar, porque aparecen espontáneamente sin que podamos impedirlo. Y no olvides que la compra es la respuesta a un impulso emocional que después justificamos de manera racional.

3.- Experiencias. El proceso que tú viviste antes de encontrar la solución, la que ahora le ofreces al mercado, es parte importante de tu mensaje. La virtud de esas vivencias, de las dificultades que enfrentaste, de los errores que cometiste y del aprendizaje que surgió de ellos, es que transmiten confianza y credibilidad. Le dicen al mercado que tú ya pasaste por esa situación y la superaste.

4.- Transformación. El mensaje de oferta debe enfocarse en responder la pregunta clave del marketing: ¿Qué hay aquí para mí? La transformación es el fruto de los beneficios de tu producto o servicio. El objetivo es que, a través de la imaginación y la creatividad, lleves a tu cliente potencial a ese escenario ideal en el que quiere estar, a ese lugar adonde él quiere llegar.

El poder de las palabras es infinito, al punto que la palabra justa en el momento indicado puede provocar una tragedia. Ten cuidado cuáles escoges, porque es en el ámbito de los negocios es muy fácil confundir un mensaje poderoso y de impacto con un copy creativo, pero vacío, palabras pomposas, sonoras, pero de esas livianas que se las lleva el viento y detrás de las cuales no hay algo más.

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‘No eres tú, soy yo’: por qué tu mensaje no tiene impacto

Una de las mayores dificultades a la hora de producir contenido, sin importar cuál sea el formato o el medio que utilices, es saber a quién te vas a dirigir. Para empezar, la mayoría de los dueños de negocio o emprendedores no ha definido a su avatar o lo hizo mal, por lo cual todo lo que hace después ya está viciado, es decir, no obtendrá el resultado que espera. No hay punto intermedio.

En su libro 8 Reglas de los emprendedores exitosos, mi amigo y mentor Álvaro Mendoza nos dice que la clave de éxito de tus estrategias radica en las ‘3M’ del marketing. ¿Sabes a qué me refiero? Mensaje, medio y mercado, en ese orden. Por supuesto, todo está condicionado al avatar: sin un pleno conocimiento de su punto de dolor y de su punto de placer, el mensaje caerá en el vacío.

A ese problema, el del avatar, sin embargo, me referiré en una próxima nota. En esta ocasión lo que quiero que comprendas es que no puedes tener un solo mensaje, no puedes apegarte a un único discurso. Si lo haces, tu estrategia de marketing de contenidos se convertirá en algo muy parecido al juego del tiro al blanco y es probable que no aciertes ningún dardo en la diana.

Asumiendo que tu avatar está bien definido (lo cual ya sería un venta comparativa con la mayoría de la competencia), debes entender que tu cliente potencial no es el mismo, es decir, no es uno solo. ¿Por qué? Porque no todos tienen la misma necesidad, la misma urgencia, el mismo conocimiento, el mismo poder adquisitivo y, en especial, la misma capacidad de resolución.

¿En qué radica la diferencia? En el punto del proceso de venta que se encuentra ese prospecto. Es probable que hayas escuchado que hay prospectos fríos, prospectos tibios y prospectos calientes. El frío no sabe quién eres, no confía en ti y no sabe cuál es su problema. El tibio quizás sabe quién eres, pero no es consciente de su problema; el caliente confía en ti y sabe que tienes la solución que busca.

Como supondrás, no puedes configurar un mensaje igual para todos. Haz de cuenta de que se trata de personas con nivel de aprendizaje de inglés bajo, medio y alto. Si te diriges a este último, es muy probable que los otros dos no te entiendan ni jota; si tu mensaje fue preparado para el nivel bajo, los otros dos lo comprenderán, pero es muy probable que no se sientan aludidos.

Cuando hablamos de marketing, la mayoría de las personas de inmediato se pone en modo de venta, pero ese es un error. No todos tus prospectos están cualificados, no todos están en la etapa de comprar, en especial, los fríos, que quizás solo están en una fase de exploración, de descubrir quién eres, qué haces, qué ofreces y a quiénes has servido antes. Los mueve la curiosidad.

Un prospecto frío es una persona que ni siquiera sabe que tiene el problema que tú le puedes solucionar, no es consciente de ello. No puedes asumir, entonces, que te estaba buscando, porque quizás lo que ocurrió es que por pura casualidad vio tu aviso o tu publicación en alguna red social y le llamó la atención el diseño o el mensaje. Despertaste su curiosidad y solo quiere satisfacerla.

Entonces, los mensajes que le dirijas a esta persona deben ser, principalmente, de corte educativo e informativo. Que sepa quién eres, qué haces, qué tienes para él y cómo has ayudado a otros para establecer una relación y que te permita comunicarte con él con frecuencia. No puedes hablarle de venta porque lo ahuyentarás y establecerá barreras que serán infranqueables.

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Nutrir, educar y entretener son los objetivos que debes cumplir con este prospecto frío. Nutrir significa brindarle la información requerida para que abra la posibilidad de entablar una relación. Un contenido destinado a generar confianza y credibilidad, a que vea que no eres más de lo mismo, que no eres otro de tantos vendehúmo que hay en el mercado, que eres diferente.

Educar significa compartir con esa persona el conocimiento que posees, el aprendizaje que surge de tu experiencia y, sobre todo, de tus errores del pasado. Señalarle cuáles son las dificultades que va a encontrar en el camino y prevenirlo para que no tropiece con esas piedras que a ti te hicieron caer. Y, de manera especial, mostrarle que ya pasaste por ahí, lo superaste y lo quieres ayudar.

Educar es, seguramente, la acción más importante, impactante y transformadora que puedes realizar en beneficio de otros. Y, aunque no parezca, es la principal razón por la que una persona se conecta a internet. Nos dicen que las personas solo quieren comprar, pero no es cierto: la mayoría de las veces consultan la red en busca de una respuesta, de una solución a su problema.

O, probablemente, porque quiere divertirse. ¿Cómo? Escuchar música, ver un video o reír con un meme simpático. La verdad es que la realidad cotidiana es caótica, frenética e histérica y, si no somos capaces de encontrar una válvula de escape, un oasis, nos exponemos a males mayores. Entonces, el contenido entretenido es muy importante porque genera un lazo de confianza.

Un prospecto tibio es una persona que es consciente de su problema, pero que todavía no es consciente de la solución. Ha investigado, quizás ha confiado en alguien, pero lo que encontró no es lo que esperaba. Por eso, a veces es desconfiado y reacio a que le hablen de venta. Entonces, tus mensajes deben estar destinados a demostrarle que tienes la solución que está buscando.

Solo cuando hayas conseguido que ese prospecto tibio sea consciente de que necesita algo para dejar atrás ese dolor, para solucionar el problema que lo aqueja y no lo deja dormir tranquilo, podrás hablar de tu producto. Si te anticipas, corres el riesgo de ahuyentarlo, de perder la confianza que te había brindado, de derribar la credibilidad que habías conseguido construir.

A ese prospecto tibio, sin embargo, todavía no le puedes hablar de venta. No está listo todavía. Tu mensaje, por lo tanto, debe enfocarse en convencerlo de que hay una solución, de que no merece seguir hundido en el dolor. Y cuando le hables de tu producto o servicio, de lo que tienes para él, debes enfocarte en los beneficios, en el resultado que obtendrá una vez reciba lo que le ofreces.

Es el momento en el que tienes que apelar a su imaginación, ponerla a volar. ¿Cómo? Llevarlo al escenario a través del cual pueda experimentar cómo será su vida después de la transformación que tu producto o servicio le brindará, le posibilitará. Si no logras este objetivo, si esa persona no consigue traducir ese beneficio en el placer de haber solucionado su problema, no te comprará.

Recuerda algo: la compra es una decisión emocional que después justificamos racionalmente. El disparador, el último empujoncito, es una emoción. Por eso, tienes que apelar a su imaginación, a que tu mensaje lo lleve a ese escenario positivo, constructivo y feliz en el que quiere estar. Una vez puedas despertar esa emoción, él mismo te pedirá a gritos que le des lo que le ofreces, que le vendas.

Como ves, configurar el mensaje adecuado va más allá de la definición del avatar. Este es el punto de partida, es fundamental, pero no es suficiente. La clave radica en entender que el avatar es un ser viviente, dinámico, no un amigo imaginario que se queda en el papel. Un ser viviente que está en un punto específico del proceso de compra: debes determinar en cuál, antes de comunicarte con él.

En ocasiones, puedes creer que no eres capaz de construir un mensaje, que no sabes escribir, que no eres bueno frente a la cámara, que tu voz se escucha horrible en un pódcast. Quizás no es así, quizás el mensaje que emites, no importa en qué formato o a través de cuál canal, no es adecuado para ese prospecto en especial, no es adecuado para el punto del proceso en el que se encuentra.

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