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7 claves para hablar de ti sin caer en la trampa del ego

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Según los reclutadores, ¿sabes cuál es la pregunta más difícil para un candidato durante una entrevista? Sí, aquella de “¿Cuáles son tus principales defectos?”. Aunque la persona sabe, o al menos sospecha que se la pueden formular, prepara alguna respuesta, pero en el momento de escucharla entra en shock. Como si no hubiera una respuesta, cuando hay muchas.

La razón se antoja sencilla, pero en realidad es compleja: porque a los seres humanos, a todos, nos cuesta una enormidad hablar de nosotros mismos. De las emociones que nos mueven, de los sentimientos, inclusive de lo que pensamos. ¿Por qué? Porque abordar esos temas implica abrir nuestro corazón de par en par, abrirle la puerta a la vulnerabilidad.

Estamos convencidos de que, entonces, se van a aprovechar de nosotros, de nuestras debilidades. Para evitarlo, ponemos en práctica uno de los mecanismos de defensa preferidos. ¿Sabes cuál es? Hablar de nuestros logros, conquistas, éxitos, posesiones… Esto se traduce en que creamos un personaje que nos permite blindarnos de las críticas.

Asumimos que mostrarnos perfectos nos garantizará la aprobación de otros, pero no es así. ¿Por qué? Porque nadie es perfecto y, entonces, proyectar esa imagen solo redundará en que quienes reciben tu mensaje duden de ti, de tu integridad. Es decir, esa estrategia produce el efecto contrario al esperado, que es construir un sólido vínculo de confianza y credibilidad.

Sin embargo, son muchas las personas que caen en esa trampa. Para comprobarlo, basta entrar a las redes sociales, principalmente, o a otros canales digitales (email, YouTube). Son escenarios en los que abundan las especies tóxicas, tierra fértil para los vendehúmo. Es el reino de YO, que no conecta, que no genera confianza, que es odioso, puro autobombo.

El deleite del ego. Que, valga recalcarlo, a nadie, absolutamente a nadie, le interesa. Porque cuando una persona, cualquiera, entra a internet son dos sus motivaciones. La primera, está en busca de entretenimiento. En medio de la rutina frenética, de la histeria colectiva, llega el momento en el que es necesario un oasis, un descanso, algo que rompa el molde.

La segunda, requiere información. Y no creas que se trata exclusivamente de información para comprar. Quizás escuchó que sucedió algo y quiere confirmarlo, ampliar la información. O a lo mejor vio algo que le llamó la atención y busca profundizar. O requiere apoyo para terminar el informe de ventas que le solicitó su jefe. Las opciones son ilimitadas…

Ah, los seres humanos también usamos internet para comprar, pero las estadísticas (que en este ecosistema son muy confiables) demuestra que es un uso secundario. Por eso, cuando te dirijas al mercado, a tu audiencia, no cometas el común y costoso error de hablar de ti, solo de ti, como si fueras un superhéroe y el resto de la humanidad debiera adorarte.

Ahora, este problema tiene otra manifestación. ¿Sabes cuál es? El extremo opuesto: la resistencia a hablar de ti, de tu historia de vida, de tu proceso. Que, créeme, es tan negativo como el autobombo, como venderte como el tipo perfecto. Por lo general, esta actitud obedece a la idea de que “eso a nadie le interesa”,  pero es una concepción errada.

No importa si eres un empresario, el dueño de un negocio, un emprendedor (dentro o fuera) de internet o un profesional que monetiza su conocimiento, requieres generar un vínculo de confianza y credibilidad. Sin este, no lograrás captar la atención de tus clientes potenciales y, por ende, tu mensaje se perderá en el vacío. Ah, por supuesto, tampoco venderás.

La clave del dilema no es si conviene hablar mucho (autobombo) o no decir nada de ti. Recuerda que los extremos son viciosos, siempre. ¿Entonces? Se trata de decir lo necesario, lo adecuado para que quienes reciben tu mensaje puedan identificarse contigo, con tu historia. Para mostrarte auténtico, como una propuesta de valor real, para llamar la atención.

¿Cómo hacerlo? Estas siete estrategias te ayudarán a enfocarte y, en especial, a comunicar un mensaje poderoso, empático y persuasivo:

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente.
Hablar de nosotros mismos, contar nuestra historia de vida, es algo difícil para cualquier ser humano. ¿Cómo hacerlo sin caer en la trampa del ego? Estas 7 claves prácticas te ayudarán a conseguirlo de manera sencilla.

1.- Las pequeñas grandes historias.
No es necesario que cuentes la historia de tu vida de principio a fin, sin perder algún detalle. Eso es algo que puede resultar confuso y aburrido para tu audiencia, en especial para esas personas con las que todavía no tienes un vínculo de confianza y credibilidad. En cambio, las pequeñas historias son maravillosas para atraer la atención y conectar. ¡Aprovéchalas!

Cuenta el aprendizaje de alguna situación que, muy probablemente, la mayoría de los que reciben tu mensaje también vivieron. Un paseo en bicicleta, un viaje turbulento en avión, un ridículo que hiciste en vacaciones en otro país, tus fracasos como cocinero antes de aprender a preparar platillos deliciosos, en fin. Historias reales, de vida, historias de impacto.

2.- Importa lo que aprendiste.
Los vendehúmo suelen enfocarse en sus logros, en resultados de dudosa procedencia, que por lo general no son comprobables. “Gané X millones en tres días”, “Conseguí X miles de prospectos en una horas” y más por el estilo. De nuevo: lo que el mercado necesita, lo que provoca que se fije en ti, es lo que puedes enseñarle para hacer realidad sus sueños.

Lo demás, todo lo demás, está de más. En especial, el autobombo. Habla del punto del cual partiste, de las dificultades que enfrentaste, de cómo las superaste y del resultado. Y, claro, lo más importante: ¿qué lección aprendiste? ¿Qué incorporaste que te permite ahora replicar los buenos resultados? ¿Cuál fue ese pequeño detalle que marcó una gran diferencia?

3.- Enfócate en tu cliente (o prospecto).
El valor de tu historia de vida, de tus anécdotas, radica en crear identificación. Es decir, que quien la escucha piense de inmediato “a mí también me pasó lo mismo” o “algo parecido me sucedió”. En otras palabras, de lo que se trata es de que tu historia sea el espejo en el que otros se miren, se reflejen. Esa es la clave para conectar con sus emociones, para generar confianza.

Eso significa, así mismo, que tienes que olvidarte de venderte como un superhéroe. No te equivoques: la gente sabe que estos solo existen en la ficción. Presenta un problema común para la mayoría de las personas de tu audiencia y cuenta qué dilemas enfrentaste, cómo los superaste y, no lo olvides, qué aprendiste. “Si yo pude, tú puedes” es un mensaje poderoso.

4.- Apaláncate en el antes y después.
O, lo que es lo mismo, en el punto bisagra de tu historia. Muestra el camino que recorriste, sin caer en la trampa de exhibir el resultado como un trofeo. El antes te permitirá conectar con las personas que hoy están en esa situación que fue tu punto de partida; las animará a dar el siempre difícil primer paso porque entienden que si tú lo lograste, ellas pueden hacerlo.

El después validará tu resultado. ¿Cuál fue la transformación que experimentaste? ¿De qué modo tu vida (o trabajo, o relaciones) es mejor ahora? Esto, al final, es lo que la gente quiere saber. Es muy importante que esas personas sepan que tú pasaste por la misma situación que ellas enfrentan, que se enteren de que sí hay una solución, de que hay un final feliz.

5.- Evita la trampa del ego.
Que, en otras palabras, significa hablar de YO. No centres tu conversación, tu mensaje, en ti, porque eso a nadie le interesa y tampoco te servirá para conectar, para generar confianza y credibilidad. Apela al YO solo cuando vayas a expresar algo personal: un pensamiento, una creencia, una idea. “Yo también caí en la trampa de los vendehúmo”te abre las puertas.

El uso de la primera persona debe restringirse a señalar el propósito de tu mensaje; no puede ser el foco. Ten en cuenta algo importante que la mayoría pasa por alto: tú eres el canal, no el producto. La gente quiere comprar tu resultado, no a ti. No caigas en la trampa del ego, del YO, porque lo único que conseguirás será levantar barreras que distorsionen tu mensaje.

6.- Asegúrate de que tu historia sea útil.
Si no es útil para otros, se olvidará fácilmente. Que, no sobra decirlo, es lo que le sucede a la mayoría de las historias que vemos por ahí, en redes sociales, en medios de comunicación, en blogs… ¿Sabes por qué YouTube es uno de los canales más exitosos del ecosistema digital desde que surgió? Precisamente porque ofrece un repositorio ilimitado de información útil.

Útil significa que sirve para algo, que proporciona un beneficio, que conduce a un resultado específico. El poder de lo útil es que derrumba el mito de la magia (millonario en 3 clics) y reivindica el proceso. Para comunicarlo, tu mensaje debe ser simple, preciso, sin rodeos. Las historias útiles, además, son las que nunca se olvidan, las que compartimos con otros.

7.- Establece una moraleja clara.
Si sigues con atención mis publicaciones, sabes que soy defensor acérrimo de la moraleja. Una historia que carezca de este elemento no tiene poder, no producirá impacto y, lo peor, se olvidará rápidamente. La moraleja es ese mensaje sencillo, preciso y útil que quieres que tu audiencia se grabe, que se la tatúe en el corazón. Una sola idea que sea fácil de recordar.

Por lo general, es el aprendizaje más importante de tu historia o, también, una reflexión. Es lo primero que debes definir antes de crear tu historia: si bien es el último de los elementos que compartes, es el punto de partida de tu relato. Debes elegirla de manera consciente, premeditada, o de lo contrario abrirás la puerta para que tu audiencia se confunda.

Hablar de ti, contar tu historia de vida, sin caer en la trampa del ego, es posible. Y, si pones en práctica las 7 claves que te revelé, es una tarea sencilla. Y no solo eso: también es la forma más eficaz de revestir de poder tu mensaje, de hacerlo más persuasivo, de provocar mayor impacto. Por último, te ayudará a ser auténtico y te diferenciará del resto del mercado.

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Si tu historia carece de estos dos elementos, ¡no sirve!

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Nos dicen, con insistencia, que “la práctica hace al maestro”. Eso quiere decir que, en teoría, una tarea que repetimos muchas veces a largo plazo aprendemos a realizarla correctamente. Sin embargo, la realidad, es decir, la práctica en el mundo real, nos enseña que no siempre es así. De hecho, hay algunas acciones que ejecutamos mal, a pesar de la repetición…

Se trata no solo de un error aprendido a partir de la práctica constante, sino también de uno inducido. ¿A qué me refiero? Al incesante e inclemente bombardeo mediático a través del cual nos quieren controlar. Nos dicen no solo qué hacer, sino cómo, dónde, cuándo y por qué. Como si no hubiera opción, como si fuera el único camino posible, como un mandato.

Un ejemplo: pregonan que “si quieres vender más, tienes que contar historias”. Una afirmación que ya incorpora una mentira: las historias sirven para conectar, para generar identificación y, a partir de ahí, comenzar el proceso de marketing que puede traducirse en una venta. La historia, por sí misma, no vende: lo que vende es la estrategia tras bambalinas.

Otro: “La estructura de una historia incluye la introducción (planteamiento del conflicto), el nudo (o desarrollo de los eventos) y el desenlace (o conclusión)”. Si te limitas a seguir esto paso a paso, tus historias serán patéticamente aburridas y a nadie le interesarán. ¿Por qué? Porque serán repetitivas, monótonas, y no podrás conectar con las emociones.

La verdad es que todas, absolutamente todas las historias, incorporan una introducción, un nudo y un desenlace. Sin estos ingredientes, no serían una historia. Lo que los gurús de las redes sociales y los vendehúmos del storytelling no te dicen es que hay mil y un arcos narrativos (o argumentales) para contar tu historia. Es como armar un rompecabezas.

¿Eso qué quiere decir? Que, en virtud del arco narrativo que elijas, tu historia tendrá un desarrollo distinto, único. Uno que la diferencia de todas las demás, que la hace auténtica y, sobre todo, atractiva. Haz de cuenta que es como una montaña rusa: todas tienen subidas, bajadas, curvas, velocidades, pero cada una es distinta de las demás, es única.

Así, por ejemplo, hay películas o series con un desarrollo lógico o convencional, lineal. Uno que sigue el curso de los hechos, sin alterarlos: solo los narra. Otras, en cambio, comienzan por el final, nos dan una referencia y regresan al punto de partida. Algunas más, en cambio, se inician en un punto intermedio y se desarrollan en un ir y venir en el tiempo.

Recuérdalo: hay mil y un arcos narrativos distintos que puedes utilizar. No siempre tiene que ser el mismo (introducción, nudo y desenlace). Además, aunque utilices varias veces el mismo arco narrativo tu historia será diferente. ¿Por qué? Por los hechos, los personajes, las circunstancias y los aprendizajes (o lecciones). También, por el mensaje que transmite.

Ahora, volvamos al comienzo: a veces, muchas veces, a pesar de repetirlo una y otra vez, lo hacemos mal. Es algo aprendido y, también, inducido. Todos los días, sin excepción, los seres humanos contamos historias. No la gran historia, quizás, sino esos episodios cotidianos de la vida que, sumados, van delineando nuestro camino en este mundo. Son historias al natural.

¿Eso qué significa? Que cuando le cuentas a tu hijo cómo fue tu día, qué hiciste mientras él iba al colegio, no sigues una estructura específica, consciente. Es un relato que surge de las emociones, que a veces es detallado y otras, un viaje fugaz. En esencia, son historias efímeras, de esas que se olvidan rápidamente porque no tienen mayor trascendencia.

Cuando te sientas con un amigo o un colega de trabajo a tomar un café y conversar, haces lo mismo: cuentan historias, intercambian experiencias. Cada uno utiliza tanto su imaginación como su conocimiento y su memoria para darle un toque personal a ese relato. Cada uno echa mano de sus creencias, pensamientos y miedos para sazonar la historia.

Es lo que ocurre, por ejemplo, cuando te cuentan un chiste. Lo escuchas, te ríes y lo grabas en tu mente. Luego, al día siguiente en el trabajo, en la comida con tu familia o el fin de semana con tus amigos, lo cuentas. Ya no es el mismo chiste, porque le agregas algo, le das tu tono, le pones pimienta con tus gestos, con tu lenguaje no verbal. Es una historia nueva.

La estructura es la misma, el desarrollo es el mismo, pero es una nueva historia. ¿Por qué? Porque tú la cuentas como nadie más puede hacerlo. Lo haces desde las emociones que te despierta ese chiste, desde tu gracia, desde los recuerdos que guardas en tu corazón. Si el mismo chiste lo cuenta otra persona quizás nadie se ría, porque tú marcas la diferencia.

Moraleja

Este es el mensaje que quiero que grabes en tu mente.
Los seres humanos amamos las historias porque reflejan lo que nos hace valiosos, lo que somos. Y lo que somos es el fruto de lo vivido, de lo aprendido, de lo sufrido, de lo disfrutado, de lo perdido…

Y eso, justamente, es lo que sucede con las historias. Y es, también, el mensaje que quiero que te lleves con este contenido. Si bien la estructura es necesaria, si bien debes elegir el arco narrativo adecuado, lo que le da poder a tu historia es lo que tú compartes a través de ella. Eso que te hace único y especial, eso que ningún otro ser humano puede hacer como tú.

“Cuando rechazamos una parte de nuestra historia, rechazamos una parte esencial de nosotros mismos, de lo que somos”. Esta frase me la encontré en internet y de inmediato llamó mi atención. Lo que nos hace valiosos como seres humanos es lo que somos, y lo que somos es el fruto de lo vivido, de lo aprendido, de lo sufrido, de lo disfrutado, de lo perdido…

Es el poder de nuestra perspectiva, el mayor poder que poseemos los seres humanos. El poder de nuestra historia de vida, lo más valioso que podemos atesorar. Somos héroes, pero también, villanos. Somos víctimas, pero también, victimarios. Somos ganadores, pero también, perdedores. Somos luz, pero también, sombra. Somos fuente de inspiración ilimitada.

El universo nos ha dotado con un increíble superpoder: nuestros errores, fracasos, creencias, éxitos, logros, aprendizajes, miedos, sueños… También, nuestros aliados, enemigos, rivales, así como las circunstancias que vivimos, las actividades que desarrollamos, las decisiones que adoptamos. Todo esto configura la esencia de nuestra historia de vida.

Los expertos del arte de contar historias en inglés, en Estados Unidos, hablan de struggling and overcoming, de luchar y superar. Es un pilar transversal de su storytelling, sin importar si es una historia de mafia, de negocios, de caballeros espaciales o de jóvenes enamorados. Sin importar si es una película de cine, una serie de televisión, un cómic o una novela escrita.

Si tu historia carece de struggling and overcoming, de lucha y superación, ¡no sirve! O, dicho en otras palabras, a nadie le va a interesar. ¿Por qué? Porque por naturaleza los seres humanos, todos, sin excepción, nos vemos en el espejo de otros. Queremos ser como otros, como el exitoso millonario, como la mujer hermosas que atrae todas las miradas…

Sin embargo, no cualquier millonario, no cualquier mujer hermosa. En especial, queremos ser iguales a los que sufrieron las injusticias de la vida, a los que fueron atacados sin razón, a los que cometieron graves errores que los hicieron caer. Queremos ser iguales a esos que, a pesar de todo y de todos, se levantaron, se sacudieron el polvo, continuaron y… ¡triunfaron!

No es un descubrimiento, por supuesto. Ese es el libreto de las telenovelas, que tanto nos gustan a los latinoamericanos. Es el libreto de las comedias por las que los estadounidenses pasan horas enteras frente al televisor, con las crispetas de maíz y la cerveza a la mano. Es el libreto de sagas como Harry Potter, que nos atrapan en el cine o en las páginas de un libro.

Es el libreto de la vida, en suma. Porque no hay un ser humano que no haya sufrido, que no haya caído, que no haya fracasado, que no se haya equivocado. Todos hemos pasado por esto. Sin embargo, apenas una minoría logra cruzar esa delgada línea que separa el fracaso del éxito, al dolor de la felicidad, en fin. Son esas, justamente, las historias que queremos conocer.

Nos hace sentir bien saber que otros sufren, lloran, fracasan, se retuercen de dolor y se revuelcan en el barro. Nos alivia saber que otros han padecido cosas peores que nosotros. Nos inspira descubrir que algunas de esas personas superaron las dificultades, cambiaron el rumbo de esas circunstancias negativas y fueron protagonistas de historias con final feliz.

Los seres humanos, todos, amamos el storytelling porque es reflejo de lo que somos, un espejo de lo que somos. Por eso, me decepciona que haya tantas personas, y quizás tú eres una de ellas, que se niegan a abrir su corazón y contar su historia de vida. Que no comparten lo que son y lo que han vivido porque temen sentirse vulnerables, temen ser desaprobadas.

Contamos historias todo el día, todos los días, pero son historias efímeras, sin impacto. Las repetimos sin cesar porque así nos enseñaron, porque así nos dicen que se debe hacer. Pero son historias que carecen de poder porque no involucran struggling and overcoming, no hay lucha y superación. Lo irónico es que disponemos del mejor libreto posible: la vida real.

No eres un ser humano perfecto. No eres un padre perfecto, o un esposo perfecto, o un trabajador perfecto. Nadie lo es. Sin embargo, quienes te conocen, quienes conocen tu historia de vida, tu struggling and overcoming, te aman. Te aceptan y te quieren en su vida. Ese es tu superpoder, ese es tu mayor éxito, ese es tu logro más grande: compártelo y disfrútalo.

P. D.: si aún no te atreves a contar tu historia de vida o si, más bien, no sabes cómo hacerlo, no dudes en contactarme (caredugo@mercadeoglobal.com). Con gusto, te orientaré en el proceso y te ayudaré a obtener la recompensa de inspirar a otros…

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Por qué el marketing de contenidos no es capricho, sino necesidad

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Las mentiras, tarde o temprano, se caen por su propio peso. Más en estos tiempos de internet en los que nada, absolutamente nada, permanece oculto. ¿A qué me refiero? A que el bulo impulsado por los vendehúmo del marketing de contenidos quedó al descubierto para los que todavía se negaban a aceptarlo. ¿Cuál? Que el marketing de contenidos es para vender.

Una estrategia de marketing de contenidos te ayudará a vender a largo plazo si detrás cuenta con el respaldo de una adecuada estrategia de marketing (convencional). Sobre la que, en realidad, recae el peso de las ventas. La realidad es simple: el marketing de contenidos no vende, pero sin una estrategia de contenidos adecuada no conseguirás vender.

Recientemente, el acreditado portal Statista.com, una fuente de credibilidad en diversos ámbitos, publicó el informe Content Marketing Trend Study 2025. Si bien soy enemigo de las pavorosas tendencias, una de las principales herramientas de los vendehúmo, el estudio revela datos interesantes. No son verdades escritas en piedra, pero no puedes omitirlas.

La más importante, a mi juicio, es esta: el 61 % de los responsables del marketing B2B considera que la construcción de confianza y credibilidad es el principal beneficio que arroja una estrategia de contenidos. ¿Sorprendente? No, para nada. Se sabe desde hace décadas, pero pasó a un segundo plano tras la agresiva avanzada de los vendehúmo.

Un poco de contexto: durante décadas, en los siglos XIX y XX, el marketing de contenidos fue la herramienta de las marcas poderosas. Las que contaban con presupuesto millonario para crear campañas masivas. Eso las convertía en voces autorizadas y dominaban el mercado a placer. A todos los demás solo les quedaba un recurso: el famoso voz a voz.

Esa dictadura de los poderosos, sin embargo, se derrumbó con la irrupción de internet. ¿Por qué? Porque, de manera gratuita, la red de redes les ofreció a todos, a cualquiera, la opción de hacerse escuchar por parte del mercado. Proporcionó no solo canales increíbles, sino también herramientas que nos permitieron decirle al mundo que teníamos algo que ofrecer.

Al comienzo fue muy divertido porque tras publicar algún contenido no tardabas en darte cuenta del impacto producido. Los likes y los comentarios, así como los page view florecían silvestres. A medida que el servicio de internet se popularizó y llegó a las bases de la sociedad, surgieron las marcas individuales y poco después los patéticos influencers.

“Internet le dio voz a una legión de idiotas”, dijo hace unos años el novelista italiano Umberto Eco. Crítico, en una entrevista con La Stampa aseguró que “las redes sociales les dan el derecho de hablar a quienes solo hablaban en el bar después de un vaso de vino, sin dañar a la comunidad. Eran silenciados rápidamente y ahora tienen el mismo derecho a hablar que un premio Nobel.

Por supuesto, el problema no era de internet, ni de sus canales o de las herramientas, sino del uso que cada uno les dio. Algunos consiguieron hacer ruido, fueron populares, se llenaron los bolsillos y luego desaparecieron. Otros, en cambio, entendieron cómo adaptarse a las nuevas condiciones, cómo aprovechar los recursos, y se transformaron en referentes.

Sin billeteras millonarias, sin necesidad de ser una marca tradicional, muchos lograron un gran impacto. ¿Cómo? Apalancados en el marketing de contenidos, del bueno. ¿Eso qué significa? Los contenidos que aportan valor, que informan sin sesgos, que educan, que entretienen sin vulgaridad, que fidelizan y, lo más poderoso, que inspiran transformaciones.

¿La estrategia? Simple: crear un fuerte vínculo de confianza y credibilidad a través de los contenidos de valor. Según el estudio de Statista.com, este es el mayor beneficio de una estrategia de contenidos, por arriba de la generación de prospectos (55 %) y del “nivel de compromiso” o engagement. Es aquel vínculo el que redunda en estos dos últimos, y no al revés.

No sé qué idea tengas tú de en qué consiste el marketing en el siglo XXI. Algunos, no pocos, piensan que “marketing es vender”, una idea se instaló con fuerza en las agencias de marketing y los empresarios. Por mi parte, soy de una corriente distinta: de la de quienes pregonan que “marketing es servir”, que “el mejor negocio del mundo, el más rentable, es servir”.

Que, por supuesto, no riñe con el objetivo de vender. ¿Cuál es la diferencia? Que la venta es consecuencia de tus acciones y decisiones, pero en especial del contenido de valor que compartes con el mercado. En el pasado, en el siglo pasado, el producto se vendía solo y la publicidad era un refuerzo. Ahora, el producto está subordinado al mensaje que se transmite.

¿Eso qué significa? Que puedes disponer del mejor producto del mundo, la solución al problema que aqueja a muchos, pero no lo venderás si tu mensaje carece de impacto. O, si por el contrario, se concentra en el producto, en sus características, y no en los beneficios y, sobre todo, en la transformación positiva que está en capacidad de ofrecerle al cliente.

Moraleja

Este es el mensaje que me interesa graves en tu mente.
Sin una adecuada estrategia de marketing de contenidos, eres invisible. El mercado te verá como 'más de lo mismo'. Entonces, si no conectas, si no aportas valor, ¡no vendes!

Según el estudio, estas son las formas en las que el buen contenido potencia tus resultados:

1.- Asociación con marcas confiables (61 %).
A través de la identificación de principios y valores, de metas y sueños, las marcas logran crear vínculos con el mercado. El marketing del siglo XXI parte de las afinidades, de las coincidencias, ya no del dolor, de la necesidad. En esta tarea, por supuesto, las historias (incluida la de la marca, la tuya) son indispensables para lograr el objetivo propuesto.

2.- Control y actualización (53 %).
El marketing, quizás lo sabes, es el juego de la percepción. Sin embargo, para triunfar no te puedes dar el lujo de dejar que el mercado te perciba a su libre albedrío. Necesitas posicionarte en la mente de tus clientes potenciales como la mejor opción, necesitas tener el control de tus mensajes, de su impacto, y publicar de manera frecuente y consistente.

3.- Comunicación directa y transparente (49 %).
Un objetivo que, lo sabemos, no siempre se cumple. De hecho, vivimos la era de las fake-news, la infoxicación, los memes que ridiculizan, de la mentira. Por eso, justamente por eso, las marcas requieren estrategias de comunicación transparentes para no caer en más de lo mismo. Una comunicación que, no sobra recalcarlo, debe enfocarse en tu cliente potencial.

4.- Uso de la Big data (47 %).
Con frecuencia, se habla del tal bloqueo mental o de la falta de ideas para crear contenido de valor. Una vulgar excusa, porque la información requerida está ahí, a tu disposición. La más importante, dentro de ti(conocimiento, experiencias, principios, valores), y el resto, en los datos. Con una invaluable ventaja: la IA te ayuda a recopilarlos, procesarlos e interpretarlos.

Esto último es de tal importancia, que los consultados por Statista.com afirmaron que el 86 % de las empresas B2B integra estrategias de narrativa surgidas de los datos que arrojan sus campañas de contenido. Es decir: publican, miden, analizan, interpretan, corrigen, reenfocan y utilizan los contenidos más apreciados con múltiples propósitos. Es un círculo virtuoso.

La realidad es que el data storytelling (las historias basadas en datos) se posiciona como la herramienta predilecta de los expertos de marketing B2B. En especial, para alcanzar la meta de establecer confianza y credibilidad y fortalecer la conexión con las audiencias. Ya no se trata de pensar qué publicar, sino de escuchar al mercado y brindarle lo que necesita.

Así, se cumple con una de las premisas más valiosas del marketing, una que muchos omiten o, simplemente, desconocen. ¿Sabes cuál es? Aquella de “si quieres saber que estrategia debes implementar, pregúntale al genio del marketing”. ¿Y quién es el genio del marketing? El mercado, tus clientes potenciales, tu audiencia, que sabe lo que necesita y desea.

Los consultados definieron los siguientes beneficios del data storytelling:

1.- Incremento del engagement (66 %). A partir de la identificación, las audiencias se conectan con las marcas de manera más sólida. Sentir que otros han vivido experiencias similares, historias de vida parecidas, permite establecer una conexión poderosa

2.- Mejora de la credibilidad (61 %). Claro, cuando el contenido es genuino, cuando aporta valor, cuando se enfoca en las necesidades del mercado. También, cuando es empático y constructivo, porque la gente, el mercado, está hastiada de la pandemia de los vendehúmo

3.- Mayor lealtad (57 %). Resultado directo de los dos anteriores. De ahí la importancia de contar con una estrategia de contenidos coherente, consistente y auténtica. Recuerda que la rentabilidad de un negocio, cualquiera,  no está en la primera venta, sino en la recurrencia

Por último, algo que hoy no se puede omitir: el uso de las herramientas de inteligencia artificial en el marketing de contenidos. El 92 % de los responsables del marketing B2B dijeron utilizarla tecnología, principalmente en la automatización de tareas repetitivas (66 %). Otros usos son la optimización de contenido (51 %), la creación multiformato (47 %) y la personalización (47 %).

Moraleja: si eres empresario, un negocio, un profesional independiente o emprendedor, el camino al éxito está trazado por la calidad y eficiencia de tu estrategia de marketing de contenidos. Si no tienes una, eres literalmente invisible. Si haces lo mismo que todos, eres invisible. Si no aportas valor, solo haces ruido. Y, por supuesto, si no conectas, no vendes…

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El poder de lo simple: mensajes que conectan con las emociones

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Hubo un tiempo, que quedó enterrado en el pasado, en el siglo pasado, en el que “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Esta famosa frase del refranero español es atribuida al escritor Baltasar Gracián. Cuenta la historia que fue publicada en su obra Oráculo manual y arte de prudencia, por allá en el siglo XVII. Y fue cierta durante mucho tiempo, hasta nuestros días.

El mensaje era simple: en la comunicación, especialmente, pero también la vida diaria, si lo bueno es breve o conciso, preciso, mejor. ¿Por qué? Evita las distorsiones,  los cortocircuitos, los malentendidos, el desgaste, la fatiga… Una premisa que, sin duda, nos facilitaría la vida si la pusiéramos en práctica de manera consciente y, sobre todo, consistente y frecuente.

Cuando parecía olvidada en el tiempo, de un momento a otro resurgió de sus cenizas, como el ave Fénix, y recobró popularidad. Fue gracias a la irrupción de internet, cuando a mediados de los 2000 se produjo la explosión de blogs en la web. De la mano de Blogger.com, la apuesta de Google para promover la creación de contenidos, la premisa se reencauchó.

En aquel entonces, se popularizó la creencia según la cual “los textos largos nadie los lee”. Es decir, una forma de decir, con otras palabras, aquello de “lo bueno, si breve, dos veces bueno”. Y fue así como pasamos de los textos kilométricos a los cortos. Nunca hubo acuerdo en cuento a la extensión: 300 palabras, 500 palabras, en fin. Sin embargo, eso no era lo importante.

¿Por qué? Porque lo relevante en la creación/publicación de contenidos en internet, más allá del formato o del canal elegidos, no es la extensión, sino la calidad. Es decir, el valor que ese contenido está en capacidad de transmitirle a quien lo recibe, qué conocimientos le aporta, cuánto lo educa o lo entretiene, de qué manera lo inspira. La extensión es secundaria.

Entre otras razones porque, como ya lo mencioné, nunca hubo acuerdo acerca de qué es un contenido corto o uno largo. Una inútil e improductiva discusión en la que Google, con su tradicional cambio de reglas, contribuyó a crear confusión. “Que sí, contenidos cortos, pero no tan cortos”, “que mejor un poquito más largos”, pero “que no sean excesivamente largos”.

El tema se enredó aún más cuando se popularizó el invento más perverso e inútil de Google: el bendito SEO(Search Engine Optimization), que acabó por enlodar el escenario. ¿Por qué? Porque se dejaba atrás, en el olvido, lo único realmente importante: la calidad el contenido, el valor que transmite. Mientras, se privilegiaban aspectos que son secundarios o irrelevantes.

Con el tiempo, mientras el fenómeno del contenido basura crecía como espuma, Google nos dijo que los textos que su algoritmo privilegiaba eran aquellos “con más de 1.000 palabras”. Y no tardó en cambiar de opinión: “los de más de 1.500 palabras, ojalá cerca de las 2.000”. Y, claro, todo el mundo loco en un escenario en el que el patético copy + paste fue el rey.

Uno de los orígenes de este patético estilo, el recurso de los mediocres, fue darle gusto al caprichoso algoritmo de Google. Dado que no estaban en capacidad de producir contenidos de 1.500-2.000 palabras, recurrieron a la estrategia de rellenar: copiar y pegar. Fue, entonces, cuando internet se trasformó en una jungla, el reino de las fake-news, de la pornobasura.

Por si eso no fuera suficiente, a finales de 2022 apareció otro actor en la escena. ¿Sabes cuál fue? La inteligencia artificial generativa, una revolución que llegó de la mano de ChatGPT. Que, tristemente, se ha convertido en una versión avanzada del copy + paste. Sin embargo, en los últimos tiempos la IA se le metió al rancho al SEO y provocó otra transformación.

Ahora, bajo las nuevas reglas del juego, gracias a los superpoderes de la IA, la extensión de los contenidos cobra relevancia. Sin embargo, lo más importante no cambia: la calidad, el valor que aporta. La IA, quizás lo sabes, tiene la capacidad de analizar, en segundos, miles de datos, comparar, determinar si es una copia y, lo importante, establecer su autenticidad.

En otras palabras, ya no será tan fácil darle de comer al algoritmo. Ni se lo puede engañar, o no con prácticas obtusas como las que muchos utilizaban para ranquear mejor en el SEO. Y como la IA es un bebé (en plena y rápida evolución, claro), gusta de lo sencillo. Por eso, la premisa de “lo bueno, si breve, dos veces bueno” se cambió a “lo bueno, si sencillo, dos veces bueno”.

¿Y sabes quién está feliz? Tu cerebro. ¿Por qué? Porque al cerebro le encanta lo simple, lo fácil, lo que puede recordar sin tener que buscar en medio del desorden de tu cabeza, de tus pensamientos. Entonces, la nueva norma para los creadores de contenido en internet, sin importar el formato o el canal, es producir contenido de calidad simple y auténtico.

Moraleja

Este es el mensaje que me interesa graves en tu mente.
La premisa de “lo bueno, si breve, dos veces bueno” se cambió a “lo bueno, si sencillo, dos veces bueno”. Cuanto más simple, más sencillo, tu mensaje tendrá más impacto, será más efectivo y generará recordación.

Que, no sobra decirlo, es justamente lo que el mercado reclama. La gente, y supongo que tú también, está cansada de pornobasura, de lo ordinario, de lo grotesco, de las mentiras, de las manipulaciones, de las distorsiones, de las versiones amañadas. La gente se cansó de la infoxicación y busca nuevas fuentes de información, un oasis en medio de ese desierto.

Y no es una tarea fácil, seguro lo sabes. Los vendehúmo y las demás especies tóxicas del ecosistema digital tienen la capacidad de adaptarse a los cambios. Esa es, por supuesto, una de las características que les permite aprovecharse de los ingenuos y de los ambiciosos. Que, aunque se antojan polos opuestos, están unidos por el mismo objetivo: el éxito exprés.

No se trata de palabras clave. No se trata de párrafos cortos. No se trata de ganchos emocionales infalibles. No se trata de palabrejas raras o en otros idiomas para fungir autoridad. No se trata de preguntarle a ChatGPT por una fórmula mágica. Para que tus mensajes tengan más impacto, sean efectivos y generen recordación, solo requieres estas 4 claves:

1.- Simplifica.
Recuerda que la nueva premisa, la del siglo XXI, es “lo bueno, si sencillo, dos veces bueno”. Entonces, ¡manos a la obra! El cerebro humano prefiere lo que es fácil de entender, de recordar y, sobre todo, de hacer. Entonces, no te compliques en el intento de ser distinto porque corres el riesgo de irte por el camino equivocado. Y, seguro, lo vas a pagar caro.

Lo que activa la atención de tu cerebro, lo que la captura, es la curiosidad. Ten en cuenta que a este órgano le encanta lo nuevo, lo novedoso, aquello que le brinda conocimiento. Entonces, concéntrate en comunicar eso, solo eso. Una vez despiertes su curiosidad, habrás capturado su atención y el resto será carpintería. ¿La clave? Pregunta y crea misterio…

2.- Usa un lenguaje común.
Los términos técnicos y los extranjerismos, entre otros, no te dan autoridad. Más bien, te pueden llevar por un camino riesgoso: el de ahuyentar a tu audiencia, intimidarla. ¿Cómo hacerlo? Comunícate con el mercado de la misma forma en que lo harías con un niño de 3-4 años o con una personas con poca educación. Si logras que te entiendan, ¡habrás triunfado!

¿La clave? Encontrar un punto intermedio para que tu estilo no sea intimidante, pero que tampoco caiga en lo ramplón. Sé tú mismo y procura emplear un lenguaje que esté un escalón arriba del promedio del mercado. Así, no solo te entenderán, sino que también te verán como alguien que conoce lo que está comunicando (eso que ahora llaman experto).

3.- Elimina los obstáculos.
¿Eso qué significa? A los seres humanos, todos, nos aburren esos procesos de 5-10 pasos. Cuando comuniques tu mensaje, asegúrate de brindar las instrucciones necesarias para que cualquier persona, un niño o un iletrado, las pueda cumplir satisfactoriamente. El hecho de utilizar dispositivos digitales intimida a muchos, así que no agregues un obstáculo más.

Significa, también, que bien vale adelantarse a las objeciones más comunes de las personas con las que te comunicas. ¿Qué las atemoriza? ¿Cuáles son sus miedos? ¿Por qué no dan el primer paso? ¿Cómo eliminar el sinsabor de experiencias amargas anteriores? En la medida en que generes confianza derribando las objeciones, el poder de tu mensaje se incrementará.

4.- Pasa a la acción.
Una de las leyes de la persuasión es que la gente no actúa si no sabe qué hacer y, además, cuál será el resultado esperado. Aunque necesite desesperadamente lo que le ofreces, tu cliente no pasará a la acción si el proceso le parece complejo o, peor, aburrido. Recuerda: “lo bueno, si es sencillo, dos veces bueno”. Apaláncate en la tecnología para simplificar.

Para que tu mensaje llegue a inspirar a tu audiencia, es decir, la incite a realizar la acción que tú propones, debes haber cumplido con el resto de proceso. ¿A qué me refiero? A las fases de informar, educar y entretener con tus contenidos. Solo así podrás establecer un vínculo de confianza y credibilidad que promueva que tu audiencia ejecute la acción que tú esperas.

¿Muy complicado? No, para nada. Es un corto paso a paso fácil de llevar a cabo y que, además, cualquiera puede poner en práctica. Un método que, así mismo, te sirve no solo para la tarea de crear contenido y comunicarte con el mercado, sino para relacionarte con cualquier otra persona. Por supuesto, no olvides que “la práctica hace al maestro”.

En el afán por diferenciarnos, por ser únicos o por posar como expertos, hemos caído en la trampa de los mensajes complejos que no conectan. No te olvides que la clave está en saber conectar con las emociones de otros, una tarea en la que, quizás lo sabes, lo simple es más efectivo. Para derretir a tu pareja, solo requieres un “te amo” o un abrazo. Así de simple, así de sencillo, así de poderoso…