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¿Y qué tal si el próximo pódcast de éxito es el tuyo?

En 1886, Heinrich Rudolf Hertz realizó un experimento que demostró que era posible la transferencia de energía utilizando una corriente alterna de alto voltaje. Se producía una chispa entre dos bolas de metal que derivaba en una radiación electromagnética, que se detectaba mediante un aro con una abertura. Sin saberlo, había logrado algo extraordinario.

Tal experimento no tuvo trascendencia, al punto que el transmisor utilizado fue arrumado en el rincón de un depósito en una universidad alemana. Era el segundo paso de una apasionante historia que comenzó en 1865, cuando el físico escocés James Clerk Maxwell afirmó que era posible generar ondas electromagnéticas que se propagaran a la velocidad de la luz.

A la tercera, sin embargo, fue la vencida. En 1896, el ingeniero eléctrico italiano Guillermo Marconi le encontró una aplicación práctica a la teoría surgida del experimento de Hertz. Es lo que se considera la invención de la radio, aunque hay quienes le atribuyen este hecho a Nikola Tesla. Marconi logró una transmisión marítima, al enviar una señal a 30 km de distancia.

Este hecho significó que, a partir de entonces, los barcos fueron dotados con transmisores inalámbricos creados por Marconi. Aquellos, los primeros, transmitían en código Morse. Fue en 1906 cuando se realizó la primera transmisión radiofónica tal y como hoy la conocemos. El responsable fue Reginald Aubrey Fessenden y fue un saludo durante la noche de Navidad.

Se realizó mediante una antena de 128 metros de altura, instalada por la compañía americana National Electric Signaling. Lo curioso fue que este hecho pasó prácticamente inadvertido hasta que en 1950 el físico estadounidense Lee De Forest inventó el triodo, un componente electrónico que permitió la transmisión de música y voz con una fidelidad “aceptable”.

Durante la primera mitad del siglo XX se produjeron significativos avances tecnológicos. Por ejemplo, el altavoz, la posibilidad de cambiar el dial y la primera radio portátil. La creó el estadounidense John M. Stone y pesaba 10 kilos; además, valía 180 dólares, una fortuna para la época (1922). Lo mejor, lo que permitió la masificación, estaba por venir y llegó a mediados del siglo.

Tres ingenieros de la compañía estadounidense Bell, John Bardeen, Walter Brattain y William Shockley, crearon el primer radio transistor. ¿Lo mejor? El tamaño, gracias a que se eliminaron las grandes y pesadas lámparas de las radios de mesa. Fue el comienzo de la edad de oro de la radio, un aparato que se volvió indispensable en los hogares, en la mejor compañía de todos.

A comienzos del siglo XXI, por cuenta de la irrupción de internet, muchos vaticinaron el fin de la radio. Se lo consideraba el más débil de los medios convencionales, pero demostró ser muy fuerte. No solo porque supo adaptarse al reto digital, sino porque, además, se fortaleció en ese nuevo ecosistema. Mantuvo sus características y fortalezas y pudo llegar a nuevas audiencias.

La resiliencia de la radio, así como el arraigo en la cultura popular, le permitieron superar ese escollo. Lo que la mayoría desconoce es que la radio fue el invento que revolucionó la forma en que se realizaban las comunicaciones humanas y la semilla que germinó más tarde en otras tecnologías maravillosas. ¿Cuáles? La televisión, el radar y el internet inalámbrico.

Ahora, no solo existe la radio en línea, sino que el audio se reinventó en un formato que poco a poco gana adeptos. ¿Sabes cuál es? El pódcast. Si bien la esencia de la radio siempre fue la inmediatez, hay una segunda razón por la que se ganó el corazón de las personas: porque es, como decía el eslogan de una cadena radial colombiana, “la mejor compañía”.

El pódcast, además de cumplir con esta premisa básica, es algo así como ‘radio por demanda’, como un streaming de la voz. Algunas de las fortalezas de la radio, como la capacidad para contar historias (Oh, las radionovelas, ¡qué maravilla!), informar y entretener, se mantienen en este nuevo formato, con una característica especial: hay un pódcast para cada gusto.

Es decir, cuando sintonizas una emisora específica estás sujeto a la programación establecida por el equipo que la dirige. En el caso del pódcast, mientras, entras a tu aplicación preferida, buscas el tema de tu interés y… ¡voila!Encuentras una variedad de opciones, incluidos temas como la salud mental o marketing y negocios, que no suelen escucharse en la radio tradicional.

Esta, llamémosla ‘segunda juventud’ de la radio, ha generado un fenómeno al punto que los expertos del mundo digital se atreven a predecir que el audio, en cualquier modalidad, es “el formato digital del futuro”. Me atrevería a decir que ese “futuro” ya está acá, aunque las cifras nos demuestran que, por fortuna, es mucho lo que el audio puede crecer en el entorno digital.

El Global Digital Report 2024, de las consultoras WeAreSocial y Meltwater, nos ofrece una variedad de cifras muy interesantes. Veamos algunas ilustrativas:

1.- El 62,0 % de los internautas entre 16 y 64 años utiliza la conexión de internet para consumir algún pódcast

2.- El principal uso de internet es la consulta de las redes sociales (93,2 %)

3.- El video tiene un lugar de privilegio en las preferencias: el 88,8 % ve televisión en línea y el 76,6 % ve streaming y tv por demanda

4.- Junto con el entretenimiento, la búsqueda de información es un objetivo primordial: el 68,0 % de los internautas lee noticias en línea y el 62,1 % consulta los canales digitales de medios convencionales

5.- El 66,1 % escucha radio en línea y el 64,9 % escucha música en plataformas de streaming

A primera vista, da la impresión de que el audio es un formato rezagado, pero la realidad es distinta. En especial después de la pandemia, ha recuperado terreno y las proyecciones nos indican que en los próximos años escalará varias posiciones. Una tarea en la que el pódcast, sin duda, será protagonista porque cada día suma adeptos y se crean nuevas alternativas.

Según el informe, en promedio una persona pasa 6 h 40 m al día conectado a internet, es decir, al menos la mitad del tiempo que permanece despierta. Sin embargo, dedica solo 49 minutos a escuchar pódcast y 50 minutos a oír radio. De nuevo: lo que vemos es tan solo la punta del iceberg, porque el audio en sus diferentes formatos avanza con rapidez y con consistencia.

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Las estadísticas relacionadas con el audio en línea, según el Global Digital Report, son:

1.- El 49,7 % de las personas ve o escucha videos musicales

2.- El 38,6 % escucha servicios de música en streaming

3.- El 17,9 % escucha radio en línea, principalmente programas temáticos o noticias

4.- El 20,6 % escucha algún pódcast

5.- El 17,2 % escucha audiolibros, un formato que crece con rapidez

Comparado con otros formatos, de nuevo, se antojan números bajos. Sin embargo, no se nos puede olvidar que hace solo 25 años se le aplicaron los santos óleos a la radio y no faltaron los que la declararon ‘muerta’. Además, las generaciones de los 90 y de la primera década de los 2000 prácticamente no escuchaban radio. El formato estaba en crisis y la novedad de internet le pasó por encima.

El comparativo mundial nos indica que una de cada cinco personas escucha un pódcast, el 20,6 por ciento. El país donde mayor consumo de pódcast está registrado es Brasil, con un 39,7 %. Le sigue Indonesia, con 38,2 %, mientras que México completa el podio con 36,6 %. No sé a ti, pero a mí me entusiasma saber que dos de los tres mayores consumidores son de la región.

Suráfrica, con 33,4 %, e Irlanda, con 31,8 %, completan el Top-5. Colombia, donde la cultura de la radio es muy arraigada, ocupa el octavo lugar con 29,6 %. Por arriba del promedio mundial, otros países latinos son España, decimotercero con 27,9 %, y Chile, vigésimo segundo, con 23,4 %. Como ves, el avance ha sido significativo, aunque por fortuna el techo está muy lejos.

Un dato interesante es que el nivel de audiencia de los pódcast es similar en todos los grupos de edades. Las que más escuchan son las mujeres entre 16-24 años, con el 23,6 %, mientras que entre los hombres de 35-44 años llega al 21,1 %. Los mayores de 45 años nos ofrecen cifras que están por debajo del 20 % y son los hombres entre 55-64 años los que menos los consumen (14,3 %).

Algo más: de acuerdo con los datos de la plataforma Spotify, una de las más populares para escuchar música por demanda y pódcast, cuatro de los 20 pódcast más escuchados en 2023 fueron en español. Relatos de la noche, de México, que se centra en esas historias, a veces de terror y de misterio que suceden en nuestras ciudades en la oscuridad, ocupa el puesto 11.

Mientras, el 12 es para Caso 63, de Chile, cuyo enfoque es contar historias de ciencia ficción, que se da como una extensión de las apasionantes radionovelas de antaño. El siguiente lugar, el 13, es para Psicología al desnudo, relacionado con la salud, que surgió en Argentina en la pandemia. Por último, en el 17, está El pódcast de Marián Rojas Estapé, reconocida escritora y psicóloga española.

Recapitulemos: la radio fue el primer medio de comunicación que se metió en el corazón de los seres humanos y desde entonces ha sido una gran compañía y una fuente de información, entretenimiento y, a veces, de educación. Es un formato amable, apto para todos los públicos y que ha demostrado tanto una gran resiliencia como una capacidad para adaptarse.

Sé que producir contenido escrito resulta intimidante para la mayoría y sé también que demanda tiempo, disciplina, preparación y constancia. Y no todos reunimos esas condiciones. Sé que a muchos no les gusta aparecer en cámara y tampoco se animan a aprender de edición de videos, inclusive a través de las múltiples herramientas (app) que están disponibles hoy.

Entonces, queda otra opción: el formato audio, el pódcast. Es más amigable, requieres menos herramientas, lo puedes hacer en vivo o grabado, el contenido y la duración de cada episodio son flexibles y, esto importante, se puede monetizar. Algo más: sin duda, el audio es el formato del futuro próximo, dado que se puede consumir fácilmente, inclusive mientras haces otras cosas.

Moraleja: por un lado, estoy completamente seguro de que, en virtud de tu conocimiento, de tus experiencias y del aprendizaje de tus errores, es mucho lo que puedes aportar. Es mucho lo que puedes ayudar a otros. Es grande el legado que puedes dejar. Recuerda que “lo que no se comparte, no se disfruta”, así que quizás crear un pódcast sea el camino para hacer realidad tus sueños.

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¿A qué debe apuntar tu contenido para conseguir un alto impacto?

Uno de los errores frecuentes a la hora de producir contenido es aquel de enfocarse únicamente, exclusivamente, en la venta o, en su defecto, en las características del producto o servicio. No solo es una equivocación frecuente, sino que además nadie, absolutamente nadie, está exento de cometerla: hasta las grandes empresas caen en la trampa (una y otra vez).

¿Por qué es un error? En primera medida, porque 9 de cada 10 clientes potenciales son prospectos fríos. Es decir, personas que no te conocen, no saben qué haces, quién eres, qué ofreces y cómo puedes ayudarlas (o si en realidad puedes ayudarlas). A lo mejor no eres visible para ellas, no has conseguido llamar su atención o, quizás, tu propuesta de valor no las convence.

Segundo, porque tu mensaje es demasiado genérico, muy amplio. Has de cuenta que eres un tirador y, en vez de utilizar un arma de precisión, compites con una escopeta de perdigones (balines). Aunque el blanco esté a 3-5 metros, difícilmente le acertarás. La clave del impacto de un mensaje persuasivo es que apunte a un problema (y solo uno) y brinde una solución.

En otras palabras, la especificidad blinda tu mensaje, le da fuerza. Tercero, no es la solución que tu cliente potencial busca. Son muchas las marcas y negocios que intentan vender el producto o servicio ideal para todo: calman el dolor de muela, alivian el reumatismo, te ayudan a adelgazar, te sirven para conciliar el sueño, en fin: prometen mucho y hacen poco.

Antes de comprar, tu prospecto frío requiere, exige, que cumplas cabalmente con un proceso. ¿Sabes cuál es? El de brindarle contenido de valor que le permita obtener la información básica de tu oferta, contenido de corte educativo a través del cual pueda entender cuál es el problema que padece y su dimensión, porque si no es consciente de ello no buscará una solución.

Tercero, contenido de corte nutritivo, es decir, inspirador y positivo. Este, créeme, es uno de los mayores vacíos de la generación de contenido por parte de empresas, negocios y emprendedores. En todas las industrias, dentro y fuera de internet. No importa lo que vendas o lo que ofrezcas. Necesitas nutrir a tus clientes potenciales para persuadirlos, convencerlos.

El problema, ¿sabes cuál es el problema? Que cuando el prospecto frío comienza a calentarse, cuando la información que le brindas le ha permitido darse cuenta de su problema y ha podido entender las manifestaciones del mismo, muchos, la mayoría, intentan acelerar la venta. Y no solo eso: intentan también forzarla. Al final solo reciben una respuesta: el rechazo absoluto.

Crear el contenido adecuado para tu cliente ideal no es tan sencillo como soplar y hacer botella, como pregonan tantos por ahí, ni tan complicado, como dicen otros. Hay un punto intermedio que está determinado primero por el conocimiento que tienes de ese cliente potencial como, segundo, por el conocimiento de la necesidad que tienen esas personas.

Ah, por supuesto, un tercer ingrediente: que tu producto o servicio es la solución a ese problema. De lo contrario, ni que pintes pajaritos en el aire te comprarán. O te compran, pero como lo que ofreces no es la solución al problema, te tildan de estafador, de vendehúmo. Y eso, precisamente, es lo que les ocurre a tantos en el mercado, los que solo quieren vender.

Que no es el fin del negocio, ¿lo sabías? De lo que se trata es de ayudar, de servir. Te duele una muela y, entonces, vas a donde el odontólogo que te ayuda, te sirve con su conocimiento y te soluciona el problema. Claro, tú le pagas por su servicio, pero ese no es el fin del intercambio. Porque la idea es que, cada vez que tenga un problema odontológico, acudas a él, solo a él.

¿Entiendes? Uno de los roles del contenido que la mayoría desconoce es que actúa como un filtro. ¿Lo sabías? Sí, atrae a los que en realidad padecen el dolor para el que tú tienes una solución y repele a aquellos que buscan una solución fácil, o gratuita, o que solo intentan pescar en río revuelto. El contenido adecuado es un poderoso filtro que la mayoría desprecia.

Quizás por aquella falsa idea de que “más clientes es mejor”, “más prospecto es más ventas”, pero esa no es la realidad. Los negocios rentables no son los que tienen “más clientes”, sino los que tienen “mejores clientes” o “buenos clientes”, es decir, “clientes recurrentes”, los que compran una y otra vez y siempre eligen ese negocio porque ya los ayudó/sirvió una vez.

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El contenido que produzcas y compartas con el mercado debe apuntar a tres factores:

1.- La necesidad de tu cliente potencial. Es eso que llamamos “dolor”, aunque ese a mi juicio no es el término adecuado porque nadie, absolutamente nadie, compra un “dolor”. Todos, absolutamente todos, buscamos una SOLUCIÓN. Entonces, eso de que “hay que tocar el dolor de tu cliente, punzar la herida para que duela más” es una práctica que deberías eliminar.

Ten en cuenta, así mismo, cuál es la necesidad que puedes solucionar. Porque los seres humanos, todos, tenemos diversas necesidades, unas más urgentes que otras. Cuanto más específico sea tu mensaje, cuanto más enfocado esté en esa necesidad, mayor será el impacto que produzca y, por ende, mayores serán las posibilidades de que esa persona te elija.

🎯 CLAVE: UN solo dolor, UNA sola necesidad, UNA solución. No intentes jugar al superhéroe que puede resolver todos los problemas de una vez. No puedes, y nadie te cree que puedes.

2.- Las objeciones de tu cliente. Si no las conoces, ¡NO LE VENDERÁS! Aunque tu producto o servicio sea la solución que él busca, que él necesita. Si no las conoces, además, no podrás anticiparte a ellas y, entonces, él las utilizará para probarte, para complicarte la vida, para ponerte contra la pared. Y, ¡cuidado!, no todos los clientes tienen las mismas objeciones.

Tiempo, dinero y necesidad son las tres principales. Por eso, buena parte del contenido de valor que compartes con el mercado debe apuntar a derribar estas objeciones, a responder todas y cada una de las inquietudes de tu cliente potencial. Mientras existan objeciones, ¡no le venderás!, o elegirá a otro, a tu competencia. Las objeciones pueden ser grandes aliadas.

🎯 CLAVE: no olvides que una objeción es una oportunidad. ¿Para qué? Para mostrar autoridad, para generar confianza y credibilidad, para posicionarte como una propuesta de valor única.

3.- Las creencias de tu cliente. Influyen más, mucho más, de lo que crees. Primero porque están grabadas en el cerebro desde hace mucho tiempo; segundo, porque condicionan lo que pensamos, lo que hacemos, la forma en que vemos el mundo y lo que nos rodea. Tercero, porque determinan lo que otros piensan de nosotros y, por ende, su aprobación.

Las creencias son filtros a través de los cuales los seres humanos aprobamos o rechazamos lo que nos sucede. Por lo general, son puntos extremos (bien o mal, blanco o negro, reír o llorar) que hacen que nos cueste percibir los matices (grises, puntos medios). Si desconoces cuáles son las creencias de tu cliente potencial, ¡NO LE VENDERÁS! Y olvídate de tratar de rebatirlas.

🎯 CLAVE: en últimas, las creencias no son más que emociones que manifiestan los miedos que nos limitan de múltiples formas. Son una explicación racional y tranquilizadora de esos miedos.

No son la edad, el nivel económico, la profesión, el lugar de trabajo o las tendencias los factores que determinan la compra. Lo que nos moviliza a los seres humanos, sino las manifestaciones de las emociones que experimentamos a partir de lo que nos sucede. ¿Cuáles son esas manifestaciones? Las camaleónicas necesidades, objeciones y creencias.

Cuando el contenido que produces y compartes con el mercado consigue conectar con las necesidades de tu cliente potencial, derriba sus objeciones (responde sus inquietudes) y sortea el dilema de las creencias, estás a un pasito de la venta. Si tu contenido consigue persuadir a ese cliente potencial y llevarlo a este punto, significa que cumplió a cabalidad su objetivo.

Tu cliente potencial no es un número (la edad), o un sitio (la ciudad donde vive), o aquello a lo que se dedica (el trabajo) o lo que posee (o sueña poseer, dinero). Recuerda que se trata de un ser humano de carne y hueso y, por ende, SENSIBLE, al que para bien o para mal lo movilizan o lo paralizan las emociones. ¿Cuáles? Miedos, objeciones y creencias. Ellas son la clave de tu éxito.

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¿Sabías que tú puedes ser la solución contra el contenido pornobasura?

¿No estás cansado de recibir y ver tanta basura en los medios de comunicación y en internet? ¿No estás cansado de abrir tu bandeja de correo y encontrar decenas de mensajes que nada te aportan, que solo te quitan tiempo valioso? ¿No estás cansado de tropezarte con tanto gurú autoproclamado que, en verdad, no son más que vendehúmos? ¿No estás cansado?

Lo primero que hay que convenir es que el mal no está en las herramientas o los canales, dentro o fuera de internet, sino el uso que se hace de ellas. Tristemente, en procura de los ansiados clics, la tarea de atraer la atención de los consumidores, de las audiencias, se canibalizó, se prostituyó. Hoy, lo que consumimos es básicamente pornobasura.

Si abres la web de un medio de comunicación, el más prestigioso de tu país o el de mayor tradición, verás que noticias, lo que se dice noticias, hay pocas. El resto, la mayoría, son informaciones infladas, distorsionadas, manipuladas para tratar de conseguir clics. Titulares engañosos y/o morbosos que son ofensivos, un insulto a la inteligencia y a la decencia.

Lo peor, sin duda, es que esas perversas publicaciones nos persiguen por doquier y tienen la capacidad de transformarse como si fueran camaleones. Textos, post de redes sociales, videos, audios, infografías, pódcast, reels, historias, webinars…, en fin. Saltan como liebres y ay de ti si haces clic en alguna de ellas, porque la persecución será mucho más que intrusiva.

Que el futbolista equis se pintó el pelo de amarillo, que la modelo ye publicó una foto con prendas sugestivas, que el influencer zeta se dio un beso con un seguidor y su pareja estalló en ira… Es una vulgaridad. Y lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que no hay límites. Cuando crees que ya lo viste todo, que no puede haber algo más perverso, consiguen superarse, por así decirlo.

Lo fácil es decir que son las redes sociales, tristemente convertidas en cloacas sociales por cuyos canales vienen y van los bajos instintos de la humanidad, sus fétidas perversiones. Sin embargo, no es un mal exclusivo de ellas: los medios de comunicación y también muchos de los portales de empresas y profesionales independientes que posan de independientes.

¿No estás cansado de recibir y ver tanta basura en los medios de comunicación y en internet? Honestamente, yo sí estoy cansado. De hecho, desde hace años. Como muchos, quizás como tú, durante un tiempo consumí esa pornobasura como si no hubiera una solución. Hasta que un día un amigo me enseñó cómo podía blindarme contra esta y sacar lo tóxico de mi vida.

¿Qué hice? Primero, dejé de ver noticieros, ¡TODOS!, y cualquier otro de esos programas de televisión que llaman de opinión, pero que en realidad son de manipulación. También corté mis relaciones con los periódicos, tanto en formato impreso como digital. Y, por último, hice una radical limpieza de mis redes sociales, eliminando todo aquello con tufillo tóxico.

Cualquiera podría decir que vivo aislado de la realidad, que no me entero de lo que sucede, pero no es así. Como periodista, y además en función del trabajo que realizo para otras personas, una de mis obligaciones es estar bien informado. Solo aprendí a seleccionar las fuentes, a decantar los canales a través de los cuales consumo la información que requiero.

Ciertamente, por fortuna, todavía hay fuentes confiables, páginas web y medios que hacen un buen trabajo. Sobre todo, de buen gusto, respetuoso y alejado de las prácticas de distorsión y manipulación tan comunes. Personas y empresas que saben que tienen un privilegio, pero que este va atado a una responsabilidad y procuran honrarla ayudando a sus consumidores.

El problema de fondo, porque sabes que siempre hay un problema, es que la mayoría de las personas eligió el camino fácil. ¿Sabes cuál es? Aquel de pensar que la guerra contra esta infoxicación, contra la pornobasura que pulula se publica en internet y en los medios, está perdida. No solo no es así, sino que además este momento significa una gran oportunidad.

Lo ocurrido en los últimos años, por cuenta de la inusual situación a la que nos enfrentó la pandemia, provocó una explosión de las oportunidades. Por ejemplo, muchas personas que no sabían qué era Zoom ahora no solo realizan reuniones de trabajo a través de esa plataforma, sino que también la utilizan para comunicarse con familiares y amigos, o para capacitarse.

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Además, miles de personas que perdieron su trabajo en este período encontraron en internet un escenario ideal para rediseñar su vida, para tomar un camino distinto al anterior, que no las satisfacía. Igualmente, niños y jóvenes se dieron cuenta de que internet y los dispositivos digitales no son solo para jugar, sino que son una poderosa herramienta de aprendizaje.

Una de las lecciones maravillosas que nos deja este doloroso período es que la misión que nos fue encomendada al llegar a este mundo fue la de ayudar a otros. Aunque a veces no nos damos cuenta, o volteamos a mirar para otro lado, son muchas las personas que necesitan ayuda, de muchas formas: que las escuchen, que las valoren, que no las dejen solas.

Otra lección increíble, al menos en mi caso (y ojalá también en el tuyo) es saber que cada uno está en capacidad de hacer algo positivo por otros. Mi amigo Emil Montás, de República Dominicana, dice que “lo que no se comparte, no se disfruta”. Y según mi amigo y mentor Álvaro Mendoza “si no compartes con otros lo que sabes, ese conocimiento no te sirve para nada”.

El objetivo de estas líneas es invitarte a reflexionar acerca de ese mensaje poderoso que hay en ti, que eres tú. No importa qué hagas, a qué te dedicas, cuál es tu profesión u oficio. Todos, absolutamente todos los seres humanos, tenemos algo valioso para compartir con otros, para ayudar a otros. No solo conocimiento, sino también experiencias y sueños.

En los últimos años, los acontecimientos nos han enseñado que no podemos dejar para mañana o para después aquello que le da sentido a nuestra vida. Quizás no haya mañana o después para decirle a tu pareja o a tus padres que los amas; para disfrutar con tu mascota, para abrazar a tus amigos, para reconciliarte contigo mismo y cuidarte, consentirte.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que hoy la tecnología e internet nos permiten transmitir nuestro mensaje de manera sencilla y gratuita. Ni siquiera necesitas una web propia, si eso es lo que te detiene. Hay múltiples canales disponibles y variados formatos para que elijas el que más te acomode, en el que te sientas más cómodo a la hora de compartir tu conocimiento.

En mi caso, escribir es la habilidad que me permite hacerlo. También suelo participar de otras actividades como entrevistas (en video) o eventos virtuales en los que doy charlas relacionadas con mi quehacer, con mi experiencia. Cada una de esas oportunidades me deja un aprendizaje muy valioso y, además, vivencias increíbles a través de la interacción con otras personas.

Aquí entre nos, a través de mis escritos y esas otras actividades no solo le encuentro sentido a lo que soy y a lo que he aprendido, sino que también me siento útil. Sí, gracias a Dios, mi mensaje es una pequeña semilla que cae en tierra fértil y luego germina de mil y una formas maravillosas. Es un inmenso privilegio que disfruto, un compromiso que intento honrar.

Y tú, ¿ya lo intentaste? Si eres habitual seguidor de mis publicaciones, seguramente sabes que pregono que escribir es una terapia, una increíble oportunidad que nos da la vida para dejar un legado positivo en este mundo, una huella en la vida de otros. Sin embargo, si lo que mejor se te da es la voz, haz pódcast; si es la imagen, graba videos. ¡Hay uno ideal para ti!

Además, retomando el problema expuesto en el comienzo de este artículo, es una pequeña contribución para contrarrestar la pornobasura que pulula tanto en internet y como en los medios de comunicación. En la medida en que haya más personas como tú que generen un contenido de calidad, que en verdad aporte valor, será posible ganar esta dura batalla.

Así mismo, y te lo menciono por experiencia, las personas están ávidas de contenido de valor y cuando lo encuentran lo aprecian, lo agradecen. De lo que se trata es de sembrar una semilla que tarde o temprano germinará o, si prefieres verlo de otra manera, aceptar el reto de ser un eslabón de la cadena de transformación positiva de la sociedad, del mundo, de tu vida.

No te niegues ese derecho, no te niegues ese privilegio. No permitas que el miedo al qué dirán o a la crítica te impida compartir con otros ese mensaje poderoso que hay en ti, que eres tú. Y olvídate del síndrome del impostar: nadie pretende que escribas como García Márquez, o que te desenvuelvas ante la cámara como un presentador de noticias o que hables como un orador.

Te propongo, te invito, a que te des la oportunidad de ser una fuente de mensajes positivos, constructivos y transformadores. A que compartas con otros no solo tu conocimiento, sino tus experiencias, el aprendizaje surgido de tus errores y, sobre todo, tu inspiradora historia. Dentro de ti hay un héroe que ha superado mil y una dificultades, y otros quieren ser como tú.

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Porqué escribir es un ‘acto de fe’ y cómo aprovecharlo

El primer crítico de tus escritos, y el más duro, siempre serás tú mismo. ¿Por qué? Porque quieres producir el texto perfecto, aquel que le guste a todo el mundo. Y esa autoexigencia, que además se sustenta en una percepción meramente subjetiva (y, por ende, cuestionable), se convierte en el principal obstáculo: prefieres dejar de escribir con tal de no recibir críticas negativas.

El fondo del asunto es el ego, el miedo al qué dirán. Como en cualquier otra actividad de la vida, nos preocupa obtener la aprobación de los demás, su visto bueno a lo que hacemos. Esta, quizás lo sabes, quizás lo has vivido, no es una buena estrategia. ¿Por qué? Porque nunca vas a conseguir que todos te digan que les gusta tu trabajo, porque siempre habrá alguna opinión contraria.

Y está bien, porque nada en la vida es absoluto. Además, y esto es algo que solo aprendes con la experiencia, cuando te despojas de tus miedos y ofreces tu trabajo al mercado, no puedes controlar cómo el lector, cómo tu audiencia, reacciona a tu texto. Algunas veces lo celebrará; otras, lo mirará con indiferencia (ni fu, ni fa) y algunas más su retroalimentación será negativa.

No es posible complacerlos a todos, esa es la realidad. Y, además, tampoco puede ser el objetivo de tus textos porque, entonces, te vas a volver loco. Cuando te lanzas a la aventura de escribir, no importa qué tipo de textos, tienes que aprender una de las claves del éxito: cuando estás en la fase de producción, mientras escribes, tu mente debe enfocarse en un solo lector.

El problema de la inseguridad, de las indecisiones, de los cambios repentinos de rumbo y de la insatisfacción con tu trabajo comienza cuando te obsesionas con la idea de que te lean miles de personas. Sí, que tu obra sea un gran best seller y tu nombre aparezca en los titulares de los grandes medios, que consigas ser una celebridad y tu nombre será reconocido por doquier.

Es posible que esto suceda, como también es posible que te ganes el premio gordo de la lotería. La opción es quizás de una en un millón, pero existe. Sin embargo, si eliges este camino lo más seguro es que termines frustrado. No te lo recomiendo. Repito: en el momento de escribir, tu mente debe enfocarse en un solo lector, debes convencerte de que solo una persona leerá lo que escribiste.

Pensarás, “¿Qué sentido tiene dedicar tiempo a escribir un texto que solo va a leer una persona?”. La respuesta es simple: tiene mucho sentido. ¿Cómo? Si esa única persona que lee tu contenido lo aprecia y lo agradece, tu esfuerzo creativo habrá valido la pena al ciento por ciento. Además, si le gustó, si aprendió algo, si los minutos que le dedicó fueron provechosos, lo recomendará.

El éxito de un contenido, de un texto, está determinado fundamentalmente por dos factores: la calidad y la oportunidad. La calidad no solo en lo relacionado con una buena ortografía, una puntuación clara y un manejo adecuado del idioma, sino también con la calidad de la idea que motivó esas líneas y, en especial, con la calidad de las ideas que la complementan y sustentan.

La oportunidad consiste en que es justo lo que tus lectores esperaban, lo que necesitaban leer y acerca de ese tema específico. Es como cuando vas a bailar a la discoteca con tu pareja y tus amigos y suena esa canción que toca tus fibras: las emociones son incontrolables. Aprender a escribir lo necesario en el momento indicado es una habilidad que le da valor a tu contenido.

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Es probable que coincidas conmigo en que la gran mayoría de los contenidos que recibimos a diario, incluidos los de los medios de comunicación, pecan por dos razones. La primera, por la falta de profundidad, que se manifiesta en argumentos simples, en frases manidas, en lugares comunes y sentencias contundentes, fáciles. Son textos que no te dicen nada, no te aportan nada.

En segunda instancia, los sesgos (que cada vez son más extremos). Tristemente, ya casi nadie escribe para entretener, para educar, para construir, sino que casi todos están al servicio de alguien, de un interés particular. Entonces, la visión que nos ofrecen esos escritos está amañada, distorsionada. Son contenidos creados para manipular y que buscan el beneficio de unos pocos.

Un texto de calidad, sin importar cuál sea el tema, se abre las puertas solo. Piensa en el último libro que leíste y que te encantó: también fue del agrado de cientos, miles o quizás millones de personas que encontraron gran valor en su contenido, que se identificaron con el mensaje, que se congraciaron por el tiempo que le dedicaron. Es, en sentido similar, la magia que tiene la radio.

Cuando tú estás en la cabina, no sabes cuánta gente te escucha, no sabes si alguien te escucha. Es una especie de acto de fe: tú crees que muchas personas te escuchas, pero nunca sabes cuántas. Y menos en estos tiempos de internet, en los que contamos con una poderosa tecnología que nos permite conectarnos con medios y canales de cualquier parte del mundo en cualquier momento.

Sin embargo, ese acto de fe te motiva, te inspira, te llena de convicción y haces tu trabajo como si fueran cientos las personas que te escuchas, como si fueran miles, como si fueran millones. Al final, cuando terminas tu programa y sales del estudio, te invade una sensación de tranquilidad y satisfacción al saber que al menos una persona, solo una, te escuchó. Créeme, es pura magia.

Tengo que confesarte, en todo caso, que ese acto de fe encierra un miedo terrible: “¿Qué tal que nadie me escuche (o lea)?”. Es algo inevitable, pero con el tiempo esa sensación se diluye. Además, porque vas a encontrar personas que te van a decir que te escucharon o te leyeron y que les gustó el contenido, que fue enriquecedor, que agradecen haberlo recibido. Eso también es magia.

Moraleja: el texto perfecto no existe, nunca nadie lo escribió, ni lo escribirá. Así mismo, siempre habrá personas a las que no les gustará tu trabajo, aunque esté muy bien. Escribir es como la vida misma: hay días excelentes, buenos, regulares, malos y esos que no quieres recordar. Por eso, es menester aprender que no todos tus textos serán tan buenos como te gustaría. No te mortifiques.

¿Por qué sucede esto? Porque los seres humanos, en esencia, somos emocionales. Permitimos que lo que sucede a nuestro alrededor nos afecte, determine un estado de ánimo y, lo peor, que condiciones nuestras decisiones. Cuando estamos en las buenas, vemos de manera favorable algo que la mayoría de las veces no nos agrada, o viceversa. Y lo mismo ocurre con lo que escribimos.

El primer crítico de tus escritos, y el más duro, siempre serás tú mismo. Eso significa que debes desarrollar la tolerancia para entender y, sobre todo, aceptar, que hay días buenos y días malos. Si quieres que los buenos sean más que los malos, no hay más remedio que trabajar: debes escribir y escribir. Cuanto más desarrolles la habilidad y exprimas tu imaginación, mejor será el resultado.

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