Categorías
General

Las 10 preguntas que ayudarán a saber por dónde comenzar tu texto

La cuestión no es que no puedas hacerlo, sino que no sabes cómo hacerlo o, en su defecto, no sabes por dónde comenzar. Esta premisa, que quizás ya la experimentaste, se aplica a todas las actividades de la vida. Desde las más sencillas hasta las más complejas. Una de ellas es la escritura, una asignatura que para muchos significa un objetivo inalcanzable, como escalar el Everest.

Lo realmente difícil es realizar el cambio de chip que se requiere. ¿Por qué? Porque tienes que desaprender las creencias limitantes que grabaron en tu mente y abrirla para desarrollar esa habilidad que es innata en todos los seres humanos. Porque, no me canso de repetirlo, escribir no es un don reservado para unos pocos, sino una habilidad que solo unos pocos desarrollamos.

La primera de esas creencias, la más arraigada, es aquella de que debes ser (en imperativo) un lector voraz. Pero, la realidad nos demuestra que esa no es una ecuación perfecta, es decir, que en ese tema 1+1 no es igual a 2. ¿Por qué? Leer mucho te ayuda de dos formas: te enseña, te nutre de contenido, por un lado, y te ayuda a determinar tu estilo y la temática de la que vas a escribir.

Por ejemplo, si lo que te ilusiona es escribir una novela romántica, de poco o de nada te sirve devorar libros sobre ciencia ficción o asuntos policiacos. No es que no te sirvan nada, cero, sino que su aporte va a ser escaso porque son narrativas diferentes, escenarios diferentes y, sobre todo, lectores diferentes. Para sacarle provecho, tiene que haber afinidad y coherencia.

Veamos un ejemplo: todos los deportistas de alto rendimiento realizan sesiones de gimnasio. Sin embargo, la intensidad y las características de la rutina varían de acuerdo con la disciplina. Algunos ejercicios son similares, pero otros, la mayoría, son específicos de cada deporte. Algunos son de equilibro, de flexibilidad, de resistencia (aeróbicos) o de fuerza, entre otras modalidades.

Lo mismo ocurre en la música: las habilidades requeridas y las rutinas de práctica son distintas para el que toca guitarra, el que interpreta el piano o la trompeta, y así sucesivamente. Por eso, entonces, si tu objetivo es nutrirte para escribir debes elegir bien qué leer: algo que se relacione con tu temática, con el tipo de escrito que vas a realizar, que te aporte conocimiento específico.

Un conocimiento específico que puedes adquirir a través de la lectura y que te servirá como marco teórico, como sustento de tu mensaje. Sin embargo, y esta es otra situación que se repite, no es suficiente. ¿Por qué? Porque no puedes convertirte en repetidor de lo que leíste por ahí, pues eso a nadie le va a interesar. En cambio, tu opinión, tu perspectiva y tu visión sí pueden ser valiosas.

Un conocimiento que, además, te permite delimitar tu mensaje, saber en qué debes enfocarte. Porque no puedes pretender agotar todo tu tema en un solo libro, o artículo. En especial en estos tiempos modernos en los que el frenesí de la rutina diarios nos deja poco tiempo para cultivar el intelecto y en los que las personas privilegian el consumo de lo ligero, de lo rápido.

El proceso de escribir es como aquel de alistar un viaje: para que salga bien debes cumplir un proceso. Primero determinas el rumbo, el lugar al que quieres ir. Fijas las fechas de salida y de regreso y compras el tiquete aéreo. Te aseguras de reservar una habitación en un buen hotel, donde además, puedas disfrutar de la comida y las bebidas, así como de otras comodidades.

CGCopywriter

Debes contar con un pasaporte (si viajas al extranjero), eventualmente con una visa, saber qué moneda puedes utilizar en ese país y también qué ropa es la conveniente para ese lugar. Y te presentas en el aeropuerto el día previsto, no antes ni después, con suficiente antelación para evitar inconvenientes en los trámites de abordaje. Por último, disfrutas tu viaje al máximo.

Si alguna tarea no se cumple, te vas a enfrentar a serias dificultades que van a echar a perder la experiencia. Trasladado al ámbito de la escritura, esto significa que antes de sentarte a escribir debes trazar en detalle el mapa de tu texto, el paso a paso de tu mensaje. Sentarse a escribir, no lo olvides, es el último paso del proceso, pero está condicionado por todos los anteriores.

El problema, porque siempre hay un problema, es que muchas personas abordan la escritura de un texto, de cualquier índole, sin siquiera saber qué mensaje van a transmitir, confiados en esa tonta idea de que en algún momento llegará la tal inspiración. A veces, por el conocimiento que tienen del tema o porque partieron de una idea concreta, logran escribir algo digno de leer.

Otra veces, la mayoría, sin embargo, se traban a mitad del camino o, peor aún, se van por entre las ramas y al final el que transmiten es un mensaje confuso, vago, de poco interés. Pensamientos o conjeturas personales que no aportan valor y que no logran captar la atención de los lectores. Por supuesto, no consiguen convertirse en autores best-seller y terminan frustradas, decepcionadas.

Algunas de las preguntas fundamentales que tienes que resolver antes de sentarte a escribir son las siguientes:

1.- ¿Cuál es la idea central de mi texto (artículo, libro)?

2.- ¿Cuál es el mensaje que quiero transmitir, el aprendizaje que quiero compartir?

3.- ¿Cuál es el contexto que ayudará a mi lector a entender la problemática?

4.- ¿Cuáles son los antecedentes del problema (idea central) del texto?

5.- ¿Cuál es tu visión acerca del tema central?

6.- ¿Cuáles son los argumentos que sustentan tu opinión sobre el tema?

7.- ¿Por qué esta problemática (idea central) es de interés para tus lectores?

8.- ¿Cuál es el aporte fundamental de tu texto para tus lectores? ¿Qué van a aprender?

9.- ¿Cuál es la moraleja (reflexión final) que le dará fuerza a tu mensaje?

10.- ¿Este es un tema del que valga la pena escribir o solo es un capricho?

El que establezcas un plan claro, preciso y específico no coarta, de manera alguna, tu creatividad o tu imaginación. Por el contrario, y esto es algo que muchos desconocen, las impulsa, las despierta. Cuando tienes un plan diseñado paso a paso, la mayor ganancia es que te puedes enfocar en lo que es realmente importante: tu historia, tu mensaje. Así, creatividad e imaginación volarán solas.

Y, por supuesto, no tendrás que depender de la tal inspiración, que no existe, y tampoco necesitarás invocar a las musas que andan perdidas en el túnel del tiempo. Cuando una persona dice que tiene problemas para escribir, lo que en realidad nos revela es que carece de una metodología de trabajo o, dicho en otras palabras, que ni siquiera sabe por dónde comenzar.

Se escribe porque se tiene algo que contar, algo que a tu juicio es valioso para otras personas. Entonces, lo primero es definir qué vas a decir y cómo lo vas a decir. Crea la historia (texto) en tu cabeza antes de sentarte frente al computador y escribe, escribe tanto como puedas, sin que se convierta en una rutina o en una exigencia incómoda. Recuerda: la práctica hace al maestro.

Si bien escribir es una actividad eminentemente creativa, requiere un soporte específico: el método, el plan definido paso a paso. El resto, eso que muchos creen que es inspiración, va a llegar por añadidura, pero siempre y cuando ejercites tu memoria, la exijas, la retes. Y, como en cualquier proceso de aprendizaje, el crecimiento y la evolución van de la mano del trabajo…

CGCopywriter
Categorías
General

Creatividad y comunicación, habilidades claves para sobrevivir en la era digital

Vivimos una época de grandes desafíos en todos los ámbitos de la vida. El mundo cambia no solo de manera constante, sino también lo hace a gran velocidad y a veces no nos da tiempo ni para acomodarnos, para adaptarnos. Grandes desafíos que, además, nos genera una incertidumbre inmensa que viene acompañada de miedo, de mucho miedo por lo que nos depare el futuro.

Uno de ellos, uno de los más fuertes, de aquellos capaces de quitarnos el sueño y arrebatarnos la tranquilidad, es el de ser reemplazados por las máquinas en el ámbito laboral. Es un temor acuñado desde hace décadas, por cuenta de la ciencia ficción, y que poco a poco se ha hecho realidad en algunos sectores o industrias. La pregunta es: ¿nos subyugarán las máquinas?

Por supuesto, nadie tiene una respuesta contundente para este interrogante. Sin embargo, pienso que eso nunca va a suceder. Muchas de las máquinas que forman parte de nuestra vida diaria son verdaderamente increíbles y poderosas, además de útiles. Nos facilitan algunas tareas y nos permiten lujos como el de estar conectados a internet todo el tiempo desde cualquier lugar.

Una gran variedad de beneficios que también incorporan algunas dificultades. Y no porque estas se deriven directamente de la tecnología, de las herramientas, sino por el uso que les damos a estos recursos. Los seres humanos somos muy cómodos y nos aferramos a todo aquello que nos haga la vida fácil, a veces sin darnos cuenta de que nos causamos un perjuicio a nosotros mismos.

Lo cierto, porque no se trata de una tendencia pasajera, sino de una realidad incontestable, es que el futuro laboral nos exige ser híbridos o “centauros, mitad hombre, mitad máquina”, tal y como lo definió Albert Cañigueral, Conector de la red Ouishare para España y América Latina. Una realidad que, valga recalcarlo, vivimos en el presente: en otras palabras, el futuro es hoy, en el presente.

El trabajador del nuevo ámbito laboral combinará la fuerza o la capacidad de cálculo de los ordenadores con el poder de la improvisación de los seres humanos, en una versión más renacentista del mundo laboral”, agrega Cañigueral. Por supuesto, ese 50/50 es relativo, en la medida en que ese ser humano no se prepare convenientemente, ni aproveche sus fortalezas.

Mientras, Javier Blasco, director de The Adecco Group Institute, asegura que el futuro del trabajo será mucho menos ortodoxo de lo que es ahora, tanto en tiempo como en lugares. Cambiará la forma de organización, no solo con los intereses de la producción, que exigen modificaciones, pero también habrá que adaptarse a las demandas de las personas” en un entorno cambiante.

Sin embargo, y este es el punto crucial de este mensaje que te quiero transmitir, si bien será un entorno más digital y con procesos que se automatizarán, la creatividad será capital, precisamente para diferenciar el impacto del trabajo humano frente al de las máquinas”. No sé a ti, pero a mí me resulta una excelente noticia, y no precisamente porque tema ser sustituido por una máquina.

Los seres humanos, todos, absolutamente todos, poseemos algo que las máquinas jamás tendrán: inteligencia. Además, no hay que perder de vista que, en últimas, las máquinas son una creación del hombre. Pero, eso no es lo importante. Lo importante, lo valioso, es que aún en las situaciones más complicadas, en las circunstancias más adversas, estamos en capacidad de salir airosos.

Lo ocurrido en el último año, por cuenta de la pandemia, es muestra de ello. Más allá del invaluable costo de vidas humanas, del inmenso dolor, hemos aprendido a adaptarnos. No ha sido fácil, porque este proceso nos obligó a desaprender y volver a aprender en poco tiempo y sin anestesia. No ha sido fácil porque la incertidumbre crece y el panorama luce sombrío.

Lo que queda claro hasta el momento, en todo caso, es que solo los más resistentes superarán la prueba. Y esa resistencia implica, fundamentalmente, ser inteligentes para enfrentar la coyuntura, para adaptarnos al nuevo escenario y, en especial, para responder a las exigencias de esta realidad cambiante e incierta. Que, por más que nos esforcemos, no sabemos en verdad cómo será.

CGCopywriter

Unas de las pocas certezas son, sin embargo, la del teletrabajo y la de una cantidad cada vez más creciente de personas que migrarán al universo digital en busca de oportunidades, de ingresos que con sus trabajos convencionales no pueden obtener. Aunque ambas opciones estaban con nosotros desde hace tiempo, las circunstancias provocaron que su práctica se masificara con rapidez.

La pandemia aumentó el valor de ciertas profesiones, en especial aquellas que tienen un elevado componente intelectual, creativo. En otras palabras, los trabajos que están en riesgo a corto plazo son aquellos operativos, labores repetitivas que no requieren alto conocimiento o preparación académica. Esos, tristemente, son los que podrían llegar a ser sustituidos por las máquinas.

Al respecto, Blasco el baja decibeles al ruido mediático y afirma que “no desaparecerán trabajos, sino tareas” y que permanecerán aquellas en la que los profesionales estén avalados por un adecuado nivel de educación. “El que tenga formación tendrá hasta 5 veces más oportunidades para encontrar trabajo”, aunque aclara que el conocimiento servirá solo si se cambia el chip mental.

Según Javier Creus, fundador de Ideas for Change, el éxito será la recompensa para las personas “orientadas a aprender haciendo y a emprender en equipo. La era de los lobos solitarios quedó atrás y entramos en la de las tribus, las comunidades que potencian las fortalezas de los individuos. Un escenario en el que las habilidades blandas no solo serán requeridas, sino muy bien valoradas.

Algunas de esas habilidades blandas son la creatividad, el pensamiento crítico, el liderazgo y la inteligencia emocional. Tras bambalinas de estas cualidades, por si aún no lo percibiste, esta la habilidad de la comunicación, la capacidad para crear mensajes poderosos, asertivos, positivos y constructivos. Mensajes que sirvan para empoderar a otros y ayudarlos a transformar su vida.

“La creatividad no solo será una de las habilidades más valoradas, sino la que más, porque detrás de ella está la capacidad de improvisar. Y es justamente ese es el valor diferencial del hombre en un entorno cada vez más robotizado o automatizado, asegura Blasco. “Será un valor en todos los sectores, porque cualquier profesión se puede beneficiar de esa creatividad”, aporta Cañigueral.

A veces me da por pensar que todo esto tan doloroso que nos ha tocado vivir en los últimos meses, y que significó un costo elevadísimo en términos de vidas humanas, no era más que un mensaje de la vida para entender que íbamos por el camino equivocado. Y, también, para que de una vez por todas nos demos cuenta de cuán poderosos somos gracias a la inteligencia y el saber.

Una de las labores que más creció en este período, por si no lo sabías, fue la de la generación de contenido, de contenido de calidad. Hay muchas personas que poseen valioso conocimiento, pero son incapaces de transmitirlo, aunque quieran. Otros, en cambio, tenemos la habilidad y la pasión por compartir lo que hemos aprendido, lo que hemos vivido, y eso nos pone un par de escalones arriba en este nuevo escenario.

Esta reflexión, en últimas, no es más que una invitación a que valores el potencial que tienes, que representas. Con tu conocimiento, tus experiencias, tu pasión, tus valores y principios, encarnas un mensaje poderoso que, si lo compartes, puede ayudar a transformar vidas, a mejorar este alicaído mundo. Para mí, ese es un reto que asumo con gran responsabilidad y mucho entusiasmo.

Moraleja: hoy, como quizás jamás había ocurrido, el mundo requiere contenidos de calidad que, además de ser un oasis en medio de la caótica realidad, nos ayuden a ser mejores personas, a construir una mejor versión de nosotros mismos. Créeme que eres un arsenal de poderosas e inspiradoras historias capaces de provocar un pequeño gran cambio en el mundo. ¡Cuéntalas!

CGCopywriter
Categorías
General

A veces llegan cartas: ¿te quedaste en los cursos por correspondencia?

Cuando era niño, aquellas lindas épocas en las que no había internet, ni teléfonos celulares, ni Netflix o cualquier otros sistema de televisión por suscripción, épocas en las que se vivía sin la histeria de hoy, solo teníamos a la mano los medios tradicionales. Que, por supuesto, no eran digitales: radio, televisión e impresos tales como periódicos o revistas, principalmente.

Eran también épocas en las que no había Zoom o las otras plataformas de video transmisión en línea, en vivo y en directo, con las que contamos hoy. No había, tampoco, Google o redes sociales y, algo muy importante, el 99,9 por ciento de la educación era presencial. Había un 0,01 por ciento restante, una suerte de educación a distancia, que fue muy popular: cursos por correspondencia.

Dado que en el pasado no existía la culturad del registro detallado de las acciones o novedades, no es posible establecer el origen cierto de esta modalidad. Se estima, sin embargo, que fue Calleb Phillips, un estadounidense profesor de caligrafía, el que dio el primer paso. ¿Cómo? Anunció la apertura de cursos por correspondencia, a través de un aviso en el periódico Boston Gazzette.

Corría el año de 1728, hace casi cuatro siglos, y el mundo era muy distinto a la aldea global que es hoy: se trataba, más bien, de aldeas aisladas y, muchas veces, incomunicadas. Quizás hubo intento previos, pero lamentablemente no están documentados. Este, en cambio, sí lo está y fue posible gracias a que antes, en 1680, se creó en Estados Unidos el Sistema Nacional de Correos o Penny Post.

Lo que Phillips les ofrecía a los lectores de aquel diario era un curso a distancia, con material autodidacta, que les llegaba por correo a sus casas. Además, existía la opción de consultorías personalizadas, obviamente, vía correspondencia. Más adelante, en 1856, en Alemania, Charles Toussaint y Gustav Langescheidt crearon el primer Instituto de Idiomas por correspondencia.

Eran cursos que te ofrecían una pequeña cartilla con todo el contenido necesario, más algunas ayudas. Sin embargo, tenías que interpretar la información (que muchas veces no era clara), tenías que hacer todo el trabajo, no podías realizar preguntas, no tenías la posibilidad de compartir tus experiencias con otros alumnos. Honestamente, no sé cómo podían aprender algo.

En mi niñez, por allá en los años 70, los cursos por correspondencia eran famosos, en especial porque la prestigiosa revista Selecciones del Reader’s Digest (o, simplemente, Selecciones) los ofrecía. De carpintería, de jardinería, de lectura rápida y, claro, de caligrafía, entre muchos otros. Reconozco que siempre tuve curiosidad, aunque jamás me animé a comprar alguno de ellos.

¿Por qué? Porque, honestamente, no creo ser capaz de aprender bajo esa modalidad. Sé que es una creencia limitante, pero soy de esa clase de personas a las que aman el aula, que tiene un gran encanto, y aman el contacto con los compañeros y el profesor. Hoy, no solo dicto charlas y conferencias virtuales, sino que además tengo mi curso ‘A escribir se aprende escribiendo’.

Que no es por correspondencia, por supuesto, sino virtual. A través de la plataforma Zoom, en vivo y en directo, se realizan las sesiones con los estudiantes. Y más que a escribir, como si fuera desde cero, como en el colegio, lo que enseño es a pulir, fortalecer, desarrollar y mejorar la habilidad y brindo herramientas y recursos, técnicas y estrategias, para que la persona puede volar sola.

Y es esta última razón, sin duda, por la cual nunca tomé un curso por correspondencia y, en especial, por la que desconfío y no creo en lo que dicen algunos: que te van a enseñar a escribir a través de plantillas. A mi juicio, y entiendo que puedo estar equivocado y respeto otras opiniones, trabajar con plantillas es contrario (y negativo) a la imaginación, a la creatividad, a la autenticidad.

Si lo que vas a escribir es un texto para un aviso publicitario, sí lo puedes hacer a partir de una plantilla. Sin embargo, será el mismo mensaje de tantos como utilicen esa plantilla específica, que no está hecha para tu cliente, que seguramente no responde a las necesidades y deseos de tus clientes. Por eso, el riesgo de no poder generar el impacto esperado, de no vender, es altísimo.

CGCopywriter

Pero, esa no es mi especialidad, no es un servicio que ofrezca o que me interese. Lo mío es la creatividad, la imaginación, el aprovechamiento del conocimiento y las experiencias que te van a permitir crear un mensaje poderoso que sirva a otros, que les ayude a transformar su vida y, sobre todo, a cumplir sus sueños. Por eso, intento prevenirte acerca de los riesgos que hay en el mercado.

Recientemente, recibí un correo de alguien que ofrecía una lista de libros de copywriting “para que te conviertas en un experto”. Es decir, la versión moderna de los cursos por correspondencia. Y, seguramente, tú, como yo, no conoces un buen carpintero que haya aprendido fuera de un taller, o un mecánico de autos, o un médico que no haya pasado por una Facultad de Medicina.

Estoy convencido de que hay textos que te servirán, que te ayudarán a encontrar tu estilo (a partir de descartar aquellos con los que no te identificas), que te permitirán conocer ejercicios y técnicas que son útiles para desarrollar la habilidad. Sin embargo, de ahí a pensar (o creer) que el resultado es que “te vas a convertir en un copywriter experto” hay una galaxia de distancia. ¡Es MENTIRA!

Si esto fuera así, si esto fuera tan fácil, entonces, ¿por qué no hay ya un Premio Nobel de Literatura que aprendió con plantillas? ¿O uno que leyó 100 libros y escribió su obra maestra? No los busques, porque no los vas a encontrar en la vida real (quizás, sí, en la ficción o en la mente de los vendehúmo). Ten cuidado por favor y, más bien, utiliza estas cuatro poderosas herramientas.

A pesar de tus miedos, de tus creencias limitantes, de la prédica del mercado, tú ya tienes dentro de ti todo, absolutamente todo, lo que se necesita para escribir: tu cerebro, tu corazón, tus experiencias y tus habilidades. Además, como lo he dicho en varias ocasiones, dentro de ti hay un buen escritor: solo tienes que despertarlo, activarlo y disfrutarlo. El resto es comenzar a escribir.

Claro, también necesitarás un método, un plan, la guía de una persona que entienda y comparta tus sueños y que, más allá del dinero que le puedas pagar por sus servicios, esté en capacidad de transmitirte su conocimiento. Porque, te lo advierto, un tema es conocer un tema y otro es poder transmitir el conocimiento. Muchos saben los primero, pocos podemos hacer lo segundo.

Desde hace casi cinco años trabajo con mi amigo y mentor Álvaro Mendoza, director de MercadeoGlobal.com y creador de la comunidad privada de emprendedores Círculo Interno. Él nos transmite su conocimiento, nos comparte sus experiencias, nos brinda sus documentos, nos motiva a leer textos útiles, pero, sobre todo, nos lleva a la acción, a hacer, a aprender a errar.

Esta, créeme, es una premisa que funciona tanto para el marketing como para la escritura. Si Álvaro solo nos entregara plantillas o libros, no tendría casos de éxito, ni uno solo. En cambio, desde hace años sus discípulos lo llaman El Padrino de los negocios en internet, porque los apadrinó, les enseñó, los guio, los aconsejó para que construyeran negocios sólidos y de éxito.

¿Percibes la diferencia? Volvamos al comienzo: en 1728, hace casi 400 años, se documentó el primer curso por correspondencia. Quizás fue un éxito, quizás marcó un hito, pero el mundo, hoy, es muy distinto al de aquel entonces. Si de verdad quieres aprender cómo desarrollar la habilidad de escribir, aléjate de los vendehúmo, de sus plantillas y de sus consejos que no te servirán.

Más bien, te invito a que aceptes una invitación: comienza a escribir un diario. Si no lo haces aún, entiende que es una herramienta poderosa para que le des rienda suelta a tu imaginación, para que aprendas a lidiar con tus miedos. Comenzarás con textos breves y antes de que te des cuenta estarás en capacidad de escribir páginas enteras en las que transmites tu conocimiento y experiencia.

Y ya no querrás detenerte. Querrás, más bien, explorar nuevos recursos y escenarios. Soñarás con ser el autor de un libro y, lo mejor, en el día a día escribirás mejor. Los post en redes sociales, los textos de mensajes instantáneos y tus documentos de trabajo. Será ese el momento en que ese buen escritor que hay en ti se despierte de la siesta y comience a brindarte grandes satisfacciones.

CGCopywriter
Categorías
General

Cuidado con los vendehúmo de las plantillas: ¡son un engaño!

Internet, tristemente, es el reino de los bulos, las fake-news o las noticias falsas. Y cada día es peor, porque no solo los sucesos mediáticos, aquellos que concentran la atención de las personas por su trascendencia, son parte de esta despreciable especie. De hecho, prácticamente nada está exento de esta epidemia de desinformación, que se ha tipificado como la era de la infoxicación.

Una de las variables de esta grave enfermedad es el grave riesgo de sufrir un engaño cada vez que hacemos un clic. Estafas, versiones distorsionadas para favorecer a alguien en particular (o, por el contrario, para perjudicar a alguien) o, simplemente, mentiras que traspasaron la barrera de lo piadoso y entraron en las arenas movedizas de la peligrosa manipulación. Cada clic es un riesgo.

Por desgracia, el tema del copywriting y la escritura es uno de los más contaminados. Pululan los expertos sin preparación, los gurús que se aprendieron un libreto y lo interpretan con brillantez, pero que son incapaces de demostrar que pueden hacer aquello que pregonan. Son muchos los que se presentan como expertos en la materia, pero no pueden pasar del dicho al hecho.

Eso sí, son contundentes para dictar normas, para establecer reglas, para fijar estilos. “Haces esto o nadie te leerá”, “Haces lo otro o nadie te comprará” y otras especies por el estilo. Que, por supuesto, son vulgares mentiras. El problema, porque siempre hay un problema, es que una gran cantidad de incautos o ingenuos caen en sus redes, creen sus mentiras y después lo pagan caro.

Una de estas mentiras que ha hecho carrera es aquella de que “hay que escribir corto porque la gente ya no lee”. No sé qué es más perverso y patético, si el argumento o la justificación. No porque un texto sea corto es mejor, más legible o más atractivo para el lector: lo que en verdad atrapa es la calidad del contenido, el estilo, la autoridad de quien escribe y el valor que aporte.

Por otro lado, aquello de que “la gente ya no lee” es muy fácil de desvirtuar: la industria editorial ha mostrado un claro y constante repunte en los últimos años, especialmente en los textos físicos, en papel. Mientras, las previsiones del bum de los textos digitales, de los e-books, se desinfló. Y es normal: a pesar del avance de los dispositivos digitales, estamos hechos para leer textos en papel.

Y es mentira, claro. Las cifras de ventas de libros impresos han repuntado en los últimos años y, lo mejor, cada día son más las opciones de autopublicación que están disponibles. Y también hay personas de todas las edades que se lanzan a la aventura de escribir y publicar. Además, si fuera verdad eso de que “la gente ya no lee” la industria estaría paralizada, no habría publicaciones.

Lo más triste es que los medios de comunicación impresos, que deberían ser aliados de la buena escritura y los impulsores de la cultura de la lectura son, más bien, sus principales enemigos. Los periodistas de hoy, en general, no saben escribir porque en las universidades no hay quién les enseñe, porque la mayoría de los profesores tampoco escribe. Es un penoso círculo vicioso.

Basta ver las páginas principales de sus versiones web o los titulares del generador de caracteres en los noticieros de televisión para comprobar esta patética realidad. Y como no encuentran la solución, han elegido una opción vergonzosa: la consabida “hagámonos pasito”. Nadie critica a nadie, porque nadie está libre de pecado, y aquel que levante la mano es censurado.

Lo grave ocurre cuando esas personas llegan al ámbito laboral. Sin importar qué estudiaron o en qué empresa trabajan, se presupone que saben escribir. Al fin y al cabo, pasaron por las aulas de un colegio y de una universidad y se graduaron (hagámonos pasito). Pero, la realidad es distinta: tan pronto les piden que elaboren un informe o una carta o un reporte, quedan al descubierto.

CGCopywriter

Y estoy seguro de que, si haces un poco de memoria, tú también trabajaste en una empresa en la que las comunicaciones más importantes las escribía la secretaria de gerencia y las firmaba el gerente. Porque, ¡qué horror!, él tampoco sabía escribir. Y ese es, precisamente, el caldo de cultivo de los que dictan normas, establecen reglas, fijan estilos y, lo peor, venden plantillas.

Es un insulto a la inteligencia, a la capacidad innata del ser humano de aprender lo que desee. Además, es un engaño brutal: nadie, absolutamente nadie, aprendió a escribir con plantillas. ¿Por qué? Porque como lo mencioné en un post anterior el proceso de escribir es complejo, nos exige una variedad de habilidades y conocimientos, así como mucha práctica. Y para eso las plantillas no sirven.

¿Por qué no sirven? Porque son un atentado contra las principales y más poderosas herramientas de que dispones: la creatividad y la imaginación. Las cercenan, las inhiben, les cortan las alas. Una plantilla para un escritor es como una jaula para un pajarito: su espacio de acción es muy limitado y cuanto más tiempo pase allí más rápidamente se atrofiarán sus todas habilidades naturales.

Hay una verdad irrefutable que ni siquiera los gurús de las plantillas pueden rebatir: escribir es un acto creativo. Por eso, aquello que suelen llamar el tal bloqueo mental, que es otra gran mentira, se produce cuando la creatividad y la imaginación no fueron activadas, no son ejercitadas. Si no las utilizas, les ocurre como a un músculo: se entumecen, se endurecen y duelen cuando las usas.

Cursos de los que aseguran que te enseñan a escribir hay muchos en internet, ¡demasiados! Y la gran mayoría promete entregarte valiosas plantillas. Cuando los veas, por favor, ¡ten cuidado! Son un engaño y perderás tu dinero y tu tiempo. Y, lo peor, quedarás con la sensación de que no puedes, de que no eres capaz, de que eso de escribir no es para ti, y no hay nada más equivocado.

Cuando te cruces con un curso de copywriting o de escritura, antes de hacer clic en el botón de compra tómate tu tiempo para comprobar que no es un engaño, que no vas a caer en manos de un vendehúmo. ¿Cómo evitarlo? Mira si tiene página web, busca escritos que haya publicado, entra a su blog y lee algunos de sus artículos y presta atención a los comentarios de los usuarios.

Si no tiene web y si no publica escritos, entonces, ¿cómo puede enseñarte a escribir? Mejor dicho, ¿cómo una persona va a enseñarte algo que no sabe hacer? Piénsalo: ¿tomarías clases de culinaria con alguien que no sabe cocinar? ¿Crees que puedes aprender a jugar tenis con un profesor que solo recita el libreto de la teoría y no juega? Nunca te olvides de algo: la práctica hace al maestro.

No me cansaré de repetirlo, porque sé que tarde o temprano comprobarás que es cierto: dentro de ti hay un buen escritor, solo que no lo has descubierto y no lo has activado. Y no lo harás si caes en manos de los vendehúmo de las plantillas, que son un engaño (esto tampoco me cansaré de repetirlo). Aprovecha los dones y talentos que te dio la naturaleza, utiliza tu creatividad e imaginación.

No te arrepentirás, te lo aseguro. De hecho, tan pronto te des la oportunidad, tan pronto dejes atrás los miedos y ya no le prestes atención al qué dirán, tan pronto comiences a escribir te vas a dar cuenta de que es mucho menos difícil de lo que pensabas. De hecho, llegará el momento en que comprobarás que es fácil. Pero, claro, primero tienes que alejarte del riesgo de la infoxicación.

CGCopywriter
Categorías
General

No busques afuera lo que está dentro de ti (un buen escritor)

Los seres humanos somos una especie curiosa, contradictoria o, simplemente, rara. Una de las tantas manifestaciones de esta situación es que nos desvivimos por hallar afuera lo que ya está dentro de nosotros. ¿Por ejemplo? El amor, la paz, la abundancia, la confianza, la fuerza y, aunque no lo creas, la capacidad para hacer lo que quieres. Cualquier cosa. Al menos, para intentarlo.

¿Alguna vez pensaste que no podías hacer algo y cuando menos te diste cuenta ya lo hacías? Quizás, ¿cocinar?, ¿jugar al tenis?, ¿hablar inglés? Si lo piensas detenidamente durante unos segundos, recordarás muchos logros que en un principio se antojaban inalcanzables y después de un tiempo se habían transformado en logros de los cuales te sientes orgulloso y te hacen feliz.

El problema, porque siempre hay un problema, es que nos enseñan a enfocarnos en lo negativo, en aquello que de lo que carecemos o, peor aún, lo que tienen otros o lo que son otros. El efecto inmediato de ese modelo educativo es que no valoramos lo que somos, les restamos valor a las fortalezas que poseemos y menospreciamos nuestra capacidad, nuestras habilidades.

Además, producto de la cultura cortoplacista que exige resultados inmediatos y, sobre todo, con el menor esfuerzo, no entendemos de procesos y no queremos emprender ninguna tarea o actividad que nos demande tiempo, dedicación y/o disciplina. ¿Cuál es el resultado de esta mentalidad? Que nos perdemos mucho de lo bueno y constructivo que la vida tiene reservado para nosotros.

Especialmente en estos tiempos modernos, en los que padecemos el impacto de una frenética rutina, en los que solo hay tiempo para lo urgente y resignamos lo importante, en los que nos tratan como borregos dóciles, nos manipulan y nos dice qué hacer y cómo hacerlo. La triste realidad es que permitimos que nos programen, que nos traten como si fuéramos autómatas.

Por eso, nos cuesta tanto pensar. Nos cuesta ser creativos, nos cuesta activar la imaginación, nos cuesta revivir esos recuerdos que llevamos en el corazón, en especial los positivos. Por eso, justamente, nos cuesta desarrollar la habilidad de escribir: porque para hacerlo, para potenciarla, requerimos creatividad, imaginación y ese valioso tesoro de experiencias que hemos vivido.

Y las tenemos marginadas, celosamente guardadas en el baúl de los recuerdos, en uno de esos lugares que no solemos frecuentar. Entonces, cuando queremos escribir, cuando necesitamos esa valiosa información que la vida nos regaló, no la encontramos. Y, claro, tomamos el atajo, el camino fácil y corto: “No puedo”, “No sé hacerlo”, “No tengo tiempo”, “Eso es muy difícil”

Algo que la vida me enseñó, a fuerza de golpes, por supuesto, de caer una y otra vez, de errar una y otra vez, fue que la única incapacidad que padecemos es la de una mentalidad de escasez. Nos negamos a recibir aquello maravilloso que la vida nos ofrece, nos convencemos de que hay otras prioridades, nos imponemos límites, nos conformamos con menos de lo que merecemos.

Y, ¿sabes qué es lo más doloroso? Que aquello que nos negamos es lo que más deseamos, lo que más fácil nos resulta. Por ejemplo, desarrollar la habilidad de escribir, que es innata de todos los seres humanos. Que la aprendimos en el colegio, que la practicamos en la universidad y que la requerimos en el ámbito laboral, en cualquier actividad que realicemos. Paradójico, ¿cierto?

La buena noticia, y de ahí el título de este artículo, es que no tienes que buscar afuera lo que ya está dentro de ti. Primero, la habilidad, que como mencioné es parte de la configuración básica de todos los seres humanos. Segundo, la capacidad para desarrollarla, que está condicionada por nuestra disposición y por cualidades que también poseemos: disciplina, constancia y paciencia.

CGCopywriter

Fíjate que todavía no hablé de talento, al que le adjudican más indulgencias con avemarías ajenos. ¿Por qué? Porque sí, es necesario, pero insuficiente. ¿O crees que, por ejemplo, que Gabriel García Márquez habría sido quien fue solo en virtud de su talento? ¿Sin disciplina? ¿Sin constancia? ¿Sin paciencia? ¿Sin un método? ¿Sin largas horas de dedicación para pulir su estilo y aprender más?

No, por supuesto que no. De la misma manera que, por ejemplo, un deportista entrena cientos de horas para un competencia dura 10 o menos segundos, como una prueba de 100 metros planos. La primera decisión crucial que debe tomar una persona que quiere escribir es si está dispuesta a hacer lo necesario para conseguir el resultado que espera, que es escribir bien y ser leída.

¿Es lo que deseas? ¿Es lo que siempre soñaste? Entonces, lo primero que debes hacer es firmar un compromiso contigo mismo: no renunciar, hacer lo que sea necesario para cumplir tu sueño. La recompensa, te lo aseguro, es maravillosa. Y el proceso, que a tantos los intimida, puede llegar a ser una aventura divertida, apasionante, increíblemente enriquecedora y hasta reveladora.

No sé cuál sea esa actividad para la cual eres una persona particularmente creativa. Lo que sí sé con absoluta certeza es que esa misma creatividad te sirve para escribir. Es decir, no necesitas otra, no tienes que salir a buscarla donde no está. Lo mismo ocurre en el caso de la imaginación, esa cualidad que ponemos en práctica cada día todo el tiempo, inclusive sin darnos cuenta.

Y, por supuesto, esta premisa se aplica también a esos tesoros que dejaste guardados en el baúl de los recuerdos: tus experiencias. “Ay, Carlos, es que eso que a mí me pasó no le interesa a nadie” suelen decirme mis alumnos y clientes. Y, por supuesto, están terriblemente equivocados. Porque, así no lo percibamos, así no seamos conscientes, todos somos un modelo digno de imitar.

¿En qué sentido? Si, por ejemplo, pasaste por la dolorosa experiencia de perder un hijo, pero lograste superar el dolor y convertir ese episodio en la energía necesaria para convertirte en un mejor ser humano, a cualquier persona que esté en la misma situación le interesará saber cómo lo lograste. Ningún terapeuta podrá hacerlo mejor que tú, salvo que haya vivido esa experiencia.

Así mismo, si fuiste víctima de violencia y maltrato en tu niñez o en alguna relación sentimental, pero con ayuda de un especialista dejaste atrás esos episodios, sanaste las heridas y te diste una nueva oportunidad para disfrutar la vida y ser feliz, nadie mejor que tú para guiar a alguien que transite o haya transitado ese camino. Tienes todo lo que se necesita: la experiencia y la solución.

De igual forma, cuando te atrae la idea de aprender a jugar tenis vas a una academia (de tenis) y te pones en manos de un profesor especializado. O si quieres aprender un nuevo idioma vas a una escuela en la que ya otras muchas personas hayan aprendido. ¿Por qué? Porque nadie mejor que ese profesor, que esos instructores bilingües para ayudarte a alcanzar el objetivo que te propones.

Créeme: tienes todo, absolutamente todo, lo que se requiere para ser un buen escritor. Lo único que quizás te hace falta es un método y una guía para armar el rompecabezas. Eso sí, antes de buscar ayuda especializada (por supuesto, estoy a tus órdenes), recuerda que debes tomar una decisión crucial: ¿estás dispuesto a hacer lo necesario para conseguir el resultado que esperas?

CGCopywriter
Categorías
General

Estrategias para activar y desarrollar la creatividad y la imaginación (I)

La mente del escritor funciona como la cabeza de un cerillo (fósforo): requiere un chispazo para encenderse. Uno pequeño, no una inmensa llamarada, ni una fogata; apenas un chispazo. Una vez se prende la llama, el resto corre por cuenta de la creatividad y de la imaginación de cada uno. Sin embargo, también hay que tener en cuenta otro factor decisivo: el conocimiento, la información.

Cuando un cerillo se frota contra la pared de la cajetilla, una pequeña cantidad de fósforo rojo de la superficie se transforma en fósforo blanco, que es extremadamente volátil y se enciende al entrar en contacto con el oxígeno del ambiente. Es un chispazo fugaz, que dura tan solo unos segundos antes de extinguirse, pero suficiente para conseguir el objetivo de prender algo.

En un post anterior (Cómo una idea, inclusive mediocre, puede ser un texto digno de leer), es falsa aquella creencia tan arraigada de que requieres una gran idea para sentarte a escribir. La verdad, se requiere solo un chispazo, algo que prenda la creatividad, que encienda la imaginación y que active ese abundante arsenal de experiencias que acumulas y el conocimiento que has adquirido.

En la realidad, sin embargo, cuando vamos a encender el cerillo muchas veces lo forzamos de más y provocamos que pierda la cabeza. O, quizás, no contiene la cantidad de fósforo necesaria para generar el chispazo o, suele suceder, ha perdido sus características y ya no sirve. Es exactamente lo mismo que sucede con las ideas: las forzamos, no son suficientes o son inutilizables.

Una idea, por más que sea la gran idea, por sí misma no es suficiente para escribir. Tal y como lo mencioné en aquella nota, se requiere rodearla de otros elementos que nos permiten construir un texto, una historia. El problema es que la mayoría de las veces nos quedamos en la etapa de tratar de encender el cerillo y, si no lo conseguimos, ahí termina el proceso. Es el tal bloqueo mental.

Que no existe, que es mentira, que es solo la manifestación de nuestra incapacidad para prender el cerillo, para provocar el chispazo que active nuestra creatividad e imaginación. Es un proceso que puede darse de dos formas: automático o manual. El automático surge de repetirlo muchas veces, de entrenar la mente para que nos dé buenas ideas, de exigirla para ponerla en marcha.

La salvedad es que ese automático no significa instantáneo. Requieres tiempo, como cuando vas a cocinar arroz: calientas el agua, viertes el arroz y luego, a fuego lento, dejas que se cocine. Con las buenas ideas sucede lo mismo: pueden aparecer en poco tiempo o quizás se hacen rogar y solo se presentan dos horas después, o al día siguiente. Esto, amigo mío, es parte del proceso de escribir.

El modo manual, mientras, nos exige un poco de ayuda. Esto ocurre, por lo general, cuando vamos a escribir de un tema que no dominamos o que abordamos por primera vez. O, también, cuando la mente está cansada, distraída o enfocada en otro tema, por ejemplo, una preocupación. Entonces, ese chispazo no se da, ese cerillo no enciende y tenemos que tomar otro y forzarlo a prender.

¿Cómo? Realizando alguna actividad que nos permita incentivar la imaginación, desbloquear la mente y dar rienda suelta a la creatividad. Lo primero que puedo decirte es que no hay fórmulas, ni libretos, ni magia. Lo que a mí me funciona, quizás a ti no, o te brinda resultados distintos. Lo único que puedes hacer es probar y validar los resultados; si no funciona, probar con otra opción.

Lo primordial es romper el cerco que te mantiene bloqueado. A veces, por ejemplo, basta con salir al jardín y jugar con tu mascota, consentirla unos minutos y quizás tomarte una taza de café o de té. Después de 10 minutos de receso, es probable (probable, no seguro) que tu mente se haya activado y las ideas comiencen a fluir sin inconvenientes. Entonces, es hora de aprovecharla.

CGCopywriter

En otras ocasiones, quizás es necesario salir de casa porque debes cambiar el ambiente, ver a otras personas, conversar con otras personas. Es bueno que salgas solo, de modo que puedas enfocar tu mente en lo que te interesa. Camina un rato, mira las vitrinas de los almacenes, date un gusto y de pronto entra a una cafetería y pide una bebida. O también puedes entrar a la iglesia y orar.

Esas que te acabo de mencionar son estrategias que a mí me dan buen resultado. Si la idea que busco está muy enredada, el paseo fuera de casa quizás se convierte en ir al centro comercial y caminar sin un plan definido. Siéntate en algún lugar y observa a las personas: qué hacen, cómo están vestidas, cómo se tratan las parejas, qué hacen los niños, qué ruido u olor llama tu atención.

El gran secreto de la creatividad y la imaginación está en la observación. El problema es que no nos enseñan a observar en silencio. Este es un ejercicio divertido que me encanta porque activa mi mente con rapidez y la activa en un punto muy alto. Ver a otros, sus comportamientos, sus gestos y sus actitudes son fuente inagotable de creatividad. La conexión se establece a través de la empatía.

Cuando el tema ya es más complicado, es decir, cuando hay agotamiento mental, la solución tiene que ser radical. Mi mejor terapia es jugar al golf. Son al menos 6 horas entre el antes, el durante y el después del juego en los que la mente está enfocada en algo muy distinto y, además, en un escenario propicio para que la imaginación vuele muy alto: al aire libre, rodeado de naturaleza.

Durante la ronda, converso con mis compañeros de juego o con el cadi, de todo y de nada. Me río, me burlo de los tiros malos de otro, celebro mis pocos tiros buenos y mientras tanto, en segundo plano, dejo que la mente vuele libremente. Escuchar los pájaros, el crujir de las ramas al chocar por efecto del viento, el golpe de los palos a la pelota y la adrenalina del juego son los disparadores.

Puedo decirte que muchas de las buenas ideas que plasmo en mis escritos surgieron en un campo de golf o alrededor de una ronda de juego. Me funciona muy bien en especial cuando se trata de un proyecto nuevo o de un tema que requiere mayor elaboración que, por ejemplo, una nota del blog. ¿Qué? Una carta de ventas, el perfil de un avatar, el copy de una página web o el capítulo de un libro.

Si no juegas golf, mi sugerencia es que des un paseo por un parque cercano a donde vives. Que te sientes, solo o en compañía de tu mascota, a dejar que pase la vida, sin hacer nada más que observar en silencio. Y lleva una libreta en la que puedas anotar las ideas que se te ocurren, para que no se te olviden mientras caminas de regreso a casa. Basta con 15 minutos para cumplir el objetivo.

¿Qué observar? A las personas, principalmente, pero también puedes fijar tu mirada en las mascotas de otros, en los árboles, en los pájaros que revolotean entre las ramas. Intenta abstraerte del ambiente y conectarte con el lugar, a ver qué te transmite. Escribe todas las ideas que puedas y las revisas en casa: verás cómo algunas son desechables y otras, increíbles.

La mente del escritor funciona como la cabeza de un cerillo (fósforo): requiere un chispazo para encenderse. Uno pequeño, no una inmensa llamarada, ni una fogata; apenas un chispazo. Una vez logras prender la llama, apela a tu conocimiento, a la información que posees del tema, y deja que las ideas fluyan. Haz una lista y arma una estructura que te guíe. Repite el proceso una y mil veces.

El 99,99 por ciento de lo que el ser humano aprende es producto de un proceso de observación (o de lectura, o de escucha) que le permite entender el proceso y ejecutarlo. El siguiente paso es probar una y otra vez, y otra más, hasta que se convierta en algo automático que funcione igual de bien cada vez. Recuerda: lo básico es prender la chispa de tu creatividad y tu imaginación.

CGCopywriter
Categorías
General

Ambiente: 5 condiciones que te ayudarán a ser creativo y productivo

Si no haces lo necesario, si crees que es tan elemental como seguir los tres o cuatro pasos consignados en una plantilla, escribir puede ser una de las labores más difíciles que puedas enfrentar. Y no por la escritura en sí, sino por la experiencia. ¿Por qué? Porque no hay una fórmula exacta, no hay un libreto perfecto: escribir es un acto autónomo, personal e intransferible.

¿Eso qué quiere decir? Que nadie puede copiar a nadie. Cada escritor, aficionado o profesional, debe crear su propio método, su propio estilo, su propio paso a paso. Sí, se puede modelar lo que a otros les ha funcionado, pero tienes que adaptarlo a tu estilo de vida, a tus posibilidades, a tu conocimiento, a tu disciplina y disposición. Debes establecer tu rutina, tus hábitos y tu ambiente.

Esto último es muy importante. MUY importante. Y la mayoría de los escritores aficionados no lo tienen en cuenta, bien porque desconocen su importancia, bien porque no la toman en cuenta. Y, claro, después lo pagan caro y se salen por la puerta fácil: el tal bloqueo mental, que ya sabemos que es una bonita mentira para vender. El verdadero problema, sin embargo, está en otro lado.

Las dificultades a la hora de escribir surgen cuando la persona no se toma muy en serio lo que quiere hacer. Es decir, cuando cree que sentarse a escribir es algo marginal, que puede hacer por salir del paso, en cualquier momento y en cualquier condición. Y no es así. No me canso de repetir esto, porque es crucial: no hay reglas estrictas para todo el mundo, pero sí condiciones mínimas.

Cuando vas a cocinar, por ejemplo, te preocupas de contar con todos los ingredientes necesarios para preparar el platillo que elegiste, de contar con los implementos adecuados, de que no te falte algo que complique el proceso. Además, te pones en modo cocinero y sabes que te vas a concentrar en esa labor durante un período de tu tiempo. Empiezas si todo está dispuesto.

Cuando vas al gimnasio a hacer ejercicio, te preocupas de vestir la ropa adecuada para sentirte muy cómodo y no olvidas llevar una toalla, que siempre se necesita. Además, preparas una bebida para hidratarte y quizás hasta alistas algo de comer, como una fruta o una barra de cereal, para cuando termines tu rutina. Y llevas una muda de ropa para después de ducharte y regresar a casa.

¿Entiendes? Te aseguras de cumplir con las condiciones mínimas. Si, por ejemplo, si vas a cocinar te hace falta un ingrediente o no tienes el recipiente adecuado, tendrás problemas y quizás sea necesario cambiar de planes. Si vas al gimnasio y te llevas unas zapatillas que no son aptas para correr en la cinta de la máquina trotadora, con seguridad tu cuerpo lo notará y se revelará.

Si lo piensas, para cualquier actividad que desarrolles en la vida, laboral o recreativa, ejecutas el mismo plan. Sin embargo, sucede que a la hora de escribir la mayoría de las personas cambia su rutina o, peor aún, no tiene una rutina. Simplemente, toman su computador y se sientan a la espera de que aparezca la tal musa, esa inspiración que ha hecho carrera en el ambiente.

Pero, no aparece. O, quizás, tienes una idea de qué quieres escribir, pero cuando te sientas frente al computador las palabras no salen. Y, créeme, la mayoría de las veces no es el tal bloqueo mental, pero se lo atribuimos a él. La mayoría de las veces es que no has cumplido con las cinco condiciones básicas necesarias para que tu proceso de creación se desarrolle sin problemas.

CGCopywriter

Estas son las cinco condiciones básicas que a mí no me pueden faltar cuando voy a escribir:

1.- Mi lugar. Y recalco el mío porque soy de los que un día trabajan en el comedor, al siguiente lo hacen desde la sala, el fin de semana están en la habitación, en fin. Aunque te parezca una banalidad, pero en realidad no lo es. El lugar que eliges para escribir afecta, para bien o para mal, tu capacidad de producción. Tanto puede ayudarte a ser más creativo, como todo lo contrario.

Debe ser cómodo, hecho a tu medida, necesidad y gusto. La decoración y los demás implementos que haya allí deben ser tuyos, elegidos por ti, y conectados con tu personalidad, con tu esencia. Tiene que estar bien iluminado, tanto por luz natural como por artificial, y con buena ventilación: que no sea muy frío o caliente. Que cuando estés allí sientas que ese es tu lugar en el mundo.

2.- La disposición. Esto, te lo aseguro, no lo venden en ningún supermercado. La tienes o no la tienes, así de sencillo. Si no la tienes, olvídate de escribir ese día: dedícate a otra cosa y prueba mañana. ¿Por qué? Porque escribir es una actividad que está estrechamente ligada a tu estado de ánimo, a tus emociones. Si tu cabeza está echa un saco de anzuelos, será muy difícil que escribas.

Por supuesto, buena parte del éxito de un escritor profesional consiste en escribir más allá de su estado de ánimo, lo que implica asumir el control de sus emociones. ¿Se puede lograr? Sí, es algo que se aprende con la práctica. Lo importante es que entiendas que necesitas que tu cabeza y tu corazón estén conectados y en modo escritura para que el proceso fluya con naturalidad.

3.- La rutina (I). Este es requeteimportante. ¿Por qué? Porque el ser humano, no lo olvides, es un animal de costumbres. ¿Eso significa que deberías escribir siempre a la misma hora? En esencia, sí. Cuando desarrolles la habilidad y tengas el control de tu proceso creativo, lo harás a cualquier hora, pero primero tienes que establecer la rutina: hora, lugar, implementos y adicionales.

Necesitas descubrir cuál es tu mejor hora para escribir: ¿en la mañana o al final de la tarde? La única forma de establecerlo es probar y probar para saber en cuál te sientes más cómodo y, sobre todo, eres más productivo. También es conveniente determinar con antelación cuánto tiempo vas a destinar a escribir y haber diseñado un plan de qué quieres hacer. La clave está en el control.

4.- La rutina (II). Comienza con una rutina corta, de 15-20 minutos. Procura escribir tanto como puedas en ese lapso y luego párate y haz algo distinto: toma un café, juega con tu mascota, habla por teléfono, mira tus redes sociales, prepara algo ligero de comer. La idea es despejar la mente, que no se nuble, ni se bloquee. También puedes hacer unos ligeros ejercicios de estiramiento.

Luego puedes retomar otros 15-20 minutos y repetir esta rutina una o dos veces más, para completar una hora u hora y media de producción. Después, a medida que consolidas tu rutina y que desarrollas la habilidad de escribir, incrementas el tiempo. Eso sí, procura hacer una pausa activa al menos cada 45-50 minutos, como máximo: tu cuerpo y tu mente lo agradecerán.

5.- Los accesorios. Particularmente, no tengo ningún problema en que haya ruido en el ambiente en el que escribo. Puedo hacerlo con el televisor prendido o con algo de música (que varía según el estado de ánimo). Puede suceder, también, que elijo el silencio absoluto porque son momentos en los que la mente está extremadamente sensible y debo ayudarla para que se mantenga enfocada.

Así mismo, asegúrate de tener a mano una libreta para anotar ideas, un diccionario (que puede ser virtual) y algo de beber (puede ser agua, café o té, la que más te guste, o las combinas). Y esto es algo de lo que nadie te habla, pero es importante: utiliza ropa cómoda, que no te genere alguna distracción por el calor o el frío. Esto, aunque no lo creas, afecta tu disposición y tu ánimo.

Moraleja: no hay una sola fórmula. Cada uno debe diseñar e implementar la suya, que además debe ser flexible y fácil de adaptar si las condiciones cambian. Lo importante es que ese ambiente en el que te sientas a gusto y puedas ser creativo y productivo. Descubre cuál es el tuyo, fija una rutina que se acomode a tus necesidades y dale rienda suelta a ese buen escritor que hay dentro de ti.

CGCopywriter