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Qué es, cómo puedes usar y aprovechar el método AIDA

Lo primero que tengo que decir (reafirmar) es que soy enemigo acérrimo de las tales plantillas para escribir. Son el más grotesco atentado contra la imaginación y la creatividad, además de un límite para la habilidad que cualquier ser humano puede desarrollar. Y, por si esto fuera poco, van en contra de una de las características de un buen texto: el estilo propio.

Si has leído las publicaciones que hago con regularidad sabrás que soy un profundo creyente de la capacidad innata del ser humano para imaginar, para crear. Sé que todos, absolutamente todos, aprendimos a escribiren la escuela primaria y lo hacemos a diario, aunque de una manera semiautomática: sabemos cómo hacerlo, pero no cómo hacerlo realmente bien.

Sí, escribimos todos los días en las redes sociales o en las aplicaciones de mensajería instantánea; escribimos correos electrónicos o, eventualmente, diversos documentos en nuestro trabajo o en el estudio. Escribimos todo el tiempo, de manera semiautomática. Y, además, tenemos el ferviente deseo de hacerlo mejor, de hacerlo realmente bien.

Es, entonces, cuando estamos en riesgo de caer en aquellos que nos dicen que tienen la plantilla perfectapara enseñarnos a escribir (algo que ya sabemos hacer) y, lo peor, en el caso de los dueños de negocio y emprendedores, la plantilla perfecta para vender más (traducción: millones de dólares). Sin embargo, en la práctica el resultado suele ser cercano a 0 (cero).

En el marketing de hoy, en el siglo XXI, una de las claves del éxito es la diferenciación. Que, valga decirlo, significa ser distinto de los demás o, en otras palabras, no ser más de lo mismo. Y las benditas plantillas perfectas son, justamente, más de lo mismo. Si todos utilizan la misma plantilla, ¿dónde está la diferenciación? ¿Y la autenticidad? ¿Y la propuesta de valor única?

Ahora, hay algunas técnicas o, modelos de estructura, como prefieras llamarlos, que son útiles, aunque distan mucho de ser la panacea o la formula perfecta para ganar millones de dólares, como tantos pregonan por ahí. Que, si bien se crearon para escribir textos publicitarios, textos para vender, también pueden ser adaptados (no copy+paste) para cualquier tipo de texto.

Una de ellas, quizás la más conocida, es la técnica AIDA. Seguramente escuchaste hablar de ella, porque es muy popular. Significa Atención (A), Interés (I), Deseo (D) y Acción (A). Llamar la atención, despertar el interés, inspirar el deseo y ejecutar una acción. Es la técnica que las agencias de marketing utilizan en su copydesde hace más de un siglo, con buenos resultados.

En estos tiempos modernos en los que estamos presos de los algoritmos de las redes sociales, que nos obligan a pagar publicidad para ser visibles, la técnica AIDA recobró vigencia. NO es algo nuevo, no es producto de la revolución digital, no se inventó gracias a internet. Fue creada por Elias St. Elmo Lewis, uno de los precursores de la publicidad, por allá en 1898.

Sí, leíste bien, 1898, a finales del siglo XIX. Él fue uno de los primeros que se dedicó al estudio del comportamiento de los usuarios y trató de adaptar sus técnicas de venta a sus intereses y hábitos. Inicialmente, la técnica era solo AID, pero después de algunos años se incluyó la A del final, la acción. Desde entonces, ha sido la base de millones de textos persuasivos y de impacto.

Llamar la atención significa conseguir que esa persona que lee el texto se enfoque en él, que sus sentidos estén concentrados en el mensaje que le ofrecemos. Es como cuando vamos por la calle y escuchamos un ruido estruendoso, como una explosión o un choque. De inmediato, nuestros sentidos, quizás por sentido de supervivencia, se enfocan en el origen del ruido.

Por supuesto, no necesitas gritar, no necesitas provocar una explosión, no necesitas mostrar imágenes desagradables o inapropiadas para llamar la atención. De hecho, en esto radica una de las claves del éxito de la fórmula: lo que atraes está directamente relacionado con la clase de mensaje que enviaste, es decir, no esperes clientes cualificados si tu mensaje es general.

Despertar el interés se refiere a activar la curiosidad de esa persona, es decir, que tenga ganas de saber de ti, de tu empresa, de lo que le ofreces. Que vaya más allá del factor precio y pregunte por los beneficios. Este es el punto exacto en el que tienes que conectar con sus emociones para que sus sentidos estén alerta. Si no lo consigues, el proceso se abortará.

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En este caso, las preguntas son una herramienta muy útil y poderosa si las sabes utilizas. Es decir, si haces la pregunta correcta. ¿Cuál es? La que impacte sus emociones. Para lograrlo, debes conocer bien a ese cliente potencial, saber cuál es ese dolor que lo aqueja, cuáles son las manifestaciones de ese dolor y, especialmente, cuáles son sus deseos y aspiraciones.

Esto último es muy importante porque la mayoría de los emprendedores comete el error de centrarse únicamente en el dolor. Y, supongo que coincidirás conmigo, nadie compra un dolor. Es decir, tú no vas a la farmacia y pides “véndame un dolor de muela” o “véndame un malestar estomacal o un dolor de espalda”. Lo que inspira la acción es el deseo, el bienestar.

El tercer paso es, justamente, el deseo. El miedo o el dolor sirven para llamar la atención y, en una dosis conveniente, para despertar su curiosidad. Enseguida, sin embargo, debes aportar la solución, ofrecer aquello que acabará con ese dolor, que evitará más noches de desvelo y tantas preocupaciones. Lo fundamental en este momento es mostrar y convencer.

Un prospecto difícilmente dará el siguiente paso, que es tomar acción (básicamente, comprar), si todavía persisten las objeciones, si todavía desconfía de ti, si no está claro el proceso que sigue a continuación. Debes tener mucho cuidado en eso, para que no te sumes a esa gran legión de emprendedores que sufren pesadillas por aquello del carro de compra abandonado.

Debes saber que los adjetivos, de los cuales se abusa con frecuencia, no son la panacea para reforzar el deseo. A mí me gustan más las preguntas, porque activan una respuesta interna, el impulso incontrolable. La idea es que hagas que su imaginación alce vuelo, que el prospecto se traslade mentalmente al escenario ideal, allí donde está su nueva vida una vez no haya dolor.

Ten en cuenta que el deseo de compra es algo natural del ser humano. Natural e incontrolable. A todos, absolutamente a todos, nos encanta comprar; lo que detestamos es que nos vendan. Por eso, el mensaje debe ser sutil, subliminal; debe apuntar más al deseo (bienestar, ilusión) que al dolor (problema). En este punto, los premios, bonos o incentivos son muy útiles.

Por último, está la acción. Que debe ser puntual, sencilla y fácil de ejecutar. Cuando menos pasos deba dar tu prospecto para cerrar la compra, mucho mejor. Además, es importante que el mensaje sea tan claro que lo entienda y lo pueda llevar a cabo tanto una persona que tiene cultura digital como una que es principiante. Y debes hacer UN SOLO llamado a la acción.

Bien sea que el contenido sea un email, un aviso publicitario en redes sociales o un video, solo debe haber un llamado a la acción. Y la idea es que conduzca a ese prospecto a la página de compra, cuyo diseño y funcionalidades deben ser sencillas y precisas. Ah, y no te amarres a que la acción sea únicamente comprar: hay muchas otras acciones que son viables.

¿Por ejemplo? Que se suscriba a tu lista de correo electrónico, que se inscriba en una masterclass o un webinar, que descargue algún documento (e-book, reporte), que vea un video, que asista a una sesión de Clubhouse, que responda una pequeña encuesta, en fin. Eso dependerá de cómo estructures tu estrategia, de cuán cualificado y caliente está tu prospecto.

En este punto, es importante apelar a la escasez y a la pérdida de los beneficios, dos de los más poderosos y efectivos disparadores emocionales. El ser humano se moviliza muy fácil cuando ve una oportunidad que desaparece en poco tiempo y, también, cuando siente que, si no lo compra, después va a arrepentirse. Por supuesto, la combinación es dinamita pura.

Por último, dos puntualizaciones importantes. Primero, si bien el método AIDA se creó para los avisos publicitarios, también es posible utilizarla en textos como el artículo de un blog, un reporte, una presentación, en fin. Segundo, ten en cuenta que, especialmente si lo que quieres es vender, esta técnica es más útil en la medida en que tus prospectos estén listos para comprar.

Un consejo final: antes de correr cualquier campaña con avisos o textos publicitarios basados en la técnica AIDA (o cualquiera otra que utilices), no olvides implementar el test A/B. No asumas que tu texto (contenido) es perfecto, o que producirá sí o sí la acción que esperas. La clave del éxito de esta prueba radica en la adecuada segmentación de las audiencias.

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Contenido ‘evergreen’: 5 beneficios y por qué debes crearlo (y cómo)

Una de las realidades de la era digital, que para muchos supone una gran dificultad, es aquella de tener que generar contenido. En especial, cuando se les aclara que se trata de contenido de valor, no comentarios o stories o reels en redes sociales. Contenido de valor que contribuya a generar confianza y credibilidad, que sustente tu autoridad, que te ayude a posicionarte y a ser visible.

A algunos les provoca sorpresa, porque estaban convencidos de que dar el paso a lo digital consiste en crear un perfil en redes sociales y tratar de vender. Y no los culpo, porque esa es la idea perversa que vender el mercado a través de esos canales. Sin embargo, quizás ya lo sabes, quizás ya lo experimentaste, se trata de un engaño: solo vendes sí y solo sí pagas publicidad.

Hace años, en sus comienzos, era posible vender a través de Facebook. Era posible porque muchas personas veían tus publicaciones, muchas. Sin embargo, desde que los creadores de la plataforma se inventaron el bendito algoritmo esto ya no es posible. No, al menos de forma gratuita. De nuevo, sí y solo sí pagas publicidad. Así es como Facebook puede sostenerse.

Y está bien, porque es un negocio, al fin y al cabo. Lo que está mal es que vendan la idea de que “si tus clientes están en Facebook, tus ventas crecerán”. De hecho, la realidad es que las redes sociales, todas, son más bien una estación intermedia, un punto de enlace, no un destino final. ¿Eso qué quiere decir? Que te sirven para llevar prospectos a tus propiedades digitales.

¿Cuáles? Tu web, tu blog, tu página de ventas. Hoy, en las condiciones que nos imponen las plataformas, las redes sociales sirven en la medida en que tengas la posibilidad de transferir ese tráfico cualificado a donde sí vas a vender. La ventaja de las redes sociales, en especial de Facebook, es que poseen poderosas herramientas de segmentación de las audiencias.

Pero, volvamos al tema del contenido. “Si yo vendo un curso de coaching o una asesoría contable para empresas, ¿para qué necesito publicar contenido?”. Esta es una pregunta que muchos se formulan y con la creen pueden eludir la tarea de crear contenido. Sin embargo, la respuesta es múltiple y encierra la razón del éxito de algunos y la del fracaso de los demás.

Tienes que publicar contenido porque solo así podrás llamar la atención del mercado, despertar la curiosidad de tus prospectos, generar un vínculo de confianza y credibilidad, educar a esos clientes potenciales, nutrirlos con tu conocimiento y experiencias y, una vez hayas derribado sus objeciones y ellos aprecien los beneficios de lo que ofreces, les puedes vender.

Otra vertiente del problema es que nos dicen que puedes ir del punto A (tengo un producto o servicio) al punto B (lo vendo) sin escalas, en un solo paso. Y no, no es posible. El marketing actual no funciona así. De hecho, hasta las grandes compañías, como Apple, BMW o Coca-Cola son generadoras de contenido de valor para atraer, conquistar, educar y nutrir a sus clientes.

Si ellas lo haces, entonces, ¿por qué tú no? Si Apple necesita dar a conocer sus nuevos productos, si BMW necesita posicionar sus nuevos modelos, si Coca-Cola necesita educar a los nuevos consumidores de sus refrescos, ¿por qué tú no deberías hacerlo? Si no lo haces es por una de dos razones: desconoces sus beneficios o, peor aún, tomas la decisión de no hacerlo.

La excusa fácil, la más común, es aquella de “no sé qué publicar”. Respuesta fácil: acerca de aquello de lo que conoces, de lo que eres experto, del área en el que sabes más que el promedio. Compartir contenido apto para principiantes, de esos que poco o nada conocen del tema; apto para intermedios, que tienen una idea, pero necesitan más; y apto para los que saben.

Lo puedes hacer en diferentes formatos, en el que más que acomode, en el que más cómodo te sientas: texto, video, audio. De hecho, mi buen amigo y mentor Álvaro Mendoza nos enseña algo que él llama repropositar, un término surgido del portugués. ¿Qué significa? Reutilizar un mismo contenido en varios formatos, que de un texto salga un video, un audio, una imagen.

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El miedo a generar contenido, porque la verdad que es tan solo miedo (¿o pereza?), surge por la idea, equivocada, de que debes dedicar mucho tiempo a esa tarea. La verdad es diferente: no tienes que hacerlo tú mismo, porque puedes contratar a un copywriter que se encargue de esa tarea; una vez que esté lista la pieza maestra, tu tarea consiste en repropositarla.

Lo que pocos saben es que la clave de la generación de contenido está en la calidad del contenido. Cuanta más calidad tenga, menos contenido tendrás que generar a futuro. ¿Lo sabías? Es lo que se conoce como contenido evergreen o contenido que no caduca, es decir, que sirve o aporta valor el día que se publica, un mes después, pero también un año después.

Para que entiendas claramente la diferencia: el contenido que publicas en redes sociales, en especial las stories y los reels, son efímeros. De hecho, las plataformas están programadas para desaparecerlos en 24 horas. Y el resto de los contenidos, como las fotos, permanecen ahí, pero no son de fácil consulta. Esta, sin duda, es una característica negativa de las redes sociales.

En tu blog, en tu página, en cambio, tú decides qué publicas y cómo lo presentas a tu audiencia. Decides si es contenido efímero o evergreen. La idea, por supuesto, es que las personas que saben que existes, que conocen tu web, regresen a ella tantas veces como sea posible. Eso, claro está, no lo conseguirás si te dedicas a vender, solo a vender.

Ese, justamente, es el valor del contenido: es la carnada que atrapa a tus clientes potenciales y los hace regresar, una y otra vez, a tu web, a tus propiedades digitales. La ventaja del contenido evergreen es que siempre van a encontrar algo nuevo, pero también algo que está ahí hace un tiempo, pero como los buenos vinos no ha perdido su valor. ¿Entiendes?

Para evitar confusiones, veamos qué NO ES contenido evergreen:

– NO ES contenido evergreen lo que publicas en redes sociales, en especial, stories y reels
– NO ES contenido evergreen el que surge de una noticia del día
– NO ES contenido evergreen el que se refiere a tendencias (caducan pronto)
– NO ES contenido evergreen todo aquel que se restringe a un hecho puntual coyuntural

Ahora, ¿qué es contenido evergreen?

Se trata de todas aquellas publicaciones que no pierden vigencia o que, mejor aún, están en condición de ser actualizadas o reencauchadas para que vuelvan a ofrecerse como nuevas (o, al menos, como renovadas). Así mismo, como lo mencioné antes, aquellas publicaciones que nos permiten trasladarlas a un formato diferente al original y llegar a nuevas audiencias.

Hay quienes recomiendan que el ciento por ciento del contenido que produces sea evergreen, pero no estoy de acuerdo. ¿Por qué? Básicamente, por mi formación como periodista. No puedo pasar por alto el valor de lo coyuntural, de la noticia del día que nos ofrece una visión valiosa de un hecho puntual. Aunque pierda vigencia con rapidez, ese es un contenido de valor.

Sin embargo, sí recomiendo que al menos 3 de cada 4 publicaciones que hagas sean no perecederas, es decir, evergreen. En este sentido, debes tener cuidado con los tutoriales, en especial cuando son acerca de herramientas o tecnología, porque esta cambia o desaparece con rapidez. La clave del contenido evergreen es que actualización no signifique reescritura.

Algunos beneficios del contenido evergreen son los siguientes:

1.- Te da visibilidad.
Google y los demás buscadores privilegian los contenidos antiguos que poseen calidad, que tiene más de 1.500 palabras y que, por supuesto, son piezas originales (no burdas copias)

2.- Te posiciona como experto.
Si quieres saber si esa persona que se quiere vender como gurú o experto de un tema en realidad lo es, mira sus contenidos. Si son superficiales o efímeros, no lo dudes: ¡miente!

3.- Genera tráfico cualificado.
En la medida en que publicas contenido de valor, de manera consistente, tu audiencia sabrá que puede confiar en ti, que lo que ofreces no es más de lo mismo, y te seguirá

4.- Facilita la tarea de repropositar.
La dificultad de publicar contenido a diario en las redes sociales comienza cuando tienes que crear contenido nuevo cada día. El contenido evergreen evita este y otros problemas

5.- Es multiformato y multipropósito.
Esta, sin duda, es la característica que más me agrada. Un buen contenido original, sin importar el formato, te sirve para otros canales y para atraer audiencias distintas

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Copywriting: las 5 preguntas que debes responder con tus contenidos

La peor de las tendencias actuales en el marketing y los negocios, dentro o fuera de internet, es esa idea de ir persiguiendo las tendencias del mercado. Que no son tendencias, porque se trata más bien de una corriente que interesa a unos pocos, y que tampoco son del mercado, porque es tan solo de un segmento, de un nicho. Sin embargo, son la palabra de Dios.

El mercado, quizás ya lo sabes, quizás ya lo sufres, es una espesa jungla infestada de fieras salvajes y especies depredadoras. Salvajes, depredadoras y hambrientas, dispuestas para devorarte si les das la oportunidad. Fieras y especies que hacen lo que sea necesario, sin límites o escrúpulos, con tal de conseguir lo que desean. Una jungla en la que no es fácil sobrevivir.

El ámbito del copywriting y la creación de contenidos para campañas de markerting, dentro o fuera de internet, es otra jungla. Muy particular, por cierto, porque además está en pleno desarrollo. Es algo que se antoja curioso, porque a diferencia de lo que muchos creen el copywriting no surgió con internet, hace unos 25 años, sino que es un joven dinosaurio.

¿Eso qué significa? Desde siempre, desde la época de las cavernas, el ser humano utilizó el mensaje ligado a las emociones para comunicarse con otros. Para co-mu-ni-car-se, no para vender. Más adelante, por ejemplo, los monarcas utilizaban a los bufones para divertirse, para que les enseñaran, y estos personajes eran, en esencia, mezcla de copywriters y storytellers.

Al servicio de la publicidad, mientras, hay registros de copywriting que datan de finales del siglo XIX, por allá 1880, aunque tomó fuerza a comienzos del siglo pasado. Hace más de 60 años, cuando la radio y los televisores llegaron a los hogares, el copywriting alzó el vuelo. Fue a través de estos mensajes persuasivos que conocimos decenas de productos y decidimos comprarlos.

Hasta que, a mediados de los años 90, hace poco menos de un cuarto de siglo, internet irrumpió en nuestra vida y no solo la cambió radicalmente, sino que nos enseñó una nueva forma de hacer negocios. Que, por supuesto, también incluyó una nueva forma de formular los mensajes, entendiendo eso de nueva forma como nuevos canales, nuevos formatos, nuevos públicos.

¿Entiendes? Lo nuevo no es el copywriting, sino los canales a través de los cuales podemos transmitir el mensaje, los formatos en los que podemos empaquetar nuestro mensaje y los públicos con los que podemos comunicarnos. Entonces, no te equivoques. En especial, no caigas en la trampa de los depredadoresque quieren engañarte, que solo quieren tu dinero.

¿Cuál trampa? Aquella de creer las mentiras que han hecho carrera en el mercado. La primera, que el copywriting es un recurso nuevo. Solo debes preguntarle a Mr. Google y te responderá de manera contundente para desmentir esa tendencia. La segunda, que el copywriting es solo para las grandes empresas cuando en realidad lo que más los necesitan son los emprendedores.

¿Por qué? Porque una empresa grande, del tipo Apple, Coca-Cola o Mercedes-Benz, que cuenta con millonarios presupuestos para campañas publicitarias, puede posicionar un producto muy fácilmente. Una campaña masiva en pocos días logrará milagros. En cambio, un emprendedor, un pequeño empresario como tú, no tiene esa capacidad, no tiene esos millones.

Además, no debes olvidar que hoy el mercado es distinto al del siglo pasado. Principalmente, porque la oferta supera por muchas veces la demanda, porque cada día hay más competencia. Y la peor locura que puedes cometer es aquella de intentar competir por precio, porque es el momento en el que caes en las garras de los depredadores, de las fieras, y te devoran entero.

La tercera mentira es que si utilizas el copyriting en tus estrategias vas a vender más. Esta es una de las piedras con las que más fácilmente tropiezan los emprendedores, en especial, los novatos. Por lo general, pagan fuertes sumas a agencias de publicidad que les prometen el oro y el moro, pero que desaparecen como por arte de magia cuando no producen resultados.

La mentira consisten en que el copywriting no es lo que vende: lo que vende es el buen marketing que hay detrás, el que soporta tu estrategia de contenidos. Puedes contratar al mejor copywriter del mundo, al mejor equipo de copywriters, pero si no hacen un buen marketing, ¡no vendes! Recuerda: el público hoy, está más informado, está más educado.

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Entonces, no suele caer en las mismas trampas de antaño. No tan fácilmente. Con un agravante: en estos tiempos moderno, gracias a la tecnología nada queda oculto. La cuarta mentira es que si compran unas buenas plantillas tus copys serán irresistibles. Ninguna plantilla es buena simplemente porque va en contra de un principio crucial: lo auténtico.

Es decir, por un lado te dicen que tienes que ser diferente, único y contar con una propuesta de valor que nada más ofrezca. Por el otro lado, simultáneamente, te venden plantillas (con la promesa de que hace magia, es decir, venden millones de dólares), que son las mismas que les ofrecen a todos en el mercado. ¿Y la diferenciación? ¿Y la unicidad? ¿Y la propuesta de valor?

El punto de partida de un buen copywriting es la imaginación, la creatividad que desarrolles, la información que poseas, la honestidad con que hagas tu trabajo. Claramente, el copy+paste no vale, es un engaño, una estafa (y eso, precisamente, son las benditas plantillas). Luego está el conocimiento de las necesidades y de las aspiraciones de tu cliente, de los beneficios de lo que ofreces.

Un buen copy debería responder con suficiencia las siguientes preguntas (¡OJO!, no es una plantilla, sino un modelo que aplico con éxito en mi trabajo):

1.- ¿Qué hay aquí para mí?
La rueda, quizás lo sabes, fue inventada hace mucho tiempo. Y no vale la pena reinventarla. Puede decirse que todo ya fue inventado, así que no te mates la cabeza tratando de vender la idea de que lo tuyo es exclusivo, nuevo, revolucionario. Tu cliente quiere saber si en verdad estás en capacidad de solucionar su problema, de calmar su dolor, de llevarlo adonde quiere ir.

2.- ¿Por qué debo comprarte a ti?
Si te enamoras de las características de tu producto, le restarás valor. En cambio, si te centras en resaltar los beneficios que ofrece le agregarás valor. En otras palabras, los beneficios son la transformación que tu producto/servicio está en capacidad de producir en la vida de quien lo compra. Son únicos y distintos de lo que ofrece la competencia y la razón para que te elijan.

3.­ ¿Qué pierdo si no lo compro?
No te quedes en identificar y agitar el dolor. Es necesario hacerlo para atraer la atención y despertar la curiosidad de tu potencial comprador, pero debes ir más allá si quieres que te compre. Explícale por qué es lo que necesita, por qué no puede perder esta oportunidad, por qué es justo ahora el momento para adquirirlo. El dolor de la pérdida es muy poderoso.

4.- ¿Qué gano si lo compro?
El objetivo del copywriting es darle a tu prospecto razones para justificar la acción que tú le propones. Desde el comienzo, si logras conectar con sus emociones, él quiere comprar, pero necesita que le ayudes a liberarse de la culpa. Muéstrale cómo será su vida si soluciona el problema que lo aqueja, si se termina el dolor que quita la tranquilidad, si cristaliza sus sueños.

5.- ¿Cómo sé que es lo que necesito?
Esa es la labor del copywriting. Tus contenidos deben apuntar a educar a tu prospecto, a nutrirlo con información de calidad que le permita identificar claramente el valor de lo que le ofreces y, en especial, diferenciarlo de lo que brinda la competencia. Educarlo significa que él sea consciente de su necesidad, que entienda y acepte su problema y quiera solucionarlo.

No te dejes llevar por las tendencias, que no son más que mentiras bien disfrazadas. El copywriting no es nuevo, ni es una moda. Desde hace más de 100 años es una de las más poderosas herramientas del marketing, solo que ahora se popularizó gracias a internet. Y olvídate de vender más por la magia de las palabras: sin buen marketing, ¡no venderás!…

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Te comparto la clave de mi éxito como escritor (y no es talento)

Comenzar a escribir sin que el proceso termine en una rápida frustración o que se convierta en una tortura es una de las tareas más difíciles para cualquier persona. Algo que, en términos normales, no debería ocurrir, en virtud de que a todos, absolutamente a todos, nos enseñan a escribir en la escuela primaria. Y, además, porque escribimos todos los días de nuestra vida.

Mi amigo y mentor Álvaro Mendoza suele decir que una vez que aprendes a montar en bicicleta, jamás se te olvida. Aunque pasen años sin pedalear, cuando retomas es como la primera vez: después de unos cuantos metros de recorrido, eres un experto”. Con la escritura sucede exactamente lo mismo: una vez que aprendiste, nunca vas a olvidar cómo hacerlo.

Por eso, resulta insólito y prácticamente inaceptable que alguna persona, un adulto que cursó la primaria, la secundaria, que se formó en la universidad y que eventualmente tiene un título de un grado superior (maestría, diplomado, especialización) te diga “yo no sé escribir”. Cuando escucho esas cuatro palabras, de inmediato viene a mi cabeza la pregunta obvia. ¿Sabes cuál?

¿Cómo hiciste, entonces, para aprobar todas las materias en ese recorrido? ¿Cómo hiciste para estudiar?Porque una buena parte del estudio consiste en tomar notas, en escribir ensayos o informes, en responder exámenes o pruebas (las orales son menos frecuentes). ¿Si en verdad no sabes escribir, cómo aprobaste? Ahora, algo distinto es que no eres un escritor profesional.

Y no necesitas serlo, vamos a dejarlo claro. De la misma manera que, por ejemplo, no tienes que ser profesional del tenis y vencer a Roger Federer para disfrutar el juego los fines de semana con la familia o los amigos. Ni tienes que ser un chef laureado con estrellas Michelin para preparar un delicioso asado, un lomo al trapo o un rico arroz para tus invitados.

El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que nos han metido en la cabeza la idea de que “tienes que escribir muy bien”. Y ese “muy bien” es mejor que Gabriel García Márquez. Y no, no lo vas a conseguir. Aunque te esfuerces mucho, aunque trabajes mucho, aunque dediques mucho tiempo, no lo vas a conseguir. Esa es la cruda realidad.

Sin embargo, eso no quiere decir, de manera alguna, que no puedas ser un buen escritor o que, simplemente, no puedas escribir bien. Puedes hacerlo, eventualmente puedes hacerlo bastante bien, mucho mejor que el promedio de las personas. Claro, necesitas algún aprendizaje especializado y, en especial, práctica, mucha práctica, de la que hace al maestro.

Te confieso algo: por allá en el año 1998, cuando hacía mis primeros pinitos como periodista integrante del equipo de la Revista ALÓ, recién salido de la universidad (no graduado), recibí cálidos elogios por mi trabajo. De hecho, me asignaban con frecuencia los temas más importantes, las entrevistas de personajes como Raphael, Rocío Dúrcal o María Eugenia Dávila.

Y fueron esos escritos los que, además, me abrieron las puertas del periódico El Tiempo, por aquel entonces el más importante del país, el paraíso para un aprendiz de periodista. Hoy, sin embargo, veo esos artículos que me publicaron y siento pena. ¡Me parecen terribles! La redacción es enredada, se nota la inexperiencia y temo haber desaprovechado a los personajes.

Por supuesto, sé que era parte de un proceso. Hoy, cuando me aproximo a los 35 años de trayectoria, he mejorado mi estilo un millón por ciento, me he convertido en un escritor profesional y mis textos despiertan cálidos elogios. Que no me obnubilan, pero que sí me motivan y me indican que algo se ha avanzado en este difícil proceso de ser un escritor.

Algunas personas me dicen que tengo mucho talento (gentileza que les agradezco) y otras más arriesgadas me dicen que hago magia con las palabras (algo que, discúlpenme, no creo posible). Honestamente, creo que mi éxito es haberle hecho caso a Gabo: “Escribir es un 99 por ciento de transpiración y un uno por ciento de inspiración”. Y sí, llevo casi 35 años transpirando.

Casi todos los días, porque casi todos los días escribo. Hasta podría decir que un día sin escribir es un día incompleto. No solo que es mi trabajo, que vivo de ello, sino que, especialmente, lo disfruto. Y mucho. Esta, sin duda, es la clave del éxito: que escribir, para mí, no es un trabajo, no es una obligación, sino un placer, una actividad que me permite expresar lo que soy.

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¿Talento? Todos, absolutamente todos, tenemos el talento. ¿Aprendizaje? Como mencioné al principio, todos, absolutamente todos, aprendemos a escribir en la niñez. Claro, hay un factor determinante que es la práctica continua, pero créeme que no es suficiente. Y tampoco, aunque lo parezca, es lo más importante: este es un rubro reservado para el método.

¿Qué es método? Para comenzar, es mucho más que la rutina, que es indispensable. Nadie, absolutamente nadie, puede escribir si carece de una rutina. Escribir, lo he mencionado antes, es una habilidad incorporada en todos los seres humanos, pero explotada por unos pocos. Una habilidad que exige una rutina que se manifiesta en disciplina, constancia, responsabilidad.

En este apartado, hay varios problemas comunes. Para comenzar, el tema de la tal inspiración, que no existe. Existen, sí, la imaginación y la creatividad, dos poderosos recursos que seguro tú tienes. Sin embargo, son muchos los que se quedan a la espera de la llegada de la musa, que no aparece ni en sueños. Esta, créeme, es tan solo una excusa fácil para justificar los miedos.

En segunda instancia, estos, los miedos. “No puedo hacerlo”, “No sé escribir”, “No tengo tiempo” y otros tantos. Miedos que son muy fáciles de disipar, porque su origen es casi siempre el mismo: que nunca lo intentas. Cuando en verdad le pongas interés, trabajes y te des una oportunidad, verás cómo cambian los resultados. Pero, ¡tienes que comenzar!

En tercer lugar, las benditas expectativas. Que son exageradas, que carecen de sustento. Porque si no has desarrollado la habilidad, si no tienes una rutina establecida, sino has creado tu propio método, más temprano que tarde te vas a frenar, te vas a bloquear. Pero, no porque te falten imaginación o creatividad, sino porque abordas la situación de manera equivocada.

No puedes pretender ser un campeón de tenis después de la primera clase, es claro. Escribir es, de muchas formas, algo similar al golf. ¿Alguna vez lo jugaste? Yo lo hago a nivel recreativo, con un nivel muy discreto, pero lo disfruto. Por eso, justamente por eso: porque es similar al proceso de escribir. Sobre todo, porque es un reto personal, porque el rival eres tú.

En una ronda de golf, puedes dar entre 65 y 140 golpes, si eres muy bueno o muy malo. Sin embargo, cada golpe es distinto, una nueva experiencia. Y pegarás algunos sobresalientes, de esos que no se olvidan, que justifican el tiempo invertido y que hacen olvidar los demás (los malos). Escribir es así: a veces lo haces muy bien y otras, sincera y tristemente mal.

Lo importante es que no te desanimes por los malos golpes (que, por supuesto, no son agradables y es difícil aprender a digerirlos), como tampoco por los malos escritos. En la medida en que perseveres, en que practiques, en que desarrolles la habilidad y tengas una rutina y un método propio, mejorarás. Quizás no llegues a ser un buen jugador, pero mejorarás.

Ah, y no olvides el último componente, que es indispensable: el mentor o el profesor, como prefieras llamarlo. Aunque no quiera ser competitivo, un golfista necesita de vez en cuando tomar unas clases, atender los consejos del profesional. Si eliges hacerlo por tu cuenta y riesgo, de manera intuitiva, te demorarás mucho en avanzar y disfrutarás mucho menos.

Comenzar a escribir sin que el proceso termine en una rápida frustración o que se convierta en una tortura es posible, créeme. Cualquiera lo puede hacer, ¡tú lo puedes hacer!, sin duda. Dejar atrás los miedos, aceptar el reto de escribir, de adentrarme en nuevos géneros y probar formatos distintos me ha permitido ser mejor escritor y, también, una mejor persona.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que a través de la escritura, de mi trabajo como escritor, como periodista, como copywriter, puedo cumplir el propósito de mi vida. No era el único camino para conseguir el objetivo, pero no me cabe duda de que es el más acertado y, como ya lo mencioné, el que más disfruto. Y al fin de cuentas de eso se trata la vida, ¿no?

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Las 3M que te evitarán caer en una comunicación tóxica

No soy padre, pero, quizás por la magia de la empatía, siempre tuve buen feeling con los niños. Por eso, me causa algo de sorpresa y un poco de risa cuando mis amigos, que sí son padres (en especial, con niños de edades entre 6 y 16 años), se quejan de las dificultades que enfrentan a la hora de comunicarse con ellos. “Los chicos de hoy vienen de otro planeta”, suelen decir.

No cabe duda de que se trata de una gran contradicción, una penosa contradicción. ¿Por qué? Porque es justamente la capacidad para comunicarnos de diversas formas lo que nos hace a los seres humanos distintos del resto de las especies que habitamos este planeta. No nos damos cuenta de que, al renunciar a esa poderosa capacidad, renegamos de nuestra esencia.

Y quizás tampoco somos conscientes de que esa mala comunicación o, peor, esa imposibilidad de comunicarnos adecuadamente con otros es el origen de la mayoría de los problemas y de los conflictos que nos amargan la vida. No hay nada más tóxico que una mala comunicación, que una comunicación problemática, llena de ruido. Y eso, créeme, sí lo he experimentado.

No solo en carne propia, sino también, en cuerpo ajeno. ¿Cómo así? A través de mis clientes, de los emprendedores que me han dado el privilegio de compartir con ellos mi conocimiento y experiencia para ayudarlos a conectar con el mercado con sus clientes. Un problema que se manifiesta de comienzo a fin del proceso de marketing y que se traduce en que no venden.

Y este, por supuesto, es un resultado que nadie desea. Lo malo es que la mayoría de las veces, casi siempre, atribuyen el origen del problema al factor equivocado. Por lo general, culpan al vilipendiado embudo de marketing, que tan solo es el reflejo de tus acciones y decisiones. En otras palabras, ven el problema río abajo, cuando en realidad se encuentra en el origen.

En su libro 8 Reglas de los emprendedores exitosos (récord de descargas en internet, lo puedes descargar gratuito aquí), mi amigo y mentor Álvaro Mendoza nos dice que la clave del éxito de una estrategia de marketing está en las 3M. ¿Sabes cuáles son? Mensaje, Medio y Mercado. Lo demás, incluida una eventual venta, vendrá después, pero estará determinado por las 3M.

Si eliges el mensaje equivocado, no lograrás que les llegue a las personas adecuadas, aquellas que en verdad necesitan lo que tú puedes ofrecerles. Aunque tu mensaje sea el correcto, si eliges el medio que no corresponde, se perderá en el vacío. Por ejemplo, si publicas en Facebook, pero tus clientes potenciales están en TikTok o en YouTube. Nadie te atenderá.

Finalmente, aunque mensaje y medio sean los adecuados, los convenientes, si se transmite al mercado equivocado no pasará nada. ¿Quién es el mercado adecuado? Todas las personas a las que eso que ofreces, un producto o un servicio, un mensaje o una experiencia personal que te dejó grandes enseñanzas, les puede servir, les puede ayudar a solucionar un problema o dolor.

Los problemas que se presentan con las 3M del marketing tienen un origen común: la definición del avatar o, dicho de otra manera, el perfil de tu cliente ideal. ¿Por qué? Porque la concepción que tenemos del cliente ideal no es la real. ¿Lo sabías? Asumimos que todo aquel que toca la puerta de nuestra empresa, negocio o emprendimiento es un cliente ideal, pero no es así.

Deberíamos hablar, más bien, de cliente real. Porque el cliente ideal es aquel que ya sabe quiénes somos, qué hacemos y qué le ofrecemos. Aquel con el que ya establecimos un lazo de confianza y credibilidad y con el que ya sostenemos una interacción, una conversación a través de diferentes canales, dentro y fuera de internet. Y esa clase de clientes son la inmensa minoría.

Uno o máximo dos de cada diez que hay en el mercado. Y más en estos tiempos modernos en los que claramente la demanda supera la oferta. Los que abundan son clientes potenciales o prospectos fríos, es decir, personas que no saben quién eres, qué haces y qué les ofreces. Que, por ende, no han establecido un vínculo de confianza y credibilidad y que no te van a comprar.

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No en ese momento, al menos. De hecho, son personas que no quieren saber nada de una venta. Si tocan la puerta de tu empresa, negocio o emprendimiento es solo porque con tu mensaje atrajiste su atención y despertaste su curiosidad. Y quieren saciarla. Después, una vez termine esa etapa, si lo que recibieron fue satisfactorio, darán el segundo paso del proceso.

El problema es que, dado que asumimos que se trata de clientes ideales, intentamos venderles desde el comienzo. ¿Y qué recibimos? Un rechazo rotundo. Generamos malestar, provocamos desconfianza, cuando lo que intentábamos era justamente lo contrario. En vez de atraerlos, de despertar su curiosidad, lo que hacemos es alejarlos, establecemos una barrera que nos separa.

¿Se te antoja similar a lo que les ocurre a los padres con sus hijos entre 6 y 16 años, principalmente? No es solo que parezca que vienen de otro planeta, sino que no sabemos cómo comunicarnos con ellos. Elegimos mal el mensaje o el canal, o las dos opciones. Elegimos mal el mercado, es decir, intentamos comunicarnos con un adulto, no con un niño o un adolescente.

Entonces, claro, no nos entendemos, no nos escuchan, no hay interlocución. Más bien, hay ruido, hay distorsión de la comunicación. Entonces, cualquier comunicación que intentamos termina mal, los mensajes son malinterpretados y en vez de conseguir entendimiento y armonía lo que obtenemos es discordia, malestar. ¿Lo peor? Sucede todo el tiempo.

¿Sabes por qué? Porque permitimos que las emociones determinen nuestro mensaje, las que conduzcan nuestra comunicación. Y, seguramente ya lo aprendiste, seguramente ya lo sufriste, las emociones son traviesas, inquietas y, sobre todo, son malas consejeras. Entonces, debemos aprender a comunicarnos con las emociones, no a través de las emociones. Y no es un acertijo.

Las emociones también tienen su punto débil, son frágiles. A veces, inclusive, son ingenuas. Bien sea que quieras comunicarte con un hijo de la generación centenial o con un cliente frío, debes apelar a sus emociones, su punto débil. En este punto, sin embargo, es menester hacer una aclaración pertinente: en realidad, solo existen dos emociones, que son el amor y el dolor.

¿Lo sabías? Las demás, todas las demás que comúnmente llamamos emociones, son solo las manifestaciones de estas, manifestaciones de amor (o placer) y de dolor. Alegría y tristeza, risa y llanto, afecto y celos… Cada una tiene una cara opuesta. Si no entiendes la diferencia entre emociones y manifestaciones de las emociones, estás perdido, no podrás comunicarte.

O tendrás muchas dificultades para hacerlo. O tus mensajes te conducirán directo a conflictos y discusiones. Y cada vez que intentes comenzar una conversación, te enfrentarás a un muro muy alto, muy grueso, contra el que tus palabras se estrellarán. Y tus mensajes destruirán en vez de construir, derribarán puentes en vez de levantarlos. ¿Esta situación te es familiar?

La habilidad de la comunicación, en especial a través de la palabra, es una cualidad única del ser humano, una característica que lo distingue del resto de las especies que hay en el planeta. Una habilidad diseñada para establecer relaciones armónicas con los demás, inclusive con nosotros mismos. Si no la desarrollamos, si no la optimizamos, la vamos a pasar muy mal.

¿Cómo hacerlo? Acude a las manifestaciones de las emociones para activar las emociones básicas, el amor y el dolor. Las emociones son reacciones psicofisiológicas automáticas y espontáneas que no podemos controlar. Ese es su gran poder, de ahí que si aprendemos a utilizar ese poder vamos a estar en capacidad de construir mensajes impactantes.

Moraleja: las 3M de las que nos habla Álvaro Mendoza en 8 Reglas de los emprendedores exitosos no solo son la clave del éxito en el marketing. También son la clave del éxito en la comunicación. Lo mejor es que podemos aprender a utilizaras, a aprovecharlas, de manera muy sencilla. Ponlas en práctica y verás cómo, en corto tiempo, cambian los resultados.

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Los 8 elementos indispensables de una historia memorable

Sentarnos en el regazo del abuelo (o de la abuela) y, paciente y silenciosamente, escuchar sus historias, sus relatos, sus experiencias, es algo que no se paga con todo el dinero del mundo. Muchos fuimos bendecidos con muchos de estos momentos, en especial durante la infancia, que nos dejaron no solo gratos recuerdos, sino también muy valiosas lecciones de vida.

Contar historias y escuchar historias es algo inherente al ser humano. Por naturaleza, todos, absolutamente todos, somos contadores de historias, lo que en el mundo del marketing se conoce como storytellers. La razón es muy clara: por un lado, todos somos parte de una red de historias y, por otro, estamos rodeados de historiasque componen el rompecabezas de la vida.

No estamos aquí, en este mundo, por casualidad. Cada uno de nosotros es el fruto de una historia entre dos personas, nuestros padres. Y, quizás lo mejor, llegamos para escribir nuestra propia historia y, también, para ser parte de la historia de la vida de otras personas. A veces, de manera fugaz; otras, como protagonistas, como héroes, como lecciones o aprendizajes.

Todo lo que sucede a nuestro alrededor, absolutamente todo, determina nuestra historia, la condiciona. Por ejemplo, el lugar donde nacimos, el país y la ciudad. Porque, por supuesto, no es lo mismo nacer en Bogotá (Colombia) que hacerlo en Seúl (Corea del Sur), en el campo o la ciudad, en las montañas o al borde del mar. Este contexto determina nuestra historia.

Muchos de los factores que nos condicionan están lejos de nuestro alcance. Los que acabo de mencionar, así como la familia y las circunstancias en las que nacemos, las oportunidades de las que disfrutamos. De manera especial, el barrio en el que crecimos (nuestro pequeño mundo), el colegio en el que nos educamos, las amistades y relaciones que forjamos.

Hay, sin embargo, otros factores que determinan nuestra historia y que elegimos de manera consciente o inconsciente. Por ejemplo, los libros que leemos, la música que escuchamos, los lugares a los que viajamos, la comida que disfrutamos, la ropa que vestimos, la profesión que estudiamos, los trabajos que desempeñamos y hasta las mascotas que nos acompañan.

Nada, absolutamente nada, es casual. Aunque no sea una decisión consciente, no es casual. Siempre hay una razón, un porqué. A veces, logramos unir las piezas y armar el rompecabezas, mientras que otras historias quedan abiertas, con cabos sueltos, sin punto final. A veces, nos vemos involucrados en historias que no comprendemos, que pasan rápido, sin dejar huella.

Una de las situaciones tristes de la vida es que muchas personas no saben que son los protagonistas de su propia vida. Y, peor todavía, se limitan a ser actores secundarios de la vida de otros, roles de esos que nadie recuerda, que pasan inadvertidos. Otros, mientras, asumimos el riesgo de ser héroes o villanos, a cambio del privilegio de escribir nuestra propia historia.

Si eres una de esas personas, sabrás que a veces es una comedia con final feliz, pero otras nos involucran en películas de terror que nos hacen sufrir o en dramas que nos producen llanto. Es porque, como mencioné al principio, no estamos solos: hay otras personas, otros actores, que condicionan nuestra historia, que la determinan, que modifican y reescriben el libreto original.

Lo que debemos aprender es que, nos guste o no, estemos de acuerdo o no, todos estamos en este mundo para escribir una historia propia. Una historia que, quizás no lo sabes, puede llegar a ser fuente de inspiración para otros. De hecho, y esto es lo que se me antoja apasionante, cada uno está en capacidad de ser el héroe de la historia de aquellos que nos necesitan.

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Si eres padre, seguramente lo sabes, lo has vivido. Estás conectado emocionalmente, a través de un vínculo muy fuerte, a esa personita que te mueve el piso con sus travesuras, su ternura, su alegría o la cara opuesta (dolor, debilidad). Y haces lo que esté al alcance de tu mano para convertirte en el héroe de su historia, para garantizar que su historia tenga un final feliz.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que puedes replicar esto mismo en todas y cada una de las actividades de tu vida, inclusive, en el ámbito laboral. Especialmente si eres emprendedor, si aprovechas tus dones y talento, tu conocimiento y experiencias, estás en capacidad de generar un impacto positivo en la vida de otros. Puedes convertirte en el gran héroe de sus historias.

Hoy, dado que 9 de cada 10 personas que tocan a tu puerta son prospectos fríos, es decir, que todavía no están en disposición de comprar (y mucho menos quieren que les vendan), tu tarea consiste en educarlos, nutrirlos y entretenerlos. ¿Cómo? A través de contenido de valor, de buenas historias. Que es más fácil de lo que crees si tu historia reúne estos 8 elementos:

1.- Una idea (solo una).
Uno de los errores más frecuentes, y que se puede evitar de una forma sencilla, es que la mayoría de las personas quieren contar tooooodas las historias de su negocio, de su vida, en una sola historia. Y no es conveniente, ni posible. Una buena historia parte de una única idea, precisa, que tiene un principio y un final. El resto de tus ideas déjalas para otras historias.

2.- Un propósito (uno solo).
Una faceta distinta del mismo problema. Hay quienes quieren abarcar mucho y al final no aprietan nada, como dice el dicho. Establece un objetivo que quieras conseguir con esa única idea y preocúpate por alcanzarlo. Un propósito bien definido te ayuda a darle fuerza a tu historia y, además, potencia a los protagonistas, además de que facilita la comprensión.

3.- Un contexto (ambiente).
La mayoría de las malas historias que vemos por ahí es la falta de un contexto. Son historias que surgen de la nada y que no llegan a ningún lugar. Es como si fuera una bocanada de humo que se la lleva el viento con rapidez. El contexto es a tu historia lo que los cimientos a un gran rascacielos: el soporte, lo que le da solidez. El contexto explica el porqué de la historia.

4.- Un conflicto (uno solo).
Y, valga decirlo, no tiene que ser de las dimensiones de una Tercera Guerra Mundial. Un conflicto es algo que incomoda a tu protagonista, que le provoca ansiedad, que no lo deja dormir tranquilo. Debe ser uno solo, para que la historia no se disperse, para que no pierda fuerza. Debe tener un origen claro y, algo muy importante, una solución posible.

5.- Protagonista y antagonista.
Es necesario que hay otros actores, pero tu historia debe definir muy bien al protagonista (el bueno) y al antagonista (el malo). Que no pueden ser superhéroes, sino seres de carne y hueso para que la credibilidad de tu historia no se debilite. La rivalidad, el origen del conflicto entre estos dos, debe estar claramente definido y los hechos no deben salir del ámbito de la realidad.

6.- Un héroe.
Que, en ocasiones, puede ser el mismo protagonista. En el ámbito de los negocios, sin embargo, el héroe eres tú, el emprendedor que con su conocimiento, experiencia y pasión está en capacidad de brindarle al mercado, a cada uno de sus clientes, una solución efectiva a su problema, a su dolor. Un héroe creíble que es omnipresente, pero que no asume el rol del protagonista.

7.- Un punto bisagra.
Infaltable. Es el antes y el después de tu historia, aquel momento de la trama en la que el rumbo de tu relato cambia radicalmente y, por supuesto, a favor de tu protagonista. Es ese momento en el que héroe y protagonista se unen para vencer al antagonista, cuando logran la victoria en la batalla final. Es vital que haya coherencia en el relato para justificar este punto.

8.- Final feliz y moraleja.
Una historia sin final feliz no transmite, no emociona, no impacta (y, por ende, no vende). Todos, absolutamente todos, queremos vivir o ser protagonistas de historias felices. Mientras, la moraleja es la lección, el aprendizaje que nos queda de esa situación, la transformación que tu cliente experimentará una vez reciba lo que le ofreces. Una historia sin moraleja no sirve.

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10 preguntas que solo puedes responder con tu página web

Crear su propia web es el deseo de muchos, en especial de aquellos que tienen un negocio o que, quizás, dan los primeros pasos en esa incierta aventura del emprendimiento. De acuerdo con el portal InternetStatsLive.com, una de las autoridades en el tema, hay más de 1.900 millones de páginas web y cada día se publican más de 5,3 millones de post. ¡Una completa locura!

Recuerdo que cuando comencé a trabajar con sitios web, por allá en 1997, el tema era bien complicado. Dependías de un ingeniero de sistemas que, por lo general, hacía lo que le venía en gana y no lo que le pedías y, fuera de eso, cobraba a su antojo. Como no había competencia, tampoco había remedio. Además, las herramientas eran escasas, complejas y poco intuitivas.

Al comienzo, se trabajaba con código html, de ahí la necesidad de un experto. Luego, llegó la que creíamos iba a ser la solución: Dreamweaver. Si alguna vez trabajaste con este programa, sé que, como yo y muchos otros, sufriste severos dolores de cabeza y estuviste al borde de un ataque de nervios. Por fortuna, luego aparecieron los famosos CMS (Content Management System).

Con este recurso, fue más fácil la creación y, sobre todo, la gestión de las webs. Y los dolores de cabeza se terminaron cuando surgió WordPress, a finales de mayo de 2003. Tras él aparecieron los maquetadores web como Elementor, Divi, Thrive y otros más. Algunos son gratuitos y otros, de pago. Son plugins muy poderosos que permiten que cualquier persona cree una web sencilla.

El problema, porque siempre hay un problema, es que aquello de cualquier persona no debe tomarse literalmente. ¿Por qué? Porque si bien la herramienta es sencilla e intuitiva, si no posees un conocimiento básico o careces de paciencia, puedes revivir aquellas épocas del Dreamweaver. Y no te lo recomiendo, por supuesto. Lo mejor es que acudas a un experto que te dé una ayuda.

Cuando tomé la decisión de crear mi página web, a mediados del año pasado, le encargué esa tarea a una persona experta, conocedora no solo de las herramientas, sino también de las estrategias de marketing. Esto, créeme, es muy importante. Porque puedes contar con las mejores y más poderosas herramientas, pero si no las respaldas con buen marketing de nada te sirven.

Y dejemos claro de una vez por todas que buen marketing no significa vender, solo vender. Se trata, básicamente, de servir. Y este, que parece solo un dilema semántico, es el origen de los problemas que enfrentan empresas, empresarios y emprendedores cuando crean su web. Es decir, se enfocan exclusivamente en promocionar en producto, en vender, y ahuyentan a los lectores.

¿Por qué? La razón nos la ofrece la sicología: al ser humanos (a todos, sin excepción) nos encanta comprar, pero simultáneamente odiamos que nos vendan. Por eso, huimos de la publicidad en la televisión o la radio; por eso, instalamos bloqueadores de avisos en el navegador web; por eso, rehusamos dar nuestros datos en establecimientos comerciales o medios de comunicación.

Sabemos que a vuelta de correo o a través de las diversas plataformas de mensajería instantánea solo vamos a recibir correos basura, ofertas y más ofertas. Poco o casi nada de real valor. Y, tristemente, lo mismo ocurre con muchas páginas web: como decimos en Colombia, muestran el cobre muy rápido, es decir, dejan ver cuál es su única intención: vender. Y nos sacan corriendo.

Otra arandela del tema es que, si eres un profesional y vives de vender tus productos o servicios, necesitas una página web. No es un lujo, ni una opción: es una exigencia del mercado. ¿Por qué? Porque en los ámbitos laboral y de los negocios, hoy, en pleno siglo XXI, si no eres visible, no existes; si no te conocen, nadie te prestará atención; si no saben quién eres, nadie te comprará.

Crear y, sobre todo, sostener a largo plazo una página web es tan fácil o tan difícil como quieras. ¿Cómo así? Será fácil en la medida en que seas disciplinado, en que te comprometas con tu carrera y con tu negocio, en que establezcas una estrategia. Recuerda: la improvisación es muy mala consejera. Será muy difícil, mientras, si lo ves como una carga, como algo secundario.

Estos son los 10 interrogantes del mercado que debe responder tu página web:

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1.- ¿Quién eres y qué haces?
El Quién soy es uno de los elementos imprescindibles de tu web y uno de los más visitados. Sin embargo, no cometas el común error de limitarte a tus títulos académicos, cargos laborales y hazañas. Eso a nadie le interesa. Lo que el mercado quiere saber es qué te hace distinto y mejor que la competencia, cuál es esa historia de vida que te convierte en una propuesta de valor.

2.- ¿Qué problema resuelves?
Olvídate del complejo de la navaja suiza. ¿A qué me refiero? A presentarte como la solución ideal a mil y un problemas. Nadie te lo cree. A partir de tu conocimiento y experiencia, establece límites y fija 3-5 opciones atractivas para el mercado. Ojo: deben ser complementarias, pues la coherencia es muy importante para generar confianza y credibilidad. Sé muy específico al definir el problema.

3.- ¿Qué solución específica ofreces?
Cuanto más detallada y concreta sea esa solución, mucho mejor, tendrá más peso. Debes exponerla sin rodeos, sin adornos. En este punto, es muy importante que tu cliente potencial sepa lo que pones a su disposición y, en especial, cómo conseguirlo. ¿Un lead magnet? ¿Un curso? ¿Una consultoría? También es clave establecer para quién sí y para quién no es lo que ofreces.

4.- ¿Cómo es el paso a paso de la solución?
Este es uno de los temas que se suelen dejar en el aire y que, por ende, generan más objeciones por parte de los potenciales clientes. Tan importante como la propia solución y como el precio es que esa persona sepa qué tiene que hacer, qué se espera de él, cuál es su compromiso. Eso evita que piense que es algo mágico o perfecto y ayuda a que entienda que él es parte de la solución.

5.- ¿Cómo va a recibir tu cliente lo que compró?
Por supuesto, la respuesta está determinada por lo que vendas, un producto o un servicio. Este es otro de los aspectos que suscita inquietud y preocupación por parte de tu cliente potencial, así que es necesario que seas preciso. No le dejes espacio a la imaginación, a que crea que va a recibir A, cuando lo que ofreces es B. ¿Entiendes? Y es importante que sepa qué procedimiento seguir.

6.- ¿Qué beneficios obtendrá y a qué costo?
No es estrictamente necesario incluir el precio de tu producto o servicio. Depende de cuál sea la estrategia que vas a seguir. Publicarlo ahuyenta a la familia Miranda, los que todo lo quieren gratis. No hacerlo no será un impedimento para aquellos que en realidad están interesados. Los beneficios son los resultados que experimentará esa persona en su vida, la transformación.

7.- ¿Hay alguna política de garantía?
Ten en cuenta que este es un requisito indispensable en algunos países, exigido por ley, y que el mercado también solicita en especial cuando se trata de productos físicos (tangibles). Si lo que vendes es un intangible (servicio), asegúrate de que tu cliente potencial sepa qué va a recibir y, sobre todo, cuál es su compromiso. Que sepa que el resultado lo determina él mismo.

8.- ¿Quiénes avalan tus resultados?
Los testimonios son fundamentales para derribar objeciones y para generar confianza y credibilidad. Si eres nuevo en el mercado y todavía no tuviste clientes satisfechos, puedes ofrecer una consultoría gratuita o un producto de muestra. Lo importante es que en la medida en que vendas y haya personas que puedan hablar bien de ti y de tus servicios obtengas sus testimonios.

9.- ¿De qué forma te pueden contactar?
Los datos de contacto son mucho más que enlaces a tus perfiles en las redes sociales, que pueden ser intrascendentes. Es fundamental una dirección de correo electrónico a través de la cual sea posible comunicarse contigo de forma privada, personalizada. En los últimos tiempo, también cobró importancia el enlace a tu cuenta de WhatsApp, un canal cada vez más utilizado.

10.- ¿Cómo aportas valor a tu audiencia?
El blog no puede faltar. Entiende que tu página web, por muy bonita y bien escrita que esté, es tan solo una pista de aterrizaje. Tu tarea consiste en que esas personas no sean solo pasajeros en tránsito, sino que se conviertan en visitantes frecuentes, que encuentren allí razones para volver. El contenido de valor es la mejor estrategia para atraerlos, conquistarlos y enamorarlos.

El problema, créeme (porque lo viví), es comenzar. Una vez lo hagas, una vez tu página web esté en línea, una vez recibas valiosa y positiva retroalimentación, ya no querrás despegarte de tu proyecto. Y, más bien, te surgirán mil y una ideas para satisfacer a tu audiencia, para aportar valor, para ayudar a más personas a través de tu conocimiento y experiencias. ¡No te arrepentirás!

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¿Generar contenido? 10 preguntas que te ayudarán a comenzar ya

“No sé por dónde comenzar”, “No sé qué tipo de contenido debo compartir”, “He publicado contenido en redes sociales, pero no se genera ninguna interacción”. Estas, y otras más, son las explicaciones que suelen darme los clientes cuando les pregunto qué experiencia han tenido con la generación de contenido o, en la mayoría de los casos, por qué no generan contenidos.

El origen del problema es fácil de detectar, difícil de corregir. ¿Por qué? Porque implica un drástico cambio de mentalidad, de chip. El problema de fondo es que la mayoría de las empresas, negocios o emprendedores están convencidos de que su tarea es vender, de que su razón de ser es vender. Sin embargo, no es así. No, al menos, en estos tiempos modernos de la revolución digital.

Así fue en el pasado, en el siglo pasado, cuando la demanda era mayor que la oferta, cuando los consumidores debíamos conformarnos con dos o máximo tres referencias del producto. Y cuando el factor que nos servía para tomar la decisión de compra era el precio o, en algunas ocasiones, la calidad del producto o servicio. Esos tiempos quedaron anclados en la era preinternet.

En aquellos tiempos, el dueño de la empresa o del negocio (todavía los emprendedores no habíamos aparecido) se dedicaba a ofrecer su producto y a mencionar sus características. Que, valga decirlo, servían solo para justificar el precio. Dado que no había demasiada competencia y que los hábitos de los compradores casi nunca cambiaban, vender era una tarea sencilla.

Al menos, en comparación con lo que es hoy. Una era en la que el público está hiperinformado acerca de los productos y servicios, en la que tiene abundante información a unos cuantos clics, en la que existe la cultura de la retroalimentación y la que la oferta supera con creces la demanda. Ah, una era en la que el precio y la calidad del producto ya no son los que dicen la última palabra.

Hoy, vender es la consecuencia de tus acciones, de tus decisiones, de la efectividad de tus estrategias de marketing y, sobre todo, de los mensajes que le emites al mercado. Porque, dado que hay tanta competencia, buena competencia, y de que muchos compiten por precio, que el mercado te elija no es fácil. Puedes ser muy bueno, tener un producto muy bueno, pero no es fácil.

Entonces, hay quienes creen que su tarea consiste en publicar en redes sociales, y listo. Creen que basta con hablar de sí mismos, de sus hazañas y de sus logros (principalmente, los económicos). Creen que van a vender más si hablan maravillas de su producto o servicio, inclusive utilizando testimonios falsos (otra faceta de la infoxicación). Y creen que el consumidor es un gran idiota.

Que, por supuesto, no lo es. Ya sabe que es el protagonista de la historia, sabe que su voz tiene peso y la hace sentir. Sabe que ahora puede elegir lo que desee, lo que más le convenga. Sabe que ya no tiene que estar atado de por vida a una marca. Sabe, además, que antes de que intentes venderle algo tienes que llamar su atención, despertar su curiosidad, nutrirlo y educarlo.

Se trata de un proceso a largo plazo en el que antes de vender necesitas aprobar algunas asignaturas. ¿Cuáles? Visibilidad, posicionamiento, autoridad y, sobre todo, confianza y credibilidad. Son materias indispensables para establecer el vínculo y que ese cliente potencial te abra las puertas de su vida. Luego, después de nutrirlo, educarlo y entretenerlo, le puedes vender.

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Para aprobar exitosamente esas asignaturas previas, debes responder adecuadamente estas 10 preguntas:

1.- ¿Qué hay aquí para mí?
Esta no solo es la pregunta básica del marketing, sino también la pregunta clave en la cabeza de tu cliente potencial. Es lo que quiere saber cuando te conoce: ¿qué puedes hacer por él? La clave de la respuesta está en tu capacidad para transformar su vida, acabar con el dolor que lo aqueja y solucionar el problema que le quita el sueño. Para responder, pregúntate: ¿cómo puedo ayudar a otros?

2.- ¿Por qué debo confiar en ti?
El mercado, tristemente, está lleno de vendehúmos, de tramposos que hacen negocio a costa de los ingenuos. Por eso, tu cliente potencial es desconfiado y necesita que le des argumentos para creer en ti. Que, valga aclararlo, nada tienen que ver con tus títulos, tus cargos, tu dinero, sino cómo en el pasado ayudaste a otros a conseguir lo que deseaban. Sus testimonios valen oro.

3.- ¿Qué te hace diferente de la competencia?
Ni se te ocurra responder con las características de tu producto/servicio o con el precio. En este aspecto, la clave es tu propuesta de valor: aquello que te hace único, que solo tú puedes ofrecer y que está ligado a tus valores, a tus principios, a tu conocimiento y experiencias. También tiene que ver con tu pasión, con tu vocación de servicio y, algo muy importante, con el propósito de tu vida.

4.- ¿Cómo sé que no eres más de lo mismo que hay en el mercado?
En parte, esta pregunta se responde en las tres anteriores. ¿Y la otra parte? Tienes que enfocarte en los beneficios, en la capacidad de transformación que incorpora tu producto/servicio, en los resultados que puedes garantizar. Es crucial que tu potencial cliente entienda qué va a recibir, cómo lo va a recibir, en cuánto tiempo empezará a experimentar cambios y qué debe hacer.

5.- ¿Por qué tu producto/servicio es para mí?
Esta, que es una pregunta clave, irónicamente es una asignatura que muchos empresarios y emprendedores no se formulan. Creen, asumen, que su producto/servicio es perfecto o ideal para el mercado y luego se llevan una desagradable sorpresa. Para responderla, debes conocer muy bien a tus avatares, en especial, al frío. La clave: ¿tú comprarías aquello que estás vendiendo?

6.- ¿Cómo sabes que necesito eso que me ofreces?
Otro interrogante que la mayoría no está en capacidad de responder. Ten en cuenta que la mayoría de los prospectos que tocarán tu puerta son fríos y, por ende, no saben que tienen esa necesidad, no sienten ese dolor, no son conscientes del problema que tú le dices les vas a solucionar. Necesitas educarlo, poco a poco, o de lo contrario nunca aceptará tu oferta.

7.- ¿Cómo sabes que lo necesito ya (y no después)?
No puedes asumir que ese cliente potencial necesita tu producto/servicio de inmediato, salvo que sea un prospecto caliente. Si es frío o tibio, tienes que educarlo, nutrirlo, persuadirlo, antes de lanzar una oferta. ¿La clave? El conocimiento que tienes de tu avatar. En este aspecto, puedes echar mano de una poderosa herramienta que te ayudará a convencerlo: el storytelling.

8.- ¿Qué voy a obtener a cambio de mi dinero?
Es una pregunta lógica, ¿cierto? Sin embargo, muchos no están en capacidad de responderla adecuadamente. Por supuesto, la respuesta está determinada por lo que vender, la clase de producto o servicio. Y no solo el número de lecciones y la frecuencia (si es un curso) o lo que incluye la caja, sino el resultado específico. Este es el verdadero disparador de la compra.

9.- ¿Cuáles son los principales beneficios que voy a recibir?
¿Beneficios? Son esos pequeños grandes cambios que tu producto/servicio está en capacidad de producir en la vida de tu cliente potencial. Necesitas ser tan específico, tan gráfico y tan claro con tu mensaje que se active su imaginación y pueda crear en su mente ese escenario ideal al que lo vas a llevar. Que, aún sin haberte comprado, comience a experimentar el cambio positivo.

10.- ¿Cómo va a transformarse mi vida (va a mejorar) gracias a lo que me ofreces?
De qué tan convincente y poderosa sea tu respuesta dependerá, en gran medida, la decisión de compra. Olvídate de rodeos, de eufemismos: ve al grano, directo al grano. En esencia, significa dar un paso adelante en relación con la pregunta anterior. Tienes dos cartas ganadoras: testimonios de tus clientes anteriores y tu garantía, que tienes que cumplir al ciento por ciento, sin dilación.

“No sé por dónde comenzar”, “No sé qué tipo de contenido debo compartir”, “He publicado contenido en redes sociales, pero no se genera ninguna interacción”. Si estos son algunos de los obstáculos que te impiden generar contenido de calidad para el mercado, comienza por comunicar las respuestas a estas 10 preguntas. Luego el mercado te facilitará la tarea con su interacción.

 

 

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Contenido: no hace milagros, pero sin él sufrirás grandes estragos

Detrás el marketing de contenidos hay muchas mentiras. Sin embargo, ninguna de ellas es por cuenta de esta poderosa estrategia. La peor de todas, en todo caso, es aquella de que el contenido publicado no sirvió porque no se tradujo en ventas. Creer esta especie es, como decimos en Colombia, confundir gimnasia con magnesia. Nada que ver, como decían los jóvenes de antes.

Lo primero que hay que decir es que, especialmente hoy, el objetivo del marketing no es vender. No exclusivamente. Eso era antes, en el pasado, en el siglo pasado. Ahora, en el siglo XXI, para una empresa o negocio, para un emprendedor, las ventas solo se darán después de que los potenciales compradores estén completamente convencidos de que aquello que ofreces es lo que necesitan.

Sin embargo, y este es el origen del problema con el marketing de contenidos, no es causa-efecto. Es decir, no es inmediato. De hecho, es un largo proceso de decantación: llamas la atención de muchos y al final solo unos pocos te compran. Esa es la realidad, nos guste o no. Y está bien, porque esta es una premisa que se aplica a todos y, por ende, ninguno tiene ventaja.

“Publica contenido de calidad y obtendrás mejores prospectos”. Si bien no es una mentira, en el sentido estricto de la palabra, también hay que decir que no es una verdad. Menos, en un mercado como el actual, que de repente, por cuenta de las condiciones extraordinarias a las que nos enfrentó la pandemia, provocó que muchas personas volcaran su mirada sobre internet.

La mayoría son personas que antes utilizaban internet exclusivamente para publicar en las redes sociales, para gestionar su cuenta de correo electrónico y/o para buscar entretenimiento. Muchas, inclusive, eran reacias a realizar compras o, inclusive, transacciones bancarias a través de la web por temor a que sus datos cayeran en manos malintencionadas. Había muchas prevenciones.

Entre otras razones, porque la mayoría de las empresas tenían presencia en línea, pero solo para exhibir sus productos, para hablar de aquello a lo que se dedicaban y, eventualmente, para vender uno que otro producto. Seguían concentradas en el punto de venta físico y miraban con recelo, casi con desprecio, el mercado online. Además, se enfocaban en la tarea de sumar seguidores.

Hasta que apareció la pandemia y les cambió las reglas del juego. Algunos, los que entendían que la transformación digital no daba espera, y que comprendían también la dinámica de los negocios en el escenario virtual, sacaron ventaja. No solo consiguieron sobrevivir (algo que para otros fue imposible), sino que incrementaron sus ventas y, lo más importante, ganaron nuevos clientes.

En la otra orilla, mientras, los que intentaron reaccionar sobre la marcha, en medio de la crisis y sin un norte previsto, se llevaron la desagradable sorpresa de sumar seguidores, no clientes. Los primeros son los que en Colombia llamamos “la familia Miranda”, los que salen a recorrer los centros comerciales, entran a todas las tiendas, miran mil y un productos, pero no compran nada.

En internet también abundan la familia Miranda. Se suscriben a tu lista de correo, descargan los recursos gratuitos, asisten a las actividades que programes (siempre y cuando no les cobres) y se mantienen allí un tiempo. Hasta que se hartan porque se dan cuenta de que no van a obtener algo más sin pagar o hasta que intentas venderles. Desaparecen como alma que se la lleva el diablo.

Son personas que eventualmente consumen el contenido que ofreces. Quizás lo comparten en sus redes, quizás lo agradecen, quizás dejan algún comentario. Sin embargo, no avanzan, no compran. En otras palabras: no son prospectos cualificados. Están allí porque se encuentran desorientados, porque están en plan de pesca milagrosa, pero a lo mejor no les interesa lo que les ofreces.

El buen contenido sirve para llamar la atención del prospecto y despertar su curiosidad, en esa etapa inicial. Luego, es útil para darte a conocer, para que esa persona sepa quién eres, qué haces y, en especial, cómo la puedes ayudar. Recuerda: solo está en fase de investigación, solo quiere satisfacer su curiosidad. Busca la respuesta al interrogante clave: ¿Qué hay aquí para mí?

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Algo similar ocurre cuando ofreces un lead-magnet o invitas a un webinar gratuito. Aunque hagas una buena segmentación, es muy probable que una buena cantidad de esas personas que tomen acción (descarguen el recurso o se inscriban) nunca lleguen a comprarte. Es un público frío y, además, poco educado que busca una solución mágica o, peor, la esquiva riqueza exprés.

Entonces, tan pronto se dé cuenta de que no le garantizas ni lo uno, ni lo otro, se irá. Un porción de este público, sin embargo, se interesará en ti y se suscribirá a tu boletín electrónico. Leerá tus contenidos y comenzará ese proceso, siempre incierto, de convertirlo en cliente. En esa labor, el contenido será tu mejor aliado, sin duda, pero debes tener cuidado con las expectativas.

El poder de las palabras es infinito y también es cierto que hay imágenes poderosas que valen más que mil palabras. Sin embargo, el contenido, aún el mejor contenido, no hace milagros. El mejor contenido no está en capacidad de suplir un mal marketing (avatar no definido o equivocado, errada segmentación, estrategias fallidas, mensajes vacíos o afán por vender). Esa es la verdad.

Una vez atraes la atención de un prospecto y despiertas su curiosidad, un buen contenido (en el formato que prefieras, a través del canal adecuado) te servirá para nutrirlo y educarlo, así como para entretenerlo. Si en realidad esa persona necesita lo que tú ofreces, si eso que ofreces es lo que va a acabar su problema y si consigues posicionar como la mejor opción, tarde o temprano te comprará.

Y quizás sea más tarde que temprano. Es imposible determinar el tiempo, en especial cuando se trata de público frío. Así es como funciona, esas son las reglas que ha establecido el mercado. Recuerda: que alguien toque tu puerta, que quiera saber de ti, no lo convierte en cliente (en comprador). Pero, por favor, no cometas el error de creer, entonces, que el contenido no sirve.

Sin buen contenido, la tarea de generar un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado será titánica y, muy probablemente, jamás lo consigas. Sin un buen contenido, difícilmente podrás posicionarte en la mente de tus clientes potenciales. Sin un buen contenido, no tendrás la posibilidad de transmitir tu mensaje y de dar a conocer tu propuesta única de valor, tu diferencial.

Un buen contenido, una buena estrategia de marketing de contenidos, es indispensable a lo largo del proceso: desde que tu prospecto ve tu primera publicación (en el blog, una publicidad) y toca a tu puerta hasta que se convierte en un evangelizador de tu marca. Entre uno y otro extremos, sin embargo, hay un largo camino, con varias escalas. Y, entiéndelo: no podrás eludirlas.

Hoy, la clave del éxito del marketing radica en el poder de tu mensaje y en tu capacidad para generar confianza y credibilidad y crear una comunidad. Y, de nuevo, el marketing de contenidos es tu mejor aliado: no lo menosprecies, no lo subutilices, no lo desperdicies. Son múltiples, y muy valiosos, los beneficios que te ofrece. Está en tus manos aprovechar lo que puede brindarte.

Lo que diferencia a los líderes del resto del mercado, sean empresas o emprendedores, es la calidad de la relación que tienen con sus clientes. Una relación sustentada en el valor que les aportar a través de contenido gratuito, en la nutrición continua, en la educación continua. Los líderes conocen el poder del marketing de contenidos y lo usan para intercambiar beneficios.

Lo que diferencia al cliente actual del que conocimos en el pasado es que ahora está educado y, sobre todo, informado. A veces, de más; a veces, infoxicado. Sin embargo, no da un primer paso antes de reunir la información que requiere para confiar en ti, para creer en ti. No da un segundo paso si no lo nutres, si no lo educas, sino le aportas valor. ¿Cómo? Con un buen contenido…

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El viaje del cliente: qué contenido se requiere en cada etapa

Uno de los trabajos más difíciles del mundo, sin duda, es el de agente de turismo. Sí, esa persona de una agencia que no solo te vende los tiquetes aéreos, reserva el hotel y te programan los itinerarios y te asesora acerca de las actividades que puedes disfrutar en tu destino. Además, y esto no es un detalle menor, procuran optimizar tu dinero: mayores beneficios a menor costo.

Conozco algunos muy buenos, especialmente por su excelente disposición para ayudar a los clientes. No es una tarea fácil porque involucra a las aerolíneas, a los hoteles, a otros agentes, en fin, factores externos difíciles de controlar. Así mismo, hay clientes que quieren dar la vuelta al mundo por 100 dólares, lo cual es imposible. Sin embargo, repito, algunos son muy buenos.

Además de su buena disposición, que es fundamental, tienen buenos contactos en aerolíneas y hoteles, en parques turísticos y otras atracciones interesantes. Los mejores son aquellos que conocen el lugar al que su cliente desea ir, que comieron en los restaurantes más conocidos y en otros que no lo son tanto, los que probaron alternativas de índole cultura o de descanso.

Hay muchos turistas que quieren visitar los lugares famosos, los más conocidos, pero eso la mayoría de las veces significa un mayor costo y algunas molestias como las aglomeraciones. Hay otros, en cambio, que se dejan orientar para ir a visitar lugares que normalmente no aparecen en las guías, pero que encierran valor histórico, son divertidos y permiten un mayor disfrute.

La clave del éxito del trabajo de un agente de viajes radica tanto en sus conexiones y en el conocimiento de los lugares que ofrece (con sus atractivos, alternativas y sorpresas) como del conocimiento de su cliente. Que no es sencillo, porque es un avatar múltiple: mochileros, grupos de jóvenes, familias, parejas recién casadas, adultos mayores o los clásicos aventureros.

Además, y esto es lo más importante, tiene que establecer claramente en qué punto del viaje del cliente se haya la persona que solicita sus servicios. Algunos tienen experiencias, otros ya saben qué quieren y hay también de los que parten de cero y quieren que el asesor haga la tarea completa. En otras palabras, hay clientes en estado frío, en estado tibio y en estado caliente.

Cuando eres copywriter o generas contenido para tu empresa o negocio, o si eres el dueño del negocio y quieres crear una campaña exitosa, necesitas desarrollar las mismas habilidades de un agente turístico. Es decir, tienes que aprender a dibujar el mapa del viaje de tu cliente a lo largo del proceso de compra, que no es lineal, ni directo, sino que ofrece altibajos y algunas escalas.

¿Por qué es importante contemplar el mapa del viaje de tu cliente? Porque, a diferencia de los que cree la mayoría de las personas, de los dueños de negocios o emprendedores, no siempre que una persona se acerca a ti, que toca la puerta de tu negocio, quiere comprar. De hecho, ese no siempre en la realidad se transforma en un casi nunca. Sin embargo, nos obsesionamos con lo contrario.

Es decir, con la idea de que son compradores y, entonces, desplegamos nuestras estrategias de venta, a veces de manera agresiva, y a la postre no obtenemos lo deseado. De hecho, lo que recibimos por lo general es un rotundo rechazo. Lo peor no es que se echa a perder la venta, sino que se pierde un cliente potencial, alguien que con el viaje adecuado quizás habría comprado.

En esta labor, tu mejor aliado es el contenido, una adecuada estrategia de marketing de contenidos que se ajuste a las necesidades de tu cliente potencial y que, como en el caso de un viajero, sea personalizada. Teniendo en cuenta tanto los deseos, gustos y motivaciones de tu cliente como el punto del viaje en el que se encuentra para brindarle justo lo que necesita.

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Estas son las cinco etapas del viaje del cliente y la clase de contenido que debes ofrecer en cada una de ellas:

1.- Nivel conciencia – No sabe lo que quiere.
Nos guste o no, nos cueste aceptarlo o no, este es el punto de las aglomeraciones. ¿Eso qué quiere decir? Que es donde se concentra la mayoría del mercado. Por naturaleza, el ser humano es un comprador compulsivo que está todo el tiempo escaneando el mercado a ver qué encuentra, qué buena oferta halla, qué beneficio descubre. Sin embargo, es algo instintivo, algo involuntario.

En esta fase, lo principal es darte a conocer, posicionarte en la mente de ese prospecto como una opción interesante. ¿Cómo? Hay que llamar su atención, primero, y despertar su curiosidad, luego. Que se interese en ti, que quiera saber de ti, de lo que haces y de cómo lo haces. Es un momento para escucharlo, para conocerlo, para determinar cuál es su problema. ¡Prohibido hablar de venta!

2.- Nivel consideración – Tiene interés y explora.
Cuando el prospecto da el primera paso, significa que ya llamaste tu atención. Vio en ti algo que le interesó, algo distinto, algo que no había visto en tu competencia. Sin embargo, necesita mucha más información porque, quizás, ya tuvo algunas experiencias negativas y prefiere ser precavido. Ve tu página web, mira tus perfiles en las redes sociales y eventualmente te deja un comentario.

En esta etapa, el contenido debe ser de autoridad. Que, por favor, no significa hablar de ti y de tus hazañas, de tu cuenta bancaria, de la cantidad de seguidores que tienes en RR. SS. Se trata de darle a esa persona los argumentos que necesita para saber que tú eres su mejor elección, que posees las credenciales requeridas. Lo fundamental es generar confianza y credibilidad.

3.- Nivel elección – Cree en ti, pero necesita más.
Si el prospecto llega a este punto, tienes una pequeña razón para sonreír. Todavía no puedes plantear la venta, hablar de ella, porque apenas está tibio. Quiere decir que ya confía en ti, que cree en tus credenciales, que los testimonios de tus clientes exitosos lo convencieron y, entonces, quiere avanzar. A esta altura, seguramente ya se suscribió a tu lista de correo y te sigue en RR. SS.

En esta fase, la prioridad es la nutrición-educación, que es un paso más allá de la autoridad. Debes darle contenido de valor que le enseñe acerca de tu área de experiencia, consejos prácticos fáciles de implementar que le den resultado rápido y, claro está, algún secreto. Hay objeciones que se mantienen, pero, con paciencia y estrategia, podrás derribarlas. ¿La venta? No, todavía no.

4.- Nivel acción – Enfócate en la PUV y los beneficios.
Este es un prospecto que está casi listo. Sin embargo, debes tener cuidado: una mala estrategia, un mensaje confuso o intentar forzar la venta hará que su temperatura baje y, por ende, que de nuevo surjan las objeciones. Es el momento en que debes asumir el protagonismo, pero no para vender, sino para acabar de llenarlo de argumentos para que entienda que eres su mejor opción.

En esta etapa, lo más conveniente es mostrar por qué eres diferente a la competencia, por qué eres la alternativa que debe elegir. Nada de hablar de las características de tu producto/servicio y, menos, del precio. Enfócate en los beneficios, es decir, en los resultados que va a obtener si toma lo que le ofreces, en la transformación que va a experimentar. ¡Haz que vuele su imaginación!

5.- Cierre (compra y fidelización).
Bueno, finalmente, llegaste al primer destino previsto. Que, valga recalcarlo, no es el destino final, no es el fin del viaje. Entiende que la primera compra es simplemente el comienzo de la aventura y que lo mejor, tanto para tu cliente como para ti, vendrá más adelante. Es importante, así mismo, que no olvides continuar con el proceso de educación y nutrición para fortalecer el vínculo.

Y, especialmente, para garantizar que la relación establecida se mantenga a largo plazo y pueda haber un intercambio de beneficios. En esta etapa, echa mano de tu creatividad: sorpréndelo, dale más de lo prometido, invítalo a un webinar o a un evento, regálale algún ebook o hazle sentir como un miembro importante de tu comunidad. Si lo haces bien, te comprará una y otra vez.

La clave del éxito del viaje de tu cliente es la experiencia. Cuanto más satisfactoria, enriquecedora y fructífera sea esta, mayores serán los beneficios mutuos. Pero, sobre todo, lo más importante es que no dejes de educarlo, de nutrirlo, de brindarle valor a través de tu contenido para que tenga motivos suficientes para continuar a tu lado. Ah, y claro, para que te refiera nuevos clientes.

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