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Mensaje de impacto: los 6 principios de la persuasión de Cialdini

Aunque no nos damos cuenta, aunque muchas veces lo hacemos de manera inconsciente, todo el tiempo estamos en la tarea de persuadir. El diccionario define este término como “La capacidad o habilidad para convencer a una persona mediante razones o argumentos para que piense de una manera determinada o haga cierta cosa”. Lo hacemos todo el tiempo, ¿cierto?

Si eres padre, lo sabes mejor que nadie: buena parte de tu día estás en la tarea de persuadir a tus hijos para que ordenen el cuarto, terminen la comida, apaguen el televisor y vayan a estudiar un rato, en fin. Lo mismo si tienes una mascota: le dedicas tiempo a enseñarle, a instruirla para que siga tus instrucciones o, quizás, a aprenda algún truco divertido.

La capacidad de persuadir es innata en el ser humano. Eso significa que todos, absolutamente todos, la poseemos. En distinta media, por supuesto. ¿De qué depende? Dado que se trata de una habilidad, está determinada por cuánto la has desarrollado, cuánto la practicas de forma consciente, en cuántos ámbitos de tu vida la utilizas. La clave está en que sea consciente.

El problema con la persuasión es que suele confundírsela con otros términos que son muy parecidos, pero con los que hay diferencias. El primero, sin duda, es la manipulación. Según el diccionario, es “Intervenir con medios hábiles y, a veces, arteros, en la política, en el mercado, en la información, etc., con distorsión de la verdad o la justicia, y al servicio de intereses particulares”.

En términos prácticos, la diferencia entre persuasión y manipulación radica en la intención. En el primer caso, se trata de un intercambio de beneficios, lo que comúnmente conocemos como gana-gana. En el segundo, mientras tanto, aquel que manipula es el único que obtiene lo que desea y casi siempre (¿o siempre?) la contraparte tiene que ceder, pierde de algún modo.

La manipulación es algo que vemos todos los días. Ese, quizás ya lo sufriste una vez, es el arma principal de las personas tóxicas, jefe, pareja o familiar, cualquiera. Las redes sociales también están contaminadas de manipulación por doquier: odios, peleas sin sentido, crítica destructiva o ese fenómeno que conocemos como matoneo o bullying. Es la base de la infoxicación.

Otro término afín es convencer, al que el diccionario define como “Incitar, mover con razones a alguien a hacer algo o a mudar de dictamen o de comportamiento”. Como ves, la diferencia con la persuasión es mínima, muy sutil. La diferencia está en que cuando intentas convencer a una persona apelas a argumentos lógicos, mientras que en la persuasión apuntas más a las emociones.

Así mismo, tenemos que hablar de disuadir, que es definido como “Inducir o mover a alguien a cambiar de opinión o a desistir de un propósito”. ¿Cuál es la diferencia? Que cuando hablamos de disuasión nos enfocamos en prevenir algo que puede ser negativo, en llevar a esa persona a que deje de ejecutar alguna acción específica que puede hacerle daño a ella o a otros.

Más allá de estas similitudes que nos pueden llevar a la confusión, lo importante es que te des cuenta del poder de la persuasión y de cómo puedes utilizar ese poder en tu comunicación, en la construcción de tu mensaje. No importa si eres una gran marca, un negocio mediano, un emprendedor o una persona común y corriente: todos debemos aprender a ser persuasivos.

No importa, tampoco, si tu intención es vender o alguna otra acción que no signifique una transacción económica. Un maestro, en la escuela o la universidad, requiere un mensaje persuasivo para que la transmisión de su conocimiento sea más efectiva e impactante, para que sus alumnos la acepten sin resistencia. Es, indudablemente, una habilidad necesaria.

Ahora, la pregunta que quizás te formulas en este momento es “¿Cómo ser persuasivo?”. Lo primero es ser consciente de que es una habilidad que ya está en ti y, por ende, no tienes que tomar un curso o algo por el estilo. Está en ti, pero quizás no tienes control sobre ella, así que tu tarea consiste en traerla al plano consciente para utilizarla cada vez que la necesites.

El sicólogo y escritor estadounidense Robert Cialdini, archiconocido por sus libros Pre-suasión – Un método revolucionario para influir y convencer y el de Influencia – La Psicología de la persuasión, estableció seis principios de la persuasión, que también son conocidas como las leyes de la influencia, que son pilares tanto de la sicología como del marketing. Veamos:

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1.- Ley de reciprocidad.
El sentimiento de estar en deuda con alguien es muy poderoso. Cuando alguien hace algo por nosotros, aunque eso sea insignificante, sentimos que debemos retribuirlo, agradecerlo. Aunque esa persona no lo pida, nos gustaría devolverle el favor, compensar la ayuda. Lo más importante es entender que no se trata de cuestiones materiales o que haya un interés velado.

2.- Ley de la coherencia.
Cuando una persona accede a una petición que le realizamos, una pequeña acción, ya dejó la puerta abierta para algo más grande, más importante. Lo crucial, en este caso, es que la siguiente solicitud que hagamos sea coherente con la primera. Además, que lo que decimos esté en concordancia con nuestros actos porque así se fortalecen la confianza y la credibilidad.

3.- Ley de la escasez.
La escasez es uno de los disparadores emocionales (también conocidos como gatillos) más poderosos que existen. Es la razón por la cual no podemos resistir la tentación de obtener algo cuando nos dicen que se va a acabar, que es de producción limitada o exclusiva. El miedo a perder algo que deseamos es prácticamente irresistible, aunque no podemos abusar de él.

4.- Ley de la autoridad.
Por el modelo en que prácticamente todas las generaciones hemos sido educadas, somos muy dados a seguir el camino que nos marca alguien está investido de autoridad bien sea por la edad, por el conocimiento, por la experiencia o por los buenos resultados en una actividad. Nuestros padres, un sacerdote, el maestro o el médico son claros ejemplos de este principio.

5.- Ley del agrado (o de la aprobación social).
Nos guste o no, somos prolijos a escuchar lo que dicen otros, a seguir sus recomendaciones, a atender sus opiniones. Aunque nos resistamos, tendemos a seguir el comportamiento de la mayoría. ¿Por qué? Asumimos que, si la mayoría lo hace, está bien. Y, si algo sale mal, gracias a este principio nos sentimos menos responsables, dado que compartimos el error con otros.

6.- Ley de la simpatía (o del agrado social).
Es más fácil que nos persuada alguien que no simpatice, que nos agrade, en especial cuando se trata de una persona que, además, es físicamente atractiva o famosa. Es la razón por la cual las marcas emplean a figuras reconocidas en sus estrategias publicitarias, porque estamos más abiertos a escuchar lo que dicen. Este principio es muy relevante hoy, por las redes sociales.

Seas consciente o no, dentro de ti hay un mensaje poderoso, una historia de impacto a través de la cual puedes persuadir o inspirar a otros. Más, en estos tiempos de incertidumbre en los que hay tantas personas que necesitan ayuda para hacer frente a las dificultades, para hallar respuestas a los interrogantes que nos presenta la vida. No temas compartirlo con los demás.

Recuerda: lo que no se comparte, no se disfruta. Además, entiende que aquello que la vida te concedió, el aprendizaje que acumulas y las experiencias que acreditas de nada te sirven si no las transmites a otros para ayudarlos, para evitar que cometan los mismos errores que tú. La forma más sencilla, pero más poderosa e impactante de hacerlo, es a través de la persuasión.

Un último consejo: no pretendas convertirte en un experto de la persuasión de un día para otro. Lo primero es traer tu mensaje al plano consciente y trazar la estrategia para conseguir lo que deseas. Ten cuidado, eso sí, de no desviarte por el camino, de no tomar un atajo que te lleve a donde no quieres ir y termines en las arenas movedizas de la manipulación.

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Recordar (releer) es vivir: nuevas experiencias, nuevas emociones

Recordar es vivir. Que, por supuesto, no significa de manera alguna aquel viejo y dañino vicio de vivir en el pasado. Se trata, simplemente, de permitir que la memoria nos transporte a lo profundo de ese baúl de los recuerdos donde reposan las imágenes de momentos que fueron felices, que nos llenaron de alegría, que dejaron una huella positiva en nuestra vida.

Una fotografía (más cuando es de las viejas, de las que se imprimía en papel), una canción (uy, ¡cuánto recuerdos guarda una canción!), un libro, una prenda de ropa o inclusive un pedazo de papel con alguna anotación despiertan los recuerdos. Y, por supuesto, también, las emociones, esas traviesas y caprichosas señoritas que afloran sin control, pero que son tan necesarias.

En esta oportunidad, quiero invitarte a que recuerdes. Realicé una selección de las mejores notas que publiqué en este blog durante 2021, las que mayor impacto generaron, y las pongo a tu disposición para que las vuelvas a leer. “¿Para qué?, si ya las leí”, pensarás. Porque la magia de los recuerdos es que cada vez siempre es como si fuera la primera vez.

Aunque hayas leído con mucha atención, después de un tiempo es normal que la mente olvide algunos detalles, que pueden ser superficiales o profundos. Esto sucede, entre otras razones, porque recibimos tal cantidad de información cada día que al cerebro le resulta imposible guardar un fiel registro de todo eso. Selecciona, entonces, algunos recuerdos que son vagos.

Hay otra explicación: las benditas emociones. Sí, aunque no lo creas, el estado de ánimo que tenías la primera vez que abordaste un texto es distinto al que tienes hoy, por ejemplo. Para bien o para mal. Eso, en la práctica, se traduce en que tu cerebro asume que es un texto nuevo y lo procesa de esa manera, brindándote la oportunidad de encontrar nuevos aprendizajes.

Seguramente, tienes alguna película favorita que has visto más de una vez, quizás 10 veces. Y hasta te sabes algunos parlamentos, recuerdas perfectamente la secuencia de los sucesos y, por supuesto, conoces el final. Sin embargo, la vuelves a ver como si fuera la primera vez y encuentras nuevos detalles, descubres ángulos distintos, te atrapan sucesos diferentes.

Esa es la razón por la cual nuestro cerebro se activa de manera especial cuando escuchamos una de esas canciones que nos marcaron tiempo atrás, en la adolescencia, por ejemplo. Es lo que en Psicología se conoce como golpe de reminiscencia, que significa que nuestro cuerpo revive no solo emociones, sino también sensaciones que están atadas a ese tema específico.

Y lo mismo sucede con los libros, con los textos. Si, por ejemplo, leíste El Principito cuando eras niño seguro recuerdas algunos pasajes, ciertos detalles y, claro, tienes grabado en tu mente el recuerdo del mensaje que te transmitió. Si lo retomas hoy, si lo vuelves a leer hoy, será una experiencia completamente distinta, completamente nueva, con sensaciones y emociones distintas.

Mi invitación, entonces, es que le des una nueva mirada a contenidos que llegaron a tu bandeja de correo en algún momento de 2021, que quizás leíste o que, mejor aún, se te escaparon por alguna razón. Te confieso que mientras realizaba la selección releí varios de esos textos y me sorprendí gratamente: fue una experiencia increíble, novedosa, muy grata.

Esta es la selección que preparé especialmente para ti. Que la disfrutes:

Las ‘excusas fáciles’ que te impiden escribir y cómo superarlas
No hay magia, ni secretos, ni fórmulas perfectas. Si deseas escribir, lo único que debes hacer es empezar de una vez. Cada día que pase es un día perdido, sin que te acerques a tu sueño.

Si quieres comenzar a escribir, ¿qué debes hacer?
La mayoría de las personas no escribe porque cree que no puede hacerlo, cuando la realidad es que no tiene un método, un plan y, mucho menos, práctica.

Cómo una idea, inclusive mediocre, puede ser un texto digno de leer
Una idea, cualquiera, es como una semilla. Si no la cuidas, si no la rodeas bien, si no respetas su proceso, se marchitará. Una idea es solo el punto de partida.

Las 8 preguntas que te ayudarán a darle estructura a tu texto
Antes de comenzar a escribir, ponte en ‘modo ignorante’ o ‘curioso’ y despójate del ego del ‘experto’. Aunque no lo creas, te ayudará, y mucho.

El tal ‘bloqueo mental’ es mentira: ¿cómo comenzar a escribir?
Mientras haya cabos sueltos, mientras la historia o el relato no estén desarrollados al ciento por ciento en tu cabeza, sentarte a escribir será algo inútil.

9 pasos para contar buenas historias sin ser un escritor profesional
Una buena historia debe conectar con las emociones de tu cliente y generar la acción que tú requieres de él. Por eso, es muy importante que la estructura sea buena.

Las otras 10 habilidades que necesitas para escribir bien
Lo que requieres para ser un buen escritor, o al menos para empezar a desarrollar esta habilidad, es parte de la configuración básica de cualquier ser humano.

Cómo hallar y activar el ‘buen escritor’ que hay dentro de ti
Escribir mal es parte del proceso. Lo superarás cuando no hagas caso de las benditas expectativas, ni del qué dirán, y busques ayuda de quien pueda guiar tu camino.

5 malos hábitos que debes desaprender si quieres escribir
Así como necesitas crear buenos hábitos que te ayuden a escribir, también debes erradicar los malos hábitos que te impiden hacerlo. Toda moneda tiene dos caras.

4 poderosas razones para comenzar hoy (nunca es tarde)
En virtud de nuestro conocimiento y de las experiencias que hemos vivido, todos tenemos algo valioso y poderoso que comunicarle al mundo. Alguien necesita de ti.

¿Quieres escribir y ‘no puedes’? Revisa tu diálogo interior
El ‘diálogo interior’ es la conversación que sostienes contigo mismo, los mensajes que grabas en tu mente y que, luego, determinan tus acciones y decisiones.

Los 7 pecados capitales del ‘copywriting’: ¿cómo evitarlos?
El copywriter está amenazado todo el tiempo por la tentación de los 7 pecados capitales. Evitarlos es la clave para realizar un trabajo de calidad y alcanzar los objetivos.

Las 4 poderosas herramientas que te harán un buen escritor
Según el escritor estadounidense Nicholas Carr, “nos estamos volviendo menos inteligentes y más limitados por la tecnología”. Al escribir, esto es tristemente cierto.

El contexto es la respuesta correcta a la pregunta del millón
El contexto es a tu texto o artículo lo que los complementos son a tu ingrediente principal: le dan sabor a lo que preparas y lo convierten en un plato único, delicioso.

‘No eres tú, soy yo’: por qué tu mensaje no tiene impacto
No es el formato, no es el canal lo que determina que tu mensaje produzca el impacto deseado. Lo más probable es que se dirigió a la persona equivocada.

Mi metodología de 7 pasos para que comiences a escribir hoy
Poder desarrollar la habilidad de escribir es más una cuestión de método que de conocimiento o de talento. Si sabes cómo hacerlo, créeme, podrás hacerlo bien.

Cuando mueras, ¿cómo quieres que te recuerden por tu mensaje?
Nadie, absolutamente nadie, te va a comprar un dolor. Las personas buscan una solución a eso que les quita el sueño. Tu mensaje debe enfocarse en los beneficios.

El punto bisagra (o de inflexión): qué es, cómo y cuándo usarlo
El punto bisagra o de inflexión es un ingrediente imprescindible de tu historia o relato. Significa un antes y un después, un giro radical y decisivo en la trama.

Consejos para que tus historias de vida generen un impacto positivo
Comprobar que tu mensaje genera un impacto positivo en la vida de otras personas es una de las experiencias más gratificantes que un ser humano pueda vivir.

¿Por dónde comienzo mi historia? Este es el punto de partida
El conflicto del que surge tu historia es el choque de dos fuerzas opuestas que generan un dolor o un problema en la vida de tu protagonista y su entorno.

4 recursos indispensables para crear un mensaje de impacto
Cuando escribimos textos de ventas o creamos un mensaje persuasivo, debemos ir directo al corazón, al campo de las emociones y del deseo incontrolable.

Hay una luz al final del túnel y, créelo, puede ser tu mensaje
Un mensaje honesto y genuino, que esté desprovisto de intereses ególatras, quizás sea la luz que otros necesitan para iluminar su camino. No se lo niegues.

Si no impactas, ni vendes, quizás cometes estos 4 errores con tu mensaje
Vender no es, no debe ser, el objetivo de tus acciones de marketing. Enfócate en crear y transmitir un mensaje de impacto, de transformación, inspirador.

4 errores que te llevarán directo a la página en blanco
La genialidad, en cualquier campo de la vida, no es más que trabajo, disciplina, convicción, pasión, la disposición para invertir en ti mismo y no rendirte.

No son las palabras: los que venden son los beneficios (y algo más)
Las palabras tienen un poder infinito. Ten cuidado de cuáles eliges para construir tu mensaje porque a las vacías se las lleva el viento. Y no creas todo lo que dicen.

10 claves para aprovechar el poder de la sicología en tu mensaje
Vender no es fácil, y menos si tu mensaje no es el adecuado. ¿Por qué? Porque a todos los seres humanos nos encanta comprar, pero también odiamos que nos vendan.

¿Tus textos carecen de profundidad? Esta es la razón (y la solución)
El gran problema de la mayoría de los textos es que tienen tanta profundidad como una piscina de bebés. Es decir, son palabras que no aportan valor, palabras vacías.

Las 10 preguntas que ayudarán a saber por dónde comenzar tu texto
El problema es que muchas veces, la mayoría, se aborda la escritura sin saber siquiera qué mensaje se quiere transmitir, confiados en la tal inspiración (¡que no existe!).

¿Tienes algo valioso para compartir? Aprovéchalo y crea contenido
Contenido de valor es aquel que, en cualquier formato, brinda respuestas a los interrogantes e inquietudes de tu audiencia, de tu lector; lo nutre, educa y entretiene.

¿Sabías que rutina y disciplina matan talento e inspiración?
El gran talento de quienes son referentes de su actividad es que son capaces de crear una rutina de mejoramiento y de aprendizaje continuo. Es el arte de la disciplina.

El viaje del cliente: qué contenido se requiere en cada etapa
El viaje del cliente contempla cinco escalas que, no lo olvides, cada una requiere una estrategia distinta, un contenido distinto, específico. Ah, y no se trata solamente de vender.

¿Qué sí y qué no es un ‘copywriter’? Claves para ser uno bueno
Un copywriter es un escritor profesional que se dedica a escribir textos persuasivos (no de ventas). El éxito de su trabajo dependerá de cuánto apoyo le brindes.

Escribir, el más poderoso e impactante acto de libertad y rebeldía
En la llamada era de las comunicaciones, a los seres humanos, que tenemos el privilegio del lenguaje, nos cuesta comunicarnos. Es porque olvidamos el impacto que encierra nuestro mensaje.

La premisa (no fórmula) de Albert Einstein que te ayudará a escribir
La creatividad, la imaginación y todo lo demás que necesitas para escribir ya están en ti. Solo tienes que aprender a ‘encender el bombillo’ y disfrutar tu talento.

Te comparto la clave de mi éxito como escritor (y no es talento)
El talento lo poseemos todos, al igual que imaginación y creatividad. Allí, entonces, no está la diferencia, la clave del éxito de unos y del fracaso de otros. Y olvídate de inspiración o de magia.

Los 8 elementos indispensables de una historia memorable
La vida es una fuente inagotable de historias, de buenas historias. Está en cada uno la capacidad de aprovecharlas para provocar un impacto positivo en la vida de otros. Si sabes cómo contar buenas historias, tienes un gran poder.

¿Qué compra el mercado? Tus resultados, tu transformación, tu historia
El mercado no quiere lo que tú vendes, así tu producto o servicio sean muy buenos. Lo que la gente necesita es tu mensaje inspirador, tus resultados, tu transformación, tu historia.

‘Ghostwriting’: ¿qué es, a quién le sirve, quién lo puede hacer?
Ser ghostwriting no tiene nada que ver con Halloween, brujas o muertos. Es, más bien, una de las especialidades más antiguas de la escritura y una de las que mayor demanda tiene actualmente.

Lees, ¿pero no escribes? Te estás privando de la mitad de la diversión
Si eres un buen lector, pero no escribes, te pierdes el 50 % de la aventura y algo más: no sacas provecho de aquello que aprendes, que recibes de otros. Recuerda: hoy el mundo necesita de personas como tú, capaces de generar un impacto positivo.

Este es el secreto del éxito de Warren Buffett: ¡te sorprenderá!
El multimillonario estadounidense Warren Buffett aconsejó a los jóvenes para que ganen un 50 % más de lo que reciben hoy con lo que hacen. ¿Lo mejor? Tú también puedes hacerlo (tienes todo lo necesario).

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Este es el secreto del éxito de Warren Buffett: ¡te sorprenderá!

Cuando tenía tan solo 20 años y ya había alcanzado algún éxito en los negocios, Warren Buffett vivió una de las experiencias más excitantes de su vida, una que lo marcó: asistió al curso Cómo ganar amigos e influir sobre las personas, impartido por Dale Carnegie. Fue la solución definitiva a uno de sus grandes problemas: el pánico a hablar en público, el miedo escénico.

Con orgullo y satisfacción, Buffett confiesa que el de ese curso es uno de los pocos diplomas que adornan las paredes de su oficina. Ni siquiera están el de su licenciatura (Administración de Empresas, en la Universidad de Nebraska-Lincoln) o el de su doctorado (Ciencias Económicas, en Columbia Business School), bajo la égida de su maestro Benjamin Graham.

“Había veces que tenía que hablar y era tanto el pánico que vomitaba producto de los nervios que no podía controlar”, relató alguna vez en una entrevista. Entendió que si quería alcanzar el éxito necesitaba superar este problema de una vez por todas y, por eso, acudió a uno de los expertos más importantes de la primera mitad del siglo XX, autor de varios libros famosos.

Carnegie fue un escritor, orador motivacional, profesor y sicólogo que dejó un legado muy valioso en el ámbito de las relaciones personales y la comunicación. En 1936, su curso se convirtió en un libro del que se han vendido más de 15 millones de copias. Combina su conocimiento de sicología y comportamiento humano, además de marketing y liderazgo.

Buffett, que nació en Omaha (Nebraska), en agosto de 1930, cuando el mundo sufría los rigores de la Depresión, es uno de los principales inversores del planeta, presidente y director ejecutivo de Berkshire Hathaway. Este conglomerado es copropietario de American Express, The Coca-Cola Company, General Electric, Heinz y The Washington Post, entre muchas otras.

Con frecuencia, acude a las aulas universitarias y dicta charlas en auditorios llenos de entusiastas soñadores que ansían aprender cuál es el secreto del éxito de uno de los hombres más ricos del planeta. Recientemente, en un video publicado por Michael Hood, cofundador de la startup VoiceFlow, reveló uno de sus secretos mejor guardados, uno muy especial.

“¿Cuál es la clave para generar el doble de ganancias? La única manera fácil de ganar un 50 % más de lo que vales ahora es perfeccionando tus habilidades de comunicación, tanto escritas como verbales. Buffett no es el único multimillonario exitoso que defiende esta teoría: el británico Richard Branson dice que “si quieres tener éxito como empresario, debes contar historias”.

¿Te sorprende? ¿Esperabas estrategias de negocios y técnicas de marketing? Son necesarias, por supuesto, pero en el marketing del siglo XXI hay una verdad revelada que, de manera insólita, muchos desconocen. ¿Sabes cuál es? Aquella de que el marketing consiste en transmitir mensajes persuasivos que lleven a otras personas a la acción que deseamos.

¿Cómo? A través de la persuasión.Si no puedes comunicarte, es como guiñar un ojo a una chica en la oscuridad: no pasa nada. Puedes tener toda la capacidad cerebral del mundo, pero tienes que ser capaz de transmitirla”, explicó Buffett. Lo mejor, lo más relevante, es que esta premisa se aplica a todas las actividades de la vida, no exclusivamente a los negocios.

“Por supuesto, no sirve de nada ser un buen narrador si tu producto o idea es una basura. Pero, no basta con crear un gran producto; también hay que ingeniárselas para que la gente lo conozca, tienes que desarrollar la capacidad de comunicar tu mensaje para convencer a tus clientes de que es justo lo que necesitan”, dice Branson. Más claro no canta un gallo…

Lo que afirman Buffett y Branson no es propiamente un descubrimiento, pues el propio Dale Carnegie llamó la atención sobre el tema hace un siglo. Por eso, resulta increíble que hoy, cuando recorrimos la quinta parte del siglo XXI y vivimos la era de las comunicaciones y la tecnología nos brinda las herramientas más poderosas de la historia, el problema persista.

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¿Cuál problema? El de tanta gente que no ha desarrollado sus habilidades de comunicación y, por ende, está estancada. La característica común de los líderes que dominan el mundo, de los que marcan la pauta y dejan huella, es que todos son (o fueron) buenos comunicadores. En la lista hay escritores, diseñadores, políticos, periodistas, deportistas y, claro, empresarios.

Algo que vale la pena destacar, porque es una de las creencias limitantes más arraigadas, es que no necesitas ser un experto. Simplemente, debes desarrollar tus habilidades de comunicación, que ya están dentro de ti (vienen incorporadas en tu configuración inicial). De hecho, ni Buffett, ni Branson son reconocidos o famosos por su poder de comunicación.

Hoy, internet nos brinda todas las facilidades. ¡TODAS! Tan solo necesitas un dispositivo digital (computador, tableta o teléfono) y una conexión a internet. En la red podrás encontrar los recursos y herramientas que hagan falta para editar, así como diferentes plataformas para publicar (que, por supuesto, no se restringen a las redes sociales). Y están al alcance de todos.

Si tu habilidad es la escritura, puedes crear una página web, un blog, o publicar e-books, reportes, revistas o hasta periódicos digitales. Y hay excelentes y poderosas opciones gratuitas, para que el tema del dinero no sea una excusa. Además, no solo tienes la posibilidad de publicar, sino que también puedes vender tus infoproductos y ganar dinero. ¡Genial!

Si tu habilidad es la comunicación verbal, internet también te brinda oportunidades varias: por ejemplo, puedes crear un pódcast o, si lo prefieres, una sala en Clubhouse para concitar el interés de audiencias especializadas. No te olvides que el contenido oral, que siempre ha gozado de la aceptación del público, en los últimos años recobró importancia en el mercado.

Si tu habilidad es la de pararte frente a las cámaras y transmitir un mensaje, internet será, sin duda, tu mayor aliado. Dispone de poderosas y variadas herramientas y de múltiples canales para que tu mensaje llegue a las personas adecuadas. Y todo lo puedes hacer desde tu celular o desde tu casa, sin necesidad de invertir miles de dólares en un estudio o en una oficina.

Si tu habilidad es la comunicación visual, a través de fotografías, infografías o videos, sabrás que nunca hubo tantas facilidades como ahora. Recuerda que vivimos la era de los youtubers y de los jóvenes influenciadores que llegan a miles de usuarios apalancados en reels y otros videos de corta duración. Y coincidirás en que la mayoría ni siquiera tiene un mensaje poderoso.

Como lo he mencionado en artículos anteriores, estoy completamente seguro de que tú, con tu conocimiento, tus experiencias, el aprendizaje surgido de los errores que cometiste, tu pasión y tu vocación de servicio tienes algo que decirle al mundo. Algo que, sin duda, les va a servir a quienes enfrentan los problemas que tú ya superaste, que ansían estar donde tú estás.

Y quizás, como tantas otras personas en estos tiempos de incertidumbre y cambio, estás en la búsqueda de un camino que te permita compartir con el mundo lo que sabes, lo que eres. Y déjame adivinar: lo que te detiene es que no sabes comunicar, porque le tienes pánico a la hoja en blanco, porque te da terror pararte frente a la cámara, porque te trabas al hablar…

Sea cual fuere la idea que tengas del éxito, en especial si este incorpora el componente económico, tienes dos caminos. El primero, enfocarte en tratar de vender, como hacen tantos (sin lograr los resultados que esperan); el segundo, seguir la enseñanza de Warren Buffett y Richard Branson, desarrollar tus habilidades de comunicación y generar un impacto positivo.

Ese, créeme, es el mejor negocio del mundo: aprovechar tus dones y talentos, tu conocimiento y experiencias, para servir a otros, ayudar a otros a transformar su vida, a mejorar su vida. Lo que la gente compra no es tu producto, sino el mensaje que transmites. Un mensaje que la inspire, que le enseñe qué hacer para cristalizar sus sueños, para crear la vida que desea.

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“Inspiración, ven a mí (por favor…)”: no te lo creas, ¡ella ya está en ti!

Ese es un clamor que escuchamos sin cesar, en especial cuando vamos a comenzar un proceso creativo. Que no se limita a la escritura, sino que abarca también la música, la pintura, la escultura y hasta la cocina. Es decir, todos aquellos en los que la creatividad es un ingrediente básico, el que le da el toque original a tu producción, el que te diferencia del resto.

Los seres humanos, quizás por nuestra naturaleza, también porque es lo que nos enseñan en la niñez y lo que reforzamos durante el resto de la vida, nos obsesionamos con buscar lo que ya poseemos. La versión más perversa es que nos obsesionamos con comprar algo inmaterial que nadie puede ofrecernos: la salud, la felicidad, el amor, la paz, la imaginación y la creatividad.

Todos nacemos saludables, en esencia. Inclusive, las personas con algún tipo de discapacidad pueden vivir una vida normal si consiguen adaptarse. Lo demás, la conservación de esa salud, depende de cada uno: de los hábitos que adquirimos, de nuestro comportamiento, de cuánto amamos y respetamos nuestro cuerpo, de cuánto lo cuidamos, lo cultivamos, lo potenciamos.

Todos tenemos mil y un motivos cada día para ser felices. Sin embargo, son muy pocos los que aseguran ser felices. El problema es que nos dicen que la felicidad es un destino, y no es así; nos dicen que la felicidad es un estado, y no es así. La verdad (al menos, así lo creo), es que la felicidad es una actitud que nos permite disfrutar la vida, inclusive en los momentos difíciles.

Todos nacemos rodeados de amor, fruto del amor. Y tenemos la posibilidad de brindar amor. De mil y una forma, en todas y cada una de las situaciones de la vida. Amor de padres, amor de hijos, amor de hermanos, amor de amigos, amor de cuidadores (de nuestras mascotas, por ejemplo), amor en general, que se disfraza de caridad, de generosidad, de solidaridad.

Todos tenemos tanta paz como deseemos. Por supuesto, hay circunstancias que no es posible controlar, que se presentan como aprendizajes camuflados que encierran alguna lección para nosotros. Luego, esa paz dependerá de la calidad de personas las que te rodees, de que te alejes de personas y ambientes tóxicos que nada te aportar, que seas tu propia prioridad.

Y, ya lo supondrás, todos tenemos imaginación y creatividad. Y no una dosis limitada, ¡sino toda la que es posible atesorar! La imaginación y la creatividad están ahí, son parte de la configuración de origen de todos los seres humanos, pero cada uno tiene que encontrar cómo se manifiesta, cuál es la habilidad que te permitirá generar un impacto positivo con ellas.

¿Entiendes? No tienes que salir a buscarlas en ninguna parte. Nadie te venderá imaginación o creatividad, nadie te las transferirá, porque ya están en ti. De hecho, y esto es importante que lo comprendas, nadie te enseñará a ser imaginativo o creativo: tú, solo tú, podrás descubrir para qué te sirven, cómo utilizarlas. La premisa es que sea en beneficio de otros.

Cuando una persona me pide que le ayude a escribir, lo primero que me interesa que esté claro es que ya sabe escribir. Es decir, no vamos a partir de cero, sino que vamos a identificar en qué punto del proceso se encuentra, cuáles son las virtudes que tiene y, por supuesto, las dificultades que le impiden avanzar. Por lo general, más que dificultades se trata de miedos.

Miedo a fracasar, miedo a quedarse a mitad del camino, miedo a que lo que escribes no le guste a nadie, miedo a la crítica negativa, miedo a que a nadie le interese… Lo primero que hay que entender es que escribir es una aventura llena de riesgos: solo los que están en capacidad de asumir, de vencerlos, pueden escribir textos, contenidos u obras dignas de leer y recordar.

Pero, volvamos al comienzo: la inspiración no llega a ti porque ya está en ti. No necesitas ir a buscarla en ningún lado, porque ya la tienes. Está en todos y cada uno de los gratos recuerdos de tu niñez, en los momentos inolvidables que has vivido con tus amigos, en los instantes felices que experimentaste con tu familia, en las risas que compartes cada día con tus hijos.

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Está, así mismo, en esos logros que tanto te costaron y de los cuales te sientes muy orgulloso, o en el conocimiento que has adquirido gracias a tu disciplina y disposición para aprender. O en los maravillosos libros que has leído desde la niñez, o en las canciones que escuchas y que te transportan a escenarios increíbles o en las series y películas que has visto una y otra vez

El problema con la imaginación y la creatividad es que creemos, porque así nos lo enseñan, que están ligadas a algo extraordinario. Y la verdad es distinta: las mejores ideas, aquellas que marcan la diferencia y que atraen la atención, son aquellas que están ligadas a lo que tantas veces pasamos por alto: los pequeños detalles y las emociones. ¿Habías caído en cuenta?

Todo, absolutamente todo lo que está a tu alrededor, lo que sucede a tu alrededor, es una inagotable fuente de imaginación y creatividad. Sin embargo, lo más valioso se encuentra en los detalles y en las emociones. Para apreciar y aprovechar los detalles debes usar estas dos habilidades: observar y escuchar. Te ayudarán a activar tu imaginación y tu creatividad.

Las emociones son tan poderosas que condicionan lo que pensamos y lo que creemos, en consecuencia, también lo que hacemos. Cuando estamos alegres y confiados, nos sentimos invencibles; mientras, en medio de la tristeza y la confusión somos vulnerables. Cuando la vida nos sonríe con salud, bienestar y prosperidad, los miedospasan a un segundo plano.

Mentiría si te dijera que es posible dominar las emociones: nadie lo hace. Sin embargo, sí es posible aprender a tomar distancia de ellas, abstraerte de su entorno. Así, les quitarás el poder que ejercen sobre ti, evitarás que jueguen contigo. Esa, créeme, es una de las habilidades que un buen escritor (o cualquier otro creativo, sin importar la especialidad) debe aprender.

Las emociones que experimentas en las diferentes circunstancias de tu vida son una increíble e ilimitada fuente de inspiración y creatividad, siempre y cuando no te dejes llevar por ellas. Si puedes verlas en perspectiva, te servirán para ver esos pequeños detalles que los demás omiten, para descubrir los secretos que esconden esas situaciones debajo de lo obvio.

No pretendas que la inspiración, la musa o como la quieras llamar, llegue a ti y te ilumine. Eso no va a ocurrir. Es una mentira que se ha propagado con el fin de venderte productos que, en teoría, te van a permitir inspirarte. Sin embargo, repito: es una mentira. La inspiración está dentro de y solo tienes que descubrir cómo activarla, tomar control de ella y aprovecharla.

Tu tarea consiste en saber qué te inspira: ¿la música? ¿La lectura? ¿El deporte? ¿El cine? ¿Una actividad al aire libre? ¿Jugar con tu mascota? ¿Salir con tus amigos a tomar cerveza? ¿Estar con tu pareja? ¿Caminar solo por un parque? ¿Meditar? ¿Conversar con tus padres o con tus abuelos? ¿Ayudar a tus hijos con las tareas escolares? ¿Qué es, en últimas, lo que te inspira?

La buena noticia es que no es una sola actividad, no hay una sola fuente. De hecho, lo más probable es que sea una combinación de varios o, por qué no, de todas las anteriores (y, claro, de algunas más que solo tú conoces). Una vez lo hayas identificado, enfócate en las emociones que experimentas en esas situaciones, en los pequeños detalles que la mayoría omite.

Una pista: eso que tantos llaman inspiración no es más que una oportunidad. Si la dejas ir, tienes que crear una nueva, propiciar otra. Pero, por favor, no olvides lo importante: la imaginación y la creatividad están en ti, así que cuanto mayor sea tu autoconocimiento, mayor será la información que obtendrás de ese apasionante viaje a lo más profundo de tu interior.

La próxima vez que te den ganas de invocar a la tal inspiración (que no existe), más bien despójate de los miedos y acepta la aventura de explorar en tu vida (pasado y presente) y en tus sueños e ilusiones (futuro). Profundiza tanto en lo doloroso, como en lo que te produjo placer, en lo que te hizo llorar y lo que te provocó felicidad. Luego, deja correr la imaginación

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Hay antídoto contra la infoxicación: contenido de valor (si cumple estas 4 premisas)

Una de las realidades más agobiantes de la actualidad es aquella del bombardeo mediático al que nos someten, al que nos sometemos, cada día. Es un tsunami que, nos dicen, es incontrolable y que nos provoca ansiedad, miedo, incertidumbre e inseguridad. Hay ruido, exceso de información y, lo peor, lo más tóxico, mucha infoxicación, es decir, mucha mentira, mucha versión sin sustento.

Decenas de correos electrónicos que no te aportan nada, miles de avisos publicitarios que te persiguen incansablemente, sin piedad, por doquier. Lo peor, ¿sabes qué es lo peor? Que somos nosotros los que abrimos la puerta de nuestra vida y permitimos que esa avalancha nos lleve por delante. Es como si abres la ventana de tu habitación en medio de un terrible temporal.

Hace unos años, cansado de esta situación, tomé una de las más sabias decisiones de mi vida: sabia y, además, conveniente. ¿Qué hice? Decidí cerrar todas las ventanas, todas las puertas y todos los canales a través de los cuales esa infoxicación podía llegar a mi vida. Dejé de ver las noticias en la tv, no volví a leer diarios o revistas y realicé una purga de mis redes sociales.

No es que haya quedado desconectado del mundo, sino que filtré los canales a través de los cuales me informo. Que, por supuesto, no son perfectos (ni pretendo que lo sean). Solo que decidí decir no más a la basura mediática, al pornoperiodismo, a los perversos clickbaits. Y, además, recurrí a otras fuentes de información, menos tóxicas, que nos ofrece internet a la vuelta de un clic.

¿El resultado? Tranquilidad y, sobre todo, algo muy importante para mí: salud mental. La lección que aprendí, muy valiosa, por cierto, es que no tienes por qué permitir que otros determinen qué clase de contenidos debesconsumir, como si no hubiera una opción. Y la hay, muchas, y buenas. Como en todo en la vida: tomas lo que quieres, pero después tienes que asumir las consecuencias.

Este es un tema álgido para quienes producimos contenido con la ilusión, con la convicción, de que sea útil para otros. Contenido que eduque, que entretenga, que oriente, que ayude en la cada vez más necesaria tarea de reflexionar acerca de la realidad que nos rodea, la que construimos. Contenido de valor, que no sean letras muertas, más de lo mismo o llover sobre mojado.

El tema no es si produces o no contenido de valor, sino cómo consigues que lo tóxico no te devore, que el tsunami de infoxicación no te pase por encima, que el huracán de clickbaits no te lleve por delante. Es una lucha desigual, injusta, puedes suponerlo. Porque peleas contra monstruos que son poderosos, que cuentan con los recursos necesarios y que además saben cómo jugar.

Jugar con la ignorancia de la mayoría, con la ingenuidad de la mayoría, con el incontrolable deseo de la mayoría de alcanzar el éxito exprés. Con la imperiosa necesidad de quienes con desespero buscan una oportunidad, una que sea buena, una que no sea un engaño más. Con la ilusión de los que cada día se levantan con la disposición de vivir el mejor día de su vida y son vulnerables.

Déjame decirte que es muy fácil caer en la tentación de producir contenido basura. Es una lucha constante, a sabiendas de que a largo plazo eres el único perjudicado: pierdes credibilidad, pierdes la confianza que habían depositado en ti. Es muy fácil caer en la trampa: fíjate en los medios de comunicación tradicionales, que se rindieron al clic fácil en procura de ingresos y lo pagan caro.

¿Por qué? Porque no solo no generan recursos, sino que perdieron a sus buenos clientes y, lo peor, cultivaron una audiencia poco educada, que solo consume lo gratis y que, para colmo, es desagradecida. Lo peor es que muchos (la mayoría) portales nuevos, que bien podrían ser una alternativa, eligieron seguir el mismo camino y son más de lo mismo, basura en medio de la basura.

Son, además, los mismos que pregonan a los cuatro vientos que “la gente ya no lee”, que “la gente prefiere otros formatos como el video o el audio”, que no es más que una mentira disfrazada. ¿Por qué? Porque las cifras de venta de libros impresos o digitales durante los dos últimos años (léase, pandemia) muestran un aumento considerable, independientemente de los demás formatos.

Es decir, no es que una persona deje de ver videos o escuchar audios porque ahora lee libros. Lo que sucedió es que, en medio del encierro, con más tiempo disponible (porque no sale de su casa), el consumidor decidió aprovecharlo para actividades como la lectura. Por supuesto, lecturas que sean distintas a la basura digital de los medios y las redes sociales, distinto a lo tóxico.

Y en ese escenario en donde nosotros, los demás (los buenos), tenemos una oportunidad. Es el escenario en el que los que no caemos en la tentación y producimos contenido de valor tenemos una oportunidad de darnos a conocer, de posicionarnos, de generar un vínculo de confianza y de credibilidad con el mercado. Una oportunidad que, sin embargo, no todos saben aprovechar.

¿Por qué? Quizás porque no tienen claro qué es contenido de valor. Para entrar en esta categoría, tu contenido, independientemente del formato en el que lo presentes o el medio a través del cual lo compartas a tu audiencia, debe cumplir con las siguientes características:

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1.- Debe ser útil.
Es decir, que le sirva para algún propósito constructivo. Que le enseñe algo sobre un tema de su interés, que le amplíe su visión sobre una situación específica, que le dé nuevos elementos de juicio acerca de un tema/situación. Que le ayude a mejorar alguna habilidad ya incorporada o a adquirir un hábito, que le permita encontrar un modo más fácil y efectivo de hacer sus labores.

Un contenido útil no necesariamente es algo nuevo, novedoso, sino uno que aporte una visión distinta, que responda preguntas que no habían sido resueltas, que plantee retos distintos de los convencionales. Además, y esto cada vez es más relevante, el contenido útil debe estar al alcance de todos, es decir, producido no solo para los expertos, sino para los que saben menos.

2.- Debe ser aplicable.
Un complemento de lo anterior. Además de entretenimiento, lo que la gente busca en internet es información que le ayude a tomar decisiones. De todo tipo, claro, principalmente, de compra. Lo que la gente busca, entonces, es contenido de valor que le dé argumentos de peso para saber cuál es la opción que más le conviene más allá del precio, cuál es la que mayores beneficios le brindará.

Además, y este es un objetivo cada vez de mayor peso, la gente busca contenido que le permita avanzar en su trabajo, en los quehaceres domésticos, en el deporte o cualquiera de las actividades habituales de su vida. Información que le ayude a mejorar, a superar sus límites, a ahorrar tiempo y conseguir mejores resultados, en fin. Consejos prácticos fáciles de aplicar y que en verdad sirvan.

3.- Debe ser inspirador.
Un objetivo del contenido de valor que era importante desde hace tiempo, pero que con la pandemia ganó relevancia. ¿Por qué? Porque en un inesperado y desconocido ambiente de miedo, dolor, sufrimiento, incertidumbre y encierro algunos nos dimos cuenta de que el rumbo de nuestra vida no era el que deseábamos y, entonces, buscamos modelos que nos inspiraran.

Inspiración entendida en el sentido de “enséñame cómo lo hiciste para hacerlo yo”. Pero, y esto no se puede olvidar, también como modelos dignos de imitar, personas, hábitos, comportamientos o propósitos que nos permitan ser mejores seres humanos, en todos los ámbitos de la vida. La realidad nos demostró que hay muchas personas que necesitan ayuda, que necesitan tu ayuda.

4.- Debe ser de impacto.
Esto es fundamental, porque la red y los medios de comunicación tradicionales están llenos de contenido que no aporta valor, que no sirve, que no ayuda. No se trata de intentar cambiar el mundo a través de un texto o cualquier otro contenido, sino de sumar: que esos minutos que una persona de tu audiencia le dedicó bien valgan la penal, que le dejen algo que ella agradezca.

Así como la frágil gota de agua horada la piedra de caer mil y una veces en el mismo lugar, el contenido de valorque tú produces puede generar un impacto positivo y transformador en otros a largo plazo. Es cuestión de método, estrategia y paciencia, de consistencia y perseverancia. La clave, no la olvides, es servir: cuanto más sirvas, cuanto más valor aportes, mejores resultados obtendrás.

La infoxicación, el ruido y lo tóxico nunca van a desaparecer porque son las únicas herramientas de las que disponen aquellos que solo buscan aprovecharse de los que no saben, de los ingenuos o de los ambiciosos que van tras el éxito exprés. Sin embargo, cada vez son más las personas que abren las ventanas de su vida con la ilusión de que a ellas entre el contenido de valor que les dé esperanza.

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‘Ghostwriting’: ¿qué es, a quién le sirve, quién lo puede hacer?

Es uno de los oficios más antiguos de la historia de la humanidad, superado por unos pocos como la prostitución con el que (ojalá nadie se sienta ofendido) guarda similitudes. En los últimos tiempos, se hizo más visible, pero no caigas en la trampa de creer, como dicen los vendehúmo, que es otro de los hijos naturales de la pandemia. Esa es una mentira.

¿A qué me refiero? Al escritor fantasma, negro literario o ghostwriter. En esencia, se trata de un periodista o escritor que escribe los textos de otros. Pueden ser discursos para políticos o empresarios, libretos para radio o televisión, reportes, biografías o libros. Es un oficio que siempre estuvo ahí, pero fiel a su naturaleza se mantuvo tras bambalinas, escondido.

Una de las manifestaciones más populares de escritura fantasma son las columnas de opinión que publican los diarios, firmadas por reconocidos deportistas (futbolistas, tenistas y muchos más). Por supuesto, ellos no las escribieron. Quizás por no lo saben hacer, quizás porque les tomaría demasiado tiempo, quizás porque entienden que su aporte es su punto de vista.

Hoy, los políticos, empresarios y algunas otras figuras públicas como artistas (cantantes, actores o bailarines) integran un periodista/comunicador en su equipo de trabajo con la intención de que, entre otras labores, sea su voz oficial. Y muchos de los libros, en especial los autobiográficos o inclusive algunos de ciencia ficción, son escritos por ghostwriters.

De eso se trata, precisamente, el ghostwriting: el que llamamos autor, el nombre que aparecerá públicamente, ofrece unas ideas, unos planteamientos, y el periodista o escritor los convierte en un texto digno de leer. La clave es que ese contenido refleje tanto el pensamiento como la voz del protagonista porque, de lo contrario, sería una nota periodística, una entrevista.

Si bien a lo largo de mi trayectoria periodística realicé este trabajo ocasionalmente, solo cuando comencé a escribir de marketing descubrí que era una especialidad valorada. Hoy, es uno de los servicios que más me solicitan y, por supuesto, una interesante fuente de ingresos. Pero, no solo eso: también, una gran vitrina, una labor que me ha dado visibilidad y autoridad.

Veamos cuáles son algunas de las características del oficio de escritor fantasma:

1.- En anonimato.
Es la condición sine qua non. De hecho, el acuerdo incluye (debe incluir) un pacto de confidencialidad. La primera barrera que hay que derribar, entonces, es la del ego: si lo que deseas es reconocimiento y aplausos, no puedes ser escritor fantasma. La satisfacción de realizar un buen trabajo y que los lectores aclamen el contenido es la compensación.

2.- Es una especialidad.
¿Eso qué quiere decir? Que no es un oficio que un novato pueda desempeñar. Para llegar a ser un ghostwriter hay que escribir mucho, de muchos temas. Cultura general y mentalidad abierta son cualidades valoradas de estos profesionales, que también deben entender que hay temas que no son convenientes, en los que es mejor no inmiscuirse. El escritor fantasma se hace (no nace).

3.- Requiere un método.
El éxito de un buen ghostwriter no se limita a escribir bien. Se requiere que sepa orientar al autor, ayudarlo a encontrar la información más valiosa y entregarla tan detallada como sea posible. También, tiene que conocer acerca de producción editorial, amén de labores básicas como corrección ortotipográfica y de estilo. Ah, y claro, una metodología estructurada.

4.- La versatilidad.
Si un ghostwriter se especializa en un tema no está mal, por supuesto. Tendrá que ver, eso sí, que sea un nicho atractivo, solicitado, porque de lo contrario ya no es un buen negocio. Sin embargo, es mejor si escribe de varios temas. He sido escritor fantasma de marketing, de marketing gastronómico, de marketing inmobiliario, de relaciones de pareja y desarrollo personal.

5.- La empatía.
Esta es la razón por la que no cualquier periodista o escritor puede ser ghostwriter. Además de deponer el ego (que no es una tarea fácil), hay que hacer realidad aquello de ponerse en los zapatos del otro. Tienes que pensar como piensa el autor, sentir lo que siente el autor, además de expresarte en sus términos, de tal modo que el lector no sospeche acerca de la autoría.

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¿Cómo saber si hay un buen escritor fantasma dentro de ti? Prueba. No hay otra fórmula. Es un ejercicio distinto de todos los demás a los que un periodista o escritor está acostumbrado, pero se aprende. Escucha audios y videos de esa persona, analiza su lenguaje no verbal, identifica las frases o palabras que lo caracterizan y prueba: escribe y valida con quienes lo conocen.

Entiende, así mismo, que nunca podrás conocer ciento por ciento a esa persona (así sea alguien cercano a ti), pero no hace falta. Lo importante, sin embargo, es que los textos que escribas a su nombre reflejen su forma de ser, de pensar, de sentir, sus ideas, sus sueños, sus miedos. El ghostwriter es un instrumento, invisible, y no tiene por qué figurar.

Ahora, veamos la otra cara de la moneda: ¿cuándo necesito a un ghostwriter y qué debo tener en cuenta para contratar al que más me convenga?

1.- Un objetivo claro.
Parece obvio, pero no lo es. La mayoría de las personas te contacta y te dice “quiero escribir un libro”, pero ni siquiera saben de qué tipo. Por muy buen escritor que sea, no hace magia y solo puede producir algo de calidad cuando recibe buena información. Si quieres que alguien escriba algo por ti, no olvides que tú eres el autor, el que se llevará los aplausos o las críticas.

2.- Un convenio claro.
Esto significa que estén detalladamente definidas las tareas de cada uno, las responsabilidades y los plazos de entrega, así como las condiciones económicas. Lo usual es pagar un adelanto de al menos el 50 % del valor total (el resto, al terminar). Si no conoces a esa persona, busca referencias y pídele trabajos anteriores que haya realizado bajo esta modalidad.

3.- Trabajo en equipo.
Esta es una de las claves del éxito. Si el autor paga y desaparece, después también las consecuencias. Un libro es una construcción compleja y requiere el aporte de todos los involucrados. Lo fundamental es que quien contrata brinde tanta información de calidad como sea posible, más allá de que, eventualmente, el ghostwriterdeba complementar, investigar.

4.- Una validación.
No es obligatoria, pero sí conveniente (la recomiendo). ¿En qué consiste? Una vez se establece la estructura del producto (con el índice, sin es un libro), el ghostwriter prepara un modelo de, por ejemplo, capítulo. ¿Para qué? Para que el autor compruebe si se siente reflejado en ese texto, si son sus palabras, sus ideas. Este el momento de corregir y ajustar, no al final.

5.- La confianza.
Aunque tú aparezcas como autor, aunque tú pagues por el trabajo, entiende que el profesional es el ghostwriter. Es decir, no pretendas enseñarle qué decir, cómo decirlo. Tu tarea consiste en validar la información, certificar que lo escrito es cierto, que es el mensaje que deseabas transmitir. El resto (el estilo, los giros literarios, la imaginación) déjalos en sus manos.

Ahora, supongo que te intriga cuánto puede costar contratar a un ghostwriter. La respuesta es que hay muchas variables que se deben considerar, como el tiempo, la dificultad del proyecto, la forma en que el escritor fantasma recibirá la información, cuánta información debe aportar y, por supuesto, la empatía con el autor. Dependerá, también, de la experiencia que acredite.

Cuando una persona me dice que quiere que le ayude a escribir un libro, programo una consultoría estratégica en la que pregunto acerca de todo lo que me interesa saber y respondo todas las inquietudes del cliente potencial. Luego, en función de las variables del proyecto, fijo una cifra. Entiende, eso sí, que dado que es una especialidad la tarifa suele ser un poco más alta.

En Canadá, por ejemplo, cuando el ghotswriter está afiliado a la Asociación de Escritores, el precio mínimo es de 32.000 dólares canadienses. La cifra varía en función, también, de la notoriedad de la persona que va a aparecer como autor: si es muy conocido o famoso, el costo se eleva. ¿Por qué? Porque la responsabilidad del escritor fantasma es mayor, también.

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Cómo la imaginación llena los vacíos del conocimiento

La línea entre la realidad y la ficción, o la imaginación, es muy delgada. De hecho, con frecuencia la traspasamos, aun sin darnos cuenta. Y es inevitable, sin duda, no solo porque es la naturaleza del ser humano, sino también porque es imposible controlar la mente, que es traviesa, caprichosa, que nos juega malas pasadas. Que, además, es infinitamente poderosa.

Tan poderosa, que muchas veces, en muchas circunstancias, no somos capaces de saber a ciencia cierta si vivimos en la realidad o en la ficción (imaginación). Nos montamos películas, vemos enemigos que no existen, creamos escenarios que solo están en nuestra mente y nos mortificamos por situaciones o hechos que no se dieron o que se dieron de una forma distinta.

Quizás lo sabes, quizás lo has experimentado, la mayoría de los males que nos aquejan a los seres humanos están en nuestra mente, surgen de nuestra mente. Así mismo, habrás escuchado que los pensamientos tienen poder curativo y de transformación: lo que piensas y aquello en lo que crees determina lo que haces, tus comportamientos, hábitos y deseos.

La clave radica en que tu vida tenga más realidad que ficción (imaginación), porque de lo contrario la puedes pasar muy mal si vives en un mundo irreal. Esta, seguramente lo sabes, es una premisa que se aplica a todas las actividades de la vida y, por supuesto, la escritura es una de ellas. Pero, no solo la escritura: cualquier forma o especialidad de creación que elijas.

Por allá en el lejano año 1981, cuando a Gabriel García Márquez le otorgaron el premio Nobel de Literatura, los periodistas colombianos corrieron a Aracataca, su pueblo natal, un lugar polvoriento, caluroso y enigmático, con la intención de saber más de Gabo. Una de las paradas obligatorias era la casa natal del laureado escritor, donde los atendía doña Luisa Santiaga Márquez.

Ella, la madre de Gabo, con gentileza y paciencia, también con una encomiable naturalidad, respondió todos los interrogantes. Algunos de ellos, decenas de veces, porque las preguntas se repetían. Una de esas, de las más frecuentes, era cómo Gabo había aprendido (o quién le había enseñado) a crear esos personajes e historias fantásticas que maravillaban a los lectores.

No tengo ni idea. Lo único que les puedo decir es que todo lo que Gabo escribió es cierto porque a él se lo contaron”, decía la matrona. Por supuesto, nadie, absolutamente nadie, a excepción del propio escritor, sabía qué tanto de cada personaje, qué tanto de cada historia, era realidad y cuánto era ficción (imaginación). O, probablemente, ni él mismo lo sabía.

Y este, a mi juicio, es uno de los mayores poderes de la escritura, de la mente humana: puedes crear lo que sea, inclusive un mundo nuevo, y vivir allí aunque sea solo un rato, mientras lees. O puedes convertirlo en tu refugio privado, secreto, un espacio al que solo tú tienes acceso y en el que te sientes libre por completo. Sin ataduras, sin límites, sin preocupaciones.

Como lo mencioné en algún artículo anterior, escribir es el acto de rebeldía más increíble del ser humano. Entendiendo eso de la rebeldía como la resistencia a ser encasillado, a vivir una vida ajena condenado a seguir los patrones impuestos por otros; como la decisión voluntaria y valiente de vivir la vida bajo tus propios términos y aceptando los riesgos que esto implica.

De eso, justamente, se trata el privilegio de escribir: de hacerlo bajo tus propios términos, los que tú eliges, sin límites, y aceptando los riesgos que se presentan en camino. Aceptarlos y enfrentarlos, enfrentarlos y disfrutarlos. Un de los ineludibles es la creación de los personajes y de las situaciones (contexto) que le dan forma a tu historia, que le dan vida a tu historia.

Y este, créeme, es uno de los obstáculos más complicados para muchas personas, para la mayoría. ¿Por qué? Porque requiere darle rienda suelta a tu imaginación, dejar que tu creatividad vuele libremente. Y no saben cómo quitarse las ataduras, no saben cómo despojarse de los miedos y de las creencias limitantes, del peso de los errores del pasado.

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Por eso mismo, a lo mejor no lo sabías, escribir es también un acto de valentía. Las experiencias más ricas, más poderosas y las que te permiten generar mayor identificación con las personas que leen tus textos son aquellas que, irónicamente, más pánico nos producen. ¿Por qué? Porque son las que nos obligan a enfrentarnos a nuestros demonios internos.

Esa es la razón, una de las razones, por las que cuando creamos un personaje o una situación para una historia o un relato no podemos basarnos por completo, al ciento por ciento, en algo real, en una persona. “Nunca terminarás de conocer a una persona”, reza una popular frase. Le agregaría “ni a ti mismo”, porque hay mucho de nosotros mismos que desconocemos.

Son esas misteriosas profundidades de la mente y del corazón del ser humano que, quizás, sea mejor no explorar. Pero, no importa porque, al fin y al cabo, disponemos de un maravilloso recurso que nos permite llenar ese vacío: la imaginación (creatividad). Es lo que nos brinda la posibilidad de convertir en bueno lo malo, en hacer un villano de un héroe… ¡genial!

El de la realidad y la ficción es un círculo virtuoso: la una nutre a la otra, una se nutre de la otra. No hay realidad sin ficción y, por supuesto, no hay ficción sin realidad. En este caso, distinto de lo que ocurre con el huevo, sí sabemos qué fue primero: la realidad. Primero conocemos lo que el mundo nos ofrece y luego, a través del poder de la mente, lo recreamos, lo adaptamos.

Es usual que, cuando vas a escribir una historia, tomes algún modelo de la realidad. Sobre todo, a la hora de crear tu protagonista. La tendencia que seguimos, porque es lo que nos enseña el mercado, es tomar el modelo de alguien que conocemos, de alguien que nos es muy familiar, alguien muy cercano, y lo involucramos en la trama. Sin embargo, no siempre es bueno.

No si lo que haces es un copy+paste, es decir, si el protagonista de tu historia es, por ejemplo, tu abuelo o un amigo o una pareja que tuviste en el pasado. Recuerda: “Nunca terminarás de conocer a una persona”, así que ese modelo no es suficiente para tu relato. Para que no se noten los vacíos, tienes que echar mano de la imaginación, debes retocar a tu personaje.

El personaje o la situación en la que se desarrolla tu historia (el contexto) siempre es una mezcla de realidad y ficción. Siempre. Toma solo los rasgos más característicos de esa persona real que conoces y agrégale los matices que desees, surgidos de tu imaginación. Por supuesto, debe haber coherencia, debe ser creíble, debe tener un sentido y un propósito para tu historia.

Más que aquello que puedas leer (que no se puede descartar, por cierto), la mejor fuente de información para un escritor, para alguien que desea transmitir un mensaje, es su realidad. Sí, las experiencias que vive, las lecciones que surgen de sus errores, las interacciones que tiene con otras personas y con su entorno y, de manera muy especial, con sus emociones.

Una de las características que distingue a los buenos escritores es la capacidad para conectar con otras personas, para identificarse con ellas, a través de las emociones. Tu miedo quizás sea distinto del mío, pero es miedo al fin. Gracias a las emociones, nos acercamos a otros, nos sentimos acompañados, nos ayudamos unos a otros. Gracias, también, a la imaginación.

El oficio de escribir, en cierta forma, es muy similar al de cocinar: todos los chefs pueden preparar una deliciosa pasta con los mismos ingredientes, pero cada uno, gracias a la imaginación, le dará toque personal. ¿Entiendes? Y en esos, justamente en eso, radica la genialidad de cada uno, aquello que lo hace diferente y por lo que un comensal lo elige.

No te frenes simplemente porque no lo sabes todo, porque no lo conoces todo. Nadie, absolutamente nadie, lo sabe todo. Y, aunque se antoje una contradicción, es lo mejor. ¿Sabes por qué? Porque, entonces, puedes echar mano del maravilloso recurso de la imaginación, de la creatividad, una facultad única del ser humano que te permite ser el amo del mundo, de tu mundo…

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Lees, ¿pero no escribes? Te estás privando de la mitad de la diversión

Quizás no lo aprecias como deberías porque es algo que nació en ti, que nació contigo, y entonces lo ves como algo natural. Sin embargo, créeme, es algo extraordinario. De hecho, es un privilegio del ser humano, la única especie del planeta que puede leer y escribir. Lo mejor es qué puedes hacer con ese privilegio, qué impacto recibes y provocas con lo que lees, con lo que escribes.

Si me conoces o has leído algunas de mis publicaciones, sabrás que me gusta llevar la contraria, ir en contravía de lo que hace la mayoría. Y no por capricho (no siempre), sino porque siempre fui así y no solo lo disfruto, sino que además obtengo los resultados que espero. Y mi oficio, por supuesto, es una clara manifestación de esta forma de ser.

¿A qué me refiero? Soy un pésimo lector (podría ser el peor del mundo) y, en cambio, soy un prolífico escritor (escribo casi todos los días). Lo común es que una persona sea buena lectora, pero que le cueste trabajo escribir. No debería ser así, puesto todos, absolutamente todos, aprendemos a leer y a escribir en la escuela primaria y lo hacemos el resto de la vida.

Sí, lo hacemos todo el tiempo. La mayoría de las veces, tristemente, por obligación, es decir, leemos o escribimos para cumplir con los deberes del estudio o del trabajo y muy poco, casi nada, para regocijo propio, por el placer de disfrutar de esas habilidades únicas que nos dio la naturaleza. Y está mal, porque nada de lo que se hace por obligación nos genera felicidad.

Porque felicidad, precisamente, es lo que damos y recibimos cuando escribimos, cuando leemos. Como escritor, es maravillosa la experiencia de saber que hay una persona, tan solo una, que disfruta tu producción. Y más maravillosa aún cuando son miles o millones las que aprecian y agradecen tu escrito. Irónicamente, es algo imposible de describir con palabras.

Como lector, es increíble la experiencia de conectarte con un autor al que no conoces, al que quizás nunca conocerás, pero que a través de sus textos sientes muy cercano. Y no solo eso: se establece una poderosa conexión emocional a través de la empatía, de la identificación, al punto que llegas a vivir sus tramas, a sentirte protagonista de tus historias, de sus relatos.

No sabes, no puedes entender (y no hay forma de explicarlo, tampoco), cómo alguien que no te conoce es capaz de escribir un texto, un libro, que parece hecho especialmente para ti. Como si te hubiera preguntado qué historia querrías leer o cuáles son las emociones que más te conmueven para agitarlas. No sabes por qué conoce a la perfección tus puntos débiles.

Cuando escribes, eres Dios (y perdóname que lo ponga en esos términos). Estás en capacidad de crear el mundo que quieres, los personajes que quieras, las historias que quieras. No hay un límite, porque tu imaginación y tu creatividad no tienen límites. Inclusive, puedes tomar una historia ya escrita y reformarla tantas veces como quieras, de tantas formas como quieras.

Cuando lees, te transportas a increíbles mundos imaginarios que no solo despiertan tu imaginación, sino que te producen emociones diversas. Puedes reír, puedes llorar, puedes enamorarte, puedes sufrir, puedes sentir lástima, puedes ser parte de una celebración. No hay límites, tampoco, en especial cuando puede establecer una conexión con el autor.

Nos dicen que solo puedes escribir si antes has leído mucho, pero no es cierto. Lamento si ataco una creencia tan arraigada. Mi caso particular es clara muestra de ello (y no soy la excepción que confirma la regla). La verdad es que para necesitas estar informado y la información no solo proviene de la lectura: también, de las experiencias, de la observación.

Es algo que me gusta repetir no solo porque es verdad, sino porque derriba uno de los grandes temores del común de las personas: todo lo que necesitas para comenzar a escribir está en ti, dentro de ti. Conocimiento, experiencias, miedos, ilusiones, pasión, imaginación, creatividad y, especialmente, dos habilidades poderosas: observar y escuchar (te recomiendo esta nota).

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Si no escribes, cualquiera que sea la razón que te detiene, no imaginas de cuántas experiencias maravillosas te privas, de cuánto impacto positivo estás en capacidad de provocar en la vida de otros. Cuando escribes y le brindas un poco de felicidad a alguien, tan solo un poco, la vida te recompensa de mil y una formas increíbles. Te lo digo con conocimiento de causa, lo he vivido.

Si no lees, sin necesidad de ser un devorador de libros o cualquier otro tipo de textos, te pierdes la posibilidad de acceder a conocimiento valioso; a experiencias que no has vivido y que te sirven, te permiten conocer algo del mundo y de la vida que no estaba a tu alcance. Te pierdes también la posibilidad de ingresar a universos imaginarios que hacen mejor tu vida.

Te comparto un dato que vi en una nota en internet: la venta de libros impresos, una especie a la que habían declarado en extinción, a la que le habían aplicado los santos óleos, solo cayó un 4 % durante 2020, en plena pandemia. Una sorpresa, en especial para las editoriales, que ya se veían condenadas a desaparecer. Sin embargo, el mercado se pronunció y dictó su sentencia.

¿Por qué te menciono esto? Para que disfrutes el paquete completo. ¿A qué me refiero? A que si te gusta leer, no te quedes solo con el 50 por ciento del privilegio que nos fue concedido a los seres humanos: aprovecha el otro 50 por ciento y escribe. Lo ocurrido en los últimos meses nos enseña lo que podemos recibir y lo que estamos en capacidad de dar a través de estas dos habilidades.

Leer y escribir son un acto de rebeldía, la máxima expresión de libertad del ser humano. Además, es una terapia, un hábito liberador. Durante la pandemia, en medio de la soledad y de la incertidumbre, agobiados por el miedo, acorralados por la muerte, leer y escribir nos permitieron sobrevivir, mantenernos a salvo. Sin leer y escribir, no lo habríamos logrado.

El ocio, en cualquiera de sus manifestaciones, y leer y escribir forman parte de ese universo, nos liberan del estrés, de la tensión y nos permiten soltar las cargas negativas. Así lo han comprobado diversos estudios. El escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que de todos los inventos creados por el hombre el libro era el más asombroso, el de mayor impacto en la vida.

Mientras, el sicólogo social estadounidense James Pennebaker determinó que hay efectos positivos en escribir, en especial si lo hacemos acerca de las experiencias traumáticas que hemos vivido. Desde las más insignificantes hasta las que nos provocaron grandes traumas, en especial sobre estas últimas. La escritura es una forma de combatir y vencer a tus miedos.

La argentina Silvia Adela Kohan, filóloga y autora del libro La escritura terapéutica (2013), afirma que “escribir un diario para luchar contra la cobardía, vaya si es un ejercicio saludable para mí. Soy mi propia interlocutora. Me atrevo a escucharme y tomo nota. Desato nudos. Deshago grumos. Me impulsa el deseo irrefrenable de dar un nuevo significado al mundo”.

Hoy, el mundo necesita más personas que se atrevan a aceptar el reto de escribir no solo para compartir su conocimiento y experiencias, sino para hacer más llevadera la vida de quienes no son tan afortunados, de quienes han sido duramente golpeados. Lo mejor de escribir, ¿sabes qué es lo mejor? Que nunca sabes qué impacto puedes generar, pero siempre provocas algo.

Si eres un buen lector, te felicito. Sin embargo, te invito a que termines la tarea, a que te des la oportunidad de escribir y transmitir a otros el poderoso mensaje que hay en ti. No necesitas convertirte en un escritor profesional o algo por el estilo, pues hoy disponemos de increíbles y varias herramientas y oportunidades para comunicarnos con otros, para dejar huella positiva.

La vida me enseñó que “aquello que no se comparte, no se disfruta” y lo compruebo cada día, con cada texto que publico. Me honra y me hace muy feliz saber que al menos hay una persona, tan solo una, que lo aprovecha, que lo valora, que lo agradece. Termina de cerrar el círculo, haz el otro 50 %: descubre y activa el buen escritor que hay en ti: ¡no te arrepentirás!

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Con estas dos habilidades, escribir te parecerá un juego de niños

A veces (casi siempre), corro el riesgo de tornarme cansón con este tema. Sin embargo, de manera consciente asumo el riesgo porque estoy completamente convencido de que no me equivoco. ¿A qué me refiero? A que los seres humanos, todos los seres humanos, y eso te incluye a ti que estás leyendo estas líneas, llevamos un buen escritor en nuestro interior.

Que quizás está dormido, que quizás es un poco distraído, que probablemente no has identificado y, por lo tanto, no has aprovechado. De hecho, y esto es algo que también repito sin cesar, escribimos todos los días: correos electrónicos, informes de trabajo, conversaciones de mensajería instantánea, comentarios en redes sociales, en fin. Escribimos todos los días.

Lo malo es que lo hacemos de manera automática, limitada. En otras palabras, escribimos como respuesta a un impulso inconsciente, de modo que no tenemos control de lo que producimos. Por eso mismo, carecemos de un vocabulario abundante, de variedad de ángulos en nuestros escritos, de recursos que nos permitan que esos textos sean más atractivos.

Además, escribimos de temas muy limitados: aquello en lo que nos consideramos expertos y, por ende, no enfrentamos el temor de hacer el ridículo. La política, el deporte, las relaciones sentimentales y los negocios son algunas de las áreas en las que nos aprendemos dos o tres frases de combate que repetimos como un loro viejo. Y no salimos de ahí por nada del mundo.

Honestamente, y te pido que me disculpes si eres una de esas personas, me parece un gran desperdicio. ¿Por qué? Porque los seres humanos tenemos un potencial ilimitado, ¿lo sabías? Que está condicionado, sí, por el conocimiento que hemos adquirido, por las experiencias que hemos vivido, por las creencias y, de manera muy especial, por nuestros miedos y emociones.

Crees que no puedes, pero sí puedes. Solo que no lo has intentado las veces suficientes o no sabes bien cómo hacerlo. Pero, ¡sí puedes! Esta es una premisa que se aplica a cualquier actividad de la vida. Por supuesto, y esto es muy importante, que sí puedas hacerlo no significa de manera alguna que vayas a ser el mejor, el referente, o que lo asumas como una profesión.

Me explico: puedes disfrutar el tenis, si es un deporte que te llama la atención, sin necesidad de ser Roger Federer. Puedes sorprender a tu familia con algún platillo que aprendas sin tener que ser el chef Jorge Rausch. Puedes animar una reunión de amigos o de la familia si tocas unas canciones con tu guitarra sin ser Paco de Lucía o cantar como tu vocalista preferido.

Del mismo modo, puedes escribir bien sin necesidad de ser Gabriel García Márquez, o Julio Cortázar, o Mario Benedetti, o Gabriela Mistral o J.K. Rowling. Esas son las grandes ligas, a las que pertenece una élite que nació para estar allí y que, además, convirtió algo normal, como es escribir, en algo extraordinario. Muy probablemente, ese no sea lo que te interese, tu meta.

Sin embargo, y aunque no te conozca o jamás haya leído una línea escrita por ti, estoy seguro, completamente seguro, de que puedes escribir bien. ¿Esto qué significa? Que estás en capacidad de transmitir un mensaje poderoso, de impacto, inspirador y empoderador a partir de tu conocimiento, experiencias, del aprendizaje de tus errores, de tus sueños y tus miedos.

Puedes hacerlo, créeme. ¿Cómo? Requieres algunas cualidades y, en especial, desarrollar algunas habilidades. Algunas ya están dentro de ti, mientras que otras tendrás que buscarlas e incorporarlas. Lo principal es que debes establecer qué para ser un buen escritor, por un lado, y qué te hace falta, por otro. Mientras no llenes algunos vacíos, escribir será difícil para ti.

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Estas son algunas de las cualidades y características de un buen escritor:

1.- Un buen conocimiento del lenguaje, la sintaxis y la gramática, entendiendo aquello de bueno como superior al promedio (y esto incluye, claro, el vocabulario)
2.- Disciplina y constancia. Si tienes la primera, pero te falta la segunda, en algún punto vas a abandonar. Escribir bien es un hábito que cultivas en la medida en que practicas más
3.- Organización y planificación. Igual que lo anterior. Olvídate de la tal inspiración, que no existe, y entiende que con un buen plan y la adecuada estrategia puedes escribir bien
4.- Capacidad para sobreponerte a los vaivenes de las emociones. Si permites que ellas te dominen, la tarea de escribir será harto difícil porque siempre tendrás una buena excusa
5.- Curiosidad y deseos de mejorar. Lo que sabes quizás te sirva para comenzar, pero solo llegarás a escribir biensi aprendes, si mejoras tu estilo, si pruebas estilos distintos
6.- Autocrítica y tolerancia. Creer que todo lo que escribes está bien no te ayudará, pero tampoco te servirá asumir que todo está mal. Recuerda: los extremos son viciosos
7.- Resistencia a la soledad. El éxito en el oficio de escritor depende de que puedas lidiar con la soledad, que es necesaria para producir mejor y, sobre todo, para activar la imaginación
8.- Paciencia (y más paciencia). No vas a escribir bien de la noche a la mañana, así que no hay más remedio que aceptar que es un proceso y que tienes que trabajar (arduamente)
9.- Creatividad. Todos somos creativos, pero no todos sabemos cómo transformar esa cualidad en buenos escritos. Está ahí, dentro de ti, pero tiene que activarla, potenciarla
10.- Saber tomar decisiones. Si vas a escribir, no puedes evitar tomar decisiones, una habilidad que distingue a los buenos del resto. Si además aciertas en tus decisiones, mucho mejor

No sé cuántas de ellas poseas; ojalá sean todas, porque esto te acortará el camino. Sin embargo, debo decirte que todas estas y otras más no son suficientes. Sí, lo siento. No mientras no tengas las dos más importantes, las que en la realidad, en la práctica, te van a permitir ser algo más que un buen escritor y, además, disfrutar de lo que haces.

¿Sabes a cuáles me refiero? Observar y escuchar. Que, valga aclararlo, son bien distintas de ver y oír. Por si no lo sabías, son las dos cualidades más escasas en la especie humana, no porque carezcamos de ellas, sino porque no las utilizamos. La mayoría de las personas se quedan en el nivel básico, ver y oír, que no les permiten percibir y apreciar lo verdaderamente valioso.

Cuando observas y escuchas, otros sentidos también se activan, como el tacto y el olfato. Y tu cerebro se pone en modo activo, despierto, dispuesto a recibir información, a experimentar nuevas sensaciones. Y, lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Se conecta con tu corazón para que él complete el equipo. ¿Cómo? A través de las emociones, las que aportan el color y el sabor.

Cuanto más desarrolles las habilidades de observar y escuchar, más activa será tu imaginación. Cuanto más activa esté tu imaginación, más podrás apreciar los detalles que hay alrededor, aquellos que para la mayoría pasan inadvertidos, los significativos. Cuanto más observas y escuchas, más y mejor información vas a incorporar, más y mejor será lo que puedes escribir.

Observar y escuchar con atención te permiten ir al fondo, a lo importante, sin distraerte en lo superficial. Además, te brinda argumentos para analizar la situación, para entenderla, para forjarte una opinión sustentada y estás en modo aprendizaje permanentemente. Y, por si esto fuera poco, te permite mantener prudente distancia sobre los hechos para analizarlos.

Observar y escuchar con atención es el paso inevitable para descubrir lo que otros no perciben y encontrar la solución adecuada al problema más complejo. Observar y escuchar te permite establecer un sólido vínculo de empatía con otros, con tu entorno, al tiempo que genera confianza y, algo crucial, te da la posibilidad de transmitir un mensaje asertivo, de impacto.

Hay un buen escritor dentro de ti, uno capaz de ayudar a otros con tu conocimiento, con tus experiencias, con tus sueños y a pesar de tus miedos. Si quieres descubrirlo, si quieres activarlo, debes desarrollar las habilidades de la observación y de la escucha. Ellas serán tus mejores aliadas, tus grandes amigas, tus confidentes, las musasmás poderosas…

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Esta habilidad, si la dominas, te facilitará el proceso de escribir

Lo complejo del arte de escribir no es la escritura en sí. Menos cuando sabemos que a todos no enseñan a escribir en la escuela primaria y que, además, todos los días escribimos. La dificultad reside en que lo hacemos instintivamente, de manera impulsiva, sin tener control de lo que producimos. Lo complejo, mientras, está representado por las otras habilidades necesarias.

La clave para escribir bien es hacerlo con frecuencia, ojalá un poco cada día. Y lo hacemos, ciertamente, pero inconscientemente. Nos limitamos a responder a estímulos externos y por eso casi nunca obtenemos el resultado que anhelamos. Escribimos, pero no desarrollamos la habilidad, no establecemos el hábito y, lo que nos impide avanzar, no tenemos un método.

Entonces, recurrimos a las excusas fáciles: “Es que no tengo tiempo”, “Es que todavía no puedo inspirarme”, “Es que he comenzado mil y una veces, pero no consigo avanzar”, es que… Siempre hay una justificación que nos libera de la responsabilidad y que, sobre todo, nos ayuda a liberar la carga de la culpa. Y en esas se nos va la vida, sin escribir lo que deseamos.

Disciplina, constancia y organización son tres habilidades que todo escritor necesita desarrollar, tres cualidades sin las cuales el proceso de escribir es prácticamente imposible. En especial, si lo quieres hacer bien, si quieres que tus escritos sean bien recibidos por sus lectores, si quieres que tus textos generen un impacto positivo en las personas que los reciben.

Olvídate de la famosa inspiración, una de las excusas recurrentes: olvídate de ella porque no existe, porque no es necesaria como la mayoría piensa. Nos han vendido la idea de que es un don reservado a unos pocos, a unos privilegiados, pero esa es una gran mentira, pura ficción. Lo que necesitamos para escribir es imaginación y todos los seres humanos contamos con ella.

El problema, porque siempre hay un problema, es que no sabemos cómo activarla, cómo aprovecharla. Creemos, porque es lo que nos enseñan, que es como prender una lámpara: basta operar el interruptor. Sin embargo, ya sabrás que no poseemos ese interruptor. ¿Y sabes por qué? Sencillamente, porque no lo necesitamos, porque la imaginación siempre está activa.

Es como la respiración: no tienes que pensar “voy a comenzar a respirar”, porque esa es una acción que tu cerebro tiene programada y la realiza de manera autónoma. Una maravilla, porque algunos somos tan despistados que no tendría nada de raro que algún día se nos olvidara respirar. Con la imaginación ocurre lo mismo: está ahí, activa, lista para ser usada.

A diferencia de la respiración, la imaginación es tanto autónoma como consciente. Es decir, el cerebro la pone a volar o bien podemos hacerlo nosotros mismos. Sucede cuando leemos un libro, o cuando vemos una película, o cuando apreciamos un atardecer pintoresco, o cuando nos dejamos llevar por el vaivén de las olas del mar o cuando escuchamos alguna canción.

El libro, la película, el atardecer, las olas o la canción son lo que podríamos llamar disparadores de la imaginación. La imaginación está ahí, revoloteando pacientemente a la espera de que tú decidas utilizarla. Luego, en el momento en el que apelas a ella, te ofrece un abanico increíble de opciones, algunas surgida de lo consciente (conocimiento) y otras, de la ficción (creatividad).

Otro problema, porque siempre hay más de un problema, es que equiparamos imaginación con inspiración y, entonces, nos quedamos esperando a que llegue, a que la lamparita del genio se prenda de manera automática. Sucede, sí, pero solo cuando ya has incorporado el hábito, cuando has entrenado tu cerebro: la práctica lo vuelve proactivo y se anticipa.

Además, y este es un punto muy importante, la imaginación está estrechamente ligada a las emociones. Ah, las benditas, traviesas y caprichosas emociones, ángeles y demonios, luz y sombra, placer y dolor. Si permites que las emociones te dominen, si reacciones de modo instintivo, la imaginación estará relegada a un segundo plano, sometida y frustrada.

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Si quieres escribir bien, si quieres que tu mensaje sea poderoso, si quieres provocar un impacto positivo en la vida de otros con el conocimiento y la vivencias que transmites, es indispensable controlar tus emociones. No solo porque de esa manera permitirás que la imaginación vuele a placer, sino, en especial, porque solo así podrás tomar mejores decisiones.

Y esta habilidad, mi querido amigo, es una de las grandes fortalezas o mayores debilidades de un escritor. Los buenos escritores aprendemos a tomar decisiones, que no significa de ninguna manera que jamás nos equivoquemos. Lo hacemos, claro, a menudo, pero en una cuantía menor a la del resto de las personas. Dado que tenemos mayor control, erramos menos.

No desarrollar la habilidad de tomar decisiones, buenas o malas, es una de las razones por las cuales tantas personas no se atreven a adentrarse en la aventura de escribir. Así mismo, es uno de los motivos por los que en algún momento del proceso nos agobia la ansiedad y nos frenamos. Sí, ese momento en el que hablamos del tal bloqueo mental, que tampoco existe.

Cuando vas a escribir, así sea un simple email, tienes que tomar varias decisiones:

1.- ¿A qué tema me voy a referir?

2.- ¿Por dónde comienzo?

3.- ¿Cuál va a ser el mensaje principal que voy a transmitir?

4.- ¿Cuál va a ser el tono que voy a elegir para mi mensaje?

5.- ¿A quién me voy a dirigir? ¿A quién no?

6.- ¿Qué fuentes de información requiero consultar?

7.- ¿Qué dosis de ficción va a incorporar mi escrito?

8.- ¿Qué estructura voy a utilizar en este escrito en particular?

9.- ¿Qué reflexión voy a hacer que sea de utilidad para el lector?

10.- ¿Cuál es la moraleja (lección) del mensaje que voy a transmitir?

No son todas las decisiones que debes tomar, es claro, pero sí las más importantes. Si eludes alguna, tarde o temprano tendrás que enfrentarla o, de lo contrario, perderás el control. La escritura es más fácil cuando dejas el miedo y tomas las decisiones necesarias. Y todavía más fácil cuando las decisiones que tomas son las correctas. Y solo acertarás si practicas mucho.

Lo complejo del arte de escribir es aprender a decidir. Perder el miedo a tomar decisiones. Porque lo que hace único cada escrito, lo que lo hace valioso y poderoso, es el conjunto de decisiones que el autor toma durante el proceso. Y tomar decisiones implica descartar, desechar, postergar; también, valorar, destacar, potenciar. Es un juego divertido, créeme.

A la hora de escribir, el procedimiento más efectivo para tomar decisiones es, a la vez, el más simple. ¿Sabes a cuál me refiero? Plasmarlo en un papel, a mano. Responde las preguntas que formulé antes y escribe las respuestas en una hoja, en una servilleta. Cuando termines, verás que la estructura de tu escrito está lista, que solo debes darle rienda suelta a la imaginación.

Antes de esto, sin embargo, hay otras decisiones trascendentales que debes tomar. ¿Aceptas el reto de sacar el buen escritor que hay en ti? ¿Te permites el privilegio de generar un impacto positivo en la vida de otras personas con tu mensaje? ¿Te animas a compartir tu conocimiento, tus experiencias y el aprendizaje surgido de tus errores para ayudar a otros, para inspirarlos?

La escritura, como la vida misma, requiere compromiso. De verdad, uno que no se quede en las palabras, sino que pase a la acción. Y eso, puedes suponerlo, implica tomar decisiones. No te obsesiones con tomar lasacertadas, porque siempre te equivocarás. Entonces, lo que hay que aprender es a aprovechar el conocimiento y las lecciones que surgen de cada error.

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