Categorías
General

10 beneficios imperdibles que recibirás (tú) si te lanzas a escribir

Comienzo con algo así como una confesión: no sé qué habría sido de mí sin la escritura. Que la descubrí en el ámbito laboral (antes de comenzar a trabajar poco o nada escribía) y con el paso del tiempo se convirtió no solo en mi gran compañera, sino también en mi salvadora. Hoy, no concibo pasar varios días sin escribir: me hace falta, no me veo en algo que no implique escribir.

Una frase que suelo decir con una dosis de sorna es que “todos tenemos alguna aberración”, en referencia a esos hábitos o mañas que nos hacen distintos de otros. En mi caso, sin duda, esa aberración es la escritura. Gracias a ella, a través de mi trabajo, no solo encontré el propósito de mi vida, sino también mi lugar en este mundo. Ella es mi alma gemela.

Algo que me gusta de escribir, inclusive en estos tiempos de copy + paste, de plantillas y de prompts de inteligencia artificial, es que cada vez que me siento frente al computador es un nuevo comienzo. No importa si voy a escribir de un tema recurrente, cada historia es nueva, una aventura distinta e independiente de las anteriores. Es decir, se trata de un desafío.

Un desafío para encontrar nuevos ángulos, para ofrecer ejemplos diferentes, para hacer énfasis en otras ideas que antes habían sido relegadas, para incorporar giros que le den al texto un mayor poder. Que no solo informe (la premisa fundamental del trabajo periodístico), sino que eduque, que entretenga y, sobre todo, que inspire a quien consume el contenido.

Otro aspecto apasionante es el aprendizaje constante. Durante varios años escribí sobre golf, el desarrollo de múltiples torneos. Que, en esencia, son un poco más de lo mismo. Sin embargo, cada torneo, cada ronda, era distinta, nueva. Asumir la aventura de escribir con la mentalidad de aprender expande la posibilidad de aprender, abre las alas de tu imaginación.

Un dato nuevo (o actualizado), el concepto de un experto que ofrece una opinión distinta, el análisis a partir de datos recientes comparados con los antiguos o, simplemente, una mirada diferente (positiva o negativa) de los hechos representa una oportunidad de aprendizaje. Que, no sobra decirlo, es valiosa y, quizás, única. Más hoy, cuando el conocimiento está a un clic de distancia.

Por otro lado, si bien no es algo exclusivo de los periodistas o de los escritores, está el gran privilegio que te concede la vida de generar un impacto en la vida de otros. Tú eliges si es positivo o negativo, constructivo o destructivo, inspirador o banal. Un privilegio que, claro, incorpora también una responsabilidad y un reto, porque es muy difícil dar marcha atrás.

¿A qué me refiero? El mensaje, seguro lo sabes, lo has vivido, lo has sufrido, es como una bola de nieve: una vez empezó a rodar cuesta abajo, es imposible detenerla. Y se llevará todo lo que esté por delante. Y sé que en este justo momento en tu mente aflora algún recuerdo de una de esas conversaciones que derivó en agresiones, en conflicto. Es el poder de las palabras.

A lo que voy, lo que me interesa que entiendas, es que a los seres humanos nos fue concedido el privilegio de comunicarnos de manera consciente. Y lo podemos hacer a través de distintos canales y en distintos formados, y no me refiero a los digitales: la voz, la escritura, la pintura, la fotografía, la actuación, en fin. Todas son formas de empaquetar el mensaje y comunicarlo.

Si bien no es una verdad comprobada, o una sentencia definitiva, para mí el punto de partida es el texto escrito. ¿Por qué? Porque es el más versátil. Es decir, un texto se transforma en audio, en video, en fotografía, en un post para redes sociales, en un carrusel, en infografía. De hecho, son cientos los libros que se convirtieron en películas o series, nunca a la inversa.

Hoy, gracias a la magia de las herramientas que nos brinda la tecnología, son caminos de doble vía. ¿Eso qué significa? Voz a texto, imagen a voz, imagen a infografía y más, en cuestión de unos pocos minutos. Para mí, sin embargo, el camino original sigue siendo el más conveniente y no solo porque me permite darle múltiples usos distintos a un texto. Eso es secundario.

Porque lo verdaderamente importante es el cúmulo de beneficios que recibo al escribir. Y, por favor, repara en que afirmo “recibo”, en vez de “aporto” o “comparto” con otros. Porque nos han enseñado que todo lo que somos, lo que tenemos, debemos transmitirlo a otros; y no solo eso: si no lo haces, se las ingenian para hacer sentir mal, para que te sientas culpable.

Y no hay tal. Si bien es algo que requiere desaprender, primero, y volver a aprender, después, la vida me enseñó que mi prioridad soy yo. No es egoísmo, es autoestima. La premisa es: lo que les das a otros, lo que compartes a otros, lo que transmites a otros, es lo que hay dentro de ti; entonces, cuida primero lo que hay en ti para que, cuando lo compartas, sea de valor.

¿Eso qué significa? Que el primer beneficiado con la escritura, con lo que escribes, eres tú. En la medida en que lo que escribes te dé conocimiento, te eduque, te entretenga, te inspire, más adelante, cuando lo compartas con otros, el impacto se multiplicará. El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría desconoce cuáles son los beneficios de escribir.

beneficios-escribir

Te menciono algunos que, quizás, te animen a dar el primer paso para comenzar:

1.- Potencia tu cerebro.
Este órgano, quizás lo sabes, es un músculo y, como tal, requiere ejercicio. En su caso, el ejercicio es el aprendizaje o, de otro lado, la potenciación de sus características a través de tareas que lo exigen, como la escritura. Escribir mejora la memoria, despierta la curiosidad y provoca que tu cerebro quiera saber más. Es decir, escribir mejora tu salud mental

2.- Optimiza tu capacidad comunicativa.
A medida que la escritura se convierte en un hábito, que practicas más, lo haces mejor. Y eso se refleja no solo en tus escritos, sino en las otras formas de comunicación que utiliza el ser humano en su relación con otros. ¿Por qué? Porque el cerebro aprende las estructuras de la escritura y las pone en práctica en el lenguaje oral, por ejemplo. El impacto será inocultable

3.- Organiza tus ideas.
Escribir es muy fácil cuando haces la tarea previa. ¿Sabes cuál es? Investigación, preparación, estructuración del contenido, de tu historia o texto. Establecer qué quieres comunicar y cómo lo vas a hacer. Esto implica analizar opciones, tomar decisiones y definir jerarquías. Con este trabajo, tu cerebro aprende el método y, como le gusta, lo pone en práctica a menudo

4.- Fortalece tu autodisciplina.
A diferencia de lo que cree la mayoría, escribir no es un don, sino una habilidad y, por lo tanto, cualquiera la puede desarrollar. La capacidad está ahí, dentro de ti, lista para que la utilices y la aproveches cuando quieras. Cuanto más escribas, lo harás mejor y no solo eso: también será más fácil y los resultados, de mayor impacto. La disciplina será la gran aliada de tu talento

5.- Es una terapia.
¿Lo sabías? Te confieso que en algunos de los momentos más difíciles de mi vida, en especial en lo personal, escribir me salvó. Me ayudó a pensar en algo distinto, positivo y constructivo, pero también me sirvió para desahogar las emociones. Una catarsis. Escribir, créeme, te ayuda a liberar tensiones, a lidiar con eventos traumáticos, a reconciliarte con lo bueno de la vida

6.- Te hace resiliente.
Desarrollar el hábito de escribir, o escribir bien, no es un logro que se consiga de la noche a la mañana. Exige disciplina, constancia, dedicación y, sobre todo, mucho de esa virtud tan escasa que es la paciencia. Y serán muchos lo momentos en que te sentirás tentado a tirar la toalla; si no lo haces, si persistes, la resiliencia te hará fuerte y podrás superar las dificultades

7.- Serás más creativo.
Si bien hay una corriente muy grande que nos invita a escribir a partir de plantillas, prompts preelaborados o a acudir al vulgar copy + paste, tu cerebro te recompensará cuando le das la posibilidad de crear, de imaginar. Es algo que le encanta, por cierto. Cuando escribes, tu cerebro se siente como un niño en el receso en un día de colegio: es juego, es adrenalina…

8.- Desarrolla la empatía.
Una de las maravillosas experiencias que puedes disfrutar a través de la escritura es aquella de vivir en cuerpo ajeno. Es decir, puedes ser otra persona, un superhéroe, un animal, lo que sea, lo que quieras. Eso te permite desarrollar empatía, te metes en la piel de otros y puedes vivir situaciones distintas a las de tu vida cotidiana y, lo más importante, ayudar a esas personas

9.- Te cambia el humor.
Dado que actúa como una válvula de escape, que nos brinda un desahogo, la escritura también nos ayuda cuando las cosas no van bien, cuando tu actitud es negativa o, simplemente, estás de malas pulgas. Liberar tus emociones apagará los fuegos internos, hará que te burles de ti mismo y no tardarás en cambiar tu sentido del humor. Es este caso, también es una terapia

10.- Te acompaña en la soledad.
Estar solos es una realidad para la cual nunca estamos (o estaremos) preparados. Sin embargo, es una situación cada vez más frecuente que es posible enfrentar si aprovechas los beneficios de la escritura. Como mencioné antes, así como la música, la escritura es una gran compañía que no te juzga, no te critica, no te abandona. De nuevo, es una gran amiga, mi alma gemela

Dado que cada persona es un universo único y distinto del resto, no puedo asegurarte que vayas a recibir estos 10 beneficios mencionados. Quizás algunos se cambian por otros, quizás recibes más. Solo podrás saberlo en la medida en que desarrolles el hábito y escribas. Lo que sí puedo decirte con certeza es que tu vida será mejor si incorporas en ella la escritura

beneficios-escribir
Categorías
General

¿Acabará la inteligencia artificial con el oficio del ‘copywriting’?

“Oye, Carlos, ¿no te da miedo que ahora, con todo este tema de la inteligencia artificial (IA) que crea contenidos, te puedas quedar sin trabajo?”. Esta fue la pregunta que me formuló hace unos días un cliente, durante una sesión de asesoría. No sé qué esperaba que le dijera, pero sí tengo la certeza de que, de alguna forma, mi respuesta significó una gran decepción para él.

¿Por qué? Le dije “No, de ninguna manera. Bienvenida la competencia”. Desde siempre, desde que hace más de 35 años comencé mi trayectoria como periodista, mi trabajo ha estado bajo constante amenaza. Por ‘escritores’ de otras profesiones, por internet y las nuevas tecnologías, por las redes sociales y, ahora, por esta maravilla de la inteligencia artificial.

Sí, es una maravilla, que desde hace años, aunque no nos demos cuenta, nos ha mejorado la calidad de vida, nos ha hecho más fácil la vida. En labores tan sencillas como atendernos en un centro de llamadas de atención al cliente (para mí, esta es su peor versión), recibiendo pagos en los comercios, creación o edición de imágenes o la conducción ve autos inteligentes.

Y son muchos, muchísimos, los usos que desconocemos y los que descubriremos, y aprovecharemos, en los próximos años. La verdad es que esta tecnología, que no es nueva, llegó para quedarse. Los dispositivos conocidos como asistentes virtuales, del tipo de Siri o Alexa, son un claro ejemplo de ello: hoy, en la práctica, son un electrodoméstico más.

Fue por allá a mediados del siglo XIX cuando el matemático irlandés George Boole creó un sistema de cálculo lógico, conocido como álgebra de Boole, que con el tiempo sería el embrión de la inteligencia artificial. La premisa del sistema es que las proposiciones se reducen a símbolos sobre los que puede operarse matemáticamente, algo que aprovechó la informática.

Más adelante, en 1936, otro matemático inglés, Alan Turing, considerado el padre de la computación moderna, introdujo el concepto del algoritmo. Su aporte significó un gran avance científico porque, en aquella época, mediados del siglo pasado, habló por primera vez algo que hoy es novedoso: el machine learning, es decir, la capacidad de las máquinas para aprender.

Turing, en esencia, afirmó que, en la medida en que se le brinde la información adecuada y se la programa para eso, una máquina puede aprender y emular comportamientos humanos. Los chatbots de las aplicaciones o de los centros de llamadas son la muestra de ello. O los robots que nos ayudan en tareas domésticas, labores que antaño eran exclusivas de los humanos.

Ya en los años 40, el escritor estadounidense Isaac Asimov, sentó las leyes de la robótica. Fue a través de su cuento Círculo vicioso, un relato corto de ciencia ficción escrito en 1941. En esencia, dice que un robot no le hará daño a un ser humano y tampoco permitirá que un ser humano sufra daño, al tiempo que cumplirá disciplinadamente las órdenes que se le impartan.

A mediados de los 50, el científico estadounidense John McCarthy (Tío McCarthy) acuñó el término de inteligencia artificial. Una década después, el alemán Joseph Weizenbaum, que fue profesor emérito de Informática en el Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), desarrolló ELIZA, considerado el primer chatbot de la historia, que dotó de voz a las computadoras.

Sin embargo, fue hasta mediados de. los 90, en los albores de la era digital, cuando se dio el salto más significativo, uno que marcó un antes y un después en lo cualitativo. Fue la aparición de Deep Blue, la computadora creada por IBM y que libró dos épicos duelos con el campeón mundial de ajedrez el soviético Gari Kaspárov. Vale decir que la máquina ganó las dos veces.

Aquella fantástica computadora había sido alimentada con cientos de miles de partidas de ajedrez y, además, estaba capacitada para analizar más de 200 millones de movimientos posibles en un segundo. Fue el hecho gracias al cual se cerró el círculo y, también, el que sentó las bases para esta realidad que vivimos hoy, en pleno siglo XXI, con la inteligencia artificial.

En los últimos meses, la empresa californiana OpenAI se puso en boca de todos. ¿Por qué? Lanzó a finales de noviembre de 2022 ChatGPT, un sistema de chat basado en inteligencia artificial (IA). En tan solo dos días se convirtió en viral y alcanzó más de 2 millones de usuarios. Y los primeros pinitos de esta poderosa herramienta, en verdad, causan un gran asombro.

Aunque está en fase de pruebas, lo que se conoce de ChatGPT es increíble. Fue creado para sostener conversaciones en múltiples idiomas, responder preguntas y crear contenidos “a la carta”. Según la agencia de noticias EFE “es coherente, tiene en cuenta lo hablado previamente en una conversación y es capaz de identificar temas sobre los que es mejor no hablar”.

Lo que se sabe es que su inteligencia artificial es alimentada con contenidos provenientes de internet. No todo internet, hay que aclararlo, sino una pequeña porción (por ahora). Es decir, no está conectado a la red en tiempo real, como un buscador, por ejemplo, sino a un archivo prestablecido. Y tiene una limitación: esos contenidos que lo alimentan son anteriores a 2021.

ia-copywriting

Conozco personas, emprendedores, que ya emplean ChatGPT en sus negocios y están encantados con los resultados. Karen Vega, por ejemplo, antigua cliente mía y miembro del Círculo Interno de Álvaro Mendoza, mi mentor, es una de ellas. “Por ahora, lo utilizo como un asistente, una ayuda”, dice, específicamente en el campo de la generación de contenidos.

Ahora, la otra cara de la moneda: ChatGPT NO es perfecto. A la par de artículos, ensayos o textos de ventas, crea software malicioso y, lo más grave, no distingue entre el contenido real, veraz, y tanta pornobasura que hay en internet. Si la herramienta ha sido alimentada con textos faltos, datos caducos o distorsionados, eventualmente los emplea en sus creaciones.

¿Te das cuenta del riesgo? Puede inducirte a un grave error. Como dijo Karen Vega, como un asistente, por ahora, está bien: no puedes otorgarle toda la responsabilidad de la creación de tus textos y contenidos. Ese es un riesgo que podrías pagar muy caro. Por supuesto, se espera que ChatGPT mejores a partir de los comentarios y sugerencias de los usuarios.

El portal mexicano Alto Nivel, por ejemplo, realizó una prueba y el balance invita a la reflexión. No todas las respuestas que se obtienen pueden considerarse válidas o acertadas. La herramienta arroja constantes errores y divergencias. ALTO NIVEL realizó varios ejercicios comprobando que en las respuestas hay equivocaciones e inconsistencias en la información resultante”.

La agencia francesa AFP, mientras, le preguntó a ChatGPT su opinión sobre tecnologías como él. ¿Qué respondió? Existen potenciales peligros al construir chatbots supersofisticados. Las personas podrían creer que interactúan con un individuo real”. En su web, OpenAI advierte que puede generar “informaciones incorrectas” o “dar instrucciones peligrosas o contenidos sesgados”.

Sam Altman, máximo ejecutivo de OpenAI, afirma que “ChatGPT es por ahora una demostración temprana de lo que será posible hacer con las interfaces de lenguaje basadas en inteligencia artificial”, pero reconoce que tiene “muchas limitaciones. Más adelante se podrá tener algo que haga tareas por ti o que eventualmente descubra nuevos conocimientos”.

Amanecerá y veremos. Ahora, volvamos al comienzo: NO, de momento, no me asusta la aparición de esta tecnología y que muchos la utilicen para crear contenidos. Les deseo la mejor suerte (porque la van a necesitar para no caer en sus trampas o debilidades). Tal y como lo he hecho durante mi carrera, a lo largo de mi vida, confío plenamente en mi talento y mi trabajo.

Dado que la clave del éxito de la inteligencia artificial es el contenido con que se le alimente, no será un proceso fácil ni rápido. Y, como lo mencioné antes, si solo se la alimenta con textos y contenidos provenientes de internet, el riesgo de que incurra en graves errores es muy alto. Además, por ahora, estoy seguro de que estas máquinas carecen de lo fundamental.

A lo fundamental para conseguir que un texto o contenido sea agradable de leer y de calidad, un contenido de valor. ¿A qué me refiero? A la capacidad de sentir y transmitir emociones. Es decir, por ahora no hay máquinas empáticas. Y son las emociones, traviesas, caprichosas y traicioneras, las que nos permiten conectar con un texto, con una historia, y disfrutarlo.

Así mismo, confía ciegamente, al 1.000 %, en mi creatividad, en mi imaginación, tanto como en las experiencias que he vivido y que son fuente inagotable de mis escritos. Escribir, para mí, es mucho más que un oficio o un trabajo: es tanto un placer como una terapia que disfruto al máximo y sin la cual no concibo mi vida. Es algo que quiero hacer hasta el último de mis días.

¿Te entusiasma la idea de probar ChatGPT? ¿Te tienta? Hazlo, utilízalo. Pero, por favor, ten cuidado de sus alcances. Que esas pruebas que realices no sean en trabajos definitivos que más adelante, te ocasiones problemas. Y algo más que eso: no reniegues de aquello que nos hace maravillosos y únicos a todos los seres humanos, la inteligencia, la capacidad de crear.

Son múltiples los ejemplos de aplicaciones, herramientas o recursos que nos ha brindado la tecnología y que después de una irrupción meteórica, pletórica, se desinflan y pasan al olvido. ¿Recuerdas Clubhouse? Hace tan solo dos años parecía estar en capacidad de transformar la forma de hacer negocios, de relacionarnos con otros; hoy son pocos los que la utilizan.

Estoy convencido de que uno de los mayores privilegios que nos fue concedido a los seres humanos fue aquel de pensar, de razonar y, sobre todo, de crear. Y no pienso renunciar a él, no pienso subordinarlo a una tecnología que puede ser poderosa o genial: prefiero lo mío. Y creo, también, que tú estás en capacidad de escribir y crear mensajes más allá de las máquinas…

ia-copywriting
Categorías
General

¿Cómo crear una buena historia en 5 sencillos pasos?

Los seres humanos tenemos la capacidad de hacer difícil lo fácil. A pesar de que disponemos de la inteligencia, que nos otorga una increíble ventaja sobre el resto de especies del planeta, nos empeñamos en tropezar con la misma piedra. Así sucede en todas las actividades de la vida, desde las cotidianas hasta las que realizamos esporádicamente. Y lo padecemos, claro.

Una de ellas, por ejemplo, es el proceso de escribir. Aunque prácticamente todos aprendemos en la escuela primaria, muchos viven con la idea de que no lo saben hacer. Lo irónico es que una persona común y corriente escribe todos los días, más en estos tiempos en los que estamos hiperconectados y nos comunicamos permanentemente a través de la tecnología.

En realidad, ese “no sé escribir” que argumenta tanta gente es más bien un “me gustaría escribir como un profesional y no sé cómo hacerlo”. Una de las razones es que nos preocupa el qué dirán los demás, recibir su aprobación, o que nos digan que no les gustó, que está mal. En la práctica, no siempre se escribe bien, ni siquiera el escritor consagrado lo hace perfecto.

El oficio de escribir es como la vida misma: cada día es distinto, a veces el balance es positivo y otras, negativo. No siempre estás con la disposición adecuada porque tu mente está distraída u ocupada con preocupaciones, con el estrés acumulado. O, lo que más se da, que no hay claridad acerca de lo que se quiere transmitir y, entonces, aparece el síndrome de la página en blanco.

Que es una bonita excusa, por cierto. El origen de este problema es un error de metodología o, peor, falta de una metodología. Es que nos han metido en la cabeza la idea que escribir es una cuestión de talento o, bendito Dios, de inspiración. Y no es así. Porque talento poseemos todos los seres humanos, así que este no tiene por qué ser el factor diferenciador en este caso.

En cuanto a la tal inspiración, si sigues con atención los contenidos que comparto, sabrás cuál es mi posición: ¡no existe! Más bien, a los seres humanos nos otorgaron el privilegio de la imaginación, una capacidad inagotable que siempre está al alcance de la mano. Lo que sucede es que somos perezosos y nuestro cerebro es cómodo: si no lo exiges, él tampoco se rebela.

Escribir es producto del trabajo, esa es la verdad. Todo lo demás que se diga es una excusa o, simplemente, una mentira. Que nos sirve para justificarnos, para procrastinar, para esconder la falta de compromiso. Se requiere planificación, investigación, imaginación y paciencia porque, por más talento que poseas, forjar un estilo propio no se da de la noche a la mañana.

Además, no es algo que te puedan enseñar. ¿Por qué? Porque el estilo del escritor es reflejo de su personalidad, de su visión del mundo, de su conocimiento, de sus experiencias, de sus creencias, de sus vivencias, de sus miedos, de entorno y, claro, de su disciplina. Disciplina para escribir con frecuencia, para leer, para escuchar, para observar y, por supuesto, para trabajar.

Ah, y que no se olvide: evitar elegir el camino difícil, el complicado. Especialmente en el comienzo del camino, cuando necesitas adquirir ritmo, mantener la motivación y no dejarte llevar por la incertidumbre, por tus miedos. Ahora, no es que haya un camino fácil, porque eso dependerá tanto de tu metodología como de tu disciplina, de tu persistencia y de tu paciencia.

La mayoría de las personas que anhela escribir usualmente piensa al revés. ¿A qué me refiero? Quiere comenzar por el final, no por el principio. Me explico: “Quiero escribir una novela” o “Quiero publicar un libro sobre los viajes que he realizado”. ¿Entiendes? Si vas a correr una maratón, primero debes gatear, luego caminar, después trotar y, por último, correr.

historia-rompecabezas

Ese es el proceso ineludible de la vida. En la escritura, a mi juicio el primer paso, el que más te servirá en la tarea de descubrir y forjar tu estilo y, en especial, de adquirir confianza y soltarte es contar historias. ¿Por qué? Porque los seres humanos por naturaleza somos contadores de historias, lo hacemos todo el tiempo, la mayoría de las veces de modo verbal.

Lo mejor es que estamos rodeados de historias: el amanecer, el aroma del café en el desayuno, el sol de la mañana, el atardecer, la lluvia, la luna en la noche, el ladrido de tu mascota, el abrazo de tu pareja, la sonrisa de tus padres, el relato de tu hijo luego de regresar del colegio, en fin. Hay historias, buenas historias, por doquier. Solo hay que escribirlas.

En internet abundan las plantillas que promete convertirte en un escritor consagrado, pero la verdad es que no sirven. Para algunas personas serán una buena guía, pero no te ayudarán si no aportar lo tuyo. ¿Y qué es lo tuyo? Imaginación, disciplina. Y atrevimiento, porque escribir siempre es una aventura que nos permite entrar a fascinantes mundos imaginarios.

Escribir, también, es algo similar a armar un rompecabezas. La salvedad es que las piezas siempre son distintas y las puedes armar a tu antojo, caprichosamente. Lo importante es que al final, cuando termines, haya valido la pena el esfuerzo y sea una historia digna de leer. A continuación, te relaciono los cinco elementos indispensables (la fichas de tu rompecabezas):

1.- El porqué.
¿De qué se trata tu historia? ¿Por qué vale la pena contarla? Esta idea debe estar clara en tu mente, muy precisa, porque de lo contrario le abrirás la puerta a la improvisación (que es la enemiga de la imaginación) y puedes echarla a perder. No tiene que ser un gran motivo, sino un aprendizaje, una pequeña lección, una experiencia que resultó agradable, en fin.

2.- El contexto.
Fundamental. Es el escenario en el que se desarrolla tu historia, el que le brinda color y calor a tu relato, el que lo hace único. Incluye tanto el entorno como la problemática, el conflicto sobre el que gira tu historia, que no tiene que ser la Tercera Guerra Mundial. Una duda, un sentimiento encontrado, una discusión, un descubrimiento… Sencillo, pero preciso.

3.- El protagonista.
El quien va a resolver ese conflicto. No tiene que ser un superhéroe ni un superdotado. Cuanto más humano sea, mejor, porque así podrá conectar con más personas. Lo deben acompañar otros personajes secundarios para darle color y calor al relato, para hacerlo creíble. Un buen protagonista sufre, se equivoca, cae y se levanta, pero encuentra la manera de salir airoso.

4.- El antagonista.
Una historia sin antagonista carece de picante, no sabe a nada. Ten en cuenta, eso sí, que no necesariamente es otra persona: puede ser una situación, una creencia, un miedo. La clave radica en no exagerar su rol en la historia, porque le puede restar credibilidad. Y, bien sea una persona y otra manifestación del mal, su poder es inferior al del protagonista y siempre pierde.

5.- La moraleja.
¿Qué está en juego en tu historia? ¿Cuál es el riesgo que corre el protagonista? ¿Qué puede perder? ¿Qué puede ganar? ¿Qué lección aprenderá? Tan importante como un final feliz es la moraleja, el mensaje que vas a transmitir. Lo debes tener claro y definido antes de escribir la primera palabra. Una reflexión, una sentencia, un aprendizaje, algo que inspire a tu lector.

¡Importante!: la clave para llamar la atención del lector, para atraparlo, radica en tu capacidad para jugar con estos cinco elementos mencionados. Es decir, de tu imaginación. Déjala volar con libertad, crea, inventa sin límites. El resto es probar una y otra vez, escribir y escribir. No hay otro camino, créeme. Lo único que te convertirá en buen escritor es escribir y escribir…

historia-rompecabezas
Categorías
General

Desarrolla esta cualidad (hábito) y escribir será como un juego para ti

“Ten cuidado con lo que preguntas, no vaya a ser que no te guste la respuesta”. Esta fue una premisa que aprendí, hace muchos años, cuando comenzaba mi trayectoria como periodista y debía entrevistar a diversos personajes. En aquella época, del siempre complicado mundo del espectáculo y la farándula, algunas estrellas ya consagradas y otras, en pleno ascenso.

Cuando uno es joven e inexperto, cuando desconoce cuáles son las normas bajo las que se rigen ciertas actividades, está expuesto a pasar límites establecidos. De ahí la advertencia, que no solo fue pertinente en ese momento, sino que se convirtió también en una máxima de vida para todas las actividades de la vida. Sabiduría popular de esa que siempre te sirve.

Suelo acudir a ella cuando algún cliente o un alumno de mis cursos me pregunta qué necesita hacer para empezar a escribir. Es una pregunta simple, hasta tonta, que no deja de causarme sorpresa. ¿Por qué? Porque los seres humanos, prácticamente todos, escribimos todos los días en el estudio, en el trabajo o en actividades recreativas como gestionar las redes sociales.

Lo que sucede es que hay una larga distancia entre lo que hacemos y lo que queremos hacer. Una distancia que surge del modelo que nos impone el mercado, que nos exige ser los mejores o hacerlo como profesionales, cuando no es necesario. No, mientras tu intención sea distinta de vivir de escribir, mientras escribir para ti solo sea un pasatiempo o solo quieras mejorar tu estilo.

En otras palabras, pensamos que, si no escribimos como un escritor profesional, no sirve. Y no es así, de ninguna manera. Puedes jugar al tenis y disfrutarlo si necesidad de ser Roger Federer o Rafael Nadal. Puedes salir a pasear en bicicleta sin pensar en competir con Egan Bernal o Richard Carapaz. Puedes cantar en un karaoke sin ilusionarte con ser Shakira o Raphael.

¿Entiendes? Ahora, otra consideración: que no juegues al tenis como Federer, que no seas un escalador infumable como Bernal o que no cantes como Shakira no quiere decir que seas malo o mediocre. Ellos son profesionales, están dedicados 24/7 a esa tarea. Lo tuyo con la escritura es más nivel amateur, que igual vale la pena. No ser un profesional no debe ser un obstáculo.

Y hay algo que quizás sabes, o necesitas saber: la escritura es una habilidad que cualquier puede desarrollar y que, una vez aprendida, puede ser mejorada, perfeccionada. O, dicho de otra forma: nunca se termina de aprender. Ni siquiera los escritores consagrados, los que viven del oficio, dejan de aprender; siempre están en evolución, siempre con opción de crecer.

Entonces, la edad tampoco es un obstáculo; apenas, en algunos casos, una excusa. Así mismo, no es requisito que hayas leído todas las obras cumbre de la literatura, todos los clásicos, a todos los maestros de la literatura, para escribir. De hecho, no todos te servirán porque no conectas con ellos, porque no son del género que te atrae, porque son demasiado complejos.

Dado que se trata de una habilidad, como cocinar, como montar en bicicleta, como patinar o bailar, escribir requiere práctica. Cuando más practiques, más rápido encontrarás un estilo propio (que es fundamental) y más rápido, también, evolucionarás. Que significa cambiar, desaprender y volver a aprender y, sobre todo, arriesgarte a entrar a universos desconocidos.

Y no tienes que comenzar el proceso de escribir como autor de una novela. Arranca por el principio, por lo sencillo, lo que puedas controlar sin que te abrume. ¿Un diario? ¿Un blog? ¿Artículos de análisis sobre distintos temas de la realidad? Elige el que quieras, aquel en el que te sientas más cómodo, en el que puedas avanzar tranquilamente sin quedarte bloqueado.

Escribe lo que se te ocurra, escribe cuando pases por distintos estados de ánimo, escribe sobre lo que ves en la calle, escribe sobre tus sentimientos (miedos o sueños), escribe sobre tus hijos o tu pareja, en fin. ESCRIBE. Fíjate una rutina, elabora un plan de contenidos y lánzate a la aventura, sin miedo. Solo progresarás en la medida en que haya un método, un proceso.

Y, claro, la cualidad más importante, la imprescindible. ¿Sabes cuál es? No es el talento, que todos lo poseemos de manera ilimitada. No es la inspiración, que es un bulo que nos vendieron y la gente se lo creyó. No es un don con el que la naturaleza dotó a unos pocos o un privilegio de unos elegidos. No es esa sarta de mentiras que uno encuentra en internet, ¡puro humo!

Entonces, ¿cuál es? La DISCIPLINA. Sí, la DIS-CI-PLI-NA. En mayúsculas, unida o separa por sílabas, como lo prefieras. Es la ficha que le hace falta al rompecabezas de la mayoría. Es un recurso transversal, que necesitas desde el comienzo hasta el final. Una cualidad que debes utilizar en todos y cada uno de los pasos del proceso, la única que te garantiza el éxito.

El obstáculo principal de la mayoría de las personas que quieren escribir es que no saben cómo hacerlo o, de otra forma, de qué escribir. Se enfrentan al síndrome del impostor, por el que no se sienten capaces de escribir sobre ningún tema. Y también sienten pánico (que se esmeran en ocultar) por lo que puedan decir otros, por las críticas, porque quizás no las aprueben.

Excusas, solo excusas. Igual que cuando quieres practicar algún deporte y, por falta de disciplina recurres a ellas. Igual que cuando no eres capaz de seguir un régimen alimenticio sano y recurres a ellas. Igual que cuando no puedes soltar el vicio de fumar y siempre tienes un motivo para hacerlo (una excusa). Igual que cuando quieres leer un libro, pero nunca empiezas…

El hilo conductor de esos empleos, lo que hay detrás de esos fracasos no es más que falta de disciplina. Hacer lo que hay que hacer, aun cuando no tengas ganas, o estés cansado, o tienes una reunión con tus amigos, en fin… La DISCIPLINA, quizás lo sabes, es un hábito, es decir, una conducta que se puede aprender. ¿Lo mejor? Una vez la aprendes, ¡jamás se te olvidará!

habito-disciplina

Ahora, cómo puede ayudarte la DISCIPLINA en el proceso de escribir:

1.- En la fase de recopilar información.
Cuando por fin deciden dar el paso y comenzar a escribir, muchas personas tropiezan con un obstáculo: ¿y ahora de qué escribo? Para que esto no te ocurra, adquiere el hábito de recopilar información de tantas fuentes como sea posible: anota ideas que se te ocurren, guarda textos y artículos impresos que te llamen la atención, videos o fotografías, conferencias o audios.

Las buenas ideas vuelas por ahí, silvestres, solo hay que tener una red para atraparlas. Esa red es la DISCIPLINA. Estadísticas, enlaces de webs o textos que hayas producido antes también son útiles. Guárdalos con orden, ojalá clasificados, para que la consulta sea fácil y rápida. Y no olvides la música: tus canciones preferidas son fuente inagotable de buenas ideas para escribir.

2.- Para establecer un método.
Sin un método, el proceso de escribir será tedioso y complicado. Esa es, justamente, la razón por la cual tantas personas tiran la toalla. Debes diseñar tu propio paso a paso, un sistema que puedas replicar una y otra vez y que te dé buenos resultados. Que, además, sea divertido, que no sea una excusa para procrastinar. El método es el as bajo la manga de los buenos escritores.

Puedes investigar cómo lo hacen los escritores que admiras, establecer cuál es su rutina. Luego, la modelas a tu personalidad, le das tu toque y la sigues con DISCIPLINA. Entiende, eso sí, que el mejor método del mundo es inútil si no lo aplicas con juicio, si decides tomar el atajo de la improvisación o, peor aún, eliges sentarte a esperar que la tal inspiración llegue a ti.

3.- Para establecer una estructura.
Una estructura, si bien es similar a una receta de cocina, no es una camisa de fuerza. Cuanto más flexible sea, mucho mejor, porque así te convertirás en un escritor versátil, no en uno aburrido que produce textos idénticos. No hay fórmulas secretas y, como en el punto anterior, puedes investigar cuál es la estructura que utilizan aquellos escritores que te inspiran.

Prueba distintos modelos, mira con cuál te sientes más identificado, más cómodo. Y no dejes de darle tu toque personal, que es finalmente lo que te hace distinto y único. Cuando tengas una estructura definida, trabájala, practícala cuanto más puedas. Solo así la incorporarás, la convertirás en algo automático. Método + Estructura son las cualidades de los mejores.

4.- Para aprender más.
Lo que sabes, lo que has vivido y lo que piensas/sientes te ayudará a comenzar, pero si lo que deseas es ser un escritor productivo, será insuficiente. Una vez elijas el tema (s) del que vas a escribir, una línea editorial, investiga, lee a los referentes, mira los videos que puedas hallar en la red y mantente con la mente abierta para aprender más, para profundizar tu conocimiento.

A veces, muchas veces, buenos escritores se estancan porque, después de recibir las críticas favorables de sus lectores, creen que ya lo saben todo. Y dejan de aprender. Esa es la razón del estancamiento. No olvides, así mismo, que hoy las audiencias son universales, que tus escritos pueden ser leídos por cualquiera en cualquier lugar. Preocúpate porque te elijan una y otra vez.

5.- Para escribir.
Lógico, ¿cierto? Lo ideal es que antes de sentarte frente al computador hayas completado el proceso previo. ¿Cuál? Determinar el tema, investigar (recopilar la información) y establecer la estructura (idea central, contexto, desarrollo y moraleja o conclusiones). Si algo hace falta, no me canso de repetirlo, el proceso de escribir se frenará en algún punto (y tirarás la toalla).

Parte de la DISCIPLINA del buen escritor consiste en contar con los equipos y el ambiente adecuados para escribir. Luz y ventilación adecuadas, una silla cómoda y, en fin, un espacio diseñado especialmente para esta labor. También, conviene fijar un horario o, cuando menos, una rutina (una hora, dos horas…) y ajustarse a él. La DISCIPLINA es socia de la IMAGINACIÓN.

No es porque no sepas cómo hacerlo, porque de hecho lo haces todos los días. No es porque no tengas el conocimiento, porque estoy seguro de que posees mucho acerca de un tema. No es porque no puedas hacerlo, porque es una habilidad que cualquiera está en capacidad de desarrollar. No es porque te falte talento, porque el ser humano es una fuente inagotable.

Si no escribes, si tienes la inquietud desde hace tiempo, pero no comienzas, la única razón es porque te falta DISCIPLINA. Lo demás, todo lo demás, son excusas. Piensa en todo aquello que en algún momento de tu vida creíste que era imposible; piensa en cómo con DISCIPLINA fuiste superando uno tras otro todos los obstáculos; ahora, aplica esto mismo para escribir. ¡Voila!

habito-disciplina
Categorías
General

7 pasos sencillos para escribir un post digno de publicar

Repite conmigo, lentamente: NO EXISTE EL POST PERFECTO. De nuevo: NO EXISTE EL POST PERFECTO. Toma aire profundamente y exhala suavemente. Repite una y otra vez, hasta que el concepto te quede grabado en la mente, en la piel. Esas cinco palabras deben ser las primeras que afloran en tu mente cada vez que te sientas frente al computador a escribir. ¡Siempre!

No son pocas las personas, clientes, conocidos o amigos, que me confiesan que tienen ganas de escribir, de crear un blog y comenzar a publicar contenido. Sin embargo, del dicho al hecho hay un largo trecho y, tristemente, se quedan a mitad del camino. “Lo estoy pensando”, es la excusa más común, que debe interpretarse como “Todavía no me despojo del miedo”.

Son diversas los motivos. Primero, el tristemente célebre síndrome del impostor, aquella arraigada creencia de “No soy lo suficientemente bueno”, “Eso que yo sé a nadie le interesa”, “Todavía tengo que mejorar mucho” y otras tantas ideas tóxicas que afloran en tu mente. La verdad, simple y llana, es que nunca vas a estar al 100 % porque la perfección no existe.

El segundo, precisamente, la búsqueda obsesiva de la bendita perfección. Repito: ¡NO EXISTE! Y eso, a mi juicio, es maravilloso: significa que nunca tocamos techo, que siempre hay una oportunidad para crecer, que cada día hay una posibilidad de aprendizaje. Sin embargo, son muchos los escritores noveles que se atormentan con el incesante proceso de corrección.

El tercero, el miedo a la crítica. “¿Y si a nadie le gusta lo que escribo?”, “¿Qué hago si nadie se interesa en mi libro?”y otros interrogantes similares que provocan pánico. Infundado, por supuesto, porque son producto de la imaginación. Todos los escritores, absolutamente todos, han recibido críticas feroces, a veces malintencionadas, y eso no les restó crédito alguno.

El cuarto, no entienden que se trata de un proceso. ¿Eso qué significa? Que lo normal, lo más frecuente, es que el éxito no llegue antes de varios intentos fallidos. Es decir, no en la primera publicación. ¿Sucede? Sí, sucede. Algunos saborearon las mieles de la fortuna a la primera, pero no es lo habitual. Escribir es evolucionar y mejorar constantemente. No hay otro camino.

Un quinto motivo, que de alguna forma es una combinación de los anteriores, es que nunca están conformes con su trabajo. Se ponen una vara muy alta y, claro, nunca la alcanzan, de ahí que los acompañe una sombra de frustración. Entonces, poco a poco pierden la pasión, el impulso, y llega el momento en el que solo ven una salida: tirar la toalla, no escribir más.

Este se el punto en el que la mayoría acude a la excusa perfecta, el tristemente célebre bloqueo mental, que es la gran mentira del mercado. Y con el embuste del “Estoy bloqueado” se dedican a procrastinar, a divagar, convencidos de que en algún momento aparecerán las tales musas de la inspiración, otro cuento de hadas. Así se completa el escenario de pesadilla.

Escribir, no me canso de repetirlo, es una habilidad incorporada en todos los seres humanos. Eso significa que cualquier persona está en capacidad de escribir o, mejor todavía, de ser un buen escritor. ¿De qué depende? Primero, de desarrollar la habilidad natural. Segundo, de practicar y practicar, tanto como sea posible. Tercero, insistir, persistir y nunca desistir.

El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que nos han metido en la cabeza la idea de que “escribir es un talento”. Y, no, no lo es: se trata, de una habilidad. Eso que algunos llaman talento es imaginación, creatividad, esa capacidad innata de cualquier ser humano de generar ideas distintas, novedosas o, simplemente, oportunas y acertadas.

Por fortuna, para cada problema hay siempre al menos una solución. Al menos una. En el caso de la escritura, la solución es el trabajo previo. Recuerda (otro concepto que no me canso de repetir): sentarte frente al computador es el último paso del proceso y solo puedes llegar allí si antes cumpliste todas y cada una de las etapas anteriores. De lo contrario, tendrás problemas.

pasos-post-perfecto

Este es un sencillo paso a paso que puedes implementar para escribir un buen post:

1.- Define el tema.
Básico, ¿cierto? El problema es que muchas veces esa definición es demasiado amplia, abarca demasiados tópicos y, por eso, el proceso de escribir se hace complejo. Definir el tema significa en pocas palabras establecer una y solo una idea central que será el punto de partida. Es claro que debe ser una idea que tenga fuerza, que sea interesante, que atrape la atención del lector.

Después, puedes tener 3-5 ideas secundarias que sean complementarias y que te ayuden a desarrollar la trama, a delinear a los personajes, a llevar al lector por el viaje de la aventura que le propones. Lo fundamental es que haya una jerarquía (de mayor a menor) de acuerdo con la importancia. Eventualmente, en el proceso alguna se queda entre el tintero.

2.- Define el mensaje.
Que no es lo mismo que el tema, eh. El tema es el marco general de tu escrito, mientras que el mensaje es esa idea única que deseas que quede grabada en la mente de tu lector. Una idea que sea tan poderosa, tan impactante, como para que esa persona quede con ganas de más. Es decir, que la próxima vez que reciba un contenido tuyo no dude en abrirlo y leerlo.

Lo crucial, en este caso, es que construyas el camino que te lleve al final que has elegido. Mejor dicho: no puedes esperar que el mensaje se te ocurra a mitad del camino, porque eso es abrirle la puerta a la improvisación, que llega de la mano de las dudas y de los miedos. Y es, entonces, cuando te frenas. Es fundamental tener muy claro el comienzo y el final.

3.- Determina el contexto.
Una historia sin contexto no captura la atención del lector y, por ende, le resta poder a tu mensaje. Este, créeme, es uno de los elementos imprescindibles de cualquier tipo de escritos (novela, cuenta, relato, poesía, post), pero también uno de los que la mayoría pasa por alto. Una historia sin un buen contexto es un riesgo: en cualquier momento pierdes el control.

Contexto significa límites: hasta dónde quieres ir y qué fronteras no estás dispuesto a cruzar. Es el escenario en el que transcurrirá tu historia, tu relato, el que le aporta credibilidad. Es, por decirlo de alguna manera, la base que soportará tu texto: cuanto más sólida sea, mejor. La clave radica en que esté bien definido, que no sea muy amplio porque si no las ideas se dispersan.

4.- Comienza.
Sí, comienza a escribir. Se supone que ya tienes delimitado el camino que vas a seguir, así que el siguiente paso es empezar a avanzar. En esta fase del proceso, la prioridad es producir, es decir, llevar a la hoja las ideas que tienes en tu cabeza o, de otro modo, ejecutar el plan que estableciste de antemano. Eso, por supuesto, no descarta los aportes de la imaginación.

Eso sí, ten cuidado con caer en la trampa de la improvisación. ¿A qué me refiero? A que a veces, en especial cuando eres un escritor novato, cambias de rumbo nada más al comenzar o a mitad del camino. Se te ocurre eso que llamas “una gran idea” que, en realidad, no es más que un peligroso atajo. El resultado, por lo general, es que tu escrito se desvía, se desvirtúa.

5.- Termina.
¿Obvio? En la teoría, quizás; en la práctica, no mucho. Te sorprendería saber el elevadísimo porcentaje de textos que se quedan inconclusos. “Comencé y después me bloqueé”, dicen. ¿Qué falló? El plan, la estructura, que no estaban claros, que no te llevaban a donde querías llegar. Es un mal que se presenta más veces de las que te imaginas, pero que tiene solución.

¿Cuál? Escribir, amigo mío, no es muy distinto a, por ejemplo, salir a rodar en bicicleta o leer un libro. ¿En qué sentido? Requieres un plan que, por supuesto, no es una camisa de fuerza. Si te cansas, te detienes tomas aire y luego de unos minutos reanudas. Si el sueño te venció antes del el punto de lectura que deseabas, no importa: suspende, descansa y luego reanudas.

6.- Testea.
Este, sin duda, es el paso que más miedo provoca, en especial en aquellos que comienzan a publicar (no solo a escribir). ¿Por qué? El ya mencionado temor a la crítica. Lo que quizás no saben es que la crítica siempre va a existir y que, lo peor, será más despiadada, más cruda, a medida que te conviertes en un escritor conocido y reconocido, que adquieres notoriedad.

La solución, sin embargo, es sencilla: haz de cuenta que estás en un trampolín de 7 metros y lánzate. Quizás realices un clavado memorable, quizás te des un porrazo doloroso al entrar al agua. No importa. Pide retroalimentación a alguien de tu confianza, que te diga la verdad y te ayude a mejorar tu escrito. Luego, publica, pero no te obsesiones con los comentarios.

7.- Corrige y repite.
Cuando menciono corrige no me refiero específicamente al texto en particular (que, claro, es susceptible de corregir, de mejorar), sino al proceso, al método que estableciste para escribir, para producir cantidad con calidad. Publica una o dos veces por semana, escucha lo que dice tu audiencia (qué les gusta, qué no) y realiza los ajustes necesarios. Sigue escribiendo.

No te obnubiles si los primeros artículos que escribes son bien valorados, como tampoco te frustres si son criticados. Elogios y críticas siempre irán y vendrán, así que lo mejor es que te acostumbres y no les prestes tanta atención. Concéntrate, más bien, en el proceso, en el método, en cómo brindarle a tu audiencia ese contenido de valor que ella necesita.

Repite conmigo, lentamente: NO EXISTE EL POST PERFECTO. De nuevo: NO EXISTE EL POST PERFECTO. Todos los escritores, los novatos y los consagrados, los que escriben de cuando en cuando y los que lo hacemos a diario, producimos textos geniales, buenos, regulares y malos (o, quizás, hasta perversos). Es parte del proceso. Esa es la realidad, porque el post perfecto no existe…

pasos-post-perfecto
Categorías
General

Escribir un blog: 5 razones por las que deberías empezar hoy

Vamos a comenzar por el final, por la creencia más arraigada: escribir y sostener un blog no es para cualquiera. De hecho, son muchas las personas que comienzan, dan unos pocos pasos y después desisten. Y, te lo confieso, ni siquiera para mí es algo complicado, dado que es una de varias responsabilidades que tengo. Sin embargo, no estoy dispuesto a tirar la toalla.

Quizás sabes que soy periodista de profesión, un oficio que ejerzo hace casi 35 años. Aunque he tenido experiencias en radio (como parte de un programa semanal en una universidad) y en televisión (comentarista de torneos de golf para un canal privado), toda mi trayectoria me dediqué a escribir. Es lo que me gusta, lo que mejor sé hacer, por lo que me conocen.

En el año 2012, en uno de mis períodos sin trabajo estable, me lancé a la aventura de intentar que alguna editorial me publicara un libro sobre la historia de los Mundiales de Fútbol. En esos días, se disputaban las eliminatorias a Brasil-2014 y una joven Selección Colombia dirigida por José Pekerman ilusionaba al país con regresar a la Copa Mundo por primera vez desde Francia-1998.

El trabajo que realizaba era una extensa y detallada recopilación estadística, que me iba a servir como base para escribir las historias del libro. Una tarea compleja que exige mucha dedicación, concentración y cuidado, porque un dato mal gestionado cambiar la información. A pesar de que es una labor que me apasiona y disfruto, entendí que necesitaba algo más.

Me di cuenta de que llevaba tres meses dedicado exclusivamente a las estadísticas, sin escribir una letra. Dado que sé perfectamente que escribir bien es un hábito, y que ese finalmente es mi trabajo, no podía darme ese lujo. Entonces, hallé una solución: crear un blog de golf, una de mis especialidades, que le hiciera contrapeso al tema futbolístico, que me tenia absorbido.

Comencé a publicar historias sobre jugadores, campos y figuras de la historia, además de análisis de la actualidad, tanto en Colombia como en el ámbito internacional. Esas notas se leyeron muy bien, eran profusamente compartidas y se generó una interesante dinámica que me enseñó que había un espacio profesional en el que podía desarrollar mi trabajo.

Cuando Colombia clasificó al Mundial, creé otro blog y escribí historias acerca de los mundiales de fútbol, de las figuras más conocidas de la historia y otros hechos poco familiares para el hincha. Fue increíble, porque obtuve una respuesta muy positiva. En Facebook, en Google, en Twitter y en LinkedIn encontré una audiencia ávida de buenas historias, que las valoró y apreció.

Colombia, quizás lo sabes, cumplió al más destacada actuación de su historia, con un quinto puesto. Cada día publiqué 3-4 historias sobre los partidos disputados y un resumen y cuando jugaba Colombia algo especial. Logré métricas increíbles, inesperadas, que me confirmaron las virtudes de un blog (sin importar la temática) cuando el contenido es útil para otros.

Cuando creé mi página web, a finales de 2020, y desde un comienzo entendí que no la podía destinar exclusivamente a ofrecer servicios. Soy un convencido de la premisa que me enseñó mi amigo y mentor Álvaro Mendoza, de aportar valor por encima de cualquier otro interés. Aportar valor, compartir conocimiento y experiencias, se una luz que ilumine a otros.

Generar un impacto positivo en la vida de otras personas es un privilegio, ¿lo sabías? Es muy probable que sí. Lo que quizás desconoces es que tú también puedes lograrlo y que un blog profesional es una de las herramientas más poderosas con que cuentas para conseguirlo. Y, esto quizás te sorprenda, además de un gran privilegio también es una responsabilidad.

¿Por qué? Como bien dice Álvaro Mendoza, todo aquel que posee un conocimiento valioso y  acumula experiencias enriquecedoras tiene la responsabilidad de compartirlas con otros. Si no lo hace, ese conocimiento y esas experiencias de nada le servirán, perderán su valor”. Y tú, estoy completamente seguro, tienes mucho valor que puedes compartir con otros.

escribir-blog

Es probable que no te animes, o no te interese, escribir un blog sobre tu área de conocimiento, sobre lo que haces en tu trabajo, y está bien. Sin embargo, ese no es el final de la historia. A lo mejor puedes compartir lo que sabes y has vivido en relación con alguna de tus aficiones, de tus pasiones. No te olvides que mis primeros blogs fueron sobre dos aficiones: golf y fútbol.

¿Algún deporte? ¿Cocina? ¿Historia universal? ¿Libros? ¿Música? ¿Mascotas? No importa. Lo que en realidad interesa es que descubras cuál es ese tema del que sabes más que el promedio de las personas, que te apasiona, que te hace feliz hablar de él y que te gustaría compartir con otros. Un tema del cual puedas escribir un post para tu blog al menos una vez por semana.

La clave, créeme, es comenzar. Escribir y publicar un post (1.200 a 1.500 palabras) con un contenido de valor y promocionarlo en redes sociales o WhatsApp. También puedes hacer una versión video y colgarla en un canal de YouTube. Pide a tus amigos y contactos que lo compartan y no olvides algo muy importante: su retroalimentación (la vas a necesitar).

Estas son las cinco razones por las cuales deberías comenzar YA tu blog (profesional o aficionado):

1.- Un propósito.
¿A qué viniste a este mundo? ¿Por qué razón estás aquí? Tu vida tiene un propósito y, créeme, un componente de él es ayudar a otros con las herramientas y recursos que la vida te ha dado. ¿Cuáles? Tu conocimiento y experiencias, las personas que conoces, los errores que cometes. Todo tiene un propósito que, al compartirlo, puede ayudar a otros a avanzar en su camino.

2.- La confianza.
Pocas estrategias te brindan tan buen resultado para darte a conocer, posicionarte y generar la confianza necesaria en el mercado como publicar un blog. Además, ¡es gratis! Publicar contenido de valor con frecuencia te da autoridad, te diferencia del resto (de quienes no lo hacen) y te permite establecer una relación con tu audiencia. Ahora, si prefieres pagar…

3.- Las relaciones.
Uno de los efectos poderosos de publicar en internet es que nunca sabes quién verá tu contenido. Lo planeas, anhelas que sean aquellas personas a las que les interesa o les sirve, pero nunca estás seguro. Lo que sí es seguro es que algunas de ellas, o algunas otras, van a valorar tu aporte y lo agradecerán. Podrás establecer relaciones de intercambio de beneficios.

4.- La comunidad.
Si eres de aquellos a los que se les hincha el pecho porque tienen más seguidores en redes sociales, déjame decirte que estás equivocado. En esencia, se trata de personas a las que solo les interesa lo que ofreces gratis, o que quieren cobijarse bajo tu sombra. Con un blog, mientras, puedes crear una verdadera comunidad y compartir enriquecedoras experiencias.

5.- Es un valioso activo propio.
Las redes sociales pueden desaparecer en cualquier momento y, por si no lo sabes, cada día pierden relevancia, impacto. Además, tienes que someterte a sus reglas. Un blog, en cambio, es un activo propio, que manejas como mejor te parezca, del que tienes absoluto control y que, si conoces de marketing, puede ser la puerta de entrada de un negocio rentable.

Escribir y sostener un blog no es para cualquiera, cierto. No es para quien quiera ser millonario de la noche a la mañana, que no respete el proceso, que no tenga paciencia, que solo piense en sus intereses (y no en lo que necesita su audiencia). No es para quien sea egocéntrico y crea que lo que la vida le dio es para guardarlo, para quien no valore el privilegio de ayudar a otros.

Ten en cuenta algo importante: siempre, siempre, hay público interesado en el contenido de valor. Y algo más: siempre, siempre, hay alguien que necesita aquello que tú sabes, que tú conoces. Y no olvides lo que mencioné antes: tu vida tiene un propósito y este no es otro que compartir lo que sabes, lo que has vivido. Solo de esa manera ese propósito tendrá sentido.

escribir-blog
Categorías
General

El truco (infalible) para escribir tu historia sin tropiezos

La vida es impredecible, lo sabemos. Sin embargo, desconocemos cuánto más vamos a poderla disfrutar. Los acontecimientos de los últimos años, que nos arrebataron a tantas personas cercanas, a tantas personas valiosas, nos demostraron cuán frágiles somos, cuán expuestos estamos. El mensaje es claro, aunque doloroso: ya conocemos el final que nos espera.

Sí, nuestra presencia es este mundo es limitada, aunque no sabemos cuánto tiempo nos queda. No sé a ti cómo te parece, pero para mí esa es una buena noticia. ¿Por qué? Porque significa que tenemos una oportunidad para vivir la vida, para disfrutarla, para tratar de dejar un legado en este mundo y, en especial, para ser protagonistas de nuestra propia historia.

Porque, y respeto opiniones diferentes, soy de aquellas personas que piensan que no hay un libreto establecido, un destino definido. Sí una tarea, una misión, un propósito, que cada uno cumple, o intenta cumplir, de la mejor manera posible. A veces, se consigue el objetivo y otras más, fallamos en el intento. De eso, precisamente, se trata la vida: de intentarlo una y otra vez.

Creo firmemente en que cada uno escribe su propia historia. Cada día es una hoja en blanco que nos da la posibilidad de escribir algo nuevo, de darle un giro distinto a la historia, de improvisar. Aunque nos obsesionamos con la idea, el pasado ya fue y no lo podemos cambiar; lo único que nos corresponde es aprender de esas experiencias, dejarlas atrás y seguir.

Y el futuro todavía no llegó, no sabemos cómo será. Aunque, conocemos el final, sabemos qué nos espera al final de este viaje. Desconocemos el momento y las circunstancias en las que este terminará, pero tenemos claro cuál será el final de la historia. Lo que nos queda, entonces, es vivirla, disfrutarla al máximo, aprovecharla para escribir una historia inolvidable.

¿Hacia dónde va esta reflexión? A que te des cuenta de que la vida, en su inmensa sabiduría, te enseña cuál es el proceso más conveniente para escribir. El famoso bloqueo mental, que es una mentira, un excelente eslogan de ventas que a muchos les ha permitido hacer dinero con la ignorancia y falta de preparación de otros, surge porque hacemos caso omiso de esto.

¿A qué me refiero? A que cuando te sientas a escribir tu historia es imprescindible que sepas cuál será el final. Un escrito, sin importar si es una noticia de un medio de comunicación, un relato corto, un cuento o un libro (que bien puede ser de ficción o de realidad), no es más que un viaje del punto A al punto B. Para comenzar, necesitas haberlos definido con antelación.

Ahora, lo que sucede entre el punto A y el punto B, si bien debe corresponder a una estructura, a una secuencia lógica y creíble que resulte atractiva para el lector, incorpora una dosis de imaginación, de improvisación. ¿Cuánta? La que tú elijas en cada momento, en cada paso de tu historia. Esa, precisamente, es una de las decisiones que debe tomar un escritor.

Si no está claro en tu mente dónde comienzas y dónde vas a terminar, lo más seguro es que en algún punto del camino te vas a frenar (bloquear). Es normal. Nos sucede a todos, incluidos los que acreditamos experiencia, los que escribimos a diario. El éxito de un escritor, lo he mencionado en otras ocasiones, radica tanto en el método, como en la práctica continua.

El método, valga aclararlo, es una construcción propia. Es decir, no puedes copiar el de otra persona, el de otro escritor, porque lo más seguro es que no te va a funcionar. ¿Por qué? Porque el método no solo incorpora el trabajo que realizas cuando estás frente al computador, la estructura y el estilo de lo que escribes, sino también, y de manera especial, la rutina.

truco-infalible-historia

La rutina contempla aspectos tan diversos como el horario que eliges para escribir (y durante cuánto tiempo lo haces) o el ambiente en el que trabajas, como el paso a paso que sigues a lo largo del proceso. Que, si sigues con atención mis publicaciones, ya sabes que es el antes, el durante y el después del trabajo de escritura. Y te aseguro que el antes es el más importante.

¿Por qué? Porque determina el resultado que obtengas. Volvamos a la tesis del comienzo: solo puedes comenzar a avanzar desde el punto A cuando sabes con exactitud a dónde quieres llegar, es decir, cuál es el punto B. Este, por supuesto, es el final de tu historia, el desenlace, y no puedes improvisarlo, no puedes darte el lujo de esperar a ver cómo resulta.

Cuando conoces el final (el punto B), sabes a dónde vas. Y, entonces, puedes elegir el camino que desees, porque no sobra aclarar que no hay uno solo. Puedes incluir las vicisitudes que te plazcan, agregar o quitar personajes o incidencias sin que la historia pierda impacto o se torne aburrida. Como mencioné antes, lo que sucede entre el punto A y el punto B es secundario.

Un ejemplo: vas a un almacén y compras un rompecabezas de 2.500 piezas para dárselo de regalo de cumpleaños a tu hijo. Son muchos los motivos para escoger, pero te inclinas por uno con un hermoso paisaje con montañas al fondo, naturaleza, animales y una bella casa en la pradera. Sabes que tu hijo lo recibirá encantado porque le gustan los retos y adora el campo.

Armar rompecabezas es una pasión que aprendiste de tu padre y ahora le traspasas a tu hijo. Es un proceso que puede ocuparlos durante varias horas o días y que los obliga a definir una estrategia, un método, para construir la figura. La primera decisión es por dónde comenzar, es decir, cuál va a ser el punto A. El punto B, ya lo conocen: la imagen impresa en la tapa de la caja.

¿Entiendes? Sin esa imagen, armar el rompecabezas sería imposible. No importa cuánto tiempo y esfuerzo demande la tarea, porque sabes que en algún momento la completarás. Llegará ese instante en el que, por fin, puedes poner la ficha 2.500, la última, y celebrar que lo lograste. Elegiste un punto A y sabías cuál era el punto B: entre uno y otro, trabajaste.

El proceso de escribir es exactamente igual: si no sabes por dónde vas a comenzar y en dónde quieres terminar, difícilmente avanzarás. Y, además, dado que tendrás que echar mano de una alta dosis de improvisación (mayor de la deseada), quizás no puedas transmitir claramente el mensaje que te propones. O, probablemente, tu escrito sea confuso, aburrido, poco atractivo.

No me canso de repetirlo porque es una de las claves del éxito de un escritor: la parte más importante del trabajo es la que realizas antes de sentarte frente al computador a escribir. Es la investigación, la planeación, la imaginación, la estructuración del contenido, la construcción de los personajes (con sus respectivos roles) y de los ambientes, la delineación de la trama.

En ese recorrido, puedes improvisar tanto como quieras, siempre y cuando no se altere lo fundamental: el punto A y el punto B. De hecho, y esta es una de las características fascinantes de la escritura, a partir de un mismo punto A y de un mismo punto B puedes escribir tantas historias distintas como quieras, como seas capaz. Es exactamente como la vida real.

Sí, hay un punto A (el día que naciste) y un punto B (el día que dejarás este mundo), pero entre uno y otro puedes contar mil y una historias diferentes. Puedes vivir la vida que llevas o crear un camino distinto, incierto, lleno de aventuras y emociones nuevas. No importa: esa es tu decisión, a sabiendas de que ya conoces el punto B, de que ya sabes cómo termina la historia.

Uno de los trucos útiles para aquellas personas que se animan a escribir, pero no poseen la experiencia necesaria, no han practicado lo suficiente, es comenzar por el final. Eso significa establecer primero el punto B de tu historia y luego determinar el punto A. Luego, deja que la imaginación vuele libremente, nútrela con conocimiento y experiencias y disfruta la escritura…

truco-infalible-historia
Categorías
General

Según Einstein, te sirve más la imaginación que el conocimiento

“La imaginación es más importante que el conocimiento”. Esta frase me resulta impactante por sí misma, pero es increíblemente disruptiva cuando sabes que fue Albert Einstein el que la pronunció. Porque este físico alemán es considerado el científico más famoso e influyente del siglo XX, en especial por haber desarrollado la Teoría de la relatividad y la fórmula E=mc2.

Aunque nunca fue un estudiante brillante, desde la niñez mostró inclinación por la música y la ciencia. Fue su tío Jacob el que le incentivó esta vocación a través de los libros y despertó la curiosidad a la que se atribuye la genialidad que le valió recibir el Premio Nobel de Física en 1921 y convertirse en uno de los seres humanos más admirados y reconocidos de la historia.

Einstein aseguraba que una imaginación activa es la clave para resolver cualquier problema. Y, seguramente lo sabes, si algún ser humano fue experto en la resolución de problemas ese fue el connotado científico alemán. No sé a ti, pero a mí esta afirmación me resulta una excelente noticia. ¿Por qué? Pues, porque todos los seres humanos somos creativos por naturaleza.

Eso significa, en otras palabras, que estamos en capacidad de resolver cualquier problema. Genial, ¿cierto? Y, también, que las personas que hemos desarrollado la capacidad de la creatividad tenemos una ventaja competitiva sobre aquellas que todavía no se concedieron ese privilegio que nos ofrece la vida, sobre las que se enfocan en acumular conocimiento.

¿Sabes por qué? Porque el conocimiento es limitado, porque nuestra capacidad para adquirir conocimiento es limitada también. En cambio, la imaginación no tiene límites y está disponible en el momento en que la necesites: solo tienes que activarla y aprovecharla. Además, y esto es algo muy poderoso, la imaginación es útil para cualquier actividad que realicemos en la vida.

El cerebro, el órgano más increíble que poseemos, es la fuente de la imaginación. Allí se almacenan la información, las sensaciones, las vivencias, las experiencias y las emociones que se generan producto de la interacción con todo aquello que nos rodea, otras personas o la naturaleza, por ejemplo. Cada contacto deja una información que el cerebro guarda.

Y luego nos permite utilizarla cuando la necesitamos. Información que, además, no es un simple archivo, una recopilación, sino algo dinámico: a partir de ellas estamos en capacidad de crear, de mejorar lo que tenemos, de imaginar otros mundos. Es gracias a la imaginación que vislumbramos un mejor mañana, una vida feliz, y que cristalizamos los sueños, también.

Esta, sin duda, es una de las más grandes diferencias entre el conocimiento y la imaginación: aquel solo nos sirve en los límites de la realidad constatable, palpable, mientras que esta nos da la posibilidad de crear mundos alternos, paralelos a esa realidad. Mundos que, de hecho, pueden ser opuestos a la realidad: quizás tu vida es un caos, pero imaginas que eres feliz.

El poder ilimitado de la mente, aquella fantástica cajita de Pandora de la que surge la imaginación, es de tal dimensión que vivimos tristes, a pesar de que lo tenemos todo: vida, salud, comodidades, personas que nos cuidan y nos aman, trabajo, privilegios…, en fin. Y, por supuesto, lo contrario: puedes carecer de todo lo material y aún así ser muy feliz.

La clave está en qué uso le das a esa imaginación, qué eres capaz de crear. Y, por supuesto, de que no le pongas límites a esa creatividad, que la cultives cada día, que la retes, que la exijas. ¿Cómo? Explorando nuevos escenarios, otros mundos. La música, la lectura, el contacto con la naturaleza y la interrelación con personas que poseen mayor conocimiento te ayudarán.

Albert-Einstein-imaginacion

El problema, parte del problema, es que nos enfocamos en solo un área de conocimiento, nos comemos el cuento de la especialización y nos cerramos la posibilidad de aprender más sobre más temas. Por ejemplo, ser un médico cardiólogo, pero puedes también conocer sobre cocina, música (interpretar un instrumento), deporte o, inclusive, sicología o marketing.

Esa es una ventaja del conocimiento: no es excluyente, de ninguna manera. Más bien, es complementario. Y lo mejor es que cuanto más abierta sea tu mentalidad, cuanto más variado sea el espectro de tu conocimiento, mayor será también tu imaginación. ¿Por qué? Pues, porque tendrás más de dónde elegir, podrás hablar sobre más temas, con más personas.

Esa, créeme, es una de las características de los buenos escritores. Si prestas atención, si investigas un poco acerca de la vida persona de tus escritores favoritos, encontrarás que hay un hilo conductor: todos son o fueron excelentes conversadores, todos tenían un grupo de allegados con los que sostenían enriquecedoras tertulias. ¡Y de ahí surgían sus textos!

El conocimiento te sirve para comenzar a escribir sobre un tema específico. Sin embargo, es la imaginaciónla que te da la posibilidad de ser un buen escritor, uno que esté por encima del promedio, uno que consiga llamar la atención de los lectores ávidos de contenido de calidad. Por eso, y no solo para escribir, sino para transmitir un mensaje, la imaginación es clave.

Por eso, así mismo, es necesario saber cómo puedes desarrollar y cultivar tu imaginación. No olvides que siempre está ahí, dentro de ti, pero es necesario desarrollarla. ¿Cómo hacerlo? La respuesta nos la ofrece el mismo Einstein: “Lo importante es no dejar de hacerse preguntas, no perder nunca la sagrada curiosidad”. Esto, en la práctica, significa ganas de aprender más.

La curiosidad nos lleva al descubrimiento, que es el punto del partida del conocimiento. Fue la curiosidad, precisamente, la que le permitió a Einstein avanzar en sus investigaciones y hallar las respuestas que buscaba para crear sus teorías, sus fórmulas. De no haber sido curioso, de no haberse planteado interrogantes que para otros eran triviales, no habría encontrado las respuestas.

La curiosidad, esa insaciable ansia de adquirir mayor conocimiento sobre más temas, es lo que nos permite llegar a donde otros no habían llegado. Esa, precisamente esa, es la genialidad de personas como Albert Einstein. Y quizás nunca ganes un Premio Nobel o algún galardón como escritor, pero sí puedes llevar tu mensaje a otras personas, puedes transmitirles tu conocimiento.

“Todo el mundo es un genio. Pero, si se juzga a un pez por su habilidad para trepar a un árbol, vivirá toda su vida creyendo que es estúpido”. Si todavía no escribes, si todavía piensas que no eres creativo o que no tienes imaginación, quizás sea porque has enfocado tu atención y tus esfuerzos en actividades que no te exigen estas habilidades más allá del nivel básico.

Quizás no te conozca, quizás nunca te haya escuchado, quizás jamás leí algo que escribiste, pero estoy completamente seguro de que dentro de ti hay un buen escritor. En el peor de los casos, dentro de ti hay un poderoso mensaje, unas valiosas experiencias y un aprendizaje que les sirve a otros. Y tu responsabilidad, tu privilegio, es compartirlo para multiplicarlo.

Nunca dejes de aprender, porque el conocimiento es muy importante. Sin embargo, no te quedes ahí, da el paso de la teoría a la acción, ábrele la puerta a la imaginación y déjala volar libremente. Te llevará a universos maravillosos, a mundos increíbles, te demostrará que posees un gran poder y, lo mejor, podrás ayudar a otros a transformar su vida, dejarás una huella.

Albert-Einstein-imaginacion
Categorías
General

Lees, ¿pero no escribes? Te estás privando de la mitad de la diversión

Quizás no lo aprecias como deberías porque es algo que nació en ti, que nació contigo, y entonces lo ves como algo natural. Sin embargo, créeme, es algo extraordinario. De hecho, es un privilegio del ser humano, la única especie del planeta que puede leer y escribir. Lo mejor es qué puedes hacer con ese privilegio, qué impacto recibes y provocas con lo que lees, con lo que escribes.

Si me conoces o has leído algunas de mis publicaciones, sabrás que me gusta llevar la contraria, ir en contravía de lo que hace la mayoría. Y no por capricho (no siempre), sino porque siempre fui así y no solo lo disfruto, sino que además obtengo los resultados que espero. Y mi oficio, por supuesto, es una clara manifestación de esta forma de ser.

¿A qué me refiero? Soy un pésimo lector (podría ser el peor del mundo) y, en cambio, soy un prolífico escritor (escribo casi todos los días). Lo común es que una persona sea buena lectora, pero que le cueste trabajo escribir. No debería ser así, puesto todos, absolutamente todos, aprendemos a leer y a escribir en la escuela primaria y lo hacemos el resto de la vida.

Sí, lo hacemos todo el tiempo. La mayoría de las veces, tristemente, por obligación, es decir, leemos o escribimos para cumplir con los deberes del estudio o del trabajo y muy poco, casi nada, para regocijo propio, por el placer de disfrutar de esas habilidades únicas que nos dio la naturaleza. Y está mal, porque nada de lo que se hace por obligación nos genera felicidad.

Porque felicidad, precisamente, es lo que damos y recibimos cuando escribimos, cuando leemos. Como escritor, es maravillosa la experiencia de saber que hay una persona, tan solo una, que disfruta tu producción. Y más maravillosa aún cuando son miles o millones las que aprecian y agradecen tu escrito. Irónicamente, es algo imposible de describir con palabras.

Como lector, es increíble la experiencia de conectarte con un autor al que no conoces, al que quizás nunca conocerás, pero que a través de sus textos sientes muy cercano. Y no solo eso: se establece una poderosa conexión emocional a través de la empatía, de la identificación, al punto que llegas a vivir sus tramas, a sentirte protagonista de tus historias, de sus relatos.

No sabes, no puedes entender (y no hay forma de explicarlo, tampoco), cómo alguien que no te conoce es capaz de escribir un texto, un libro, que parece hecho especialmente para ti. Como si te hubiera preguntado qué historia querrías leer o cuáles son las emociones que más te conmueven para agitarlas. No sabes por qué conoce a la perfección tus puntos débiles.

Cuando escribes, eres Dios (y perdóname que lo ponga en esos términos). Estás en capacidad de crear el mundo que quieres, los personajes que quieras, las historias que quieras. No hay un límite, porque tu imaginación y tu creatividad no tienen límites. Inclusive, puedes tomar una historia ya escrita y reformarla tantas veces como quieras, de tantas formas como quieras.

Cuando lees, te transportas a increíbles mundos imaginarios que no solo despiertan tu imaginación, sino que te producen emociones diversas. Puedes reír, puedes llorar, puedes enamorarte, puedes sufrir, puedes sentir lástima, puedes ser parte de una celebración. No hay límites, tampoco, en especial cuando puede establecer una conexión con el autor.

Nos dicen que solo puedes escribir si antes has leído mucho, pero no es cierto. Lamento si ataco una creencia tan arraigada. Mi caso particular es clara muestra de ello (y no soy la excepción que confirma la regla). La verdad es que para necesitas estar informado y la información no solo proviene de la lectura: también, de las experiencias, de la observación.

Es algo que me gusta repetir no solo porque es verdad, sino porque derriba uno de los grandes temores del común de las personas: todo lo que necesitas para comenzar a escribir está en ti, dentro de ti. Conocimiento, experiencias, miedos, ilusiones, pasión, imaginación, creatividad y, especialmente, dos habilidades poderosas: observar y escuchar (te recomiendo esta nota).

CGCopywriter

Si no escribes, cualquiera que sea la razón que te detiene, no imaginas de cuántas experiencias maravillosas te privas, de cuánto impacto positivo estás en capacidad de provocar en la vida de otros. Cuando escribes y le brindas un poco de felicidad a alguien, tan solo un poco, la vida te recompensa de mil y una formas increíbles. Te lo digo con conocimiento de causa, lo he vivido.

Si no lees, sin necesidad de ser un devorador de libros o cualquier otro tipo de textos, te pierdes la posibilidad de acceder a conocimiento valioso; a experiencias que no has vivido y que te sirven, te permiten conocer algo del mundo y de la vida que no estaba a tu alcance. Te pierdes también la posibilidad de ingresar a universos imaginarios que hacen mejor tu vida.

Te comparto un dato que vi en una nota en internet: la venta de libros impresos, una especie a la que habían declarado en extinción, a la que le habían aplicado los santos óleos, solo cayó un 4 % durante 2020, en plena pandemia. Una sorpresa, en especial para las editoriales, que ya se veían condenadas a desaparecer. Sin embargo, el mercado se pronunció y dictó su sentencia.

¿Por qué te menciono esto? Para que disfrutes el paquete completo. ¿A qué me refiero? A que si te gusta leer, no te quedes solo con el 50 por ciento del privilegio que nos fue concedido a los seres humanos: aprovecha el otro 50 por ciento y escribe. Lo ocurrido en los últimos meses nos enseña lo que podemos recibir y lo que estamos en capacidad de dar a través de estas dos habilidades.

Leer y escribir son un acto de rebeldía, la máxima expresión de libertad del ser humano. Además, es una terapia, un hábito liberador. Durante la pandemia, en medio de la soledad y de la incertidumbre, agobiados por el miedo, acorralados por la muerte, leer y escribir nos permitieron sobrevivir, mantenernos a salvo. Sin leer y escribir, no lo habríamos logrado.

El ocio, en cualquiera de sus manifestaciones, y leer y escribir forman parte de ese universo, nos liberan del estrés, de la tensión y nos permiten soltar las cargas negativas. Así lo han comprobado diversos estudios. El escritor argentino Jorge Luis Borges dijo que de todos los inventos creados por el hombre el libro era el más asombroso, el de mayor impacto en la vida.

Mientras, el sicólogo social estadounidense James Pennebaker determinó que hay efectos positivos en escribir, en especial si lo hacemos acerca de las experiencias traumáticas que hemos vivido. Desde las más insignificantes hasta las que nos provocaron grandes traumas, en especial sobre estas últimas. La escritura es una forma de combatir y vencer a tus miedos.

La argentina Silvia Adela Kohan, filóloga y autora del libro La escritura terapéutica (2013), afirma que “escribir un diario para luchar contra la cobardía, vaya si es un ejercicio saludable para mí. Soy mi propia interlocutora. Me atrevo a escucharme y tomo nota. Desato nudos. Deshago grumos. Me impulsa el deseo irrefrenable de dar un nuevo significado al mundo”.

Hoy, el mundo necesita más personas que se atrevan a aceptar el reto de escribir no solo para compartir su conocimiento y experiencias, sino para hacer más llevadera la vida de quienes no son tan afortunados, de quienes han sido duramente golpeados. Lo mejor de escribir, ¿sabes qué es lo mejor? Que nunca sabes qué impacto puedes generar, pero siempre provocas algo.

Si eres un buen lector, te felicito. Sin embargo, te invito a que termines la tarea, a que te des la oportunidad de escribir y transmitir a otros el poderoso mensaje que hay en ti. No necesitas convertirte en un escritor profesional o algo por el estilo, pues hoy disponemos de increíbles y varias herramientas y oportunidades para comunicarnos con otros, para dejar huella positiva.

La vida me enseñó que “aquello que no se comparte, no se disfruta” y lo compruebo cada día, con cada texto que publico. Me honra y me hace muy feliz saber que al menos hay una persona, tan solo una, que lo aprovecha, que lo valora, que lo agradece. Termina de cerrar el círculo, haz el otro 50 %: descubre y activa el buen escritor que hay en ti: ¡no te arrepentirás!

CGCopywriter
Categorías
General

¿Qué necesitas para que escribir sea algo agradable y productivo?

La satisfacción personal, que poco o nada tiene que ver con el ego (vale la pena aclararlo de una vez), es uno de los ingredientes indispensables de la fórmula del ¡sí puedo! Dicho de otra manera, si aquello que haces, sea lo que sea, no lo disfrutas, no es un tiempo que consideras bien invertido, tarde o temprano lo vas a dejar. Es la triste historia del ser humano.

¿Por qué? Porque nos han enseñado que aprender está relacionado con sacrificio, con esfuerzo, con trabajo, términos que asumimos con una carga negativa. Que, por supuesto, no la tienen. No se trata de renunciar a, ni de perder algo, sino de priorizar. ¿Entiendes? De ser consciente de lo que en realidad es importante para ti, de lo que quieres en tu vida.

Para ser una persona saludable, por ejemplo, nos han vendido el tema de las dietas, que ya sabemos no funcionan y, más bien, derivan en daños colaterales. También, el del ejercicio casi profesional, con sesiones diarias de 45-90 minutos en el gimnasio, como si no hubiera mañana. Sin embargo, hay una fórmula más sencilla y, sobre todo, más efectiva: los buenos hábitos.

El problema con los buenos hábitos es que no nos los enseñan, no nos los cultivan. Una buena alimentación, la supervisión médica adecuada y una vida alejada del sedentarismo y malos hábitos como el cigarrillo, el excesivo consumo de licor, el estrés o el mal descanso, entre otros, es suficiente. Si nunca lo intentaste, te sorprenderían los resultados que podrías lograr.

Lo que sucede es que los buenos hábitos son menos rentables para la industria del consumismo. Por eso, justamente por eso, nos refuerzan los mensajes surgidos del miedo, de la ignorancia, del patético tienes que ser, como si todos los seres humanos fuéramos iguales. Por eso, justamente por eso, el 99,9 por ciento de las personas fracasa en el intento.

Nos venden la idea, así mismo, de que el esfuerzo es un precio demasiado alto. Es por aquella terrible mentalidad del éxito exprés, de creer que merecemos lo mejor y que es suficiente con rogar a una deidad, a un ser supremo (sea cual fuere la idea que tengas de este) para obtener lo que deseamos. Y si no lo conseguimos, a convencernos de que era porque no lo merecíamos.

Un esquema perverso del que hemos sido víctimas todo el tiempo y que, lo peor, nosotros mismos nos hemos encargado de replicar, de perpetuar. Sin embargo, y esta es la buena noticia, un esquema perverso que podemos frenar, que podemos (¡debemos!) cambiar. Y que, lo mejor, si lo hacemos, nos ofrecerá resultados impactantes en todas las facetas de la vida.

Inclusive, en aquellas actividades que consideramos más difíciles, o lejos de nuestro alcance, o que no son para nosotros, a de esas para las que ‘no nacimos’. Como, por ejemplo, escribir mejor, escribir bien (¿qué tal publicar un libro?). La verdad, toda la verdad, es que el ser humano, cualquier ser humano, nació para hacer lo que quiera, para conseguir lo que quiera.

Si otros pudieron hacerlo, ¿por qué crees que tú NO puedes hacerlo? Es cuestión de disciplina, de establecer un método (incluidos el plan y la estrategia) que te permitan lograr las metas previstas y, en especial, de eliminar de tu mente las terribles creencias limitantes que te frenan. Porque, sí, tristemente, el enemigo está dentro de ti, el obstáculo está dentro de ti.

Tengo que confesarte que escuchar a las personas que acuden a mí en procura de ayuda para eso que llaman aprender a escribir (que no les puedo enseñar, porque ya lo saben hacer), es descubrir esa variedad de creencias limitantes. Que son aprendidas, pero también, cultivadas. Y que, así como se grabaron en tu mente, también pueden ser borradas para siempre.

CGCopywriter

Estas son algunas de las más comunes, de las más fuertes:

1.- “Mi historia no le va a gustar a nadie”.
Y eso, ¿cómo lo sabes con tanta certeza? Uno de los aprendizajes básicos y necesarios, cuando quieres escribir o transmitir un mensaje de cualquier índole en cualquier formato, es que no puede agradarle a todo el mundo, nunca serás aprobado por todo el mundo. Y está bien porque así es la vida. Olvídate de las benditas expectativas y concéntrate en lo importante.

¿Qué es lo importante? Lo que tú puedes controlar, lo que tú puedes crear. Enfócate en que tu mensaje sea positivo y constructivo, que cualquier persona que lo reciba se beneficie de alguna manera. Nunca sabes en qué situación está esa persona que lo recibe, así que no puedes anticipar el impacto. Escribe, que lo que deba ocurrir ocurrirá, para bien o para mal.

2.- “No sé por dónde empezar”.
Otra habitual excusa que a muchos les funciona bien. “Es que tengo muchas ideas en la cabeza y no puedo elegir solo una de ellas para empezar”, dicen. Si ese es el problema, entonces, no hay ningún problema. ¿Por qué? Porque se trata simplemente de elegir una. Las demás, que pueden ser muy buenas, las dejas para después, para más tarde, para otros mensajes.

Es como cuando abres tu armario y no sabes qué ropa ponerte: ¡elige una cualquiera! El resto permanecerá ahí y la podrás lucir cualquier otro día. Un consejo: escribe (a mano) esas ideas en una hoja, haz una lista, y juega al tin marín, deja que la suerte escoja por ti. O pídele a alguien que le asigne a cada una un número, que determinará el orden en que las utilices.

3.- “Nunca voy a escribir como lo hace…”.
Compararse con otros es el peor error que un escritor, novato o experimentado, puede cometer. ¿Por qué? Porque cada escritor es único, como único es su proceso. No hay fórmulas que le sirvan a todo el mundo, porque el único camino es crear la fórmula que a ti te resulte, esa que puedas replicar con éxito una y otra vez. No puedes imitar y/o copiar a nadie.

Tu trabajo, especialmente en la etapa inicial del proceso, es descubrir qué tipo de escritor hay en ti, qué tipo de temática es la que más se te facilita (y cuál no), cuál es tu estilo. No son respuestas que vayas a recibir de manera inmediata o tajante: es un descubrimiento, entiende, y por lo tanto se dará paso a paso, lentamente. Cuando lo hagas, ¡aprovéchalo al máximo!

4.- “Cometo demasiados errores, soy terrible”.
Si es así, agradécelo. ¿Por qué? Porque el mayor aprendizaje, el más valioso, proviene de los errores. ¡En cualquier campo de la vida, en cualquier actividad! Si no te equivocas, no aprendes. El problema es que intentamos evitar los errores y eso es imposible. Por supuesto, se trata de que, a medida que avanzas, mejores y no repitas siempre los mismos errores.

Estudia, acude a personas con preparación y trayectoria idónea que puedan ayudarte, consulta diversas fuentes (Mr. Google y otras poderosas herramientas digitales te sirven) y practica. Una y otra vez, un día sí y al otro, también. Un poco cada día. Si trabajas bien, con disciplina, notarás que los errores disminuyen, como también disminuye tu prevención a cometerlos.

5.- “Escribo y escribo, pero no termino”.
Esto sucede, principalmente, porque comenzaste sin un plan definido, sin una estructura definida, sin una historia definida. Comenzaste confiado en que la tal inspiración (que no existe, que nadie la ha visto) llegara y te brindara una mano. Y no sucedió, por supuesto. Entonces, escribes y escribes, sin ton, ni son, y te agobias, te llenas de ansiedad.

No me canso de repetirlo, porque es crucial: sentarte frente al computador a escribir es (debe ser) el último paso del proceso, uno que solo puedes dar cuando todos los demás hayan sido cubiertos a cabalidad. De eso se trata, precisamente, el método de trabajo que les permite a los escritores profesionales trabajar aun cuando la cabeza esté en otra parte, en otro planeta.

Cuando te das a la tarea de crear un mensaje, bien sea escrito o en cualquier otro formato, las dificultades aparecerán en la medida en que no erradiques tus creencias limitantes y, sobre todo, en que te dejes llevar por las emociones (traviesas y caprichosas como son). Para que sea exitoso y productivo, el proceso de escribir debe ser consciente, tú debes tener el control.

CGCopywriter