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¿Qué es una buena historia? Te revelo las 5 características

Los seres humanos, todos, sin excepción, tenemos la inútil capacidad de complicar lo que es simple. O, de otra forma, de elegir el camino más complicado, aquel en el que abundan las dificultades en vez del que se presenta expedito. Es un comportamiento adquirido, convertido en un hábito, que se manifiesta en todas las actividades de la vida diaria.

Una de las razones es que nos enfocamos en el resultado que esperamos o deseamos obtener en vez de hacerlo en el proceso. Que, finalmente, es lo importante: el resultado está determinado por el proceso. Cuanta más atención le prestes al proceso, a los elementos, al paso a paso, mayor control tendrás sobre lo que ocurre y, claro, sobre el resultado.

Veamos un ejemplo: un día te da el arrebato de salir a trotar en la mañana, con la excusa de conservar una buena forma física, y a las dos semanas tiras la toalla, exhausto. ¿Por qué? En muy corto tiempo pasaste de 1-3 kilómetros a 15-20, sin la preparación adecuada, sin haber cumplido con el proceso adecuado, requerido. Entonces, tu cuerpo se rebeló y dijo ‘no más’.

O, quizás, pagaste un curso para aprender inglés, en el entendido que es una herramienta que le aportaría valor a tu perfil profesional. Comenzaste bien, pero al cabo de 3-4 niveles asumiste que ya sabías “suficiente” y lo dejaste. El resultado de esa decisión se refleja pronto: el día del examen de validación para la entrevista de trabajo, no pudiste conversar con el reclutador.

No hay duda de que nos encantan los atajos, cortar camino. O, de otra forma, elegimos la ruta que se nos antoja más fácil. El problema, porque siempre hay un problema, es que no nos damos cuenta de que ese no es el camino correcto. Lo hacemos quizás cuando ya estamos atrapados, perdidos, cuando las evidencias nos demuestran que fue una mala decisión.

Esta es una dificultad que se manifiesta, en especial, a la hora de intentar crear contenido para compartirlo con tu audiencia, con tus clientes o prospectos. Nos ofrece dos caras: por un lado, la del facilismo, aquella de pararse frente a la cámara, bailar, hacer payasadas, decir bobadas y posar de buena onda. Al final, sin embargo, tu mensaje es vacío, carece de valor.

Por otro lado, cuando dejamos que nos domine el síndrome del impostor. Pensamos que nunca estamos listos, que ese contenido todavía “no está perfecto”, que hay cosas por mejorar, que es necesario revisarlo una vez más (la número 138). Entonces, nos quedamos en ese punto muerto, no avanzamos y, lo peor, perdemos la oportunidad de compartir nuestro conocimiento.

Con frecuencia, recibo solicitudes de personas que desean crear historias para comunicarse con el mercado, con su audiencia o, eventualmente, para crear una audiencia. Las atrae aquello de ‘la magia del storytelling’, que no es magia, por supuesto. Se trata de una técnica que cualquiera puede aprender, adaptar y utilizar en sus estrategias de contenidos.

Es decir, no requieres ser comunicador, o periodista, o cineasta, o libretista graduado. Todas las personas, sin excepción, sabemos contar historias. De hecho, lo hacemos todo el tiempo, solo que de manera inconsciente. Y esa es una de las dificultades: las buenas historias, las que dejan huella y provocan un impacto, las inolvidables, surgen en el plano consciente.

Contamos historias cuando tomamos café con un amigo o nuestra pareja en la tarde. O cuando vamos a casa de nuestros padres y los ponemos al tanto de cómo avanza nuestra vida. O cuando conversamos con un colega y compartimos detalles del proyecto que nos apasiona en ese momento. Y así sucesivamente, contamos historias todo el tiempo.

El problema es que la mayoría de esas historias son como las stories de las redes sociales. ¿Sabes a qué me refiero? A que tienen muy corta vigencia, desaparecen pronto. Fueron algo ocasional, casi siempre superficial, y no trascendieron. Como las historias de los patéticos influencers, que poco o nada de valor aportan, que se traducen en una pérdida de tiempo.

La pregunta que quizás te haces en este momento es ¿cómo crear una historia de impacto?, ¿cómo producir un impacto positivo con una historia sin caer en las trampas de la banalidad o del síndrome del impostor? Lo primero que puedo decir es que no hay una fórmula exacta, un libreto perfecto, pero sí una técnica que ha sido validada y que cualquiera puede aprender.

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¿Qué caracteriza a una buena historia? Veamos:

1.- Es un relato que está en capacidad de conectar con las emociones de otros o de conectar a través de las emociones. Que, valga decirlo, no es gritar, no es una actuación histriónica. Las historias de mayor impacto son las más sencillas, las que cualquier persona, más allá de su edad o nivel educativo, puede comprender y disfrutar. Lo bueno, si es simple, dos veces bueno.

Para conectar con las emociones o a través de ellas se requiere que ese relato se sustente en la realidad. Eso, sin embargo, no significa cortarle las alas a la imaginación, a la creatividad. La idea es que la historia cuente situaciones de la vida común que otros hayan vivido (aunque en circunstancias y escenarios distintos). El objetivo es conectar a través de la identificación.

2.- Una buena historia, sin duda, debe ser entretenida. Que no es provocar risas todo el tiempo, porque puedes caer en lo mismo de tantos: hacer el ridículo. Entretenido significa que tu historia no es lineal, plana, sino una montaña rusa de emociones, de situaciones, de circunstancias. Subidas y bajadas, curvas peligrosas y riesgos inminentes. Como la vida.

Muchas personas, al contar una historia, cometen el error de mostrar solo la cara positiva del hecho, de ocultar lo negativo, lo doloroso, lo que las avergüenza. Y es justamente en estos elementos donde se esconde el poder de la historia. Por supuesto, debe haber un punto de equilibrio: no todo bueno, no todo malo o trágico. Así no es la vida y se pierde credibilidad.

3.- Es fundamental, así mismo, que tu historia rompa esquemas, que sea imprevisible. Como cuando vas al cine y durante el desarrollo te imaginas mil y un finales posibles. Sin embargo, lo que sucede es distinto y, entonces, sorprendido, piensas “¡genial!”. Lo importante es que esos giros de tu historia sean creíbles, tengan un sustento o tu cerebro los desacreditará.

Todas las historias, sin excepción, son una mezcla de realidad y ficción. Eso es, justamente, lo que las hace apasionantes. Si solo se basaran en la realidad, en hechos, se correría el riesgo de aburrir por cuenta de la repetición. La imaginación, entonces, aporta esa dosis de sorpresa, lo inesperado. Pero, cuidado: hay una línea que no deberías sobrepasar jamás.

4.- Las buenas historias, las que perduran, las que provocan un impacto positivo, son aquellas que incorporan un aprendizaje o, de otro modo, las que significaron un momento único en la vida del personaje. ¿Quién, por ejemplo, olvida su primer beso? Nadie, claro. ¿Quién se olvida de la emoción de montarse en su primer carro? Son momentos inolvidables.

Que nos enseñan algo, como el fruto del esfuerzo del trabajo o la disciplina para ahorrar, en el caso del carro. O que los besos son muy distintos cuando estás verdaderamente enamorado. Si tu historia no aporta valor, no enseña algo, será efímera, se olvidará rápido. Por eso, nunca olvides compartir qué aprendiste de esa experiencia, cómo te sirvió para mejorar tu vida.

5.- Por último, tu historia debe servir para algo. Esa es la tarea de la moraleja, el ingrediente de la receta que muchos olvidan o, simplemente, omiten. Una historia sin moraleja carece de poder, se olvida rápido. La moraleja es un mensaje que va más allá de lo aprendido. Por ejemplo, “los buenos vencen a los malos”, “robar no es bueno”, “el amor siempre triunfa” y otros más.

Estos son trillados, pero efectivos. Por supuesto, tú eliges la moraleja que vas a transmitir en tu historia. Ese mensaje, corto y preciso, que quieres que tu audiencia grabe en su cerebro, tatúe en su piel para que no lo olvide. La moraleja es una enseñanza superior conectada con los valores, principios, propósito de vida y sueños que dieron origen a tu historia.

Después de leer los párrafos anteriores quizás pienses que es complejo, pero la realidad es distinta: ¡este es el camino fácil! Y más seguro, también, en tu intención de provocar impacto en tu audiencia. Se te antoja complicado, a lo mejor, porque no lo has utilizado. Practícalo una y otra vez y, como cuando aprendías a montar en bicicleta. Cada vez lo harás mejor y será más fácil.

Una recomendación final: ¡despójate del ego! ¿Eso qué significa? La mayoría de las personas se cuida de no mostrar su lado vulnerable, de no hablar de sus errores o defectos. Piensan que así la audiencia las percibirá mejor, pero el resultado es contrario: pierden credibilidad. Los seres humanos, todos, somos vulnerables, cometemos errores, tenemos defectos.

Y son estos, precisamente, los que a través de las emociones y el aprendizaje adquirido nos conectan con otros. Porque, en últimas, no lo olvides, los seres humanos somos parecidos, nuestra esencia es la misma. Si quieres conectar con otros, entonces, no basta con que cuentes ‘tu mejor versión’: la real, la vulnerable, le dará valor a tu mensaje, producirá un mayor impacto.

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10 beneficios imperdibles que recibirás (tú) si te lanzas a escribir

Comienzo con algo así como una confesión: no sé qué habría sido de mí sin la escritura. Que la descubrí en el ámbito laboral (antes de comenzar a trabajar poco o nada escribía) y con el paso del tiempo se convirtió no solo en mi gran compañera, sino también en mi salvadora. Hoy, no concibo pasar varios días sin escribir: me hace falta, no me veo en algo que no implique escribir.

Una frase que suelo decir con una dosis de sorna es que “todos tenemos alguna aberración”, en referencia a esos hábitos o mañas que nos hacen distintos de otros. En mi caso, sin duda, esa aberración es la escritura. Gracias a ella, a través de mi trabajo, no solo encontré el propósito de mi vida, sino también mi lugar en este mundo. Ella es mi alma gemela.

Algo que me gusta de escribir, inclusive en estos tiempos de copy + paste, de plantillas y de prompts de inteligencia artificial, es que cada vez que me siento frente al computador es un nuevo comienzo. No importa si voy a escribir de un tema recurrente, cada historia es nueva, una aventura distinta e independiente de las anteriores. Es decir, se trata de un desafío.

Un desafío para encontrar nuevos ángulos, para ofrecer ejemplos diferentes, para hacer énfasis en otras ideas que antes habían sido relegadas, para incorporar giros que le den al texto un mayor poder. Que no solo informe (la premisa fundamental del trabajo periodístico), sino que eduque, que entretenga y, sobre todo, que inspire a quien consume el contenido.

Otro aspecto apasionante es el aprendizaje constante. Durante varios años escribí sobre golf, el desarrollo de múltiples torneos. Que, en esencia, son un poco más de lo mismo. Sin embargo, cada torneo, cada ronda, era distinta, nueva. Asumir la aventura de escribir con la mentalidad de aprender expande la posibilidad de aprender, abre las alas de tu imaginación.

Un dato nuevo (o actualizado), el concepto de un experto que ofrece una opinión distinta, el análisis a partir de datos recientes comparados con los antiguos o, simplemente, una mirada diferente (positiva o negativa) de los hechos representa una oportunidad de aprendizaje. Que, no sobra decirlo, es valiosa y, quizás, única. Más hoy, cuando el conocimiento está a un clic de distancia.

Por otro lado, si bien no es algo exclusivo de los periodistas o de los escritores, está el gran privilegio que te concede la vida de generar un impacto en la vida de otros. Tú eliges si es positivo o negativo, constructivo o destructivo, inspirador o banal. Un privilegio que, claro, incorpora también una responsabilidad y un reto, porque es muy difícil dar marcha atrás.

¿A qué me refiero? El mensaje, seguro lo sabes, lo has vivido, lo has sufrido, es como una bola de nieve: una vez empezó a rodar cuesta abajo, es imposible detenerla. Y se llevará todo lo que esté por delante. Y sé que en este justo momento en tu mente aflora algún recuerdo de una de esas conversaciones que derivó en agresiones, en conflicto. Es el poder de las palabras.

A lo que voy, lo que me interesa que entiendas, es que a los seres humanos nos fue concedido el privilegio de comunicarnos de manera consciente. Y lo podemos hacer a través de distintos canales y en distintos formados, y no me refiero a los digitales: la voz, la escritura, la pintura, la fotografía, la actuación, en fin. Todas son formas de empaquetar el mensaje y comunicarlo.

Si bien no es una verdad comprobada, o una sentencia definitiva, para mí el punto de partida es el texto escrito. ¿Por qué? Porque es el más versátil. Es decir, un texto se transforma en audio, en video, en fotografía, en un post para redes sociales, en un carrusel, en infografía. De hecho, son cientos los libros que se convirtieron en películas o series, nunca a la inversa.

Hoy, gracias a la magia de las herramientas que nos brinda la tecnología, son caminos de doble vía. ¿Eso qué significa? Voz a texto, imagen a voz, imagen a infografía y más, en cuestión de unos pocos minutos. Para mí, sin embargo, el camino original sigue siendo el más conveniente y no solo porque me permite darle múltiples usos distintos a un texto. Eso es secundario.

Porque lo verdaderamente importante es el cúmulo de beneficios que recibo al escribir. Y, por favor, repara en que afirmo “recibo”, en vez de “aporto” o “comparto” con otros. Porque nos han enseñado que todo lo que somos, lo que tenemos, debemos transmitirlo a otros; y no solo eso: si no lo haces, se las ingenian para hacer sentir mal, para que te sientas culpable.

Y no hay tal. Si bien es algo que requiere desaprender, primero, y volver a aprender, después, la vida me enseñó que mi prioridad soy yo. No es egoísmo, es autoestima. La premisa es: lo que les das a otros, lo que compartes a otros, lo que transmites a otros, es lo que hay dentro de ti; entonces, cuida primero lo que hay en ti para que, cuando lo compartas, sea de valor.

¿Eso qué significa? Que el primer beneficiado con la escritura, con lo que escribes, eres tú. En la medida en que lo que escribes te dé conocimiento, te eduque, te entretenga, te inspire, más adelante, cuando lo compartas con otros, el impacto se multiplicará. El problema, porque siempre hay un problema, es que la mayoría desconoce cuáles son los beneficios de escribir.

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Te menciono algunos que, quizás, te animen a dar el primer paso para comenzar:

1.- Potencia tu cerebro.
Este órgano, quizás lo sabes, es un músculo y, como tal, requiere ejercicio. En su caso, el ejercicio es el aprendizaje o, de otro lado, la potenciación de sus características a través de tareas que lo exigen, como la escritura. Escribir mejora la memoria, despierta la curiosidad y provoca que tu cerebro quiera saber más. Es decir, escribir mejora tu salud mental

2.- Optimiza tu capacidad comunicativa.
A medida que la escritura se convierte en un hábito, que practicas más, lo haces mejor. Y eso se refleja no solo en tus escritos, sino en las otras formas de comunicación que utiliza el ser humano en su relación con otros. ¿Por qué? Porque el cerebro aprende las estructuras de la escritura y las pone en práctica en el lenguaje oral, por ejemplo. El impacto será inocultable

3.- Organiza tus ideas.
Escribir es muy fácil cuando haces la tarea previa. ¿Sabes cuál es? Investigación, preparación, estructuración del contenido, de tu historia o texto. Establecer qué quieres comunicar y cómo lo vas a hacer. Esto implica analizar opciones, tomar decisiones y definir jerarquías. Con este trabajo, tu cerebro aprende el método y, como le gusta, lo pone en práctica a menudo

4.- Fortalece tu autodisciplina.
A diferencia de lo que cree la mayoría, escribir no es un don, sino una habilidad y, por lo tanto, cualquiera la puede desarrollar. La capacidad está ahí, dentro de ti, lista para que la utilices y la aproveches cuando quieras. Cuanto más escribas, lo harás mejor y no solo eso: también será más fácil y los resultados, de mayor impacto. La disciplina será la gran aliada de tu talento

5.- Es una terapia.
¿Lo sabías? Te confieso que en algunos de los momentos más difíciles de mi vida, en especial en lo personal, escribir me salvó. Me ayudó a pensar en algo distinto, positivo y constructivo, pero también me sirvió para desahogar las emociones. Una catarsis. Escribir, créeme, te ayuda a liberar tensiones, a lidiar con eventos traumáticos, a reconciliarte con lo bueno de la vida

6.- Te hace resiliente.
Desarrollar el hábito de escribir, o escribir bien, no es un logro que se consiga de la noche a la mañana. Exige disciplina, constancia, dedicación y, sobre todo, mucho de esa virtud tan escasa que es la paciencia. Y serán muchos lo momentos en que te sentirás tentado a tirar la toalla; si no lo haces, si persistes, la resiliencia te hará fuerte y podrás superar las dificultades

7.- Serás más creativo.
Si bien hay una corriente muy grande que nos invita a escribir a partir de plantillas, prompts preelaborados o a acudir al vulgar copy + paste, tu cerebro te recompensará cuando le das la posibilidad de crear, de imaginar. Es algo que le encanta, por cierto. Cuando escribes, tu cerebro se siente como un niño en el receso en un día de colegio: es juego, es adrenalina…

8.- Desarrolla la empatía.
Una de las maravillosas experiencias que puedes disfrutar a través de la escritura es aquella de vivir en cuerpo ajeno. Es decir, puedes ser otra persona, un superhéroe, un animal, lo que sea, lo que quieras. Eso te permite desarrollar empatía, te metes en la piel de otros y puedes vivir situaciones distintas a las de tu vida cotidiana y, lo más importante, ayudar a esas personas

9.- Te cambia el humor.
Dado que actúa como una válvula de escape, que nos brinda un desahogo, la escritura también nos ayuda cuando las cosas no van bien, cuando tu actitud es negativa o, simplemente, estás de malas pulgas. Liberar tus emociones apagará los fuegos internos, hará que te burles de ti mismo y no tardarás en cambiar tu sentido del humor. Es este caso, también es una terapia

10.- Te acompaña en la soledad.
Estar solos es una realidad para la cual nunca estamos (o estaremos) preparados. Sin embargo, es una situación cada vez más frecuente que es posible enfrentar si aprovechas los beneficios de la escritura. Como mencioné antes, así como la música, la escritura es una gran compañía que no te juzga, no te critica, no te abandona. De nuevo, es una gran amiga, mi alma gemela

Dado que cada persona es un universo único y distinto del resto, no puedo asegurarte que vayas a recibir estos 10 beneficios mencionados. Quizás algunos se cambian por otros, quizás recibes más. Solo podrás saberlo en la medida en que desarrolles el hábito y escribas. Lo que sí puedo decirte con certeza es que tu vida será mejor si incorporas en ella la escritura

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¿Eres otra de tantas estrellas fugaces o una verdadera marca?

En la era de la sobreexposición, que tristemente ha derivado en la infoxicación, irónicamente son muchas las personas valiosas que reniegan de su marca, que no aprovechan su mensaje. Es decir, mientras la pornobasura pulula, nos contamina desde distintos frentes, los que en verdad pueden aportar valor con su conocimiento prefieren mantenerse al margen.

Nunca antes, en la historia de la humanidad, el ser humano disfrutó de tantas facilidades y, en especial, de tantas herramientas poderosas y canales para comunicarse. Basta contar con un dispositivo (computador, tableta o celular) y una conexión a internet para gozar de los beneficios. Que, no sobra recalcarlo, son ilimitados si tú mismo no les cortas las alas.

Y no solo eso: la mayoría son gratuitos y cualquier persona, prácticamente sin excepción, puede aprovecharlos, utilizarlos. Una realidad que el estudio Global Digital Report, de las consultoras We are social y Meltwater, respalda con cifras: el 69,4 % de los más de 8.100 millones de personas que habitan el planeta tienen al menos una línea de celular.

Son algo más de 5.600 millones de personas. Además, el 66,2 % de los seres humanos (5.350 millones) utiliza internet. Más sorprendente aún es que el 97,8 % de la población de la Tierra entre los 16 y los 64 años tiene al menos un teléfono celular. Y algo más: en promedio, cada persona pasa 6 h 40 m del día conectado a internet, ocupado en distintas actividades.

Repito: hoy, cualquiera tiene voz en internet, de ahí que nos hayan invadido los tales influencers y los mal llamados creadores de contenidos, que en esencia solo son patéticos payasitos que satisfacen los bajos instintos de algunos. Por supuesto, y por fortuna, también hay muchos verdaderos creadores de contenido de calidad y valor en el ecosistema digital.

Lo que la mayoría no sabe es que internet es una inmensa jungla infestada por las peores especies. Hambrientos y voraces depredadores, pirañas, tiburones y muchas otras más que están a la caza de su presa. Por eso, los tales influencers son estrellas fugaces que, como se dice en Colombia, suben como palma y caen como coco. Surgen, brillan y desaparecen.

Lo peor es que ninguno deja algo de valor, algo por lo que valga la pena recordarlo. Y, mucho menos, un legado. A mi juicio, eso nos ofrece dos miradas. La primera, la negativa: internet se llenó de especies tóxicas que cultivan y propagan la desinformación, que solo hacen ruido. La segunda, la positiva, hay una oportunidad, una gran oportunidad, para todos los demás.

Es decir, para quienes creamos y compartimos contenido de valor destinado a informar, educar, entretener e inspirar (nutrir) a otros. Que somos muchos, por cierto, aunque solo una minoría de ese gigantesco ecosistema digital. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que hay espacio para más, para tantos como se atrevan a compartir su conocimiento con otros.

En los últimos años, de hecho, miles de personas han cerrado la puerta del ámbito laboral convencional (de 9 a 5 por cinco días a la semana) para abrir la del universo digital. Bien sea porque las circunstancias las forzaron o porque así lo decidieron, muchas se atrevieron a probar suerte en internet. ¿El resultado? Bastante menos satisfactorio de lo esperado.

¿Por qué? Tristemente, muchas de esas personas llegaron a internet sin conocer cuáles son las características del ecosistema digital y fueron devoradas por los depredadores. O, quizás, pensaron que podían replicar lo que hacía en el ámbito corporativo y se estrellaron contra una realidad que les enseñó, a las malas, que las reglas del juego digital son distintas.

Otras más, muchas, se comieron el cuento de que “en internet es fácil ganar dinero” o, de otra forma, el bulo de que “en internet te puedes hacer millonario de la noche a la mañana”. Y, no, no es cierto. Internet no es un casino o un polígono para practicar tiro al blanco. Y si fuera tan fácil ser millonario en internet, todos los que llevamos tiempo allí lo seríamos.

Ahora, es posible que te preguntes si es posible ganar dinero en internet. La respuesta es un SÍ en mayúsculas. Eso, sin embargo, no significa que vas a ser millonario porque el resultado depende de varios factores: tu conocimiento, tu estrategia, tu visibilidad, tu posicionamiento y, en especial, el valor que estás en capacidad de aportar para solucionar los problemas de otros.

Demos unos pasos atrás: unos párrafos antes, te decía que los influencers y los mal llamados creadores de contenido, los payasitos, son estrellas fugaces que surgen, brillan y no tardan en desaparecer. ¿La razón? La acabo de mencionar. Es la combinación de conocimiento, estrategia, visibilidad, posicionamiento y el valor que aportar. ¿En una palabra? Tu MARCA.

En internet, las empresas, negocios, emprendedores o profesionales independientes que perduran, que dejan huella, que generan un impacto positivo, que inspiran, son aquellos que son una MARCA (personal o empresarial). Es decir, son las que tienen la respuesta adecuada a la pregunta clave, aquella de “¿Qué tengo yo, qué soy yo, que pueda ayudar a otros?”.

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Lo primero que hay que decir acerca de la MARCA es que NO se construye ni se crea. Por eso, ten cuidado porque en internet hay mucho vendehúmo que promete crearte una marca poderosa. La realidad es que la MARCA ya está, es parte de ti desde el día en que saliste del vientre de tu madre y llegaste a este mundo. Y la has alimentado, la has enriquecido, día a día.

En palabras simples, la MARCA es la forma en que los demás nos perciben, lo que piensan de nosotros. O, dicho con otras palabras, la huella que has dejado en la vida de otros. Para unos, positiva; para otros, negativa. Y está bien, porque tener una MARCA no significa caerle bien a todo el mundo, como tampoco es ser simpático con todo el mundo. ¡Eso es cordial hipocresía!

La MARCA es todo aquello que haces, y lo que no haces; lo que comunicas, y lo que no comunicas; lo que te hace distinto y único (principios, valores, creencias, pensamientos, miedos; tu conocimiento, experiencias y sueños) y, no lo olvides, la forma como comunicas eso a otros, a los demás. Por eso, justamente, nadie puede crear tu marca, o construirla.

La MARCA eres tú y dejarás de serlo el día en que te vayas de este mundo. Sin embargo, si has hecho bien la tarea, si dejaste huella en la vida de otros, tu MARCA permanecerá en el corazón de otros, de aquellos a los que impactaste de forma positiva. Seth Godin, autor de varios libros, afirma que “marca es lo que otros dicen de ti cuando no estás presente”.

Si te olvidan fácilmente, rápidamente, es porque tu MARCA es débil. En cambio, si eres una persona generosa que comparte su conocimiento y experiencia con otras; que las informa, educa, entretiene e inspira, serás una MARCA poderosa, de esas difíciles de olvidar. Piensa, por ejemplo, en John Lennon, Freddy Mercury,  Gabo o la madre Teresa de Calcuta.

Un ejemplo que ilustra a la perfección el poder de una verdadera MARCA es la música. Nino Bravo fue un talentoso cantante español que murió en 1973 en un accidente automovilístico. Hoy, medio siglo después, sus canciones aún se escuchan, inclusive entre los más jóvenes. Y lo mismo sucede con Pedro Vargas, Juan Gabriel, Rocío Dúrcal, Pedro Infante o Carlos Gardel.

Su música, su MARCA, los hizo inmortales. ¿Entiendes? Y no es que esas canciones les gusten a todos, pero sí son millones las personas que hoy se deleitan escuchándolas. Y no solo eso: muchas personas recuerdan con melancolía anécdotas surgidas alrededor de esas canciones o cantantes, momentos de su vida que significaron algo (positivo o negativo).

De nuevo, rebobinemos un poco: nunca antes, en la historia de la humanidad, el ser humano dispuso de tantas y tan poderosas herramientas y recursos como las que disfruta hoy. Y, no sobra decirlo, el internet de hoy es de otro mundo, en comparación con el de hace 5-10 años. Y, por si esto fuera poco, apenas vemos la punta del iceberg de la inteligencia artificial.

Con frecuencia, en varias comunidades de las cuales soy miembro, conozco a personas que sueñan con “vivir de internet”, que se ha convertido en el nuevo sueño americano. Personas que acumulan experiencias valiosas, que acreditan conocimiento y quieren transmitirlo a otros. Y se lanzan a la aventura, pero tristemente terminan como carnada de los tiburones.

¿Por qué? Porque no son una MARCA, porque están convencidas de que con un buen pitch de ventas, un discurso escrito por ChatGPT y una interpretación histriónica (del estilo de los patéticos influencers) es suficiente. Eventualmente, algunos logran un impacto, pero no pasa mucho tiempo antes de que el mercado los olvide y se vaya con el nuevo objeto brillante.

Piénsalo de la siguiente manera: ¿qué pasaría con tus hijos si un día te vas de la casa y los dejas abandonados? ¿Si nunca los vuelves a llamar el día de su cumpleaños? ¿Si no los consuelas cuando están tristes? ¿Si no los animas cuando están en problemas? ¿Qué pasaría? La respuesta es simple: te olvidarán o, peor, guardarán un recuerdo negativo de ti.

¿Qué tengo yo, qué soy yo, que pueda ayudar a otros?. Esa es la pregunta que debes formularte todos los días para que te oriente en esa titánica y apasionante aventura de ser una MARCA. La clave está en enfocarte en construir tu mejor versión: aprender más de más temas, desarrollar nuevas habilidades, establecer nuevos vínculos, impactar a más personas.

Moraleja: si quieres trascender, si en realidad tu propósito de vida es dejar un legado, entonces, concéntrate en ser una MARCA verdadera. Olvídate de las redes sociales, de la web, de la inteligencia artificial: son solo herramientas que te ayudarán, pero la esencia, lo que es realmente importante y valioso, está en ti. Y solo tú puedes descubrirlo y aprovecharlo.

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El mundo clama por bienestar y tú puedes brindarlo con tu mensaje

Una de las premisas de las estrategias de marketing, desde siempre, es aquella de apuntar al dolor de tu cliente potencial para activar la acción que tú esperas: la compra. Sin embargo, no solo se aplica en el mundo de los negocios con la intención de vender, sino que también es útil en la vida diaria. La diferencia es que en muchos ámbitos es algo inconsciente.

¿Por ejemplo? Cuando hablas con tu hijo pequeño y le adviertes sobre el riesgo de molestar al perro del vecino. “Te va a morder”, le avisas. “Me vas a meter en un problema y te voy a castigar”, agregas. O cuando vas al médico y este te informa que debes cambiar tus hábitos, mejorar la alimentación y dejar el sedentarismo, so pena de sufrir una enfermedad grave.

El dolor, que no es más que una manifestación del miedo, una de las dos emociones que existen (la otra es el amor), sirve para que el cerebro prenda las alarmas y nos incite a tomar las acciones necesarias para evitar un desenlace negativo. Pero quizás ya sabes cuál es el final: el perro, un día cualquiera, muerde a tu hijo y tú no cambias tus hábitos y te enfermas…

El problema es que la fórmula del dolor, de exacerbar el dolor, tal y como la utilizamos desde siempre, se agotó. O, al menos, perdió una buena dosis de sus superpoderes. ¿A qué me refiero? A que es menos efectivo para inducir la acción que esperamos de nuestros clientes potenciales. Lo peor es que, cada vez más, el efecto que produce es contrario al esperado.

Son múltiples las razones y, si bien no se puede generalizar, hay una opción que es irrefutable. ¿Sabes cuál? Los seres humanos, todos, nos cansamos de sufrir, de padecer el dolor en cualquiera de sus formas, de sus manifestaciones; en cualquiera de los ámbitos de la vida. Una realidad que es mucho más consciente después de los últimos eventos trágicos.

Por ejemplo, la pandemia provocada por el COVID-19, que a todos, sin excepción, nos golpeó de mil y una formas. Y lo hizo sin piedad. No solo nos afectó la salud, sino que por cuenta de las restricciones impuestas nos puso la vida patas arriba y nos llevó a experimentar niveles de dolor, de miedo y de incertidumbre que jamás habíamos imaginado. Fue algo terrible.

Una circunstancia negativa y dolorosa que, como todo en la vida, incorporaba una lección positiva. Si bien cada caso es particular, cada persona vivió su proceso de una manera distinta, la realidad es que para la mayoría cambiaron las prioridades. O, si lo prefieres así, a muchos les sirvió como el último empujoncito que necesitaban para cambiar sus hábitos.

Hoy, en general, se nota un interés genuino por alcanzar mayor bienestar. El diccionario define este término como “Conjunto de cosas necesarias para vivir bien” o “Vida holgada o abastecida de cuanto conduce a pasarlo bien y con tranquilidad”. Y nos ofrece sinónimos como comodidad, confort, abundancia, riqueza, fortuna, paz, convivencia y felicidad.

Lo que todos anhelamos, ¿cierto? Y no solo ahora, después de la pandemia, sino desde antes. El problema, porque ya sabes que siempre hay un problema, es que antes lo dábamos como un hecho, como algo que nos merecíamos, mientras que ahora se trata de un objetivo consciente que, tal y como la vida nos lo enseñó, debemos construir, debemos encontrar.

¿La clave? La forma en que te comunicas con tu cerebro, contigo mismo, porque será lo que determinará la forma en que te comunicas con otros, con el mundo exterior. Dicho de otra manera, “cosecharás aquello que siembres”. O ese bienestar que anhelas, que hoy es una prioridad, depende de la información que consumes, de las personas con las que interactúas.

“Cómo nos hablamos a nosotros mismos en la intimidad de la mente puede herir o sanar, e incluso podríamos decir que nuestra calidad de vida depende en gran medida del grado de cordialidad con el que nos tratamos. Esta es lo que la periodista, docente universitaria e instructora de yoga y mindfulness Natalia Martín Cantero estableció en sus investigaciones.

Y es uno de los aprendizajes más valiosos de su libro Piensa bien y acertarás. Sin embargo, no es la única que apuesta por el bienestar. Recientemente, en su blog, Hotmart, la plataforma digital más importante del mercado hispano para emprendedores e infoproductores, publicó dos artículos relacionados con los nichos en alza, por un lado, y los cursos más vendidos, por otro.

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¿Cuáles son esos nichos?

1.- Negocios y carrera, entendido como los contenidos de formación profesional destinados a las personas que desean abrir un negocio o mejorar los resultados en el que ya tienen

2.- Desarrollo personal, a través del cual se busca potenciar todo lo que la vida nos da para crear nuestra mejor versión. Se aplica tanto al ámbito personal como al laboral

3.- Educación, entendida como la variedad de contenidos que nos permiten aprender de cualquier tema, como idiomas, gastronomía, música o, inclusive, una carrera universitaria

4.- Culinaria y gastronomía, que aunque te sorprenda son los cursos más vendidos en Hotmart. Por supuesto, los que están relacionados con comida sana, hábitos saludables

5.- Salud y deportes, quizás el nicho que más ha crecido en los últimos años, desde que se instaló a finales de los 90 el culto al cuerpo y a la salud. Incluye yoga, mindfulness y otros

6.- Espiritualidad, porque lo que nuestro cuerpo refleja en el exterior es el resultado de cómo se encuentra su interior, en especial, su mente. Incorpora terapias naturales y meditación

7.- Moda y belleza, porque una de las necesidades del ser humano es sentirse bien y, sobre todo, verse bien para recibir la aprobación de otros. Relacionado con el cuidado personal

8.- Marketing digital, porque cada vez son más las personas que llegan al universo digital y necesitan aprender cómo construir una marca y, en especial, el arte de las ventas

9.- Finanzas, dado que la libertad financiera es uno de los anhelos hoy, y no solo entre los jóvenes. Hay que aprender a producir ingresos y, sobre todo, a gestionarlos adecuadamente

10.- Aprovechamiento de la tecnología generativa, en especial, la inteligencia artificial. Cada día que pase sin que aprendas de ella es una oportunidad perdida que luego lamentarás

¿Moraleja? En un mundo cambiante, en un escenario desafiante, el mensaje o la creación de contenidos a partir de tu conocimiento, experiencia y pasión es la mejor herramienta de la que dispones. Y lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que a través de esos mensajes, de esos contenidos, puedes transmitir el bienestar que otros requieren y buscan con desesperación.

Hotmart nos comparte el caso de la brasileña Priscila Heimer, que durante años se dedicó a lo que había estudiado: cine y publicidad. Viajó por el mundo, vivió en países como Portugal, Alemania y España, pero en algún momento se dio cuenta de que había algo que le faltaba. Quería crear algo propio y, sobre todo, cambiar la vida de las personas a través de su pasión: la culinaria.

Asistió a un congreso virtual, en el que aprendió cómo podía transmitir ese conocimiento valioso que poseía y lanzó varios infoproductos relacionados con la alimentación sana. En un mes captó 6.000 prospectos y comenzó un negocio lucrativo de alto impacto. Creó un congreso en línea llamado Conlasalud, en el que reunió a 21 expertos. ¡Fue un gran éxito!

Otro caso es el de Luis Carlos Flores, a quien probablemente conozcas por la Fórmula de Lanzamientos, una estrategia de marketing que fue creada por Jeff Walker, un gurú de los negocios. Se unió con su esposa Gaby González, creadora de Niños de ahora, la comunidad de padres más grande de Latinoamérica. Juntos desarrollaron el método Paternidad Efectiva.

Se trata de una metodología de crianza, apalancada en especialidades como sicología, sicoterapia, neurosicología, Gestalt y pedagogía Montessori, entre otras. En tan solo dos años lograron reunir una comunidad de 2,5 millones de personas que ahora disfrutan la difícil experiencia de ser padres. Una curiosidad: Paternidad Efectiva se gestó durante la pandemia.

Como ves, lo que se impone, lo que el mercado requiere y busca, es contenido de valor relacionado con el bienestar en todas sus manifestaciones. La razón es muy sencilla: no solo que la vida no es fácil, sino que además nadie llega con el libreto aprendido. De lo que se trata, entonces, es de aprender de aquellos que ya pasaron por lo mismo y salieron airosos.

¿Eres uno de ellos en tu campo de conocimiento y experiencia? Programación, diseño, música y ciencia de datos son otros nichos de éxito en Hotmart. Es decir, el espectro de posibilidades es prácticamente ilimitado, tanto como lo sean tu imaginación, creatividad, pasión y vocación de servicio. Y, créeme, hay muchos que necesitan lo que sabes y posees.

Recapitulemos: todos, absolutamente todos, estamos cansados del dolor, de sufrir. Además, nos basta con la realidad que puede y suele ser agobiante, angustiante, histérica, estresante, desafiante. En ese día a día, buscamos un oasis, algo positivo, constructivo y, en especial, algo inspirador que nos brinde el bienestar que anhelamos en todos los ámbitos de la vida.

Todos, así mismo, soñamos con dejarle un legado al mundo, con marcar una huella que nos haga inolvidables. Qué mejor que servir a otros, ayudarlos no solo a solucionar su problema, a acabar con su dolor, sino especialmente a disfrutar de bienestar. Tú puedes hacerlo, créeme, y en tu mensaje, en el contenido que puedes crear, tienes a tu mejor aliado.

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El secreto del éxito de Starbucks: ‘detrás de cada historia hay un café’

Una de las premisas útiles de la vida, en cualquier actividad, es aquella de seguir la estela marcada por quienes están donde tú quieres estar o, de otra forma, dejaron huella y nos señalaron cuál es el camino que debemos recorrer. Se trata de acortar la curva de aprendizaje y, en especial, de evitar los errores frecuentes. Ah, claro, de replicar los aciertos.

Cada día, sin excepción, a través de múltiples medios nos enteramos de marcas, tanto de las empresariales como de las personales, que facturan millonarias cifras a partir del contenido que comparten. Cifras que, por supuesto, a todos nos gustaría ganar. Sin embargo, no es tan sencillo como pararse frente a una cámara, grabar un video y publicarlo en redes sociales.

En efecto, no se trata de imitar a los patéticos influenciadores que bailan, payasean y hacen el ridículo para, al final, no transmitir ningún mensaje. O, peor, los que se aprenden un libreto y, también con sobredosis de histrionismo, nos quieren vender la pócima de la felicidad, la pomada de la eterna juventud o el abecé para convertirte en millonario en 24 horas…

Se trata de estrellas fugaces, de poco brillo, que se esfuman en un dos por tres. Quizás haya alguno que gane dinero, pero ya sabes la premisa: “lo que por agua viene, por agua se va”. Y no son un modelo que debas imitar, porque corres el riesgo de transformarte en otra más de las especies tóxicas que abundan en el ecosistema digital y son devoradas por depredadores.

En cambio, si miras para otro lado, para el lado de las estrategias consistentes, te vas a encontrar con ejemplos dignos de imitar. Uno de ellos, el de Starbucks. Sí, la famosa marca fabricante de café surgida en 1971 en Seattle (EE. UU.). Hoy, tiene más de 35.000 tiendas en 80 países y es referente no solo de la industria del café, sino de la creación de contenidos.

Al punto que acaba de anunciar la creación de Starbucks Studios. ¿Sabes qué es? Lo promociona como “un estudio de producción propio”, al mejor estilo de Hollywood. ¿Cuál es el objetivo? Crear contenido de entretenimiento, para generar recordación de marca y fidelizar a sus clientes en todo el mundo, a través de historias propias. Genial, ¿cierto?

“Detrás de cada café hay una historia” es el lema de la compañía. Y, quién lo duda: un buen café, oscuro y caliente (o como lo prefieras) es la mejor compañía cuando estás con quienes más quieres, familia y amigos, compañeros de trabajo o, inclusive, una compañía ocasional. O, también, cuando estás solo, en casa, en una tarde lluviosa y fría: nada mejor que un café…

Según el comunicado emitido por la empresa, “la iniciativa responde a la creencia en el poder de la creatividad y la narración de historias para fomentar la conexión y las conversaciones humanas. Fíjate que no se trata de intentar vender, de hablar de la marca o de simplemente hacer presencia en las redes sociales o algún otro canal digital.

¿Entonces? Lo que hay detrás es una estrategia, con un mensaje subliminal muy bien manejado, destinado a crear el ambiente propicio para que los amantes del café, que además sean clientes de Starbucks, consuman la bebida. ¡Genial! No dice que venden el mejor café del mundo, o que tienen tantos seguidores en RR SS; todo eso es irrelevante.

Para llevar a cabo su objetivo, Starbucks estableció una alianza con Sugar23, una empresa de producción multimedia y gestión de talento creativo. Otra lección subliminal poderosa: tú enfócate en lo que sabes, en aquello de lo que res experto, y para otras tareas asóciate con quien lo haga muy bien y mucho mejor que tú. Es la sinergia a través de la unión de fortalezas.

Y no es publicar por publicar, hacer ruido, la trampa en la que han caído tantos. “La intención del estudio de nueva creación es atraer talento de la industria audiovisual para generar contenido de entretenimiento prémium”, asegura. Y hay más: El objetivo es crear historias juntos para unir a las personas y generar momentos de deleite”. Será algo extraordinario.

Según Christy Cain, vicepresidenta de marketing de marca de Starbucks, “este proyecto avanza en nuestra misión de fomentar las posibilidades ilimitadas de la conexión humana”. Y agrega: Nos sentimos honrados de tener la oportunidad de arrojar luz sobre las historias y las personas que nos inspiran, aquellas que están generando un impacto positivo en el mundo”.

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Por su parte, Michael Sugar, CEO y fundador de Sugar23, expresó: “La narración de historias está profundamente arraigada en lo que hace Starbucks, y Starbucks Studios es una extensión natural de estos esfuerzos. Juntos, aprovecharemos el poder de la narración para fomentar conexiones, inspirar cambios y construir un sentido de comunidad más fuerte.

Por si no lo sabías, Starbucks incursionó en el increíble mundo de las historias, del storytelling, desde hace años. En 2016, por ejemplo, lanzó la serie Upstanders, a través de la cual reunió las historias de 10 personas anónimas que realizaban acciones de extraordinario impacto en su comunidad. Fue tal el éxito de esta iniciativa, que se extendió dos temporadas.

Más adelante, en 2019, produjo el documental Hingakawa. El objetivo era conmemorar los 25 años del genocidio de Ruanda, una de las más lamentables y vergonzosas matanzas de la historia de la humanidad. Relata la historia de dos mujeres amigas, de etnias distintas, que encontraron coincidencias y afinidades en sus experiencias a partir de la industria del café.

Recientemente, AB InBev, la fábrica de cervezas número uno del mundo (Anheuser-Busch), y el grupo de lujo LVMH (comercializa productos de marcas como Louis Vuitton, Dior, Givenchy y más) también crearon sus propios estudios de producción de contenidos. Sin embargo, no pienses que se trata de una tendencia o de una moda pasajera. Es una estrategia sólida.

Sí, basada en la certeza de que la generación de contenidos especializados, profesionales, que conecten con sus audiencias, es la mejor inversión para las empresas. Netflix, Adobe, Amazon y Apple son algunos otros ejemplos de gigantes del mercado, en distintas industrias, que han hecho del marketing de contenidos el principal aliadopara comunicarse con el mercado.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor (al menos, lo que más disfruto)? Que con estas iniciativas se derrumba el mito (la mentira) de que estas grandes empresas venden miles de millones de dólares por la calidad de sus campañas, por el copy de sus avisos, por el poder de sus mensajes. Ciertamente ayudan, y mucho, pero lo que vende, en realidad, es el marketing.

¿A qué me refiero? Contrata al mejor copywriter del mundo, haz uso de la inteligencia artificial y exprime tu cerebro al máximo para crear la mejor campaña posible. ¿Puedes garantizar que venderás miles de millones de dólares? No, por supuesto. Porque sin el respaldo de miles de millones de dólares en publicidad, como estas empresas, no es posible.

Y, por si tienes alguna sospecha, no me contradigo. Lo que quiero es prevenirte para que no caigas en la trampa de creer que solo con la publicación de contenidos, con “el poder del copy”, podrás replicar los resultados de Coca-Cola, Apple y demás gigantes del mercado. Eso, sin embargo, no significa que, en tu escala, no obtengas resultados extraordinarios.

Las empresas (y negocios) medias y pequeñas, así como los emprendedores y profesionales independiente que vivimos de monetizar nuestro conocimiento no disponemos de esos presupuestos astronómicos. Es decir, no tenemos la capacidad de realizar una campaña como la de Starbucks, o crear un estudio de producción de contenido. ¡No es posible!

Lo que sí es posible, y está al alcance de tu mano si sabes cómo hacerlo, si lo haces bien y te asesoras de alguien que te pueda guiar, es conectar con tu audiencia, con tus clientes potenciales, a través de contenido de calidad, de historias poderosas. Más en estos días en los que disponemos de increíbles herramientas y recursos, de bajo precio, que nos ayudan.

El mensaje que te quiero transmitir es que si quieres emular el éxito de empresas como Starbucks y otras más, tienes que modelar (no copiar, porque no puedes hacerlo) lo que ellas hacen y les ayuda a obtener resultados superlativos. Es decir, sin necesidad de montar un estudio de creación de contenidos, tú estás en capacidad de conectar con el mercado.

¿Cómo lograrlo? A través de una estrategia de contenidos. Que, valga mencionarlo, no es publicar por publicar, no es vender con insistencia, no es producir contenidos virales que no producen los efectos deseados. Una estrategia que te permita llegar a las personas a las que, con tu conocimiento y recursos, estés en capacidad de ayudar, a las que puedas servir.

Una adecuada estrategia de contenidos te permitirá alcanzar los siguientes objetivos:

1.- Ser visible, que el mercado sepa quién eres, qué haces, cuáles son tus valores y principios, tu propósito

2.- Posicionarte en la mente de tus clientes potenciales para que te elijan a ti y no a tu competencia

3.- Algo imprescindible: establecer un vínculo de confianza y credibilidad a partir del cual se nutre una relación a largo plazo

4.- Generar el ambiente (como lo hace Starbucks) para que se dé un intercambio de beneficios

5.- Fidelizar a tus clientes, para que sigan a tu lado y te den la oportunidad de ayudarlos más, de servirlos de más formas

Una de las premisas útiles de la vida, en cualquier actividad, es aquella de seguir la estela de quienes dejaron huella y nos señalaron cuál es el camino que debemos recorrer. De esta forma, podrás acortar la curva de aprendizaje y, en especial, evitar los errores frecuentes que nos frenan. Ah, claro, también podrás replicar los aciertos y generar un impacto inolvidable.

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¿Conoces el método creativo de Walt Disney? Te digo cómo aprovecharlo

La pereza, además de un pecado capital, es una de tantas verdades hechas a partir de la reiteración que nos sirve como una plácida zona de confort. Aunque nos provoque un poco de sonrojo, debemos admitir que los seres humanos, todos, somos perezosos. Es decir, en determinadas circunstancias somos flojos, holgazanes para cumplir con algunas tareas.

Es lo que está detrás de aquellas máximas “no puedo”, “no nací para esto”, “lo he intentado y no lo conseguí” y otras más que aprendemos a partir del ejemplo de otros. Frases fáciles que creemos nos van a liberar de la responsabilidad, y de hecho a veces así es. Sin embargo, casi nunca nos despoja de la culpa, que la cargamos como una pesada lápida. Es algo agotador.

Nos rendimos fácil, es la verdad. Renunciamos a nuestros sueños sin darnos cuenta de que son más que una ilusión. ¿A qué me refiero? Cumplir un sueño puede llegar a cambiar el rumbo de tu vida. Entre otras razones, porque es la demostración de que “sí puedes”, “de que sí naciste para conseguir lo que quieras”. Esta, como cualquier moneda, tiene dos caras.

Lo que sucede es que no todos estamos dispuestos a pagar el precio que corresponde. Porque nada es gratis en la vida, en especial, lo bueno. Aprender un segundo idioma implica un esfuerzo, disciplina, trabajo y disposición. Hay algunos más sencillos de aprender porque son afines a tu lengua nativa, pero es posible aprender cualquier idioma, sin limitación.

De hecho, hay personas que dominan a la perfección (hablado y escrito) más de 10 idiomas. O, quizás, conoces a alguien que es muy bueno (mejor que el promedio) en varios deportes, lo que implica aprender los fundamentos de la técnica y ponerlos en práctica. El mensaje que te quiero transmitir es que los seres humanos disponemos de lo necesario para aprender.

Y cuando digo “lo necesario” no significa que ya lo sabemos todo, sino que lo podemos aprender todo. Y no solo eso: con dedicación, disciplina y trabajo, podemos ser buenos en lo que nos propongamos. No hay más límites que aquellos que te imponen tu mente, los hábitos adquiridos y tus miedos. Sin embargo, a estos rivales los puede vencer.

Una de las manifestaciones más comunes de esta creencia limitante es aquella de pensar, y asumir, que no somos creativos. O, en otras palabras, que la creatividad es un don especial que les fue concedido a unos pocos. Y no es cierto: todos, sin excepción, somos creativos, aunque en distintas áreas o tareas. Lo primordial es descubrir en cuál, y aprovecharla.

El diccionario nos dice que creatividad es “la facultad de crear” y nos ofrece como sinónimos “inventiva”, “imaginación”, “ingenio” y la tristemente malinterpretada y nunca comprendida “inspiración”. A primera vista, sin embargo, el diccionario no nos dice lo más importante. ¿Sabes a qué me refiero? A que se trata de una capacidad innata, de una habilidad.

Ya lo había mencionado antes: todos los seres humanos, sin excepción, podemos aprender lo que queramos. Y no solo eso: también podemos ser muy buenos en esa actividad, sea cual sea. Pintar, cantar, correr, nadar, escribir, interpretar datos, diseñar, cocinar, enseñarles a otros, en fin. No hay límites, repito. Sin embargo, la clave está en la palabra facultad.

¿Sabes cuál es su significado? “Poder o derecho para hacer algo”, así como “Aptitud, potencia física o moral”, cuyos sinónimos son “capacidad”, “inteligencia” y “talento”, entre otros. Entonces, descubrimos algo que, a mi parecer, es superpoderoso: la creatividad, esa facultad que muchos creen es un don, en realidad se trata de una decisión, de una elección.

Es decir, tú eliges en qué quieres ser creativo. O, de otra forma, tú pones los límites. Si tú decides ser creativo para aprender inglés, lo harás y seguramente en un nivel superlativo, al punto de no desmerecer ante un nativo. O, quizás, eliges ser un muy buen diseñador y lo consigues a partir de tu aprendizaje, de tu dedicación, de tu disciplina, de tu creatividad.

Ahora, te voy a revelar un secreto que seguramente desconoces y que, si lo aprovechas, si lo sabes adaptar a tu trabajo creativo, cambiará los resultados (y quizás cambie también tu vida). Vamos: la creatividad es producto de un método. A lo mejor piensas “es lógico” o, más bien, “es una locura”. No importa cuál opción tomes, porque te daré un ejemplo irrefutable.

Uno de los seres humanos que fue etiquetado como genio, como creativo en nivel superlativo, fue Walt Disney. No tengo que decirte quién fue, porque todos lo disfrutamos desde la niñez con sus maravillosas creaciones. Su habilidad se manifestaba a través de dibujos animados, de caricaturas, que fueron la base de sus películas. Ese era el insumo, pero faltaba más.

Robert Dilts, uno de los mayores impulsores de la Programación Neurolingüística, autor de varios libros sobre el tema, y experto en la PNL aplicada a la creatividad, desentrañó el método creativo de Disney. Estableció que contempla tres etapas y junto con su equipo de trabajo se dio a la tarea de aplicar y replicar estos conceptos en el ámbito empresarial.

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Estos son los roles o etapas del proceso creativo de Walt Disney:

1.- El soñador.
Walt Disney solía repetir esta frase: “Si puedes soñarlo, puedes crearlo. Recuerda que esto comenzó con un ratón”. El punto de partida de todo proceso creativo, cualquiera, es una idea. Tan solo una idea. Ni siquiera una buena idea, o una genial. Y las ideas, todas, quizás ya lo sabes, están en ti: en tu conocimiento, valores, principios, experiencias y, claro, sueños.

Deja volar la imaginación, libre, caprichosa. Y nútrela, para que te permita generar nuevas y mejores ideas. Lee, haz ejercicio, aliméntate bien, haz lo que te gusta, medita, pasa tiempo de calidad con tu familia y seres queridos, sé generoso con quienes tienes menos que tú. Y algo más: observa, escucha, abre tus sentidos a las experiencias más simples de la vida.

2.- El realista.
La magia de las creaciones de Disney radica, entre otras razones, en que la delgada línea que divide la imaginación de la realidad es difusa unas veces y otras, magistralmente manejada. Todo lo que el hombre ha creado desde siempre incorpora una dosis de realidad y la razón es muy sencilla: nuestro cerebro crea a partir de lo que ya conoce, de lo que le has enseñado.

Otro aspecto que debes considerar: ¿qué tan atractiva es esa idea, esa creación, para otras personas? Y algo más: ¿en ese justo momento cuentas con los recursos necesarios para crear lo que imaginas? ¿Qué hace falta? ¿Cómo lo conseguirás? El proceso creativo de cualquier idea, de una buena idea, requiere un polo a tierra que aporte credibilidad.

3.- El crítico.
Olvídate de caer en la misma trampa en la que se extinguen las buenas ideas. ¿Sabes cuál es? Enamorarte de ella, pensar que es perfecta, asumir que le encantará a todo el mundo. En esta etapa del proceso se trata de mirar tu idea en perspectiva y detectar eventuales vacíos o debilidades que puedan manifestarse más adelante y, lo más triste, echar a perder la idea.

De lo que se trata es de blindar tu idea para que pueda convertirse en el producto creativo que tanto anhelas, el que soñaste. Ponlo a prueba con tu familia, tus amigos, con algunos compañeros de trabajo, con alguien con quien no tengas relación. Validar es fundamental porque nos permite identificar los errores en un escenario que podemos controlar.

¿Eso es todo? No, es la punta del iceberg. ¿A qué me refiero? Siempre se requiere algo más, porque como mencioné al comienzo, la idea, la mejor de las ideas, es tan solo el comienzo. Para que se convierta en una creación que valga la pena compartir, que sea apreciada por quienes la reciben y, en especial, que les aporte valor, se requiere que la rodees bien.

Es decir, que tu creación contemple todos los elementos de una buena historia. Como las de Disney, no lo olvides. Es decir, que esté en capacidad de conectar con las emociones de la audiencia y, no sobra recalcarlo, emocionarla, conmoverla y, sobre todo, inspirarla. Que a través de la identificación cada persona se sienta parte de la historia, quiera ser parte de ella.

Moraleja: la creatividad no es un don y tampoco está determinada por la inspiración. Es una capacidad innata del ser humano, por un lado, y una habilidad que se desarrolla, se potencia, se fortalece, por otro. Las buenas ideas están dentro de ti, pero para que se transformen en creaciones que valgan la pena es necesario cultivarlas, mimarlas, para que la cosecha sea buena.

Y no puedes olvidar algo básico: la mejor idea del mundo se diluirá en el camino si no está respaldada por un plan y una estrategia. Es decir, a quién va dirigido tu mensaje, cuál es el objetivo que persigues, por qué le ha de interesar a otros esa idea (o creación) y cuál es el valor que le aportarás con esa creación. Estos elementos blindarán tu proceso creativo.

Lo que me interesa que aprendas es que un proceso creativo es algo personal, único. Cada uno tiene el suyo y, por más que quieras, no puedes copiar el de otro. Puedes, sí, tomar su modelo y adaptarlo al tuyo, pero recuerda que una creación, cualquiera, surge de esencia. Y eso, precisamente, es lo que la hace valiosa. En este caso, no vale el odioso copy +paste.

Así mismo, me encantaría que entiendas, y aceptes, y pongas en práctica, que dentro de ti hay un genio. ¡Sí, un genio! Que está a la espera de que frotes la lámpara y le asignes una tarea. De eso se trata, precisamente. No olvides lo que dijo Walt Disney: “piensa, sueña, cree y atrévete”. Atrévete porque la vida te brinda un privilegio de ser inolvidable con tu historia.

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8 acciones efectivas para humanizar tu relación con el mercado

Desde niño, siempre tuve afinidad con la tecnología. Que, por supuesto, era muy distinta de la actual. Mi primer juguete fue un radio de mesa, de aquellos que se conectaban a la corriente eléctrica y, cuando los encendías, se tomaban unos segundos en funcionar. ¿Por qué? Porque en su interior contenían unos tubos que necesitaban calentarse.

Los más antiguos incorporaban un mueble y por su tamaño casi siempre estaba en la sala. Su parlante (bocina) no era muy potente y el sonido, deficiente. Era lo que había, sin embargo. Luego apareció el radio transistor, mucho más pequeño, de baterías (pilas) y portátil. Fue inventado en 1947, pero en Colombia no era fácil de conseguir y también era costoso.

Con el paso del tiempo, los transistores se hicieron cada vez más pequeños hasta llegar a ser de bolsillo. Ah, y con un avance significativo: podían escucharse con audífono (en singular, porque no había emisoras de FM, con sonido estéreo). Y después, a finales de los 70, llegó el walkman, maravillosa combinación de radio (AM/FM) y grabadora/reproductora de casete.

El sonido era estéreo, incorporaba los audífonos y la calidad del sonido era sobresaliente. ¡Una experiencia fantástica para el usuario!, además porque permitía privacidad. Era el medio ideal para escuchar música y enterarse de las noticias. En aquel tiempo, en Colombia la televisión comenzaba emisión a las 5 p. m. y no había una amplia oferta de noticieros.

La radio era magia, la magia de la inmediatez. Cada vez que sucedía algo, lo primero que hacíamos era prender la radio. Que, ¡oh, maravilla!, transmitía en directo. Durante todo el tiempo que fuera necesario, horas continuas. Y ese pequeño aparato era también tu compañero en el estadio o para escuchar los partidos de fútbol o las carreras de ciclismo.

Más adelante, ya en los 90, los procesadores de palabras, primero, y los computadores, después, fueron mis fieles compañeros, en función del trabajo. A ellos se unieron las cámaras fotográficas, las grabadoras, los computadores portátiles y el celular. Y, claro, internet, la maravilla de la conexión virtual que potencia las herramientas de inteligencia artificial.

En pocas palabras, no concibo mi vida sin la tecnología. Que no solo me facilita las tareas, sino que fundamentalmente me permite transmitir mi mensaje, compartir mis contenidos con otras personas sin importar dónde se encuentren. Y no solo eso: interactuar con ellas o quizás compartir una charla o dictarles un curso, o ser miembros de una comunidad virtual.

Como mencioné al comienzo, desde niño tengo afinidad con la tecnología. Sin embargo, a diferencia de otras personas, el motivo es que me acerca a otros seres humanos. Y no solo eso: también me da la posibilidad de compartir con ellas mi conocimiento, mis experiencias y el aprendizaje de mis errores; me permite ofrecerles mis servicios y nutrirme de ellos.

Hoy, estoy convencido de que lo mejor no es la tecnología, sino el contacto con las personas. Lo que más disfruto de mi trabajo es conversar con ellas, conocerlas, escucharlas, recibir su retroalimentación. Que, valga mencionarlo, es un acervo de información invaluable que me da la posibilidad de aprender, de conectar con sus necesidades y deseos, ayudarlas.

Lo que valoro y agradezco de mi trabajo, de mi profesión, es la oportunidad de conectarme e interactuar con otras personas. Sin importar que están en otro país, a miles de kilómetros y en un huso horario distinto. Sí, es una posibilidad que nos brinda la tecnología con sus poderosas herramientas y recursos, que son un intermediario indispensable hoy.

Lo importante, lo que hace que mi trabajo valga la pena, lo que me nutre como persona y como profesional, esa ganancia que jamás estaría dispuesto a negociar es interactuar con otros. Porque si bien se concibe que vivimos la era de la tecnología, también es la era de la comunicación, que es un privilegio que nos fue concedido a los seres humanos.

Por eso, me preocupo de que mi trabajo sea más humano. Si bien la tecnología me brinda un servicio prácticamente insustituible (dado que necesito de internet), son las personas con las que me relaciono, las que solicitan mis servicios y se benefician con ellos, las que me brindan una valiosa retroalimentación de los contenidos compartidos.

Solo mientras la prioridad, el foco y el fin de mi trabajo sea promover un intercambio de beneficios, valdrá la pena. El día que la tecnología, las herramientas o los canales sean lo más importante lo mejor que puedo hacer es cambiar de oficio. ¿Por qué? Porque, aunque pueda realizar una labor más rentable, más estable, no estará conectada con mi propósito.

Hoy, tristemente, veo en el mercado, así como en empresas y personas que han sido mis clientes, un enfoque en los canales (principalmente, redes sociales), en las herramientas (obsesión por el cada vez más inútil SEO) y las ventas. Es claro que no somos una ONG o una entidad de beneficencia, pero entiendo que la venta es tan solo una consecuencia.

Por eso, mi prioridad es humanizar mi labor, mi comunicación, mi mensaje. Porque, más allá de un propósito personal, se trata también de una exigencia del mercado. Hoy, en especial después de acontecimientos dolorosos, los consumidores no quieren relacionarse con marcas, sino con personas, con seres humanos de carne y hueso, sensibles como ellos.

Lo irónico es que muchas marcas se niegan a ser más humanas (solo les interesa vender, es decir, tu dinero, no tu bienestar), una actitud que tristemente también es común entre los profesionales independientes que monetizan su conocimiento (o intentan hacerlo). Unas y otros se refugian en la tecnología, en las herramientas, por su incapacidad para relacionarse.

La humanización de las marcas (empresas o personas) es una de las tareas que cumple el contenido. De hecho, el objetivo primordial de una estrategia de marketing de contenidos es establecer vínculos con el mercado, basados en la confianza y la credibilidad. Un vínculo que durante el proceso se traduce en un intercambio de beneficios y redunda en una venta.

Claro, siempre y cuando la experiencia que le hayas brindado a tu cliente, un ser humano, haya sido satisfactoria, agradable. La premisa es muy sencilla, pero muy poderosa: ninguna herramienta tecnológica, ningún robot (o algoritmo) te va a comprar (o te compró), así que no tiene sentido trabajar en función de ella; tu prioridad, no lo olvides, son los seres humanos.

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Estas son 8 acciones de comunicación que te ayudarán a humanizar tu relación con el mercado:

1.- Cuenta tu historia.
A todos, absolutamente a todos, nos gusta saber quién es ese amigo con el que nos relacionamos. Queremos saberlo todo de él. ¿Qué le gusta? ¿Cuáles son sus valores? ¿Y sus principios? ¿Cuál es su propósito? ¿Por qué hace lo que hace? ¿Con qué dificultades se estrelló en el camino? ¿Cuál es el mensaje que me quiere transmitir? ¿Qué tiene para mí?

2.- Confiesa tus errores.
Nadie, absolutamente nadie, es perfecto. Y, de hecho, nadie necesita serlo porque el mercado no cree en esos superhéroes que nunca se equivocaron. Más bien, ese mensaje es origen de desconfianza. Mostrar tus vulnerabilidades, tus limitaciones, tus malas decisiones, le dirá al mercado que tienes la capacidad para levantarte, reponerte y conseguir tus objetivos.

3.- Tu día a día.
No se trata de publicar videos insulsos mientras caminas por la calle, o tomas un café o acaricias a tu mascota. Eso déjalo para los influencers. Como marca (empresa o persona), lo que vale la pena contar de tu día a día es cómo lo haces, con quién lo haces, en dónde lo haces, para quién lo haces. El tras bambalinas del éxito es un mensaje muy persuasivo.

4.- Muestra a tu gente.
Nadie, absolutamente nadie, escaló el Everest en solitario. Todos, absolutamente todos, necesitamos de otros para alcanzar nuestros objetivos y el éxito en la vida. Permite que el mercado conozca a tu equipo, dales el crédito que les corresponde, di cómo cada una de esas personas te complementa, te fortalece. El mercado, sin duda, compensará tu gratitud.

5.- No olvides a tus clientes.
Que, finalmente, son la razón de ser de lo que haces. Puedes, por un lado, ofrecer los testimonios de personas o empresas a las que tus servicios les hayan dado buenos resultados. Es el poder del voz a voz, recomendaciones que podrás aprovechar. Por otro lado, puedes entrevistarlos, que cuenten su historia, cómo los ayudaste, cómo se transformaron.

6.- Brinda soluciones.
Elige un problema (no el gran problema) que enfrenten tus clientes potenciales, uno que sea común, y comparte la solución. Hazlo en video (masterclass), un tutorial en pdf, un e-book… El formato no importa, porque lo verdaderamente valioso es el contenido que ofreces, por un lado, y la generosidad de compartir gratuitamente una solución a un dolor que los aqueja. por otro.

7.- Interactúa.
Fundamental. ¿Cómo puedes hacerlo? Hay muchas alternativas: una encuesta, un reto, un concurso o cualquier otra actividad sencilla, y ojalá divertida, que nada tenga que ver con la venta de un producto o servicios, a través de la cual puedas conectarte con tu audiencia. Haz de cuenta que vas a salir a tomar café o unas cervezas con tus amigos: divertirse, esa es la premisa.

8.- Aporta valor.
Lo más importante, sin duda. Eso significa informar, educar, entretener e inspirar de tantas formas como sea posible. Que, cuando llegue el momento de vender, esas personas tengan una deuda moral contigo en virtud de todo lo que les has compartido, que no puedan negarse a comprarte. Y si no te compran, al menos te queda la satisfacción de cumplir tu propósito.

Moraleja: no me canso de repetirlo porque algo que marcará la diferencia en tu negocio, emprendimiento o profesión: si te enfocas en vender, solo en vender, tarde o temprano tus clientes se irán con la competencia. Enfócate en construir relaciones de intercambio de beneficios a largo plazo y verás cómo las ventas suceden casi sin que te lo propongas.

Si no creas y compartes contenido de valor, construir esa relación será imposible. Porque mientras no haya un vínculo de confianza y credibilidad, el mercado durará de ti. Recuerda que los seres humanos, los de carne y hueso, los sensibles, nos relacionamos a través de la comunicación, de conversar, de interactuar, de compartir valor. No es una elección…

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10 condiciones para crear un legado con el poder de tu mensaje

Son las pequeñas acciones las que generan las grandes transformaciones. Y, también, las que brindan los mejores resultados. Una premisa que a la mayoría de los seres humanos nos cuesta aprender o, quizás, por la que pagamos el alto precio de los errores repetidos. Y, como reza una popular frase, “la vida es tan buena maestra que, si no aprendes, te repite la lección”.

El problema, porque siempre hay un problema, es que solemos ser indisciplinados, inconstantes, distraídos. Somos picaflores de la vida y pasamos de flor en flor con rapidez, casi sin darnos permiso de valorar y disfrutar el momento. Es un hábito que se manifiesta en todos los ámbitos de la vida, en especial en las relaciones personales y en el trabajo.

Aunque no soy sicólogo, vaya si he repetido las lecciones de la vida por la incapacidad para aprender. Que, en realidad, no es la incapacidad, porque la capacidad la tenemos todos, siempre está ahí, sino la disposición. ¿Por qué? Porque allá en el fondo del corazón sabemos que el aprendizaje incorpora cambios y, por lo general, nos exige salir de la zona de confort.

Y somos reacios al cambio, claro. Y amamos la zona de confort, a pesar de que entendemos que es una jaula en la que jamás podemos abrir las alas y volar. Entonces, nos resignamos a vivir la vida dedicados a resistirnos a lo que ella nos exige a cambio de bendiciones mayores. Se nos van los años, se nos va la vida, batallando con el viento en contra que nos impide avanzar.

Una resistencia que, la mayoría de las veces, está sustentada en una variedad de miedos. ¿Cuáles? El miedo a no encajar, el miedo a ser vistos como distintos, el miedo a no cumplir las expectativas de los demás, el miedo a ser rechazados, el miedo a fracasar en el intento por transitar un camino diferente al del resto, el miedo a despertar la envida de los demás.

Y hay otros, claro. Que están muy arraigados en nuestras creencias, cultivados en el día a día y convertidos en hábitos poderosos que nos limitan, que provocan que nos conformemos con menos de lo que merecemos. Y no solo eso: también hacen que menospreciemos o desperdiciemos los dones y talentos valiosos que nos ha dado la vida, el conocimiento y las experiencias atesoradas.

Porque, sí, son un tesoro. Invaluable, por cierto. En especial, si te das permiso de romper algunas reglas, de derribar algunos paradigmas, de ir un poco contra la corriente. Igual, te lo aseguro, seguir el libreto convencional, escrito por otros, no te llevará a donde quieres ir, no te brindará la posibilidad de disfrutar la vida. ¿Por qué? Porque, quizás, esa NO es TU vida.

Te propongo un ejercicio: por unos segundos, solo por unos segundos, imagina cómo sería tu vida si hubieras seguido tus instintos, si les hubieras hecho caso a tus pálpitos, si te hubieras atrevido a romper algunas reglas. ¿Dónde estarías? ¿Crees que serías más feliz? ¿Piensas en esto con frecuencia? ¿Te atormenta? ¿No te agrada, pero te conformas y sigues ahí?

La vida que vivimos es producto de las decisiones que tomamos y de las acciones que realizamos. ¡Sin excepción! Es decir, esta premisa no es ajena a nadie, nadie puede escaparse de ella. Cada ser humano es el arquitecto de su vida, el gestor de los recursos que se le brindaron y, lo más importante, el producto del camino que eligió transitar.

¿A qué obedece esta reflexión? ¿De qué manera se conecta con la creación de contenidos, que es mi especialidad, mi campo de acción? Aunque te parezca raro, ¡hay una gran conexión! Te explico: todo parte de tu capacidad, de tu atrevimiento para romper las reglas, de tu creatividad para construir una vida hecha a tu medida. No será gratis, seguro, pero puede ser increíblemente satisfactorio.

Vivimos la era de la comunicación, un momento de la historia en el que, como nunca, la vida que vivimos y los resultados que obtenemos, la capacidad para hacer realidad nuestros sueños, está determinada por el mensaje que comunicamos. O, si lo prefieres, por el valor que transmitimos a otros, el valor que compartimos con otros a través de tu conocimiento.

¿Sabes cuál es la principal característica de los líderes más influyentes del planeta? ¿De los políticos, economistas, autores, científicos, de los ingenieros que están tras bambalinas de las maravillosas transformaciones tecnológicas, de los deportistas y de los artistas, de los ciudadanos del común? En realidad, no es una característica, sino dos que se fusionan.

¿Sabes cuáles son? Por un lado, el conocimiento adquirido, el valor de las experiencias vividas y, en especial, del aprendizaje surgido de sus errores, de su capacidad para superar las dificultades, para levantarse tras haber caído. Por otro, su habilidad para transmitir ese mensaje, para compartir con otros las enseñanzas incorporadas y brindarles ayuda.

Escoge los nombres que más te resuenen, los más reconocidos, los disruptivos, los más populares, los que más seguidores acumulen. Si los miras con detenimiento, si ves lo que hay tras bambalinas de su éxito, es el poder de su mensaje. Que no necesariamente son voces, o textos, o videos, sino acciones de impacto que inspiran a otros, que construyen un legado.

¿Sabes cuál es la fórmula del éxito hoy? La combinación de las maravillosas herramientas tecnológicas que nos permiten compartir contenido de valor de manera sencilla y económica (cuando no gratuita), por un lado, y de tu vida (la sumatoria de tu conocimiento, experiencias, aprendizajes, valores, principios, sueños y propósito), por el otro.

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Eso sí, debes tener en cuenta estas 10 condiciones indispensables:

1.- Sé auténtico. Eres único, irrepetible, y eso te hace especial. No te compares con otros, con nadie y, más bien, concéntrate en la tarea del autoconocimiento. Cuanto más sepas de ti mismo, mayor provecho podrás sacar de tus fortalezas. No olvides que la autenticidad es la cualidad que nos permite establecer conexiones más sólidas y duraderas con otros.

2.- Hazte visible. Hoy, cualquiera está en capacidad de publicar contenido en internet. Bastan un teléfono móvil y una conexión. Y, además, como tú, personas que hacen lo mismo que tú, hay cientos, miles. Hazte visible, diseña la estrategia que te permita atraer la atención del mercado y despierta la curiosidad de esos clientes potenciales. Si no te ven, eres invisible.

3.- Define tu marca. En la vida, y especialmente en el marketing, las percepciones son las que mandan. La gente se hará una idea de ti en función de la forma en que te perciba. Por eso, una de las tareas urgentes es definir tu marca y tu mensaje, establecer cómo quieres que el mercado te perciba. Cuanto más sencillo y claro sea ese mensaje, mayor será su impacto.

4.- Aporta valor. Si eliges ser ‘más de lo mismo’ o, peor, una creación impostada, tarde o temprano se te caerá la máscara y el mercado descubrirá en realidad quién eres. Y no solo eso: te castigará. Aporta tanto valor como puedas a partir de tu conocimiento y del genuino interés por ayudar a las personas sufren un problema que tú puedes solucionar.

5.- Sé generoso. Si bien no somos una ONG o una entidad de caridad, no recibirás nada del mercado si antes no estás dispuesto a compartir algo de valor, de real valor, y gratuito. La premisa es sencilla: todo aquello que quieras recibir en tu vida, en tu negocio, primero debe salir de ti. Primero siembras, luego cosechas. Sé el punto de origen de un círculo virtuoso.

6.- Interactúa. La conexión con otras personas, que redunda en un intercambio de beneficios, es un privilegio del ser humano. ¡Aprovéchalo, disfrútalo! Escucha a quienes te piden consejo y permítete inspirar a otros. La vida te recompensará de mil y una formas diferentes que, claro, van más allá del dinero. La interacción, además, es fuente de valioso aprendizaje.

7.- Sé tolerante. Porque te criticarán sin piedad, sentirán envidia de ti, en especial si logras lo que a muchos les resulta esquivo: destacarse, ser exitosos, ser admirados. Haz caso omiso de esas voces malintencionadas, que pueden provocar que pierdas el foco de lo importante. No eres perfecto, porque nadie lo es, así que no temas que tus defectos sean visibles.

8.- Sé autocrítico. Como consecuencia del anterior, conviértete en tu primer crítico sin llegar a ser implacable, obsesivo. Escucha, analiza, mide y, sobre todo, nunca dejes de aprender. Desarrolla más habilidades, potencia tus fortalezas y preocúpate de forjar vínculos basados en la confianza y la credibilidad. Agradece, valora y aprovecha la crítica constructiva.

9.- Sé valiente. Entendiendo la valentía como la reunión de virtudes como disciplina, pasión, compromiso, responsabilidad, perseverancia y humildad. Este es un kit de herramientas que vas a necesitar a lo largo del camino, no solo cuando se presenten las dificultades. Ten en cuenta que la cobardía, una manifestación del miedo, es el primer paso hacia el fracaso.

10.- Incomoda sin pena. Dado que no eres perfecto, habrá personas a las que, en definitiva, no les gustarás. Y está bien, es parte de la vida. No te molestes por eso. Más bien, enfócate en aquellos con los que hay empatía, simpatía, con los que quieren recibir lo que estás en capacidad de ofrecer. Repeler a quienes no agradas te ahorrará muchos problemas.

Vivimos la era de la comunicación, un momento de la historia en el que, como nunca, tenemos a disposición maravillosas herramientas que nos ayudan a transmitir nuestro mensaje. Por supuesto, no olvides que estas son solo un medio, que lo realmente valioso es lo que está en ti, aquello que, si lo sabes aprovechar, te permitirá dejar un legado (tu tesoro).

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Sin estas habilidades comunicativas, tus relaciones serán tormentosas

¿Recuerdas cuando eras niño y soñabas con ser abogado? ¿O doctor? ¿O futbolista? ¿O piloto de avión? ¿O, inocentemente, ser como tu papá? Sueños que con los años se diluyeron o, quizás, se transformaron porque en la juventud soñabas con ser chef gourmet, una estrella del rock, un actor de telenovelas o un emprendedor. Lo curioso, lo irónico, fue que la vida te llevó por otros caminos.

Sí, y quizás hoy eres un sicólogo, un comunicador, un coach. Y tu deporte favorito es el golf (el que antes decías “eso es para los viejos”) y lejos quedaron las parrandas de los viernes porque ahora prefieres estar en la paz de tu casa con tus hijos. Y, prepárate, porque es muy probable que la idea que tengas de la vejez ni siquiera se acerque a la realidad que vas a vivir. Quizás será mucho mejor.

Si te das cuenta, así es la vida. A veces, muchas veces, no nos da lo que anhelamos, lo que creemos merecer, y nos entrega algo distinto. Y, si lo piensas, casi siempre fue algo mejor, algo que te convenía más. Solemos decir “la vida me quita y la vida me da”, aunque la verdad es que la vida simplemente nos proporciona las opciones, los caminos, y cada uno elige el que más le gusta.

Que, a la larga, cuando volvemos la vista atrás y vemos la vida en perspectiva, se nos antoja mejor o peor, mejor en algunos aspectos, peor en otros. Sin embargo, eso no es lo que importa en verdad porque lo que en realidad debemos valorar es el aprendizaje. Que, seguramente lo sabes, es lo único que nos queda, lo más valioso que atesoramos y lo que nos permite construir un legado.

Un camino en el que, además, nos hemos convertido en una persona distinta. Sí, distinta de la que nuestro entorno nos decía que íbamos a ser; distinta de la que nos imaginamos en la niñez; distinta de la que éramos hace 10 o 5 años. Piensa, por ejemplo, que todos los seres humanos somos hoy distintos de como éramos antes de la pandemia, un evento que nos cambió, nos obligó a cambiar.

Para bien y para mal, por supuesto. Para la mayoría, cambiaron las prioridades y muchos se dieron cuenta de que su ocupada vida carecía de un propósito. Algunos más reflexionaron acerca de la forma en que vivían su vida y, después de lo padecido, decidieron cambiar el rumbo. Y, algo que no podemos olvidar, nos obligó a todos a cambiar algunos hábitos, a desarrollar nuevas habilidades.

Fue, sin duda, un aprendizaje doloroso, un proceso de adaptación que bien hubiéramos podido realizar sin necesidad de un evento extraordinario como ese. Sin embargo, no hay que olvidar que los seres humanos somos reacios al cambio, nos resistimos a él hasta que los hechos nos fuerzan a hacerlos. Y después nos damos cuenta de que fue positivo, reconocemos que los necesitábamos.

Una premisa que se aplica a prácticamente todo en la vida, especialmente a esas actividades en las que nos relacionamos con otros. La dinámica del cambio, que avanza cada vez más rápido, nos exige desarrollar habilidades para poder responder a los nuevos retos, sobre todo en el ámbito laboral. Lo que ayer nos permitía sobresalir hoy es insuficiente y se requiere algo más, un plus.

En los años 80, principalmente, nos dijeron que teníamos que desarrollar las habilidades duras. ¿Las recuerdas? Aquellas adquiridas a través del estudio y la experiencia, que nos sirven para obtener resultados satisfactorios a la hora de realizar un trabajo o desempeñar un oficio. Se les conoce también como hard skills y demandaban habilidades técnicas indispensables para el éxito.

En aquel momento, se concibieron estas habilidades duras (después aparecieron más):

1.- Habilidades analíticas (comprensión e interpretación de datos)

2.- Habilidades en tecnologías de la información (investigación, programación)

3.- Conocimientos básicos de computación (email, gestión de redes sociales)

4.- Habilidades de servicio al cliente (respuesta oportuna y resolución de problemas)

5.- Habilidades de presentación (comunicación visual, diseño gráfico)

6.- Gestión de equipos (negociación, finanzas, contratación)

7.- Gestión de proyectos (presupuesto, seguimiento, presentación de propuestas)

8.- Marketing (gestión de embudos, captación de clientes, SEO, SEM)

9.- Escritura (desde lo básico hasta lo especializado como storytelling)

10.- Diseño (producción de piezas gráficas sencillas y especializadas)

Para optar por un buen cargo o un ascenso, debíamos acreditar la mayor cantidad posible de estas habilidades. Al menos, en el nivel básico. Lo curioso es que si hoy vemos el mercado laboral, más de tres décadas después, comprobamos que la mayoría de los empleados NO cumple con estas habilidades duras. Aunque ya no importa tanto, porque pasaron a un segundo plano.

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¿El motivo? En la década de los 2000 nos vendieron la idea de las habilidades blandas, las nuevas joyas de la corona. Son aquellas competencias personales y sociales que facilitan las relaciones humanas y nos permiten desenvolvernos con éxito en cualquier ámbito de la vida, incluido el laboral. A diferencia de las duras, no son un conocimiento teórico, sino, más bien, cualidades.

¿Cuáles son esas habilidades blandas? (hay más, pero estas son las principales):

1.- Gestión del tiempo (capacidad para ser más productivos en menor tiempo)

2.- Pensamiento crítico (analizar, discernir y decidir)

3.- Gestión del estrés (saber poner límites y priorizar la salud)

4.- Habilidades de comunicación (a la escrita, se unen la verbal y la no verbal)

5.- Gestión del cambio (actitud positiva para adaptarse a los nuevos escenarios)

6.- Liderazgo (capacidad para comandar equipos y llevarlos al éxito)

7.- Resiliencia (saber enfrentar las dificultades y salir fortalecidos de ellas)

8.- Creatividad (capacidad para generar ideas innovadoras)

9.- Persuasión (construcción de mensajes que inspiren acciones por parte de otros)

10.- Inteligencia emocional (gestión adecuada de las emociones)

Después de que nos embarcamos en la tarea de acumular créditos académicos que nos permitieran demostrar que poseíamos las habilidades duras, nos cambiaron el libreto. Y, entonces, las habilidades blandas pasaron a ser prioridad para las empresas. ¿El problema? Que, dado que no están delimitadas teóricamente, cada quién las interpreta como quiere, las acomoda a lo que quiere.

Sin embargo, tal y como lo cantaba la gran Mercedes Sosa, “cambia, todo cambia”. Las habilidades blandas se han transformado, han evolucionado, y ahora la prioridad son las power skills o habilidades de poder. Son una combinación de las duras y de las blandas y son las que en realidad forman la base del talento personal y profesional. ¿La clave? Son las que hacen único al trabajador.

¿Cuáles son esas power skills más demandadas por el mercado laboral hoy?

1.- Resiliencia

2.- Gestión del tiempo

3.- Liderazgo y gestión de equipos

4.- Comunicación

5.- Adaptación al cambio

6.- Resolución de conflictos

Es probable que hayas notado que las habilidades comunicativas están incluidas en las tres fases de la evolución: duras, blandas y de poder. No debería extrañarnos, porque finalmente la capacidad para comunicarnos conscientemente es lo que nos hace únicos a los seres humanos. Lo irónico es que, quizás porque sabemos que están ahí, no las valoramos o, peor, las despreciamos.

Si algo deberíamos haber aprendido de la pandemia fue que necesitamos de los demás. Haber salido airosos de ese episodio solo fue posible gracias a la acción conjunta, al simple acto de cuidarnos nosotros primero y cuidar de los otros. Y la distancia, el encierro y las emociones nos recordaron el poder de la comunicación, pilar fundamental de las relaciones entre los humanos.

Lo irónico es que hoy, en la era de la comunicación, de la tecnología que nos permite establecer relaciones con otras personas salvando las distancias, la diferencia horaria, el idioma, la cultura y hasta las creencias, comunicarnos es cada vez más difícil. Estamos conectados 24/7, disponemos de aplicaciones maravillosas (y gratuitas) y canales poderosos, pero nos cuesta comunicarnos.

Esa, sin duda, es una de las principales razones por las cuales las relaciones actuales son conflictivas, tóxicas, agresivas, histéricas. Aunque la tecnología nos ha brindado las herramientas más poderosas de la historia de la humanidad, los seres humanos no sabemos usarlas, las usamos mal o, lo peor, renegamos de aquello que nos hace únicos: la capacidad para comunicarnos.

La capacidad que, no sobra recalcarlo, es la mayor cualidad de los líderes más influyentes, de las personas que dejan huella en la vida de otras a través de su trabajo y tanto de las empresas (marcas) y de los profesionales independientes que monetizan su conocimiento. No son buenos vendedores, sino excelentes comunicadores que han desarrollado y potenciado las power skills.

Las principales power skills comunicativas que requieres para sobresalir son las siguientes:

1.- Escucha activa. No es oír, sino escuchar con atención, con actitud curiosa, sin interrumpir, sin cuestionar. Que la otra persona se sienta valorada, apreciada, respetada, algo que agradecerá. Algo importante: la escucha activa no solo a las palabras, sino también a emociones o sentimientos.

2.- Comunicación empática. El siguiente paso tras la anterior. Primero escuchas y luego respondes o das tu opinión bajo las mismas premisas. ¿La clave? Brindar información de valor a través de la cual la otra persona se siente atendida, comprendida y, sobre todo, valorada y respetada.

3.- Pensamiento crítico. Surge de la capacidad para controlar las emociones y evitar las reacciones instintivas. Incorpora la capacidad de analizar la información recibida y ofrecer respuestas efectivas. Es un paso adelante de lo que conocemos como “pensar antes de hablar”.

4.- Retroalimentación efectiva. No somos perfectos y a veces carecemos del conocimiento requerido para realizar ciertas tareas, así que un feedback constructivo nos brinda aprendizaje. Incorpora la habilidad de utilizar las técnicas del mensaje persuasivo y del storytelling.

5.- Hablar en público. Estamos en un mundo hiperconectado en el que las reuniones, virtuales o presenciales, son pan de cada día y en el que, a través de internet, tienes contacto con audiencias masivas que esperan lo mejor de ti. Además, si no quieres ser invisible, necesitas comunicarte.

6.- Aptitudes de negociación. Aunque el objetivo primordial es el intercambio de beneficios, no siempre es fácil lograr acuerdos. Hay que aprender a ceder, a buscar puntos de coincidencia, a construir sinergias que redunden en avances para ambas partes. ¿La clave? Una actitud positiva.

Sin importar cuál es tu profesión, a qué te dedicas o qué labor que desempeñas; si eres una empresa, un negocio, un emprendedor o un profesional independiente, las habilidades comunicativas te permitirán establecer sólidas relaciones a largo plazo, basadas en la confianza y la credibilidad, para lograr lo que deseas. La tecnología brinda las herramientas, pero la magia la pones tú.

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La historia de marca, primera piedra de tu relación con el mercado

¿Qué tienen en común marcas como Apple, Amazon, IBM, Coca-Cola, Microsoft, Disney, Samsung, Verizon, Starbucks o Nike? Lo primero, que son marcas universales, es decir, que son fácilmente reconocibles y recordables en cualquier país del mundo. Segundo, que son algunas de las marcas más valiosas del planeta, de acuerdo con distintos escalafones especializados.

Tercero, todas son parte importante de la vida de los ciudadanos, sin importar el nivel de educación, económico o algún otro factor demográfico como la edad, lugar de residencia o sexo. Cuarto (podrían ser más, pero vamos a limitar las opciones), que son marcas que, a pesar de la condición de líderes del mercado, se enfocan en nutrir y fortalecer la relación con el mercado.

Bien sea porque quieren cultivar la relación con los clientes actuales, con el fin de estimular la recurrencia (la clave del éxito de un negocio, de cualquier negocio), bien porque saben que la estrategia más efectiva para atraer nuevos buenos clientes es conversar con el mercado. Una conversación basada en los cuatro pilares del marketing de contenidos: informar, educar, nutrir e inspirar (fidelizar).

Lo curioso es que, de hecho, y por lo menos durante algún tiempo, quizás unos años, estas empresas podrían sobrevivir sin problemas (es decir, en condiciones normales del mercado) sin nuevos clientes. Les bastan los actuales, que les aportan un margen de rentabilidad por demás envidiable. Sin embargo, esa no es una idea que pase por la cabeza de sus directivos.

¿Por qué? Porque entienden, saben con 1.000 % de seguridad, que esa conversación continua con el mercado es la clave para sostener relaciones a largo plazo. Y no cualquier tipo de relación, sino de aquellas que redundan en un intercambio de beneficios. ¿El secreto para conseguirlo? Saben que no son transacciones, sino relaciones con seres humanos.

Y a los seres humanos, quizás lo sabes, nos gusta que nos consientan, nos apapachen, nos den gusto, nos premien, nos incentiven, nos inspiren. Más que eso: lo necesitamos. Más en estos tiempos frenéticos, en los que la histeria colectiva es un terrible tsunami capaz de arrasar con todo lo que encuentre en su camino. Necesitamos estar en contacto cercano con los demás.

Eso, precisamente, es lo que nos hace humanos y, además, únicos en este planeta y distintos del resto de las especies. Y eso lo saben empresas como las mencionadas al comienzo. Saben que hoy, cuando la competencia es feroz, cuando son muchos los que están dispuestos a competir por precio (bajo, claro) y cuando hay abundancia de ofertas, la relación es la clave.

Por eso, resulta curioso, contradictorio y triste (sí, todo esto a la vez) que haya tanta gente que se niegue a entablar relaciones con el mercado y se dedique a intentar vender, es decir, a realizar transacciones. Como en el pasado, como en el siglo pasado. Y cuando digo “tanta gente” no solo me refiero a personas, sino también a empresas de todo tipo y a negocios.

Entiendo, porque yo también estoy en el mercado, que no es fácil vender. No solo porque hay más competencia, alguna de ella de calidad, sino también porque los hábitos del consumidor han cambiado. De hecho, pienso que cada vez es más difícil hablar de ‘hábitos’, porque el mercado se mueve a partir de lo gratis, de ‘tendencias’, ‘contenidos virales’ y pornobasura.

Sin embargo, aunque el panorama se antoja desolador, para algunos, apocalíptico, creo que la batalla no está perdida. Mejor aún: es posible ganarla. ¡Sí, ganarla! El problema, porque siempre hay un problema, es que los malos son más. Es decir, el mercado está inundado por las especies tóxicas, depredadores, vendehúmo y expertos que jamás han tenido éxito en nada.

Dominan el mercado porque los buenos miramos para otro lado, hacemos caso omiso y, más bien, nos resguardamos en el facilista papel de víctima. Y no nos damos cuenta de que en realidad somos cómplices. Porque mientras no actuemos, no asumamos el rol protagónico que se espera de nosotros, mientras no alcemos la voz, los malos seguirán haciendo fechorías.

Volvamos al comienzo: si marcas como Apple, Amazon, Microsoft, Coca-Cola, Disney o Nike no compartieran contenidos de valor, historias inspiradoras, con su silencio serían cómplices de las especies tóxicas que llenarían el vacío que ellas dejaron. ¿Entiendes cómo es el juego? Para decirlo en palabras sencilla, “el que calla, otorga”. Entonces, llegó la hora de hacernos oír.

La clave para establecer relaciones con otras personas, con el mercado, es conversar con ellas. Como cuando entras a trabajar a una empresa y comienzas a conversar con tus compañeros para saber quiénes son, qué hacen, para que te cuenten historias y te ayuden. Y, por supuesto, para que sepan quién eres, a qué te dedicas, qué piensas. Es un intercambio de beneficios.

Además de obtener información fidedigna de primera mano, el objetivo primordial de estas conversaciones es blindar la relación con dos valores fundamentales. ¿Sabes cuáles son? La confianza y la credibilidad. Porque, seguro lo has experimentado, lo has sufrido, una relación sin confianza, sin credibilidad, es más frágil que una hoja de papel húmeda: se rompe fácil.

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Esa es la razón por la cual hoy, en el siglo XXI, la venta no es el objetivo primordial de tus estrategias de marketing, sino la consecuencia de ellas. ¿Sabes a qué me refiero? A que solo vendes si lo que haces y cómo lo haces es satisfactorio para el mercado, para tus clientes potenciales. Si lo que les entregas antes de intentar venderles les aporta algún valor.

Y ese es el punto del proceso en el que salta al ruedo mi buen amigo el marketing de contenidos. Una estrategia que es transversal, que está presente en todos y cada uno de los pasos, desde el primero hasta el último. ¿Su objetivo? Informar, educar, entretener e inspirar. O, dicho de otra forma, a partir de esas acciones, crear el vínculo de confianza y credibilidad.

Regresemos al ejemplo del comienzo: mientras venden, millones de productos y millones de dólares, empresas como Coca-Cola, Apple, Amazon, Microsoft o Disney despliegan agresivas campañas de marketing de contenidos. ¿Para qué? Para informar, educar, entretener e inspirar a sus clientes actuales y, simultáneamente, para atraer a otros buenos nuevos clientes.

Ahora, otro aspecto que muchos pasan por alto: el marketing, como casi todo en la vida, es una cuestión de percepción. Por eso, para muchos Apple es “lo mejor” y para otros, “nada especial”. ¿Y sabes cuál es el problema con las percepciones? Que si tú no las limitas, si no las orientas, abres la puerta para que las personas piensen lo que quieran, lo que se les ocurra.

Ese, si te fijas, es el fenómeno de los contenidos virales en internet: se emite un mensaje que llama la atención (vulgar, pornográfico, escandaloso, tendencioso, mentiroso o todas las anteriores) y, dado que al afectado casi nunca se le brinda la oportunidad de defenderse, de dar su versión, la percepción se asume como verdadera y, entonces, surge el caos tóxico.

Y el problema, ¿sabes cuál es el problema? Que muchas personas (y empresas y negocios), la mayoría, asume que el mercado las percibe como buena opción, percibe los beneficios de su producto o servicio, percibe el poder transformación de lo que se le ofrece, percibe que son dignas de confianza y credibilidad…, en fin. Al final, se llevan una desagradable sorpresa.

Eso significa que una de tus tareas primordiales, sin importar si eres una empresa, un negocio, un emprendedor o un profesional que vender sus servicios (conocimiento), es crear contenido de valor con tres objetivos. Primero, conseguir visibilidad; segundo, brindar confianza y credibilidad para entablar una relación a largo plazo; tercero, gestionar tu reputación (percepciones).

De nuevo, y perdona la reiteración, justo lo que hacen gigantes del mercado como Apple, Amazon, Microsoft, Disney, Coca-Cola y más. Lo que quizás no sabes es que la lealtad del mercado, de todos y cada uno de tus clientes, está determinada por tu reputación, es decir, por lo que esas personas crean de ti. Tienes que llenarlos de argumentos, de motivos.

Puedes cumplir ese objetivo de la forma tradicional, la que utiliza la mayoría. ¿Sabes cuál es? El odioso “Yo soy”, “Yo hago”, “Yo soy el mejor”, “Yo vendo XYZ”, “Yo tengo XYZ seguidores” y más Yo, Yo, Yo… O, también, puedes elegir el camino que marcado por los líderes del mercado, por las empresas inolvidables, por aquellas que son universales. Sí, las mencionadas antes.

¿Y cómo lo hacen? Cuentan historia poderosas, historia que inspiran, que contagian. Historias con las que sus seguidores y consumidores se identifican, relato a partir de los que es posible generar confianza y credibilidad para establecer una relación a largo plazo. Es a través de las historias que los consumidores descubren afinidades con las marcas, con sus principios y valores.

Que, valga recalcarlo, es la razón, el argumento que inclina la balanza en los tiempos actuales. Ya no el precio, ya no las características y cada vez menos los beneficios (muy similares en prácticamente todas las ofertas). Entonces, eso significa que antes de hablar de tu producto o servicio, tu mensaje debe enfocarse en comunicar tus principios, tus valores y tu propósito.

¿Ya estableciste la historia de tu marca? ¿Ya elegiste ese mensaje que vas a comunicar? ¿Ya sabes cuál va a ser el tono de ese mensaje? ¿Ya determinaste cuáles son los formatos y canales a través de los cuales lo vas a difundir? Si no tienes una respuesta a estos interrogantes o, peor, si ni siquiera te los formulaste, ya sabes por qué, entonces, el mercado no te elige.

Recuerda: el marketing hoy, en el siglo XXI, consiste en una relación de intercambio de beneficios basada en la confianza y la credibilidad establecidas entre seres humanos. Porque, por favor, no cometas el error de creer que Apple o esas otras marcas son un intangible: detrás de la marca hay seres humanos como tú y como yo, con principios, valores y con un propósito.

Comunicar una historia de marca es el camino más seguro (no el más corto) y de mayor impacto para establecer una relación con el mercado. Es la primera piedra, el punto de partida de un largo camino que te exigirá contar más y nuevas historias, crear contenidos que aporten valor (informen, eduquen, entretengan e inspiren). Es lo que hacen las grandes marcas…

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