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Los 8 elementos indispensables de una historia memorable

Sentarnos en el regazo del abuelo (o de la abuela) y, paciente y silenciosamente, escuchar sus historias, sus relatos, sus experiencias, es algo que no se paga con todo el dinero del mundo. Muchos fuimos bendecidos con muchos de estos momentos, en especial durante la infancia, que nos dejaron no solo gratos recuerdos, sino también muy valiosas lecciones de vida.

Contar historias y escuchar historias es algo inherente al ser humano. Por naturaleza, todos, absolutamente todos, somos contadores de historias, lo que en el mundo del marketing se conoce como storytellers. La razón es muy clara: por un lado, todos somos parte de una red de historias y, por otro, estamos rodeados de historiasque componen el rompecabezas de la vida.

No estamos aquí, en este mundo, por casualidad. Cada uno de nosotros es el fruto de una historia entre dos personas, nuestros padres. Y, quizás lo mejor, llegamos para escribir nuestra propia historia y, también, para ser parte de la historia de la vida de otras personas. A veces, de manera fugaz; otras, como protagonistas, como héroes, como lecciones o aprendizajes.

Todo lo que sucede a nuestro alrededor, absolutamente todo, determina nuestra historia, la condiciona. Por ejemplo, el lugar donde nacimos, el país y la ciudad. Porque, por supuesto, no es lo mismo nacer en Bogotá (Colombia) que hacerlo en Seúl (Corea del Sur), en el campo o la ciudad, en las montañas o al borde del mar. Este contexto determina nuestra historia.

Muchos de los factores que nos condicionan están lejos de nuestro alcance. Los que acabo de mencionar, así como la familia y las circunstancias en las que nacemos, las oportunidades de las que disfrutamos. De manera especial, el barrio en el que crecimos (nuestro pequeño mundo), el colegio en el que nos educamos, las amistades y relaciones que forjamos.

Hay, sin embargo, otros factores que determinan nuestra historia y que elegimos de manera consciente o inconsciente. Por ejemplo, los libros que leemos, la música que escuchamos, los lugares a los que viajamos, la comida que disfrutamos, la ropa que vestimos, la profesión que estudiamos, los trabajos que desempeñamos y hasta las mascotas que nos acompañan.

Nada, absolutamente nada, es casual. Aunque no sea una decisión consciente, no es casual. Siempre hay una razón, un porqué. A veces, logramos unir las piezas y armar el rompecabezas, mientras que otras historias quedan abiertas, con cabos sueltos, sin punto final. A veces, nos vemos involucrados en historias que no comprendemos, que pasan rápido, sin dejar huella.

Una de las situaciones tristes de la vida es que muchas personas no saben que son los protagonistas de su propia vida. Y, peor todavía, se limitan a ser actores secundarios de la vida de otros, roles de esos que nadie recuerda, que pasan inadvertidos. Otros, mientras, asumimos el riesgo de ser héroes o villanos, a cambio del privilegio de escribir nuestra propia historia.

Si eres una de esas personas, sabrás que a veces es una comedia con final feliz, pero otras nos involucran en películas de terror que nos hacen sufrir o en dramas que nos producen llanto. Es porque, como mencioné al principio, no estamos solos: hay otras personas, otros actores, que condicionan nuestra historia, que la determinan, que modifican y reescriben el libreto original.

Lo que debemos aprender es que, nos guste o no, estemos de acuerdo o no, todos estamos en este mundo para escribir una historia propia. Una historia que, quizás no lo sabes, puede llegar a ser fuente de inspiración para otros. De hecho, y esto es lo que se me antoja apasionante, cada uno está en capacidad de ser el héroe de la historia de aquellos que nos necesitan.

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Si eres padre, seguramente lo sabes, lo has vivido. Estás conectado emocionalmente, a través de un vínculo muy fuerte, a esa personita que te mueve el piso con sus travesuras, su ternura, su alegría o la cara opuesta (dolor, debilidad). Y haces lo que esté al alcance de tu mano para convertirte en el héroe de su historia, para garantizar que su historia tenga un final feliz.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que puedes replicar esto mismo en todas y cada una de las actividades de tu vida, inclusive, en el ámbito laboral. Especialmente si eres emprendedor, si aprovechas tus dones y talento, tu conocimiento y experiencias, estás en capacidad de generar un impacto positivo en la vida de otros. Puedes convertirte en el gran héroe de sus historias.

Hoy, dado que 9 de cada 10 personas que tocan a tu puerta son prospectos fríos, es decir, que todavía no están en disposición de comprar (y mucho menos quieren que les vendan), tu tarea consiste en educarlos, nutrirlos y entretenerlos. ¿Cómo? A través de contenido de valor, de buenas historias. Que es más fácil de lo que crees si tu historia reúne estos 8 elementos:

1.- Una idea (solo una).
Uno de los errores más frecuentes, y que se puede evitar de una forma sencilla, es que la mayoría de las personas quieren contar tooooodas las historias de su negocio, de su vida, en una sola historia. Y no es conveniente, ni posible. Una buena historia parte de una única idea, precisa, que tiene un principio y un final. El resto de tus ideas déjalas para otras historias.

2.- Un propósito (uno solo).
Una faceta distinta del mismo problema. Hay quienes quieren abarcar mucho y al final no aprietan nada, como dice el dicho. Establece un objetivo que quieras conseguir con esa única idea y preocúpate por alcanzarlo. Un propósito bien definido te ayuda a darle fuerza a tu historia y, además, potencia a los protagonistas, además de que facilita la comprensión.

3.- Un contexto (ambiente).
La mayoría de las malas historias que vemos por ahí es la falta de un contexto. Son historias que surgen de la nada y que no llegan a ningún lugar. Es como si fuera una bocanada de humo que se la lleva el viento con rapidez. El contexto es a tu historia lo que los cimientos a un gran rascacielos: el soporte, lo que le da solidez. El contexto explica el porqué de la historia.

4.- Un conflicto (uno solo).
Y, valga decirlo, no tiene que ser de las dimensiones de una Tercera Guerra Mundial. Un conflicto es algo que incomoda a tu protagonista, que le provoca ansiedad, que no lo deja dormir tranquilo. Debe ser uno solo, para que la historia no se disperse, para que no pierda fuerza. Debe tener un origen claro y, algo muy importante, una solución posible.

5.- Protagonista y antagonista.
Es necesario que hay otros actores, pero tu historia debe definir muy bien al protagonista (el bueno) y al antagonista (el malo). Que no pueden ser superhéroes, sino seres de carne y hueso para que la credibilidad de tu historia no se debilite. La rivalidad, el origen del conflicto entre estos dos, debe estar claramente definido y los hechos no deben salir del ámbito de la realidad.

6.- Un héroe.
Que, en ocasiones, puede ser el mismo protagonista. En el ámbito de los negocios, sin embargo, el héroe eres tú, el emprendedor que con su conocimiento, experiencia y pasión está en capacidad de brindarle al mercado, a cada uno de sus clientes, una solución efectiva a su problema, a su dolor. Un héroe creíble que es omnipresente, pero que no asume el rol del protagonista.

7.- Un punto bisagra.
Infaltable. Es el antes y el después de tu historia, aquel momento de la trama en la que el rumbo de tu relato cambia radicalmente y, por supuesto, a favor de tu protagonista. Es ese momento en el que héroe y protagonista se unen para vencer al antagonista, cuando logran la victoria en la batalla final. Es vital que haya coherencia en el relato para justificar este punto.

8.- Final feliz y moraleja.
Una historia sin final feliz no transmite, no emociona, no impacta (y, por ende, no vende). Todos, absolutamente todos, queremos vivir o ser protagonistas de historias felices. Mientras, la moraleja es la lección, el aprendizaje que nos queda de esa situación, la transformación que tu cliente experimentará una vez reciba lo que le ofreces. Una historia sin moraleja no sirve.

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10 preguntas que solo puedes responder con tu página web

Crear su propia web es el deseo de muchos, en especial de aquellos que tienen un negocio o que, quizás, dan los primeros pasos en esa incierta aventura del emprendimiento. De acuerdo con el portal InternetStatsLive.com, una de las autoridades en el tema, hay más de 1.900 millones de páginas web y cada día se publican más de 5,3 millones de post. ¡Una completa locura!

Recuerdo que cuando comencé a trabajar con sitios web, por allá en 1997, el tema era bien complicado. Dependías de un ingeniero de sistemas que, por lo general, hacía lo que le venía en gana y no lo que le pedías y, fuera de eso, cobraba a su antojo. Como no había competencia, tampoco había remedio. Además, las herramientas eran escasas, complejas y poco intuitivas.

Al comienzo, se trabajaba con código html, de ahí la necesidad de un experto. Luego, llegó la que creíamos iba a ser la solución: Dreamweaver. Si alguna vez trabajaste con este programa, sé que, como yo y muchos otros, sufriste severos dolores de cabeza y estuviste al borde de un ataque de nervios. Por fortuna, luego aparecieron los famosos CMS (Content Management System).

Con este recurso, fue más fácil la creación y, sobre todo, la gestión de las webs. Y los dolores de cabeza se terminaron cuando surgió WordPress, a finales de mayo de 2003. Tras él aparecieron los maquetadores web como Elementor, Divi, Thrive y otros más. Algunos son gratuitos y otros, de pago. Son plugins muy poderosos que permiten que cualquier persona cree una web sencilla.

El problema, porque siempre hay un problema, es que aquello de cualquier persona no debe tomarse literalmente. ¿Por qué? Porque si bien la herramienta es sencilla e intuitiva, si no posees un conocimiento básico o careces de paciencia, puedes revivir aquellas épocas del Dreamweaver. Y no te lo recomiendo, por supuesto. Lo mejor es que acudas a un experto que te dé una ayuda.

Cuando tomé la decisión de crear mi página web, a mediados del año pasado, le encargué esa tarea a una persona experta, conocedora no solo de las herramientas, sino también de las estrategias de marketing. Esto, créeme, es muy importante. Porque puedes contar con las mejores y más poderosas herramientas, pero si no las respaldas con buen marketing de nada te sirven.

Y dejemos claro de una vez por todas que buen marketing no significa vender, solo vender. Se trata, básicamente, de servir. Y este, que parece solo un dilema semántico, es el origen de los problemas que enfrentan empresas, empresarios y emprendedores cuando crean su web. Es decir, se enfocan exclusivamente en promocionar en producto, en vender, y ahuyentan a los lectores.

¿Por qué? La razón nos la ofrece la sicología: al ser humanos (a todos, sin excepción) nos encanta comprar, pero simultáneamente odiamos que nos vendan. Por eso, huimos de la publicidad en la televisión o la radio; por eso, instalamos bloqueadores de avisos en el navegador web; por eso, rehusamos dar nuestros datos en establecimientos comerciales o medios de comunicación.

Sabemos que a vuelta de correo o a través de las diversas plataformas de mensajería instantánea solo vamos a recibir correos basura, ofertas y más ofertas. Poco o casi nada de real valor. Y, tristemente, lo mismo ocurre con muchas páginas web: como decimos en Colombia, muestran el cobre muy rápido, es decir, dejan ver cuál es su única intención: vender. Y nos sacan corriendo.

Otra arandela del tema es que, si eres un profesional y vives de vender tus productos o servicios, necesitas una página web. No es un lujo, ni una opción: es una exigencia del mercado. ¿Por qué? Porque en los ámbitos laboral y de los negocios, hoy, en pleno siglo XXI, si no eres visible, no existes; si no te conocen, nadie te prestará atención; si no saben quién eres, nadie te comprará.

Crear y, sobre todo, sostener a largo plazo una página web es tan fácil o tan difícil como quieras. ¿Cómo así? Será fácil en la medida en que seas disciplinado, en que te comprometas con tu carrera y con tu negocio, en que establezcas una estrategia. Recuerda: la improvisación es muy mala consejera. Será muy difícil, mientras, si lo ves como una carga, como algo secundario.

Estos son los 10 interrogantes del mercado que debe responder tu página web:

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1.- ¿Quién eres y qué haces?
El Quién soy es uno de los elementos imprescindibles de tu web y uno de los más visitados. Sin embargo, no cometas el común error de limitarte a tus títulos académicos, cargos laborales y hazañas. Eso a nadie le interesa. Lo que el mercado quiere saber es qué te hace distinto y mejor que la competencia, cuál es esa historia de vida que te convierte en una propuesta de valor.

2.- ¿Qué problema resuelves?
Olvídate del complejo de la navaja suiza. ¿A qué me refiero? A presentarte como la solución ideal a mil y un problemas. Nadie te lo cree. A partir de tu conocimiento y experiencia, establece límites y fija 3-5 opciones atractivas para el mercado. Ojo: deben ser complementarias, pues la coherencia es muy importante para generar confianza y credibilidad. Sé muy específico al definir el problema.

3.- ¿Qué solución específica ofreces?
Cuanto más detallada y concreta sea esa solución, mucho mejor, tendrá más peso. Debes exponerla sin rodeos, sin adornos. En este punto, es muy importante que tu cliente potencial sepa lo que pones a su disposición y, en especial, cómo conseguirlo. ¿Un lead magnet? ¿Un curso? ¿Una consultoría? También es clave establecer para quién sí y para quién no es lo que ofreces.

4.- ¿Cómo es el paso a paso de la solución?
Este es uno de los temas que se suelen dejar en el aire y que, por ende, generan más objeciones por parte de los potenciales clientes. Tan importante como la propia solución y como el precio es que esa persona sepa qué tiene que hacer, qué se espera de él, cuál es su compromiso. Eso evita que piense que es algo mágico o perfecto y ayuda a que entienda que él es parte de la solución.

5.- ¿Cómo va a recibir tu cliente lo que compró?
Por supuesto, la respuesta está determinada por lo que vendas, un producto o un servicio. Este es otro de los aspectos que suscita inquietud y preocupación por parte de tu cliente potencial, así que es necesario que seas preciso. No le dejes espacio a la imaginación, a que crea que va a recibir A, cuando lo que ofreces es B. ¿Entiendes? Y es importante que sepa qué procedimiento seguir.

6.- ¿Qué beneficios obtendrá y a qué costo?
No es estrictamente necesario incluir el precio de tu producto o servicio. Depende de cuál sea la estrategia que vas a seguir. Publicarlo ahuyenta a la familia Miranda, los que todo lo quieren gratis. No hacerlo no será un impedimento para aquellos que en realidad están interesados. Los beneficios son los resultados que experimentará esa persona en su vida, la transformación.

7.- ¿Hay alguna política de garantía?
Ten en cuenta que este es un requisito indispensable en algunos países, exigido por ley, y que el mercado también solicita en especial cuando se trata de productos físicos (tangibles). Si lo que vendes es un intangible (servicio), asegúrate de que tu cliente potencial sepa qué va a recibir y, sobre todo, cuál es su compromiso. Que sepa que el resultado lo determina él mismo.

8.- ¿Quiénes avalan tus resultados?
Los testimonios son fundamentales para derribar objeciones y para generar confianza y credibilidad. Si eres nuevo en el mercado y todavía no tuviste clientes satisfechos, puedes ofrecer una consultoría gratuita o un producto de muestra. Lo importante es que en la medida en que vendas y haya personas que puedan hablar bien de ti y de tus servicios obtengas sus testimonios.

9.- ¿De qué forma te pueden contactar?
Los datos de contacto son mucho más que enlaces a tus perfiles en las redes sociales, que pueden ser intrascendentes. Es fundamental una dirección de correo electrónico a través de la cual sea posible comunicarse contigo de forma privada, personalizada. En los últimos tiempo, también cobró importancia el enlace a tu cuenta de WhatsApp, un canal cada vez más utilizado.

10.- ¿Cómo aportas valor a tu audiencia?
El blog no puede faltar. Entiende que tu página web, por muy bonita y bien escrita que esté, es tan solo una pista de aterrizaje. Tu tarea consiste en que esas personas no sean solo pasajeros en tránsito, sino que se conviertan en visitantes frecuentes, que encuentren allí razones para volver. El contenido de valor es la mejor estrategia para atraerlos, conquistarlos y enamorarlos.

El problema, créeme (porque lo viví), es comenzar. Una vez lo hagas, una vez tu página web esté en línea, una vez recibas valiosa y positiva retroalimentación, ya no querrás despegarte de tu proyecto. Y, más bien, te surgirán mil y una ideas para satisfacer a tu audiencia, para aportar valor, para ayudar a más personas a través de tu conocimiento y experiencias. ¡No te arrepentirás!

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¿Generar contenido? 10 preguntas que te ayudarán a comenzar ya

“No sé por dónde comenzar”, “No sé qué tipo de contenido debo compartir”, “He publicado contenido en redes sociales, pero no se genera ninguna interacción”. Estas, y otras más, son las explicaciones que suelen darme los clientes cuando les pregunto qué experiencia han tenido con la generación de contenido o, en la mayoría de los casos, por qué no generan contenidos.

El origen del problema es fácil de detectar, difícil de corregir. ¿Por qué? Porque implica un drástico cambio de mentalidad, de chip. El problema de fondo es que la mayoría de las empresas, negocios o emprendedores están convencidos de que su tarea es vender, de que su razón de ser es vender. Sin embargo, no es así. No, al menos, en estos tiempos modernos de la revolución digital.

Así fue en el pasado, en el siglo pasado, cuando la demanda era mayor que la oferta, cuando los consumidores debíamos conformarnos con dos o máximo tres referencias del producto. Y cuando el factor que nos servía para tomar la decisión de compra era el precio o, en algunas ocasiones, la calidad del producto o servicio. Esos tiempos quedaron anclados en la era preinternet.

En aquellos tiempos, el dueño de la empresa o del negocio (todavía los emprendedores no habíamos aparecido) se dedicaba a ofrecer su producto y a mencionar sus características. Que, valga decirlo, servían solo para justificar el precio. Dado que no había demasiada competencia y que los hábitos de los compradores casi nunca cambiaban, vender era una tarea sencilla.

Al menos, en comparación con lo que es hoy. Una era en la que el público está hiperinformado acerca de los productos y servicios, en la que tiene abundante información a unos cuantos clics, en la que existe la cultura de la retroalimentación y la que la oferta supera con creces la demanda. Ah, una era en la que el precio y la calidad del producto ya no son los que dicen la última palabra.

Hoy, vender es la consecuencia de tus acciones, de tus decisiones, de la efectividad de tus estrategias de marketing y, sobre todo, de los mensajes que le emites al mercado. Porque, dado que hay tanta competencia, buena competencia, y de que muchos compiten por precio, que el mercado te elija no es fácil. Puedes ser muy bueno, tener un producto muy bueno, pero no es fácil.

Entonces, hay quienes creen que su tarea consiste en publicar en redes sociales, y listo. Creen que basta con hablar de sí mismos, de sus hazañas y de sus logros (principalmente, los económicos). Creen que van a vender más si hablan maravillas de su producto o servicio, inclusive utilizando testimonios falsos (otra faceta de la infoxicación). Y creen que el consumidor es un gran idiota.

Que, por supuesto, no lo es. Ya sabe que es el protagonista de la historia, sabe que su voz tiene peso y la hace sentir. Sabe que ahora puede elegir lo que desee, lo que más le convenga. Sabe que ya no tiene que estar atado de por vida a una marca. Sabe, además, que antes de que intentes venderle algo tienes que llamar su atención, despertar su curiosidad, nutrirlo y educarlo.

Se trata de un proceso a largo plazo en el que antes de vender necesitas aprobar algunas asignaturas. ¿Cuáles? Visibilidad, posicionamiento, autoridad y, sobre todo, confianza y credibilidad. Son materias indispensables para establecer el vínculo y que ese cliente potencial te abra las puertas de su vida. Luego, después de nutrirlo, educarlo y entretenerlo, le puedes vender.

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Para aprobar exitosamente esas asignaturas previas, debes responder adecuadamente estas 10 preguntas:

1.- ¿Qué hay aquí para mí?
Esta no solo es la pregunta básica del marketing, sino también la pregunta clave en la cabeza de tu cliente potencial. Es lo que quiere saber cuando te conoce: ¿qué puedes hacer por él? La clave de la respuesta está en tu capacidad para transformar su vida, acabar con el dolor que lo aqueja y solucionar el problema que le quita el sueño. Para responder, pregúntate: ¿cómo puedo ayudar a otros?

2.- ¿Por qué debo confiar en ti?
El mercado, tristemente, está lleno de vendehúmos, de tramposos que hacen negocio a costa de los ingenuos. Por eso, tu cliente potencial es desconfiado y necesita que le des argumentos para creer en ti. Que, valga aclararlo, nada tienen que ver con tus títulos, tus cargos, tu dinero, sino cómo en el pasado ayudaste a otros a conseguir lo que deseaban. Sus testimonios valen oro.

3.- ¿Qué te hace diferente de la competencia?
Ni se te ocurra responder con las características de tu producto/servicio o con el precio. En este aspecto, la clave es tu propuesta de valor: aquello que te hace único, que solo tú puedes ofrecer y que está ligado a tus valores, a tus principios, a tu conocimiento y experiencias. También tiene que ver con tu pasión, con tu vocación de servicio y, algo muy importante, con el propósito de tu vida.

4.- ¿Cómo sé que no eres más de lo mismo que hay en el mercado?
En parte, esta pregunta se responde en las tres anteriores. ¿Y la otra parte? Tienes que enfocarte en los beneficios, en la capacidad de transformación que incorpora tu producto/servicio, en los resultados que puedes garantizar. Es crucial que tu potencial cliente entienda qué va a recibir, cómo lo va a recibir, en cuánto tiempo empezará a experimentar cambios y qué debe hacer.

5.- ¿Por qué tu producto/servicio es para mí?
Esta, que es una pregunta clave, irónicamente es una asignatura que muchos empresarios y emprendedores no se formulan. Creen, asumen, que su producto/servicio es perfecto o ideal para el mercado y luego se llevan una desagradable sorpresa. Para responderla, debes conocer muy bien a tus avatares, en especial, al frío. La clave: ¿tú comprarías aquello que estás vendiendo?

6.- ¿Cómo sabes que necesito eso que me ofreces?
Otro interrogante que la mayoría no está en capacidad de responder. Ten en cuenta que la mayoría de los prospectos que tocarán tu puerta son fríos y, por ende, no saben que tienen esa necesidad, no sienten ese dolor, no son conscientes del problema que tú le dices les vas a solucionar. Necesitas educarlo, poco a poco, o de lo contrario nunca aceptará tu oferta.

7.- ¿Cómo sabes que lo necesito ya (y no después)?
No puedes asumir que ese cliente potencial necesita tu producto/servicio de inmediato, salvo que sea un prospecto caliente. Si es frío o tibio, tienes que educarlo, nutrirlo, persuadirlo, antes de lanzar una oferta. ¿La clave? El conocimiento que tienes de tu avatar. En este aspecto, puedes echar mano de una poderosa herramienta que te ayudará a convencerlo: el storytelling.

8.- ¿Qué voy a obtener a cambio de mi dinero?
Es una pregunta lógica, ¿cierto? Sin embargo, muchos no están en capacidad de responderla adecuadamente. Por supuesto, la respuesta está determinada por lo que vender, la clase de producto o servicio. Y no solo el número de lecciones y la frecuencia (si es un curso) o lo que incluye la caja, sino el resultado específico. Este es el verdadero disparador de la compra.

9.- ¿Cuáles son los principales beneficios que voy a recibir?
¿Beneficios? Son esos pequeños grandes cambios que tu producto/servicio está en capacidad de producir en la vida de tu cliente potencial. Necesitas ser tan específico, tan gráfico y tan claro con tu mensaje que se active su imaginación y pueda crear en su mente ese escenario ideal al que lo vas a llevar. Que, aún sin haberte comprado, comience a experimentar el cambio positivo.

10.- ¿Cómo va a transformarse mi vida (va a mejorar) gracias a lo que me ofreces?
De qué tan convincente y poderosa sea tu respuesta dependerá, en gran medida, la decisión de compra. Olvídate de rodeos, de eufemismos: ve al grano, directo al grano. En esencia, significa dar un paso adelante en relación con la pregunta anterior. Tienes dos cartas ganadoras: testimonios de tus clientes anteriores y tu garantía, que tienes que cumplir al ciento por ciento, sin dilación.

“No sé por dónde comenzar”, “No sé qué tipo de contenido debo compartir”, “He publicado contenido en redes sociales, pero no se genera ninguna interacción”. Si estos son algunos de los obstáculos que te impiden generar contenido de calidad para el mercado, comienza por comunicar las respuestas a estas 10 preguntas. Luego el mercado te facilitará la tarea con su interacción.

 

 

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Contenido: no hace milagros, pero sin él sufrirás grandes estragos

Detrás el marketing de contenidos hay muchas mentiras. Sin embargo, ninguna de ellas es por cuenta de esta poderosa estrategia. La peor de todas, en todo caso, es aquella de que el contenido publicado no sirvió porque no se tradujo en ventas. Creer esta especie es, como decimos en Colombia, confundir gimnasia con magnesia. Nada que ver, como decían los jóvenes de antes.

Lo primero que hay que decir es que, especialmente hoy, el objetivo del marketing no es vender. No exclusivamente. Eso era antes, en el pasado, en el siglo pasado. Ahora, en el siglo XXI, para una empresa o negocio, para un emprendedor, las ventas solo se darán después de que los potenciales compradores estén completamente convencidos de que aquello que ofreces es lo que necesitan.

Sin embargo, y este es el origen del problema con el marketing de contenidos, no es causa-efecto. Es decir, no es inmediato. De hecho, es un largo proceso de decantación: llamas la atención de muchos y al final solo unos pocos te compran. Esa es la realidad, nos guste o no. Y está bien, porque esta es una premisa que se aplica a todos y, por ende, ninguno tiene ventaja.

“Publica contenido de calidad y obtendrás mejores prospectos”. Si bien no es una mentira, en el sentido estricto de la palabra, también hay que decir que no es una verdad. Menos, en un mercado como el actual, que de repente, por cuenta de las condiciones extraordinarias a las que nos enfrentó la pandemia, provocó que muchas personas volcaran su mirada sobre internet.

La mayoría son personas que antes utilizaban internet exclusivamente para publicar en las redes sociales, para gestionar su cuenta de correo electrónico y/o para buscar entretenimiento. Muchas, inclusive, eran reacias a realizar compras o, inclusive, transacciones bancarias a través de la web por temor a que sus datos cayeran en manos malintencionadas. Había muchas prevenciones.

Entre otras razones, porque la mayoría de las empresas tenían presencia en línea, pero solo para exhibir sus productos, para hablar de aquello a lo que se dedicaban y, eventualmente, para vender uno que otro producto. Seguían concentradas en el punto de venta físico y miraban con recelo, casi con desprecio, el mercado online. Además, se enfocaban en la tarea de sumar seguidores.

Hasta que apareció la pandemia y les cambió las reglas del juego. Algunos, los que entendían que la transformación digital no daba espera, y que comprendían también la dinámica de los negocios en el escenario virtual, sacaron ventaja. No solo consiguieron sobrevivir (algo que para otros fue imposible), sino que incrementaron sus ventas y, lo más importante, ganaron nuevos clientes.

En la otra orilla, mientras, los que intentaron reaccionar sobre la marcha, en medio de la crisis y sin un norte previsto, se llevaron la desagradable sorpresa de sumar seguidores, no clientes. Los primeros son los que en Colombia llamamos “la familia Miranda”, los que salen a recorrer los centros comerciales, entran a todas las tiendas, miran mil y un productos, pero no compran nada.

En internet también abundan la familia Miranda. Se suscriben a tu lista de correo, descargan los recursos gratuitos, asisten a las actividades que programes (siempre y cuando no les cobres) y se mantienen allí un tiempo. Hasta que se hartan porque se dan cuenta de que no van a obtener algo más sin pagar o hasta que intentas venderles. Desaparecen como alma que se la lleva el diablo.

Son personas que eventualmente consumen el contenido que ofreces. Quizás lo comparten en sus redes, quizás lo agradecen, quizás dejan algún comentario. Sin embargo, no avanzan, no compran. En otras palabras: no son prospectos cualificados. Están allí porque se encuentran desorientados, porque están en plan de pesca milagrosa, pero a lo mejor no les interesa lo que les ofreces.

El buen contenido sirve para llamar la atención del prospecto y despertar su curiosidad, en esa etapa inicial. Luego, es útil para darte a conocer, para que esa persona sepa quién eres, qué haces y, en especial, cómo la puedes ayudar. Recuerda: solo está en fase de investigación, solo quiere satisfacer su curiosidad. Busca la respuesta al interrogante clave: ¿Qué hay aquí para mí?

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Algo similar ocurre cuando ofreces un lead-magnet o invitas a un webinar gratuito. Aunque hagas una buena segmentación, es muy probable que una buena cantidad de esas personas que tomen acción (descarguen el recurso o se inscriban) nunca lleguen a comprarte. Es un público frío y, además, poco educado que busca una solución mágica o, peor, la esquiva riqueza exprés.

Entonces, tan pronto se dé cuenta de que no le garantizas ni lo uno, ni lo otro, se irá. Un porción de este público, sin embargo, se interesará en ti y se suscribirá a tu boletín electrónico. Leerá tus contenidos y comenzará ese proceso, siempre incierto, de convertirlo en cliente. En esa labor, el contenido será tu mejor aliado, sin duda, pero debes tener cuidado con las expectativas.

El poder de las palabras es infinito y también es cierto que hay imágenes poderosas que valen más que mil palabras. Sin embargo, el contenido, aún el mejor contenido, no hace milagros. El mejor contenido no está en capacidad de suplir un mal marketing (avatar no definido o equivocado, errada segmentación, estrategias fallidas, mensajes vacíos o afán por vender). Esa es la verdad.

Una vez atraes la atención de un prospecto y despiertas su curiosidad, un buen contenido (en el formato que prefieras, a través del canal adecuado) te servirá para nutrirlo y educarlo, así como para entretenerlo. Si en realidad esa persona necesita lo que tú ofreces, si eso que ofreces es lo que va a acabar su problema y si consigues posicionar como la mejor opción, tarde o temprano te comprará.

Y quizás sea más tarde que temprano. Es imposible determinar el tiempo, en especial cuando se trata de público frío. Así es como funciona, esas son las reglas que ha establecido el mercado. Recuerda: que alguien toque tu puerta, que quiera saber de ti, no lo convierte en cliente (en comprador). Pero, por favor, no cometas el error de creer, entonces, que el contenido no sirve.

Sin buen contenido, la tarea de generar un vínculo de confianza y credibilidad con el mercado será titánica y, muy probablemente, jamás lo consigas. Sin un buen contenido, difícilmente podrás posicionarte en la mente de tus clientes potenciales. Sin un buen contenido, no tendrás la posibilidad de transmitir tu mensaje y de dar a conocer tu propuesta única de valor, tu diferencial.

Un buen contenido, una buena estrategia de marketing de contenidos, es indispensable a lo largo del proceso: desde que tu prospecto ve tu primera publicación (en el blog, una publicidad) y toca a tu puerta hasta que se convierte en un evangelizador de tu marca. Entre uno y otro extremos, sin embargo, hay un largo camino, con varias escalas. Y, entiéndelo: no podrás eludirlas.

Hoy, la clave del éxito del marketing radica en el poder de tu mensaje y en tu capacidad para generar confianza y credibilidad y crear una comunidad. Y, de nuevo, el marketing de contenidos es tu mejor aliado: no lo menosprecies, no lo subutilices, no lo desperdicies. Son múltiples, y muy valiosos, los beneficios que te ofrece. Está en tus manos aprovechar lo que puede brindarte.

Lo que diferencia a los líderes del resto del mercado, sean empresas o emprendedores, es la calidad de la relación que tienen con sus clientes. Una relación sustentada en el valor que les aportar a través de contenido gratuito, en la nutrición continua, en la educación continua. Los líderes conocen el poder del marketing de contenidos y lo usan para intercambiar beneficios.

Lo que diferencia al cliente actual del que conocimos en el pasado es que ahora está educado y, sobre todo, informado. A veces, de más; a veces, infoxicado. Sin embargo, no da un primer paso antes de reunir la información que requiere para confiar en ti, para creer en ti. No da un segundo paso si no lo nutres, si no lo educas, sino le aportas valor. ¿Cómo? Con un buen contenido…

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El viaje del cliente: qué contenido se requiere en cada etapa

Uno de los trabajos más difíciles del mundo, sin duda, es el de agente de turismo. Sí, esa persona de una agencia que no solo te vende los tiquetes aéreos, reserva el hotel y te programan los itinerarios y te asesora acerca de las actividades que puedes disfrutar en tu destino. Además, y esto no es un detalle menor, procuran optimizar tu dinero: mayores beneficios a menor costo.

Conozco algunos muy buenos, especialmente por su excelente disposición para ayudar a los clientes. No es una tarea fácil porque involucra a las aerolíneas, a los hoteles, a otros agentes, en fin, factores externos difíciles de controlar. Así mismo, hay clientes que quieren dar la vuelta al mundo por 100 dólares, lo cual es imposible. Sin embargo, repito, algunos son muy buenos.

Además de su buena disposición, que es fundamental, tienen buenos contactos en aerolíneas y hoteles, en parques turísticos y otras atracciones interesantes. Los mejores son aquellos que conocen el lugar al que su cliente desea ir, que comieron en los restaurantes más conocidos y en otros que no lo son tanto, los que probaron alternativas de índole cultura o de descanso.

Hay muchos turistas que quieren visitar los lugares famosos, los más conocidos, pero eso la mayoría de las veces significa un mayor costo y algunas molestias como las aglomeraciones. Hay otros, en cambio, que se dejan orientar para ir a visitar lugares que normalmente no aparecen en las guías, pero que encierran valor histórico, son divertidos y permiten un mayor disfrute.

La clave del éxito del trabajo de un agente de viajes radica tanto en sus conexiones y en el conocimiento de los lugares que ofrece (con sus atractivos, alternativas y sorpresas) como del conocimiento de su cliente. Que no es sencillo, porque es un avatar múltiple: mochileros, grupos de jóvenes, familias, parejas recién casadas, adultos mayores o los clásicos aventureros.

Además, y esto es lo más importante, tiene que establecer claramente en qué punto del viaje del cliente se haya la persona que solicita sus servicios. Algunos tienen experiencias, otros ya saben qué quieren y hay también de los que parten de cero y quieren que el asesor haga la tarea completa. En otras palabras, hay clientes en estado frío, en estado tibio y en estado caliente.

Cuando eres copywriter o generas contenido para tu empresa o negocio, o si eres el dueño del negocio y quieres crear una campaña exitosa, necesitas desarrollar las mismas habilidades de un agente turístico. Es decir, tienes que aprender a dibujar el mapa del viaje de tu cliente a lo largo del proceso de compra, que no es lineal, ni directo, sino que ofrece altibajos y algunas escalas.

¿Por qué es importante contemplar el mapa del viaje de tu cliente? Porque, a diferencia de los que cree la mayoría de las personas, de los dueños de negocios o emprendedores, no siempre que una persona se acerca a ti, que toca la puerta de tu negocio, quiere comprar. De hecho, ese no siempre en la realidad se transforma en un casi nunca. Sin embargo, nos obsesionamos con lo contrario.

Es decir, con la idea de que son compradores y, entonces, desplegamos nuestras estrategias de venta, a veces de manera agresiva, y a la postre no obtenemos lo deseado. De hecho, lo que recibimos por lo general es un rotundo rechazo. Lo peor no es que se echa a perder la venta, sino que se pierde un cliente potencial, alguien que con el viaje adecuado quizás habría comprado.

En esta labor, tu mejor aliado es el contenido, una adecuada estrategia de marketing de contenidos que se ajuste a las necesidades de tu cliente potencial y que, como en el caso de un viajero, sea personalizada. Teniendo en cuenta tanto los deseos, gustos y motivaciones de tu cliente como el punto del viaje en el que se encuentra para brindarle justo lo que necesita.

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Estas son las cinco etapas del viaje del cliente y la clase de contenido que debes ofrecer en cada una de ellas:

1.- Nivel conciencia – No sabe lo que quiere.
Nos guste o no, nos cueste aceptarlo o no, este es el punto de las aglomeraciones. ¿Eso qué quiere decir? Que es donde se concentra la mayoría del mercado. Por naturaleza, el ser humano es un comprador compulsivo que está todo el tiempo escaneando el mercado a ver qué encuentra, qué buena oferta halla, qué beneficio descubre. Sin embargo, es algo instintivo, algo involuntario.

En esta fase, lo principal es darte a conocer, posicionarte en la mente de ese prospecto como una opción interesante. ¿Cómo? Hay que llamar su atención, primero, y despertar su curiosidad, luego. Que se interese en ti, que quiera saber de ti, de lo que haces y de cómo lo haces. Es un momento para escucharlo, para conocerlo, para determinar cuál es su problema. ¡Prohibido hablar de venta!

2.- Nivel consideración – Tiene interés y explora.
Cuando el prospecto da el primera paso, significa que ya llamaste tu atención. Vio en ti algo que le interesó, algo distinto, algo que no había visto en tu competencia. Sin embargo, necesita mucha más información porque, quizás, ya tuvo algunas experiencias negativas y prefiere ser precavido. Ve tu página web, mira tus perfiles en las redes sociales y eventualmente te deja un comentario.

En esta etapa, el contenido debe ser de autoridad. Que, por favor, no significa hablar de ti y de tus hazañas, de tu cuenta bancaria, de la cantidad de seguidores que tienes en RR. SS. Se trata de darle a esa persona los argumentos que necesita para saber que tú eres su mejor elección, que posees las credenciales requeridas. Lo fundamental es generar confianza y credibilidad.

3.- Nivel elección – Cree en ti, pero necesita más.
Si el prospecto llega a este punto, tienes una pequeña razón para sonreír. Todavía no puedes plantear la venta, hablar de ella, porque apenas está tibio. Quiere decir que ya confía en ti, que cree en tus credenciales, que los testimonios de tus clientes exitosos lo convencieron y, entonces, quiere avanzar. A esta altura, seguramente ya se suscribió a tu lista de correo y te sigue en RR. SS.

En esta fase, la prioridad es la nutrición-educación, que es un paso más allá de la autoridad. Debes darle contenido de valor que le enseñe acerca de tu área de experiencia, consejos prácticos fáciles de implementar que le den resultado rápido y, claro está, algún secreto. Hay objeciones que se mantienen, pero, con paciencia y estrategia, podrás derribarlas. ¿La venta? No, todavía no.

4.- Nivel acción – Enfócate en la PUV y los beneficios.
Este es un prospecto que está casi listo. Sin embargo, debes tener cuidado: una mala estrategia, un mensaje confuso o intentar forzar la venta hará que su temperatura baje y, por ende, que de nuevo surjan las objeciones. Es el momento en que debes asumir el protagonismo, pero no para vender, sino para acabar de llenarlo de argumentos para que entienda que eres su mejor opción.

En esta etapa, lo más conveniente es mostrar por qué eres diferente a la competencia, por qué eres la alternativa que debe elegir. Nada de hablar de las características de tu producto/servicio y, menos, del precio. Enfócate en los beneficios, es decir, en los resultados que va a obtener si toma lo que le ofreces, en la transformación que va a experimentar. ¡Haz que vuele su imaginación!

5.- Cierre (compra y fidelización).
Bueno, finalmente, llegaste al primer destino previsto. Que, valga recalcarlo, no es el destino final, no es el fin del viaje. Entiende que la primera compra es simplemente el comienzo de la aventura y que lo mejor, tanto para tu cliente como para ti, vendrá más adelante. Es importante, así mismo, que no olvides continuar con el proceso de educación y nutrición para fortalecer el vínculo.

Y, especialmente, para garantizar que la relación establecida se mantenga a largo plazo y pueda haber un intercambio de beneficios. En esta etapa, echa mano de tu creatividad: sorpréndelo, dale más de lo prometido, invítalo a un webinar o a un evento, regálale algún ebook o hazle sentir como un miembro importante de tu comunidad. Si lo haces bien, te comprará una y otra vez.

La clave del éxito del viaje de tu cliente es la experiencia. Cuanto más satisfactoria, enriquecedora y fructífera sea esta, mayores serán los beneficios mutuos. Pero, sobre todo, lo más importante es que no dejes de educarlo, de nutrirlo, de brindarle valor a través de tu contenido para que tenga motivos suficientes para continuar a tu lado. Ah, y claro, para que te refiera nuevos clientes.

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No hay magia, ni fórmulas perfectas: solo haz lo necesario y funcionará

La principal fuente de las dificultades que enfrentamos, en especial al emprender una actividad de la que conocemos pocos, es aquella de dejarnos llevar por lo que dicen otros. Algo que, en estos tiempos de infoxicación y noticias falsas, de autoproclamados gurús de internet, nos obliga a ser cuidadosos, a leer la temible letra pequeña y, en especial, a no creer todo lo que se publica.

El problema, porque siempre hay un problema, es que nos comemos esas versiones que abundan por doquier, no solo en internet, y no tardamos en darnos cuenta del error. Y, claro, la decepción es grande, la frustración es incómoda y la sensación del “no puedo hacerlo” se convierte en un feroz enemigo, difícil de vencer. Es un tema frecuente cuando hablamos de desarrollar la habilidad de escribir.

Porque, y esto no me canso de repetirlo, todos, absolutamente todos los seres humanos que alguna vez pasamos por una escuela primaria, sabemos escribir. Aunque hayas sido el peor alumno de tu curso, aunque tus calificaciones hoy te avergüencen, aunque creas que lo haces muy mal. Y, por supuesto, lo hacemos todos los días en diferentes ámbitos de la vida.

Esta, precisamente, es la primera mentira que hay que derrumbar: si te dicen que te van a enseñar a escribir, sospecha. ¡Ten cuidado! Salvo, claro está, que tu intención sea la de convertirte en un escritor profesional, en alguien que va a vivir de este oficio. En ese caso, debes preocuparte por hallar una escuela reconocida, un mentor que te demuestre que tiene la capacidad para enseñarte.

Porque, y esta es otra de las falacias del mercado, hay muchas personas que reúnen vastos y valiosos conocimientos, que acumulan una meritoria experiencia. Sin embargo, no son capaces de transmitir esos conocimientos a otros, su mensaje carece de empatía, no genera el impacto deseado. Hay que investigar, hay que preguntar, porque corres el riesgo de equivocarte feo.

Otra variante de este problema es que te encuentras con expertos que se conocen la teoría, que la recitan al pie de la letra, pero que en la práctica, en el ejercicio del oficio, presentan carencias grandes. Profesores de marketing que jamás crearon una empresa, que nunca vendieron; periodistas que pasaron fugazmente por un medio, pero que no escriben, no publican nada.

Dado que la escritura es una habilidad, no existe un modo perfecto, ni una estrategia que les funcione a todas las personas. Necesitas unos conocimientos, básicos, que los adquieres en el colegio, y algunos otros más especializados, que solo los puedes obtener de quien ejerza el oficio, de quien esté en el barro ensuciándose las manos. ¿Entiendes? Alguien que sepa escribir.

Así mismo, es fácil confundirse con versiones que te dicen que escribir es fácil y, al tiempo, otras que te ofrecen la versión contraria: que es algo complejo. Lo cierto es que ambos extremos encierran una mentira y algo de verdad. La mentira es que no es un tema de blanco o negro, pues hay muchos matices; la verdad es que depende de tus objetivos, de qué clase de escritor quieras ser.

La escritura, además de una habilidad que cualquier ser humano puede desarrollar tan bien como desee, también es una disciplina. Es decir, no creas eso de que no naciste con talento o, también, de que tienes todo el talento del mundo. Todos los seres humanos, absolutamente todos, nacemos con talento, pero la diferencia está en qué hace cada uno con esos dones que recibió de la vida.

Algunos los trabajamos, los mejoramos, los desarrollamos, los convertimos en algo superlativo, muy por encima del promedio. Es el caso de los deportistas de alto rendimiento: lo que los hace competitivos es el trabajo, la disciplina, la constancia, la perseverancia, el continuo aprendizaje. En especial, el que surge de sus errores. Son los mejores porque trabajan mucho y muy duro.

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Y lo mismo se aplica a la escritura. El gran Gabriel García Márquez solía decir que “escribir era 99 % transpiración y 1 % inspiración”. Y lo decía Gabo, el genio de las musas de Macondo. Sin embargo, la mayoría de las personas cree que es lo contrario: 99 % de inspiración y 1 % de trabajo. Y se pasan la vida esperando que la esquiva inspiración llega, y nunca llega. Y nunca escriben.

Escribir es fácil en la medida en que establezcas un método, crees una rutina y tengas la guía adecuada, idónea, de un profesional. Eso implica entender que los cursos exprés, las plantillas y las fórmulas mágicas no sirven, no funcionan. En cambio, sí funciona la buena actitud, la disposición positiva, la capacidad de observación, darle rienda suelta a tu imaginación y crear, trabajar.

Lo mejor, ¿sabes qué es lo mejor? Que la escritura es una creación noble y siempre te recompensa. Quizás no te vuelvas millonario o famoso, el sueño de muchos, pero siempre tendrás una retroalimentación positiva, siempre habrá personas que amarán tus escritos y querrán leerlos una y otra vez, que esperarán con ansiedad el siguiente. Siempre habrá quien valore tu trabajo.

Otra falacia del mercado, al menos en la actualidad, es que será muy difícil encontrar quién publique tu contenido, tu libro. Si te obsesionas con la idea de que sea una gran editorial y quieres ver tu publicación en los estantes de las librerías y tiendas más famosas. Lo más probable es que te lleves una gran decepción. Sin embargo, debes saber que ese no es el final del camino, no es el único camino.

Hoy existe el esquema de autopublicación por demanda. ¿Sabes en qué consiste? Que solo se imprimen los ejemplares que vendiste. Uno, diez, cien, mil. Y no estás atado a un contrato, no incurres en gastos innecesarios. También están los libros colaborativos (de los que te hablé en esta nota), que son una opción interesante, en especial para quienes comienzan en el oficio.

Ahora, si no quieres escribir un libro, no todavía, hay muchas otras alternativas. Internet, quizás lo sabes, es un universo de oportunidades ilimitadas. Hay una a tu medida, con seguridad. Y para transmitir tu mensaje puedes elegir el o los formatos y canales con los que más cómodo te sientas, aquellos en los que está la audiencia interesada en el contenido de valor que produces.

Puedes abrir un blog, crear un pódcast o un canal en YouTube, o todo al mismo tiempo y alternas el formato de tus publicaciones. Y no tienes que publicar todos los días: una o dos veces a la semana, al comienzo, es suficiente, mientras pierdes el miedo, mientras creas la rutina, mientras estableces el método y, sobre todo, mientras cautivas a la audiencia. Luego, puedes aumentar.

Si estás en la etapa de querer comenzar, pero no sabes cómo hacerlo, el mejor consejo que puedo darte es que busques ayuda profesional, idónea. Aunque no pretendas ser un escritor profesional. Es como cuando quieres aprender a jugar al tenis: acudes a una academia reconocida y te pones en manos de un profesor. Lo mismo si quieres ser cocinero, o bailarín o aprender a dibujar.

Por supuesto, hay algo más que debes entender: hagas lo que hagas, sea cual fuera la actividad que decidas emprender, se trata de un proceso. Y más si eliges la escritura. No te convertirás en un buen escritor de la noche a la mañana, ni en un mes, quizás tampoco en un año. Entre otras razones porque escribir es un oficio que cambia, que es dinámico y se transforma como la vida.

No me canso de insistir en que dentro de ti hay un buen escritor, pero tienes que despertarlo, tienes que activarlo. Y, sobre todo, tienes que ponerlo a trabajar. No hay milagros, no hay magia, y eso a mi modo de ver es una excelente noticia: significa que, si haces lo necesario, en algún momento vas a cumplir el sueño de ser escritor, de escribir, aunque seas tan solo un aficionado.

 

 

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¿Quieres escribir un libro? Debes cumplir estas 7 condiciones

Escribir un libro es un sueño que muchos forjan y pocos cumplen. De hecho, hasta hace muy poco tiempo era el privilegio de unos cuantos. La verdad, para poder publicar un libro había que cumplir dos condiciones: ser de buena familia (es decir, de familia adinerada) y ser de la rosca (es decir, de la élite en la que se cubren todos con la misma cobija). No era y/o, se requerían las dos.

Sin embargo, con la irrupción de internet el mercado cambió radicalmente. No porque, como dicen por ahí, la gente ahora no lea libros impresos (lo cual es una mentira), sino porque entraron al campo de juego nuevos jugadores, muchos jugadores. Es decir, la rosca dejó de ser el único escenario posible porque se abrió la competencia y las grandes editoriales no saben competir.

Por allá en 2012 me di a la tarea de escribir un libro. Por aquel entonces, se disputan las eliminatorias al Mundial de Brasil-2014 y la opción de que Colombia regresara a la cita después de 16 años era muy buena. Y tenía en la cabeza una idea loca que no iba a ser fácil de venderle a una editorial tradicional, porque a sus editores solo les interesa lo que va les garantiza ventas.

Y lo mío, claramente, era una apuesta. Quería hacer un recuento de la historia de los Mundiales, desde Uruguay-1930, con la idea de ofrecerles a las nuevas generaciones de hinchas, que nunca habían visto a su país en un Mundial, un marco de referencia. Un libro, además, con un estilo disruptivo: historias de hechos y personajes basadas en estadísticas, algo nunca publicado.

Después de una lucha titánica, de tocar mil y una puertas sin recibir una respuesta, conseguí que una editorial se interesara en mi libro. Lo logré gracias a que había trabajado en el pasado con quien era el editor de esa empresa. Es decir, era alguien de mi rosca (se confirma la premisa). El libro Colombia Mundial: de Uruguay-1930 a Brasil-2014 fue publicado en noviembre de 2013.

Y fue un éxito. No solo por la cantidad de ejemplares vendidos, sino porque era el único libro independiente en medio de una sobreoferta de los grandes medios, que apoyaron a sus expertos para hacer sus publicaciones. El mío era, además, el único distinto, de corte histórico, y cumplió a cabalidad con los objetivos propuestos: fue muy bien recibido por los aficionados y los lectores.

Más adelante, con la misma editorial publiqué dos libros más: Santa Fe, la octava maravilla (2014) y Copa América: 100 años, 100 historias. Más allá de los réditos económicos (que estuvieron lejos de lo que el común de las personas imagina), estas aventuras valieron la pena por la gratitud de los lectores. En especial, los jóvenes y las mujeres, que encontraron un contenido inclusivo.

Desde entonces, he publicado otros 10 libros, pero con una característica diferente: fueron escritos para otras personas (en la modalidad de ghostwriter o escritor fantasma) o bajo el modelo colaborativo. Son lo que llamo hijos adoptivos, porque no son propios, pero los quiero como si lo fueran. Y recientemente dirigí y publiqué un proyecto de este estilo, un logro que me enorgullece.

¿Por qué? Primero, porque me permitió darle una enorme sorpresa y celebrarle el cumpleaños a un gran amigo, Álvaro Mendoza, y, por otro, rendirle un homenaje y expresarle mi gratitud por cuento me ha enseñado, me ha ayudado. En este proyecto me apoyaron 10 miembros del Círculo Interno, la comunidad privada de emprendedores exitosos de Álvaro, conocido como El Padrino.

¿Por qué te cuento esta historia? Porque quiero que entiendas que hoy cualquier persona puede escribir y publicar un libro. Ya no es necesario ser de buena familia y de la rosca, como antaño. De hecho, tú mismo puedes lanzar tu libro al mercado a través del sistema conocido como autopublicación, un servicio que desde hacer varios años se ofrece en el mercado editorial.

Hay que entender, sin embargo, que no se trata de publicar por publicar. Por el ego de decir que eres el autor de un libro. En las librerías hay cientos de miles de ejemplares que no se venden, libros que nadie lee, que no consiguieron capturar la atención de los potenciales lectores. Libros que pasaron pronto a la historia y al olvido. Libros que, tristemente, no lograron dejar huella.

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Para que tu libro produzca un impacto positivo, para que llame la atención del mercado, para que recibas la recompensa al trabajo y al tiempo invertidos (que no necesariamente es económica), tu libro debe cumplir con algunas condiciones. Te comparto algunas que, aunque quizás no sean de tu agrado, son necesarias. Recuerda: el que fija las reglas es el mercado, y no las puedes cambiar:

1.- Tu libro debe interesarle a alguien más que a ti.
Verdad de Perogrullo, dirá alguno, pero no es así. Muchos autores creen que porque están orgullosos de su idea, será un éxito o, de otra manera, interesará a otros. Y al final no se da, se llevan una dura bofetada del mercado, que no acoge tu propuesta. Valida tu idea, consúltala con personas que conozcan el mercado (no solo con tus íntimos), pregúntales a otros autores.

2.- ‘Bien escrito no es suficiente’: tiene que enamorar.
¿Sabes cuántos libros se publican cada día, tanto en formato digital como impresos? Cientos de miles. Y si quieres que el tuyo sea leído, no puede ser uno más. Necesitas que el contenido en realidad valga la pena, que no sea la repetición de la repetidera, ni exclusivamente tu visión personal de un hecho o, como suele ocurrir, el relato de las que consideras tus hazañas.

3.- Aunque seas escritor profesional, no está perfecto.
Este es un tema difícil, porque involucra el ego, ese duendecillo travieso que abunda por doquier. Hasta los textos de los mejores escritores, lo más famosos y laureados, pasan por un corrector de estilo, por el ojo de un editor. Entonces, el tuyo ¿por qué no? Creer que está perfecto o que nadie te puede corregir es simplemente muestra de debilidad, temes que encuentren los errores.

4.- Escribe para otros, no para ti.
Otro vicio grave y muy frecuente. Si crees que porque a ti te gusta le gustará al mercado, puedes llevarte una desagradable sorpresa. Los buenos libros son aquellos que, desde que fueron concebidos, es decir, desde antes de escribir la primera letra, se enfocan en el lector, en lo que a él le interesa. En satisfacer una necesidad, en ofrecer conocimiento, en brindar entretenimiento.

5.- Escribe para ayudar, no para figurar.
Algunas buenas ideas no puede convertirse en buenos libros simplemente porque los autores se dedican a tratar de demostrar su autoridad, a exponer su conocimiento. Sin embargo, se quedan cortos y, entonces, producen textos anodinos, comunes y corrientes, más de lo mismo. Enfócate en producir contenido de valor, de aquel por el que tu lector agradece el tiempo que le dedicó.

6.- Escribe sin pensar en los réditos económicos.
Una de las experiencias frustrantes para un escritor es aquella de escribir convencido de que su libro será un gran éxito y se venderá muy bien, es decir, que se volverá millonario. Y eso no es así: es como jugar a la lotería. Preocúpate, más bien, porque tu libro sea de calidad y le aporte algo de valor al lector. Luego, él te recompensará con su fidelidad y querrá leer tus nuevas publicaciones.

7.- Si vas a publicar, trabaja en equipo.
Otro problema común: por ahorrarse unos pesos o por acaparar las potenciales ganancias, hay quienes se meten en camisa de 11 varas. Es decir, ingresan a terrenos que no les corresponden o que, peor, no dominan como diseño, corrección de estilo, diagramación. En el siglo XXI, el éxito de un proyecto editorial es el fruto de un trabajo colectivo en el que cada uno hacer bien lo suyo.

Escribir un libro es un sueño que muchos forjan y pocos cumplen. Hoy, por fortuna, es posible hacerlo realidad de una forma bastante sencilla (que no significa fácil). La autopublicación, el ghostwriting o el esquema colaborativo son algunas opciones interesantes que puedes explorar. Estoy seguro de que alguna de ellas se ajustará a tus necesidades, a tus posibilidades.

Lo que sí sería lamentable es que renuncies al sueño de escribir y publicar un libro solo porque no eres de buena familia y/o de la rosca de las editoriales tradicionales. El libro Gracias, Álvaro – Gracias, Padrino (haz clic y descárgalo) que acabo de publicar con otros 10 emprendedores, ninguno de ellos escritor profesional, es la muestra de que tú también puedes lograrlo. Es cuestión de asesorarte bien.

 

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¿Verdadero o falso? No creas todo lo que dicen acerca de escribir

Una de las razones por las cuales hay tantas personas que se abstienen de escribir, que se niegan el derecho a intentarlo, es por el terrorismo sicológico que abunda por doquier. Mentiras, medias verdades, creencias limitantes, mitos o simplemente ideas erradas que carecen de sustento. Es un terreno difícil, dado que el caldo de cultivo para estas especies tóxicas es la falta de conocimiento.

Sí, tristemente, la ignorancia es la razón de fondo por la cual hay tantas personas que no cumplen su sueño de escribir. Que, como lo he mencionado en otras ocasiones, de ninguna manera significa exclusivamente vivir de escribir, ser un profesional de la escritura. Escribir, no me canso de decirlo, es un privilegio exclusivo del ser humano y es una necedad negarnos la posibilidad de disfrutarlo.

Más, en tiempos como los actuales en los que la tecnología, bendita sea ella, nos ofrece la opción de transmitir nuestro mensaje por múltiples canales. Prácticamente, sin restricciones, porque la mayoría de ellos son gratuitos, es decir, están al alcance de la mano de cualquiera. Y hoy, por si no te habías dado cuenta, el éxito en el mundo es para quienes tienen un mensaje poderoso.

Mensaje poderoso que significa empoderador, inspirador, educador, persuasivo, divertido, reflexivo, positivo, constructivo. Lo demás, todo lo demás, la mayoría de lo que recibimos cada día a través de los medios de comunicación o internet, es ruido. No sirve, porque está viciado de origen por unos intereses particulares, condicionado generalmente por factores económicos.

Algo que me llama la atención cuando atiendo a un cliente en una consultoría o cuando nos reunimos para hablar acerca de algún proyecto de contenidos es que muchas veces, la mayoría de las veces, esa persona está convencida de que no tiene nada que decir. O, de otra forma, que su historia, sus experiencias, sus errores y aciertos, carecen de valor para los demás. Y no es así.

Definitivamente, no es así. Todos los seres humanos, absolutamente todos, tenemos algo valioso para compartir con los demás. De hecho, todos los seres humanos, absolutamente todos, estamos en búsqueda de respuestas a nuestras inquietudes, de soluciones a nuestros problemas. Y, creo que lo imaginas, esas respuestas y esas soluciones provienen justamente de otras personas.

Sí, de quienes ya pasaron por lo mismo y pudieron sortear los problemas, de quienes hallaron las respuestas y las soluciones. Sí, de quienes, además, están en disposición de compartir contigo el aprendizaje de aquellas experiencias, de guiarte por ese camino y revelarte cuáles son las principales dificultades a las que te enfrentarás, cuáles son los riesgos a los que te expones.

Por otro lado, y esto es algo que la mayoría de las personas no sabe, sin querer queriendo es mucho lo que puedes hacer por otros. No necesitas hacer una gran obra, porque las palabras están cargas de un poder inmenso y, así como puede destruir, también están en capacidad de construir, de edificar, de inspirar, de motivar. Con poco, es mucho lo que puedes conseguir.

Por eso, te propongo un juego sencillo que hasta puede resultar divertido. ¿Qué te parece un verdadero o falso para descubrir qué hay detrás de esas comunes especies tóxicas?

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1.- “Voy a leer un libro a la semana y así podré escribir mejor” – FALSO
Leer sí te sirve, por cultura general, porque te proporciona conocimiento que sirve de contexto a tus escritos. Sin embargo, lo que te hará mejor escritor no es leer, sino escribir. De hecho, y es algo que menciono con frecuencia, conozco a muchas personas que son lectoras voraces, pero no son capaces de escribir un texto sencillo. Leer = Escribir no es una premisa de causa-efecto.

2.- “Todos los días voy a buscar un rato libre para escribir” – FALSO
El éxito del ejercicio de la escritura es producto de tu disciplina, de la rutina que estés en capacidad de implementar. Aunque no seas un profesional, aunque solo lo asumas como un pasatiempo, necesitas establecer una rutina, fijar horarios. Y no solo para cuando te sientas frente al computador a escribir, sino también para el resto de las etapas del proceso de creación.

3.- “Cuando tenga una buena idea, me siento a escribir” – FALSO
Las ideas, amigo mío, no son buenas, ni malas, en sí mismas. Eso depende del uso que les das. Y, como lo escribí en este post, no necesitas la gran idea para comenzar a escribir: como una mediocre es posible crear una buena historia, una que valga la pena compartir y leer. Siéntate y escribe, y eso que llamas buenas ideas surgirán como consecuencia del proceso de creación.

4.- “No sé por dónde comenzar a escribir” – VERDADERO
Por hacer caso de tantas versiones amañadas, por creer tantas mentiras, las personas nunca se sientes capaces de comenzar. Sin embargo, ese es un problema fácil de resolver. ¿Qué debes hacer? Comienza, simplemente, comienza a escribir. Desarrolla la habilidad, crea los hábitos de una buena rutina y escribe. En la medida en que avances, lo harás más fácil y lo harás mejor.

5.- “No tengo talento para escribir” – FALSO
Todos, absolutamente todos los seres humanos, poseemos el talento. Está ahí, dentro de ti, a la espera de que lo aproveches, de que lo explotes. Por supuesto, eso requiere trabajo y, sobre todo, que implementes un método. Porque, lo he mencionado antes, escribir tiene más que ver con lo que haces (disciplina, constancia, investigación, observación) que con lo que con el talento.

6.- “Sé que puedo hacerlo bien, pero no sé cómo…” – VERDADERO
Escribir bien no es un privilegio de pocos, sino el privilegio de quienes hacemos lo necesario para conseguir el resultado que esperamos. Trabajo, trabajo y más trabajo. Creatividad, investigación, imaginación y algo que la mayoría olvida: asesoría profesional. Solo lo puedes lograr, pero mentiría si dijera que será fácil o rápido. Este es un camino que hasta los mejores recorren acompañados.

7.- “Quiero hacerlo, pero me da miedo” – VERDADERO
Como cualquier otra aventura incierta que emprendes en la vida, el miedo está incorporado. Y está bien, porque es una voz que te mantiene alerta, porque te ayuda a estar atento, porque evita que te confíes y creas que lo haces muy bien o que ya lo sabes todo. El miedo nunca desaparecerá, pero lograrás neutralizarlo a medida que escribes, que defines un estilo y un método de trabajo.

8.- “Me aterran las críticas destructivas” – VERDADERO
Todos los seres humanos, absolutamente todos, somos sensibles a las críticas. Es inevitable. Sin embargo, parte del aprendizaje del escritor es aprender a desoír las que no le aportan algo positivo o que carecen de sustento. También es menester aprender que tu trabajo, por muy bueno que sea, no será del gusto de todos, y no tiene porqué serlo. Siempre habrá críticas negativas.

9.- “Publicaré en Amazon.com y me haré rico” – FALSO
Si quieres escribir y publicar un libro con la idea de que te vas a hacer rico en virtud de las regalías de Amazon.com, estás perdidamente equivocado. Los autores que ganan buen dinero en esta tienda son pocos, muy pocos, y además de escribir bien y publicar buenos libros cumplen con otra condición: con antelación, ya crearon una comunidad, tienen cautiva una audiencia masiva.

10.- “Ahora no tengo tiempo: cuando me retire, me dedicaré a escribir” – FALSO
El mejor momento para comenzar a escribir es hoy; mañana quizás sea tarde (porque quizás no hay un mañana). Si crees que no tienes tiempo, créalo, invéntalo. Abandona actividades que nada te aporten, que solo consuman tu tiempo y energías, y dedícate a escribir, que no solo nutrirá tu intelecto, sino que también te permitirá entregar algo de valor a otras personas.

El terrorismo sicológico en relación con lo que implica escribir es una creación de quienes te la quieren poner difícil para después, cuando te dan dos o tres indicaciones y comienzas a escribir, poder fungir como salvadores, como gurús. No caigas en esa trampa: son mentiras, medias verdades, creencias limitantes, mitos o simplemente ideas erradas que carecen de sustento.

La única verdad es que tienes todo lo que se necesita para comenzar a escribir. Que lo hagas bien, que te conviertas en un buen escritor, que tus lectores reciban con agrado tus contenidos y que alcances algún reconocimiento dependerá de cuánto trabajes y, además, de que lo hagas bien. No hay misterios, no hay fórmulas mágicas. No les hagas más caso a las especies tóxicas surgidas de la ignorancia.

 

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¿Qué sí y qué no es un ‘copywriter’? Claves para ser uno bueno

Para algunos, se trata de una moda, de algo que llegó recientemente al mercado. Ahora, abres tu navegador y encuentras una multitud de avisos que te invita a convertirte en copywriter. De hecho, la gran mayoría de esas propuestas te promete fórmulas sencillas y efectivas para ganar “miles de dólares desde tu casa”. Una carnada atractiva que, tristemente, muchos muerden.

Ser copywriter es un oficio interesante y hasta divertido si sabes a ciencia cierta en qué te metes. Porque, si te dejas llevar por lo que dice el mercado, si no marcas un límite, si no defines los productos o servicios que vas a ofrecer, te vas a meter en un gran lío. ¡Te lo garantizo! Porque en el mercado existe la concepción de que el copywriter es algo más que una fina navaja suiza.

Hay una de ellas que, por ejemplo, tiene 40 herramientas y más de 50 servicios. Sirve prácticamente para todo lo que necesites en casa. Y eso, justamente eso, es lo que esperan algunos clientes de ti cuando eres copywriter: que lo hagas todo (aquí, el prácticamente sobra). Que escribas, seas experto editar y producir videos, actúes como community manager y más.

También quieren que escribas su emails, hagas su hoja de vida y, “si te queda un tiempo”, que les corrijas el informe que tiene que presentar en su trabajo. Ah, y algo muy importante: que cobres bien barato, porque “te estoy haciendo el favor de contratarte a ti y no a otro”, argumentan. Y ni se te ocurra apagar el celular, inclusive el fin de semana o en la noche, “por si te necesito para algo”.

En el pasado, hace no muchos años, un copywriter estaba condenado a trabajar en una agencia de publicidad. En ningún otro lugar había cabida para él. Los que eran buenos de verdad en el oficio, entonces, tenían una buena remuneración y se hacían de un prestigio. Hoy, sin embargo, en esta era digital que lo cambió todo y que nos obliga a transformarnos, a adaptarnos al nuevo entorno.

Que nos exige aprender más, desarrollar nuevas habilidades y saber un poco de todo, aunque sea tan solo lo básico. Hoy, para las empresas, para los negocios, la prioridad es ser visibles en internet, conseguir un buen posicionamiento en los buscadores y estar en capacidad de interactuar con su audiencia o, cuando menos, de responder los comentarios en redes sociales.

El problema, porque siempre hay un problema, es que se concibe que el trabajo del copywriter se circunscribe a estas labores, además consideradas menores, pero se espera que su trabajo se traduzca en ventas. Sí, que las publicaciones en Facebook, Instagram, Tik-tok o Twitter no solo atraigan clientes potenciales, sino que muevan la caja registradora. ¡Es lo único que importa!

Es este, entonces, cuando conviene aclarar algunos puntos que están confusos: ¿qué no es un copywriter?

1.- No es el genio de la botella.
Es decir, no es que frotas una botella, aparece un genio con poderes extraordinarios y te concede algunos deseos. El valor de un buen copywriter está no solo en su experiencia, sino en su especialización. Es decir, no puede ser un todero, no debe ser un todero, no puedes esperar de él que haga todo lo que se requiere en el ecosistema digital. Él es un especialista, tenlo en cuenta.

2.- No es un vendedor más.
Los textos persuasivos, por muy bien escritos que estén, por más que estén enfocados en las necesidades de tu cliente potencial, no venden por sí mismos. Este contenido está diseñado para llamar la atención de tu audiencia y generar su curiosidad, pero lo que realmente vende, lo único que vende, es la calidad del marketing que tú puedas hacer, las estrategias que desarrollas.

3.- No es un community manager.
La gestión de las redes sociales es una de tantas especialidades requeridas hoy en el entorno digital, pero no necesitas un copywriter para esta labor. Sería comprar un lujoso Maserati para transitar a 30 km/h en medio de los atascos del tráfico de nuestras ciudades. Es decir, un total desperdicio. Aprovecha su talento en algo que valga la pena, tanto para él como para ti.

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4.- No es un diseñador gráfico.
Quizás, en especial si es un nativo digital, tu copywriter sepa grabar, producir y publicar videos o, también, maneje Canvas y pueda crear algunos post para tus redes sociales. Sin embargo, no asumas que es un diseñador gráfico, no exijas que cree piezas publicitarias más elaboradas, porque ese no es su trabajo. Como dicen en la calle, “cada loco con su tema”.

5.- No es una secretaria.
Que conste que no tengo nada en contra de las personas que desempeñan ese noble oficio. Sin embargo, ser copywriter es algo distinto. Un copywriter te puede corregir un texto, eventualmente te orienta en la redacción de un informe, pero su trabajo no es ese. Su tarea consiste en generar contenido para nutrir y educar a tu audiencia, en generar confianza y credibilidad; no lo olvides.

Ahora, veamos la otra cara de la moneda: ¿qué sí es un copywriter?

1.- Es un escritor profesional.
Como tal, su trabajo merece respeto y, además, tiene derecho a cobrar lo que le parezca, lo que cree que valen sus servicios. Otro tema es si tú decides pagar por eso, pagar esa tarifa. Un copywriter es alguien que siente pasión por la comunicación y el lenguaje, un oficio que demanda dedicación, esfuerzo y, algo muy importante, continuo aprendizaje.

2.- Es un creativo.
Es decir, no es una máquina, tampoco es un robot. Tiene buenos días y otros malos, momentos de lucidez y otros, de dificultad. Necesita un buen ambiente para desarrollar su creatividad, para producir bien. Además, y esto es algo que muchos omiten, necesita tiempo. Está capacitado para trabajar bajo presión, siempre y cuando esa presión no se convierta en un obstáculo creativo.

3.- Es un compañero de equipo.
Eso significa que necesita ayuda, tu ayuda, para realizar un buen trabajo. Instrucciones claras y precisas, material de referencia y de apoyo, una retroalimentación positiva y constructiva. Si quieres que el trabajo un copywriter dé los resultados que necesitas y esperas, tu acompañamiento, asesoría y guía son imprescindibles. Consiéntelo, no te arrepentirás.

4.- Es tu puente con el mercado.
Hoy, la clave del éxito de tu negocio o empresa radica en tu capacidad para comunicarte con el mercado, para conectar con tus clientes y atender sus deseos. Para ello, necesitas conocer cómo son, qué quieren, cuál es su dolor, con qué sueña. Hay muchas formas de conseguir esa información, pero ninguna mejor que un buen contenido de interacción.

5.- Es tu mejor aliado.
Por si no lo sabías, todos, absolutamente todos los referentes del mercado, en cualquier industria que investigues, tienen detrás un buen copywriter. ¿Por qué? Porque saben que su posicionamiento y visibilidad, la confianza y credibilidad que les brinda el mercado, surge del contenido de calidad que este produce. Detrás se cada caso de éxito hay un copywriter.

Ser copywriter está de moda, pero no es una moda. Es uno de los oficios más antiguos del mundo, uno que siempre ha estado presente en el marketing, uno que muchas veces representa la cara oculta del éxito de una empresa, empresario o emprendedor. Si logras entender cuál es la naturaleza de su trabajo, lo apoyas y lo arropas adecuadamente, él te ayudará mucho.

Un último apunte: si eres periodista o comunicador, si te apasiona escribir y comunicar mensajes, si sueñas con ser copywriter, solo puedo decirte que nunca hubo un mejor momento que este para comenzar, para darte a conocer en el mercado. La clave, en todo caso, es no ser uno más de tantos que ya hay, sino uno bueno de verdad que pueda aportar valor al mercado, a sus clientes.

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El NO avatar: ten mucho cuidado con aquello que atraes

¿Crees en la Ley de Atracción? Es aquella creencia basada en que la energía que emitimos es capaz de atraer una de características similares. Es decir, si emitimos odio, recibimos odio; si emitimos amor, recibimos amor, y así sucesivamente. Hay que decir, además, que no existe sustento científico alguno que valide esta teoría, que pertenece exclusivamente al ámbito de las creencias.

Y, por supuesto, hay quienes creen y quienes no lo hacen. En este caso, en el caso de la Ley de Atracción, soy un creyente. ¿Por qué? Porque lo he vivido en carne propia, para mal, durante mucho tiempo, y para bien cuando decidí cambiar mis actitudes y, en especial, mis pensamientos. Porque, y debo decir que en eso también creo fervientemente, el poder de la mente es infinito.

“Mantén tus pensamientos positivos, porque estos se convierten en tus palabras. Mantén tus palabras positivas, porque ellas se convierten en tus comportamientos. Mantén sus comportamientos positivos, ya que se transforman en tus hábitos. Mantén tus hábitos positivos, porque se vuelven tus valores. Mantén tus valores positivos, porque ellos son tu destino”.

Esta premisa, de Mahatma Gandhi, nos muestra cómo funciona la Ley de Atracción. Para bien y para mal, por supuesto. Como, por ejemplo, cuando te involucras una y otra vez en relaciones dañinas, con personas tóxicas que nada te aportan, pero las eliges una y otra vez. O cuando tienes problemas con la bebida, pero siempre te juntas con aquellos que te incitan a beber de más.

Es algo inconsciente, claro, pero es algo que surge de nuestro interior. No es que la vida, traviesa y caprichosa, pone en tu vida a esas personas que te lastiman, que no te valoran, que te estancan. No, así no funciona: no eres un títere y tampoco hay un titiritero arriba moviendo los hilos. Eres tú el que elige, eres tú el que se niega a romper los patrones, a desaprender y volver a aprender.

Esa son simples excusas, disculpas aprendidas de nuestro entorno y que son socialmente aceptadas. Creencias que, también hay que decirlo, surgen de la formación que recibimos en casa, de niños, por la religión y, tristemente en muchas ocasiones, por la falta de educación. Nos apegamos a ellas porque nos resulta cómodo, porque así eludimos la responsabilidad y la culpa.

Lo que necesitamos aprender es que, ojalá más temprano que tarde, debemos tomar las riendas de nuestra vida de manera consciente. Y hacer lo que sea menester para borrar esas creencias, para derribar esos obstáculos que se interponen en el camino, para cortar con esa cadena de sucesos que nos lastiman, nos perjudican y nos impiden conseguir lo que la vida nos ofrece.

Una buena parte del problema se origina en aquello que llamamos diálogo interno. Son esos mensajes que enviamos a nuestra mente y que la condicionan, que la programan. “No puedes”, “Eres un fracasado” y “No te lo mereces” o, del otro lado, “Tú puedes”, “Hazlo y alcanzar el éxito que premie tu esfuerzo” o “Nada puede detenerte”. En este caso, de nuevo, tú decides.

Si tú eres de los míos, de los que creemos en la Ley de Atracción, entonces, lo que sigue es muy importante para ti. ¿Por qué? Porque te sirve tanto para la vida como para los negocios. Para la vida, porque influye en la forma en que te comunicas con otros, en que te relacionas con los demás; para los negocios, porque te permite establecer con quién quieres trabajar y con quién no.

En la vida, estoy seguro de que lo has experimentado, la mayor fuente de problemas es la falta de comunicación o, en su defecto, la mala comunicación. Nos comunicamos mal porque no sabemos elegir las palabras adecuadas o porque les damos una carga innecesaria: prejuzgamos, dictamos sentencias, provocamos heridas. Nos falta empatía, nos falta sensibilidad, nos falta sentido humano.

Muchas veces, quizás demasiadas, nuestra comunicación surge del miedo, de las creencias limitantes o, peor aún, del deseo de agradar a los demás, de obtener su aprobación. Mientras, en los negocios, el afán por vender, la obsesión por conseguir más clientes, el miedo a ser superados por la competencia, nos lleva a cometer el error de abrirles las puestas a prospectos equivocados.

 

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Lo primero que debes entender (y aceptar) es que no todas las personas pueden ser tus clientes. Bien porque no tienen el problema o no sienten el dolor que tú puedes solucionar o, simplemente, porque no están interesados en lo que les ofreces. Esto último, o porque ya eligieron una opción distinta (tu competencia) o porque ni siquiera son consciente de su situación, que es muy común.

¿Por qué? Porque asumimos que todas las personas que se acercan a nosotros están listas para comprar. Y no es así, por supuesto. De hecho, es justo lo contrario: la gran mayoría no sabe que tiene un problema, por ende, no lo ha hecho consciente y, entonces, no busca una solución. Por eso, cuando intentas venderle sale despavorido. Y más: te etiqueta como una molestia.

En sentido parecido, a tu puerta llegan personas que son una molestia. Los atiendes, les brindas tu tiempo y quizás tu conocimiento, pero después de semanas o de meses de darle contenido de valor, de intentar educarlo y nutrirlo, te das cuenta de que es como hablarle a una pared. No muestran el mejor interés, no toman acción alguna y, más bien, están quejándose todo el tiempo.

El mercado, entiéndelo, es un ecosistema diverso. Como tal, alberga especies de toda índole, en especial, tóxicas, dañinas o molestas, de esas que nada te aportan o que, simplemente, consumen tu energía, te hacen perder tu tiempo, tus recursos y tu dinero. Lo peor: te distraen y evitan que pongas tu atención en las personas que realmente te necesitan, en aquellas que sí te valoran.

Por eso, no puedes pasar por alto una tarea imprescindible: definir tu avatar no deseado, al que prefiero llamar el NO avatar. No solo tu avatar, el cliente modelo, el ideal, sino este otro también. Porque, créeme (quizás ya lo comprobaste), es una especie más común de lo que te imaginas y, seguro, te los vas a encontrar en el camino. Por eso, necesitas estar prepara para gestionarlos.

Dentro de esta especie, así mismo, hay categorías o subespecies. Porque no todas son malas, negativas o tóxicas, valga aclararlo. Algunos no son tus clientes porque, como ya lo mencioné, tienen un problema o padecen un dolor que tú no puedes solucionar. Entonces, no tiene sentido buscarlos y molestarlos. Recuerda: no todo el mundo es tu cliente y no le puedes vender a todo el mundo.

Hay otros que sí tienen el problema, que sí sufren el dolor, pero no son consciente de él y, por el momento (y hasta nuevo aviso) no están interesados en cambiar esa situación. ¿Por qué? Quizás porque tienen otras prioridades, porque no les genera malestar alguno. Otros, en cambio, no ven la solución en lo que tú les ofreces, probablemente porque no perciben los beneficios que incorpora.

Así mismo, hay personas que no son tus clientes porque ya eligieron una opción, porque ya le compraron a la competencia. En este caso, si estás interesados en ellas, debes implementar una estrategia a largo plazo para que te conozcan, sepan qué haces y cómo los puedes ayudar, período en el que tu tarea consiste en nutrirlos, en educarlos, en entretenernos. Gratuitamente, claro.

Están también las que en teoría son prospectos, pero es mejor que no se conviertan en clientes. Es decir, sí tienen el problema, sí sufren el dolor que tú puedes solucionar, pero son tóxicas, necias, negativas y/o carecen del dinero para comprar lo que ofreces. Esta es la especie que debes evitar al máximo, mantenerla tan alejada de tu negocio como sea posible. ¡Es por tu bienestar!

Moraleja: ten cuidado de qué clase de clientes atraes a tu negocio, de qué clase de personas atraes a tu vida. Recuerda que, como lo dijo Jim Rohn, “somos el resultado del promedio de las cinco personas con las que más tiempo compartes”. Elige bien, entonces. Pero, sobre todo, debes definir claramente tu NO avatar, esos clientes o personas que no quieres en tu vida para nada.

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